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𝗖𝗵𝗮𝗽𝘁𝗲𝗿 𝗙𝗼𝗿𝘁𝘆-𝗡𝗶𝗻𝗲

𝑽𝒐𝒕𝒆𝒏 𝒚 𝒄𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆𝒏. 𝑷𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓, 𝒆𝒗𝒊𝒕𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒔𝒆𝒓 𝒍𝒆𝒄𝒕𝒐𝒓𝒆𝒔 𝒇𝒂𝒏𝒕𝒂𝒔𝒎𝒂𝒔

⚝──⭒─⭑─⭒──⚝

17 de Agosto de 1980

Había formas muy discretas para referirse a una persona, a su vez; conocer más de su vida y así mismo aprender de los fallos que pudiera tener. James Potter y Rose Mary se creían a sí mismo como dos almas afines. Cada uno conocía sus propios errores internos, así como aprendían de los errores del otro. 

James podía admitir, que el destino le puso a Rose en su camino, en un momento justo; ¿por qué? Quizás para aprender lo que era ser verdaderamente feliz. Pero también era consciente de su forma tan arraigada de ser, desde sus primeros años en Hogwarts. Por ende; seguía agradeciendo a la "Madre Magia" por ponerle a Rose en aquel último año en el castillo. Rose también lo sabía. Si se hubieran conocido mucho antes. No estarían allí en ese instante. 

La casa en Godric Hollow, era un completo desastre. Habían pasado ya casi dos años desde que Dumbledore les insistió en mudarse allí, dos años casi de su boda juntos. Donde los Potter-Yaxley se estaban estableciendo. La pelirroja de ojos como joyas, después de haber quedado embarazada por segunda vez en su vida, no estaba dispuesta a perder esta vez la oportunidad de ser madre. Llevando con ayuda de su atento esposo su embarazo a termino. La noche del 31 de Julio. Un pequeño llamado Harry James Potter Yaxley, llegó al mundo 

Los padres de este pequeño ser de piel cetrina y ojos brillosos, no tuvieron ni una sola semana de descanso a penas lo tuvieron en sus brazos. James rogó a su esposa para poder nombrar a Sirius como su padrino. Llevándose el Black una fuerte sorpresa cuando ella aceptó. Con diecisiete días de nacido. Harry se mostraba como un bebé que prefería pasar mayor parte de su día durmiendo en los brazos de su madre o padre. Haciéndose en una pequeña bolita cuando James lo cargaba y acariciaba con sumo cuidado su espalda.  

Habían estado recibiendo de seguido, las visitas de los miembros de la Orden. Siendo Molly Weasley la más insistente en que Rose tuviera uno que otro consejo sobre ser madre. Causándole a la Yaxley, una fuerte repulsión por la mujer, cada vez que salía a la luz el desafortunado tema de su anterior embarazo, y aborto. James ya acostumbraba a no meterse en las guerras de su esposa, quien era mas que capaz de hacer frente a aquellos que abrían la boca para desacreditarla. 

Volviendo al instante donde la casa era un desastre. Rose se había cansado, estaba agotada de todas aquellas visitas impertinentes; se había levantado apresurada, yendo a arreglarse al baño, para luego atender a su pequeño hijo. Harry al poco tiempo de ser cambiado y alimentado, aterrizó en los brazos de su adormilado padre, que solo observaba somnoliento como su esposa comenzaba a recoger todas sus cosas y comenzar a meterla en un sin fin de baúles, identificando donde estaban cada unas. 

─Mi rosa, ¿debemos hacer esto tan temprano? ─ Eran apenas las diez de la mañana, James había pasado la noche en el ministerio, cubriendo una guardia hasta la medianoche y no había podido descansar cómodamente sus horas debidas. Ya que el pequeño ser en sus brazos, se había negado a dormir después de haberlo visto llegar. Pero Harry se mostraba felizmente descansado y buscaba con sus manitos las gafas de James.─ Harry aún está cansado...Y yo también.

Rose se giró a ver a los dos hombres que ahora eran su mayor felicidad y suspiró. Negando levemente.─ James, estoy cansada de tener a todas estas personas aquí. ¡No crea Dumbledore que no sé que está tramando!

