𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐬𝐞𝐠𝐮𝐧𝐝𝐚: 𝐓𝐡𝐞 𝐜𝐫𝐲𝐢𝐧𝐠 𝐚𝐧𝐝 𝐥𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭 𝐨𝐟 𝐚 𝐊𝐢𝐧𝐠
Los días transcurrieron sumamente lentos y tortuosos para el lamento del ángel cantor, por más que luchó para abrir alguna de las ventanas o la puerta misma, esa tarea le fue imposible, durante esos cuatro días una mucama enviada por el general Song se encargaba de traer su alimento, en un principio Wooyoung no quiso probar bocado, pero ante las súplicas de la mujer, optó por darle algunas mordidas a los exquisitos platillos. Se sentía de lo más miserable al estar encerrado entre esas cuatro oscuras paredes, que cubrían la jaula de lujos en la que siempre vivió desde que fue recogido por el rey Seonghwa.
Miedo. Arrepentimiento. Dolor.
Eran las palabras que mejor describen los sentimientos que se atoran en el pecho del intérprete, estirando sus largas y afiladas garras que se entierran sin piedad alguna en su decadente y lastimado corazón, haciéndole retorcerse de mera culpabilidad. Dejando caer sus pesarosas lágrimas de martirio suspira entrecortado, con desgano se dirigió a la ventana por millonésima vez, no para abrirla, sino para observar el momento del día en el que se encontraba, apartó las pesadas cortinas que evitaban que algún rayo ya sea del sol o la luna entrara por ellas y quiso ahogar un grito de desesperación.
Un bellísimo manto estelar abrazaba con exquisitez el elegante cielo nocturno que yacía frente a sus cristalinos orbes oscuros, anunciándole el terminar de otro día, y él, quedándose perdido en el mismo, sin tener noticia alguna de su amado; su desesperación aumentó al notar cómo es que los vastos terrenos aledaños al enorme castillo, estaban decorados con telas de un resplandeciente blanco, únicamente iluminados por los sutiles rayos de luna que cubrían el reino en un acto de ironía puro, pues la contrastante tranquilidad que estos emitían eran ajenos al agitado océano interior que acababa de iniciar en el pecho del intérprete al comprender la situación.
Mañana sería la boda entre el príncipe Yunho y el rey Seonghwa.
Un grito desgarrador se escapó desde lo más profundo de su garganta, cayó de rodillas al suelo y se abrazó así mismo, su pecho se estrujó y su respiración se aceleró, le dolía con el alma saber que aquel evento sucedería, se sentía incapaz de aceptarlo sin sentir que parte del amor que Yunho sentía por él se marchitaría con ello, pues su legítima ingenuidad le hacía creer que el hombre al que tanto amaba sucumbiría ante la lujuria y avaricia, volviéndose igual —o mucho peor— que ese monstruo con corona.
Maldijo, maldijo cada cosa que le había sucedido desde el momento en el que el rey le observó cantar desde la fuente del pueblo, hasta el momento en el que se hallaba lamentándose por ese hecho, ¿Por qué? ¿Por qué la vida le estaba causando semejante suplicio? Él sólo anhelaba ser feliz junto a la persona que más amaba en el mundo, sin ninguna otra petición de por medio, ¿Es acaso esa codicia tan egoísta, que la vida y el destino pactaron juntos para negarle ese deseo?
Con ese creciente rencor hacia la vida misma, Wooyoung se acercó a gatas a su cama, sosteniéndose de las desordenadas sábanas y sollozando alto, sumido en su infortunio, optó recostarse en el acolchado sitio y cubrirse con las frías mantas, que no hacían más que recordarle la falta de calor del cuerpo del príncipe.
Por su parte, el príncipe Yunho se encontraba en sus aposentos, recostado sobre su enorme cama y arropado con las finas y suaves mantas, mirando el enorme dosel que cubría su cama, mientras sentía las consecuencias del ajetreado día que tuvo ante los últimos preparativos para la enorme boda que estaba por celebrarse, riendo ante la ironía de la supuesta "celebración" que no era más que una sentencia de muerte para su alma y un tratado de paz con pronta fecha de vencimiento.
