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Ꮠ ࿐「 𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝖮2 」


«𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝗇𝗎́𝗆𝖾𝗋𝗈 𝖽𝗈𝗌»... [𝖮2]

❝𝗨𝗻𝗮 𝗰𝗼𝗻𝗳𝗲𝘀𝗶𝗼́𝗻 𝘀𝗶𝗻 𝗮𝗿𝗿𝗲𝗽𝗲𝗻𝘁𝗶𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼𝘀❞

El canto de los pájaros fuera de su ventana resonaba en sus oídos, llenando la habitación con una melodía suave y constante. A Kim le encantaba despertarse de aquella manera; había algo en ese sonido natural que lo conectaba con una sensación de paz y pertenencia. De alguna manera, su vida se sentía diferente cuando abría los ojos y, aún recostado en su cama, observaba por la ventana el cielo azul, los árboles moviéndose al compás del viento y los colores vibrantes del jardín.

Los tonos verdes y rojos de las plantas le susurraban secretos del mundo exterior, uno del que se sentía apartado, pero al mismo tiempo extrañamente atraído. Sin embargo, cada vez que contemplaba ese paisaje, una melancolía inexplicable se apoderaba de él, como si algo en su vida estuviera incompleto, como si algo faltara en su rutina perfectamente diseñada.

Kim ya se había colocado su sotana, lista para salir hacia el templo. Eran aproximadamente las seis de la mañana, y como cada día, su rutina se había cumplido con precisión: despertarse al alba, vestirse con esmero y dirigirse a la iglesia para participar en las oraciones y cantos que allí se celebraban. Para muchas personas, ese estilo de vida podría parecer tedioso y agotador, pero para el joven rubio, esto era más que una simple costumbre; era una extensión de su ser, una manifestación de su devoción más profunda.

Amaba cada segundo que pasaba en la iglesia, cada momento en que podía estar cerca de su Señor, sentir su presencia en cada rincón del sagrado recinto, en cada palabra entonada con reverencia.

Mientras se preparaba para salir, un malestar en su estómago lo molestaba, un nudo que no terminaba de desaparecer, como si algo lo retuviera. Pero sabía bien que esa incomodidad no podía ser excusa para no cumplir con su deber. Había aprendido a ignorar esos pequeños sufrimientos, a sobreponerse al malestar físico cuando se trataba de sus obligaciones.

Con pasos rápidos, casi urgentes, salió de su habitación. Llegar tarde no era una opción, no después de haber estado recientemente castigado. Su padre no toleraba la indisciplina, y cualquier retraso sería motivo de un severo regaño, algo que Kim estaba decidido a evitar.

Al llegar al centro de la iglesia, sus ojos recorrieron a las personas que ya se encontraban allí. Algunos estaban sentados en las bancas, sumidos en profundas oraciones; otros permanecían de pie, con las manos alzadas, murmurando en lenguas que sólo ellos comprendían. La sinfonía del piano y otros instrumentos llenaba el espacio con una armonía serena, creando una atmósfera de paz que lo envolvía.

Pero entonces, una brisa cálida acarició sus cabellos rubios, y en ese instante, su mirada fue capturada por una figura que se encontraba al otro lado del templo.

Por las amplias puertas de la iglesia, caminando con pasos lentos pero decididos, apareció la silueta del mismo hombre que había visto la noche anterior. Su corazón dio un vuelco al reconocerlo. Era el mismo hombre que había ocupado sus pensamientos durante horas, que había invadido sus sueños con una mezcla de terror y fascinación. Ahora, en plena luz del día, podía verlo con mayor claridad, y lo que descubrió lo dejó sin palabras.

Lo que en la oscuridad había parecido un indigente, un ser perdido y sucio, se revelaba ahora como una figura casi mitológica, una presencia que irradiaba una fuerza y un atractivo irresistibles.

El hombre vestía la misma ropa que la noche anterior: una camisa blanca de manga larga, manchada y ajada por el uso, y unos pantalones negros y ajustados que se adherían a su cuerpo como una segunda piel. Era grande, de hombros anchos y espalda robusta, un cuerpo que claramente había sido esculpido por el trabajo o el ejercicio intenso. Su piel, pálida y blanca, contrastaba con la oscuridad de su cabello, que caía en mechones desordenados sobre su frente.