Dejando que su hijo siguiera a su rumbo, acostandolo en su manta sobre el suelo; el de cabellos rebeldes se acercó a la pelirroja y la abrazó con cuidado, comenzando a darle un suave masaje en sus hombros. ─¿Quieres regresar a la Mansión Potter, cierto? ─Ella asintió. ─ Entonces, volvamos a casa. No creo que a Harry tampoco le agrade mucho estar rodeado de tantas personas desconocidas. Apenas puede con sus cuatro tíos. 

─Solo quiero que Harry esté bien, sigo temiendo claramente por la seguridad de mi hermano. No he sabido nada de él por casi dos años James─ Habló Rose. ─ Temo tanto, que un día destruyan esta puerta y nos ataquen por venganza, le hagan algo a nuestro hijo, a nosotros mismos. ─ James entendía el temor de su hermosa Rosa, por ello no ponía alguna objeción con su deseo de marcharse. ─ No confió en la Orden, mucho menos en el Ministerio; ¿quién nos asegura que estaremos a salvo, con todos ellos rondando por nuestra casa como les plazca? 

─Tampoco me gusta sentirme encerrado en contra de mi voluntad, Rose. Pero Dumbledore ha sido muy insistente con todo esto de nuestra seguridad.

─¿Pero por qué? ─ Cuestionó ella ante la mirada confundida del contrario.─ Habiendo tantas familias, ¿por qué insistir con nosotros? 

Ambos guardaron silencio, mientras seguían empacando todas las cosas de Harry y las suyas en los baúles. Rose, desde el primer instante que habían pisado Godric Hollow, se había negado a cambiar algún simple detalle de la casa. Solo colocando sus cosas y las de James, así como las de Harry al nacer; dentro de su propia habitación. Dejando la sala y cocina tal como debían estar desde sus inicios; y las demás habitaciones selladas completamente sin ser usadas. Cuando Remus, Severus o el mismo Peter pasaban de visita, se quedaban en una habitación distinta, asegurándose cada uno de mantener el orden como si no hubieran estando allí. Para evitar inconcordios o más incomodidad a la pelirroja. Quién después de la noticia de la muerte de Regulus, había encerrado en sí misma, aquel brillo encantador que siempre portaba, solo sintiéndose cómoda con su esposo, y ahora con su hijo.

Cuando estaban a mitad de camino por terminar, James tomó en brazos a Harry que había estado chillando bajito para llamar la atención de los dos mayores. Volviendo a ponerle las pequeñas calcetas de bebé en sus piececitos para evitar que tuviera frío. Aunque su pijama de estrellas era bastante cómoda y calentita. La chimenea brilló con fuerza, antes de dejar pasar a Dumbledore; quien los miraba con una expresión de pena en su rostro. Los Potter ya se estaban acostumbrando a que el mago nunca trajera buenas noticias para ellos. Siempre con una historia nueva de ataques, pidiendo la ayuda interna de James; así como rogando que fuera al frente. Cuando su trabajo como auror, le permitía actuar cuando el llamado le era asignado. No cuando el director le enviase un Patronus cada diez minutos diciendo que debía ayudar. 

James tendía a desviar el patronus y envíaba el mensaje al ministerio; anunciando a su equipo sobre el ataque; lo que los había ayudado a mantener un buen orden; a diferencia de los magos y brujas que independientemente iban a los encuentros e lucha. Tenía entendido que Frank, a pesar de estar junto a Dumbledore; aún se regía firmemente como auror en cargo; por ende, usaba la misma técnica de James, avisando a su equipo primero, antes de partir a algún encontronazo aleatorio. Solo era precavido, ¿Y cómo no? Su hijo Neville, había nacido un día antes que Harry. Ambos hombres estaban más que angustiados de dejar a sus esposas solas en casa con dos recién nacidos vulnerables. 

─James muchacho, Rose querida. Que bueno verlos a los dos juntos.─ Rose le lanzó una mirada a su esposo, y ambos asintieron mientras tomaban asiento en los sofás. Albus miró a su alrededor, como habían varios baúles en la sala, y eso lo extrañó por completo.─ ¿Piensan salir a algún lado?

