❇𝗢𝗡𝗟𝗬 𝗣𝗔𝗥𝗧❇
7,027 palabras
TRES DÍAS ANTES
Los truenos sonaban por todo el lugar haciendo que el llanto desgarrador de la chica se mezclara con este. No creía lo que acababa de presenciar, una de las personas más importantes para ella se había marchado frente a sus ojos y el pánico la había invadido. Estaba fuera de control y no sabía si lograría controlarse más tiempo...
PRESENTE
Ocho despertó tras escuchar varias veces su nombre, abrió lentamente sus ojos hasta ver quien la llamaba. Lo primero que vio al despertar fue a su amado, por lo que una leve sonrisa se formó en su rostro.
—Buenos días —el de ojos verdes se acercó a ella dejando un beso en su frente.
—Buenos días —respondió con somnolencia.
—Tenemos visitas —habló en un tono suave —. Te esperamos abajo.
La chica asintió y él salió de la habitación dejándola sola. Morgan se sentó en la cama mientras se estiraba para luego ponerse de pie y salir de la habitación, no sin antes colocarse una bata de seda color violeta. Comenzó a bajar las escaleras viendo como Cinco le acercaba una taza de café al hombre que estaba de espaldas a ella, quién supo al instante de quién se trataba.
—Número Ocho, es grato verte —dijo el mayor al notar la presencia de la chica.
—Yo no puedo decir lo mismo de ti, padre —se acercó al mayor.
—¿Te molestaría dejarnos solos? —pregunto el hombre con monóculo a Cinco.
El chico miró a su novia en señal de aprobación, a lo que ella asintió, por lo que salió de la sala rumbo a la cocina para dejarlos solos.
—Pensaba que yo era la que iría a ti suplicando —soltó de pronto Morgan rompiendo el silencio.
—Siempre tan obstinada, número Ocho —respondió el mayor soltando una risa sarcástica.
—¿A qué se debe tu visita, Reginald? —se cruzó de brazos.
—Tu hermana, Número Cinco desapareció —la chica frunció el ceño —. Nadie la ha visto desde hace tres días y según su esposo fortachón, tú y el chico fueron los últimos en verla.
—Estuvimos un rato en su casa, pero no tenemos nada que ver con ello —dijo Morgan intentando recordar —. Aunque no estoy segura de que pasó, todo es borroso.
El anciano solo asintió lentamente mientras bebía un poco del café que le habían dado. La chica dirigió su mirada a la cocina notando a Cinco con la mirada perdida, confundiéndola pues algo era seguro, él había estado actuando algo diferente.
—Eso no es todo —llamó la atención de Ocho —. Hace unos días alguien se robó un libro mío de suma importancia.
—¿Qué podría tener un libro tan "importante"? —preguntó la chica confundida haciendo comillas con los dedos.
—Todo libro es importante, cada uno está lleno de conocimientos inigualables —decía el mayor con su distinguido acento —. Pero ese libro es peligroso en manos equivocadas.
La menor solo asintió vagamente mientras observaba como Reginald terminaba de beber el café. Dejó la taza en la pequeña mesa de centro y se acercó a Ocho con la cabeza en alto.
—La policía comenzará a investigar y temo decirte que tú y tu novio son los principales sospechosos —se acomodó mejor el monóculo —. Así que si no quieren salir perjudicados les recomiendo que hagan memoria de lo que pasó, con permiso.
Dejó un par de palmadas en el hombro de Morgan antes de comenzar a caminar hasta la puerta y sin más salir. La chica miró la taza que había dejado el mayor para luego tomarla entre sus manos y llevarla a la cocina.
—¿Todo bien? —preguntó Cinco mirándola.
—Si...
Sabía que mentía así que se acercó a ella para abrazarla por la espalda y apoyar su cabeza en su hombro, no sin antes dejar un beso en este.
—Sabes que voy a estar siempre a tu lado, ¿cierto? —la chica sonrió de lado y asintió —. Te amo, Morgan.
SIETE DÍAS ANTES
—¡Eres insoportable! —el grito del chico de ojos verdes se escuchó por toda la casa —. ¿No entiendes que lo que dije es por tu bien?
Hacía un tiempo la pareja había comenzado a discutir frecuentemente por las impulsivas emociones de Morgan. Cuando aparecieron en el nuevo mundo que su padre había "restaurado", no solo habían perdido a Allison, sino que también sus poderes, aunque número Ocho fue la excepción. No se lo dijo a ninguno de sus hermanos dejando que tomara su respectivo camino, siendo así que Cinco era el único que lo sabía y eso fue tras defenderlos de unos asaltantes —acabando con sus vidas sin evitarlo—.
—¿Yo insoportable? —ironizó la chica mientras sus ojos se ponían violetas por su ira —. ¡Tú eres el que intenta prohibirme usar mis poderes!
—¡Porque te hacen daño! —exclamó con fastidió Cinco —. ¡Te están controlando!
—¡No me están controlando! Me han ayudado —respondió con una sonrisa sarcástica —. Todo lo que tenemos es gracias a ellos.
Al ver la mirada fría de Morgan, el chico se pasó una mano por el cabello frustrado. Cinco quería a la chica, pero ella ya no era la misma desde que aparecieron en aquel mundo. Se había vuelto más impulsiva, se sentía imparable y todo gracias a que sus poderes habían sido liberados tras salvar a sus hermanos de Reginald.
