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—¡Habrá una boda en el pueblo! Se casa Antoniette y la celebración será abierta para todos—chilló Florence cuando entró en la habitación, despertándome a Fleur y a mí.

Mon dieu! Voulez-vous vous taire? —replicó Fleur lanzándole una almohada, no entendí que le dijo pero asumo que le estaba diciendo que se callara.

Florence nos observó con el ceño fruncido y comenzó a quitarnos las cobijas con las que nos cubríamos, había dormido excelente hasta que ella entró con su repentina emoción. Sentí el frío de la mañana en mi piel a través de la pijama, las mantas me tuvieron caliente durante la nevada de la madrugada y ahora se podía sentir el aire gélido.

—¿Se puede saber qué haces tan temprano en pie? —le interrogué reprimiendo un bostezo —Puedo sentir el frío que entra por las paredes — mencioné volviéndome a tapar.

—¡No se vuelvan a dormir! Estamos invitadas a una boda —sonrió como si fuera el mejor acontecimiento de la vida.

—¿Por qué te emociona tanto el hecho de ver a alguien casarse? Esas cosas son del diablo —acoté tratando de volver a cerrar los ojos, sin éxito.

—Porque estoy segura de que tendrá una boda de ensueño y quiero atrapar el ramo.

Según las tradiciones locales y en todo el mundo la verdad, la mujer que atrapaba el ramo que era lanzado por la novia era la siguiente en casarse. Por lo que la mayoría de las mujeres se avalanzaba en el momento en que ocurría.

—Lo más probable es que te cases Florence, sin necesidad de que tengas que lanzarte como un animal contra el ramo —murmuré reprimiendo un bostezo.

Me levanté de mala gana pues mi amiga había interrumpido mi sueño, aún habían cosas por hacer y con Félix retornaríamos a Londres al día siguiente, él debía de volver a ver asuntos relacionados con su trabajo y pues yo debía de volver a la escuela y la rutina.

Durante la tarde estuve vagando por las calles del pueblo, aproveché de comprar algunos detalles para Daphne y Astoria, quienes siempre disfrutaban de las chucherías que vendían en las localidades apartadas. Estuve leyendo algunos murales que hablaban sobre la historia del valle y de cómo los habitantes habían vencido a los gnomos que en un momento quisieron robar sus riquezas. Me obligué a salir sola; moría por haber salido a recorrer el pueblo con Viktor y a empaparnos de la historia local, no obstante las palabras de Daphne habían calado tan hondo que me era imposible no sentir culpa por toda la situación que se generaba entre nosotros cada vez que estábamos juntos.

Volví a eso de las cinco de la tarde con algunas comprar simples, me percaté que en la cercanía de la casa de Florence había una pérgola con enredaderas que la decoraba y mucha gente estaba arrimandose y se reunía vestida de manera semi formal, lo más probable que fueran los invitados a la boda y los vecinos que llegaban para acompañar a los novios.

—¡Te estuvimos buscando! ¿Dónde estabas? —preguntó Fleur mientras desenvolvía su cabello rubio de la toalla.

—Salí a pasear por el pueblo y a husmear un poco el lugar, no había tenido mucho tiempo salvo cuando fuimos al mercado, es muy tranquilo aquí —comenté —Y si es que van a regañarme porque aún no estoy lista pues entraré de inmediato al baño para darme una ducha rápida.

Fleur me observó con el ceño fruncido, para ella verse hermosa en todo momento era lo más importante del mundo, por lo que su cabeza no entendía mi despreocupación ante tal evento.

—Podría llegar a encontrar a algún buen partido —comentó —Las bodas están llenas de solteros.

—Te recuerdo que todos ellos son muggles —le acotó Florence mientras buscaba en el probador —No sé si es que tus padres te dejarían casarte con uno de ellos.

—Pues no busco marido, puedo buscar un buen partido para divertirme por unas cuantas horas —rió —¿No te importaría prestarme el granero más tarde?

A través de las paredes oía su conversación y no pude reprimir la carcajada que salió de mis labios.

—Eres una cerda, Fleur Isabelle Delacour —farfulló Florence — No sabía que podrías llegar a involucrarte con desconocidos.

—Pues cuando me involucre con ellos ya no lo serán.

Salí en ese momento y comencé a secar mi cabello.

—Florence, no todas las chicas tienen a un larguiducho, apegado a las tradiciones como Félix —tercié—Sin embargo estoy segura de que no es un santo y eso debes saberlo bien.

—¡Shhh! ¡Mis padres y mi hermano están dando vueltas! No quieren saber ni enterarse de esas cosas.

