
XXXIV
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Cerró la puerta detrás de ella con extremo cuidado. Afuera debido a la luz de la luna, había a penas un poco más de iluminación. Pero todo seguía muy oscuro.
Era de noche, todo el alcohol y la cera de las lámparas había sido apagado. Hacía frío. Pero no importaba, ningún de esos impedimentos era suficiente como para hacerla retroceder.
Su cerebro ya había tomado esa decisión desde que encontró la nota en la mañana.
Caminó hasta poder bajar las escaleras, y debido al silencio en todo el lugar debido a que todos dormían.
El sonido crujiente de la madera mientras bajaba la asustó un poco, pero aún así mantuvo el mismo silencio, suavizando más sus pasos, con más cuidado.
Bajo rápido porque si se demoraba podía hacer más ruido. Al hacerlo en menos tiempo, también reducía aquel crujir de madera.
Y se llevó una muy mala suerte. Ya que para salir en el primer piso ya, la puerta estaba cerrada. Seguramente Karoma que dormía en el primer piso la había cerrado por precaución y recién la abriría muy temprano en la mañana.
No supo que hacer por varios segundos. Ya estaba tarde, con eso demoraría en saber como salir, o no podría lograrlo.
Tenía la opción de salir por la ventana, la que estaba al lado de la puerta. El problema es que era algo peligroso. Porque la ventana era alta a pesar de estar en el primer piso. Tendría que intentar trepar, quitarle los seguros, salir, y cerrarla. Eso considerando que la caída no duela, o que su cuerpo pueda pasar por la ventana.
Tenía que intentarlo al menos.
Primero solo extendió los brazos para ver si así podía llegar al menos hasta los seguros. Y a penas podía tocarlos con la yema de su dedo índice. Tuvo que saltar entonces, rezando porque los saltos que tenga que dar no hagan crujir la madera de forma demasiado notoria.
Logró sacar los seguros en dos saltos en los cuales trato de tener el mayor cuidado posible. Pero que claramente sonaron igual, y que la pusieron nerviosa por si terminaba despertando a alguien.
En un tercero logró levantar la ventana a penas un poco, haciendo que la primera corriente de aire frío se haga notar. Ya era turno de su último salto, tenía que aprovecharlo porque en ese debía impulsarse, terminar de levantar la ventana e intentar salir.
Lo hizo y por poco su brazo derecho no soporta su peso cuando con el izquierdo levantó el resto de la ventana. Provocando el espacio necesario y haciendo que aquella pequeña brisa de aire frío se expanda claramente.
No supo cómo tuvo tanta fuerza para terminar de impulsar su torso, y sacarlo fuera. Porque el tamaño de la ventana felizmente lo permitía, más bien no sabía como sacar sus pies sin irse de cara hacia el suelo del otro lado.
La ventana era estrecha, tenía que hacer un milagro para llegar al otro lado sin golpearse.
Hizo avanzar su torso un poco más y cuando sintió que el peso podía ganarle para adelante se detuvo para hacer el mejor intento por enderezarse hasta que la altura de la ventana se lo impida.
Al lograrlo intentó elevar la rodilla y pasar la pierna.
De alguna manera lo logro, quedando en una pose demasiado incómoda y apretada. Pero ya lo estaba logrando.
¿De verdad estaba haciendo esas semejantes tonterías por ir a verlo?
Sí, y casi ya estaba afuera. Solo tenía que sacar la otra pierna y ver una forma de cerrar la ventana si se podía. Para que el frío aire no pase al primer piso.
Fue malo tal vez impulsarse de más para sacar la otra pierna, porque el peso de su cuerpo ganó. Trayendola abajo de costado, haciéndola caer al suelo.
Claramente fue doloroso, porque cayó en su hombro. Pero se tapo la boca con ambas manos por si soltaba cualquier maldición en voz alta. Sintió que se retorcio un poco en el suelo, y esperó no haberse hecho daño.
Giró para quedar mirando arriba técnicamente con las extremidades extendidas y agradeció estar usando tantas capas de ropa porque eso amortiguo el golpe, que de todas formas dolió, pero no como hubiera dolido si no se hubiera puesto toda esa ropa encima de la de dormir.
Descansó recostada en el suelo un par de segundos antes de levantarse. Al hacerlo se acomodó el suéter y el vestido limpiandolos de paso del polvo que podían haberla ensuciado en esa caída.
Se masajeó el hombro unos segundos por si las dudas, y termino de estabilizarse. Estaba teniendo suerte al no haberse hecho daño.