—Todo lo que tenemos es por el miedo que has dado —la señaló con su mano —. Si tenemos hoy casa es por tus amenazas y tus asesinatos.
—No seas hipócrita, Cinco —rodó los ojos —. Ambos somos asesinos, ¿Tengo que recordarte como nos reencontramos?
—Eso lo sé, pero mi Morgan jamás abusaría de sus poderes de esta manera —la chica tragó seco —. Yo he matado por contrato, por defenderme o por cuidarte a ti o a los demás —comenzó a enlistar acercándose a Ocho —. Pero tú solo lo haces por ver a los demás sufrir, dices que es para ayudarnos, pero estás dispuesta a lo que sea si eso implica herir, manipular o matar a alguien.
Ella no dijo nada, sino que se limitó a mirarlo aguantando las ganas de soltarse a llorar ahí mismo. Al no recibir respuestas, Cinco se separó de Ocho caminando decidido a la puerta.
—¿Qué estás haciendo? —lo cuestionó siguiéndolo.
—Me largo de aquí —dijo colocándose su saco.
—Debes estar bromeando, ¿Cierto?
Cinco permaneció en silencio mientras terminaba de abrigarse, haciéndola tragar en seco. Él le dio una última mirada antes de dirigirse a la puerta, pero antes de poder abrir sintió una mano en su muñeca.
—¿Acaso no ves que todo lo que he hecho ha sido por ti? —una lágrima salió sin previo aviso deslizándose por su mejilla —. ¿Cómo sobrevivirás solo allá afuera? No tienes tus poderes.
—Quizá no, pero estaré lejos de ti —se soltó con cuidado de su agarre —. Morgan, te amo... Pero ésta no eres tú.
La chica permaneció en silencio mientras un par de lágrimas salían solas de sus ojos. Cinco se acercó ligeramente a ella para dejar un beso en su cabeza, se giró y abrió la puerta, pero antes de poder salir Ocho volvió a hablar.
—Si cruzas esa puerta, olvídate de mí —un sollozo salió de sus labios sin poder contenerse —. Cuando vuelvas suplicando que te ayude o que confíe en ti, no lo haré... En cuanto cruces estarás solo a tu suerte...
—Entonces creo será la última vez que te vea —soltó sin girarse a verla dejando escapar una lágrima —. Adiós, Morgan.
Y sin más salió de ahí cerrando la puerta a sus espaldas. Ocho de inmediato se soltó a llorar mientras caía de rodillas al piso, podría conseguir lo que quisiera con sus poderes, pero él era lo más importante para ella y lo había perdido. Permaneció ahí por unos instantes hasta que la impotencia se mezcló con furia, se levantó y con ayuda de sus poderes comenzó a destrozar todos los objetos de su casa. Después de acabar con todo lo que había a su paso se recargo en una pared para deslizarse hasta estar sentada en el piso, había algunos cristales rotos por la vitrina que rompió, pero no le importaba si se lastimaba pues ya había perdido su todo.
PRESENTE
Morgan se hallaba recostada en la cama que compartía con Cinco mientras jugueteaba con su anillo. Su mente seguía procesando el que su hermana había desaparecido, pero lo que más le estresaba era que no lograba recordar con claridad lo que había pasado ese día.
—¿Puedo pasar? —escuchó desde la entrada de la habitación.
Levantó la mirada notando a su novio recargado en el marco de la puerta, asintió y el chico se acercó hasta recostarse a su lado. Pasó su brazo por debajo de la cabeza de Ocho y la acercó para dejar se acomodará en su pecho, la chica se acomodó mejor para escuchar sus latidos mientras él comenzaba a acariciar su cabeza.
—¿Está todo bien? —preguntó la chica.
—¿Por qué lo dices?
—Has estado algo... Raro.
Detuvo sus caricias por un momento, pero no dijo nada, extrañando a Morgan. Se separó de él para verlo a los ojos, desde hace un par de días había cambiado su actitud muy repentinamente y por más que ella quería evitarlo no quería sospechar de él.
—Quiero ir a ver a Luther —soltó mientras miraba a Cinco cambiando de tema —. Se lo que es perder a alguien y no saber si volverá.
—Vayamos entonces —respondió en tono bajo —. Lo mejor en este momento es estar con él.
A los minutos ambos se levantaron para poder arreglarse y salir rumbo al pequeño departamento que su hermano compartía con su esposa. Hace unos días habían estado ahí pero ahora por alguna razón se sentía demasiado diferente, el ambiente era tenso y la ausencia de Sloane era simplemente tormentosa a pesar de que no enraban aún. Llamaron a la puerta y Luther tardo un par de minutos en abrir y al hacerlo su mal aspecto fue evidente, sus ojos hinchados, su barba descuidada y grandes ojeras resaltaban bajos sus ojos.
—Luces terrible —soltó Morgan.
—¿Qué hacen aquí? —respondió frío.
—Venimos a verte —dijo esta vez Cinco —. ¿Podemos pasar?
—Traigo galletas —la chica mostro la canasta en sus manos.
Tras pensarlo un tiempo el más alto los dejo pasar dejando al descubierto el desastre que había en el departamento. Había hojas de periódico por doquier y las cosas estaban completamente desordenadas haciendo que Ocho tuviera un déjà vu. Un nudo se formó en la garganta al no escuchar la voz de su hermana, esperaba estuviera bien. La necesitaba.
