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𝗣𝗥𝗘𝗙𝗔𝗖𝗜𝗢

JAMSIL INDOOR STADIUM - SEUL.

El ruido ensordecedor de la gente cantando en el estadio generaba que no pudiera escucharse a si misma. Había logrado agotar las tres funciones disponibles en tan solo días. Desde su comeback y su nuevo disco, los fans o como se hacía llamar el fandom, los bloomys, estaban realmente emocionados y felices de verla en el escenario cantando y bailando otra vez. Era la sensación del país, el ejemplo de muchas niñas y adolescentes, una de las idols femeninas más aclamadas y queridas. Estaba orgullosa de todo lo que había logrado con tanto esfuerzo y trabajo desde pequeña.

Bloom Cherry tenía éxito y mucho más.

Descendió aún eufórica del escenario con ayuda de su manager sosteniéndole la mano. Esa noche se había arriesgado a usar unas botas plateadas con plataforma y diamantes incrustados. Incluso había bailado con ellos sintiendo la satisfacción de no haberse equivocado ni caído. Su voz había sonado tan hermosa y melodiosa que le agradecería a su estilista Kira el tip del té de limón con jengibre que le había dado a beber antes del show. Según ella para calmar y relajar las cuerdas vocales.

Pues funcionó.

Se sentía aliviada de haber acabado la tercer y última función con mejores expectativas de las que había imaginado. Y enormes ganancias, según HoSeok, su manager. Para ella era algo nimio pues le gustaba sentir la emoción avasallante y latente cuando se encontraba arriba del escenario y lo que el oficio acarreaba. O mejor dicho, la parte buena, porque no estaba exenta a las críticas que algunos haters o netizens soltaban sin tener en cuenta las consecuencias.

Cherry era hermosa, tenía más de la mitad del estándar femenino coreano e incluso rebasaba un poco siendo algo diferente.

Terminó de quitarse el maquillaje frente a la peinadora, ya se había cambiado por algo más cómodo y pronto estaría dirigiéndose hacia la camioneta que la llevaría hasta su hogar para tomar un buen descanso antes de viajar, al otro día, a su próximo destino parte del itinerario de su tour. Ya casi todos se habían marchado, solo había quedado ella junto a su manager y sus estilistas. Esa noche ni su hermano, ni sus padres habían asistido. Pues SeokJin estaba en medio de grabaciones para un kdrama que pronto saldría en emisión y sus padres se encontraban en Gwangcheon de dónde ellos eran oriundos.

Agarró su celular al escuchar el timbre de un mensaje entrante, su bolso también colocado la correa sobre su hombro. Abrió la notificación con la esperanza de encontrar mensajes de alguna amiga o su familia, pero encontró una foto de si misma capturada hace segundos atrás desmaquillándose. Su respiración se volvió irregular al leer que provenía de un número desconocido.

«Otra vez no, por favor»

Giró la cabeza encontrando la puerta del camerino entreabierta, tragó saliva caminando a pasos agigantados, envalentonada por una clase de impulso que no supo de dónde vino. Abrió la puerta de par en par mirando ambos lados del solitario y vacío pasillo. El estadio era enorme, miles de personas trabajaban en él todos los días, pero en ese preciso momento, todo se encontraba en tranquilidad, como si solamente ella estuviera en dentro de las instalaciones. Cerró colocando el seguro y alejándose de la puerta blanca. El sonido de otro mensaje la hizo jadear.

Otra foto, está vez parada en el umbral de la entrada observando hacia afuera medio inclinada. Su corazón comenzó con arritmias que hicieron doler su pecho y cabeza. Su respiración comenzó agitarse, sus ojos abnegándose de lágrimas dificultándole enfocar. Estaba aterrada, Cherry sabía de quién se trataba, sabía que debía hacer en estos casos, sin embargo su pánico le impedía moverse. Un año transcurrido desde que el sasaeng personal de Bloom Cherry la había contactado en persona. Desde aquella vez en que casi peligró su vida por su culpa y comenzó tener no solo ataques de pánico sino episodios de ansiedad extrema.

El siguiente tintineo era un mensaje escrito. Un mensaje muy claro: "Te estoy observando"

Youjin -su verdadero nombre- comenzó a temblar invadida por una clase de terror silencioso. El aparato en su mano oscilaba con caerse al piso, su cabeza le gritaba peligro, pero su cuerpo se mantenía quieto, distante y helado a la espera de algo, de algún indicio o ataque hacia su persona que le permita ver la cara de esa nefasta persona que la tenía aterrada y acorralada en el peor agujero negro.

Se vio forzada a buscar por los alrededores del camerino, cuatro paredes blancas como los de aquella habitación donde estuvo recluida cuando "aquello" le ocurrió. El simple, pero lejano recuerdo de sus gritos enlodados en las profundidades de sus lagunas mentales emergían desde los recuerdos de su amígdala como un tipo de precaución ante el inminente peligro cerca.

Ni siquiera su voz podía salir a causa del entumecimiento de su cuerpo. Se obligó a si misma a respirar recordando las clases de respiración y meditación con su terapeuta. Preguntándose dónde diablos se encontraban HoSeok, Kira o alguno del staff. Ellos sabían que no debían dejarla sola tanto tiempo. Hasta el no tener un guardaespaldas a su lado fue un tema controversial que se tocó varias veces en la empresa donde trabajaba llegando a la conclusión que solo le pondrían uno en los momentos necesarios y no todo el tiempo como sus padres y hermano habían solicitado.

Dos tintineos y no pudo evitar abrir el mensaje: "Siempre me has gustado sin maquillaje, te ves muy bonita al natural"

—¡Basta! ¡déjame en paz!

Gritó sollozando, enredándose con sus pies al no saber dónde ir. Girando hacia todos lados para encontrar a su acechador. Más no encontrando a nadie, solo a ella en un espacio pequeño e iluminado que parecía contraerse a su alrededor. Sus manos se volvieron tensos puños que se apoyaron sobre su cabeza en un intento por saber si aquellos mensajes eran verdad o solo producto de su imaginación motivados por el estrés y cansancio. ¿Por qué después de un año volvería aparecer? ¿por qué ahora? ¿cuál era la razón de que la estuviera acosando de una manera tan enferma?

Aún su cuerpo temblando no apartó la mirada de cada rincón de aquella blanca habitación en lo que caminaba en reversa hacia la salida, abriría la puerta y correría hasta ver a alguien conocido que la ampare y le ayude a calmarse.

Se estremeció al chocar con un cuerpo más fuerte y alto que ella, su pecho subía y bajaba hiperventilando, la cálida respiración del desconocido rozó parte de su oreja y mejilla izquierda erizándole los vellos del cuerpo, percibiendo una sonrisa. Su mente comenzó con una catapulta de pequeños momentos de su vida hasta que se bloqueó por completo sintiendo los brazos de aquel extraño a su alrededor. Experimentando la ansiedad y pánico estallar en gritos y alaridos que casi desgarraron su garganta.

Lo último que Youjin vislumbro a través de su nublosa mirada fue la figura de un hombre salir corriendo por la puerta mientras ella caía en la inconsciencia con su cuerpo en el suelo.

MANDEOK-DONG, BUSAN.

Revisó la hora en su reloj de muñeca, era temprano aún. Ante un inconveniente en las instalaciones del gimnasio donde trabajaba pudo salir antes. La idea de sorprender a su prometida con un ramo de sus flores favoritas y algunos dulces se le hizo genial. Sabía que Sakura a esas horas de la tarde se encontraba en casa haciendo home office. Incluso había comprado algunos productos comestibles faltantes y un buen vino con la apetencia de cocinarle.

Estaba feliz con la relación que llevaba junto a su novia desde hace tres años. Estaba enamorado, ilusionado por unirse en santo matrimonio con quien consideraba el amor de su vida. Tenían demasiado en común, se habían conocido a través de un amigo que los había tatuado a ambos en su momento, Sakura era una mujer intrépida y lanzada que poco le importaba el que dirán. A JungKook le encantaba verla ser desenfadada y risueña, admiraba su inteligencia al haber creado su propio emprendimiento y se sentía orgulloso de todo lo que ella había logrado.

Saludó algunos vecinos que se había cruzado en la entrada. A pesar de su aspecto de chico rudo, JungKook era más conocido por ser alguien amable y educado. Tarareó por lo bajo alguna canción aleatoria haciendo malabares con las bolsas del supermercado y el enorme ramo de flores. Dejó su mochila y zapatillas deportivas en la entrada encontrando todo en silencio. Pensó tal vez que su prometida estaba ocupada en alguna clase de yoga o meditación, caminó en dirección a la cocina dejando las compras sobre la mesada de mármol.

En la búsqueda de un jarrón para las flores, escuchó ruidos extraños provenientes de la habitación. No le tomó importancia alguna ya que podría ser algún objeto que se le haya caído a su chica, sin embargo, el sonido de un gemido hizo que su corazón se acelerase de inmediato. Pensó que tal vez era Sakura estirando casi finalizando sus clases. Apretó fuertemente los parpados captando otro gemido demasiado obvio en tono masculino. Él conocía los gemidos de su prometida, por eso hizo caso omiso y se encontró en la búsqueda del jarrón para las flores que quedaron en sus temblorosas manos.

