
LIII
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Dejaron a Lauren reposar durante unas horas. Y a pesar de que Frizzy pidió quedarse a acompañar no se lo pudieron permitir, ya que el tiempo que había durado la conversación con el principe era suficiente. Ella tenía que volver para que no la regañen.
Frizzy se fue preocupada, pero tratando de pretender que todo bien. Aun le preocupaba el estado de Lauren, ya no sangraba ni nada, pero la herida seguía ahí con cualquier roce podía volver a sangrar, podía ser peligroso. Lauren estaba más lúcida y claramente había recuperado concentración, pero aún así estaba débil, era claro, había perdido bastante sangre.
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Y si lo estaba, débil. Medio mareada. Pero mucho mejor, porque gran parte de ese malestar era también por el susto y la impresión de ver la sangre.
Y a pesar de que ella decía que ya estaba bien, Rose insistía que descanse un rato más. Se trataba de un golpe en la cabeza, no era nada simple. La tenían que supervisar.
Claramente lo que había pasado había sido terrible en varios aspectos, una enfurecida muchacha adinerada con todas las intenciones de matar a alguien, era totalmente aterrador.
Pero ella sola se había destruido a sí misma, porque ni se sabía que quería lograr con aquel terrible ataque de ira, pero tampoco se esperaría que también todo le iba a regresar en donde más le dolía.
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Aún así lo que todos se enteraron después fue más aterrador aún.
Sobre la terrible obsesión que ocultaba la señorita Lea con el hijo del Rey.
Como había conseguido todas esas cosas, hasta llegar a ese punto. Se supo que las situaciones de entrar a la habitación del príncipe cuando no estaba no habían sido de ese día solamente.
La historia era bastante tétrica, la señorita Lea le había robado las llaves a Karoma de alguna manera, esta las dio por perdidas y tuvo que pedir copias. Lo extraño era que solo desaparecieron las llaves de la habitación del príncipe, pero no sospecho nada.
Así por más días de hasta los que pensaban, la señorita se había escabullido cuando la zona estaba vacía, cuando la habitación no tenía a nadie y estaba cerrada, entraba. Se metía en la habitación del príncipe sin que este sepa.
Se sentaba en su cama, paseaba por ahí, se metía a oler su ropa. Estaba acosandolo, de maneras bastante turbias. Se ponía su ropa pensando que así se esparcia su fragancia, luego volvía a ordenar todo, se iba como si nada hubiese pasado.
Todo llegó a un punto donde hasta le rebuscaba las cosas y se las leía, asegurándose de ordenar todo después. Para que no se de cuenta.
Y todo había explotado cuando en una de esas cosas que hacía se encontró con el diario. Lo leyó, se enteró de que en algún momento el joven empezó a gustar de Lauren desde muy temprano, que fue enamorándose de ella y eso la enervó hasta tal punto de no llegar a ordenar todo bien y ocasionar todo lo que había hecho en la cocina.
La señorita Lea no estaba simplemente enamorada como justificaba, la señorita Lea estaba obsesionada hasta un punto que estaba dispuesta a pisar y eliminar a cualquiera con tal de conseguir eso que añoraba.
Y era totalmente aterrador. Quedando claro por qué hasta el mismo príncipe al enterarse de todo aquel asunto con toda aquella información que le brindaba más contexto, se había asustado tremendamente.
Más porque la señorita Lea, siempre oculto tener esos pensamientos tan enfermizos y esas conductas tan escalofriantes con tal de siempre caerle bien a Thomas.
Eso solo lo asustó más.
Y nada de eso iba a quedar así, y tal cual como se dijo. Al día siguiente iba a estallar todo de la manera más grande posible.
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Porque si no había estado todo lleno de escándalos ya, aquel día, aquel 7 de Julio de 1881 con fecha exacta, porque era importante.
El mayor escándalo de la historia del castillo, y uno de los eventos más grandes que quedarían sellados en la historia de todo del Reino Unido, salió y explotó de una forma incontrolable.
Por fin llegó el día que Lauren iba a conocer, que necesariamente había algo detrás que tenía razón, fuese merecido o no. Fuese la buena, fuese la mala o fuese cualquier cosa. No importaba.
Porque cada quien le dijo que había algo especial en ella, algo que la hacia ver y predecía que algo la esperaba era cierto.
El día que volvería a cambiar su vida por completo, cambiaría parámetros y hasta la historia misma para los siglos futuros que la estudien.
Y recordando tal vez las graciosas y tiernas palabras de Hope Annighan el día que la despidieron del pueblo, todo podía sonar como el deseo de aquella niña haciéndose realidad.
Porque eso tan grande que ni la misma Lauren sabia, y mucho menos esperaba por las grandes posibilidades de abdicar al trono, destitucion de realeza y esos asuntos.
Se convertiría una princesa.
Y tal vez, o más bien de hecho no había captado que esa también era la propuesta del príncipe, por algo había mencionado la ley, por algo hablaba de quedarse en el castillo. Posiblemente la distracción del golpe no la hizo entender algo tan grande como eso.