A su mente llegó Wooyoung, estaba sumamente preocupado por su ángel cantor, el sólo pensar que algo pudiese estarle pasando en esos mismos momentos hizo que le recorriera un escalofrío del miedo, helando su sangre y poniéndole nervioso, con rapidez se obligó a evadir todo pensamiento de esa índole, pues la lealtad del general Song no era algo que le hiciera dudar, el hombre dio su palabra y esa misma ha de cumplirse. Sin embargo, le preocupaba mucho más que el rey intentara maniobrar de forma sucia y terminara por cumplir con el mayor de sus miedos.
Perder a Wooyoung.
Ese chico pelinegro era lo único que tenía en esa miserable vida que tenía, alguna vez él creyó que las joyas, el oro, un título y una corona que llevaba su nombre a la espera de ser colocada en su cabeza, le serían objetos suficientes para llamarse así mismo "un hombre dichoso", lamentablemente, al ir creciendo, la fina capa de su ingenuidad fue resquebrajada por la violenta respuesta del rey del pueblo vecino, que guiado por la avaricia y poder, arremetió contra las vidas de cientos de almas inocentes y desdichadas, ganándose ese trofeo redondo y hueco salpicado de las millones de lágrimas de los reinos vecinos y decorándolo con los sangrientos rubíes que yacen incrustados en la corona del reino de Wonderland.
Corona que a día de hoy sigue arrebatándole la felicidad, corona que carga sobre su cabeza el hijo de aquel despiadado exrey, misma corona que su despreciable hombre a desposar expugnó de la forma más violenta y cruel que pudo haber imaginado, puesto que después de haber cedido a la guerra y ponerse al servicio del nuevo gobernante, al reino de Horizon llegó formalmente la noticia de que el primogénito heredero del rey de Wonderland le arrebató el título a su padre, al levantar triunfante la cabeza cercenada del hombre desde el balcón del castillo mientras le era colocada la corona cubierta por la sangre del mismo.
Otro escalofrío le recorrió el cuerpo al recordar el día en el que el mensajero de Wonderland llegó con un mensaje destinado a los reyes de Horizon, dejando helados y en total silencio a todos los presentes del lugar, incluyéndose, para después de reverenciarles y salir sonriente por la puerta principal. Mismo hombre al que ahora reconocía cómo el cazador Choi San, el más devoto vasallo de su majestad, como se le era nombrado entre la corte noble.
Desde ese día supo que ese reino y cualquiera de los herederos que portara la corona sería un peligro, así que siempre intentó mantenerse lo más alejado posible de la frontera con el reino, lastimosamente, al destino se le ocurrió hacer de las suyas y en una de sus tantas salidas a caballo, acabó por encontrarse con los guardias reales de ese reino, inmediatamente observó las armaduras rojas con detalles dorados y negros pensó en huir, más al ver cómo todos los guardias rodeaban a un hermoso ejemplar felino de negro pelaje, su lado bondadoso y su clemencia le orillaron a bajarse de un brinco de su caballo y ponerse delante de las lanzas de los guardias, protegiendo al animal.
Fue entonces y sólo entonces que observó por primera vez a detalle, el rostro de la horrorosa bestia que justo hasta esos momentos le mantiene cautivo, algo dentro de él vibró, y al principio creyó pensar que era el mismo sentimiento que el rey le describió una vez, ese tan alabado "clic", sin embargo, una vez vista la verdadera cara del monarca supo entonces que no era más que el sonido de un candado cerrándose en las puertas de las largas paredes morales a las que nombramos; libertad, misma que se le fue usurpada con violencia desde el instante en el que los orbes negruzcos del rey se posaron sobre él y le miraron maravillados.
Tres malditos, miseros y putrefactos años son los que han pasado, estando él bajo el dominio de esa infame bestia, pero también, tres hermosos, castos y sumamente dichosos años, que lleva enamorado de su ángel cantor, ¡Oh, por todo lo divino! ¡¿Qué pecado está pagando para sufrir semejante martirio?! No paraba de lamentarse por toda la situación, y mucho peor, de ser testigo también del sufrimiento de su amado, pues si bien, desde que él llegó al palacio nunca escuchó decir a nadie sobre algún castigo que el rey le pudiese impartir a Wooyoung, supo que ese desgraciado atosigaba día con día la ignorante e ingenua mente del chico con sucias y malévolas palabras.
