
XXIII: NO DEBO DECIR MENTIRAS
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𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟮𝟯:
𝗡𝗢 𝗗𝗘𝗕𝗢 𝗗𝗘𝗖𝗜𝗥 𝗠𝗘𝗡𝗧𝗜𝗥𝗔𝗦
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Dieron las cinco, y lo que hice fue ir directo al despacho de la profesora Umbridge, en el tercer piso. En el camino, vi en un pasillo a Evie y a Fred platicar. Pero como si todo fuese como antes. No quiero decir que se estaban besando pero... reían mucho. Y ella lucía igual de feliz que antes. Supongo que me alegro por ellos.
En fin, a ella si fue a verla el verano. Eso aun duele y dolerá.
El lugar lucía demasiado... rosa. Su oficina. Todas las superficies estaban cubiertas con fundas o tapetes de encaje. Color rosa. Y muchas flores por todos lados y ni hablar de la colección de platos decorativos de gatos. De nuevo, rosas. Harry ya estaba ahí, sentado. Supongo que haciendo planas. Cuando me ve, tan solo me muestra una mueca. Yo hago lo mismo.
- buenas tardes, profesora Umbridge. - ella me mira y empieza a sonreír. Tengo que admitir, que eso me aterra un poco. De verdad no puedo creer que pensé que sería una buena maestra para mi. Que le iba a tener cariño.
- tome asiento, por favor - señala un asiento, a lado de Harry. Yo fui de inmediato a tomar asiento y... de nuevo me odio por esto, pero tiene razón Fred, si, así actuaría un Ravenclaw.
- quería pedirle disculpas, por lo sucedido y es que yo... - ella me interrumpe.
- niña, te he castigado por divulgar mentiras repugnantes y asquerosas y no solo eso, sino que también es sumamente insoportable. - ouch.
- no creo que haya necesidad de decirle eso. - dice Harry molesto.
- señorita Griffin, de verdad. No me hable. No me interesa ser su amiga. - seguía sonriendo. Eso lo hace mas extraño aun. - usted es una persona muy insoportable, nada agradable y... - hace una pausa. - ¿usted salió con Cedric Diggory?
- si. - ¿cómo por qué sabía eso?
- quisiera entender que vió el en usted. - ya no podía seguir con esta conversación. O iba terminar en un mar de lagrimas. Yo no soy tan fuerte, como Harry. Estoy segura de que a el también le dijo cosas cuando apenas llegó. Ignoré ese comentario y saqué mi pluma y una hoja. - con una pluma especial que tengo yo. Tome. - me entrega una pluma que luce exactamente a la mía A la que iba a usar.- Quiero que escriba «No debo decir mentiras»
- ¿cuantas veces? - pregunté.
- las veces que haga falta para que se le grabe el mensaje. - voltee a ver a Harry, el cual estaba muy molesto. Podía notarlo en sus ojos. Ella tomó asiento en su escritorio.
- No me ha dado tinta.
- no la necesita. - ella se volteó a mirar a Harry. - señor Potter usted a terminado por el día de hoy.
- tan solo van veinte minutos. - el dice.
- si pero usted llegó antes por alguna razón. Lo quiero ver aquí mañana. - Harry me mira confundido, y sale del lugar. - usted continue.
Empecé a escribir, y esta ya tenía tinta de alguna manera. Se que existen este tipo de plumas ya que, bueno, lo que hago todo el tiempo es escribir. Tan solo escribí una vez el no debo decir mentiras, y de inmediato, esa oración se empezaba a marcar en mi mano. Solté un grito de dolor pero ella no decía nada, tan solo sonreía. En mi mano se marcaba la misma frase y era como si me cortaran con un bisturí y veía como mi sangre salía. Cuando la frase se terminó de escribir, se había cicatrizado. Dejando mi piel lisa. Marcada.
- ¿si? ¿te pasa algo? - no puedo creer lo cínica que es. Ella sabe perfectamente que me pasa. Yo negué con la cabeza, y de nuevo, conteniendo las lagrimas. - muy bien.
Cada vez que escribía de nuevo la frase, en mi mano volvía a marcarse y a doler aun mas. Fue ahí cuando me di cuenta de que, la tinta con la que estaba escribiendo, era mi sangre. No se cuanto tiempo mas tendré que hacer esto pero con tres yo estaba mas que adolorida. Me pregunto si a Harry también le hizo lo mismo.
Lo peor de todo es que ella me miraba, esperando ver mi reacción de dolor. ¿por qué alguien disfrutaría ver de otra persona sufrir? ¿que acaso esta loca? No puedo creer que esta mujer sea nuestra maestra. Aparte de no enseñar nada. Estamos perdidos este año. El año con el cual creí que todo sería mejor, para nada lo fue.
Y es que el problema siempre es el mismo. Soy tan tímida que me guardo todo, que no digo nada y que todo el tiempo trato de ser la alumna perfecta. Cuando estoy harta de que sea así. Tan solo intenté agradarle a la profesora por beneficio académico, y ahora me odia.
Y mucho, por lo que veo.
¿Mi padre la conocerá? Trabajan en el ministerio los dos.
- ¿como va señorita Griffin? - me pregunta y levanté la mirada para verla. - ¿se encuentra bien? sus ojos se ven algo... llorosos.
- estoy bien. - dije.
- me imagino que son las alergias. - de nuevo, una total cínica. - pero bueno, yo creo que igualmente ha sido todo por hoy. Entregue me la hoja.
Me levanté de mi asiento y me acerqué a ella para poder entregarle la hoja con la cual hice una plana de mi propia sangre.
- aquí esta.