Su apariencia, aunque descuidada, no podía ocultar la belleza cruda y varonil que emanaba de cada uno de sus movimientos, de cada línea de su rostro.

Kim lo observaba hipnotizado, incapaz de apartar la vista, como si el hombre tuviera algún tipo de poder sobre él. Su aura era extrañamente atractiva, rústica y masculina, pero había algo más, algo que provocaba en Kim un deseo confuso, una mezcla de emociones que no podía entender ni aceptar. Mientras más lo miraba, más crecía en él un impulso irracional de acercarse, de tocarlo, de abrazarlo… o quizás algo peor, algo que ni siquiera se atrevía a nombrar en su mente, pensamientos pecaminosos que luchaba por mantener a raya.

Justo cuando creía que nada más podría sorprenderlo, fijó su mirada en el rostro del hombre, y una nueva ola de asombro lo recorrió. Sus facciones eran marcadamente varoniles, pero al mismo tiempo delicadas, con una mandíbula firme, labios rojos y carnosos que destacaban en su piel pálida, y unos ojos azules tan profundos que parecían un océano en el que uno podría perderse fácilmente. Cuando sus miradas se cruzaron, un escalofrío recorrió la espalda de Kim, haciéndolo estremecerse.

La intensidad en esos ojos oscuros y penetrantes lo paralizó, como si hubieran tocado algo en su interior que nadie más había alcanzado.

Tan absorto estaba en la presencia del extraño que ni siquiera se dio cuenta de que sus padres lo observaban desde hacía unos minutos, intentando captar su atención. Fue sólo cuando su padre, con cierta brusquedad, le tocó el hombro, que Kim volvió a la realidad, parpadeando como si despertara de un sueño.

━ ¿En qué mundo andas? Llevo como una hora llamándote ━ dijo su padre con evidente molestia.

Las mañanas siempre lo encontraban de mal humor, y Kim lo sabía bien, por lo que trataba de ser lo más obediente posible para no provocarlo.

━ Lo siento, padre ━ respondió Kim con una reverencia, sintiéndose apenado por su distracción. Desde la distancia, aquel hombre de apariencia única los observaba en silencio, sin moverse ni decir una sola palabra.

━ Ya qué… ━ murmuró su padre, restándole importancia al incidente. Luego, miró a su alrededor y notó que varias personas estaban esperando para confesarse ━. Hijo, hoy tendrás tu primera prueba de estudio como sacerdote. Deberás escuchar las confesiones de las personas que lo necesiten, aplicando los conocimientos que has adquirido. Nosotros tenemos que ir al centro de la ciudad para comprar algunos utensilios.

Kim asintió con seriedad, entendiendo que lo que su padre le decía no era una simple petición, sino una orden. Una vez más, inclinó la cabeza en señal de sumisión, despidiéndose con la reverencia acostumbrada.

Sin más palabras, sus padres se retiraron del templo, dejando a Kim solo en el vasto espacio de la iglesia. Su madre, como siempre, no dijo una palabra, limitándose a seguir las órdenes del hombre de la casa, su presencia tan silenciosa como sumisa.

¿Qué haría ahora? La pregunta resonaba en su mente mientras observaba cómo sus padres desaparecían por las puertas del templo. Se sentía abrumado, no solo por la responsabilidad que se le había impuesto, sino por la presencia de ese hombre que seguía ocupando cada uno de sus pensamientos, cada rincón de su conciencia.

Kim de verdad lo intentó.

Con toda la intención del mundo, quiso evitar un encuentro directo con aquel extraño que había entrado a la iglesia. No quería encontrarse frente a frente con él nuevamente, temeroso de volver a reaccionar de la misma manera que la noche anterior. No podía permitirse ser imprudente, y debía, al menos, mentalizarse para no actuar como un niñato.

El joven sacerdote sabía que el pelinegro había venido a confesarse; después de todo, eso mismo le había dicho con esa voz profunda la noche anterior. No podía simplemente ignorarlo para siempre, pero tampoco podía disimular el temor que le provocaba esa mirada profunda e intimidante. El hombre tampoco se había acercado de inmediato; había permanecido sentado en las bancas durante unos veinte minutos, observándolo fijamente como un robot, sin dirigirle la palabra ni a él ni a nadie.

De hecho, nadie más parecía notarlo; era como si ambos estuvieran atrapados en una burbuja en la que solo ellos dos eran conscientes de la presencia del otro. Algo muy extraño, pero que Kim no podía evitar encontrar, sin querer admitirlo, fascinante.