James negó, poniendo su mejor sonrisa en su rostro. ─No, solo nos deshacemos de algunas cosas que no vamos a necesitar; pensábamos remodelar la casa.─ Aquello pareció sorprender al viejo mago. ─Nos dimos cuenta, de que Harry no tiene una habitación determinada, por eso lo estamos haciendo.─ Sintiendo una ligera presión en su frente; así como su anillo de Lord Potter calentándose, James comprendió que el viejo intentaba leer su mente.

Dumbledore asintió mientras suspiraba disgustado; mirando a la pareja antes de aterrizar su mirada en el par de ojitos inocentes que lo observaban curiosos. En su rostro se formó una suave sonrisa y se rascó la barba recordando lo que tenía que hacer en aquella estancia. 

─Bien, Harry parece muy entusiasta con el tema de su propia habitación; eso es encantador. ─Habló el viejo.─ Pero venía directamente a comentarles algo de suma importancia, que lo compete a ustedes y al mismo Harry. Aquí presente. 

Rose se sobresaltó y frunció el ceño. ─¿Qué cosa, Director?

─ Hace poco, mientras realizaba las entrevistas necesarias para este nuevo año escolar en Hogwarts; pude ser testigo de una profecía que al parecer los enlaza a ustedes y a su hijo, como vencedor del Señor Tenebroso.─ Habló, sorprendiendo a la pareja.

James puso en brazos de Rose a su hijo, levantándose apresurado de su asiento mientras miraba fijamente al quien era el mago más poderoso de todos los tiempos. ─¿Qué profecía? ¡Habla ahora, viejo!

─James, muchacho, no hay necesidad de actuar de esa forma.─ Aclarándose la garganta, Dumbledore comenzó a relatar dicha profecía.─ "El único que con poder para derrotar al Señor Tenebroso se acerca. Nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes... Y el Señor Tenebroso lo marcará como su igual, pero él tendrá un poder que el Señor Tenebroso no conoce..."─ El mago detuvo su hablar al momento en que un jarrón arremetió sorpresivamente contra él. Fallando por unos centímetros y rompiéndose en miles de pedazos por detrás del sofá. ─James, muchacho.

Efectivamente. James había sido quien había lanzado aquel jarrón con clara intenciones de dañar al hombre; el estruendo del jarrón roto, alertó al bebé en brazos de su madre, que comenzó a llorar a pulmón suelto, siendo su llanto y los pasos de Rose Mary tratando de calmarlo, lo que se escuchaba en aquella sala de estar. Dumbledore veía a su estudiante con una paz superior, como si hubieras esperado ese arrebato, y James lo observaba con suma furia. 

─James, hijo. Deberías calmarte, le hará mal a Harry. 

─ ¿Quién te crees que eres? ─ Murmuró el de lentes, sintiendo su magia arrasar desde su interior.─  ¡¿Quién te crees TÚ quien eres?! ¡Vienes a mi casa cuando te da la maldita gana! ¿Para qué? ¡Para... Para venir a decirnos a mi esposa y a mi, que nuestro hijo recién nacido, será el MALDITO SALVADOR DEL MUNDO MÁGICO! ─A medida que su voz se alzaba, las paredes del lugar comenzaban a temblar. El mago de mayor edad. Se puso de pie y negó levemente.

─No lo entiendes. James. Está profecía será el final de la guerra. Harry tiene un poder que Voldemort no conoce y podrá derrotarlo

─ ¡Claro que no lo entiendo Albus! ¡Mi hijo! ¡No tiene ni un puto mes de nacido! ─Arremetió el mago, sacando su varita para apuntar al Director, obligandolo a caminar a la chimenea.─ Largo. ¡Te quiero fuera de esta casa en este preciso instante!

Activando el flú, Albus miró a James con decepción; negando con la cabeza.─ Esperaba tener más consciencia de tu parte, pero nos veremos cuando estés más calmado. ─ Con ello, desapareció entre las llamas verdes del la chimenea. 