Reviso el bolsillo de su suéter, la llave de su habitación, seguía ahí, suspiró aliviada. Miró hacia la ventana, había quedado abierta inevitablemente. Y debido a su altitud no estaba dispuesta a trepar de nuevo solo para cerrarla. Podía caerse de nuevo.
De todas formas le preocupaba que permanezca abierta.
Aunque cuando lo pensó mejor le encontró el beneficio de tenerla ya así cuando regrese y no darse el esfuerzo de volver a abrirla y demás. Ya que de todas formas no iba a poder entrar por la puerta, solo se podía abrir con llave y otra entrada no había.
Aún no terminaba de creer la cantidad de estupideces que estaba haciendo. Pero ahí estaba.
Decidió dejar la ventana así, esperaba que nadie que se quedara se levante a mitad de la noche, salir de su habitación y darse cuenta de la ventana abierta.
Se dio la vuelta respirando profundo y levantando el vestido para no pisarlo decidió ignorar su preocupación para correr hacia los interiores del castillo.
[•••]
El frío le chocaba al rostro y movía su cabello. Eso de alguna manera le brindo un respiro y más emoción. Ya estaba llegando tarde, pero esperaba que no lo sea demasiado. Sería mucha mala suerte junta.
[•••]
Sabía que primero el encuentro era en la sala Real, de ahí el príncipe había dicho que se moverían a algún lado.
Esperaba no haber demorado mucho. Que el no se haya ido.
Trató de suavizar sus pasos en aquella inmensa oscuridad del castillo, pero su apuro no podía evitar hacerla correr.
Sintió el corazón en la boca cuando sintió que estaba saliendo ya de uno de los pasillos que llevaba a la sala Real.
Pero al salir a la misma, estaba vacía.
Trató de calcular la hora, se había demorado bastante. Posiblemente el joven ya se había retirado después de esperar.
Se frustró demasiado, pero su astucia llegó a concluir que muy lejos no debía de estar. Y que no había hecho tantas tonterías esa noche para volver como si nada y rendida.
Decidió pasar primero por todos los pasillos que iban al rededor de la sala Real. No quería arriesgarse a subir a la habitación del príncipe de frente. Haría bulla y eco con eso. Y quería tener cuidado.
Se guió como pudo en la oscuridad de los pasillos. Hasta sentir un ruido en el del lado.
Podía ser cualquier cosa, y hasta podía ser la misma Reina despierta a la mitad de la noche. Pero estaba dispuesta a arriesgarse.
Corrió hasta ahí y hasta el fondo, lo logró ver. Estaba con una vela la plataforma de la misma. Y fue esa tenue iluminación que le permitió saber que estaba ahí, porque si no no habría podido darse cuenta.
No podía llamarlo, eso era demasiada bulla. Alboroto totalmente innecesario.
Corrió para alcanzarlo, y obviamente al escuchar los pasos, el príncipe volteó asustado. Para eso Lauren ya estaba cerca, y al encontrarse lo repentino del acto siguió asustando al príncipe que casi suelta su vela. La misma estuvo a punto de caerse de su plataforma y apagarse pero el príncipe y Lauren lograron reaccionar poniéndola en su sitio.
Ambos se taparon la boca con la mano para evitar soltar alguna exclamación o sonido más fuerte del que debería debido a la sorpresa del joven y Lauren por el susto de la vela.
[•••]
Fue totalmente abrumador verse de nuevo después de todo lo que había pasado. El joven también parecía haberse cambiado, no estaba con su ropa de dormir. Estaba bien y elegantemente vestido.
El corazón de Lauren podía parar de latir en esos momentos. Y sea lo que sea lo que le haya pasado a su cuerpo, no lo pudo contener, no lo pudo controlar.
Por primera vez fue quien empezó una especie de contacto. Simplemente necesitaba hacer algo. Fue ella quien le dio un abrazo. Con su cuerpo mismo preguntándose que habían acabado de hacer. Y con el príncipe también preguntándose si de verdad estaba pasando aquello.
El abrazo de Lauren no fue desesperado ni apretado, su mismo cuerpo no hacía esas cosas. Pero era un abrazo al fin y al cabo, al que si se pegó y aferró. Rodeo la espalda del joven por debajo de sus brazos, y pegó el costado de la cabeza en el pecho del príncipe, cuyo corazón latía sumamente acelerado.