Había escuchado la confesión de aproximadamente dos personas en esos cortos minutos. Moralmente, las confesiones de aquellos hijos de Dios no eran tan descabelladas; solo eran pobres almas arrepentidas que querían librarse de pensamientos agobiantes, personas que deseaban aliviar su conciencia con la ayuda de Dios y el Espíritu Santo.

Sin embargo, cuando observó que el misterioso hombre se acercaba a él, cerró los ojos con fuerza. Sus manos comenzaron a temblar sin razón aparente y evitó a toda costa el contacto visual, pero fue inútil. Al escuchar su voz, fue inevitable encontrarse con su mirada.

━ Buenos días, sacerdote ━ el acento italiano le daba un toque inigualable a su voz, haciéndola aún más atractiva ━. He venido a confesarme, como le dije la notte scorsa ━ añadió, como si ni siquiera notara el nerviosismo que le producía al sacerdote, acercándose aún más a Kim.

━ B-Buenos días… ━ fue imposible para él no tartamudear. Apretó con fuerza la sotana negra entre sus dedos, pero aun con el revoltijo de emociones, suspiró tratando de recuperar la compostura ━. Sígame por aquí…

A pasos casi apresurados, se dirigió junto al hombre hacia el confesionario.

En aquel pequeño habitáculo aislado de madera, usado para el sacramento de la reconciliación, cualquier cosa podría ocurrir y nadie se daría cuenta. ¿Por qué pensaba en eso, si el pelinegro era un hijo de Dios como los anteriores? ¿Por qué le producía esa curiosidad que nunca antes había sentido?

El silencio entre ambos era denso, solo interrumpido por el sonido de sus pasos sobre la madera y la respiración inestable de Kim.

Cuando ambos se adentraron al confesionario, separados por la maya negra que impedía ver el rostro del otro, Kim sintió que la situación se volvía aún más opresiva.

━ Ave María Purísima ━ la voz del hombre se oyó del otro lado, dando el saludo habitual.

━ Sin pecado concebida ━ respondió Kim, casi de manera automática. No obstante, un escalofrío recorrió su columna al imaginar, sin razón aparente, que el otro se santiguaba con una mirada malévola.

━ En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo ━ continuó el hombre, y en sus labios aquella oración adquirió un tono peligrosamente sensual. Kim se maldijo internamente por albergar ese pensamiento.

━ El Señor esté en tu corazón para que te puedas arrepentir y confesar humildemente tus pecados ━ dijo finalmente el joven sacerdote, abriendo los ojos solo para toparse con la maya que ocultaba el rostro de su confesor ━. Ahora cuéntame el pecado del que deseas liberarte. El arrepentimiento traerá el perdón del Señor Todopoderoso.

━ Padre, yo he pecado… Me he enamorado de un hombre.

Para Kim, fue como si un balde de agua fría cayera sobre él. Se había imaginado todo tipo de confesión: una pelea, tal vez, o algo similar, dada la apariencia ruda del hombre. Pero enamorarse de otro hombre… eso no lo había previsto. No obstante, intentó mantener la calma. No era el primero que llegaba a confesar ese pecado.

La homosexualidad descoloca a la Iglesia católica, que se debate entre la "igual dignidad de cualquier persona ante los ojos de Dios" y el tabú del sexo no heterosexual. Porque el homosexual rompe los esquemas establecidos. "Varón y mujer los creó", dice el Génesis. ¿Es posible ser gay y católico? ¿El homosexual nace o se hace? ¿Es un enfermo, un desviado, un vicioso o un hijo de Dios?

Con aquel pensamiento, que se le había inculcado desde su nacimiento, Kim tenía claro que la homosexualidad era un pecado grave, que debía ser erradicado de inmediato, antes de que la lujuria y la indiferencia hacia los actos impuros se apoderaran de su alma.

Antes de poder formular una respuesta, algo en lo que dijo el hombre lo dejó paralizado, tan sorprendido que apenas pudo procesar lo que escuchaba.

━ Pero no estoy arrepentido, padre. ¿Acaso está mal querer besar sus labios, tener su compañía y disfrutar de su cuerpo? ━ Un escalofrío recorrió el cuerpo de Kim al escuchar esa confesión. ¿Cómo era posible que no estuviera arrepentido? La confesión no tendría valor entonces ━. Quiero estar junto a él porque lo amo. Siento que no puedo vivir sin él.

