
── 𝟏𝟎. 𝐖𝐡𝐚𝐭 𝐲𝐨𝐮 𝐝𝐞𝐬𝐢𝐫𝐞 𝐦𝐨𝐬𝐭 𝐢𝐧 𝐲𝐨𝐮𝐫 𝐥𝐢𝐟𝐞
𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐈𝐄𝐙 ── 𝐋𝐎 𝐐𝐔𝐄 𝐌𝐀𝐒 𝐃𝐄𝐒𝐄𝐀𝐒 𝐄𝐍 𝐓𝐔 𝐕𝐈𝐃𝐀
| 13 años atrás, en el Hitsugibune |
Era un día oscuro y tormentoso en alta mar, el cielo se había cubierto de nubes grises y los vientos azotaban violentamente el barco que Mar viajaba junto a Mihawk, apenas catorce años, había estado entrenando arduamente y con el tiempo, se había convertido en una aprendiz tenaz, decidida a perfeccionar sus habilidades con la espada y a crecer más fuerte.
En medio de la tormenta, divisaron a lo lejos un barco que se tambaleaba peligrosamente. Mihawk vio algo que hizo que desviara el rumbo de su barco hacia el barco en peligro. Mar lo siguió sin hacer preguntas, aunque en su interior se preguntaba por qué su mentor, quien raramente intervenía en los asuntos de otros, estaba haciendo esto.
Cuando se acercaron lo suficiente, el caos en el otro barco se hizo evidente. Era una embarcación de piratas, pero algo estaba mal. Los hombres a bordo parecían ser una banda desorganizada, gritando órdenes mientras una joven estaba acorralada contra la barandilla. Ella no llevaba armas, pero sus ojos reflejaban una mezcla de desafío y miedo.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Mar, ajustándose el mango de su espada, sintiendo la adrenalina correr por sus venas.
—Cazando a los débiles. —La voz de Dracule era calma, casi desapegada.
Sin embargo, algo en la situación llamó la atención de Mar. Esa joven estaba completamente indefensa, pero no se rendía. A pesar de los gritos y amenazas de los piratas, ella no se arrodillaba ni suplicaba por su vida. Esa resiliencia tocó una parte profunda de Mar, recordándole cómo ella misma se había sentido cuando todo parecía estar perdido.
—Quiero salvarla —dijo Mar, mirando a Mihawk con una determinación que él reconocía bien.
—¿Salvarla? —arqueó una ceja, apenas volviendo la cabeza hacia ella—. No tenemos tiempo para distracciones y no podemos llevarnos a cualquiera que cruce nuestro camino.
Mar frunció el ceño, sintiendo la tensión en su pecho, le había enseñado que el mundo era cruel, y no todos podían ser rescatados. Sin embargo, algo dentro de ella se rebelaba contra esa idea en este momento en particular.
—Si no la salvamos, no seré capaz de dormir esta noche —respondió Mar, apretando el puño sobre el pomo de su espada.
Mihawk suspiró, algo irritado pero también intrigado por la determinación de su joven aprendiz. Finalmente, asintió con una calma fría.
—Haz lo que quieras. Solo no esperes que yo la cargue hasta el barco.
Mar no necesitaba más. Saltó al otro barco sin vacilar, su cuerpo moviéndose con la agilidad que había desarrollado en sus años de entrenamiento. Los piratas, sorprendidos por su aparición, no tuvieron tiempo de reaccionar antes de que ella sacudiera su espada y los enfrentara con una furia controlada. Uno a uno, cayeron, incapaces de seguir el ritmo de su estilo de lucha, rápido y preciso. La joven, Hikari, observaba todo con una mezcla de asombro y desconcierto. Nadie había acudido a ayudarla en mucho tiempo. Nadie había luchado por ella así.
—¡Ven conmigo si quieres vivir! —gritó Mar mientras repelía al último pirata, mirando a Hikari con una sonrisa confiada.
Juntas, saltaron al barco de Mihawk, alejándose del peligro. Mar, aún respirando con fuerza tras la batalla, miró a Hikari que estaba cubriéndose con los brazos.
—¿Quién eres? —preguntó Hikari con voz débil pero llena de gratitud.
—Soy Mar —respondió ella, con una sonrisa que no pudo contener—. Y ahora estás a salvo.
Sin embargo, en ese momento, Mihawk se acercó, su presencia imponente dominando la cubierta del barco. Su mirada se posó en Hikari con una mezcla de desaprobación y curiosidad.
—No puedes traer a cualquiera a bordo solo porque te sientes mal por ellos —dijo Dracule con su tono característicamente frío—. ¿Qué te hace pensar que esta joven tiene algo que ofrecer?
Mar sabía que convencer a Dracule sería difícil, pero no estaba dispuesta a retroceder.
—Entrenaste a mi —replicó Mar, con voz firme—. Puedo entrenarla también. Tiene esa voluntad de no rendirse, como la que yo tenía cuando me encontraste.
Dracule permaneció en silencio por un momento, observando a ambas chicas. Luego, miró a Mar directamente.
—Si insistes en esto, tendrás que hacerte responsable. Será tu tarea entrenarla, y si no es capaz de seguir el ritmo, la dejarás atrás. —Luego, en un tono más grave, agregó—. Además, duplicaré tu entrenamiento. Si tienes tiempo para rescatar a otros, tienes tiempo para trabajar más duro.
Mar no vaciló. Sabía que sería difícil, pero también sabía que Hikari tenía una oportunidad, igual que la que le había dado Mihawk.