El llanto de Harry había menguado hace unos minutos, mientras despedía al viejo. En la cocina, allí estaban Rose y Ommy. La elfina buscaba la atención de su pequeño amito; mientras que la pelirroja mordía insistente sus uñas. James tomó asiento en la mesa y extendió sus brazos hacía su esposa, quien no dudó en abrazarlo con fuerza. Sintiendo como sus manos se apretaban en un garre forzoso detrás de su espalda. Los hombros de James temblaban, y sollozos morían ahogados en el torso de la pelirroja, quien ahora acariciaba sus cabellos rebeldes con cariño y tristeza.

─James, debemos irnos.─  Murmuró ella. recibiendo un asentimiento. ─  Nuestro bebé..Ha sido marcado por ese maldito ser. 

Separándose de su agarré, los ojos brillosos de James, observaron con dificultad a su esposa, asintiendo mientras limpiaba sus lagrimas del coraje que sentía. Su hijo. Su pequeño no tenía ni un mes en sus brazos, y ahora posiblemente sería ahora el blanco de muchos ataques próximos. No podía simplemente actuar como un auror, cuando ahora tenía esta información. Si moría en batalla, le seguían su esposa y su hijo. Su Harry, Rose. Su hermosa Rosa, quién había pasado por tantos problemas, no debía vivir con este peso encima.  

Estaba decidido, esa misma noche. Regresaban a la mansión ancestral de los Potter; sin que les importase que opinaban las demás personas de ellos. Porque James prefería que le llamaran cobarde, antes de perder a su hijo y a su esposa en una guerra sin final. Por más que tuviera que salir a luchar para que su hijo no lo hiciera. 


─¡Yaxley! ¡Maldito infierno, Yaxley! ¡Despulso!

─¡Ya, Snape! ─Esquivando el ataque que le llegaba tras su espalda. Anthony se giró para enfrentar al pelinegro que se le acercaba insistente. ─ ¿Qué mierda es lo que quieres?

Sosteniendo al mago de cabello negro por la túnica, los ojos de Anthony brillaban con diferentes emociones encontradas, desde la curiosidad de saber porque carajos Snape buscaba hablarle. Más en la situación donde se encontraban, Lord Voldemort había pedido una reunión oficial con su nuevo círculo. Siendo ellos dos, parte del mismo.

Pero el pocionista era insistente cuando selo proponía. Sabía que mantenía cierto contacto con su hermana, y por ello, aún no vendía al bastardo al loco al que seguían como corderos asustados.

─Yaxley, aún no estás marcado. ¿Cierto?

El Yaxley rodó los ojos ante su pregunta tan ilógica y estúpida. Su iniciación era en pocas semanas. Pero aún así. Había aplazado lo más que podía aquel encuentro. Tenía miedo, pero nadie debía saberlo.

─¿Qué mierda quieres Snape? Habla ahora.

De su túnica, Severus sacó un pequeño sobre. Sellado especialmente con el sello de cera de la familia Yaxley, sorprendiendo al contrario al notar detrás las siglas iniciales del nombre de su hermana. Tomó el sobre con brusquedad y soltó la túnica oscura del mago de cabello largo.

─Deberias simplemente replantearte el como pisas el camino que vas trazando. Esto ─ Señaló el sobre. Bajo su mirada curiosa.─ Podría ayudarte a aclarar muchas dudas.

Marchándose, y dejando a Anthony solo, en aquel corredor de la oscura mansión Riddle. Snape desapareció. Las guardias anti-aparición habían bajado por unos instantes y el pocionista las había aprovechado para retirarse.

Anthony miró el sobre con suma incertidumbre. Guardándolo dentro de su ropa, para así marcharse de regreso a su hogar.

Aparecer en la ahora vacía mansión Yaxley era un tormento. Sin su hermana, la misma Ommy. Sin su madre y los desvaríos sangre puristas de su padre. Se sentía tan solo; pero aún así. Era su nuca vida, eran sus decisiones.

─¡Gavin! ─Un elfo apareció a su llamado, jugando con sus dedos nervioso.

─El gran amo, ha llamado a Gavin. ─Respondió la criatura.

─Estaré en mi despacho, por favor. Evita que alguien entre, y si algún intruso se presenta sin autorización. Acaba con él. ─El elfo asintió en silencio, desapareciendo en un “plop” seco.