—¿Qué? No creo que tu hayas salido de la cigüeña o de una lechuga —ataqué nuevamente —Relájate , tus pecados están a salvo con nosotras.

Pude ver cómo se sonrojaba por unos momentos y acudía a vestirse en el baño. Solía pasarlo muy bien con las chicas, de verdad que las extrañaría mucho cuando tuviera que retornar a Londres; ellas eran un alivio, un respiro dentro de la vida tan hostil que estaba segura que nos esperaba en el mundo mágico.

Las tres estuvimos listas luego de unos minutos después y decidimos que lo mejor sería ir a compartir de inmediato a donde las personas estaban acentandose para la ceremonia, no sabía si las bodas muggles eran iguales a las de los magos. Podría atención a todos los movimientos que hicieran porque de verdad que me gustaba conocer las tradiciones y la diversidad cultural, sobre todo cuando se trataba de un país distinto al mío.

Al llegar, Florence fue a saludar al novio –quien era su vecino– se veía que estaba bastante nervioso pero a la vez muy feliz. Nos presentó a algunos de sus vecinos y a algunos familiares de las familias enlazadas, la hospitalidad pueblerina me abrumó por unos momentos y comencé a observar a mi alrededor, ví como unas chicas locales se acercaron a Viktor a platicar por unos momentos.

No me molestó que ellas se acercaran, creo que fue el hecho de que el les respondiera con esa caballerosidad que le caracterizaba.

¿Estaba loca? Lo más probable que sí.

Estaba siendo una tóxica sin medida que estaba molesta porque el chico al que no le daba oportunidad hablaba con otras mujeres.

Por un momento comencé a observarlo y hubiera continuado de no ser porque de un segundo a otro un hombre algo mayor con una túnica morada y algo extraña entró y todos se dispusieron en los asientos. Me quedé al lado de las chicas y una melodía comenzó a retumbar en las murallas del sitio. Al final del valle apareció la que debía de ser la novia, vestida de un blanco radiante y un velo que tenía unas medidas kilometricas. Me quedé mirándola sin fascinación pero con sentimientos encontrados.

¿Llegaría a estar yo en la misma situación que ella?

Me fijé en sus facciones, en lo resplandeciente de sus ojos, en el brillo de su sonrisa y luego de eso observé al novio; estaba de una forma muy similar a ella, solamente algo más emocionado. Pensé en mí por unos momentos, no sabía si en algún instante llegaría a casarme, menos sabría que sentimientos podría llegar a sentir por aquella persona que fuera a aceptar.

Sin embargo me gustaría que me viera de la misma forma en la que él veía a la chica que avanzaba a ese improvisado altar. Allí me dí cuenta de lo mucho que había cambiado, en lo mucho que los sentimientos te pueden hacer cambiar. Ahora podía conectar con distintas emociones, amistad, amor y algo de sinceridad; sentires que jamás en la vida había llegado a imaginar que tendría en mi interior.

Toda la ceremonia y el mensaje que relató el que supe que era un sacerdote, fue bastante acertado, habló de la importancia del matrimonio, de cumplir con los votos y de lo fundamental del amor en la vida. Habló del amor como el sentimiento que movía el mundo.

Que ideal sería la vida si es que eso fuera realmente así.

Nadie pelearía, todos pensarían en los sentimientos de otros.

Seríamos menos egoístas.

Y menos solitarios, quizás.

Luego de la celebración las fuimos a darles nuestras felicitaciones a los recién casados. Después de eso me alejé un poco y tomé una copa de champagne que me ofreció uno de los jóvenes del servicio de la boda, sin duda todo estaba hermoso.

—¿No eres de por aquí no es así? Tienes otro acento.

Me percaté que un jóven alto, de cabello rizado y de ojos caramelo se acercó a mí. Claramente debía de ser vecino pues tenía el acento local.

Sonreí y traté de no ser una antipática y apartarme de inmediato, aunque claramente no me gustaba para nada tener que entablar conversaciones innecesarias con desconocidos y mucho menos por cortesía.

—No, no soy de aquí —sonreí algo seca y le dí un sorbo a mi bebida.

—Un gusto, soy Dimitri —Su tono algo casanova me pareció divertido, era el típico chico musculoso y guapo por el que se suponía debía derretirme.

Persefóne.

—¿A qué se debe tu visita, estás de viaje?

Vine a pasar las fiestas a casa de los Poulling, Florence es mi amiga.

Pude notar cómo su cara denotaba interés por mí y cómo su sonrisa intentaba cautivarme sin causar el efecto que deseaba.