—¿Aún nada? —preguntó Cinco haciendo a un lado algunas hojas para poder sentarse en el sofá.
—No.
La chica se acercó a él para poder abrazarlo, lo entendía y sabía lo importante que era Sloane para él. Sintió como el más alto comenzó a sollozar por lo que se limitó a dejar un par de palmadas en su espalda.
—Apestas —dijo burlona mientras se separaba intentando subirle el ánimo, pero no dijo nada —. Ya verás que pronto la encontraremos.
Dejó las galletas en la mesa de centro sobre los periódicos para luego sentarse junto a su novio. Ambos intentaron subirle el ánimo, pero Luther lucia distante, haciendo que la chica comenzara a sobre pensar las cosas.
"¿Y si él...? No." Eliminaba ese comentario de su mente rápidamente. Él no podría haber sido, era su propia esposa y la amaba, además su mal estado dejaba que se notara estaba desesperado. A veces la desesperación podría hacerte que hagas cosas sin pensar.
CUATRO DÍAS ANTES
Las puertas del gran edificio se abrieron de par en par solas dejando que Morgan entrara. Todos la miraban sorprendidos, pero no le importó, así que se acercó decidida con la recepcionista.
—¿Dónde ésta la oficina de Reginald Hargreeves? —soltó molesta.
Su tono de voz había sido amenazante, por lo que la señora no demoro en decirle donde estaba. Camino al elevador con pasos firmes para poder llegar hasta el último piso donde salió del ascensor rápidamente y caminó por el largo pasillo hasta la oficina más grande del lugar. Abrió la puerta, aun cuando la secretaria del mayor se lo impidió.
—Déjala, Janet —decía el anciano mirando por su gran ventanal —. Es mi hija.
La mujer no dijo nada y solo se limitó a salir del lugar cerrando la puerta a sus espaldas. El mayor se giró lentamente para ver a Ocho, quien lo miraba con el ceño fruncido.
—¿Por qué me has hecho esto? ¡Soy un fenómeno! —exclamó enfadada —. Este mundo es una mierda. ¡Y todo es tu culpa!
—No lo es y tú no eres un fenómeno, eres simplemente mágica —dijo sereno.
—¡Por tu culpa he perdido lo que más amo en este mundo!
—¿Mía? Que no controles tu ira no es mi culpa.
No pudo decir más, pues una esfera de energía violeta pasó a su lado impactando en el ventanal, haciendo que se quebrara al instante. Reginald soltó una risa sarcástica mientras negaba con su cabeza haciendo la furia de Morgan aumentara.
—Tus emociones controlan tus poderes, pero ahora tus poderes te controlan a ti... Interesante —dijo con simpleza mientras comenzaba a caminar hasta su escritorio.
Se sentó frente a este y sacó su libreta de uno de los cajones para luego comenzar a escribir ignorando por completo la presencia de la chica. Conocía a su padre lo suficiente para saber que ahora no le prestaría atención por lo que sacó volando la libreta con una de sus manos para luego elevar el escritorio y arrojarlo contra la ventana, causando que esta se rompiera.
—Escúchame, idiota —se acercó al anciano mientras comenzaba a elevarlo —. Si no lo harás por las buenas, será por las malas.
Lo tomó para acercarlo al ventanal roto y sacarlo por este sin tirarlo. Brotaban chispas de sus dedos mientras mantenía al mayor por los aires, sus ojos eran de un brillante violeta y brillaba la tiara en su frente, pero su furia crecía al ver al de monóculo relajado.
—Solo tú puedes ayudarte, número Ocho —hablaba en un volumen elevado debido al aire del exterior —. Tu eres responsable de tu magia.
Morgan se frustró al no obtener la respuesta que quería, por lo que reprimiendo su enojo lo metió de nuevo y lo dejo caer en el piso de alfombra que adornaba la oficina. Intentando no soltarse a llorar se acercó al ventanal roto dispuesta a irse.
—Esto fue una pérdida de tiempo. ¡Eres un padre terrible! —gritó cerca del ventanal —. No quiero verte nunca.
—Si tú lo dices —se puso de pie entre quejidos —. Pero te aseguro vendrás a buscarme y suplicaras por mi ayuda.
—No haré eso —murmuró con la mandíbula tensa.
—Eso espero, porque no pienso ayudarte.
Morgan no agregó nada más, solo se limitó a salir por la ventana flotando rumbo a su casa. Quería arreglar las cosas con Cinco y sabía que lo lograría solo si aprendía a dominar completamente sus poderes, pero la única persona que creía la ayudaría acababa de hacer lo contrario.
PRESENTE
Luther se encontraba leyendo cada noticia en búsqueda de su esposa, pensaba pondrían algún aviso de una mujer desaparecida. Pasó sus manos por su rostro con frustración, se culpaba al pensar que si aquel día no hubiera salido, esto no habría pasado.
Miró la canasta de galletas que su hermana le había llevado, tomó una para probarla, pero se extrañó al ver pequeñas chispas moradas brillando en algunas galletas. Le dio un bocado, pero la esculpió al instante al ver como por dentro las galletas eran completamente negras. Comenzó a agarrar una por una rompiéndolas por la mitad notando que no era la única.