El príncipe no dudó en responder al abrazo, haciéndolo solo con su mano libre solamente ya que la otra sostenía la vela. De igual manera no apretó el abrazo a pesar de que deseó hacerlo, no quería incomodarla, y recién había procesado la idea de que Lauren lo había abrazado.
Y posiblemente todas esas lágrimas que Lauren había estado aguantando hace tiempo, no pudieron seguir ocultas por más tiempo. Y en silencio que tenía y obligaba esa noche, empezó a llorar despacio, sintiendo simplemente las lágrimas caer de manera silenciosa por su rostro.
Thomas entonces ya no pudo evitar apretar el abrazo. Debido a la respiración de Lauren se pudo dar cuenta de lo que estaba sucediendo y claramente no podía ser indiferente ante ello.
Lauren no se incomodó con ello en lo absoluto. De algún modo, necesitó que lo haga.
Ninguno habló todavía. Hasta que en la voz más baja, el príncipe decidió susurrar. —¿Estas bien?
Lauren sin la necesidad de hablar asintió sin despegarse aún. Thomas interpretó aquello como una señal para alejarse, pero al intentar hacerlo Lauren por fin susurró. —No me suelte.
—No lo haré. —Contestó el joven volviendo a sostener a la sirvienta. —Solo pensé que podías incomodarte. —Susurró nuevamente.
Lauren negó levemente permaneciendo todavía en aquel contacto. De pronto sintió como el joven acariciaba su espalda cariñosamente a forma de consuelo. El corazón del joven latía fuerte, había un ligero temblor en su mano a la hora de acariciar la espalda de la muchacha, claramente el también estaba sensible, abrumado y nervioso.
Pronto sintió que de repente la otra mano del príncipe se unía al abrazo. Y no supo como ni dónde dejó la vela, pero al parecer había una mesa con un florero al lado de Thomas y al darse cuenta la había dejado ahí por un momento.
Aquello continuó, por un tiempo más largo. Lauren no recordaba que se sentía estar cómodo en un abrazo desde sus padres. Su cuerpo no era afectuoso, pero claramente en esos momentos su corazón se lo estaba exigiendo.
Quería estar cerca. Lo quería mucho. Y esa era su oportunidad. Posiblemente la última.
[•••]
Lentamente ambos se fueron separando, en ese proceso Lauren limpio un par de lágrimas que aún permanecían en su rostro, y el joven príncipe mantuvo las manos apoyadas a cada costado de los hombros de Lauren de la manera más delicada posible.
El joven luego tomó la vela que había dejado en aquella mesa que tenían al costado por suerte. Y al ver a Lauren con un poco más de iluminación su rostro se frunció con un poco de diversión.
—Estás toda despeinada. —Bromeó en un susurro. Y a propósito, a modo de disipar la pena, traer ese carácter tan especial que el tenía. —Pareces un espantapájaros.
No había cambiado mucho después de todo.
Lauren no pudo resistir darle un golpe amistoso en el brazo, claramente sin nada de fuerza siguiendo aquella broma. Para después intentar peinar su aún corto cabello con los dedos.
Al príncipe le costó mucho no reírse, y se tuvo que tapar la boca de nuevo. —Un espantapájaros muy bonito. —Recalcó cuando calmo sus ganas de reír.
Lauren suspiró rendida, mientras que al tenerlo al frente, al estar con el por más corto que sea el tiempo que ese encuentro les permita, se sentía bien. Aunque sea por un momento.
Y en aquel pasillo aún, una repentina, linda pero pequeña sonrisa se formó en el rostro de Lauren. Y un brillo tan bonito tenían sus ojos, que hasta las más hermosas de las poesías podían parecer poco para que Thomas pueda expresar como se sintió al ver eso.
Los ojos del joven brillaban también. Y su sonrisa también se notaba. Pronto después de ese momento que trajo un poco de broma y también disipó esa pena inicial. Ese no tenía por qué ser un momento triste si lo decidían así.
El joven extendió su mano, y disimuló que la misma no estaba temblando.
Lauren entonces volvió a recordar los planes iniciales, a donde se suponía que tenían que ir.
—Solo si estás de acuerdo. —Susurró el príncipe. Refiriéndose tanto a empezar a dirigirse al balcón, como que Lauren tome su mano.
La sirvienta lo miró solo un par de segundos. Y no dudó en tomar su mano. Estaba hipnotizada, dispuesta, lo iba a hacer de todas formas.
Dos muchachos jóvenes, ilusionados, enamorados. Y casi igual de tercos.
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