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𝟎𝟎𝟏. 𝖣𝗂𝖽 𝖨 𝗉𝖺𝗂𝗇𝗍 𝗒𝗈𝗎𝗋 𝖻𝗅𝗎𝖾𝗌𝗍 𝗌𝗄𝗂𝖾𝗌 𝗍𝗁𝖾 𝖽𝖺𝗋𝗄𝖾𝗌𝗍 𝗀𝗋𝖺𝗒?

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❪ ꧏ𓈒 𝟎𝟎𝟏. ── 𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 ৫ ᠀ ❜
❥ ๋𓄹𓏲。 𝘄𝘄𝘄.𝐦𝐢𝐝𝐧𝐢𝐠𝐡𝐭 𝐫𝐚𝐢𝐧. • °
⟆ 🐉 ▋◖ 𝘷𝘪𝘨𝘪𝘭𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴𝘩𝘷𝘵◞。𓍢 ׄ *
ৎ 𝗽𝗹𝗮𝘆 𝗰𝗼𝗻𝗲𝘆 𝗶𝘀𝗹𝗮𝗻𝗱 ୭ ❫

El nacimiento de un miembro de la Casa del Dragón era un regalo de los Dioses, se decían que ellos lanzaban una moneda para saber lo que sería de sus vidas. Cuando Dysis Targaryen tuvo a su hija la moneda no dejó de girar, nunca lo hizo.

—¡Majestad puje!

El llanto de la bebé se hizo presente en la habitación que sus padres compartían y su padre la sostuvo en brazos en cuanto la vio, dejando que limpiaran a su esposa.

—Aryon, sácala de aquí —sollozó Dysis sin voltear a ver a la niña—. ¡Sácala!

El hombre llevó a la bebé a quien acababa de envolver en una manta de piel de oso hacia la sala de reuniones donde se encontraban esperándolo.

—¿Nació otro lobo huargo? —cuestionó Mucilber.

Mucilber Stark, su hermano mayor, lo miraba con confusión por llevar la manta en brazos hasta que vio una pequeña mano rozada salir de la manta.

—¿Me lo puedo quedar, verdad?

Aryon negó con la cabeza con una sonrisa de oreja a oreja antes de sentarse en su silla bajo la mirada atenta de sus hermanos y los miembros de sus casas aliadas.

—No es un lobo huargo, es un dragón invernal.

Cregan corrió a ver lo que su hermano llevaba en brazos esperando a que realmente fuera un lobo para poder tener más bajo su cuidado.

—Debo pedir que se retiren —habló Mucilber a sus aliados—. La reunión se postergará para la hora de la cena.

Mientras los aliados salían del salón el Lobo de Sangre seguía a su hermano menor, Cregan, de nueve inviernos.

Las manos del niño fueron directamente a jalar de los brazos de su hermano para ver lo que ocultaba en la manta.

—Está rojo...

Cregan recibió un golpe en la nuca de parte de Mucilber quien lo miraba con molestia mientras el menor sobaba la zona golpeada con una mueca furiosa.

—¿Ya tiene nombre? —preguntó Mucilber—. ¿Qué es?

—Es una niña —sonrió Aryon acariciando la mejilla de la bebé de cabello negro—. Su nombre es Dorcas Aerelys Stark Targaryen.

Cregan acercó uno de sus dedos a la bebé bajo las miradas curiosa de sus hermanos mayores quienes abrieron los ojos con sorpresa al ver a la recién nacida abrir los ojos, hipnotizantes en un tono violeta fuerte y su pequeña mano rodeó el dedo del niño.

—Mi señor —habló Ser Jensen Stark, el mejor guerrero de Invernalia, quien corría hacia los hermanos Stark—. La dragona de la princesa Dysis dejo un huevo de dragón en la entrada, creo que lo robó.

—¿Qué te hace sospechar eso? —preguntó Mucilber confundido.

—Porque es idéntico a uno de los huevos que se dio por perdido de Balerion, después de la muerte del rey Jaehaerys, mi señor —respondió Ser Jensen—. Es el que parece una esmeralda con manchas doradas, el que el príncipe Daemon ha buscado por los Siete Reinos.

Los ojos de los dos mayores se encontraron con nerviosismo, sabiendo que el príncipe Daemon Targaryen estaba buscando dicho huevo desde hace una década y podría pelear con Caraxes por obtener al huevo.

—Traigan al huevo —ordenó Mucilber.

Ser Jensen asintió e hizo una seña a un sirviente para que abriese la puerta, cuatro guardias cargaban al huevo en una olla hasta que se tambalearon levemente, al escuchar como el cascarón se abría.

Los cuatro corrieron tras la orden de Mucilber y lo dejaron sobre la mesa, frente al Señor de Invernalia.

—¿Qué vamos a hacer con un dragón? —se quejó Mucilber—. Cuando Darren nació no tuvimos que pasar por esto.

—Porque su huevo no eclosionó —le recordó Aryon.

—Quizás esta sea una señal de los Dioses —sonrió Cregan cargando a la bebé—. Que ella será favorecida por los dioses Valyrios.

Mucilber y Aryon sabían que era todo lo contrario si Daemon Targaryen se enteraba que el huevo de Balerion estaba eclosionando frente a ellos o, peor aún, que lo hizo frente a la recién nacida hija de la primogénita del rey Viserys quien se había negado a desposarlo, humillándolo y dejando a su ego malherido no sería nada favorable para nadie.

