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「 𝐓𝐇𝐄 𝐑𝐎𝐓𝐓𝐄𝐍 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 𝐀𝐍𝐃 𝐓𝐇𝐄 𝐀𝐂𝐂𝐔𝐑𝐒𝐄𝐃 𝐑𝐎𝐒𝐄 」


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❅ Retelling Navideño Editorial Historias: última cosecha 2022.

❅ Número de palabras : 4309.

❅ Historia clásica: La Bella y La Bestia

❅ Género: Terror.

 ❅ Aviso de contenido: angst, y gore, no recomendado para personas sensibles.

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「 ʀᴇɢᴀʟᴏ ᴅᴇ ɴᴀᴠɪᴅᴀᴅ 」



El castillo conocido como el "château de Chambord", está ubicado en la región del Centro-Valle de Loira en Francia y posee una arquitectura renacentista francesa que es distintiva por su mezcla entre formas medievales y estructuras clásicas italianas. La noche acaece con fuerza y no hay ni una sola estrella en el cielo. Las nubes son extintas y un frío acaricia cada rincón del palacio que está perdido en lo ajeno del mundo.

Los lobos aúllan hacia la luna azulada que vislumbra en el cielo, y una neblina oscura rodea el castillo mostrando una imagen más lúgubre, y tétrica. Los árboles que se encuentran al derredor tienen un aspecto tenebroso y parecen susurrar un canto fúnebre. Las rejas del castillo se abren con el vuelo de los cuervos que amenazan con su bienvenida, y un grotesco  bramido se deja sonar por todos los lares del edificio ambiguo. En la entrada, una enorme bestia de extenso pelaje limpia el resto de lágrimas pervivas en el rostro impoluto de su invitada especial.

Bella estaba triste, angustiada y se sentía muy perdida. Hacía bastante tiempo que el castillo en el que fue intercambiada por su padre se convirtió en su hogar, y en dónde la bestia que todo el mundo rehuía y temía se había convertido en el hombre que fue alguna vez por el amor que sentía hacia ella, una doncella de largos cabellos castaños. Y así se suponía que debía terminar su amado, perfecto y maldito cuento; pero las cosas fueron muy distintas a como se imaginaba. Esperaron ambos que tras destruir el maleficio, los ciudadanos aceptarían su unión, como habían aceptado a los sirvientes que regresaron a su cuerpo humano. Pero se equivocaba una vez más; fueron completamente rechazados, los repudiaban con creces y los maldecían por su existencia. Las risas y los rostros alegres que se había imaginado que tendrían tras la noticia, fueron sueños que jamás se cumplirían. Los odiaban por igual por haberles condenado tantos años a sufrir una separación con sus seres queridos, solamente por un egoísta rey que buscaba únicamente sus propios beneficios y por una mujer que buscaba vivir una aventura.

Bella, la mujer hermosa de pálida piel, de ojos castaños y de un largo y sedoso cabello oscuro, no podía creer la injusticia que estaban cometiendo con ellos; después de tantos años siendo la repudiada e identificada como la extraña del pueblo, pese haber salvado a las personas de un maleficio tan horrible, las cosas no habían cambiado y eso le resultaba tedioso y desagradable, no se merecían aquello. Recuerda cómo una tarde de noche caída trataron de hacerles entrar en razón al pueblo que amaban, más la respuesta de su gente fue pavorosa. Los vapulearon con incesantes rocas y ramas gruesas. Bestia la protegió contra todo pronóstico con su endeble cuerpo pero tonificado; sin embargo, lo siguiente fue algo inevitable.

A pesar de poseer ahora un cuerpo humano, la rabia y el dolor sufrido durante tantos años seguía vigente y latente en su frío y destrozado corazón; por ese motivo, su cuerpo se movió solo. No fue intencionado, por supuesto, pero cuándo uno de los humanos le lanzó una de las rocas más grandes y a una velocidad vertiginosa, su esposo  lo regresó con tal fuerza que el sonido que hizo al chocar contra la cabeza del atacante fue desagradable: vacío y hueco, así fue como sonó y que causó que sus cuerpos se quedasen helados y mortificados.

Ante el mundo que los observaba, ante sus ojos juzgadores e indecorosos, el cuerpo del hombre mayor cayó a la húmeda hierba con un estruendoso sonido. Los gritos, las lágrimas y los rostros descompuestos fueron imágenes que Bella sabía que sería incapaz de olvidar nunca. Después de aquel nefasto suceso, ambos regresaron a ocultarse en su castillo, que seguía escondido en la más alta colina y en la oscuridad más férrea.