—Acepto —dijo Mar, sus ojos brillando con determinación.
Mihawk asintió ligeramente, satisfecho con su respuesta, y se retiró, dejando a las dos chicas solas. Hikari, aún sorprendida por lo que había sucedido, apenas podía hablar. Pero cuando finalmente encontró las palabras, su voz era suave y agradecida.
—No tienes que hacer esto por mí —dijo Hikari, su voz quebrándose ligeramente—. No sé por qué lo hiciste, pero te lo agradezco.
Mar sonrió, aunque sabía que el camino por delante sería largo y lleno de desafíos.
—Porque mereces la oportunidad de luchar por tu vida —respondió Mar con sinceridad
Desde ese día, Hikari entrenó incansablemente junto a Mar, aprendió a defenderse, a luchar. A lo largo de los años, desarrollaron una conexión profunda, más allá de la de simple capitana y compañera.
| En la actualidad |
Al amanecer, las tripulaciones se preparaban para zarpar hacia a Drum. Las velas estaban siendo izadas y los preparativos de los barcos avanzaban a buen ritmo, con ambos grupos listos para la siguiente aventura. Mar estaba cerca de la barandilla del barco, observando cómo su tripulación se movía con agilidad entre los aparejos. Sentía una mezcla de emociones: esperanza, ansiedad y una ligera impaciencia por llegar a Drum y seguir con su búsqueda.
—Capitana, ¿estás lista para lo que viene? —preguntó Hikari, su mano descansando en la barandilla junto a la de Mar.
Su largo cabello oscuro se agitaba con el viento, y sus ojos, aunque siempre alertas y enfocados, parecían más suaves en ese momento.
—¿Lista? No lo sé, Hikari, pero no voy a detenerme ahora —respondió Mar, con un leve suspiro. Luego, la miró directamente—. ¿Recuerdas cómo nos conocimos?
Hikari asintió lentamente, su expresión se volvió más seria mientras sus pensamientos retrocedían en el tiempo.
—Claro que lo recuerdo —respondió Hikari—. Me salvaste.
Mar río suavemente al escuchar eso.
—No era tan valiente como crees. Solo no podía quedarme de brazos cruzados.
Hikari la observó en silencio, sabiendo que la historia que compartían era más profunda de lo que Mar dejaba ver con esa respuesta. Ambas habían experimentado el dolor del abandono, la traición y la lucha por sobrevivir en un mundo cruel.
—Me recordabas a mí misma, Hikari —dijo Mar, su voz más suave ahora—. No podía dejar que te consumiera la misma oscuridad que casi me consume a mí.
Hikari se giró hacia Mar y le dio una leve sonrisa.
—Desde entonces, decidí seguirte a donde fueras. Eres la hermana que nunca tuve, y te seguiré hasta el fin del mundo si es necesario —dijo Hikari, con sinceridad.
—Y yo también te seguiría, Hikari. Hemos recorrido un largo camino juntas, y aún nos queda mucho más por recorrer.
Ambas se quedaron un momento en silencio, compartiendo esa conexión que las había unido desde su primer encuentro. La brisa marina seguía acariciando sus rostros, mientras el sonido de las olas se mezclaba con el bullicio de los piratas que ultimaban los detalles antes de zarpar.
—Drum será complicado, pero estoy segura de que juntos encontraremos las respuestas que buscas.
Mar, con determinación renovada, miró al horizonte.
—Sí, no me detendré hasta encontrarlo.
Con esa resolución, ambas se separaron y volvieron a sus deberes, sabiendo que el viaje a Drum sería un nuevo capítulo en su travesía. Mientras las velas comenzaban a llenarse con el viento y los barcos se deslizaban por las aguas en dirección al norte, un nuevo sentimiento de esperanza y camaradería envolvía a las dos tripulaciones.
El viaje hacia Drum había comenzado, y Mar sabía que no importaba lo que sucediera, seguiría avanzando, con su tripulación y Buggy a su lado, y con Hikari siempre fiel a su lado, como una hermana que había encontrado en los mares del destino.
Los barcos navegaban a través de aguas cada vez más turbulentas, la nieve caía con fuerza, convirtiendo el horizonte en una mancha borrosa y blanca. El gélido viento arreciaba, cubriendo las velas y las cubiertas de los barcos con una capa de escarcha, las montañas nevadas y los bosques cubiertos de nieve se hacía cada vez más clara a medida que se acercaban a la costa.
—Este lugar es más frío de lo que esperaba —murmuró Buggy, sacudiendo los brazos mientras tiritaba—. ¡Ya odio este lugar!
—Drum es conocido por sus climas extremos y su aislamiento —respondió Ren, que llevaba su largo abrigo gris y parecía mucho más preparado para el clima. Sus ojos brillaban con determinación, aunque las capas de nieve no le hacían el camino fácil.
Cuando los barcos finalmente llegaron a la costa, la tripulación de Mar se preparó para desembarcar. Mar notó a lo lejos unas figuras que se acercaban rápidamente, avanzando con decisión a través de la nieve.
—Capitana, parece que tenemos compañía —dijo Hikari, su mano descansando sobre el mango de su espada.
Mar se giró hacia las figuras, entrecerrando los ojos para distinguir mejor a los recién llegados. Un grupo de habitantes locales se acercaba liderado por un hombre alto y robusto que montaba un imponente reno blanco. A su alrededor, varios hombres armados y aunque no eran numerosos, se movían con una coordinación que demostraba su experiencia en situaciones como esta.