Sabía que Morgan y Cinco fueron los últimos en ver a Sloane por lo que un mal presentimiento apareció en él. Tomo rápidamente una chamarra para luego salir corriendo de su casa rumbo al hogar de sus hermanos. Al llegar tocó sin parar la puerta, pero nadie respondió, su desesperación aumentaba por lo que decidió abrirla el mismo notando que no tenía seguro.
—¡Ocho! ¡Cinco! —gritó en cuanto entro —. ¿Dónde están?
No hubo respuesta por lo que los llamó de nuevo obteniendo el mismo resultado. Estaba por gritar una vez más cuando escucho un susurro a sus espaldas, se giró, pero no vio nada hasta que escuchó la voz de nuevo.
—¿Luther? —escuchó una voz que rápido identifico.
—Sloane... —miró a su alrededor —. ¡Sloane!
Escuchó la voz de nuevo y la comenzó a seguir hasta llegar a la puerta del sótano, dudaba si abrirla o no, pero al escuchar de nuevo la voz de su amada lo hizo sin pensarlo. Bajó lentamente las escaleras notando que el lugar estaba lleno de raíces, al terminar de bajar notó como un libro con destellos violetas flotaba sobre una mesa que estaba en medio del lugar.
—¿Sloane?
Comenzó a buscar a su amada con la mirada, pero no había nada, caminaba por el lugar notando extraños símbolos en las paredes junto con las raíces. Miraba con asombró el lugar hasta que tropezó con algo, bajó la mirada viendo un bulto cubierto con una manta, se agachó removiendo levemente la tela, pero antes de ver de qué se trataba alguien habló a sus espaldas.
—¿Qué haces aquí?
Se puso de pie y giró rápidamente notando la presencia de su hermana, quien lo veía con seriedad. Llevaba puesto su traje morado y una intrincada tiara violeta, casi negra. Miró donde él había visto haciendo que comenzara a enfadarse, pero no dijo nada, sino que se limitó a intimidarlo solo con su mirada.
—¿Qué es eso...? —cuestionó asustado entre balbuceos.
—Eso no es de tu incumbencia —soltó con tono firme.
Luther quería salir corriendo de ahí, pero su mente estaba llena de preguntas.
—¿D-donde está Sloane? —preguntó al recordar escuchó su voz.
—No tengo ni la menor idea —respondió con simpleza.
—No mientas, dime donde la tienes —se acercó a ella mientras la apuntaba con el dedo —. Escuché su voz.
La chica frunció el ceño ante sus palabras, estaba por negar de nuevo cuando ambos escucharon esta vez la voz de la chica. Dirigieron sus miradas al lugar de donde provenía y notaron que la voz salía del libro, haciendo que Morgan sonriera de lado y que la cara de furia de Luther fuera sustituida por una de desilusión. La chica chasqueó los dedos y unos pasos se escucharon bajar rápidamente por las escaleras.
—Cielo, encárgate de él —le dijo Morgan a Cinco en cuanto apareció.
Antes de que Luther pusiera decir algo Ocho lo lanzó por los aires haciendo impactara contra la pared. Estaba por ponerse de pie, pero se encontraba bastante desconcertado que solo pudo ver como Cinco se acercaba a él y con un golpe lo dejaba inconsciente.
DOS DÍAS ANTES
La chica se sentía devastada tras lo que había presenciado hacía unas horas, se sentía culpable. Necesitaba ayuda y aunque sabía no lograría convencerlo, entro al edificio. Los presentes la miraban asustados por lo sucedido la última vez que estuvo ahí, pero no le dio importancia y camino directo al ascensor. Al llegar al último piso camino hasta la oficina más grande aprovechando la distracción de la secretaria.
Al entrar notó que ya habían cambiado los vidrios rotos, haciendo que soltara un suspiro. Su padre no se hallaba en el lugar por lo que se acercó al ventanal mirando la ciudad, colocó su mano en la ventana notando los rastros de sangre que permanecían en sus manos. Las escenas volvieron a su mente por lo que se soltó a sollozar, se dejó caer de rodillas al piso sin quitar su mano del vidrio mientras la culpa aparecía en ella.
—Morgan...
Elevó la mirada en búsqueda de quien la llamaba, pero estaba sola en aquella habitación. La voz se escuchó de nuevo por lo que se puso de pie para comenzar a buscar, recorrió la oficina escuchando cada vez más cerca su nombre. Se detuvo frente a un enorme librero que abarcaba una pared completa de piso a techo, se escuchaba desde la parte superior de este por lo que con ayuda de sus poderes se elevó.
Miró cada uno de los libros que estaban en aquel lugar hasta que uno llamó su atención. Era color negro y lucía bastante antiguo, al tomarlo entre sus manos comenzó a brillar con chispas violetas y una sintió una conexión al instante con este. Estaba por abrir el libro para ver su contenido, pero escuchó que la puerta de la oficina era abierta, rápidamente bajó hasta el piso y escondió el libro en su espalda.
—Es grato verte de nuevo, número Ocho —dijo Reginald Hargreeves acercándose a la chica —. ¿A qué se debe tu visita?
—Tienes que ayudarme —hizo un ademan por lo bajo para colocarlo en su lugar.
—Pensé no vendrías a suplicarme —una sonrisa rencorosa apareció en su rostro.
Un nudo en la garganta apareció en la chica, estaba desesperada y gracias a la culpa era que estaba buscándolo.
—Por favor —se dejó caer de rodillas mientras un par de lágrimas deslizaban por su rostro.
