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XXX

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

    Estaba bastante harta y bastante abrumada por toda esa situación. Había entendido las indicaciones del Rey, sabía a lo que se tenía que someter. Lo que tenía que hacer al día siguiente y las nuevas modificaciones que habían surgido.

    Por el momento claramente no había ningún remedio para solucionar el asunto del príncipe. Pero era muy probable que el mismo se resigne. Suene como un plan malvado o no, su padre tenía razón. El bien común de una cantidad mayor de personas prima sobre el bienestar de unos pocos. Era un principio que aunque algo cruel en algunos sentidos, era el que cualquier Rey debía seguir en casos de emergencia como el actual.

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    Los guardias no tocaron a Lauren en ningún momento esa vez, y a pesar de que Lauren este asustada con que en algún momento lo hagan, fue algo que ni sucedió. Al parecer algo de pena había tenido el Rey o los mismos guardias al ver la incomodidad que le causaba ello, a pesar de que este intentando superarlo.

    Suspuso que algo de arrepentimiento en el Rey tuvo que suceder para que no ordene que la sostengan de nuevo al escoltarla de vuelta a la cocina.

    El soberano que venía con otros dos respectivos guardias a cada lado detrás,  pronto tomó otro camino. Ordenando que los que acompañaban a Lauren se aseguren que este en la cocina.

    Obviamente los hombres asintieron solemnemente. Dispuestos a cumplir su deber.

    Lauren tuvo que despedir al Rey cuando este se fue, con una reverencia. Aunque debido al cúmulo de cosas que estaban pasando, aquella acción le costaba un poco más de lo que su propio orgullo tenía. Aún así, seguía siendo el Rey, la mayor autoridad del Reino. Tenía que hacerlo de un modo u otro.

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    Ambos guardias caminaron de su lado todo aquel largo trayecto. En toda aquella salida de aquella especie de calabozo y retorno a los interiores normales y lujosos del castillo. Haciendo un gran contraste, con lo otro más porque todo estaba en la misma y gran edificación.

    La escoltaron por varios lugares hasta llegar. Muchos sirvientes sin idea alguna de lo que estaba pasando. Pero sin querer meterse tampoco, sabían que algo había detrás pero claramente nadie quería tener algo que ver. Nadie quería hacer nada que los lleve a ningún problema. Y ver a un par de guardias acompañando a una colega no era una señal de que todo este bien precisamente, y no lo querían saber.

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    Pronto en el eco del inmenso lugar. Los fuertes pasos de los guardias llegaron junto a Lauren a las escaleras antes de bajar a la puerta de la cocina.

    La sirvienta pensaba que claramente la acompañarían incluso hasta dentro de la cocina por seguridad. Pero ambos guardias pararon con un paso de marcha en el inicio de las escaleras de bajada.

    Y posiblemente sin esperar nada, y mucho menos lo que sucedió. De algún lugar en su uniforme el guardia más corpulento sacó un pergamino doblado cuatro veces. Tendiendoselo a la sirvienta sin decir nada.

    Era la carta que el Rey le había quitado al príncipe. Y no tenía idea de como la habían conseguido.

    El compañero del guardia que tendió la carta miró nervioso a todos lados, preocupado.

    Lauren se quedó buscando y pensando si debía decir algo o no. Mientras no sabía como reaccionar precisamente. Una tristeza profunda e indescriptible la había invadido completamente de un momento a otro.

    —Solo tómela, señorita. —Susurró el guardia que la tendía.

    Lauren lo hizo con rapidez y discreción. —¿Cómo? —Susurró desconcertada, guardando la carta en el bolsillo de su delantal casi de manera torpe.

    —Se le cayó al Rey del bolsillo. — contestó. —Contestó interrumpiendo el mismo guardia que le entregó la carta, mientras el otro seguía viéndose notablemente nervioso.

    No supo que llevó a ambos guardias a entregarle la carta a espaldas del Rey, porque se sabia que la carta era del príncipe, que era para ella. La misma carta lo tenía anotado en el doblez superior. Ambos podían meterse en algún problema por eso, pero lo estaban haciendo, por alguna razón.

    Con un gesto en la cabeza, sin la necesidad de alguna palabra. Lauren se los agradeció profundamente, con una mano en el pecho.

    Ambos guardias no respondieron a la reverencia. Su posición de guardias no se los permitía. Pero claramente no rechazaban el agradecimiento de la sirvienta.