Kim, consciente de que la confesión debía tener un propósito, decidió interrumpirlo sutilmente. Sabía que, a pesar de que los fieles venían a desahogarse, con aquel hombre deseaba que fuera diferente. No quería escuchar más, pues temía que la curiosidad lo devorara y lo arrastrara hacia pensamientos de "ese" tipo.

━ Lo siento, pero la gracia de la confesión reside en el arrepentimiento de lo hecho, para recibir el perdón de Dios y no volver a caer en el mismo pecado. El Señor aceptará tu perdón cuando el remordimiento esté en tu conciencia ━ dijo Kim, su voz temblorosa pero tratando de sonar firme.

El hombre al otro lado golpeó el confesionario con tal fuerza que Kim dio un pequeño salto de susto. La respiración agitada del otro le hizo pensar que estaba enojado o, tal vez, desesperado.

━ No me interesa eso. Yo lo amo, y no habrá nadie que me quite ese sentimiento. Sé que tal vez esté mal, pero prefiero ir al infierno antes que renunciar a su amor, incluso si debo asesinar para estar junto a él.

Aquello fue suficiente para que el corazón de Kim comenzara a latir a toda velocidad. ¿De qué hablaba? No podía creer lo que estaba oyendo y, en su desesperación, se llevó la mano al pecho. Sus dedos temblaban, y aunque no quería admitirlo, sintió miedo. Aun así, trató de hablar con firmeza.

Es evidente que cuando un sacerdote practica una confesión, está amparado por un halo de confianza que no posee ningún otro individuo. La persona que acude a una confesión lo hace bajo la creencia de que existe ese secreto y, en base a ello, revela sus interioridades. Probablemente, si esto no fuera así, esa persona no revelaría tales intimidades.

Es precisamente por ello que la Ley entiende que estos hechos no pueden, bajo ninguna circunstancia, ser divulgados o puestos en conocimiento de la autoridad, aunque ello implique la ocultación de un delito.

━ Que Dios tenga misericordia de ti y perdone este pecado. Debes pensar mejor las cosas. ¿Cómo podrías preferir el infierno? Dios quiere a sus hijos junto a Él; no puedes simplemente renunciar al amor de Cristo. Piensa bien las cosas, reza, y siente al Espíritu del Señor acompañarte. Verás que tu mentalidad cambiará ━ trató de sonar comprensivo, aunque su voz se quebraba por la emoción, y sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas.

Quizás la confesión había tocado un punto sensible en su interior. Pero aun así, no entendía por qué lo afectaba de esa manera.

━ Padre, yo de verdad quiero cambiar, pero simplemente no puedo. Es como si estuviese destinado a estar junto a él por el resto de esta y mis otras vidas ━ dijo el hombre con una voz cansada, cargada de un dolor que parecía genuino. Kim percibió el peso de la culpa en sus palabras y sintió la necesidad de consolarlo.

━ Lo entiendo, todos en algún momento hemos sentido esa frustración al no poder cambiar algo que sabemos que está mal. Pero debes recordar que Dios llena nuestros corazones de paz y amor. Si te entregas completamente a Él, encontrarás la paz necesaria para superar esta lucha ━ dijo Kim, tratando de mantener la calma y no dejarse arrastrar por el pánico que amenazaba con apoderarse de él.

Luego, con voz serena, comenzó a detallar lo que el hombre debía hacer para expiar su pecado. ━ Reza diez Padres Nuestros y diez Aves Marías. Además, toma 75 miligramos de Ludiomil diarios y 20 de Dogmatil. Después de cumplir con esto, vuelve a la iglesia y habla conmigo si te sientes extraño o tienes algún inconveniente. Pero lo más importante es que sientas un verdadero deseo de cambiar, porque sin arrepentimiento, no hay redención.

━ Está bien, padre… entiendo lo que dice, pero no puedo prometer nada. Lo intentaré ━ respondió el hombre con un tono ambiguo, que Kim no supo si interpretar como sarcasmo o resignación.

No obstante, decidió no darle demasiada importancia; sabía que si el hombre no estaba completamente arrepentido, la confesión sería inútil. Aun así, guardaba la esperanza de que, con tiempo y reflexión, podría encontrar la paz y arrepentirse verdaderamente de su pecado.