El mayor no se inmuto, estaba perdiendo su dignidad, pero no quería descontrolarse de nuevo.
—Luces patética haciendo eso —soltó con su característico acento para luego caminar de nuevo a la puerta de la oficina —. Te recomiendo no te humilles más y te vayas de aquí para cuando vuelva.
Y sin más salió de ahí dejando a la chica sola, se sentía toda una idiota al pensar que la ayudaría. Miró de nuevo el librero y con un ademán de manos hizo que el libro que había visto volviera a ella, lo tomó entre sus manos para verlo mientras limpiaba su rostro con sus manos.
PRESENTE
El olor a ramen se esparcía por el lugar, pues cierto asiático preparaba su comida del día. El sonido del televisor era lo único que sonaba por todo el lugar haciendo que su soledad no fuera tan evidente. Colocó su plato ya con sopa en la barra dispuesto a comenzar a comer cuando el teléfono sonó, rodo con los ojos mientras se ponía de pie con fastidió para atender la llamada.
—¿Quién habla? —preguntó intentando no sonar molesto.
—¿Ben? —dijo la voz femenina del otro lado de la línea.
El mencionado frunció el ceño confundido, pues la voz le era sumamente conocida. Pensaba que era alguna especie de broma o algo por el estilo ya que por lo que sabía ninguno de sus "hermanos" sabía sobre su paradero.
—¿Cómo me encontras-...?
—Eso no importa —lo interrumpió en una especie de susurro —. Estoy en el parque cercano a tu casa, te veo ahí en diez minutos.
No pudo decir nada más pues la chica cortó la llamada, frustrado apago la televisión y tomó su abrigo para salir de su departamento. No tardó demasiado en llegar por lo que comenzó a buscar a su hermana con la mirada, pero no la halló, así que se sentó en una banca con mal humor. No estaba seguro de cómo debería de sentirse en ese momento, hacía mucho no veía a ninguno de los miembros de su familia desde que aparecieron ahí.
—Pensé que no vendrías —escuchó a su lado.
Dirigió su mirada de donde venía la voz y le fue inevitable que una leve sonrisa apareciera en su rostro. Se puso de pie y por un impulso la abrazó, aunque se separó rápidamente. La chica portaba un pantalón negro y una sudadera enorme con capucha que le tapaba la mayor parte del rostro, lo cual extraño a su hermano.
—¿Ahora en que lío te metiste, Sloane? —preguntó intentando no sonar preocupado.
—En uno muy grande —dijo con seriedad —. Eres el único que puede ayudarme.
El asiático frunció el ceño, pero sabía no podría hablarlo ahí. La llevó hasta su apartamento sin hablar en el trayecto, aunque mil pensamientos pasaron por su mente. Al llegar la chica rápidamente se despojó de la gran sudadera dejando ver su blusa manchada de sangre y la herida en su hombro que comenzaba a cicatrizar.
—¿Qué fue lo que pasó, Sloane? —preguntó alarmado.
—Morgan —soltó de pronto la chica con un hilo de voz —. Esta fuera de control.
El más alto de los hermanos Hargreeves comenzó a abrir lentamente los ojos confundido al notar como todo lucia oscuro. Tardó un par de segundos en recordar que había pasado, rápidamente intento moverse, pero fue cuando notó estaba atado con las raíces que había en el sótano de Morgan. Comenzó a forcejear sin importarle que tan inútil fuera, pues todas sus extremidades eran sujetadas, pero se detuvo de golpe al sentir como una de las raíces se comenzaba a deslizar por su cuello.
—Veo que ya despertaste, es una lástima que hayas visto eso —decía la chica cínicamente.
—¿Qué es lo que tienes bajo la manta? —preguntó con dificultad por la raíz en su garganta.
—Supongo que ya no importa si lo sabes.
Con un movimiento de manos descubrió lo que estaba debajo de la manta mostrando lo que ocultada. Los ojos del más alto casi se salían de sus cuencas y soltó un ruido de exclamación al ver de lo que se trataba.
—Ahora temo decirte que tengo que acabar contigo —tras sus palabras la raíz comenzó a estrujar su garganta con más fuerza —. Aún tengo que decidir si simplemente matarte o volverte mi marioneta de por vida, ambas son grandes opciones.
No obtuvo respuesta de Luther más que sus luchas al sentir como le costaba trabajo respirar. Una sonrisa de satisfacción apareció en el rostro de Morgan al verlo morir lentamente, pero se detuvo al ver como perdía el conocimiento pues su plan era torturarlo un poco más.
Una bruma violeta apareció en su mano y el libro comenzó a brillar más pues su idea ya estaba en marcha.
TRES DÍAS ANTES
Al no tener los resultados que quería con Reginald decidió ir a hablar con la única persona que seguramente la entendería. Caminaba bajo la lluvia sin importarle que tanto se mojaba su ropa, lo único que anhelaba en ese momento era llegar al departamento que sabía que su hermana compartía con su esposo. Al llegar llamó a la puerta y espero pacientemente a que la puerta fuera abierta, una sonrisa de lado se formó en su rostro al ver a su hermano.
—Ocho, que bueno verte —respondió Luther sonriéndole —. Pasa.
—¿Está Sloane? —preguntó mientras entraba al departamento.
—Está en nuestro cuarto, ¿Quieres que la llame? —la chica asintió —. Vuelvo en su segundo.
