🌼Capítulo 4
Mientras volvían a casa, Jeongyeon miraba las reconocidas calles de la ciudad a través de la ventanilla del autobús. ¿Qué iba a hacer? Su dulce y maravillosa hija le había hecho un regalo: le había comprado una alfa. Lo que menos quería en el mundo, y lo había hecho de una manera que le impedía rechazar su pequeña sorpresa sin herirla.
Tampoco podía devolver el “regalo” o cambiarlo por otro modelo para dejarla conforme y siguiera viéndola con esos lindos hoyuelos remarcados en su sonrisita como lo había hecho después de aquel extraño evento. Tal vez no habría sido tan malo si Tzuyu le hubiese regalado algo diferente, algo seguro o alguien a quién ella pudiera controlar. Pero en lugar de un inocente gatito o cualquier tierna mascota, le había entregado una loba hambrienta.
Sí era cierto, Nayeon le recordaba a una loba, e incluso se movía con la misma fuerza, tenacidad y energía controladas. ¡Y ese beso! ¿Cómo se había atrevido? Al recordarlo Jeongyeon se llevó una mano temblorosa a los labios.
Su mirada se posó en su cachorra. Si su vida hubiera sido diferente no habría tenido a Tzuyu y la amaba con todo su corazón. Quizas sí se arrepentía de muchas malas decisiones, mas nunca de lo que la llevó a tenerla en su vida. Prometido, haría cualquier cosa por ella, por sus lindos hoyuelos, por sus lindos ojos marrones y su pequeña nariz redondita. Jeongyeon cerró los ojos, entregada a lo inevitable. Cualquier cosa. Incluso salir con una hambrienta loba feroz.
La alfa se encontraba en la recepción de la agencia y miraba, sin ver, la tranquila calle residencial, unos pocos días después.
No había dejado se pensar y de analizar probabilidades en las cuales convencía a la omega, porque el cual no cerraba ese uno por ciento. A Nayeon le importaba un rábano.
¿Cómo podría convencer a una omega que desafortunadamente no creía en el amor, que este no solo existía, sino que además se lo podía encontrar en el primer beso?
Ah claro, es que Nayeon no había podido dejar de pensar en esa boca de labios enmarcados, desde que se topó con la suya en un imprevisto impulso de su loba y que acabó por convencerla: Había hallado su omega, con un beso, en la agencia matrimonial de su abuela y por culpa de una cachorra con una persistencia de acero.
Jodida emboscada de parte de la diosa Luna.
—Sucedió, ¿No es cierto, hija? ¿Es ella? ¿Yo tenía razón?
Nayeon evitó responder, pero las preguntas de su abuela confirmaron sus sospechas, o quizás fue su incontrolable aroma, ya no sabía que creer.
—¿Fue el ordenador el que nos emparejó? Dí la verdad anciana niña. —La acusó la castaña con uno de sus largos dedos.
—Lo fue.
—Pero tú sabías de antemano cuáles serían los resultados. ¿Hiciste algún truco? ¿Le resaste a la diosa Luna? —Masculló Nayeon, con la mandíbula en presión.
—Por supuesto que no. —Rió la adorable anciana —No le puedo restar credibilidad a la agencia.
—¿Verdaderamente me pusiste en la base de datos para hacer un ensayo? —Le cuestionó Nayeon, buscando exponer las verdaderas intenciones de la omega.
—Sí... —Habló con toda credibilidad. Nayeon entrecerró su mirada en su contra —Bueno, digamos que Sana sugirió que no borrara tu nombre... —Admitió Hyobum a regañadientes, después de una larga pausa. Y sin poder evitarlo, Nayeon se echó a reír.
Lo sabía muy bien.
—Ella siempre fue mejor que ese maldito ordenador para emparejar a la gente. —Exhaló la alfa, volteando los ojos.
Al menos no debía quejarse del todo de sus métodos de emparejamiento, ahora tenía una valiosa oportunidad de conquistar a la omega de sus sueños en base de unas cuantas citas.
Al demonio, debía agradecer a su abuela, a su empleada, al maldito ordenador y a Choi Tzuyu.
Experimento "Una Alfa para Mamá"
Informe sobre el desarrollo de los acontecimientos:
Los resultados no han sido aquellos que yo esperaba.
Al parecer a Nayeon unnie no le ha gustado mi experimento.
No sé si el asunto va a funcionar, porque a mamá no le gusta Nayeon unnie. Aunque me di cuenta que a Nayeon unnie si le gusta mi mamá y fue bastante evidente.
Pero como no tengo más alternativas, debo seguir adelante con mi plan. Veré qué sucede después de la primera cita y si nada resulta entre ellas, tendremos que pasar al Plan B.