Pero no podían hacer nada ya que el dragón esmeralda ya había eclosionado frente a ellos y rápidamente camino para posicionarse frente a Cregan Stark pero el dragón ni siquiera lo estaba mirando a él.

Observaba a la bebé en los brazos del niño quien se encontraba durmiendo plácidamente hasta que Cregan la movió para despertarla haciendo que esta se pusiera a llorar, hasta que el dragón esmeralda rugió y escupió una bola de humo a la cara del niño haciendo reír a la bebé.

—Traigan a aquellos que vieron el huevo —ordenó Mucilber con frialdad—. Que todos vengan.

Doce personas se encontraban llegando a la Fortaleza bajo la confusión sobre porque habían sido llevados por la fuerza a ver al Señor de Invernalia.

Dicha confusión no duró mucho ya que antes de que se dieran cuenta las flechas volaron hacia ellos, dejando al salón lleno de gritos y sangre hasta que ningún hombre quedó respirando.

—Diremos que eclosiono el huevo que fue enviado por el rey —sentenció Mucilber entregando su arco a Ser Jensen—. Usted se hará cargo de la seguridad de mi sobrina, más le vale hacerlo bien sino desea acabar igual que ellos.

Ser Jensen asintió con simpleza, su lealtad había sido jurada al líder de la Casa Stark desde que se convirtió en caballero a los trece años y no planeaba cambiarla, cualquier trabajo que le dieran él lo seguiría sin titubear.

—Ella estará a salvo —prometió Ser Jensen—, pero mi Lord ¿No cree que sería más sensato que ella aprenda a defenderse? Si el príncipe Daemon se entera que el dragón de su sobrina es aquel que tanto a buscado por una década, ella podría peligrar en pleno vuelo, me temo que entre mis habilidades no se encuentra la capacidad de ayudarla en esas condiciones.

Mucilber hizo una mueca de disgusto, no le encantaba la idea de permitir que alguna mujer Targaryen conociera los métodos de combate de un Stark, ni siquiera si tuviera su misma sangre.

Pero no podía mentirse a sí mismo, sabía mejor que nadie de lo que Daemon Targaryen era capaz de hacer si deseaba algo y lo poco que le importaría el herir a alguien de su misma sangre para conseguirlo pero él no era como el príncipe canalla. Él no podría dejar morir a su sobrina sin importar su molestia.

—En cuanto cumpla los tres inviernos dejaremos que entrene junto a Cregan.

—Mi hija acaba de nacer —les recordó Aryon—, acaba de llegar a este mundo como para ser perseguida por Daemon Targaryen, entrenada por alguno de ustedes y tener un dragón. Ella es solo una bebé.

—Ella es una Targaryen —intervino Mucilber con molestia—, lo hubieras pensado dos veces antes de casarte con Dysis. Tu la pusiste en peligro desde que la engendraste, ahora me haré cargo de limpiar tu desastre así que mantén la boca cerrada sino quieres que llame yo mismo a Daemon para dejar que la mate.

Cregan escuchaba cada palabra que era dicha por los adultos mientras cuidaba de sus sobrinos, tomó de la mano al pequeño Darren de dos años mientras cargaba a la bebé para llevarlos a su dormitorio, siendo seguido por Henrik Snow de doce años.

—¿Qué está pasando? —cuestionó el bastardo.

—Deberías de estar oculto —le recordó Cregan—, en cualquier momento Dysis podría verte y no me parece que vaya a ser amable si llega a conocerte ni tampoco su dragona.

—No le temo a la princesa o a su dragón.

—Eso no te hace valiente, te hace estúpido —recriminó Cregan—, arderás antes de que cualquiera pueda defenderte si ella sabe la verdad.

La mueca en el rostro de Henrik se hizo obvia para Cregan quien le tendió a la bebé para que la cargase ya que Darren le estaban ofreciendo los brazos para ser cargado por su tío de nueve años.

—¿Y cómo se supone que viva si la hija del rey va a querer matarme solo por existir?

Cregan le dio una última mirada a Henrik antes de entrar a la sala de juegos de sus sobrinos.

—Buscando a un nuevo rey que te necesite —respondió Cregan con simpleza—. Se hace todo el tiempo, haces que alguien importante te necesite y dependa de ti para tener su protección. Así es como funciona el mundo.

Henrik miró a la bebé en sus brazos con una mueca molesta, no podía creer que debía buscar aliados por una pequeña criatura que no podía hacer algo que no fuera llorar y comer con las tres míseras horas que llevaba en el mundo.

Dorcas Stark era un narciso, creció sin ver la luz y al final del invierno pero estaba llena de color y egoísta pero con una gran belleza interna y externa.

—La belleza del invierno —le sonrió Mucilber a la princesa en su regazo—, así te llaman por todo el reino.

Dorcas le sonrió a su tío mientras jugaba con el cuchillo que este le había regalado hace unas horas, apenas había cumplido su tercer invierno.

—Mucilber ella es una niña —le recordó Aryon con la mandíbula tensa—. No puedes hacerla entrenar, apenas puede mantenerse de pie va a morir aplastada si utiliza una espada.

—Por eso fue que le obsequié una daga, no soy un insensible —bufó Mucilber con aburrimiento—. ¿Te gustaría entrenar con Cregan, Aerelys?

Mucilber era el único que llamaba a la niña por su segundo nombre, el caníbal creía que merecía tener algo que nadie más tuviera de ella como pago por mantener a Daemon Targaryen siguiendo una pista falsa sobre el paradero del huevo del dragón esmeralda que seguía a su sobrina a todas partes.