El andar de Anthony llevó hasta el antiguo despacho de su padre. Después de haber sido besado por los Dementores. Se había hecho con toda la fortuna y derechos de la familia. Siendo ahora la cabeza principal. Claro, con el mínimo desconcierto de que su hermana era una conocida traidora de la sangre, y sus antiguos compañeros de casa, le daban caza a su cabeza y a la de Potter.

Él, incluso.

Tomó el abrecartas a un lado de sus sellos; sacando con desgana el pergamino y una extraña imagen que su hermana le había enviado al parecer. Era su letra, era su firma. Pero lo que más llamó su atención fue el hecho de que en la imagen, podía verla a ella. Cargando a un pequeño bultito envuelto en mantas de estrellas y rosas. Se la podía apreciar radiante, mientras miraba con sus ojos azules llenos de amor, a ese pequeño ser entre sus brazos.

La leyenda al final de la foto, era la letra de Potter, pero aún así legible.

Rose y el pequeño Harry”
-31/07/1980.

Anthony no pudo apartar la mirada de aquella imagen, su pequeña hermana ahora era madre. De un pequeño niño. Su mente curiosa, tal cual infante. Comenzó a hacerse miles de preguntas.

¿Cómo era Harry realmente? Se le veía muy pequeño entre los trazos de su hermana, y solo podía ver su manito sosteniendo el dedo de Rose.

¿Tendría los ojos azules de su hermana, o sería un calco exacto de James Potter? ¿Sería igual a su hermana? ¿Por qué era tan pequeño apenas en esa foto? ¿Se vería así de pequeño si lo cargaba en brazos también?

Anthony tenía cierta debilidad con los niños pequeños, con Rose siempre estando enferma. Desarrolló ese interés en cuidar de seres más pequeños e inferiores a su propio poder. Ahora era tío.

La carta de Rose no era muy larga. Solo un par de palabras esperando que estuviera bien; rogando por favor que considerase mejor todo lo que estamos tomando en marcha. Quizás a eso se refería Snape. Su hermana ya no era una niña pequeña y él había superado a su padre en muchas instancias, desde sus creencias hará en poder. Pero le debía su vida ahora a este Lord Voldemort.

No sabía en que creer. Pero ahora. El tintero de sangre que Voldemort le había dado para anunciar sus llamados, brillaba en un rojo salvaje.

Debía marchar.

Ese mismo día, cuando Dumbledore arribó con los Potter para dictar la profecía. Anthony salió corriendo del bar “Cabeza de Puerco”

Había escuchado gran parte de lo que había dicho el estorbo andante de Sybill Trelawney. Aquello le daría su valía ante Voldemort. Seguía pensando en el rostro de su hermana cargando a su pequeño sobrino. Pero por ahora, tenía una misión que cumplir.

“Espía a Dumbledore, tráeme información.”

Una profecía.

¿Cómo era posible que en una entrevista de mala calidad, esa bruja de pacotilla diera una profecía real?

«El único con poder para derrotar al Señor tenebroso se acerca. Nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes... Y el Señor tenebroso lo señalará como su igual, pero él tendrá un poder que el Señor tenebroso no conoce...»

Era lo que había podido escuchar. Su mente trabajaba a mil por hora. Casi de forma inmediata e inconsciente.

Cuándo se dió cuenta, estaba arrodillado frente al Lord, dictando la profecía.

Al segundo, escuchó un zumbido en sus oídos cuando Voldemort dictó que atacarán a los Longbottom y que él mismo atacaría a los Potter.

Sus ojos se encontraron con los de Snape detrás de su máscara. Los ojos negros lo observaban con firme asco, furia, y ganas de cortarle la cabeza.

En ese instante, mientras era sometido a un crucio durante un par de minutos. Que llegaron a parecer año, Anthony Yaxley deseaba morir.

Había condenado a la muerte, a su propia hermana menor.

Voldemort iría por los Potter.

𝑽𝒐𝒕𝒆𝒏 𝒚 𝒄𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆𝒏. 𝑷𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓, 𝒆𝒗𝒊𝒕𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒔𝒆𝒓 𝒍𝒆𝒄𝒕𝒐𝒓𝒆𝒔 𝒇𝒂𝒏𝒕𝒂𝒔𝒎𝒂𝒔

⚝──⭒─⭑─⭒──⚝

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