Im Nayeon llamó a casa de Jeongyeon y Tzuyu y prometió que iría por la omega para concretar la cita pendiente, además de algo relacionado con el formulario de la omega, y Tzuyu lo sabía porque no había podido despegar los oídos de aquella conversación ni aunque quisiera. Jeongyeon se rió de su curiosidad, aunque la idea de tener una cita con esa alfa no dejaba de aterrarla.
Nayeon había sugerido a Jeongyeon que podrían revisar el formulario para confirmar la veracidad de sus respuestas, por si acaso ella no estuviera de acuerdo con algún punto, y aquel detalle no gusto nada a la cachorra.
Tzuyu sabía que si así lo hacían y la dirección del ordenador cambiaba hacia otra candidata disponible, tendría que vérselas con algo muy diferente y a ella realmente le gustaba Nayeon. La chica comenzaba a creer que la alfa era de palabra y que no abandonaría a su mamá fácilmente, y eso la hacía mas que aceptable. Si la elegía como su futura nueva mamá, tendría que encontrar el modo de manipular los resultados, si acaso los cambios en el formulario sugería a mas candidatas disponibles.
Tal vez si hiciera una estratégica llamada telefónica.
La halló apenas entró en el restaurante, ese dulce y cautivandor aroma parecía ser muy sencillo de rastrear, por eso cuando la encontró junto a un atril de madera en la espera de los clientes, la admiró libremente y en silencio. Admiró como la envolvía el suelto vestido de color borgoña que se ajustaba en su cintura y caía hasta sus rodillas, dejando al descubierto sus increíbles piernas, en cómo le abrazaba el escote sutilmente y la ofrecía como un monumento al encanto natural. Ella vestía de esa sonrisa repleta de suavidad y esa dulzura, que hacia sonreír a los clientes fácilmente y eso hizo sonreír a la alfa, porque no podía sentirse más idiota por una extraña, aunque esta sea una extraña muy hermosa.
A medio camino de regreso de dejar una pareja en su mesa, la omega se detuvo y alzó la cabeza bruscamente. Su mirada analítica recorrió la habitación con suma paciencia y no tardó absolutamente nada en posarse sobre ella. La loba de Nayeon no pudo evitar responder euforicamente ante su respuesta, pues al parcer, ella la percibía fácilmente también.
Jeongyeon abrió los ojos de par en par al tiempo que unos menús del restaurante se inclinaban peligrosamente hacia el suelo. ¡Maldición! Debería recordar que su coordinación de movimientos no era para nada buena desde que sus nervios se habían visto alterados por una ansiedad crónica.
—¡Omega, ten cuidado! —La profunda voz de Nayeon se oyó por encima del rumor de la conversación de los clientes en el salón.
Jeongyeon se sobresaltó al oírla dirigírsele de ese modo y desesperadamente intentó equilibrarse al recoger los menús, pero ya era semasiado tarde, la mayoría iban cayendo en cascada hacia el suelo. Uno de los menús voló directo al centro de la mesa contigua, justo cuando el mesero colocaba una jarra de sangría derramando la misma sobre los pantalones de uno de los clientes.
¡Oh, Luna! Jeongyeon dejó los demás menús en el suelo e intentó secar rápidamente la sangría derramada sobre el mantel de tela de la mesa pero ya el líquido lila caía sobre los pantalones del cliente. Al ver hasta dónde se llegaba la sangría, se detuvo vacilante.
—Lo siento mucho, señor.
Durante un segundo, el cliente se quedó contemplando atónito su regazo manchado de la bebida derramada.
—No se preocupe, solo fue un accidente. —Habló el hombre, pero su voz fue completamente opuesta a su paciente respuesta.
—No se preocupe la cuenta es por la casa. —Intentó Jeongyeon, entregándole unas servilletas de tela, para que detuviera el chorreado torrente de sangría.
El beta se levantó de la silla con tanta mala suerte que tropezó con la mesilla de las bandejas de la mesa de al lado. La bandeja junto a él cayó pesadamente sobre los pedazos de platos rotos y comida desparramados por el suelo, sacando de las casillas al cliente.
—¡Pero que diablos sucede contigo! —Exclamó en contra de Jeongyeon quien se paralizó ante su respuesta.
Y eso fue suficiente para Nayeon, quien observaba la escena con los brazos cruzados sobre el pecho, intentando no obstruir mas el desempeño de la omega. De unas pocas zancadas se abrió paso entre las mesas de los clientes que miraban curiosos, y se puso delante de Jeongyeon, al tiempo que ayudaba al beta a ponerse en pie.
—Oye tranquilo, amigo. ¿No ves que fue un accidente? La dama se ha disculpado, así que le sugiero que dé el asunto por terminado.
—Quítate de en medio. El problema no es contigo, es con ella. —Insistió el malhumorado hombre, quien seguía amonestado a Jeongyeon con su mala mirada.