—¿Pegasus puede venir? —cuestionó Dorcas sonriéndole a su tío.

Mucilber asintió con una sonrisa maliciosa al notar que su hermano menor lo miraba con furia más no lo contradijo debido a que se encontraban en un momento sumamente delicado.

—Muy bien, ve con Cregan —le sonrió Mucilber a la pequeña niña—. Estoy seguro de que estará encantado con la idea de entrenarte personalmente.

La pequeña princesa corrió del salón en cuanto vio a su madre entrar mientras gritaba que buscaría a Cregan siendo seguida por sus nanas exhaustas.

—¿Por qué Cregan tendría que entrenar a la niña? —cuestionó Dysis Targaryen bajo un semblante furioso—. ¿Cuánto más pretenden seguir con esta farsa?

—Explícate —demandó Mucilber.

—Sé lo que me están ocultando —siseó Dysis viendo al caníbal a los ojos—. Sé que dejaron a mis hijos en la casa de un cantinero para dejarlos en la miseria, que los niños presentes son tus bastardos Mucilber —la platinada miró a su esposo con lágrimas en sus ojos—. ¿Cómo fue que pudiste permitir que se llevaran a nuestros niños y los cambiaran por los bastardos de tu hermano? Esto es un acto de traición.

—Si eso fuera verdad ¿Cómo podría tener Dorcas un dragón? —interrogó Aryon—. Ellos son nuestros, cualquier partera que estuvo en los partos de los niños podrían comprobarlo. Solo míralos, se parecen a tu hermana y a tu madre.

Dysis bufó furiosa ante la insinuación de que aquel par de niños eran suyos, la misma reina le había dicho que esa sería la reacción de cualquier Stark para poner a esos niños en el trono de hierro.

Los niños que te fueron arrebatados están en el antiguo bar de Invernalia, los cuida un hombre tuerto que es constantemente visitado por tu esposo para darle dinero y mantener en secreto a sus hijos, tus hijos.

Se cuidadosa, siempre tuya
A. Hightower.

Dysis por extraño que le pareciera decidió creer en la que alguna vez fue la amiga de su hermana menor y trajo al par de niños platinados a su hogar hace dos meses, manteniéndose alejada de los pequeños platinados como si tuvieran una enfermedad terminal sumamente contagiosa. Dejando todo el cuidado de los niños en manos de Mucilber y Aryon Stark.

Como cada Invierno, los niños Stark-Targaryen iban a su visita anual por los días con el nombre de los niños y a diferencia de las dos visitas anteriores de la pequeña y las cinco de su hermano mayor esta fue sumamente diferente a lo que había ocurrido en las anteriores.

No porque hayan dejado de perseguir a sus tíos, jugado con sus primos y sido cuidados por los guardias sino por la bola de rumores que arrasó con ellos al ver a dos niños platinados llegar de la mano de su madre.

Frey y Dinora, los niños por los que su madre los había reemplazado.

—¿Crees que quieran jugar con nosotros? —cuestionó Darren viendo a los platinados.

Aunque Darren era el mayor por tres años era mucho más crédulo de lo que Dorcas lo era, pero por el mismo motivo era que ella se esforzaba de sobremanera para mantenerlo conservando su inocencia e ingenuidad.

Ella se había forzado a madurar antes de lo debido para cuidar del sensible corazón de su hermano mayor, ya que ella había sido quien había escuchado las peleas entre los adultos sobre su dragón y el peligro en el que se había metido Darren solo por ser su hermano.

—No parecen muy amigables —respondió Dorcas al notar las malas miradas de ellos sobre sí misma y su hermano—, además no creo que se nos permita jugar con niños como ellos. Carentes de nobleza.

Darren asintió bastante confundido por las palabras de su hermana hasta que corrió a tierra firme siendo seguido por su hermana menor y su padre quien la llevaba en brazos.

Múltiples nobles les sonreían y felicitaban a la niña por su tercer día con el nombre bajo las miradas celosas de los tres platinados.

Pero en cuanto la princesa bajo de los brazos de su padre corrió temblorosamente para acercarse a sus tíos gemelos, Aegon y Raelon, se aferró a las piernas del castaño haciendo que este se tambaleara por la fuerza de la niña y el dragón en su hombro.

—¡Tío Raelon! —exclamó Dorcas alzando sus brazos para ser cargada por el castaño—. ¡Es mi día, debes cargarme y hacer lo que yo diga!

—¿Y por qué te cargaría? —cuestionó el mayor mirando justamente a la menor que seguía aferrada a sus piernas—. Mi madre me ha dicho que no debería ensuciar la ropa porque debo de estar presentable.

Dorcas miró a Aegon en busca de ayuda y este le sonrió con burla a su gemelo.

—¿Ahora haces todo lo que madre dice? —se burló Aegon.

—Hago lo que yo quiero —respondió Raelon inflando en pecho con molestia.

La niña sonrió ante la oportunidad de obtener lo que quería utilizando las palabras del castaño en su contra.

—¿Entonces si me cargas? —preguntó la infante sonrientemente—. Así no harías lo que la reina dice todo el tiempo, tío Raelon.