Después de aquello, la maldición regresó al hombre que amaba con todo su ser. No lograba saber porqué no había piedad para él, la magia de los dioses debía de entender que había sido un accidente, pero cuándo distinguió su cuerpo musculoso y de piel tersa ser invadido por pelaje oscuro y robusto, la angustia de apoderó de ella. Su hombre fue castigado una vez más a recuperar la apariencia del monstruo del pasado y con ello, la oscuridad pareció envolverse más en sus interiores.

Actualmente, observan la reja metálica que los separa del resto del mundo. Bella siente lágrimas apoderarse en sus ojos al vislumbrar a la perfección los letreros clavados en estacas y en toda su extensión. Su mente se llena de las miles palabras similares y horrorosas, remarcadas en un tono rojizo y enormes. Las más crueles se graban en su memoria: "Hijos del Diablo", "Asesinos", "Traidores", y la peor de todas: "Los monstruos merecen morir".

Los humanos suelen ser muy predecibles, Bella lo sabe muy bien. Cuándo el miedo y el terror los aboca, sus actos suelen ser coaccionados por ello, aun así, la tristeza la embarga. En tiempos de unión como en aquel momento, encima cerca de la festividad navideña, aquella situación mortuoria lo destrozaba todo. 

Ahora, su amado esposo le limpia las lágrimas incesantes de su delicado rostro, y ella quiere que se detenga. No puede creer que pese a todo, no pudieran ver el gran corazón de su princesa y su deseo de salvarles y de ofrecerles una mejor vida. —¡Estamos juntos en esto, amor mío! ¡No desistas, te lo pido! —suplicó con suavidad el ser de pelaje extenso y tamaño desmesurado.

Pero aquellas palabras le eran ajenas, porque ya no habitaba esperanza con ella.

—¡¿Cómo va a ser eso posible, Adán?! —Le cuestionó envuelta en sus tristes sentimientos y llamándolo por su verdadero nombre—. ¡De esta forma, es imposible si quiera tener una vida normal! ¡Vuestro hechizo regresó al matar al humano, y toda la aldea quiere vernos muertos! ¡No existe razón alguna para seguir soportando esto!

El rostro de la bestia poseía una expresión indescifrable, aunque por su mirada oscura se denotaba la rabia y la impotencia. Bella observó la manera en la que apretaba sus enormes zarpas y en un silencio intenso y perpetuo, abandonó a la joven en la entrada junto a los barrotes de metal que protegían su castillo. Ella soltó un tenso suspiro, y mientras observaba el vaho que se escapaba de sus congelados labios, las lágrimas volvieron a invadirla. Un angustioso peso muerto se instaló en su estómago y tuvo ganas de devolver los platillos de pasta que había ingerido en la tarde.

Se sentía fatal al molestar a su esposo con el mismo tema de siempre, pero no era capaz de hacer nada más. Al fin y al cabo, era con el único con el que podía liberarse un poco ya que no quedaba nadie más en palacio. Sola y abandonada en aquel laberinto de emociones, se ocupó de arrancar aquellos tablones asquerosos, y los lanzó por la profunda gruta algo alejada del lugar. Envuelta en el frío, la oscuridad y la nieve, sus pensamientos se entremezclaron unos con otros y la culpa la invadió al darse cuenta de que Adán era inocente, y al comprender que sus palabras solo le hacían daño.

Decidida a optar por mantener una esperanza ávida en su corazón y a arreglar las cosas con su marido, con pasos fuertes que se hunden en la espesa nieve del terreno, regresa con rapidez al que es su hogar. Mientras se abriga con la capucha de seda y rosada, las mejillas se le enfrían y las manos se estremecen por la baja temperatura. Con dos toques fuertes, las puertas emblemáticas y labradas con bronce ambiguo, se abren de golpe y traen consigo malos augurios que la atacan de pronto.

—¡Adán, mi amor! ¡¿Dónde os encontráis?! —pregunta en tono claro y que resuena por los lares de aquel deshabitado castillo.