Jeongyeon tironeó a la alfa de la entallada camisa que vestía, pues esta se había puesto alarmantemente a su defensiva, intentando protegerla de aquel cliente.
—Tiene razón, Nayeon. Esto no es asunto tuyo. Yo puedo manejarlo. Tengo experiencia en esta clase de cosas yyy... —Balbuceó la omega.
—Le he dicho que se largue. —Ordenó el cliente —Tengo un pequeño asunto que discutir con esta estúpida omega.
—Oye cuida tu lenguaje, o tú tendrás que vértelas conmigo. —Intercedió entonces Nayeon, antes de que lanzara palabras que irriten a su loba, que parecía incapaz de dejar a la omega sola con ese agresivo hombre.
—¿Cómo me ha llamado? —Intervino Jeongyeon, furiosa e invocando a los clientes, que miraban con la boca abierta —¿No se da cuenta de que hay niños en el local?
—¿Y qué? Me importa un…
Antes de que pudiera continuar con su sarta de groserías por lanzar, Nayeon lo agarró por el cuello de la camisa con tanta fuerza que el beta comenzó a ahogarse.
—Déjame explicarte unas cuantas cosas, beta. Lo que ha sucedido es realmente penoso, tengo que admitir que Jeongyeon tiene un pequeño problema de coordinación esta noche y todo lo que tu quieras argumentar, pero si intentas ofender a mi omega o a los clientes presentes con ese asqueroso lenguaje, me obligarás a tomar medidas más serias —Afirmó la alfa, destilando aquel impregnante aroma a café y bourbon que parecía intimidar a más de uno a su alrededor.
—De acuerdo, de acuerdo —Logró decir el cliente, jadeante y titubeó al asentir. Al fin el beta pareció darse cuenta del tamaño interés de su oponente, la omega en cuestión.
La alfa castaña se obligó a aflojar la presión sobre el cuello del cliente cuando oyó su nombre detrás de ella. En ese momento, Jeongyeon volvió a tironear la camisa de Nayeon con tal fuerza que se abrieron las costuras a la altura del hombro y una manga quedó casi desprendida.
—Nayeon, tienes que marcharte ahora mismo. Espérame afuera por favor, me reuniré contigo en unos minutos. —Insistió la omega, al ver que ni el beta, ni la alfa parecían acabar con el duelo de miradas que aumentaba la incomodidad en el ambiente.
En ese momento apareció el dueño del restaurante de dondequiera que hubiera estado ocupado, y la omega palideció con su aparición.
—¿Qué pasa aquí? ¿Qué ha sucedido? —Preguntó como si no hubiera oído ni visto nada.
Menos intimidado, el cliente señaló a Jeongyeon y a Nayeon como un cachorro acusándolas con su mamá.
—Su anfitriona me tiró una jarra de sangría, me ha estropeado el pantalón y su alfa se comporta como una matona. Es todo, me iré de aquí y mañana mismo vendré a traerle la factura de la tintorería. Si esta mujer todavía se encuentra aquí, a usted le voy a poner una denuncia. —Amenazó el beta, haciendo a Nayeon gruñir con su ridícula actitud.
—No será necesario, señor. ¿Jeongyeon? Lo siento, cariño pero estás despedida. —Anunció Seungwan, dejando a la omega pelinegra boquiabierta.
—¡Pero Seungwan! ¿Otra vez? ¿Y por cuánto tiempo? —Lo siguió Jeongyeon, mientras el dueño del restaurante intentaba reacomodar los menús sobre el atril.
—Me temo que esta vez es para siempre. No voy a deducir de tu sueldo los gastos de la vajilla rota o la factura de este caballero, pero sería mejor que te marcharas ahora. —Habló el alfa mayor, incapaz de ver la aflicción en la joven omega.
Jeongyeon detuvo las palabras dentro de su boca atónita, aturdida e incapaz de dirigir palabra alguna, cuando la castaña le tomó los hombros con sus grandes manos.
—Vamos, cariño. No necesitas pasar por esto. —Desestimó Nayeon, intentando protegerla. Jeongyeon de sacó de su agarre casi de inmediato.
—Es cierto, pero necesito comer y pagar el alquiler. Vamos, Seungwan, sé un poco mas considerado, no puedo perder mi trabajo, necesito una nueva oportunidad...
El alfa mayor meció la cabeza.
—Por favor, Jeongyeon, no insistas. Sabes que sufro del corazón. Mira, te daré una buena recomendación. Incluso mentiré si es necesario. Es lo mejor que puedo hacer dadas las circunstancias —Habló el anciano, encogiéndose de hombros.
—Lo mejor que puedes hacer es marcharte de aquí. Yo te ayudaré a conseguir otro trabajo Jeongyeon-ah. No será demasiado difícil ya que pronto es temporada festiva y si es necesario yo misma te contrataré, dejalo... —Susurró Nayeon en voz baja y Jeongyeon contuvo la respiración ante el agobio que la invadía.