El más alto camino por el pasillo dejando a Ocho sola, ella comenzó a mirar anonadada el departamento pues era la primera vez que estaba ahí. Miraba las decoraciones con atención mientras esperaba a su hermano, quien no tardó mucho en volver.
—Ahora viene —dijo colocándose su chaqueta.
—¿Vas a algún lado? —la curiosidad invadió a la chica.
—Klaus me invitó a beber algo —le sonrió —. Pero tú quédate como si fuera tu casa, te veo luego.
Se despidió con un abrazo de la chica para luego salir del apartamento. Al estar sola en la sala pensó por un momento en tomar asiento, pero un fuerte olor a café recién hecho llamó su atención. Frunció ceño extrañada pues por lo que ninguno de los que vivían en esa casa tomaban café, pero su expresión cambió a una de sorpresa cuando vio a alguien salir de la cocina.
—¿Qué haces aquí? —preguntó confundida.
—Lo mismo me preguntó de ti —le dio un trago a su café.
—No te interesa, por lo que se ya no tengo que decirte cada maldito detalle de mi vida —sus ojos comenzaron a tornarse morados.
Algunas cosas comenzarán a elevarse y el piso temblaba mientras el enojo de Ocho comenzaba a aparecer. Al ver la reacción de la chica el de ojos verdes la miro con decepción.
—Ni siquiera lo intentas, ¿Cierto? —preguntó bajando la mirada.
Ocho frunció el ceño y de inmediato se detuvo al ver lo que hacía. Al instante sus ojos volvieron al color avellana habitual y se intentó calmar, se suponía estaba ahí para pedirle a su hermana que la ayudará y lo estaba empeorando.
—¿Ahora vives aquí? —soltó desviando la mirada.
—Es mejor que dormir en el piso, eso es seguro —ante sus palabras asintió.
—¿Es mejor que nuestra casa? —un impulsó la hizo decir eso.
—Morgan, esa casa no es nuestra —respondió con frustración —. La robaste.
—Eso no es cierto —negó con la cabeza mientras fruncía el ceño —. Yo misma firme los papeles.
—Los cuáles te dieron porque amenazaste al verdadero dueño.
—Supo lo que le convenía.
Cinco pasó sus manos con frustración por si cabello despeinándolo. Frente a él estaba la chica de la cual se enamoró desde que eran niños, pero ya no lograba reconocerla. Era idéntica a ella, solo que ahora el corazón puro que tenía con el cual solía intentar ayudar a todos, había sido reemplazado por uno cruel que dañaría con tal de obtener lo que quiere.
—Morgan, no quiero hacer esto —decía frustrado —. No quiero discutir contigo.
—¿Quién dice que estamos discutiendo? —mantenía su tono sereno.
—Sabes a lo que me refiero, mi Morgan jamás habría hecho algo así.
La chica se mantuvo en silencio mientras un nudo comenzaba a formarse en su garganta, intentaba mantener la calma, pero no sabía cuánto más resistiría pues en un intento por permanecer tranquila hizo que la taza de Cinco se rompiera y cayera al piso.
—A tu Morgan no la dañaron como a mi —una lágrima bajó por su mejilla, pero rápido la limpio.
—No, ella sufrió de otra manera y ahora está hiriendo a personas inocentes —se intentó acercar a ella, pero no lo hizo al recordar ya no eran nada —. Se que ella sigue ahí en alguna parte, pero sus poderes y emociones ya no la dejan salir.
—Cállate... —murmuro con su mandíbula tensa.
—Quizá si lográramos ayudarte a manejar tus emociones la Morgan que todos queremos podría volver, pero para eso necesitas a tu familia, nos necesitas.
—Por favor, para...
—Si nos sigues alejando no lograremos nada y solo te harás daño a ti misma.
—Cinco...
—Se que no te gusta recibir ayuda, pero lo haríamos porque te queremos y extrañamos a la chica alegre que solías ser.
—Es suficiente...
—Solo déjanos ayudarte.
—¡He dicho que es suficiente! —acompaño su grito con un movimiento de manos.
Su semblante cambio de enojado a uno de preocupación al ver lo que hizo, pues al mover su mano los trozos de taza de elevaron por los aires y se clavaron en el chico. Cinco no tardó mucho en desplomarse en el piso mientras comenzaba a desangrarse, pero no fue el único que resultó herido pues Sloane, que estaba saliendo del pasillo, también fue alcanzada por uno de los pedazos dañando un poco su hombro.
Ocho permaneció estática por un momento, para luego acercarse rápidamente al chico. Se arrodilló a su lado he intento hacer uso de sus poderes para sanarlo o si quiera reanimarlo, pero no lo logró.
—Perdóname, en serio lo siento —decía entre sollozos —. No me puedes dejar, yo te amo...
Pasó su mano por el cabello del chico, pero para su desgracia ya no respiraba. Elevó su mirada notando la presencia de Sloane, quién la veía asustada.
—Ayúdame, tienes que ayudarme —se acercó a su hermana rápidamente —. Nadie tiene que saber de esto.
Sloane lo dudo por un instante, su mirada se dirigía del ya cadáver hacia su hermana y viceversa. Tragó saliva y atrajo a la chica para abrazarla, no quería arrepentirse de lo que acababa de pasar.
PRESENTE
—Entonces, ¿Morgan mató a su novio? —Sloane asintió ante su pregunta —. ¿Y qué fue lo que hicieron?