Acaricia las paredes rusticas del lado Este, mientras sus manos intentan avasallar los recuerdos de las imágenes que se muestran y se detallan en los distintos cuadros apostados. Supone que su hombre descansa en aquella habitación en la que en un pasado tenía prohibido visitar. Un estremecimiento se reparte por su menudo cuerpo al recordar el estruendoso bramido que le regaló aquella noche. Sin embargo, en deseo de no amargarse con memorias que ya debería de dejar atrás, apartó el pórtico cerrado que poseía algunas telarañas por encima y buscó al ser corrompido en pelaje oscuro.

Mientras dejaba su abrigo en una de los percheros de la entrada, pronunció su nombre con suavidad en busca de no alterarlo más todavía. No obstante, no hubo respuesta alguna y no había rastro de su hombre por ningún lado, ni siquiera en la enorme terraza en la que tantas veces habían observado las estrellas perdidas en el cielo.

—¿A dónde habrá ido? —Trató de pensar en algún otro lugar en el que podría aparecer, más pronto se dio cuenta de que estaba sola.

Al encontrarse con aquella triste realidad, se escondió en su sitio favorito y en el que la comodidad la abrazaba por todos lados: la biblioteca real. Mientras reposa su largo vestido de corte sirena y de tonos rosados en el helado pavimento, una de las grandes cristaleras de la habitación se abre de improvisto y se ve obligada a abandonar su reconfortante posición para cerrarla con fuerza. Suspira cansada al poner el pasador, y algo más nerviosa que antes, regresa a continuar con su lectura. Sus manos acarician el borde de las hojas delicadas y vuelve a leer el titulo que le arraiga demasiadas emociones contradictorias: "La Casa Infernal", de Richard Matheson. Adán se lo recomendó al ser uno de sus favoritos, y uno que ha leído ya varias veces.

Al principio se había negado a hacerlo, porque el terror no es uno de sus géneros favoritos, pero... Había insistido tanto, que al final se rindió a sus deseos. El tema en el que ronda es que en una casa realmente diabólica, desaparecen personas sin dejar rastro. Amoldada junto a la hoguera, comienza a leer:

"Llovía con gran intensidad desde las cinco de la mañana. Menudo tiempo, pensó el doctor Barrett, reprimiendo una sonrisa. Se sentía como el personaje de alguna novela gótica moderna: la lluvia torrencial, el frío, el viaje de dos horas desde Manhattan en una de las grandes limusinas de tapicería de cuero negro del señor Deutsch. La interminable espera en este pasillo, viendo cómo varios hombres y mujeres de aspecto desconcertado entraban y salían de la habitación de Deutsch, mirándole de reojo. Se sacó el reloj de bolsillo del chaleco y levantó la tapa. Llevaba más de una hora en aquel lugar. ¿Qué querría el señor Deutsch? Seguramente algo..."

Un ruido lejano del segundo piso la distrae, y cierra el libro con fuerza sin siquiera pensarlo dos veces. Se levanta airada porque detesta que le interrumpan la lectura, y quiere creer que se trata de su marido que llega tras haber dado una caminata relajante. Sin embargo, un miedo creció en su pecho al pasar por el lado de las armas antiguas, y observar que faltaba una de las hachas más grandes. ¿Sería que...? Otro ruido la asustó, y pensó en la posibilidad de que los hombres y mujeres del pueblo hubieran entrado en el castillo. Con nervios flotando a su alrededor, agarró un paraguas puntiagudo de una cubeta y se lo pegó contra el pecho con fuerza.

Tras salir de la habitación oscura, y atravesar los largos y vacíos pasillos, se encontró enfrente de la larga escalera en la que ya hace varios meses, había desfilado con el brillante y voluptuoso vestido del color del oro. Tristemente pensó que era una pena haberlo vendido en ofrecimiento de paz con su pueblo, porque de nada había servido. Lo habían destrozado y colgado en las verandas de la salida del pueblo, como señal de repudio absoluto. Los humanos siempre siendo decepcionantes, y con ese pensamiento, a paso lento bajó las escaleras de caracol en busca de alguien conocido. Extrañamente, ubicándose ya en la entrada inhóspita de su casa, no encontró a nadie. Así que mientras dejaba el paraguas en el recibidor, ahora más tranquila, pensó algo triste en que los decorados navideños seguían guardados en el desván del lado oeste del castillo. Su marido andaba apenado últimamente, y la Navidad no era un tema a colar ahora mismo. Aun así, ella esperaba que entrase en razón porque amaba esa festividad, y tras la muerte de su padre, quería sentirlo de nuevo ahora porque su padre amaba celebrarla y ella también.