—Déjame... —Musitó la omega, esperando que dejara de tocarla con tanta familiaridad.
—Por favor, Jeongyeon. —Musitó Seungwan —No estoy en condiciones de sufrir estas molestias y ya hemos molestado demasiado a los comensales.
Eso fue suficiente.
—Volveré mañana a buscar mi dinero. Gracias por... por todo. —Habló Jeongyeon con gran dignidad y se despidió del dueño del restaurante.
Sin decir más, Jeongyeon se dirigió a la puerta seguida por aquella intrusa alfa, mientras los clientes le expresaban su simpatía. Estaba claro que allí la apreciaban más de lo que les gustaba admitir. Una vez en la calle, respiró sintiendo como el peso de sus responsabilidades amenazaban con aplastarla como a un gusano y contuvo las inoportunas lágrimas, volviéndose en contra de la alfa que había desencadenado toda esa tragedia.
—¿Tienes idea de lo que has hecho? Gracias a ti me acaban de despedir. —Jadeó la pelinegra, pero en su reproche, hubiera deseado que la voz no le hubiera salido como un sollozo ahogado.
—La manera en que yo lo veo, es que te salvé de que un cliente muy deseoso de estropear ese bonito rostro que tienes, cumpla con sus deseos. —Dudó Nayeon, intentando acercarse a ella.
—¿Qué dijiste? —Preguntó vacilante al apartarse de un nuevo acercamiento.
—¿Es que no te lo habían dicho antes? Pienso que eres realmente muy hermosa. —Declaró con aquella sonrisa encantadora y Jeongyeon jadeó ante su inoportuno flirteo.
—Gracias. Pero el piropo no te redime de la culpa de que acabo de perder mi empleo. —Respondió, al tiempo que intentaba recobrar su enfado, pero fracasó en el intento, estaba tan aturdida aún de la prisa con la que había sucedido todo —Necesitaba ese trabajo. Si me hubieras dejado manejar sola el problema quizas...
—No quiero imaginar lo que hubiera pasado. —Insistió Nayeon, convencida.
—¿Realmente piensas que ese tipo quería hacerme daño?
—Si hubiera podido ponerse en pie, te habría derribado de un golpe. Él estaba demasiado alterado por un estúpido accidente que como sea que sucedió, no fue del todo tu culpa. —Habló la alfa, al tiempo que la dirigía en dirección de su increíble auto —Siento haberte hecho perder el empleo. Mañana empezaré a averiguar qué podría haber para ti, no te preocupes por eso, por favor.
—No, gracias. —Canceló la omega, deteniendo el paso —Puedo arreglármelas sola, no necesito ayuda.
—No me cabe duda. —Expresó la castaña, amándose de paciencia. —¿Sí vienes? —La invitó, una vez abrió la puerta de copiloto para ella.
—No creo que sea el momento más oportuno, ¿No crees? —Le desafió la omega, en su venenoso intento de apartarse de ella.
—Oye, estoy muy segura de que no tienes nada mejor que hacer ahora mismo. —Señaló la alfa intentando ser positiva y sonrió con aquella atractiva sonrisa que parecía tener propiedades de seducción. —Es el regalo de Tzuyu.
—Eres irritante... —Reprochó y exhaló la omega, porque sabía que estaba en lo cierto.
—Lo acepto. —Sonrió aún más amplio y la omega respiró igual de violento, pero después de lo que pareció una eternidad, decidió aceptar la propuesta.
Nayeon mantuvo la sonrisa complacida cuando cerró la puerta con la omega dentro y ocupó su lugar en el volante.
—Solo quiero ir a casa, por favor. —Oyó a la suave y dulce voz decir, mientras ella se rodeaba en un abrazo.
—Sea como sea, haré que me me dejes ayudarte a encontrar otro trabajo ¿Sí lo sabes? —Agregó Nayeon al tiempo que arrancaba el motor del auto.
—¿Por qué?
—Porque, tal como dijiste, soy parcialmente culpable de lo sucedido. —Mientras hablaba, Nayeon se quitó la camisa rota y luego sacó una blusa más informal del asiento trasero. Advirtió que Jeongyeon miraba su torso semidesnudo cuando se despojó de la camisa rasgada, con sus lindos ojos abiertos de par en par, pero al instante desvió la mirada una vez se volvió hacia ella. —Y así tendré una oportunidad para redimirme. —Comentó la castaña, conforme de que la pelinegra no hubiera insistido en que la dejara en la próxima parada del autobús.
—Bueno, de acuerdo, entonces puedes hacerlo.