Ambos se encontraban sentados en la mesa para comer, dónde la chica le había contado todo lo pasado con Morgan y su hermano, quién seguía analizando cada palabra que había dicho.
—Limpio con sus poderes, envolvimos el cuerpo en una cobija grande y salimos del edificio por la puerta trasera para llevarlo a su casa —le respondía mientras comía algo del ramen que Ben había hecho —. Después de ayudarla me suplico que no dijera nada y si podía me fuera lo más lejos posible para que no me llamaran cómplice si la descubrían, pero sonaba más como amenaza.
—¿Y por qué estás aquí?
—Ella no está bien, eres mi único hermano con vida y creo tu podrías intentar calmarla.
—¿Por qué estás tan segura de eso?
—Ya lo hizo una vez, ¿Recuerdas?
Ben tragó seco mientras jugueteaba con su plato de sopa. Quería ayudar a su hermana, pero a la vez estaba aterrado, si realmente se había descontrolado como Sloane decía no era del todo seguro que sobrevivan solo intentando hablar con ella.
—Es demasiado riesgoso —soltó tras un par de segundos —. Aunque fuéramos a hablar en son de paz si algo se llega a descontrolar ella aún tiene poderes, nosotros no.
—Es una misión suicida, pero alguien debe hacer algo antes de que haga algo mucho más grande y sea completamente imparable.
El chico permaneció en silencio analizado si valía la pena arriesgar todo sin saber que pasaría, lo había hecho antes con las misiones de su padre, pero esto era distinto. Era su hermana con quién lucharía, la que lo defendió varias ocasiones. No podía creer lo que estaba pasando.
—Termina de comer, en cuanto lo hagas nos vamos.
DOS DÍAS ANTES
La chica caminaba a paso rápido antes de que su padre notara la ausencia del libro. Al llegar a su casa le fue inevitable sentir un vacío gracias al abundante silencio, miro a su alrededor y vio las cosas destrozadas en el piso que había roto cuando Cinco se fue.
Dejó el libro en la mesa de centro y comenzó a caminar por la casa vacía hasta llegar a su habitación. Se recostó en la cama y comenzó a sollozar hasta quedarse dormida sin siquiera notarlo. No pasó mucho tiempo cuando escuchó que la llamaban, se levanto de golpe para bajar en búsqueda de la voz.
—Morgan... —era la voz de Cinco.
Comenzó a buscar en la cocina y luego en la sala, notando el libro no estaba ahí. Se iba a acercar a la mesa para revisar si no se cayó, pero de nuevo escuchó su nombre haciendo que le restara importancia. Rápidamente supo de donde venía y bajo al sótano, donde el libro flotaba sobre la pequeña mesa circular que tenía ahí.
Escuchó que este era el que la llamaba, pasó su mano suavemente por este sintiendo de nuevo una conexión. Lo abrió y comenzó a leer página por página sintiendo como su poder crecía más y más, sentía como una extraña fuerza crecía dentro suyo y dejando que este se apoderará de ella.
No lo contuvo y dejó que este saliera de su pecho haciendo que la casa cambiara mágicamente a una impecable, aunque haciendo que pareciera que el sótano se comenzara a pudrir y haciendo que raíces crecieran en él. Al notar lo que hizo estaba por subir, aunque no sin antes proteger con símbolos el sótano para que nadie pudiera agarrar el libro.
Al subir notó lo impecable que lucía la casa, no tardó mucho en percibir un abundante olor a café. Comenzó a caminar hasta la cocina, aunque al notar quien se encontraba ahí sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Cinco... —susurró con una pequeña sonrisa.
—Morgan, volviste —dijo dándose la vuelta para mirarla —. He hecho algo de café. ¿Quieres que te sir-...?
No terminó su pregunta pues la chica se lanzó a abrazarlo sintiendo un par de lágrimas caer por sus mejillas.
—Te extrañe como no tienes idea —comenzó a sollozar —. Perdóname, en serio lo siento.
—Tranquila, solo fue una pequeña pelea —dijo en un tono bajo dejando un par de caricias en su cabeza —. Vamos, te serviré algo de café.
La chica asintió y se alejo un poco dejando así que le diera una taza llena de café.
PRESENTE
Ben y Sloane corrían lo más rápido que sus piernas les permitían. A los minutos lograron llegar a la casa de número Ocho, pero al entrar quedaron boquiabiertos al ver como ya había raíces por todos los muros y la materia de los objetos de la casa lucían negros con pequeñas chispas violetas.
—¿Dónde viste el libro? —preguntó Ben sin dejar de ver a su alrededor sorprendido.
—En el sótano, junto al cadáver de Cinco.
Sloane comenzó a caminar hasta ahí, abrió la puerta y comenzó a bajar seguida de su hermano, quien miraba todo con asombro.
—Pensé que te había dicho que no te aparecieras por aquí —Morgan apareció frente a ellos.
—Morgan, esto tiene que parar ya —respondió Sloane.
—¿Crees que te debería hacer caso cuando tú me ignoraste a mí? —se acercó a su hermana y miró por su hombro notando la presencia del asiático —. Y veo que no viniste sola, creo que tendré que acabar con ambos.
—No te atreverías a herirnos —dijo Sloane.
—Descuida, yo no lo haré —sonrió —. Él lo hará.
