
𝐒𝐑 ┃ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 «09»
(Bibi)
—¡Por fin, mí querida princesa! ¿Creías que no te esperarías aquí? ¡Pues aquí estoy! —dice girando en su propio eje. Para luego guiñarme un ojo coquetamente.
Abre una hermosa sonrisa, mostrando sus dientes blancos. Dicen que la mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella, sin embargo, sería totalmente una pérdida de tiempo caer en esta tentación tan repulsiva. Qué trae consecuencias malas en vez de buenas. Quedé parada justo en frente de él, admirando lo hermoso que era, lástima que rompía los ovarios con sus acciones estúpidas. En lo relativo a su aspecto físico, he de decir que es bastante alto y corpulento, ya que practica deporte casi a diario. Y sí, es jugador de básquet.
—¿Qué es lo mierda quieres? —indiqué derecho al hecho, estaba muy cansada por su actitud infantil— ¿Demostrar que no puedes estar menos de veinticuatro horas sin verme, este bello rostro de princesa?
Mi axioma a la hora de flirtear es: “El éxito es cuestión de estadística. Cuantas más veces juegas, más probabilidades tienes de ganar, o de llevarte una bofetada”. Y este hombre, gana. Siempre, hasta que me conoció, por qué se va a llevar una bofetada.
—Es exactamente lo que necesitaba. Ver tu bello rostro de princesa y escuchar tus palabras de mecánico. ¡Ah! ¡Qué bonita eres!
—Lo sé, soy bellísima. Y come mucha mierda Min.
—Eso fue lo más lindo que me has dicho. Desde que nos conocimos. —puntualizó él. Después exhaló, mirando de reojo a sus compañeros para comprobar si seguían tratando de escucharnos o no.
-Entonces, ¿he perdido el tiempo viniendo aquí? —pregunté, desafiante y tosca— ¿Qué quieres que haga exactamente, Yoongi?
Estaba impaciente, quería saber qué es lo que quería este idiota. Para poder librarme de él de una vez por todas.
—Estás llena de ternura hoy guapa. Cada día me enamoro más. —dice sarcástico— ¿Qué pasará si te digo que sí, efectivamente no puedo estar menos de veinticuatro horas sin verte?
Humedece sus labios con su lengua, podría jugar que una gota mojo mí ropa interior, sin embargo, no daré mí brazo a torcer y me preparo mentalmente para una posible discusión.
—Oww… cosita tierna. Dime algo que no sepa, Min. —gimoteó con voz aniñada— Habla de una maldita vez, mi tiempo es oro. O conocerás lo mejor que puedo hacer.
—Eso sí me interesa demasiado, me interesa más que ganar un partido, diría yo. —me miró, de arriba, abajo con repetición, haciendo pausas en mí pequeño escote— ¿Qué pasó? ¿Se te atragantó la lengua por mis encantos, lindura?
Parecía que llevaba auriculares, no escuchaba, no contestaba. Porque decía un idiota tras otra. No podía creer el nivel de inteligencia que tenía.
—¿Estás bien? ¿O tienes algún problema neuronal?
—Estoy bien. Sí. Pero estaré mejor si me dices a qué has venido, porque habrá una razón. Supongo que no has venido, digamos... a verme, ¿no?
Le digo sin ningún entusiasmo, al tiempo que suelto el botón de mi chaqueta. Sin embargo, esos dieciocho centímetros que a mí me faltan y a él le sobran hacen que analice perfectamente lo que podría hacer, pegarle una patada en los huevos, en dónde seguía molestando. Mí risa resuena en todo el vestidor, me duele el estómago, colocó una mano en mí pecho para controlarme, quería calmar mí risa histérica como las ganas de asesinar a este chico.
—Para comenzar y dejar en claro, fuiste tú. El que solicitó mi presencia interrumpiendo toda una práctica. —lo señaló con mi índice— No al revés, no crees discrepancia en las cosas.
—¿Si?
Lo seguí con la mirada, atenta a sus movimientos.