Lo dijo como si fuera ella la que le hacía un favor y la alfa se abstuvo de carcajear. La absoluta falta de lógica de Jeongyeon le divertía mucho pues, no quería que la ayudara porque eso atentaba contra sus principios de omega independiente, pero si ello contribuía a que ella se sintiera mejor, entonces se lo permitía. Una omega ilógica, orgullosa, dulce y sensible, que maravilla mezcla.
—Gracias, Jeongyeon.
—A propósito, todavía no me has dicho para qué fuiste al restaurante.
—Para conversar contigo acerca de lo que sucedió en Yellow Flowers, la pasada tarde.
—Eso temía... —Resopló la omega, con el ceño fruncido.
—Sé que no estás contenta con lo de las citas, asíque pensé que podríamos revisar tu formulario y volver a introducirlo en la base de datos. Entonces podríamos asegurarnos de que quedas emparejada con la mejor candidata para ti. —Dudó. Aunque le fascinaba la idea de ser honesta con el estúpido formulario, en realidad abusaba de la estúpida excusa para acercarse a ella.
—No quiero tener citas con nadie. —Determinó entonces, aún cubierta en su abrazo.
—Lo comprendo, pero ¿Y Tzuyu?
Con un leve suspiro Jeongyeon se reclinó en el asiento.
—Y pensar que Tzuyu cree que todo esto es por mi bien. La verdad es que no me interesa mantener relaciones sentimentales de ningún tipo. —Comentó con aquel suave tono de pura honestidad.
—Ya lo sé.
—Entonces, ¿Por qué haces todo esto? ¿Por qué aceptaste una cita conmigo? ¿Por qué me buscaste?
Durante un segundo, Nayeon estuvo tentada de hablarle sobre la leyenda del beso, pero en vez de hacerlo, decidió que debía haber otro modo, debía abrir paso a lo que realmente la haría sentir lo que sucedía entre ambas, porque la omega no parecía caer en cuenta en lo absoluto de que había un lazo que las unía.
Paciente, o mas bien impaciente, la alfa estacionó el vehículo frente al edificio de apartamentos donde vivía Jeongyeon con su hija, y apagó el motor. Después de quitarse el cinturón de seguridad se inclinó hacia ella, quien seguía aprisionada por el mismo y se ocupó de liberarla ella misma.
—Lo que sucedió la última vez, necesito saber si tu... si también despertó un poco de curiosidad en ti, porque no he dejado de pensar...
—¿De qué estás hablando? —Musitó Jeongyeon algo intimidada por el repentino acercamiento.
—Estoy hablando de nuestro beso.
Los almendrados ojos de Jeongyeon se abrieron alarmados e inmediatamente le resto importancia al mentado beso.
—No hablas enserio. —Protestó ella y su loba, ante su negativa —Pe-pero si apenas nos rozamos los labios...
Con mucha cautela Nayeon le rodeó la cara con las manos y de inmediato descubió que su piel era mucho más suave de lo que la recordaba. Esos lindos ojos la vieron de igual modo, pero no parecía lista para huir. Touché.
—Entonces no hay por qué preocuparse si lo repetimos, ¿verdad, cariño? —Musitó tan cerca de su rostro, que la omega podía sentir el calor que exhalaba.
—¿Qué?
La grave voz de Jeongyeon fue un dulce susurro cuando correspondió a sus palabras, pero mientras utilizaba su poca coherencia latente para analizar las últimas palabras dichas, la alfa estrechó la distancia entre ambas, sacudiendo su mundo entero de tal modo que no halló fuerzas para resistirse o tan siquiera apartarse de su atrevimiento.
Entonces Nayeon la besó como deseó hacerlo después de ese pequeño y casi inexistente roce, y sus labios se buscaron de inmediato con la atracción de un imán, maravillosamente, como si toda la vida se hubieran estado esperando para ello, y las palabras de su abuela llegaron a su mente: “Un lazo verdadero está a la distancia de un solo beso”.
Nayeon la encerró con su cuerpo y absorbió los enmarcados labios de la omega, entregada a la satisfactoria sensación que la invadía de solo sentirla. Estaba maravillada. Lo supo en lo más profundo de su ser, Yoo Jeongyeon no solo era su predestinada, sino que era todo su futuro, un futuro dulce, ardiente, delicioso pero sobre todo permanente.
Inclinándose más sobre ella, su beso se hizo tan intenso que la garganta de Jeongyeon emitió un breve pero hondo gemido, como de rebelión y entrega que provocó inexplicables sensaciones en la castaña, quien parecía incapaz de romper con el beso. Menos aún, cuando las calidas manos de la omega decidieron buscar un apoyo y se engancharon alrededor de su cuello. La alfa la empujó con su lengua y la suya no tardó en corresponder a su encuentro con la misma suavidad que la envolvía, ¿Cómo se las arreglaba para ser tan suave? Aunque Nayeon intuía que ella no era una mujer de medias tintas, esa suavidad hacia de ella un delicado copo de nieve.