Unas luces le llamaron la atención y curiosa como ella sola, las persiguió hasta la sala de estar. Allí, con un sudor recorriéndole la espalda y un ceño fruncido confusa del estremecedor silencio que surcaba la estancia, finalmente encontró al amor de su vida. Adán estaba arrastrando una bolsa gigantesca y sucia al centro de la sala, y sin poder evitarlo, se dio la vuelta al escucharla.

Ella le mostró la mejor de sus sonrisas y trató de que los temblores de su cuerpo se detuviesen, pero no lo hacían. Había algo en el aire... algo que la aterrorizaba, y le daba miedo preguntar. Su marido intentó ocultar la bolsa y con un movimiento rápido de su zarpa, mostró una sonrisa de oreja a oreja. Su mirada brilló con fuerza, y le gustó ver a su esposo de buen humor.

—Bella, sabes que te amo y que estés conmigo en estos tiempos difíciles es el mejor regalo que podría tener. —Se acercó a ella con pisadas tranquilas y agarrándola de los hombros y tras darle un beso delicado en la frente, le dijo—: Pero me gustaría mucho que te devolvieras a la biblioteca. Te tengo una sorpresa, y creo que me merezco una oportunidad para arreglar las cosas.

Ella dudó un poco ante el tono oscuro con el que le habló, más tras su espalda enorme y peluda, se dio cuenta de que posiblemente en la bolsa podrían encontrarse los artilugios y decorados de navidad. Aquello le sacó una deslumbrante sonrisa y emocionada, al final decidió hacerle caso a su marido. Mientras acariciaba lo que supondría que era su mejilla, trató de que ese miedo que se avecinaba sobre su ser, se esfumase. Su esposo la devolvió al largo pasillo de la entrada, y dando una vista a su espalda, descubrió cómo su bestia sonreía con los colmillos. No quiso pensar en lo terrorífico que se veía, y se devolvió a la biblioteca con paso alegre, aunque algo en el fondo le repetía que aquel ambiente oscuro no era normal en palacio.



Con el crepitar del fuego, ardiente y cálido, dio por terminado el libro. Mientras lo colocaba en su lugar de la enorme e infinita estantería, se da cuenta de la extraña y grotesca nevada que golpea contra las ventanas de la sala. Amaba la nieve, desde tiempos inmemoriales... hasta que su padre murió tras intentar visitarla hacía unos meses atrás. Según su esposo, su cuerpo se perdió en la oscuridad de la noche y fue ocultado por las enormes capas blancas del invierno. Desde ese momento la detestaba. Fue el día más doloroso de su vida, al menos, del que creer recordar. Su madre murió cuando ella era tan solo una cría, y pocas memorias tenía de ella, sin embargo... Su agradable sonrisa y sus caricias amables aun son como fantasmas en su piel. A veces la siente con ella, pero luego desaparecen tan deprisa que suele pensar que son caricias de los frescos que se cuelan por el palacio.

Apaga las luces de la sala, aquellas que brillan cómo luciérnagas, y cuándo todo queda a oscuras, mientras se agarra del marco del pórtico, siente que algo la observa en las profundidades. Dos ojos enmarcados y amarillentos la taladran con fuerza, sin embargo, cuando regresa a encender las luces, no hay nada ni nadie con ella. Aquello le hace pensar que ese libro de terror le ha trastornado un poco la cabeza, y soltando un suspiro grave, deja la habitación dispuesta a ingresar en sus aposentos y a cambiarse de ropa.

Su marido le tiene una sorpresa, y no quiere mostrarse menos. 

Al llegar al cuarto, encuentra rosas negras que la guían hasta el camastro y le resulta hermoso el detalle que ha tenido su esposo. Sujeta una de ellas en sus finos dedos, mientras le da unas cuántas vueltas. ¿Por qué aquel miedo sigue instalado en su corazón? ¿Por qué siente que con ella en la mano, todo lo bueno que la caracteriza desaparece? La suelta como si fuera una llama de la que se ha quemado, y con el desconcierto clavado en su interior, se dirige a su armario. Termina por escoger un vestido rojo, con bordes al final blanquecinos. Las magas son transparentes y es suave al tacto. Tiene escote de corazón, así que decide que la mejor opción para su cabello es llevarlo suelto. Trata de peinárselo con los dedos, de asentarlo, pero el espejo de su escritorio está roto y solo puede observar fragmentos de lo que antes podía considerar hermoso. Este le muestra a una joven corrompida, oscura.