—Eres tú el que me sigue por todos lados como un maldito acosador. No respetas mis límites, así que si no vas a decir nada interesante. ¡Déjame en paz de una puta vez! ¡Me tienes harta!
—No creo que eso suceda, tenlo en claro. Soy una persona que consigue lo que quiere, y no descansaré hasta obtener lo que deseo. —agregó Yoongi, enarcando las cejas con suspicacia.
Resoplé un insulto, poniendo los ojos en blanco. Se acercaba sigilosamente hacia mí persona. Yo me quedo estática con los brazos cruzados sobre mí pecho.
—Déjame de joder. ¿Por qué te cuesta tanto?
Casi me desmayo, Yoongi estaba tan cerca de mí que podía olerle. En ese punto dejó de importarme a qué había esperado por mí un rato muy largo. El alma no me volvía al cuerpo.
—¿Así? ¿Esa será tu última oración? ¿No quieres decir nada más? —cuestiona, arrogante. Dio un paso adelante como para invitarme a pasar, pero retrocedí, alarmada.
Yoongi hundió ligeramente las cejas, y luego se puso serio, muy serio. Se giró, me dedicó una media sonrisa y me escudriñaba con la mirada. Me sentí algo incómoda por varias razones. Suspire cansada. Me crucé de brazos y adopté una pose severa. Dios santo, había hecho lo que había podido. Negando con la cabeza, esperé a que él hablará. En un abrir y cerrar de ojos quedó en blanco. Todo sucede tan rápido que no sé como actuar, solo se que en un momento estuve enfrente de unos ojos pequeños mirándome con una intensidad intimidante, y al otro momento.
Por un momento, la cercanía de Yoongi me paralizó. Alterné mi vista entre él y el suelo, sin saber qué demonios hacer. La sensatez me falló por un momento, pero en cuanto él extendió una de sus manos y la apoyó en mi cintura, reaccioné, y lo hice francamente rápido. Avancé hacia él, me puse de puntillas y, en un movimiento repentino, le puse una mano en la nuca y le planté un beso por sorpresa, torpe, fuerte y definitivo.
¿Por qué demonios le correspondía?
Durante un momento, solo fue eso, presión. Ambos nos mantuvimos inmóviles, tenía los suyos tan abiertos que parecía que se le fuesen a salir de las órbitas, y no respiraba. Moví ligeramente la cabeza hacia un lado, para despegar mis labios de los suyos. Antes de que yo dijera algo, puso una mano en mi cuello y, con el pulgar en mi barbilla, hizo que mirase hacia arriba y continuó besándome.
Apenas un roce lento, un movimiento sutil como queriendo decir: «primero haré esto, así, para disfrutarte muy despacio». Y no reaccioné. No hubo movimiento de mi parte. Me quedé completamente inmóvil, dándome cuenta de lo que estaba pasando. Una oleada de asco y repulsión nacía en mí. Él solo movía sus labios, y yo me mantenía estática, exactamente en la misma posición. En ese entonces mis oídos oyeron; silbidos, murmullos y gritos eufóricos. ¿Hace cuánto tiempo tenemos público presente? ¿Hace cuánto tiempo que somos el programa favorito de la gente? Algunos flashes de cámaras también son el estelar de esta situación, culminando mí paciencia.
Por qué eso es exactamente lo que él quiere: «Llamar la atención, llevar el título al mejor ligador. Más etiquetas sexistas y machistas. Ser un verdadero soporte de la testosterona». O simplemente eso creía él, por qué cuando me volvió el alma al cuerpo, empuñe mi puño. Levantando lo a toda velocidad, haciendo una colisión en su mejilla izquierda. Y por fin separandonos. Él se tambalea un poco, llevando su palma al lugar afectado, mirándome con una sonrisa orgullosa en el rostro. Pero por primera vez en la historia, todos en este instituto, fueron testigos de la gran caída del ego de Mi Yoongi.
—¡Min y Kim! ¡A dirección ya mismo! —exclamó, un profesor horrorizado. A nuestras espaldas.
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