De las sombras salió Luther, pero estaba diferente. Morgan lo estaba controlando por lo que sus ojos eran completamente blancos y su mirada estaba perdida. Cuando la chica chasqueó los dedos e hizo que el más alto comenzara a atacarlos.
—Luther, soy yo —decía Sloane mientras esquivaba los golpes —. Tu esposa.
El mencionado la ignoro y siguió atacándolos sin control, dejando a Ben inconsciente en el piso. Continuó lanzándole golpes a Sloane, quien intentaba esquivarlos, pero no logró esquivarlos todos, haciendo que perdiera el equilibrio, la tomo entre sus brazos pasando uno por la garganta de la chica comenzando a asfixiarla.
—Luther, por favor... —decía con dificultades debido al aire que comenzaba a faltarle —. Detente... —lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas —. Te amo...
El más alto en lo más profundo de su mente logró escucharla, una lágrima cayó por su mejilla. Con toda su fuerza de voluntad aflojo el agarré y la dejó ir, a lo que ella cayó de rodillas al piso intentando regular su respiración.
—Que inútil —soltó Morgan al ver que su hermano no cumplió.
Con un movimiento de manos hizo que una de las raíces del cuarto atravesara el pecho del más alto.
—¡No! —gritó Sloane.
Se puso de pie y se acercó a su esposo mirándolo agonizar frente a sus ojos. La furia se comenzó a apoderar de ella comenzó a atacarla, intentaba atacarla, aunque Ocho lograba esquivarla hasta que logró darle un puñetazo en su labio.
—Todo eso —se paso su dedo limpiando el golpe—, por una sola gota de sangre.
La mandíbula de Sloane se tenso con miedo e ira y se preparo para darle una patada, pero justo al elevar su pierna la lanzó estrellándola contra la pared, donde las raíces la tomaron y una comenzó a pasarse alrededor de su garganta. Ocho miraba con satisfacción cuando sintió que alguien colocaba un brazo por su cuello y comenzaba a asfixiarla.
—Déjala —dijo Ben enfadado.
De pronto, alguien golpeo al asiático haciendo que soltara a Morgan. Ben elevó la mirada y vio que se trataba del Cinco que la chica había creado, pues la ira de su rostro parecía como si estuviera quemado, pero manteniendo las ya famosas chispas violetas. Ben peleaba contra Cinco mientras Ocho se encargaba de continuar asfixiando a Sloane.
Cinco pateó a Ben con la suficiente fuerza para hacerlo caer, aterrizando junto al cadáver del chico. Tomó uno de los trozos de taza que tenía clavado en el cuerpo y cuando el Cinco que Ocho creo se acercó le corto la garganta con ese trozo, haciendo que un líquido negro comenzó a salir de este. Así como tomo uno de los pedazos, agarro la corbata que usaba.
Se acercó de nuevo a Morgan y comenzó a asfixiarla, al comenzar a quedarse inconsciente las raíces perdieron fuerza dejando así a Sloane escapar. Ya con la chica débil, Ben la suelta dejándola casi inconsciente en el piso.
—No me detendrán tan fácil —decía Morgan entre jadeos.
Los hermanos se miraron entre si para luego mirar el libro, Ben le dio el pedazo de taza a Sloane y ella se acercó decidida a apuñalar el libro con este, pero escucharon las sirenas de la policía fuera de la casa logrando distraerlos. Miraron a las escaleras del sótano por unos segundos, pero al regresar su mirada notaron estaban solos.
—Morgan no está —exclamó Ben con molestia.
—El libro tampoco —dijo Sloane con frustración.
Se miraron entre si para luego ver como las raíces se comenzaban a secar y el cuerpo del Cinco falso se desintegraba haciéndose solo polvo negro con chispas moradas. La policía no tardó mucho a entrar a la casa, quienes se llevaron los cuerpos sin vida de Luther y Cinco. Sloane y Ben se encontraban sentados en el porche de la casa con una manta en la espalda cubriéndolos, ambos con la mirada perdida al ver el gran escándalo.
—¿Y número Ocho? —preguntó su padre mientras se colocaba de pie frente a ellos.
—Desapareció —respondió Ben con un trapo en la nariz limpiando la sangre que salía de esta.
—¿Saben a donde pudo haber ido?
—No, pero dijo que no se detendría —respondió esta vez Sloane.
El mayor solo asintió para luego irse, dejando solos a los hermanos. Ambos se miraron entre si y con una mirada ambos se dijeron todo, ellos eran los únicos que sabían de lo que ella era capaz y por ende quizá los únicos que lograrían detenerla.
Los pájaros cantaban, la brisa de verano se sentía en el ambiente y una pequeña niña se encontraba jugando en el patio de su casa.
—¡Claire, a comer! —escucho a su madre llamándola.
—Ya voy, mami —respondió la pequeña —. Adiós, hadita.
La pequeña se despidió con la mano de los arbustos, cosa que no paso desapercibida por su madre. Claire se fue a lavar las manos mientras su madre servía comida en su plato.
—Aquí tienes, cielo —dejó el plató frente a la pequeña, quien le agradeció — ¿Te puedo hacer una pregunta?
—Si, mamá.
—¿Con quién hablabas haya fuera? —cuestiona Allison
—Con mi amiga imaginaria —respondió inocente mientras comía —. Es un hada.
—Oh, ¿En serio? —la menor asintió —. ¿Y cómo se llama tu amiguita?
—Morgan.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro