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El trazo que rozaba el papel blanco, viéndose como simples rayones que no tenían un significado, pero a medida que el lápiz se movía con rapidez empezaba a delinear unificando las líneas que en un principio carecían de sentido, tomó forma reflejando una chica con unos audífonos en sus oídos, mostrando que escuchaba música mientras tomaba un café. La fémina que miraba concentrada como plasmaba lo que imaginaba en aquella hoja, le pareció un poco irónico que simplemente dibujase conforme a su misma posición en ese momento porque no tenía más ideas para pasar el rato.
Amaba que tuviese un escritorio con la mesa inclinada para que pudiera hacer trabajos o solamente proyectar por medio de un lápiz y papel lo que su imperactiva mente llegaba a crear. Pero más le encantaba que estuviese al lado de la ventana de vidrio, por lo que al girar su cabeza podía apreciar los árboles que habían en su patio, y la serenidad que le alcanzaba a transmitir. Era precioso como tan solo apreciar la naturaleza podía relajar cada uno de sus músculos, dejando ir su divagación en un suspiro que siempre escapa de sus labios sin preverlo. Le gustaba la idea de que su casa estuviera un poco apartada de calles urbanas y ser menos transitada. No es que viviese en el campo, solo que era de ese tipo de casas en las películas que están cerca de un bosque o parque; ni tan lejos de la ciudad u urbanización.
Ese día empezaba en la secundaria a la que va su mejor amiga, no iba a negar que se encontraba algo nerviosa, ya que era un lugar nuevo para ella; a pesar que dos años anteriores estudió allí, su amiga estando en otra división por lo que no estuvieron juntas. Le tranquilizaba que al menos tuviera amigos ahí, y que conocía un poco la institución.
Se alejó de la mesa de madera, reincorporándose y viendo satisfecha su dibujo. Estiró los brazos y la espalda, empezó a mover su cuello en círculos para aliviar la tensión en este, mientras sus manos se colocaban en el hueco entre su cuello y hombros, masajeándolos. Abrió sus antes cerrados ojos avellana, y recorrió todo su escritorio hasta dar con la ventana de vidrio, la cuál en ese momento se encontraba cerrada, con las cortinas violeta difuminado con azul rey divididas a ambos costados del marco de la ventana. En su campo de visión cerca de los árboles, entre todo el fondo verde logró distinguir una pelusa blanca a los pies de los troncos. Se concentró en aquella pequeña pelusa blanca, hasta que pudo reconocer qué era dada su silueta. Un gato. Un pelaje tan blanco como la nieve, y unos ojos destellantes azul cristalino. Estaba sentado en el césped de su patio, con su cuerpo y ojos orientados en su dirección.
La asustó ligeramente, ya que el gato la estaba mirando de manera tan fija que un escalofrío recorrió su columna. Aún así, intentó guardar tal imagen en su mente, ya que le gustaba el contraste que tenía toda la naturaleza y vegetación con un albar felino entre este. Siguió apreciando el momento, pero un movimiento entre los árboles la desconcentró. Si la vista no le fallaba, solo alcanzó a ver una silueta negra pasar con tal rapidez que fue incapaz de reconocer con exactitud quien o qué era. Siguió intentando averiguar qué había sido aquello, mirando de un lado a otro por los árboles. Obviamente sin llegar a ver nada más, ya que ella estaba aún dentro de su habitación, pero por la curiosidad se acercó a la ventana.
Era temprano por la mañana, sus padres estaban dormidos. Y quizás sus vecinos también, la noche anterior se fue a dormir temprano y consiguió el mismo resultado al siguiente día. Demasiado bien se podría decir. En ese momento recordó las películas en dónde llegaba un sujeto con máscara y se quedaba parado frente a la ventana, totalmente quieto observando el movimiento de su siguiente víctima. No le gustó la sensación que hubo en su cuerpo por lo que su mente llegó a imaginar.
De repente, un sonido que reconoció como su tono de llamada empezó a resonar por la habitación, provocando que se sobresaltara al traerla de vuelta a la realidad de la nada. Miró su teléfono sobre el escritorio vibrar, pero al instante recordó al gato que había apreciado hace unos minutos. Se giró nuevamente a la ventana, notando que se había ido.
Soltando un suspiro, se encaminó a contestar la llamada. Ni siquiera se molestó en mirar quien era, sabía perfectamente quien la llamaría a esa hora.
—¡Hola, hola! ¿Te desperté? —reconocería aquella vocecilla alegre donde fuera, era su mejor amiga, Astrid Griffith.
—No realmente, me levanté a las cuatro de la mañana, podrás hacerte una idea — contestó con confidencialidad.
—Claro, te conozco perfectamente, aunque te encanta dormir hasta que simplemente ya no quieras hacerlo más.
—Sí, al igual que tú. A todo esto, ¿Qué quieres exactamente? —preguntó por el tono emocionado que mantenía.
—¿Recuerdas que mencioné que te tenía una sorpresa pero jamás te dije para cuándo? —por supuesto que lo recordaba, le había dejado en incógnita ya que la siguiente semanas empezaban las clases. Hizo un sonido con la garganta dando aviso que lo recordaba —. Obviamente, aún no te diré qué es, peeero hoy te mostraré, no te preocupes. Vamos a la preparatoria juntas.
—Está bien, estaré ahí en veinte minutos.
—¡Perfecto! No tardes, por favor —pidió con irritación. Siempre llegaba tarde a los sitios que cuadran, aunque se organice y plantee ser puntual, simplemente no lo era.
—Sí, sí. En el lugar de siempre —le restó importancia para despedirse y colgar la llamada, dejando nuevamente su teléfono sobre el escritorio. En un movimiento inconsciente, sus ojos viajaron a la ventana de vidrio; repasando en su mente todo lo que había sucedido unos momentos atrás. Se acercó para observar el paso al bosque que daba su patio, el fondo verdoso y como el sol naciente empezaba a deslumbrar sus rayos entre los grandes árboles. No se quedó más tiempo en aquel sitio estática, y la suave tela de las cortinas de su ventana se deslizaron en sus dedos para luego hacer fuerza, y así sellar cualquier manera de mirar su habitación desde fuera.
El sonido que producía al dejar que su peso descansase en sus pies al bajar las escaleras de madera resonaba por todo ese pasillo, se llevó una mano al rostro que mantenía con expresión soñolienta mientras bostezaba. La mujer giró cuando llegó al final de las escaleras caminando con parsimonia.
Unos ratos más tarde, después de que se hubo dado una ducha para dejar que sus recuerdos de esa mañana se disolvieron y resbalaran como las gotas de agua por su cuerpo, se cambió y bajó a cocinar unos emparedados (no le gusta complicarse en el desayuno, así que busca lo más fácil).
(Holi, soy la escritora y pos nomás aviso que este es un borrador, no está terminado aún pero lo dejaré por ahora aquí :)
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