Las manos de Nayeon buscaron soporte alrededor del mullido asiento que sostenía a aquella preciosa omega, quien presionó el agarre de su cuello, una vez la alfa le dio un respiro e insistió en su búsqueda, pero esta vez deslizándose por un sendero indefinido que buscaba del largo de su cuello.
—Oh diablos... —Gruñó Nayeon, al respirar de su delicioso aroma y se abstuvo del imperioso deseo de morderla en ese preciso instante, y en su lugar, imprimir su húmeda y exigente lengua contra ese delicado sector con sus besos.
Jeongyeon respondió con un suspiro de placer, incapaz de apartarse de ese agarre, entregada la húmeda exploración de la alfa, con honda necesidad. Nayeon empezó a acechar la suave piel que bordeada el escote de su vestido, gruñendo de aprobación y respirando de su aroma, y no supo cuando había sido la última vez que se sentía así de deseada y admirada por alguien más. Siquiera recordaba que alguien se hubiera preocupado por complacer su necesidad de amor y en cambio era ella la que siempre daba todo de sí misma a cambio de... ¿A cambio de qué?
De pronto se apartó de la peligrosa búsqueda de esos flameantes labios rojos y ocultó el rostro entre sus manos, incapaz de exponerse una vez más, dejándose invadir por la culpa y el bochorno.
—Lo-lo siento. No puedo creer lo que he hecho, yo no... —Respiró en su dificultad y detuvo sus trémulas y torpes explicaciones. ¿Qué se suponía que estaba haciendo besando y dejándose besar de ese modo por esa alfa? El panorama la invadió tan desesperadamente, que pudo sentir el sudor frío recorriendo su espina dorsal.
—Cielos, no. No debes disculparte en lo absoluto omega, te puedo asegurar que no existe nada de que avergonzarse ¿Está bien? —Murmuró con una tierna sonrisa que iluminó el asustado corazón de Jeongyeon —Pero la próxima vez, creo que tendremos que elegir un lugar más privado.
Jeongyeon miró a su alrededor, sorprendida y exhaló, intentando recomponer sus sentidos.
—¿Cómo...? ¿Cómo sabes dónde vivo? —Preguntó Jeongyeon, alarmada de reconocer que efectivamente estaban frente a donde se alojaba.
—Tzuyu tuvo que darme la dirección para el formulario. ¿Puedes conseguir que alguien se quede con ella unas pocas horas mientras lo revisamos? Pensé que podríamos ir a un lugar más privado y decidir cómo lo haríamos. Quizás cenando juntas.
—¿Cenar juntas? ¿Después de lo que acaba de suceder? ¡Por quién me tomas Im! —Se horrorizó la omega y Nayeon se apresuró a detener sus conjeturas.
—No me malinterpretes por favor. Con mayor razón, deberíamos hablar ¿No lo crees?
—No sé...
—Por favor Jeongyeon-ah, solo estoy buscando poner de mi parte para esclarecer todo este asunto, pero es claro que no perdemos nada con hablar. —Suplicó la alfa uniendo las manos en su dirección. —Solo una cena.
—Bu-bueno, tal vez podríamos... —Balbuceó la omega, huyendo de la súplica en su hermosa mirada —Digo, como esta noche tenía que trabajar, ya había hablado con una vecina para que cuidara de Tzuyu. Así que, si me concedes un minuto, puedo ir a cambiarme de ropa y estaré lista.
—Claro que sí. ¿Me invitas a entrar?
—No tenía intenciones... —Ironizó Jeongyeon, con devastadora honestidad.
—Me doy cuenta. Pero tal vez cambiarías de idea si vieras cómo nos mira tu hija, con la nariz pegada al cristal de la ventana. —Sonrió Nayeon al reconocer a Tzuyu intentando verse sutil contra la ventana.
—No hay mucho que ver... —Observó la omega con demasiada naturalidad y rápidamente exhaló en su arrepentimiento —Lo siento, me estoy comportando de forma poco amable ¿Verdad? De acuerdo, seré cortés. —Se amonestó a sí misma, haciendo sonreír a Nayeon —¿No te importaría venir a casa a tomar un té?
—Estaría encantada, Jeongyeon-ah. —Habló Nayeon, con una inclinación de cabeza.
No les llevó mucho tiempo subir las escaleras hasta la puerta del apartamento de Jeongyeon y por supuesto, Tzuyu ya estaba allí.
—Hola, Nayeon unnie.
—Hola, nena —Habló Nayeon, golpeando con la palma de su mano la espalda de la jovencita, levemente.
—La señora Kim acaba de marcharse —Respondió mientras entraban —Tendrías que avisarle si quieres que me quede con ella esta noche. Pero, ¿qué haces aquí a esta hora?
—Me han despedido —Musitó Jeongyeon con violenta honestidad y las mejillas ruborizadas, al tiempo que cerraba la puerta.