La niña era una pequeña mandona y manipuladora, tenía suerte de que su tío le tuviera una pizca de cariño como para llegar a complacerla aunque fuese por un solo día con tal de molestar a su madre pero la tomó en sus brazos sin decir nada más, él había insistido en apartarse de sus sobrinos pero Dorcas era sumamente necia y terca por lo que no funcionaban los constantes rechazos del segundo hijo de Alicent Hightower.

En cuanto al primogénito de la pelirroja no dudó en pellizcar la mejilla de la niña burlonamente, haciéndola reír por las caras extrañas que hacía el platinado.

—Tu bestia me está tocando —se quejó Raelon mirando al pequeño dragón esmeralda que tenía el tamaño de un hurón y se mantenía sobre el regazo de la niña y el pecho del príncipe—. Quita a tu salamandra de mi cuerpo.

La niña hizo que el dragón se posicionará en su hombro para no molestar a su tío favorito.

—¿Cómo se llama? —cuestionó Aegon juzgando al dragón con su ceño fruncido.

—Tortuga —murmuró Raelon mirando mal al dragón esmeralda—.

—Se llama Pegasus —lo presento Dorcas a sus tíos con una sonrisa orgullosa—.

No había algo que a la menor le enorgulleciera más que saber que a diferencia de algunos de sus parientes su huevo había eclosionando segundos después de que ella naciera, su padre decía que era digno de estar orgullosa más no de presumir.

Aegon estaba observando al bonito dragón en el hombro de su sobrina para compararlo con Sunfire y ver cuál era más bonito, sonrió cuando decidió que Sunfire era más bello.

Raelon hizo una mueca llena de disgusto hacia el pequeño dragón quien dormía en el hombro de su sobrina.

Mientras los gemelos discutían sobre el dragón de su sobrina y lo desagradable que le parecía a Raelon en cuanto Aegon despertó al pequeño Pegasus para tratar de hacer que se subiera a su gemelo la princesa veía al príncipe Jacaerys jugar con Dinora y darle un pequeño collar con un diamante rosado en el centro mientras la felicitaba por su tercer día con el nombre.

Aemond fue el único de los presentes que notó como las lágrimas se formaban en los ojos que antes eran alegres de la norteña mientras hablaba con Darren y Helaena cercas de su madre quien cargaba al pequeño Daeron en sus brazos.

—¿Podemos entrar ya? —preguntó la niña forzando una sonrisa para sus tíos.

Ambos asintieron mientras que se ponían a correr hacia los pasillos de la Fortaleza Roja, Aegon tomó a Aemond en sus brazos bajo las protestas de Raelon sobre que estaba haciendo trampa.

—¡Raelon eso no es justo! —gritaba Aegon a lo lejos por la evidente ventaja que tenía su gemelo en la carrera—. ¡Ella pesa menos!

—¡Ella tiene a su rata gorda!

Dorcas y Aemond bajaron de los brazos de los gemelos mientras se alejaban hacia una de las cámaras dejándolos discutir a solas.

—Felicidades —murmuró Aemond tímidamente mientras le lanzaba una caja con torpeza obteniendo un gruñido de Pegasus en cuanto atrapó la caja con su hocico—. Es para ti.

—Gracias, tío Aemond —le sonrió Dorcas en cuanto Pegasus le dio la caja llena de saliva.

La pelinegra abrió la caja con una mueca de disgusto por la baba de su dragón que hizo sonreír a Aemond. La princesa sonrió al ver un collar con un montón de zafiros que formaban un narciso con una cadena de hilo de plata con perlas.

—Es muy hermoso, gracias tío Aemond —le sonrió la pelinegra.

Aemond asintió torpemente y planeaba decir algo hasta que a la habitación entraron los gemelos discutiendo sobre cualquier cosa.

Cinco inviernos después los Stark-Targaryen se encontraban llegando al puerto de King's Landing en un barco norteño.

Estaban recibiendo el mismo sermón que habían estado recibiendo desde hace cuatro inviernos por su madre quien sólo les prestaba atención en esa semana.

—Quiero que seas amable y que no discutas con nadie —Dorcas rodó los ojos ante la mención de sus constantes peleas con Jacaerys Velaryon que su madre adoraba recordarle—. Habló en serio, si vuelves a pelear con él es probable que la relación entre nuestras familias sea mala, dudó que desees evitar ver a Lucerys aunque ahora no tengas muchas oportunidades de verla, Snow.

Dorcas la miró con molestia, sabía que su madre la estaba amenazando, ya era bastante que su madre creyera que ella y su hermano habían sido intercambiados al nacer desde hace seis años pero ser amenazada con dejar de ver a Lucerys era algo que se negaba a permitir.

Las peleas entre ellos se hicieron costumbre después de que la princesa fuera ignorada por la niña que su madre decía que era su hija, el rechazo nunca le sentó bien a la princesa mucho menos ser reemplazada por alguien que le desagradaba así que le había dado un trato bastante cruel al primogénito de Rhaenyra Targaryen.

—Bien —suspiró la menor—, no discutiré con Jacaerys solo por el nacimiento del bebé.

Darren, el hermano mayor de Dorcas, se aseguró de mantener su cuchillo alejado de las escurridizas manos de su hermana para evitar que tratará de amenazar a alguien con el no sin antes dirigir una mala mirada a los dos niños de cabello platinado que se encontraban en el barco que Koryn, el dragón de su madre estaba arrastrando.

Pegasus se mantenía al lado del dragón de su madre volando libremente sin apartar su mirada juguetona de su jinete, era increíble el crecimiento de su dragón esmeralda. Todos decían que los dragones crecían rápidamente pero sin duda alguna Pegasus crecía mucho más rápido que la mayoría ya que tenía el doble del tamaño de lo que los dragones de su edad solían tener.