    Los guardias, en fin de disimular y hacer que el evento pase simplemente, se aseguraron de que la muchacha entre en la cocina.

    Pero en cuanto lo hizo, una Octavia muy preocupada fue a detenerla cuando aún no había terminado ni de pasar. Diciéndole, que no podía estar ahí en lo que quedaba del día, que era mejor que se vaya a su habitación. Que las cosas no estaban bien ahí adentro. Que habían hecho lo mismo con Frizzy.

    Al ser todo eso claramente escuchado por los guardias quienes lejos no estaban. Nuevamente tenían el deber de escoltar a la muchacha hasta la torre Sur. Y claramente como parte de su deber y su trabajo, tenían que hacerlo.

    Lauren volvió a subir las escaleras, obedeciendo a Octavia sin dudarlo.

    Los guardias obedeciendo a Octavia también escoltaron a Lauren en aquel nuevo camino.

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    Lo que dijo Octavia fue algo extraño y abrumador, pero con todo lo que había pasado ese día aquello ya no era algo que sorprendiera demasiado.

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    El camino extrañamente pareció ser más corto. Y los guardias al no poder entrar en la torre por obvias razones, se quedaron en la puerta. Donde nuevamente Lauren se despidió educadamente y les agradeció.

    Entendía que solo hacían su trabajo, que haberla tocado para llevarla a aquel lugar de castillo a un inicio, no era para nada culpa suya. No tenía nada en contra de ellos.

    Lauren entró a su torre, vacía a esa hora del día debido a que todos estaban trabajando. Subió hasta el piso de su habitación, se dirigió hasta la misma. Avanzando por ese primer largo pasillo.

    Entró con su llave, y obviamente se encontró con Frizzy adentro, misma que se apresuró a recibirla a penas la vio entrar.

    —Gracias a Dios estas bien. —Suspiró con alivio y llevándose una mano al pecho mientras se acercaba. Sin intenciones de tocar a Lauren porque sabía que no era algo que vaya a agradarle en esos momentos.

    Lauren suspiró de igual manera mientras cerraba la puerta detrás de ella. No tenía unas ganas tremendas de hablar tampoco. —No pasó nada, me tuvieron en una especie de calabozo y esperé ahí. El Rey vino a explicarme todo lo que acordaron, y lo que tengo que hacer mañana. Firmar ese compromiso, juramento, esa cosa. —Dijo sacudiendo la cabeza.

    —No sabes cómo me preocupe. Me alegra que estés aquí, Octavia me dijo que te mandaría aquí conmigo. —Dijo mucho más tranquila. —Me la pasé mal en la cocina al regreso, venía muy ansiosa. Y para colmo Dianne me hizo enojar y tu sabes que me da miedo pelearme pero no se que me paso, y nos terminamos agarrando de los cabellos—Contó angustiada preocupando a Lauren obviamente. —Terminé armando un escándalo porque nunca me había enojado tanto, toda la cocina se alborotó y Octavia me mandó aquí mientras ella solucionaba todo. —Confesó con vergüenza.

    Las cosas cobraron un poco más de sentido. Cuando recordó como Octavia la detuvo incluso antes de que entre, diciéndole que las cosas no estaban bien.

    Se apresuró a decirle a Frizzy que haya pasado lo que haya pasado, lo hecho hecho está. Y que aunque se arrepienta ahora, era algo que ya había sucedido.  Que Octavia ya lo estaba solucionado. Y sobretodo que Lauren le creía, porque Frizzy había de tener una muy buena razón para haber entrado en ese tipo de pelea con aquella mujer con la que no se habían llevado bien desde un inicio.

    —Es que la odio te lo juro. —Volvió a decir Frizzy. —Pero me odio más a mi por no saber controlarme sabiendo que dice todo a propósito. Ojalá hagan algo, porque todo el alboroto en la cocina también fue en contra de ella. —Suspiró—Me da pena Louise, su hermana es tan diferente.

    Ambas siguieron discutiendo esa discusión y la situación con el Rey en su habitación mientras se iban a sentar en sus respectivas camas. Ninguna estaba bien con lo que había pasado. Era una situación difícil.

    Lauren quería evitar pensar que entre los bolsillos de su delantal estaba esa carta. Pero al mismo tiempo la deseaba leer. Aún así quería tomar las suficientes fuerzas, más aún porque el tema se había sensibilizado de gran manera con todo lo que había pasado desde que los guardias se llevaron a Lauren y al príncipe.

    Entre toda la conversación Frizzy contó más a detalle aquella pelea, que constaba cuando Dianne reclamó que ellas eran el problema de la cocina y que casi ni trabajaban porque algo debían de estar haciendo para escalar sobre los demás. Frizzy sin siquiera responderle la empujó enojada, la mujer había contestado algo como "tú sin tu guardia no sabes defenderte" refiriéndose a Lauren y entonces la tomo de los cabellos, Frizzy hizo lo mismo mientras seguían empujandose. Todo se descontroló y después sucedió lo que ya le había contado, con Octavia solucionando todo.

    Lauren invitó a Frizzy a sentarse a su lado en su cama. Frizzy lo hizo sin dudarlo.

    Y ambas continuaron conversando. La morena contó de su punto de vista como antes de regresar a la cocina y después del acuerdo habían ido a firmar ese documento de sioencio. Como por un lado se sentía mucho mejor que la Reina no sea quien esté a cargo y que sino sean Octavia y Rose. Quienes claramente estaban comprometidas por un documento más formal, pero que al mismo tiempo también se librarán de la Reina en algún sentido. Aunque había quedado claro que esa liberación no era por completo. Algo era algo. Lo que se podía.

    Lauren se animó a contarle en ese mismo hilo de conversación que los guardias le habían pasado la carta, diciéndole que se le había caído al Rey. Frizzy se sorprendió, pero se apenó segundos después al notar la tristeza de Lauren.

[•••]

    —¿Sientes que la quieres leer ahora?—Preguntó la morena.

    Lauren no supo muy bien ni siquiera. Era un sí y un no al mismo tiempo. —Debería hacerlo. Lo quería hacer a un inicio y más porque algo me ha permitido tenerla a pesar de lo que ha pasado. Pero al mismo tiempo no sé cómo mis emociones vayan a tomarlo, como yo podría soportarlo.

    La morena hizo una mueca. Y ambas estuvieron en silencio.

[•••]

    —Bueno, este día estuvo mal desde que comenzó. Desde que la Reina te llamó. Y es su culpa que hayan desencadenado estas cosas. Más aún por todo lo que había detrás no solo de esto, sino hasta del compromiso. Que familia y que día por Dios. —Suspiró. — Pero piensa esto. No puede estar peor. Hoy al menos. —Decidió bromear al final. Ese aspecto tan especial suyo, esa luz, no se iba ni en los momentos más difíciles. Y esa también era una gran virtud.

    Aquello ayudó a Lauren que pudo soltar un respiro un poco más consolada. Y sacó la carta del bolsillo de su delantal.

[•••]

    Frizzy se levantó de su lado. Y volvió a sentarse en su cama. —Bueno eso es algo privado. Yo haré otra cosa, no sé tengo unos hilos de colores por ahí, me pongo a bordar un pañuelo, así de paso me distraigo de este maldito día. —Volvió a bromear mientras buscaba cosas en sus cajones para hacer lo que había dicho. —De todas formas nos van a hacer quedar aquí hasta mañana. —Volvió a decir, con todas las buenas intenciones de subir los ánimos y le estaba funcionando.

    Lauren suspiró y se sentó mejor. En la cama, preparándose para aquello. Apreciaba muchísimo los gestos de Frizzy. Su apoyo y soporte. Y cuanto esperaba en verdad ser lo mismo para ella.

    Ese día precisamente había sido terrible. Desde que la Reina había comenzado con sus ofensas, desde que Lauren había explotado, desde que las cosas habían explotado. Y se habían vuelto peor con todas las cosas que se habían enterado. Y como lo había dicho Frizzy en tono de broma. No sé podía poner peor.

    Respiró nuevamente. Y decidió acomodarse hasta el fondo de su cama. Con la espalda apoyada en su almohada y las piernas extendidas. Tenía que tener el suficiente coraje. Era lo que debía hacer. El príncipe tuvo la intención de dársela para que la lea, y era eso lo que tenía que hacer. Por él, por ella. Porque en otra realidad, en otro tiempo o en otro universo las cosas podrían darse. Pero no en la que estaba, y hasta la cosa más pequeña, como una simple carta, valía más que millones y millones de libras. No sabía cuánto lista estaba para leer la carta a continuación, pero era de su voluntad leerla. Tenía que hacerlo, era la oportunidad que le habían dado, con todo lo que había pasado, apreciaba esa suerte de corazón. Y a pesar del dolor que venía con la misma, esa carta era lo único que tenía ahora.

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