El hombre en el reno detuvo a su grupo a unos metros de la tripulación de Mar y Buggy, alzando una mano en señal de alto. Su presencia era intimidante, y Mar podía ver la cautela en su mirada.
—¡Deténganse ahí! —gritó el hombre, su voz resonando sobre el viento gélido—. Soy Dalton, protector de esta isla. Si buscan causar problemas, Drum no es lugar para ustedes.
Mar levantó una mano en señal de paz, dando un paso al frente.
—No buscamos conflictos, solo respuestas.
Dalton observó a Mar por un momento, evaluándola con sus ojos penetrantes, los habitantes locales miraban a los recién llegados con desconfianza.
—Ya hemos tenido suficientes problemas con piratas recientemente —dijo Dalton—. Si buscan causar más disturbios, les advierto que no serán bienvenidos aquí.
—Lo entiendo —respondió Mar, su voz tranquila pero firme—. Pero no somos como los piratas que han venido antes. Mi tripulación y yo solo buscamos a mi hermano. Las pistas nos llevaron hasta esta isla.
Dalton frunció el ceño, sus manos tensándose en las riendas del reno. Podía sentir la sinceridad en la voz de Mar, pero no podía permitirse confiar ciegamente en piratas, no después de todo lo que había sucedido. Sin embargo, antes de que pudiera responder, uno de los aldeanos que estaba junto a él intervino.
—Dalton, tal vez deberíamos escuchar lo que tienen que decir. No todos los piratas vienen con malas intenciones. Después de todo, los Sombrero de Paja nos ayudaron a liberarnos de Wapol.
Dalton suspiró, consciente de la verdad en esas palabras. Tras unos momentos de reflexión, decidió darles el beneficio de la duda.
—Está bien, pero no crean que confío en ustedes aún —dijo con firmeza—. Si de verdad buscan a alguien, tal vez puedan hablar con los médicos de la isla. Ellos han estado ayudando a los habitantes a recuperarse de los desastres recientes, y puede que sepan algo que les sea útil.
—Gracias —respondió Mar con un leve asentimiento de cabeza—. Agradecemos la oportunidad de demostrar que no somos una amenaza.
Ren, que había permanecido en silencio observando el intercambio, se acercó a Mar.
—Parece que al menos nos están dando una oportunidad. ¿Crees que encontraremos algo aquí?
—Lo espero —respondió Mar, mirando hacia el horizonte nevado. Sabía que su búsqueda estaba lejos de terminar, pero cada paso la acercaba más a las respuestas que necesitaba.
Mientras la tripulación comenzaba a moverse hacia el interior de la isla, Mar sintió la mirada de Dalton sobre ella. Sabía que estaba siendo observada con desconfianza, y no podía culparlo. Después de todo, Drum había sido sacudida por la llegada de piratas antes, y la reputación de los piratas en general no era precisamente buena.
Kaito y Hikari caminaban a su lado, mientras Buggy y su tripulación mantenían una distancia prudente detrás. Aunque las dos tripulaciones se habían unido en este viaje, cada una mantenía su propia dinámica, y Buggy no estaba muy interesado en interactuar con los habitantes locales.
—Este lugar es peligroso —comentó Kaito, mirando alrededor con cautela—. Si realmente hay pistas sobre tu hermano aquí, es posible que no seamos los únicos que las estén buscando.
Mar asintió, sabiendo que su búsqueda los llevaría por caminos complicados. Pero estaba decidida. No importaba cuán inhóspita fuera la isla de Drum, no se detendría hasta encontrar lo que había venido a buscar.
—Vamos a encontrarlo, Kaito. Lo sé. —Mar pronunció esas palabras con una convicción firme mientras avanzaban hacia lo desconocido.
Dalton los guió hacia un refugio en una de las aldeas más cercanas. El lugar estaba bien protegido del frío implacable que caracterizaba la isla. Las paredes de madera eran gruesas, y una cálida chimenea en el centro del refugio proporcionaba algo de alivio tras el arduo trayecto.
Dalton observaba con atención cada movimiento de Mar. Aún no estaba completamente convencido de que sus intenciones fueran puramente nobles, pero había algo en ella, en su mirada determinada, que le recordaba a alguien que había conocido tiempo atrás.
Cuando la tripulación de Mar se instaló, Dalton se acercó a la capitana pidiendo hablar a solas con ella, los demás salieron sin titubear. El ambiente entre ambos era tenso, pero lleno de respeto mutuo.
—Buscas a tu hermano —empezó Dalton, rompiendo el silencio—. Eso no suena como el tipo de motivo común entre piratas. ¿Qué fue lo que te trajo a Drum realmente?
Sentada junto a la chimenea en el refugio, Mar seguía observando las llamas que parpadeaban con el viento que se filtraba por las paredes de madera. Su mente estaba absorta en recuerdos confusos, preguntas sin respuesta y el peso de lo que había revelado la hoja del diario que encontró en Elbaf.
Dalton percibió el conflicto interno de la capitana. Se acercó a ella, inclinando levemente la cabeza para que Mar notara su presencia, ella levantó la mirada hacia él, sus ojos reflejaban el cansancio de años de búsqueda, pero también la determinación de alguien que no estaba dispuesta a rendirse.