En el otro lado del castillo se encontraba Rhaenyra dando una charla similar a la de su hermana con el mayor de sus hijos.

—No quiero que vuelvas a pelear con Dorcas —regañó Rhaenyra después de escuchar como Jacaerys planeaba molestarla cuando llegará—. Ni siquiera se porque se desagradan tanto, te llevas bien con Darren y ella con Lucerys cualquiera diría que deberían agradarse aunque sea un poco no que tratarías de lanzarle tomates en cuanto llegará.

Jacaerys bufó enojado con su madre por hacer que los sirvientes no le dieran ningún alimento que pueda lanzarle a su prima a menos que ella este presente.

—Te dije que era mala idea —se burló el pequeño Lucerys viendo a Harwin Strong cargar a su recién nacido hermano—. Además escuche que es mejor que Aegon en batalla, haría que llorarás como Joffrey.

El menor se gano una carcajada de parte de Ser Harwin, quien miraba con diversión al mayor de sus hijos.

—Vayan a buscar a Laenor —pidió Rhaenyra a los niños quienes rápidamente corrieron a la puerta, el mayor con la intención de informarle a su padre lo que su madre había hecho y lo ayudará—, es idéntico a ti. No tiene idea de como acercarse a ella.

—Al menos no la cargo en una pelea en su fiesta de compromiso —se burló Harwin—, van a estar bien se dará cuenta pronto de que le gusta.

—Eso espero —suspiró Rhaenyra con cansancio de ver a su hijo pelear con Dorcas—.

A Harwin le habría encantado decir que estaba en lo cierto pero la llegada de los niños Stark-Targaryen había iniciado bastante mal desde que Jacaerys salió a recibirlos.

Ya que había llegado directamente a hablar con Darren tratando de fastidiar a la chica Stark.

—Primo —le sonrió Jacaerys al mayor—. Es tan Bueno verte, debes de estar agotado por el viaje.

Quien a diferencia de él se había ido a hablar con Lucerys y Aegon casi en cuanto bajo del dragón de su madre para evitar cualquier clase de problema con el hijo mayor de Rhaenyra.

—¿Cómo está Raelon? —cuestionó Aegon en cuanto vio a la niña acercarse.

El gemelo del príncipe platinado había sido enviado a Volantis poco antes de que ella cumpliera su cuarto día con el nombre después de haber lanzado a su gemelo por las escaleras accidentalmente.

—¿Sigues sin escribirle? —recriminó Dorcas al mayor—. Se encuentra bien, ya se adapto a Volantis. Creo que disfruta estar ahí, la tía Saera es interesante según cuenta.

Lucerys se aferraba a las piernas de la pelinegra bajo una mala mirada de parte del hermano mayor del niño que estaba pegado a ella como sanguijuela, como ella lo estuvo con el príncipe Raelon hace años.

Esta vez prefería evitar el conflicto que terminar encerrada durante semanas en cuanto llegará a casa.

—Escuché que ahora entrenas —habló Jacaerys acercándose con burla a la chica—, me pregunto cuantos segundos durarás contra mi.

Darren había perdido su daga hace unos segundos, pero Dorcas no la había usado aún solo porque los ojos de su madre estaban sobre ella por lo que la mantenía oculta debajo de su abrigo para no ser castigada.

—¿Cómo tu con Lucerys? —siseó la niña procurando no ser escuchada por su madre—. Siempre es un gusto verte, primo.

Dysis le sonrió a la menor creyendo que finalmente trataba de llevarse bien con Jacaerys desconociendo la presencia de la daga que su hija mantenía escondida.

Alicent, quien se encontraba frente a la entrada de la Fortaleza Roja con una expresión sombría y llena de desagrado disfrazado en una sonrisa con simpatía hacia la mujer de cabello platinado y sus dos hijos.

Aemond y Helaena saludaban con la mano a los recién llegados sin apartarse del lado de su madre.

Dorcas veía el entrenamiento de los príncipes con notable aburrimiento mientras se encontraba afilando la daga que su tío Mucilber le había dado hace cinco inviernos mientras miraba a Jacaerys con burla y este golpeaba a uno de los muñecos sin quitarle los ojos de encima a la princesa quien lo miraba con diversión ante sus inestables golpes.

—¿Disfruta del entrenamiento, mi princesa? —cuestionó Ser Harwin Strong a la menor.

—No son buenos —respondió Dorcas con simpleza—, en Invernalia los harían trizas en segundos. Son terribles.

Ser Harwin le sonrió a la princesa con diversión pero asintió de acuerdo con ella, era de conocimiento público que los norteños eran mucho mejores guerreros que la mayoría en King's Landing.

—Dame la daga —demando la niña a su lado haciendo bufar a la princesa—.

A su lado se encontraba Dinora, la niña que su madre aseguraba era su hija aunque su padre estaba seguro de que nadie había intercambiado a sus hijos y menos por los niños de cabello plateado. Dorcas quería cortarle la lengua por seguir pidiéndole la daga.

—Cierra la boca antes de que te quite la lengua.

Ser Harwin se acercó a los muchachos en cuanto Ser Criston dejó de prestarle atención a los hijos de Rhaenyra Targaryen.