Tzuyu se quedó con la boca abierta.
—¿Nuevamente? ¿Pero qué sucedió esta vez?
—Me distraje un momento y volqué una jarra de sangría sobre un cliente —Murmuró la hazaña, evitando lanzar una mirada de culpabilidad sobre Nayeon.
—Vaya, ¿Y por eso te despidieron? ¿Se hizo mucho daño el cliente? ¿Estaba muy enojado? —Cuestionó la jovencita, audaz.
Jeongyeon soportó las preguntas de su hija con sorprendente buen humor, supo admirar la alfa castaña.
—Afortunadamente Nayeon unnie evitó que el cliente se enfadara demasiado. —Ironizó la omega.
—Ah, Nayeon unnie estaba allí. ¿Y también cuando volcaste la jarra? —Los ojos de Tzuyu brillaron de un modo especial. Sí que era una chica lista —Muy interesante.
Jeongyeon se ruborizó hasta la raíz de los cabellos.
—Sí, unnie estaba allí. Ahora si no te importa iré a cambiarme de ropa. Ella y yo vamos a-a-a-a... —Dudó la omega, ¿Cómo diablos le explicaba a su hija que pensaba salir con ella porque necesitaba esclarecerle a la alfa que la dejara en paz?
El beso de los pasados minutos, llegó a su mente para esclarecerle que nada sería realmente igual que antes después de ese episodio, y nuevamente se sintió completamente aturdida.
—¿Celebrar su primera cita? —Ayudó la niña sonriente.
—Bueno si quieres llamarlo así —Concedió —Vamos a revisar mi formulario. ¿Por qué no entretienes unnie mientras me quito la ropa del trabajo? Quizás quiera beber algo.
—De acuerdo. —Aceptó Tzuyu, mientras su madre desaparecía de la vista de ambas.
A los pocos segundos Nayeon y Tzuyu oyeron que Jeongyeon cerraba de golpe la puerta de su habitación.
—Nunca había volcado una jarra sobre un cliente, ¿Sabes? Mi madre tropieza a menudo con los objetos y las personas. Ella es más pequeña en su cabeza de lo que es en la realidad, parece incapaz de medir sus movimientos. —Exageró la menor, con simpática burla.
—No te creas... —Ironizó la alfa al recordar la perfecta sincronía que su boca había tenido con la suya un momento atrás, ganándose una expresión de duda de la menor —Créeme, ya sé mucho acerca de eso y ella no es tan torpe como tu la ves. Lo de la jarra era solo cuestión de tiempo, en ese lugar no la merecían.
—Quizas... —comentó Tzuyu con la misma sonrisa —Pero a mí me ha dado esa impresión, especialmente cuando se agita y empieza a mover los brazos de un lado a otro como si estuviera loca ¿No te sientas? —Señaló.
Nayeon echó una mirada a las dos únicas sillas un tanto deterioradas que componían parte del mobiliario del pequeño espacio dedicado a sala/comedor. Después de recorrerlo con la mirada, la alfa concluyó que su armario era más amplio, pero no quiso importunar a la pequeña que se esforzaba amablemente.
—Claro. —Musitó alzando la silla y tomando asiento.
—¿Quieres algo de beber? —Prosiguió la pequeña.
—De acuerdo.
Nayeon siguió a Tzuyu con la mirada, mientras la jovencita se movía por la cocina abierta que tampoco tenía demasiados muebles. Había una mesa arrimada contra la pared del fondo que no parecía tener utilidad más que para sostener un jarrón con cierta cantidad de rosas amarillas bastante frescas y un refrigerador más viejo que Hyobum. No se veían más aparatos de cocina, excepto un pequeño horno microondas.
Tzuyu había abierto un armario y Nayeon tuvo una fugaz visión del contenido: dos platos, dos fuentes y dos vasos. Nada más. Todo ahí hablaba de una triste historia que arrugaba el corazón de la alfa castaña, que no podía dejar de reconocer las palabras de Tzuyu en la breve información que le había brindado, aquella tarde cercana en la que llegó a la agencia.
Con un vaso en la mano, la jovencita abrió el refrigerador casi vacío y sacó una caja de leche de un cuarto de litro. Después de llenarlo, se lo tendió a Nayeon con naturalidad y se sentó a su lado.
Mientras bebía la leche de la familia con un sentimiento de culpa, la alfa pensaba si la madre de aquella mocosilla tendría algunos ahorros para vivir hasta que encontrara un nuevo empleo y la culpabilidad llegó a ella más deprisa de lo que la esperaba.
—Nunca me imaginé que el ordenador te seleccionaría a ti.
—Y yo tampoco. Pero me alegro.
—¿Te gusta mi mamá?