Pasar de no ser nadie, a una de las personas principales de la historia de su país.
Pasaría, porque el destino escrito para ella, el que siguió o el que simplemente terminó teniendo, se lo daría.
Como la princesa de Inglaterra.
Y recién se iba a enterar.
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Pero no puede ser contado así solamente, si no se sabe el escándalo que estalló antes. Para llegar a tal punto.
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En la mañana del día siguiente, había sido difícil para Lauren levantarse, el sueño que provocó el hecho de no poder dormir la noche anterior por la preocupación de su herida la invadió y preocupó toda noche.
Tanto ella como Frizzy, se cambiaron, como todos los días. Pero tan pronto salieron de la torre guardias las esperaban para escoltarlas. Sin fuerza y más bien viéndolas de manera diferente, que hasta ese momento claramente no entendían.
Sabían que cualquier cosa que fuera a estallar lo iba a hacer ese día, y preparadas sabían que ese día tenía muchas formas de terminar.
Fuera lo que fuera a pasar iba a ser tan fuerte, que claramente todos en castillo terminarían enterándose.
O eso pensaban esos momentos porque en realidad lo iba a saber todo el Reino.
Incluso pensaban que iban a llevarlos a todos a la sala del Trono para aquella conversación, que posiblemente así se habían organizado. Y en ese aspecto si era verdad, porque las llevaron hasta ahí.
El asunto fue que esta vez los guardias entraron junto a ellas, y eso claramente brindaba más seguridad.
Al entrar, ya estaban presentes el príncipe, la princesa Ava, y el Rey.
Ava con su dulzura de siempre fue a saludar a sus dos amigas cariñosamente, teniendo cuidado con Lauren, muy preocupada por lo que había pasado que claramente ya se lo habían contado. Preguntándole por su cabeza y si es que se sentía bien.
Lauren asintió. Los guardias se colocaron al rededor del gran interior del ambiente.
Cordialmente saludaron al Rey con la gran reverencia de siempre este con una presencia, vibra y semblante indescifrable solo aceptó el saludo.
Ava hizo amablemente a Lauren ponerse al lado de su hermano, y de poner a Frizzy al lado de ella abrazándola por la espalda.
Thomas le preguntó a Lauren como estaba su cabeza, si aún seguía doliendo. Lauren explicó que todo bien, no había vuelto a sangrar, pero que por la información que sabía sobre la condición de su piel, la cicatriz que se formaría no se borraría, pero lo bueno era que todo lo cubría su cabello.
Estaban hablando de eso, con Thomas interesado en saber su estado, con Lauren explicándole que estaba bien, que igual estaban supervisando su estado, que igual avisaría cualquier cosa.
La puerta se abrió dejando ver a la señorita Lea y a su padre.
Instintivamente sin darse cuenta se escondió detrás del príncipe como si su cuerpo recordara el golpe del día anterior y prefiriera alejarse a enfrentarse en esa ocasión, y supo que felizmente reaccionó bien cuando sintió varios guardias rodearlos a ambos. Porque la señorita Lea había empezado a gritar, y su padre totalmente avergonzado había tenido que discutir con ella y pedir también que dos guardias estén con ella. Sumamente decepcionado de su hija, totalmente destruido por su culpa.
Los guardias se quedaron cerca de Lauren y Thomas, ante todo, protegiendo a su príncipe.
Llegó la Reina y gracias a Dios no armo ningún escándalo, más que entrar en silencio, con esa gran mirada de odio que la caracterizaba, ponerse al lado de su esposo con la cabeza en alto, pero con un punto débil que ese día por fin se notaba. Su orgullo.
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—Querido amigo. —Dijo el Rey dirigiéndose al primer ministro de Suecia, cuando todos ya estaban dentro con la puerta cerrada y listos para hablar. —Quiero cederte la palabra primero, si tienes que decir algo, para defenderte, justificarte a pesar de todo lo que ya sabemos, puedes hacerlo, porque tienes total derecho.
—Su majestad, es hasta una sorpresa para mi ver esta actitud en mi hija. —Habló el hombre con la cabeza abajo—Ayer ha sido un día en el que hemos hablado, con toda nuestra familia y en verdad lamentamos esta situación. Mi hija no tenía por qué en primer lugar adentrarse en la habitación de su hijo sin permiso.
La señorita Lea interrumpió a su padre sin importarle. —No es justo, esto es una falta de respeto. No me están entiendo.
—Lea cállate por favor—le pidió su padre en una voz fuerte—Estoy tratando de ayudarte. —La regañó.
La señorita solo siguió llorando desconsoladamente en pleno berrinche. Su padre tuvo la delicadeza de pedirle perdón a Lauren. Lauren aceptó el mismo con una reverencia, a pesar de que la culpa la tenía su hija, y no él. Él hombre parecía muy avergonzado y arrepentido.
Lo lamentaba por su familia, pero ellos no habían hecho nada más que aprovechar el gran error de la señorita Lea, ese error por el que pagaría.
