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XXIII

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1882 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

     Después  de lo que sintió como un buen par de minutos, escuchó que la puerta de la habitación se abría y que alguien entraba suspirando del cansancio.

     Sabía lo que eso significaba.

    Oficialmente Thomas había entrado a la habitación. Lo podía escuchar a través de la puerta del baño.

   ¿Debía salir en ese momento? ¿Avisar que estaba en el baño? ¿Aparecer de sorpresa? ¿Hacer una pose? ¿Ensayar?

    No tenía ni idea.

    De todas formas, la voz de Thomas no tardó en escucharse. Dándole la posibilidad de poder pensar de lo que fuese a decir el joven, las cosas que podía hacer.

[•••]

    —¿Te encuentras aquí Lauren? —Preguntó suavemente. Ante sus ojos la habitación parecía vacía, pero Lauren podía estar en el vestidor o el baño, por eso preguntaba.

   —Estoy en el baño. —Habló Lauren desde el mismo, evitando tartamudear.

   —Está bien. —Respondió amablemente su esposo.

   Hubo silencio. Tenía que pensar.

   Era en ese momento o nunca.

[•••]

    —Thomas ve a sentarte en la cama. —Dijo, sonando lo más firme posible.

    —¿Perdón? —Se escuchó la confusión en la voz del joven.

    Lauren tomó un respiro profundo.

    —Que te sientes en la cama, a los pies.

    —¿Por qué? —Lo escuchó preguntar aguantándose una risa.

   —Por favor. —Dijo Lauren desde dentro del baño en su última opción.

   Escuchó la cama hundirse un poco segundos después.

    —Ya está. —Thomas avisó.

   Lauren se sintió suspirar.

    —Cierra los ojos. —Pidió Lauren. —Y no los vayas a abrir hasta que yo te diga.

   —Ya está. —lo escuchó anunciar de nuevo después de unos segundos.

  Entonces a penas entreabrió la puerta. —En verdad, no vayas a abrir los ojos antes de que te diga. —volvió a decir.

   Y en ese pequeño espacio por el que podía ver pudo notar como se cubrió los ojos con las manos.

    —Te lo prometo, no los abriré. —Dijo.

[•••]

    Lauren suspiró, y tomó el valor suficiente para salir del baño. Terminando de abrir la puerta por completo. Y empezando a salir.

   Caminó hasta quedar en frente de él. Thomas seguía tapándose los ojos, esperando alguna indicación de su esposa.

    A Lauren le costó recobrar la voz, sabía que su rostro y cuello estaba enrojeciendo. Pero tenía que tomar el valor.

    No sabía ni que esperaba que vaya a suceder, o como vaya a suceder, como continuar o que decir. Pero estaba decidida, había esperado esa noche. Todo tenía que salir bien.

[•••]

    —Puedes ver. —Dijo, otorgando el permiso, procurando sonar lo más segura posible.

    Thomas fue retirando las manos de sus ojos y abriendolos lentamente.

[•••]

    Definitivamente lo que vieron sus ojos, fue una sorpresa.

    Los ojos casi se le salieron de las cuencas con la primera impresión. Y algo en el le decía que quedarse mirando iba a verse como muy irrespetuoso. Miró abajo unos segundos, pero sus ojos no podían quedarse ahí.

   Aquella prenda parecida a una toga con cola, verde esmeralda, de aperturas en la pierna, y técnicamente transparente en su mayoría. Podía verse todo, las curvas de su cuerpo, los lunares de su piel, la forma de sus caderas, de toda su silueta.

   Thomas se había congelado de repente, llegando a estar completamente mudo, enrojeciendo cada vez más, desaflojando su corbata por el repentino calor, estaba tan bloqueado que no sabía cómo debía reaccionar, levantarse a besarla de manera feroz, simplemente esperar, quedarse callado. Quitarse algo. Estaba sumamente perdido.

     Aun así dentro de su confusión se estiró hasta uno de los cojines de la cama, lo tomó y al volver a sentarse se lo puso en el regazo. Parecía que estaba temblando de lo nervioso que se había puesto. Lauren pudo deducir por qué había tomado esas acciones.

[•••]

    —Te queda bonito. —Intentó disimular el joven. Evitando de cierta forma mirarla, porque a pesar de que solo quiera mirarle los ojos sus ojos lo traicionarían bajando por todo el cuerpo de la muchacha. —Es seda, y tul. Muy elegante. —Dijo lo que se le ocurrió.

   —Es para ti. —Lauren sintió su voz más baja de lo que hubiera deseado. Pero al menos era suficiente para que Thomas lo haya escuchado.

    Los dos se iban a congelar si alguien no tomaba iniciativa o las riendas de aquel asunto.

    Lauren se persignó mentalmente por lo que iba a hacer, pidiéndole suerte y perdón a todos sus ancestros.