Con voz temblorosa, pero intentando infundirle seguridad, Kim concluyó la confesión:

━ La Pasión de nuestro Señor Jesucristo, la intercesión de la Bienaventurada Virgen María y de todos los Santos, el bien que hagas y el mal que puedas sufrir, te sirvan como remedio de tus pecados, aumento de gracia y premio de vida eterna. Vete en paz.

━ En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… Amén ━ dijo el hombre, repitiendo la oración con una intensidad que hizo que ambos sintieran el peso de lo sagrado y lo profano entrelazados en ese momento.

Cuando salieron del confesionario, se encontraron frente a frente, con las miradas atrapadas en un extraño intercambio de emociones.

Kim sintió el sudor resbalando por su frente, y su cabello húmedo delataba su nerviosismo. Jeon, con una ceja arqueada, lo observó con curiosidad.

━ ¿Se encuentra bien, padre? Lo noto agitado ━ comentó Jeon, con un tono que Kim percibió como cargado de un doble sentido que lo hizo sentirse aún más incómodo. Avergonzado, Kim negó con la cabeza y se limpió el sudor rápidamente.

━ Bueno, fue un placer confesarme con usted. Espero volver a verlo… quizás en unos días regrese a la iglesia, sacerdote…

━ Kim Taehyung, un gusto. Y espero que vuelva al templo de Dios y encuentre la salvación y paz, señor…

━ Jeon Jungkook, un piacere ━ respondió el hombre con una sonrisa enigmática, estrechando la mano de Kim.

El contacto de sus manos envió una corriente eléctrica a través del cuerpo del sacerdote, quien se sintió abrumado por la intensidad de aquel simple gesto. Los ojos azules de Jeon brillaban con una luz que Kim no había notado antes, una luz que lo desarmó por completo.

El rostro de Jeon, visto de cerca, era aún más imponente y atractivo de lo que Kim había imaginado. Tan varonil y magnético, que el joven sacerdote se sintió diminuto a su lado. Sin embargo, en lugar de repulsión, lo que sintió fue una mezcla confusa de admiración y… algo más.

Como si el contacto de sus manos no hubiera significado nada, Jeon dio media vuelta y se dirigió hacia la salida de la iglesia. El sol, que comenzaba a ponerse, iluminó su silueta, haciéndolo parecer casi angelical, aunque su presencia, su voz, y su aura sugerían todo lo contrario, como si fuera un ángel caído o una figura que desafiaba lo divino.

Kim estaba tan absorto en sus pensamientos, observando cómo Jeon se alejaba, que no se percató de la presencia de sus padres hasta que la voz de su padre resonó a su lado.

━ Por Dios, ese hombre parece un propio matón. ¿Qué quería, hijo? ━ preguntó su padre, con un tono que mezclaba desaprobación y curiosidad.

━ Vino a confesarse, padre ━ respondió Kim, tratando de mantener la compostura.

━ Ese hombre necesita un exorcismo, no una confesión. Dios mío, se ve tan mal y golpeado… ¿Acaso peleó con alguien? ━ dijo su padre, evidenciando nuevamente esa faceta de su personalidad que Kim tanto detestaba.

Kim siempre había esperado que su padre, como hombre devoto, fuera más comprensivo y menos crítico, pero en momentos como ese, parecía olvidar el mandamiento de amar al prójimo.

━ Padre, ¿puedo retirarme a mi habitación? Estoy sudado y necesito bañarme ━ pidió Kim, con la intención de evitar seguir discutiendo sobre el tema.

━ Sí, pero no te demores. Recuerda que luego debes ayudarme en el coro y preparar la merienda para los hermanos ━ ordenó su padre con su habitual tono firme. Kim hizo una reverencia y, sin querer permanecer más tiempo en esa conversación, literalmente corrió hacia su habitación.

Mientras cerraba la puerta tras de sí, se dejó caer sobre la cama, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza en su pecho. ¿Qué había sucedido realmente? ¿Por qué se sentía tan desconcertado, tan perdido en sus propios pensamientos? Cada vez que recordaba la mirada de Jeon, su corazón palpitaba de una forma que no comprendía, y eso lo aterraba más que cualquier pecado.




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Ⓒ︎𝖧𝖨𝖲𝖳𝖮𝖱𝖨09

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