Negó, demasiado incrédulo con lo que su cerebro le gritaba. Era imposible. No, no. Tragó, sus piernas reaccionando por si solas dirigiéndose hacia habitación de dónde provenían esos morbosos ruidos. Mordió sus labios en una acción nerviosa, los dedos de sus manos jugaban entre ellas mientras escuchaba como el nombre de su prometida salía en una jadeante exhalación de los labios de otro. Sí, otro hombre, porque aquella voz ronca y grave era de otro. Por un impulso que no supo de dónde venía colocó la palma de la mano sobre la madera de la puerta entreabierta y empujó despacio.

Su rostro cambió a uno de sorpresa, a uno de asco, de incredulidad y de desazón.

Su cuerpo rígido no parecía captar las señales que su cerebro le ordenaban en un inminente escape y es que su corazón latiendo a mil por segundo era lo que parecía acaparar la atención del funcionamiento de su cuerpo. Se estaba rompiendo, en realidad, se rompió desde el minuto uno en que su raciocinio entendió lo que estaba viendo en aquella... no sabía describir la horrible escena que se estaba dando con su prometida desnuda encima de otro hombre.

—¡JungKook!

Negó de lado a lado aún sin poder creerlo. Salió despavorido sin saber cómo reaccionar ante la insospechada situación. La rubia salió tiempo después con una camisa puesta cubriendo su desnudez, JungKook supo al instante que no era una de sus prendas sino la del otro bastardo y la rabia e irá comenzaron a atacarlo con una sola intención.

—Puedo explicártelo, Kook.

—Qué vas a explicarme, Sakura —su voz sonaba frágil, pero era debido a su respiración agitada— te acabo de encontrar con otro, en nuestra cama, en nuestro departamento.

La chica tragó presa del pánico y la vergüenza. No se suponía que él debía saberlo de esa manera. Intentó acercarse, su mano extendida queriendo tocarle el brazo en una suave caricia.

—Kook.

—¡No me hables bonito! No te hagas la inocente —sino se calmaba comenzaría a hiperventilar y su asma se activaría— ¡me engañaste! ¡te follaste a otro! ¿Quién eres? ¿qué hiciste con mi prometida?

—Sigo aquí, soy yo —Sakura comenzó a temblar, jamás lo había visto así de alterado.

Era bastante comprensible si te encuentras a tu pareja con otro.

—No, no lo eres, solo eres una...

—¡Cuidado con lo que dirás!

—¿ENTONCES QUÉ MIERDA ES ESO?

Ambos se sostuvieron la mirada. JungKook demasiado dolido y consternado. Sakura sintiéndose demasiado culpable como para seguir con algo que ya no tenía sentido.

—Ya no siento lo mismo —murmuró en un hilo de voz y esnifó sintiendo el nudo en su garganta.

—Pero, nosotros estábamos bien. Éramos felices, tenemos planes de casarnos. Sakura nosot...

—Me siento sofocada, ¿si? —confesó de sopetón— y para serte sincera acepte lo del compromiso porque no quise humillarte delante de nuestros amigos al querer decirte que no.

Debió haberlo previsto, pensarlo muy bien antes de realizar la propuesta de matrimonio en una cena con amigos en un restaurante donde otros comensales fueron participes del momento romántico. Él juró haber visto la felicidad en los ojos miel de su novia cuando se arrodilló frente a ella con la cajita abierta en sus manos. Juró que las lágrimas que nublaron los bonitos ojos de su novia y empaparon sus suaves mejillas o su sonrisa eran causa del shock y la felicidad al saber que uniría su vida al de él.

Que ingenuo.

Todo fue una mentira y prefirió mil veces haber sido rechazado a encontrar la pintoresca escena de su novia a medio vestir en la sala de su departamento y a su amante detrás espiando.

—Kook, tiene que calmarte, si te alteras causaras uno de tus crisis.

—Lárgate —susurró tan bajito que Sakura no lo escuchó por estar pendiente de su hiperventilación, así que se sorprendió en demasía cuando JungKook le golpeó la mano apartándola de su brazo y causando que el otro reaccionara.

—Hey, amigo, si la lastimas te voy a...

E hizo lo que tanto quiso. Knockear al idiota ese. Tumbarlo al suelo con un derechazo en la quijada, sentir el dolor recorrer en sus nudillos, brazos y hombros ante el duro impacto creyendo que le había partido un hueso. Vio a su prometida, mejor dicho, ex prometida desesperada queriendo ayudar a su amante, llorando y reclamándole el por qué había usado la violencia. Estaba tan molesto y dolido que solo quería morir. Se sentía tan decepcionado y acabado que no veía luz en su camino.

—¿Cómo se te ocurre?

—¿Está bien?

Comenzó a faltarle el aire, aún así se aseguró que el sujeto tirado en el piso estuviera consciente y lo estaba, adolorido como jamás pensó estarlo y mareado ante el fuerte golpe que había recibido del ex prometido de su amante dejándolo más que humillado.

—Lárgate de mi casa, no quiero volver a verte.

Sakura volteó rápidamente la cabeza hacia un JungKook nervioso y ansioso. Se levantó dejando al otro quejica con intenciones de explicarle la situación de otra manera. Aunque ella sabía que no había otra.

—¡Lárgate, qué no entiendes! —caminó hacia atrás sin apartar sus ojos de la rubia— espero que cuando vuelva tú te hayas ido con todas tus porquerías y si te encuentro aquí no querrás saber de lo que soy capaz.

Claro que jamás podría lastimar a una mujer y menos a quien pensó el amor de su vida. Él no era así, incluso estaba arrepentido de haber golpeado al otro chico sintiendo culpa y preocupación.

El portazo que dio al salir del apartamento hizo que se quedará parado en medio del pasillo. Solitario y en silencio. Uno que produjo que sus lágrimas salieran al caer en cuenta que su más grande anhelo se había acabado, sus sueños de formar a futuro una familia junto a la mujer que creyó suya se había esfumado en tan solo minutos.

Su pecho comenzó a doler, hacia mucho que no tenía un ataque de asma, se negaba a verse vulnerable o patético como en ese catastrófico momento se sentía. Descendió por las escaleras de emergencias de dos en dos sin importarle si se caía, quería evitar el encuentro con algún inquilino del edificio que le interrogase del porque de su estado tan desastroso.

Salió hacia el exterior sintiendo la brisa fresca en su rostro empapado. Había personas camiando por la vereda que lo miraban extraño, más que obvio. Algo que le importó mierda, el colapso nervioso y físico que estaba teniendo era demasiado opresivo. Obligó a sus temblorosas piernas a moverse, a correr calle abajo sin sentido o rumbo alguno. La imagen de su prometida teniendo relaciones con otro se pegó en las paredes de su mente sin oportunidad o chance de que pudiera desaparecer como un trauma que quedaría por la eternidad. Las palabras confesándole que no lo amaba partían un poco más su corazón y esperanzas.

Solo se preguntó: «¿por qué a mí?»

Casi cedió a golpearse fuertemente contra el piso cuando procuró esquivar a una señora anciana en compañía de su mascota caminado en tranquilidad. Se tambaleó rodando hacia un callejón solitario, su espalda se apoyó de un contenedor con restos de papelería y cartones. Se acuclillo sosteniendo el peso completo de su adolorido cuerpo sobre sus pies pesados. Enterró los dedos en sus ojos sollozando con fuerza, dejando salir todo lo que había contenido, aún sin poder creer lo que le había pasado.

Al cabo de largos minutos se levantó un poco más calmado. Con la conmoción había olvidado su celular en uno de los bolsillos de su mochila, agradeció el por lo menos haberse puesto las sandalias que no supo cómo soportaron intactas a su veloz maratón. Iría de regreso al gimnasio, su tío le dijo que seguiría ahí, intentaría despejar la mente haciendo ejercicio o al menos ayudando en lo que se necesitase.

Limpió su rostro con la manga de su hoodie, intentó respirar contando los segundos, tomando una bocanada de aire cada quince. Caminó despacio, con la cabeza gacha cubierto por la capucha impidiendo que los demás vean su estado. Esperó en una esquina a que el semáforo cambie sus luces a rojo lo que hizo que desvíe la cabeza involuntariamente hacia un costado encontrando la pantalla de un televisor transmitiendo las noticias a través del ventanal de un café.

Al parecer estaban hablando del hiatus que una famosa Idol se había tomado por problemas de salud. JungKook se preguntó qué clases de problemas habría tenido esa chica. No era nada extraño que en Corea la mayoría de hiatus de esos famosos fuera a causa de algún problema de salud, era obvio. Sin embargo, la gente prefería ignorarlo y presionar a humanos que decidieron volcar su vida en el sueño de ser cantantes y bailarines como si ellos fueran los dueños de sus vidas.

Cuando el semáforo cambió y la marea de gente se movió, JungKook hizo lo mismo. Deseando que, ojalá, sea quien sea esa persona pueda encontrar la paz que él carecía en esos momentos y que no creía encontrar jamás.

SI, SEÑORAS Y SEÑORES 🤭 AH RE...

NUEVA HISTORIA PUBLICADA Y PRÓXIMAMENTE A ESCRIBIRSE. A VER QUE OPINAN DE ESTO???

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