—Sí. —Admitió Nayeon, al tiempo que pensaba cómo restituir la leche sin herir los sentimientos de independencia de la madre de la cachorra curiosa que la veía con filosa atención.
—¿Deseas casarte con ella? —Insistió Tzuyu y la pregunta sorprendió a Nayeon con la guardia baja.
Sí que era directa esa mocosa.
—Es un poco pronto para decirlo, ¿No te parece? Pero, si deseas saber, comienzo a considerarlo seriamente... —Añadió, al ver que Tzuyu la miraba fijamente. «Ahg, si no hubiera sido por ese beso, no estaría metida en este jodido asunto» pensó Nayeon para sí misma.
La chica adelantó la barbilla.
—Sabes que soy parte del paquete, ¿Verdad? —Presionó la pequeña alfa y su aroma retumbó en la habitación. Ella estaba planteando su punto.
—Ya lo sé. —Respondió la mayor con suavidad y la chica se relajó al notar que no lo decía con desagrado alguno.
—¿Quieres ver mi habitación? —La menor, luego de un instante de incómodo silencio.
—Ah, de acuerdo. —Aceptó Nayeon, mientras lavaba el vaso que había utilizado y lo dejaba boca abajo sobre la pequeña mesada.
La habitación de Tzuyu resultó ser una revelación. En un rincón había una pequeña cama desprovista de su colcha. Grandes cajas de cartón, con las ropas de la chica cuidadosamente dobladas, se apilaban contra una pared. El resto del espacio lo ocupaba un gran escritorio con un costoso ordenador del diseño más reciente que había en el mercado y de inmediato se dio cuenta cuáles eran las prioridades de Jeongyeon.
—Es un ordenador magnífico. —Señaló Nayeon con una sonrisa de lado.
Tzuyu la miró vacilante.
—Verás. En el colegio le aconsejaron a mamá que me comprara uno... —dijo al oír el comentario —Es mejor que lo sepas de una vez, yo soy inteligente. —Agregó a toda prisa, sin aliento.
—Me he dado cuenta de ello. ——Admitió la mayor, metiendo las manos en los bolsillos traseros de sus jeans, dejándose apoyar contra el marco.
—No, lo que quiero decir es que soy verdaderamente lista. Alarmantemente lista. Así que si eso te molesta, sería mejor que lo dijeras antes de... —Sin terminar la frase, la jovencita se volvió al ordenador —Antes de que nadie pueda resultar herido. —Agregó atropelladamente.
—Tzuyu, mírame por favor. —Habló la voz de Nayeon en el silencio que quedó en el aire.
A regañadientes, Tzuyu se volvió hacia ella, intentando controlar su aroma.
—Escúchame, por favor. A mí no me molesta eso. —Habló Nayeon al tiempo que tenía los ojos de la chica clavados en su rostro, con un desesperado brillo de esperanza en su aprensiva mirada —La inteligencia me gusta. Incluso el ingenio, que a otras personas podría asustar. Yo no tengo ningún problema con eso y tampoco lo tendré. ¿De acuerdo?
—De acuerdo —Murmuró Tzuyu con la barbilla temblorosa.
Justo en ese momento, Jeongyeon apareció por la puerta.
—Ya veo dónde se habían metido ustedes dos. ¿Todo bien?
—¡Fantástico! Nayeon unnie sabe de ordenadores tanto como yo.
—Vaya... —Rió la omega —Eso es todo un cumplido si viene de parte de mi hija.
Jeongyeon se había cepillado el pelo que le caía sobre los hombros. Llevaba puesta una ligera blusa gris de manga corta que hacía juego con los pantalones ajustados de color negro.
—Estás preciosa —No se abstuvo de halagar Nayeon.
Y realmente lo estaba. Los pantalones realzaban sus interminables piernas y caderas, mientras que el pálido tono gris hacía resaltar más intensamente el color oscuro de sus ojos.
—¿Lista?
Jeongyeon evitó su mirada, concentrándose en su cachorra.
—Te llamaré desde el restaurante para darte el número de teléfono, y también te enviaré a la señora Kim. No le abras la puerta a nadie por favor. ¿De acuerdo? —dijo al tiempo que la besaba sobre la frente.
—De acuerdo mamá. Adiós y que se diviertan mucho. —Dijo la menor, intencionalmente.
Apenas la pareja se hubo marchado, Tzuyu puso en marcha el ordenador con el ceño fruncido. Parte del plan ya estaba funcionando y el ordenador había elegido la alfa perfecta como madre, pero ahora era su mamá quien se convertía en el gran problema.
Hola, mejor tarde que nunca dicen jajsjsjs
No te esperabas ese beso, ¿No? (Y no vayas a comenzar con que es muy pronto, porque es obvio que se encantan) pero si acaso crees que es pronto, recuerda que aún no haz leído todo el resto de la historia jsjsjs
Buenas noches, tqm♡
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