—Hace tantos años que lo estoy buscando... pero la verdad es que olvide su rostro y su nombre. Todo lo que me queda de mi hermano son recuerdos vagos y esa hoja, algo que encontramos en Elbaf —Mar extendió la página desgastada, su mano temblando ligeramente. Dalton la tomó con cuidado, leyendo las palabras que contenían las emociones de un hombre que había dejado atrás a alguien importante en su vida—. Lo único que sé es que me abandonó cuando tenía siete años... para buscar el One Piece.
Dalton leyó en voz baja los pensamientos escritos de un hombre que había tomado una decisión difícil. Las palabras eran claras, llenas de arrepentimiento y, sin embargo, estaban marcadas por la obstinación de alguien que había optado por seguir su propio camino, sin importar el costo.
—Tu hermano, aunque lo dejó todo por convertirse en pirata, claramente te llevaba en el corazón.
Mar miraba fijamente la hoja, como si intentara extraer alguna verdad que aún se le escapaba. El dolor de su abandono había marcado su vida, pero saber que, en algún lugar, su hermano pensaba en ella, sólo complicaba sus sentimientos. No sabía si estaba enojada, triste o simplemente vacía.
—No lo entiendo —dijo en voz baja, sus palabras entrecortadas—. Si pensaba en mí, si me quería, ¿por qué lo hizo? Nunca entendí por qué el One Piece era más importante que su propia hermana.
Dalton dejó la hoja sobre la mesa y la miró, comprendiendo el conflicto. Él mismo había sido testigo de personas que sacrificaban todo por un sueño que parecía inalcanzable.
—El camino de un pirata es solitario —dijo Dalton con suavidad—. A veces, las personas se obsesionan con una idea, un sueño que creen que lo es todo. No siempre es justo, y rara vez es fácil para aquellos que dejan atrás. —Hizo una pausa, sus ojos mostrando compasión—. No puedo decirte por qué tomó esa decisión, pero está claro que nunca dejó de preocuparse por ti, incluso mientras perseguía ese sueño.
Mar se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre las rodillas, mientras sus pensamientos giraban en torno a la última vez que vio a su hermano, cuando sólo era una niña.
—No puedo recordar nada de mi hermano —confesó Mar—. Es como si, con el tiempo, hubiera borrado todo para poder seguir adelante... pero la verdad es que nunca lo he dejado atrás. Siempre he tenido la esperanza de que, en algún lugar, él siga vivo.
—Si vino a Drum, es posible que haya dejado algo detrás. Una pista, una señal de hacia dónde fue.
Mar levantó la cabeza, con una chispa de esperanza en sus ojos. Sabía que las probabilidades de encontrar a su hermano eran bajas, pero no podía darse por vencida. La hoja del diario, aunque limitada, la había traído hasta Drum. Tal vez aquí podría encontrar otra pista que la llevara más cerca de él.
—¿Conoces a alguien en Drum que pudiera haber visto a mi hermano? —preguntó Mar, con la esperanza de que Dalton pudiera darle alguna dirección.
—Lo más probable es que hubiera buscado a Kureha, nuestra mejor médica. Muchos vienen a Drum por ella. Y si mencionó un "lugar frío y lejano", no me sorprendería que hubiera subido a uno de los castillos en las montañas. Kureha es la única que podría haberse encontrado con él.
—Kureha... —repitió Mar, asintiendo lentamente. El nombre ya le sonaba conocido por lo que le habían dicho antes, pero ahora tenía una nueva razón para buscar a la doctora.
—Te llevaré con ella, pero te advierto que no será fácil, no es conocida por ser hospitalaria con extraños, y menos con piratas. Si estás decidida a encontrar respuestas, lo mejor será dirigirnos a la Montaña del Tambor, donde vive Kureha —dijo Dalton, señalando hacia la imponente silueta que se alzaba a lo lejos, sus picos cubiertos de nieve—. Es una subida peligrosa.
Mar asintió, su mirada fija en la montaña que se erguía como un desafío. Sabía que no sería fácil, pero había llegado demasiado lejos para retroceder.
—Aprecio tu ayuda, Dalton —comenzó Mar, su tono firme—. Pero lo haré sola. No puedo arriesgarme a que mi tripulación o tú se pongan en peligro por algo que es solo mi carga.
Dalton asintió, respetando su decisión.
—Entiendo. —dijo finalmente—. Si te presentas con un grupo numeroso, es probable que te rechace antes de que puedas decirle una palabra.
—Gracias Dalton —dijo Mar, su tono firme pero calmado. Luego se giró hacia su tripulación y la de Buggy, que observaban la conversación con atención—. Necesito que todos cuiden la isla mientras estoy fuera, no podemos arriesgarnos a que Drum caiga en manos equivocadas, quiero que estén listos.
Las dos tripulaciones asintieron con seriedad, reconociendo la importancia de su tarea. Mar se preparaba para partir cuando sintió una mano firme en su hombro. Buggy, quien la observaba con una mezcla de seriedad y algo que no siempre mostraba: preocupación.
—Oye, si vas a subir esas montañas sola, por lo menos lleva esto —dijo Buggy, quitándose su chaqueta y ofreciéndosela, perfecta para soportar el clima helado de Drum.
Mar frunció el ceño, sorprendida por el gesto.
—No es necesario. Estaré bien.
Buggy, con una expresión desafiante, cruzó los brazos y la miró directamente a los ojos.
—Estás entrando en un territorio desconocido, el frío puede matarte más rápido que cualquier enemigo. Tomala
Mar vaciló por un momento, mirándolo con escepticismo. Sabía que Buggy no cedería hasta que aceptara su ofrecimiento. A regañadientes, tomó la chaqueta y se la puso.