Tiene ojeras negras bajo sus ojos y una piel pálida, más que de lo normal. Se le enmarcan a los lados de su rostro grandes líneas y mientras se acaricia el estómago, se da cuenta de lo delgada que está y de lo suelto que le queda el vestido. ¿Desde cuándo había adelgazado tanto? ¿Desde cuándo estaba tan enferma? La visión que observa le dan ganas de vomitar, pero evita hacerlo al pensar en que lo único que había ingerido en el día había sido aquella pasta de la tarde. ¿Por qué comía tan mal? ¿Dónde había quedado aquella chica soñadora y llena de vida? 

Observa de pronto su mano derecha, y se da cuenta de los mechones que están arraigados en él. ¿Se le estaba cayendo el cabello por el estrés? No encontraba otra razón para ello, así que tragando con fuerza, los deja caer al suelo. Cubre su boca con su mano izquierda, tragando la bilis que amenaza por subir y escapar de sus intestinos. Cuando parece por fin mantenerla dentro, se levanta dando tumbos sin poder borrar de su mente la imagen horrenda que tiene de ella misma. Camina hacia la salida, sin querer darse cuenta de la manera en la que las fotos de Adán y ella están repartidas por el suelo, rotas y olvidadas.

Un alarido proveniente de la sala llama su atención y parece despertar algo en ella: es su marido, y la atrae como el hilo de su destino. Siempre ha sido así con ella, cuándo la necesita es que grita como el monstruo que es, y si no aparece tan pronto como se lo pide, las consecuencias vienen después. Confundida, saca aquello de su mente, y se repite que ambos viven su hermoso cuento de hadas aunque sea en solitario. No entiende porqué anda tan depresiva con el tema de verle, si lo ama con todo su ser. Mostrando una sonrisa deslumbrante, baja las escaleras a prisa, y al llegar a las grandes puertas de la sala de estar, se arregla lo mejor posible. Sin darse cuenta, su cuerpo tiembla más que nunca cuando con dos golpes fuertes, la puerta se abre con un sonoro ruido. Esta se arrastra y finalmente pueden ver la sorpresa de su esposo.

Sus ojos se abren enormemente y sus sueños de niña se ven destruidos con crueldad. Aquello consigue que el vómito finalmente le ataque la garganta, y lo eche todo contra el suelo mientras cae de rodillas. Le duele todo el cuerpo y no puede sacar aquella desagradable imagen de su cabeza; ver a su esposo, con los brazos abiertos y sonriente, lo estropeaba todo. Este se encontraba alegre, porque por fin había solucionado sus problemas, y sabía que ahora Bella y él, podían ser felices para siempre jamás. Sin embargo, el grito horrorizo y agudo de su esposa, lo dejó inestable. La duda se asomó en su corazón y no tardó en preguntarle: 

—Querida mía, ¿no os gusta? Porque no tenéis ni idea de lo mucho que me he tardado en disponerlo todo para vos, mi amada. —Con cada palabra mencionada, se acercaba peligrosamente hacia ella.

Bella no podía moverse, no sentía las piernas y se encogía del miedo ante la persona que creía amar. Sus manos se estremecían e intentaban agarrar la poca carne que quedaba de su vientre, más que nada para darse fuerzas. No obstante, era en vano; ver aquellas partes de cuerpos humanos repartidas y colgadas por toda la sala, como si pudieran considerarse caramelos dulces, calcetines navideños y muérdagos, conseguía que su débil corazón palpitase con tal fuerza que rogaba porque se saliera de su pecho. Lo peor de todo era la forma en la que la sangre se escurría de ellos, como si sus cortes fueran recientes..., La idea causó que volviera a vomitar lo poco que le quedaba. Espasmos la hacían agitarse y la extraña forma en la que su hombre le sonreía, no ayudaba para nada.

—He de admitir que es un placer haberos dejado sin palabras, pero... ¡Esto es lo mejor de todo, por eso lo he guardado de último! ¡Te presento tu... regalo de navidad! —Y corriendo, mientras agitaba su larga cola peluda, tiró de una cuerda y en un lateral de la sala terminó por caer una grandísima lona negra.