—Tienes un cabello hermoso —mencionó intentó acariciarlo, llevándose un rechazo de mi parte.

En ese momento la figura de Viktor hiso irrupción en nuestra plática.

—Sefi ¿Podemos bailar? ¿O estoy interrumpiendo? —habló con autoridad mientras observaba con una mirada asesina a mi acompañante, quien de inmediato se sintió intimidado por la presencia del búlgaro.

—Bueno, permiso —farfullé y cogí la mano de Viktor que de inmediato me la tomó con fuerza.

Ya había comenzado a anochecer y observé la molestia en los ojos de Viktor, tenía la mandíbula algo tensa y no dejaba de observar al chico con el que segundos antes me hallaba conversando. Fruncí los labios para reprimir una carcajada debido a la situación.

—¿Bailas conmigo o en realidad querías sacar a bailar al chico con el que platicaba? —le molesté —¿Me usas de pantalla?

Sus ojos se posaron sobre los míos y no dejaron de mirarme desde ese instante. Veía en ellos un oscuro abismo del que no podría llegar a salir si decidía adentrarme, por lo que aparté la mirada luego de unos segundos.

—No, pero desde hacía ya rato que quería sacarte a bailar y ese idiota no se apartaba, tuve que intervenir—susurró en mi oído —Además quería tocar tu cabello, algo que me parece insultante.

—Que comentario más posesivo, Viktor —comenté haciéndome la ofendida —Quizás yo quería que lo hiciera —entrecerré los ojos y sonreí.

Él negó con la cabeza y me ignoró fingiendo una mueca de desprecio. Bailamos durante unos minutos haciendo compañía a los novios y a los invitados que danzaban junto a ellos. Los brazos de Viktor eran fuertes y de una complexión algo musculosa, me tomaba como si jamás en su vida me dejaría caer.

—¿En qué piensas? —pregunté con algo de inquietud al verlo observarme de manera fija.

Sus labios bajaron hasta mi cabello y depositó besos suaves en mis rizos lacios y rojizos, después descendió a mis mejillas y sentí su calidez en mi piel. Nos observamos, nos observamos durante varios segundos.

No puedo —susurré y besé su mejilla durante unos largos segundos.

— Lo sé, lo siento —murmuró tratando de apartarse, pero le sujeté de su brazo.

—No, me pediste que no querías que te faltara; tampoco quiero que me faltes a — señalé —Y si esto te parece estúpido puedes decirme y puedo hablar de otra cosa —dije esbozando una sonrisa.

—¿De qué? ¿Me confesarás tus secretos?

—No te pases tampoco, sabes que no puedes sacarle muy fácil las palabras a un témpano de hielo —bromeé.

—Ese es el punto, conmigo jamás has sido así, supongo que podría escuchar mucho de tí y de tus historias — murmuró —Por cierto ¿Qué has averiguado, conseguiste los libros de historia que querías hallar la otra vez?

—¿Te refieres a los que se suponía hablaban de mi bisabuelo prófugo de la justicia?

Sí, tenía un bisabuelo por parte de mí padre que había dado muerte a un montón de hechiceros de los que se creía podrían llegar a ser la perdición de los magos sangre pura, los Drageblods.

—Ese mismo —sonrió mientras me tendió una copa de champagne.

—No, la verdad es que no he encontrado el libro de historia de la magia donde se menciona a Hunter Rosier.

Sonrió y me tomó de la mano, salimos de la multitud y luego de eso volvimos a la casa de los Poulling. Subió las escaleras rápidamente y luego bajó con un pequeño saco de cuero negro.

—Para tí —sonrió al dármelo—No había tenido la posibilidad de entregártelo antes, supuse que no querías que el honor de la familia Rosier se viera empañado por tener un antepasado que no obtuvo el castigo por sus oscuros crímenes.

—Toda mi familia tiene que ver con oscuros crímenes —sonreí al abrirlo y pasear los dedos por las antiguas hojas y el lomo remplazado —¿De dónde lo has obtenido?

—No puedo decírtelo, arruinaría la sorpresa; tienes una nueva lectura.

—Voy a extrañarte, Viktor.

Me miró y llevó sus nudillos a sus labios.

—Sabes que también lo haré, pero como siempre ;no consigues salir de mi mente en ningún momento.

Al día siguiente volvimos a Londres.

Me sentía con una extraña sensación de ambigüedad, pero también con una especie de calma.

Viajar en tren siempre conseguía alivianar mis pensamientos.

Este viaje era distinto, no sabía porqué pero ya estaba la sensación en mi mente y el mi cuerpo.

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