—Está bien, gracias —murmuró, tratando de disimular el leve sonrojo en su rostro mientras ajustaba la prenda.
—No tienes que agradecerme —respondió Buggy con una sonrisa arrogante, pero un brillo de satisfacción en sus ojos. Luego se acercó un poco más tocando suavemente su mentón—. Cuídate allá arriba, ¿entendido?
Mar asintió y les dio una última mirada a sus tripulantes y a Buggy antes de comenzar su ascenso. Sabía que Drum era implacable, pero no podía permitirse retroceder ahora.
Mientras se alejaba, sintió el calor de la chaqueta que Buggy le había dado, avanzaba por el sendero que conducía a la Montaña del Tambor, sintiendo cómo el viento gélido azotaba su rostro. El frío era implacable, y la nieve caía en pequeños copos, cada vez más espesa, cubriendo rápidamente el terreno bajo sus pies. La montaña, imponente y solitaria, parecía desafiarla con su altura y su blancura infinita.
Con cada paso, sentía la tensión en su cuerpo, tanto por el esfuerzo físico como por los pensamientos que la asaltaban. A pesar de todo, la posibilidad de obtener pistas la mantenía firme. El camino se estrechaba, y la vegetación comenzaba a desaparecer, solo se escuchaba el viento y el crujido de la nieve bajo sus botas. De repente, una figura apareció a lo lejos, entre las sombras que proyectaban las rocas.
—Tú otra vez —dijo Mar, su tono serio y desafiante—. ¿Qué haces aquí?
El hombre se acercó lentamente, sin mostrar signos de agresión, la capucha que cubría su rostro proyectaba sombras, haciendo difícil discernir sus expresiones.
—No es coincidencia, Mar —respondió él con voz calmada, aunque algo misteriosa—. Estoy aquí porque, quiero ayudarte
Mar lo observó con cautela. Apretó los puños, manteniendo una mano cerca de la empuñadura de su espada, pero no dio ningún paso hacia atrás.
—¿Por qué me ayudaste en Loguetown? —preguntó Mar con frialdad—. No confío en los extraños, y menos en los que aparecen en los momentos más oportunos. ¿Qué es lo que realmente quieres?
El hombre se detuvo a unos pasos de ella, manteniendo una distancia prudente. Sus labios esbozaron una leve sonrisa bajo la sombra de su capucha.
—Esa es la pregunta correcta —dijo en voz baja—. Lo que busco es conocimiento, lo que realmente significa el One Piece. No soy el único que cree que ese tesoro es más que oro y riquezas.
—No estoy interesada en leyendas —replicó Mar, apretando los dientes—. Solo quiero encontrar a mi hermano.
El hombre la observó con una mirada que parecía evaluar cada palabra, cada gesto. Luego, dio un paso hacia atrás, levantando las manos en un gesto de paz.
—Eso lo entiendo. Pero ten cuidado, Mar. La búsqueda de tu hermano te llevará a lugares oscuros, y no todos están interesados en ayudarte. Algunos, como yo, buscan algo más grande. Pero otros podrían no ser tan... amables.
Mar lo miró con desconfianza. Aunque sus palabras tenían un tono conciliador, había algo en su presencia que la inquietaba. No podía confiar en él, pero tampoco podía ignorar lo que decía. Aun así, tenía un objetivo claro, y no iba a permitir que él la distrajera.
—No necesito tu ayuda —dijo Mar con firmeza—. Si me cruzo con ese conocimiento que buscas, será por mi cuenta.
El hombre sonrió, pero su sonrisa no alcanzaba sus ojos.
—Nos veremos de nuevo, Mar. Cuídate en la montaña.
Y como si se desvaneciera en el viento, se giró y desapareció entre las rocas y la nieve, dejándola sola en el sendero helado. Mar se quedó inmóvil por un momento, preguntándose si había hecho lo correcto al apartarlo, pero sacudió esos pensamientos.
Las corrientes de aire helado se hacían más violentas, arremolinando la nieve a su alrededor y dificultando su visión. Mar ajustó la chaqueta de Buggy, agradecida por el calor que le brindaba, aunque su corazón latía rápido por el esfuerzo.
De repente, el terreno bajo sus pies cedió. Mar no tuvo tiempo de reaccionar antes de que la nieve la tragara, haciéndola perder el equilibrio y caer por un pequeño barranco. Su cuerpo rodó entre rocas y nieve, hasta que finalmente quedó detenida en un montículo helado.
El golpe le arrancó el aire de los pulmones, y el dolor la paralizó. Sentía su cabeza nublada, el frío comenzaba a invadir su cuerpo con rapidez, y su visión se volvía borrosa. Intentó moverse, pero el cansancio y el dolor le impedían siquiera levantarse.
Con la vista enturbiada, distinguió una figura que se acercaba desde la distancia. Era alta y se movía con una agilidad inesperada para alguien en aquel terreno hostil. La figura se acercó rápidamente, y Mar apenas pudo distinguir los detalles: una silueta esbelta envuelta en pieles gruesas, con ojos agudos y penetrantes que la observaban con detenimiento. No sabía quién era, pero su instinto le decía que aquella figura había llegado para salvarla. Entonces, sus ojos se cerraron, cayendo en la inconsciencia mientras la tormenta continuaba rugiendo alrededor de ella.
| Horas después, en alguna parte de Drum |
Cuando Mar despertó, lo primero que sintió fue el calor envolvente que contrastaba drásticamente con el frío mortal que había experimentado en la montaña. Parpadeó lentamente, sus ojos enfocándose en el techo de madera desgastada de una cabaña. El sonido del viento soplando afuera era apenas perceptible detrás de las paredes, pero lo que realmente capturó su atención fue la ausencia de la chaqueta de Buggy.