—Parece que a los más jóvenes les serviría un poco más de su atención —habló Harwin Strong, Dorcas solo había escuchado de él en las constantes peleas de sus padres y como le había pedido matrimonio a su madre años atrás—. Ser Criston.

—¿Cuestiona mis métodos de instrucción, Ser? —cuestionó Cole con una mirada llena de molestia hacia el Strong—.

—Yo si los cuestionó —habló niña siendo ignorada por los adultos pero ganándose una sonrisa divertida de parte de su abuelo—.

Dinora puso su mano sobre la de la pelinegra mientras apretaba su muñeca entre sus dedos, deteniéndola de afilar su daga.

—No te concierne hablar del entrenamiento de los príncipes —reprendió Dinora.

La princesa se sacudió con brusquedad y con ello se libró del agarre de la platinada mientras la apuntaba con su daga al cuello.

—¿Recuerdas que tengo una daga en las manos, no? —Dorcas miró con molestia a la niña a su lado—. Ni siquiera deberías estar aquí, no interesa si mi madre cree que eres su hija vuelve a decirme de que puedo o no hablar y serás tú quien no volverá a hablar.

Dinora palideció ante la amenaza de la pelinegra pero no dijo nada más después de escuchar la carcajada del rey Viserys.

—Ella va a volver locos a todos cuando crezca —observó Viserys con orgullo en su voz mirando a su nieta—. Si no es que lo logra antes de eso.

—Solo sugiero que su método sea aplicado a todos los pupilos.

Dorcas casi se olvida de la pelea entre Ser Criston y Ser Harwin hasta ese momento, la niña se levanto de las gradas para acercase al menor de los Velaryon tan rápido como pudo.

—Muy bien, Jacaerys —Dorcas casi se asustó por ver a Ser Criston jalar bruscamente al príncipe pero estaba más entretenida que preocupada por él—, ven pelea con Aegon. Hijo mayor contra hijo mayor.

—No es una pelea justa—reprocho Ser Harwin.

Dorcas estaba de acuerdo con el hombre de cabellos rizados, de niña jamás peleó en realidad con Cregan o Ser Jensen hasta hace unos años cuando estuvo preparada para poder contraatacar.

—Se que nunca ha estado en una batalla Sir —dijo Ser Criston a la defensiva—, pero cuando saca una espada una batalla justa no es algo que deba esperar —Dorcas y Harwin se miraron con incomodidad y la menor decidió acercarse a Lucerys por si Aemond decidía atacarlo—. Espadas, peleen.

La niña se rehusó a ver la pelea aún cuando escucho a Harwin reclamar por juego sucio para mantener sus ojos en Aemond, esperando cualquier indició de amenaza hacía Lucerys.

Podía llegar a querer a Aemond, pero veía a Lucerys como un reflejo de sí misma. De la inocencia que se le negó durante toda su vida e iba a procurar mantenerla en el pequeño príncipe tanto como le fuese posible.

En cuanto vio la cara asustada de Lucerys rápidamente se paro frente a él y se agacho para llegar a su altura bajo las malas miradas de Aemond y Dinora.

—Estará bien —prometió Dorcas con una sonrisa y tomó al niño del mentón para evitar que viera la paliza que estaba recibiendo su hermano—. Ser Harwin no dejará que lo lastimen jamás, si quieres después del entrenamiento podemos escabullirnos a las cocinas para tomar el postre.

Parecía que el niño se había calmado ya que los príncipes mayores habían dejado de pelear pero el miedo volvió a su rostro cuando Ser Harwin se abalanzó contra Cole, la menor ya se había puesto frente a Lucerys quien la había tomado de la mano asustado por los golpes.

A diferencia de Lucerys su hermano mayor se encontraba mirando mal a su prima.

Solo desea robarme la atención de todos aquí, yo soy el heredero al trono yo merezco esa atención; eran los pensamientos de Jacaerys quien estaba furioso por ver a su hermano refugiándose detrás de quien pensaba era la mayor calamidad que los siete reinos hubiera llegado a ver durante toda su inmensa historia.

La princesa pelinegra se aseguró de sacar a Lucerys en cuanto comenzó la pelea entre Ser Harwin y Ser Criston aunque en realidad era más bien Strong utilizándola Cole como una bolsa para golpear.

La cena de los niños había sido completamente incomodida debido a la pelea entre Jacaerys y Aegon, solo los menores y los Stark se encontraban tratando de entablar una conversación debido a que ningún adulto estaba presente en la cena.

Cuando acabo la cena los niños se fueron prácticamente corriendo para alejarse de los otros, con la excepción de los Stark y los Velaryon quienes recorrían el mismo pasillo, los hermanos menores de cada familia mantenían una animada conversación sobre como montarían a sus dragones juntos cuando tuvieran el tamaño apropiado.

—Podrías venir al Norte en unos meses —sonrió Dorcas emocionada—, sería divertido que conocieras a los lobos. No nos permitieron traerlos pero seguro que te encantarán, aunque creo que mi padre los traerá en cuanto venga.

Lucerys sonrió emocionado ante la invitación de su prima, siempre había querido conocer el Norte y más a los lobos de la familia de sus primos que se rumoreaban podían llegar al tamaño de un caballo.

—¿Son tan grandes como el del Lobo de Sangre? —preguntó Lucerys.

Los niños Stark hicieron una mueca al escuchar el nombramiento de su tío canibal, Mucilber Stark.

Dorcas lo adoraba pero le aterraba pasar mucho tiempo a su lado después de haberlo visto comer incontables extremidades durante las cenas en Invernalia.