Esta vez se quedó sin voz, no gritó, no se movió, simplemente acuosas lágrimas la atacaron y sollozos fuertes se escaparon de sus labios. Era un árbol de navidad, y podría considerarse normal, si no fuese por su cabezal..., La estrella del árbol la decoraba la cabeza de su padre. No tenía ojos, eran huecos vacíos y la forma de su sonrisa, claramente cosida, le arruinó la poca esperanza de tener una navidad corriente con su bestia. ¿En qué locura se había metido?

Adán la alzó en brazos y no tardó en juntar sus labios, expresando una clara efusividad ante aquella repentina fiesta. Un nudo se le instaló en la garganta, y aunque lo único que quería era huir de aquel maldito lugar, preguntó: —¿Las partes... el pueblo... son ellos?

Aun siendo consciente de la poca coherencia que tenían sus palabras, el asentimiento de su bestia, le cayó como un balde de agua fría. Al momento se revolvió en sus enormes zarpas, mientras gritaba como una loca. La visión de su padre seguro que pertenecería a muchas de sus pesadillas si conseguía salir de allí con vida.

—¡¿Cómo has podido?! ¡Era gente inocente, no se merecían nada de esto! ¡Y mi padre! ¡Me mentiste sobre su muerte, Adán! —No obstante, era una muñeca de trapo en sus garras. Alterado ante sus gritos, la lanzó contra el suelo y le dolió la cabeza.

—¡Quería separarnos, nunca le gustó la idea de que estuviéramos en matrimonio! ¡Hice lo que debía hacer para que permaneciéramos juntos! —Aquella declaración causó que más lágrimas se derrochasen por sus pálidas y frías mejillas—. ¡Y mira la buena notica, ya no queda nadie vivo en el pueblo, ahora son fantasmas del pasado! ¡Podemos ser libres ahora!

Entonces, de repente se dio cuenta de lo imaginativa que era su cabeza en aquel momento, y de cómo había ocultado durante tantos meses el abuso físico y mental al que había sido obligada a vivir. Por fin despertó de su letargo, y se dio cuenta de cómo había sido maldecida a enamorarse de aquella bestia y de cómo este guardaba su corazón en una cajita metálica que reposaba en un colgante en su cuello. Adán se alzó cuán grande era, y su presencia fue imponente. Ella se encogió más sobre si misma, y recordó que nada más llegar al castillo, este le arrancó lo único que la mantenía con vida y que la chantajeaba con eso. Obviamente le daba miedo entregarse a la muerte y por eso había accedió aunque significase su muerta algo letargo y eterno.

Después rememoró en cómo la gente del castillo había sido liberada solamente porque ella se había intercambiado con ellos, y que cuándo creyeron haber tenido la libertad en sus manos, el monstruo que se había llevado su corazón, los asesinó cruelmente ante sus ojos. Bloqueó aquel recuerdo para seguir con el trato de la Bestia, pero en ese momento, sus ojos pidiendo clemencia y sus desoladores gritos llamándola adefesio a ella, le corrompían sus memorias.

Había dejado que murieran, se había intercambiado para nada.., Y ahora mientras la bestia la observaba con aquella sonrisa tenebrosa de sus fauces y con una larga saliva cayendo de estos, se fijó en la forma en la que sus colmillos crecían, así que haciendo acopio de todas sus fuerzas, se obligó a complacerle con amor fingido. No le quedaba nada más allá del reino, y mientras sus ojos opacos y muertos trataban de mirar al monstruo que era su marido con el mismo regocijo de antes, se dio cuenta de que ambos estaban solos por el resto de la eternidad, ahora y para siempre. Destinados a convertirse en el corazón podrido y en la rosa maldita de un castillo escondido entre las tinieblas de una leyenda conocida como la de "La Bella y La Bestia".

(...)

N/A → ¡Aquí traigo mi participación a este hermoso concurso!

De nuevo, pido disculpas por la tardanza, ¡pero lo prometido es deuda! Ya avisé de que la tenía casi terminada, así que por fin encontré un hueco para acabarla... ¡Espero que sea de vuestro agrado y gusto! Creo que es la primera vez que hago algo parecido, pero me he divertido mucho en esto. ¡Gracias por la espera, y solo me queda decir que disfruten!

Se despide xElsyLight.

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