     Volvió a respirar y con toda la valentía se le fue acercando más. —Quita el cojín de tus piernas. —Le dijo. Le ordenó.

   La obedeció en menos de un segundo. Lauren tomó entonces el coraje, de sentarse a horcadas del joven, esa prenda con esas aperturas en las piernas, podían permitírselo con facilidad.

    Por primera vez, estando así de nerviosa  se sentía sofocada, en vez de helada. Se sentía rozar con su pantalón, notorio bulto rozando el centro de Lauren, Thomas no usaba cinturón. Le estaba dando mucha vergüenza, no tanto por el contexto de la situación, sino porque hasta donde las cosas habían logrado avanzar, se sentía en realidad muy agradable.

   Tomó su cuello y acaricio su cabello con la otra mano, se sentó mejor se pegó un poco más.

   Sintió de repente en ese instante, manos a un ritmo extremadamente lento subir en caricia por sus piernas, hasta poder llegar a sus caderas.

    A alguien se le iba a terminar yendo el juicio primero. Y por ese último contacto, algo apuntaba que terminaría siendo Lauren quien pierda primero.

   Thomas la miraba a los ojos, en la posición que estaban técnicamente miraba un poco hacia arriba. Parecía tan expectante a que simplemente le ordenen qué hacer. A pesar de que por lógica sí lo sepa. Quería que le digan que hacer. Esperaba a que le diga que hacer.

    Lauren no podía si quiera descifrar como eso la hacía sentir, era una especie de electricidad que ni se había imaginado hasta el momento. Una idea se instaló en la mente suya.

     Si él quería que ella le diga que hacer, que se lo pida. Se le estaba alterando todo el cuerpo, pero tenía que saber mantenerse cuerda.

[•••]

    —¿Qué es lo que deseas? —Se animó a decirle al oído, a pesar de que nadie los estaba escuchando, y que mucho menos los estaban viendo. Sintió las manos del joven apretarse un poco de manera inconsciente en sus caderas

     Sintió al joven extender su cuello para llegar al oído de Lauren y poder contestarle. —Haz lo que quieras de mi. Tócame, tómame, reclamame. Yo soy tu esposo. —Su voz temblaba de los nervios, pero no por inseguridad.

     Fue suficiente tensión para soportar. Tuvieron que besarse.

[•••]

     Un beso apasionado como otros que habían compartido, pero en un contexto totalmente diferente. La de su primera noche juntos, como marido y mujer.

     Poco a poco las prendas del príncipe disminuían en cantidad. Su blanco torso aparecía por primera vez descubierto ante los ojos de Lauren.

     Sin vergüenzas, sin miedos, o inseguridades. Dejarse llevar en esa naturalidad, en esa intensidad y ese consentimiento. Que era el más importante.

     Se amaban, en verdad lo hacían. Entregaron sus cuerpos, pero eso era lo externo. Igual de válido, pero no significaba todo.

    Dos almas se volvían una, dos corazones se volvían el mismo. Se juntaban en magia, algo más que solo el placer que el cuerpo podía sentir.

    Uno de los privilegios y tentaciones más grandes del mundo, el amor y el placer en uno solo. Dos sentimientos al borde del otro. Que al juntarse, podían crear un espacio, donde el tiempo no era tiempo, y el espacio no era espacio.

[•••]

     Con las luces apagadas. Y respecto a todos los mitos y verdades que existían sobre cómo se sentían las relaciones sexuales en una mujer, habían ciertas cosas que aclarar.

    Cada mujer era diferente, por ende, cada experiencia era diferente.

     De todas formas, siempre la intromisión, la sensación extraña de un encaje, era relativamente dolorosa hasta cierto punto.

     Pero no era parecido en nada a cualquier dolor que toda persona normal pueda imaginar. Así de extraño como sonaba, era el único dolor que alguna vez podría describirse como agradable. No quitaba que sea extraño y raro a un inicio, pero cuando la costumbre no tardaba en llegar, el dolor no se sentía mal.

     Aquella noche había estado llena de un vaivén muy lento, muy romántico y muy especial. Cada quien quería recordar cada instante, cada toque, cada caricia y cada roce.

     Aferrarse a su cuerpo, en lo más parecido a un abrazo.

    El cuerpo reaccionaba, a veces con cosas que conscientemente dan vergüenza de hacer. Involuntarios e exitantes sonidos viniendo de la garganta, respiraciones pesadas, una sensación extraña de que algo en sus centros quería explotar y que cada vez esa necesidad podía notarse más.

    No había prisa, eso podía volver las cosas más intensas. Podía ser eterno, el tiempo había parado por completo.

    Besos que fueron a bastantes lugares de su cuello y torso. Jamás se imaginó a sí misma en una situación como esa. Y lo estaba disfrutando.

    Era agradable, era abrumador, todo era maravilloso. Porque era él.

"¿Estás bien?"
"¿Se siente bien?"
" No te detengas, por favor"

"Yo te amo"

[•••]

     Los ojos de Lauren se sentían bastante pegados, pero su misma mente ya iba despertando. Solamente que su cuerpo demoraría con eso.

    La luz de todas formas, fastidió lo suficiente a su cuerpo para poder abrir los ojos. Su cabeza no estaba apoyada en el colchón o una almohada. Caía su cabeza en el pecho desnudo de su esposo, como si de hecho fuese su pecho la almohada.

    Nunca había dormido en otra posición que mirando al techo totalmente rígida. Era muy extraño para ella dormir de otra manera, de hecho increíblemente incomodo. Pero ese era un nuevo comienzo por completo, como un nuevo nacimiento.

    Apegarse a él durante sus sueños, era de hecho una forma bastante agradable de dormir.

    Thomas si estaba boca arriba. Con un  brazo colgando a un costado de la cama. Tenía un sueño muy pesado, por lo que no esperaba que al removerse un poco ella, él también se despierte.

[•••]

     —Perdón, descansa. —Dijo Lauren en voz baja, levantando la cabeza para poder mirarlo al rostro.

     —Buenos días. —Lo escuchó canturreando bastante adormilado.  Y lo sintió acomodarse para sentarse un poco. Traía los ojos entrecerrados por el sueño, y el cabello todo desordenado. Una imagen divertida para ser la primera al ver al despertar. —Ya desperté. —Bostezó. —¿Tú descansaste bien? —preguntó suavemente.

    Lauren asintió. Mientras Thomas rodeaba su brazo por sus hombros y espalda descubiertos. Haciendo figuras, o simplemente siguiendo las líneas de las marcadas cicatrices de la espalda de Lauren. Misma espalda que la noche anterior había acariciado y besado con alevosía, porque siempre se aseguraría de demostrarle, que adoraba cada parte de ella, incluso las que para ella aún causaban vergüenza.

     —¿Qué hora es? —Preguntó el joven.  La habitación poseía un reloj, Lauren miró la hora. Eran más de las diez de la mañana. La hora del desayuno había pasado hace tiempo. Pero ese día podían elegir los horarios que deseen, nadie los interrumpiría, ese siguiente día era también para los dos.

[•••]

     —¿Te quieres levantar? —Le preguntó Lauren suavemente.

     El joven frunció la nariz con una mueca. Esa fue su respuesta. —¿Tú?

    Lauren se encogió de hombros. —Podría ponerme algo, hace frío.

    —A mi me gustas desnuda. —Bromeó Thomas, y se ganó un pellizcón. Del cual luego se quejó con algo de dolor. —¿Acaso yo no te gusto desnudo? —Siguió bromeando. —Porque anoche ... —Lauren le tapó la boca antes de que se siga burlando.

   De todas formas Thomas siguió fastidiando soltando sonidos debajo de la mano de Lauren, imitándola, imitando los sonidos que él escuchó la noche anterior.

    Qué fastidioso era en verdad.

     —Que gracioso eres. —Le dijo irónicamente fingiendo una risa con una mueca, mientras ya rendida le quitaba la mano de la boca, y Thomas se empezaba a reír. Lauren le terminó sacando la lengua

[•••]

     Ambos quedaron recostados un momento más. Conversando, o simplemente disfrutando el silencio de tanto en tanto.

     Aun la abrumaban los recuerdos. Y fuera de cualquier broma, todo había sido perfecto. Todo se había sentido así.

     Recordaba las cosas con las mismas sensaciones que le habían provocado cuando habían pasado. Al fin todo sucedió. Y al fin era todo real.

    Thomas era su esposo, se había entregado a él. El había hecho lo mismo con ella.

     Había triunfado, habían triunfado. Su amor había triunfado. Eran la historia de un cuento. De un libro de fantasía y princesas de los que Hope había leído, un cuento de esos hechos realidad.

    Hablaron sobre Doncaster, querían ir a la otra semana, dependía de la disponibilidad de carruajes y conductores. Visitar la antigua casa de Lauren ahora posiblemente abandonada, y sobretodo al cementerio. Al regreso de aquel viaje querían empezar a trabajar en más cosas juntos.

    Las ideas de Lauren respecto al consejo y los impuestos no eran malas, Thomas no quería hacer pasar esas ideas como suyas, eran de su esposa. Su esposa estaba recibiendo el mismo nivel de alta educación que él había recibido. Y lo hacía muy bien. Ya no era au prometida, era su esposa. Y era la princesa. Era tan importante como cualquier hombre sentado en esa mesa.

     Un gran futuro, esperaría y ya esperaba por ambos. Con todo lo bueno, todo lo malo, y todo lo que deba y tenga que venir.

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