—Claro que no —negó Jacaerys interrumpiendo a la niña—. Son tan pequeños como ella, creo que también son igual de feos y decepcionantes para su madre.

Antes de que Darren pudiera intervenir su menor hermana ya tenía al mayor de los Velaryon en el suelo y con al menos un par de puñetazos ya dados, él mayor corrió a separarlos antes de que cualquiera de los golpes de su hermana dejarán una marca demasiado notoria, después de todo planeaban culpar a Aegon por los golpes de su hermana.

—¡Bruja loca! —le gritó Jacaerys asustado.

—¡Vuelve a hablar así de mis mascotas y tendré tus dientes como collar! —escupió Dorcas furiosa mientras Lucerys se ponía delante de ella para evitar que volviera a abalanzarse contra su hermano—. Tienes suerte de que apreció a tu hermano y no dejaré que te vea siendo deshonrado aunque tu lengua y cerebro se deshonran sin ayuda de otros.

Lucerys abrazo a su prima cuando su hermano se levanto y Darren lo llevó casi a regañadientes a su dormitorio mientras seguía viendo con furia a la Stark.

La ira del mayor de los Velaryon se incremento en cuanto vio como Lucerys abrazaba a pelinegra, detestaba que su hermanito la quisiera tanto cuando claramente era una bruja loca que se creía superior a él, pero cuando la vio acariciar los rizos de su hermano casi se le escapa a Darren.

¿Quién se creía que era para acariciar los rizos de su hermano? ¿Acaso no sabía que solo su madre podía hacer eso? Jacaerys no era alguien agresivo, menos con las mujeres pero él estaba seguro de que Dorcas ni siquiera era humana, debía ser el peor de los monstruos. Era imposible que alguien tan retorcido como el cabello de su hermano fuera de su misma especie.

—Deberían pagarme por evitar que terminen sin extremidades —bufó Darren.

Jacaerys ni siquiera lo escuchó porque su cerebro solo giraba en torno a como Dorcas estaba profanando el cabello de su pequeño hermano y como tendría que cambiar de hermano favorito y raparlo en cuanto se fuera la bruja de su casa.

—No puedo creer que hayas iniciado una pelea con Dorcas —se quejó Darren con fastidio—. Te dije que me dejo en cama por tres días y se te ocurre meterte con sus lobos ¿Tienes instinto suicida? Te pudo haber cortado la lengua por eso. Ni se te ocurra mencionarlo, ni tu madre o la mía nos van a dejar vernos de nuevo si se enteran.

Claramente Darren estaba mintiendo pero el pequeño y asustado Jacaerys le creyó y obedeció por miedo a dejar de verlo ya que él era como un hermano mayor para el príncipe.

—¿Aegon te hizo esto? —cuestionó Rhaenyra furiosa—. Creí que no había llegado a golpearte en la cara porque los habían separado.

—Logró darme antes de eso —mintió Jacaerys para poder seguir viendo a Darren y que no lo castigarán por discutir con Dorcas—. Solo que no me queje porque Ser Harwin y Ser Criston estaban peleando.

Rhaenyra nunca dudó de la palabra de su hijo, esta vez no fue la excepción y menos después de ver como Aegon había cambiado tanto con él en cuestión de horas por la influencia de Alicent y aunque ella sabía de la rivalidad entre su hijo y sobrina no se le habría ocurrido que habrían tenido una pelea física.

Esa noche Harwin Strong se encontraba de despidiéndose de Rhaenyra y los príncipes y todo parecía ir tranquilamente en el castillo hasta que escuchó unos sollozos cerca de una de las habitaciones de huéspedes, en donde se encontró a Dorcas llorando con el labio roto.

Ser Harwin siempre había visto a la niña como una pequeña terca y obstinada princesa, si se lo preguntaran diría que se parecía bastante a Rhaenyra pero ver a la pequeña llorando y estando herida le rompió el corazón.

—¿Qué sucedió princesa? —preguntó Ser Harwin sentándose al lado de la niña con una mirada preocupada—. ¿Alguien la agredió?

La niña lo miró con tristeza y pesar antes de llorar volver a sollozar y asentir repetidas veces.

—Mi madre quiere deshacerse de mi porque no cree que sea su hija —lloriqueó la princesa—, creo que Lucerys me odia —el adulto la miró confundido y puso su mano en el hombro de la niña esperando pacientemente a que decidiera terminar de hablar o no, no importaba él quería hacerle compañía—. Jacaerys me llamó bruja frente a él ¡Y Lucerys odia a las brujas! No quiero que piense que voy a lastimarlo, ni siquiera soy una bruja, o eso espero.

A Sir Harwin le pareció adorable la preocupación de la princesa por mantener el cariño de su segundo hijo pero a la vez se molesto bastante por el comportamiento del mayor de sus hijos.

—Estoy seguro de que el príncipe sabe que no le haría daño —le sonrió Ser Harwin y la princesa lo miró con esperanza—.

—¿De verdad cree que lo sepa? —preguntó Dorcas dejando de llorar—. Hoy golpee a Jacaerys ¿Y si cree que también lo golpearé a él?

La declaración de la princesa había dejado sorprendido a Ser Harwin quien creía que ya habían dejado sus diferencias de lado y que podrían llevarse bien, pero no era lo que le diría a la niña.

—Estoy seguro que el príncipe debió haber hecho algo para merecerlo —suspiró Ser Harwin esperando a que la princesa le dijera lo que había pasado—.