El Rey quiso decir algo pero Thomas habló antes que él. —No entiendo por qué tenía que ser acosado de esa manera, no entiendo ninguna justificación tampoco. Claro que me da mucho miedo, saber que alguien me revisaba las cosas, se acostaba en mi cama y olía mi ropa cuando yo no estaba. No me siento seguro, si ha pasado eso cuantas cosas más que seguro no se dirán habrán pasado. —Dijo, haciendo que el padre de la señorita esté sumamente avergonzado también. —Y no sé si se sepa la gravedad en el asunto de que literalmente y con presencia de testigos, se ha intentado matar a una de las sirvientas de nuestro castillo. Todo esto el día de ayer a penas, y que se recuerde, es una ciudadana Inglesa. Yo ya no puedo soportar este tipo de cosas, ha escalado hasta un punto muy alto.
—Su majestad por favor, mi hija no ha actuado en sus cinco sentidos. —El primer ministro se quiso disculpar una vez más.
—Pero es que lo ha hecho por más tiempo del que sabemos, y solo estalló ayer porque quería matar a Lauren. —Se metió la princesa, Frizzy la sostuvo del brazo por si acaso.
—¿Pero por qué simplemente no me quieres? —Volvió a decir Lea llorando, avergonzando más aún a su padre. —¿Es que a caso tus padres también saben que te gusta una empleada? ¿Por qué? ¿Por qué Thomas, por qué no puedes amarme a mí? Ya me habías dicho que no me querías, pero no sabía que era por esto. Incluso cuando a pesar de eso, parecía que te resignaste. Pensé que al menos eso tendría, si no era tu corazón. Pero no tengo nada, nada.
—Perdóname. —Le dijo Thomas. —No puedo hacerlo, no en el sentido que esperas que lo haga, lo lamento en serio. —Dijo, empatizando unos segundos con la situación de la muchacha. —Eso no significa que podías hacer las cosas que hiciste, me da demasiado miedo. No me siento bien, todo lo que hiciste son faltas bastante graves a mi privacidad y si dejamos esto avanzar hasta de mi seguridad. Es aterrador para mi lo que hiciste, porque yo confiaba en ti y no pensaba que podías cometer ese tipo de traición. —Explicó. —Yo no puedo casarme así. Ni llegar a querer a alguien.
La Reina pareció ofendísima con su propio hijo, pero felizmente su esposo por fin tomó la palabra obligandola a callarse.
—Thomas ha hablado conmigo ayer, yo también he hablado con el primer ministro ayer. Sinceramente y hasta en contra de lo que yo pienso, lo que ha sucedido con él es grave. Y eso todos lo tenemos que aceptar, si algo le hubiera pasado a esta muchacha. —Señaló a Lauren. —El castillo se hubiera metido en muchos problemas por querer cubrir un crimen, y todos sabemos que suficiente tenemos ya. —Explicó. —He ofrecido todo, hasta mi propio hijo, todo por mi Reino para que me paguen de esta manera. He cometido muchos errores, he ignorado a mi familia misma solo para terminar sabiendo algo como esto.
El Rey estaba reivindicando todas sus acciones pasadas, todo lo tal vez no tan bueno. Porque se estaba dando cuenta de algo, porque al final había decidido proteger a su hijo primero antes de que lo que pasaba con su Reino, y tenía razón, más problemas no podían tener.
Thomas había aprovechado todo para que su padre por fin piense así, para que por fin abra los ojos. La situación había explotado como una oportunidad para ese plan, tenía que hacerlo. Y si había conseguido por fin ganar a su padre de vuelta, que el mismo redimiera sus acciones, aunque sólo sea por beneficio del propio Thomas, tenía que aprovecharlo.
Durante ese tiempo, Thomas extendió y encogió de cierta manera su codo a Lauren, ofreciéndole tomar su brazo. Como si Thomas supiera que su padre iba a decir algo fuerte a continuación. Lauren tomó su brazo, ante la mirada furiosa de la Reina, y casi enloquecida de la señorita Lea. Con la cabeza en alto.
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—Nuestros hijos no pueden casarse.—Anunció el Rey como si fueran las palabras más difíciles de su vida.
Mientras la reacción de la señorita Lea no era más que aquel su interminable llanto del cual su padre se avergonzaba tanto y empezaba a pedir perdón y clamaba por el para su hija delante del Rey. La Reina igualmente se puso a tratar de suavizar la situación o persuadir al Rey. Pero ni con el mejor de sus intentos podía intentar hacer algo. El Rey había tomado una decisión, se había reivindicado.
El plan de Thomas estaba funcionando, estaba defendiendo a Lauren por lo que le habían hecho, y estaba ejecutando un plan brillante.
Escuchar la decisión de su padre, los reclamos ignorados de su madre. Hizo una pequeña sonrisa, curvarse en su labios. Gesto que supo disimular. Una pequeña maldad que también podía tener. Aquello hasta el momento iba como se quería. Tenía que ser así.
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