Se levantó bruscamente, el dolor recorriendo su cuerpo como una punzada eléctrica, pero la ansiedad por no encontrar la chaqueta la obligó a ignorarlo. Sus manos tantearon la cama donde estaba acostada, buscando la prenda con desesperación, pero no estaba allí.
Estaba en una cabaña pequeña y rústica, llena de frascos con hierbas, extrañas herramientas médicas y pieles colgadas en las paredes. A pesar de la cálida chimenea que mantenía el lugar acogedor, una sensación de pánico se apoderó de ella. Antes de que pudiera moverse más, la puerta de la cabaña se abrió de golpe, y una figura imponente entró, la observaba con una expresión severa. Sus ojos eran afilados, llenos de una mezcla de sabiduría y desdén.
—¿Buscas algo? —preguntó la mujer, su tono autoritario.
Mar la miró, todavía un poco desorientada, pero su mente se centró rápidamente en la pregunta que más la inquietaba.
—La chaqueta que llevaba. ¿Dónde está? —comenzó Mar, su voz un tanto quebrada.
La mujer arqueó una ceja y cruzó los brazos.
—Está colgada cerca del fuego. No querías morirte de hipotermia por aferrarte a una prenda, ¿verdad? —respondió con un tono sarcástico.
Mar dejó escapar un suspiro de alivio, aunque todavía estaba algo inquieta por haber despertado sin ella. La mujer avanzó un poco más, acercándose a la cama donde Mar estaba recostada.
—Deberías preocuparte menos por la chaqueta y más por ti misma —dijo la mujer, su tono aún severo—. Si no te hubiera encontrado a tiempo, estarías enterrada bajo la nieve ahora mismo.
Mar frunció el ceño, tratando de moverse, pero el dolor en su cuerpo la obligó a detenerse. Miró a la mujer nuevamente, y entonces las piezas comenzaron a encajar en su mente.
—Tú eres... —empezó Mar, intentando sentarse—. Kureha, la doctora de Drum.
Kureha sonrió con una mezcla de arrogancia y satisfacción, como si fuera obvio que debía ser reconocida.
—Veo que has escuchado de mí —respondió Kureha—. Pero lo que me interesa es qué hace la discípula de Dracule Mihawk, perdida en las montañas de Drum.
Mar sintió que un escalofrío recorría su columna por el hecho de que Kureha sabía exactamente quién era. Que alguien tan aislado y remoto como la doctora de Drum la reconociera como la que entrenó bajo el legendario espadachín no era algo que había esperado.
—¿Cómo sabes quién soy? —preguntó Mar, sorprendida.
Kureha se encogió de hombros mientras se acercaba a una mesa llena de frascos y mezclaba algunas hierbas en un cuenco.
—Escucho historias, como todo el mundo. Los rumores sobre la "Pirata Violinista" y su mentor han llegado incluso a este rincón del mundo —dijo Kureha con indiferencia.
Mar tragó saliva y miró a Kureha con una mezcla de respeto y desafío. Sabía que no podía desviar la conversación por mucho tiempo, y aunque no le gusta que la reconocieran solo por su relación con Mihawk, tenía una misión más importante en mente.
—Estoy buscando a mi hermano —dijo Mar, su voz más firme—. Hace años que no sé de él. Lo último que supe es que pudo haber pasado por aquí, buscando algo en las montañas y Dalton piensa que tal vez tú sabrías algo.
Kureha dejó el cuenco en la mesa y se giró hacia Mar, observándola en silencio por unos segundos.
—Hace años, un joven pasó por aquí —dijo finalmente, con un tono pensativo—. Era testarudo, ambicioso, y no escuchaba a nadie. Me pidió ayuda, pero no necesitaba un médico, sino alguien que pudiera guiarlo. Hablaba del One Piece, como tantos otros idiotas que pasan por esta isla.
Mar sintió un nudo en el estómago. Esa descripción se ajustaba perfectamente a su hermano.
—¿Sabes a dónde fue? —preguntó, su corazón latiendo con fuerza—. ¿Dejó algo? ¿Una pista?
Kureha se cruzó de brazos y la miró con una mezcla de curiosidad y algo de compasión.
—No dejó mucho, recuerdo que hablaba de un lugar lejano, más allá de las montañas nevadas. Si realmente quieres encontrarlo, niña, tendrás que estar dispuesta a ir más allá de lo que has ido hasta ahora.
Mar asintió, sintiendo que finalmente estaba un paso más cerca de su objetivo. Pero antes de que pudiera preguntar más, Kureha caminó hacia una pequeña caja de madera en la esquina de la habitación. La abrió y sacó un objeto pequeño envuelto en tela.
—Dejó esto —dijo Kureha mientras lo entregaba—. No sé por qué, pero me pidió que lo guardara.
Mar deshizo el nudo de la tela, y lo que vio la sorprendió. Era una brújula, antigua y desgastada, con símbolos extraños grabados en su superficie. Aunque no comprendía su significado, sabía que este objeto era crucial para continuar su búsqueda.
—No me des las gracias todavía. El camino que te espera es largo, y lo que encuentres puede no ser lo que esperas —advirtió Kureha, cruzando los brazos nuevamente.