Dorcas hizo una mueca ante el comentario del heredero de Harrenal pero se resignó a confiar en él debido a que era la primera vez que alguien se acercaba a ella para consolarla en lugar de decirle que actuase como una princesa.

—Insulto a mis mascotas y dijo que mi madre estaba decepcionada de mi —confesó Dorcas con amargura—, no se equivoca. Pero no tenía que decirlo frente a mi hermano, él sigue creyendo que va a cambiar y que va a querernos aunque no nos parezcamos a los Targaryen.

Ser Harwin entendía perfectamente lo que era que los niños sufrieran por no parecerse a los Targaryen, eso mismo le pasaba a sus niños.

—No creo que sea relevante si se parecen o no a ellos —le sonrió Ser Harwin antes de revolver el cabello de la princesa—, no cuando tienes su sangre y espíritu. Además, usted es idéntica a los Stark y eso no esta en duda como que es una Targaryen ¿Tiene un dragón no es así, princesa?

La princesa le sonrió al caballero antes de lanzarse a abrazarlo y agradecerle por consolarla.

—Perdón por quitarle su tiempo —le sonrió Dorcas al de cabello rizado—, gracias por estar aquí Sir Harwin.

—No tiene nada que agradecer majestad estaré para usted siempre que lo necesite —prometió Sir Harwin sonriendo ante la mirada llena de agradecimiento de la pequeña princesa—. Será mejor que vaya a dormir, mañana tendrá que partir.

Dorcas se despidió del caballero sin saber que la promesa del hombre sería rota porque dentro de dos noches él ardería y jamás podría volver a escuchar sus dulces palabras de consuelo o abrazarlo, pero sabiendo que si hubiera seguido con vida el habría cumplido a su palabra y se mantendría a su lado.

A la mañana siguiente Dorcas casi puede jurar que todo había cambiado, no porque las cosas fueran diferentes para bien o para mal en su vida.

Sino porque la tensión que había entre la familia era cada vez mayor y todos podían verlo ahora, cada acción que se realizará de ahora en adelante solo podría definir el futuro de la dinastía Targaryen, ya sea para su decadencia o su acenso.

En ese momento eso era la menor de las preocupaciones de la princesa debido a una cosa, o más bien persona.

Su madre había regalado un cofre lleno de tesoros para Alicent Hightower tratando de hacer una alianza con ella y a Dorcas le aterraba la idea de que su alianza terminará haciendo que se casará con Raelon, Aemond o Daeron Targaryen, si hubiera sido informada sobre un compromiso ella habría elegido a Aegon no porque supiera mucho de él o algo parecido solo era porque le gustaba desde hace unas horas.

—Tu madre va a regalarte al idiota de Aemond —se burló Jacaerys—. Es un alivio, creí que terminarías siendo mi regalo de cumpleaños. Creo que es mejor así ya que Dinora es mejor opción para ser la reina consorte, en lugar de una bruja loca.

—Cierto —asintió Dorcas con una sonrisa torcida que sorprendió a Jacaerys—. Ella sería mejor consorte, si es que llegará a ser reina o tú.

—¿Qué quieres decir?

La menor lo miraba con burla y una sonrisa que hizo que a Jacaerys se le pusiera la piel de gallina.

—¿Realmente crees que tu madre es la única que puede llegar a ser reina? —se burló Dorcas—. Que Viserys la haya nombrado su heredera no significa que llegue a gobernar, mucho menos tú.

Jacaerys estaba pálido por la amenaza de Dorcas y antes de que pudiera responder ella ya se estaba yendo junto a Lucerys.

En ese momento el príncipe supo que su acenso al trono de hierro estaba en riesgo y que el mayor de sus contrincantes por el poder sería Dorcas Stark, la bruja del Norte.

Los dos príncipes caminaban por los pasillos de la Fortaleza Roja hasta que vieron a un barco acercarse a la costa.

—Me pregunto que estará haciendo Raelon ahora —comentó Dorcas con tranquilidad, recordando cómo el mellizo de Aegon Targaryen solía recorrer esas paredes siendo seguido por ella y su hermano—. Tal vez Volantis le siente bien.

—Sin duda es mejor de lo que le habría esperado aquí —asintió Lucerys de acuerdo con la mayor—. Mi madre dice que el tío Daemon lo asustó en su última visita y que él tenía el cabello teñido de rubio.

—Desearía tener tales libertades —se quejó la pelinegra con cansancio—. Todo sería más fácil si fuese un hombre.

Lucerys asintió de acuerdo con la menor mientras caminaban al foso de dragones para ver a Pegasus y Arrax.

—¿Cómo van tus clases de Antiguo Valyrio? —cuestionó Dorcas.

—No tan bien como me gustaría —suspiró Lucerys—, son muy lentas.

—En el Norte no tenemos maestros —informó Dorcas con tristeza—. Desearía que los hubieran, los métodos de enseñanza de mi madre no son los mejores.

Lucerys volteó a ver a su prima con genuina preocupación en su rostro.

—¿Ella te ha lastimado? —cuestionó Lucerys.

Dorcas hizo una mueca incomoda con falsa diversión, rascando su nuca con incomodidad hasta que sintió las cicatrices en su espalda por lo que quitó su mano con rapidez de ahí preocupando a Lucerys por ver la mueca dolorida que tenía en el rostro su prima.

—No es tan malo como suena...

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