- ¿a ver su mano? - cuando yo se la mostré, esta se veía toda lisa. Sin ninguna marca. - wow, al parecer usted se encuentra muy bien, a pesar de su gran dolor que mostraba al escribir. - apretó de mi mano. - yo no veo el porque quejarse de ello ¿verdad?
- si. - se lo que decía. Si yo intentaba decirlo esto a alguien, en especial a un profesor, la mano se mostraría lisa. Y nadie me creería. - ¿ya me puedo ir?
- por supuesto. - me suelta de la mano y salí del lugar de lo mas calmada.
No quería que me viese llorar o gritar del enojo. Cerré la puerta de su oficina y no pude evitar llorar. Se que eso suena como lo mas patético, o como si fuera una débil. Pero jamás alguien había sido así de cruel conmigo. Empezando por como me describió y dudando del amor que Cedric me tenía.
Ahora, me maltrató y ella lo sabía. Y lo disfrutaba. Volteo a ver mi mano y si se encontraba lisa pero aun roja y con marcas. No se lograba ver bien que decía, pero si que me había cortado la piel claramente.
Me fui corriendo ya que, en cualquier momento ella saldría del lugar. No quería verla mas. Al menos no hoy.
Tomé asiento en una de las bancas con las que cuenta el castillo, y aprovechando el que todos estaban en sus salas comunes. No me verían llorar. El baño también era una gran idea, pero no estaba para tolerar a Myrtle la llorona.
- hey. - escuché y me limpié la cara para que no me vieran llorar.
- ¿George?
- Fred. - jamás los confundo. Jamás. Quizá no vi bien de tener los ojos empapados. - ¿que te pasa?
- ¿que haces aquí? - se sienta a un lado mío.
- vine a venderle unas cosas a unos niños... - se detiene y se me queda viendo. - ¿por qué lloras?
- agradezco mucho el que te interese, de verdad. Gracias. Pero...
- no es bueno guardarse las cosas. - pasa su mano por mi mejilla para poder limpiar de ella. Se detiene un rato para poder pasar mi cabello por detrás de mi oreja y acariciarlo. - y soy tu amigo ¿que, no? tu mejor amigo.
- lo eres. - asentí. El seguía esperando el que le contara. - pues, no le agrado a la profesora Umbridge. Nada en lo absoluto.
- eso que importa. A nadie nos agrada ella. - ríe pero yo no.
- si pero, con tan solo un día de conocerme, ya dice que soy una insoportable, una lambiscona, una odiosa y ni se creía el hecho de que alguien pudiera quererme.
- ¿qué?
- si. - de nuevo me dieron ganas de llorar y esta vez fue por Cedric. - tan solo no podía creer como Cedric me quizo.
- un profesor no debería tomar temas personales de un alumno en su contra. - este empezaba a molestarse. - aparte de que todo lo que te dijo, es mentira.
- Fred.
- no, de verdad. - me interrumpe. - sabes que no es cierto. No eres así. - se detiene para ver mi mano. Lo notó. - ¿ella hizo esto?
- no importa. - estaba muy molesta, lo podía ver en su rostro. Se levanta de su asiento y empieza a caminar por el pasillo. - ¿a donde vas? - le preguté mientras lo perseguía.
- con Dumbledore. Ella no puede hacerte esto. - logré detenerlo, colocándome enfrente suyo y tomando de sus brazos.
- no vas a hacer nada. ¿de acuerdo? - primera vez en mucho tiempo que me pongo firme. - no lo harás.
- ¿y que? ¿vas a dejar que te siga torturando?
- no. - lo solté y bajé la mirada. - solo... veremos que pasa. Con el tiempo.
- es básicamente lo mismo. - quería desahogarme, no pelear. Moví la cabeza de lado a lado y me fui en el lado contrario. - solo quiero que estes bien. - dice detrás mío.
- lo voy a estar. - me detiene, tomando de mi mano y así me voltea para que nos viéramos cara a cara. - te lo prometo.
- Lottie eres muy fuerte. - negué con la cabeza. - si, si lo eres. Y es momento de que sepas lo mucho que vales. Porque, por lo que veo, te creíste muy bien todo lo que ella te dijo.
- si lo dice, es por algo.
- eres una tonta. - eso me molestó mucho, así que me solté de su agarre. - no encuentro otra palabra para describirte en estos momentos. Estás actuando como una tonta.
- ¿soy una tonta?
- si.
- ¿soy una tonta? - repito molesta y este asiente. - entonces déjame ser una tonta y déjame en paz. ¿que rayos te importa Fred? De lo único que te importa es de Evie. Siempre ha sido así.
- ¿que tiene que ver eso con esto? - en eso tiene razón. Un coraje que tenía guardado, por fin sale. Que pena. No... ya basta de decir que que pena. Si tengo una inconformidad, lo tengo que decir.
- que fuiste a verla en el verano. - no dice nada. - y no pudiste verme a mi.
- no creí que quisieras verme.
- claro que si Fred. Claro que quería ver a mis mejores amigos en el peor verano de mi vida. - pasé mis manos por mi rostro, ya desesperada. - no importa ¿okay? solo quería que supieras que no me gustó para nada enterarme de eso.
- al menos por fin dices como te sientes. - es cierto, siempre me guardo todo. Y el lo sabe. - deberías decir lo que sientes, siempre.
- lo hice una vez y no salió nada bien. - el sabía a que me refería. A cuando hable con el. No dice nada y fue ahí donde aproveché para irme.
Pero tiene razón. En verdad estoy harta de ser Charlotte la chica que se guarda todo lo que piense o sienta y que lo único que le importa es poder tener una buena calificación. Eso cambia el día de hoy. Y todo por Umbridge.
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