Kureha observó a Mar con su característica mirada aguda, como si pudiera ver a través de cada capa de su ser. El silencio en la pequeña cabaña era palpable, roto solo por el leve crujir de la madera bajo sus pies y el crepitar del fuego en la chimenea. Mar, aún sosteniendo la brújula, estaba a punto de levantarse cuando Kureha habló de nuevo.
—No te vayas tan rápido, niña. —Kureha la miró de reojo mientras revolvía algo en un cuenco de madera—. Hay muchas cosas que no sabes, y si sigues corriendo a ciegas, solo encontrarás tu final antes de tiempo.
Mar se detuvo a mitad de su movimiento para levantarse, volvió a sentarse. Había algo en la manera en que Kureha hablaba, una mezcla de autoridad y conocimiento que sería un error ignorarla.
—¿A qué te refieres? —preguntó Mar, su tono serio. Sabía que Kureha no era del tipo que ofrecía consejos gratuitamente, y mucho menos por amabilidad.
Kureha dejó de revolver y se giró hacia Mar, apoyándose en la mesa con las manos firmemente plantadas sobre la superficie.
—Te preguntas por qué te dejó, ¿verdad? —dijo la doctora, con su mirada fija en los ojos de Mar—. Por qué decidió perseguir algo tan distante, tan... inalcanzable.
—Sí... —respondió Mar en voz baja y Kureha soltó un resoplido.
—El One Piece no es solo un tesoro, niña. Es la promesa de algo más grande que la vida misma. Pensaba que encontrarlo cree que lo haría inmortal en la historia, que de alguna manera su ausencia sería justificada cuando tuviera éxito.
Mar apretó los dientes. Esas palabras le dolían, porque sabía que había verdad en ellas. Sabía que su hermano probablemente había sido consumido por la promesa de gloria, pero eso no hacía que su abandono fuera más fácil de soportar.
—Eso es lo que no entiendo... —murmuró Mar, bajando la mirada hacia la brújula—. ¿Cómo pudo pensar que estaba bien dejarme sola, solo por algo que ni siquiera es seguro que exista?
Kureha se acercó lentamente, apoyando una mano en el hombro de Mar.
—Viven en una realidad diferente a la nuestra. Para ellos, lo que importa lo que podría ser. —Kureha hizo una pausa, observando la expresión de Mar—. Tú no eres como él. No solo sigues sus pasos porque quieres lo mismo que él. Tú buscas algo diferente. Lo que realmente quieres es entenderlo, ¿no es así? ¿Saber por qué eligió ese camino?
El tiempo pasó lentamente mientras ambas mujeres permanecían en la cabaña. Kureha, comenzó a hablar sobre las historias que había escuchado a lo largo de los años, de piratas que venían y se iban, todos con el mismo brillo en los ojos. Algunos habían sobrevivido, pero muchos más habían perecido en el camino.
Afuera, la noche comenzaba a caer, y el sonido del viento se hizo más fuerte, golpeando las ventanas de la cabaña. Mar no pudo evitar mirar hacia la chimenea, donde la chaqueta de Buggy colgaba, seca y cálida. Era un recordatorio de que, a pesar de todo, no estaba sola en este viaje.
Las horas pasaron, y la conversación entre ambas mujeres continuó, desentrañando temas de la vida, la muerte, los sueños y las responsabilidades que cada uno lleva consigo. Kureha, a pesar de su dureza, mostró un lado de comprensión que Mar no había anticipado. En lugar de ser solo una médica, parecía ser alguien que entendía las cargas emocionales que los piratas, viajeros y buscadores llevaban consigo.
Cuando finalmente la luz del día comenzó a asomar por las ventanas, Mar sintió que había pasado una eternidad en esa cabaña, pero no de manera negativa. Kureha se levantó y caminó hacia la puerta, abriéndola para dejar entrar el aire frío de la mañana.
—Es hora de que te vayas —dijo, su tono más suave de lo habitual—. El camino por delante será difícil, pero tienes lo que necesitas. Y si alguna vez te pierdes, recuerda lo que realmente buscas.
Mar asintió, sintiendo una nueva resolución en su corazón. Tomó la chaqueta de Buggy, sintiendo el peso y el calor reconfortante en sus manos, y la colocó sobre sus hombros. Antes de salir, se volvió hacia Kureha una última vez.
—Gracias por... todo —dijo Mar, sinceramente.
Kureha solo la observó, con una sonrisa ligera pero misteriosa en sus labios.
—Solo recuerda, niña, que algunos caminos no tienen retorno. Asegúrate de que este sea el que realmente quieres seguir.
Con esas palabras resonando en su mente, Mar salió de la cabaña, lista para continuar su búsqueda. Sabía que la montaña aún la desafiaba, pero ahora, armada con el conocimiento que había ganado, estaba más preparada que nunca para enfrentarse a lo que viniera. Cuando finalmente llegó, vio a lo lejos las siluetas de su tripulación. Hikari, Ren y Kaito la esperaban con expresiones de alivio. Cerca de ellos, Buggy y su tripulación también estaban presentes, charlando en voz baja, aunque Buggy parecía distraído, mirando con frecuencia hacia la montaña.
Hikari fue la primera en verla. Sus ojos se iluminaron de alivio al reconocer la silueta de su capitana. No tardó en correr hacia ella, seguida de Ren, el artillero de la tripulación, y Kaito, el espadachín. Al llegar a su lado, todos se detuvieron un momento, evaluando a Mar en busca de signos de peligro o heridas.
—¡Mar! —exclamó Hikari, con una mezcla de preocupación y alivio—. ¿Estás bien? Llevas fuera mucho tiempo, y temíamos que algo te hubiera pasado en las montañas.
Ren cruzó los brazos, tratando de parecer serio, pero no podía ocultar la tensión en sus hombros.
—Ya sabes que no es lo mismo cuando no estás con nosotros. Incluso Buggy estaba inquieto.
Kaito observaba en calma, pero incluso él mostró una leve sonrisa cuando Mar asintió.
—Estoy bien, chicos —dijo Mar con una leve sonrisa—. Kureha y yo tuvimos una charla larga... muy larga. Pero he aprendido mucho. Esto nos pondrá más cerca de nuestro objetivo.
—¿Y qué te dijo la doctora? —preguntó Hikari, curiosa, pero antes de que Mar pudiera responder, notó algo extraño—. Espera, ¿y la chaqueta? ¿No llevabas la chaqueta de Buggy?
Mar se llevó instintivamente las manos a la chaqueta, sobresaltada. Miró a su alrededor, pero no veía la chaqueta que Buggy le había dado. La sensación de pánico la inundó por un momento, hasta que se dio cuenta de que seguía llevándola puesta, soltó una risa nerviosa. Antes de que la conversación pudiera continuar, Buggy se abrió paso entre su tripulación, mirándola directamente con sus brazos cruzados.
—¡Ya era hora! —exclamó con su típica teatralidad—. Estaba comenzando a pensar que la montaña te había tragado. Aunque me alegra ver que sigues entera.
Mar se permitió una sonrisa antes de darle una mirada significativa.
—Tenemos que hablar, Buggy.
—¿Ahora? —respondió él, algo sorprendido, pero asintiendo rápidamente—. Bien, vamos.
Mar hizo un gesto para que ambos se apartaran de la tripulación. Encontraron un lugar más alejado, un claro en la nieve rodeado de árboles donde el viento apenas llegaba. Mar podía sentir la incomodidad en el aire; Buggy no era exactamente el tipo que disfrutaba de conversaciones serias.
—¿Qué pasa? —preguntó Buggy, mirándola con curiosidad mientras se apoyaba en un árbol. Había un leve destello de preocupación en sus ojos, algo raro en él.
—La persona que nos dio la pista en Loguetown... volvió a aparecer.
Buggy frunció el ceño, claramente incómodo con la idea de alguien jugando a las sombras con Mar.
—¿Te siguió hasta aquí? —preguntó, su tono más serio de lo que Mar había escuchado en mucho tiempo—. ¿Quién diablos es esa persona? ¿Qué quiere de ti?
—No lo sé —admitió Mar, su frustración evidente—. Esa es la parte que me preocupa. No me ha pedido nada, pero... siento que todo esto es una trampa. Pero al mismo tiempo, no puedo ignorar que me ha llevado un paso más cerca de mi hermano. Eso es lo que me confunde.
Buggy se acercó lentamente, observando el rostro de Mar con una mezcla de preocupación y algo más que no lograba expresar del todo. Su mano se movió instintivamente hacia su hombro, como si quisiera decir algo, pero las palabras parecían eludirlo.
—Esto no me gusta, Mar. —Su voz era baja, casi un susurro—. Alguien está jugando con tu mente, y no voy a quedarme de brazos cruzados viendo cómo te arriesgas por algo que no está claro. Puedes contar conmigo, no tienes que cargar con todo esto tú sola.
Mar lo miró a los ojos, sorprendida por la sinceridad de sus palabras. No estaba acostumbrada a ver ese lado de Buggy, ese lado que parecía genuinamente preocupado por ella. Antes de que pudiera responder, Buggy dio un paso más y, de repente, la abrazó.
El gesto la tomó completamente por sorpresa. Al principio, Mar se quedó inmóvil, sin saber cómo reaccionar. Buggy no era alguien que ofreciera afecto tan abiertamente. Era raro, desconcertante, y completamente fuera de lo que Mar esperaba.
—¿Buggy...? —murmuró ella, claramente desconcertada—. ¿Qué estás haciendo?
Buggy no respondió de inmediato. Su agarre no era apretado, pero tampoco la soltaba.
—No lo sé. —admitió finalmente, su voz sonaba más suave de lo habitual—. Simplemente... me preocupo. No sé qué es, pero no quiero que te pierdas en todo esto. Solo... asegúrate de que estás bien.
Mar permaneció en silencio, sintiendo el calor del abrazo y la confusión en su mente. No estaba acostumbrada a ese tipo de afecto, menos de alguien como Buggy. Una parte de ella quería apartarse, pero otra parte, más profunda, le decía que tal vez necesitaba ese momento más de lo que quería admitir. Lentamente, sus brazos se levantaron y le devolvió el abrazo
—No sé qué significa todo esto, Buggy —dijo ella en voz baja—. Pero gracias. Es... extraño, pero gracias.
El abrazo duró un momento más antes de que Buggy la soltara, mirándola con una mezcla de seriedad y su típica arrogancia.
—No te acostumbres a esto, ¿eh? —dijo con una sonrisa burlona—. No soy del tipo emocional.
Mar soltó una risa, asintiendo.
—Lo sé. Pero lo aprecio, de verdad.
Ambos se quedaron allí un momento más, el viento frío pasando a su alrededor, mientras el sol comenzaba a hundirse en el horizonte. La conexión entre ellos, aunque no hablada, era clara. Sin importar qué desafíos vinieran, sabían que podían contar el uno con el otro.
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