Su pecho ardió en furia y el odio le cegó durante unos instantes, mismos que bastaron para hacer que se sentara de golpe en su cama dispuesto a tomar una espada y cortarle la cabeza a ese malnacido, no obstante, se detuvo de realizar toda locura que por su mente cruzó y se desvaneció al mismo tiempo en el que apareció, ya que de cometer cualquier estupidez todo el plan de destronar al rey podría verse afectado, pues dentro de el estaba castigarlo por todos los actos ilícitos que cometió durante su reinado, siéndole encerrado de por vida en los calabozos bajo el palacio en el que alguna vez vivió.
Retomando su cordura se obligó a respirar hondo el par de veces que le fueron necesarias hasta que logró calmar el agitado mar dentro de sí, con extrema pesadez pasó sus manos desde los cotados de su mentón, subiendo por todo su rostro hasta llegar a su negro cabello con hebras rojizas y suspiró agotado, esta tortura estaba acabando con él, no podía ni imaginarse cómo habrá de estar Wooyoung, los sentimiento de culpa y frustración inundaron su pecho y presionaron muy dentro de su corazón, jadeó con fuerza y cerró los ojos, sintiendo el retumbar de estos dentro del mismo.
Sus ojos escocieron y sintió cómo las lágrimas se le acumulaban en las pestañas, prontamente se vio quitándose de su rostro con brusquedad, no se permitiría quebrarse ante las adversidades que se les presentaron, debía ser fuerte y mantenerse firme por Wooyoung, debía ser fuerte por él.
Dispuesto a descansar y esperar el día de mañana que iniciaría la rebelión entera de Wonderland, cerró sus párpados y a su mente vino el recuerdo del general Song acompañado del consejero del rey y un miembro de la corte noble, el lord Kim, quienes imploraron su confianza y colaboración para con el plan del golpe de estado, un día después desde la última vez que vio a Wooyoung.
«El general Song tocó la puerta de la habitación y esperó unos segundos a que esta se le fuera abierta, al abrirse pudo observar el demacrado rostro del príncipe, tenía unas notorias bolsas grises bajo sus ojos claros y su semblante exudaba tristeza, el sentimiento de lástima entró en su pecho e hizo una mueca, para después hablar firmemente sobresaltando al príncipe.
—Buenos días príncipe Yunho. —Exclamó el general, acto seguido los hombres restantes le reverenciaron, incluyéndose.
El príncipe sólo asintió, pues de "buenos" no tenían una pizca de nada.
—He venido aquí, con la intención de hacerle saber el mensaje que su majestad tiene para usted. —Dice el general, mirándole serio. —Su majestad solicita que se reúna junto al consejero Kang y el lord Kim en el salón principal, para establecer algunos detalles restantes con relación a la boda con su majestad. —Le comunica.
El príncipe se encuentra confundido al principio, pues no comprendía la presencia del hombre perteneciente a la corte noble, sin pensarlo, cuestiona por ello. —Comprendo la situación. —Dice el príncipe Yunho. —Sin embargo, la presencia de lord Kim no la comprendo. ¿Qué asuntos tiene él para la boda entre su majestad y su servidor? —cuestiona el príncipe, sorprendiendo al nombrado y poniendo en aprietos al general Song, pues algunos de los soldados miraron al príncipe confundidos, ya que, se supone él sabía que el lord Kim sería el encargado de ofrendar el banquete para la gran celebración; rápidamente el general Song actuó.
—Su alteza, le recuerdo que lord Kim será el encargado del banquete para la boda entre usted y su majestad el rey, así que está dispuesto a escuchar sus sugerencias para los distintos platillos que habrán de servirse durante el banquete... —Dice el general Song, ocultando un mensaje entre sus palabras.
El príncipe Yunho entiende al instante. —Oh... cierto, lo olvidé por completo. —Rio apenado. —Por supuesto que iré, en unos minutos estaré listo, si me disculpan, caballeros. —Dijo despidiéndose y cerrando la puerta.
Transcurridos los minutos necesarios en los que los sirvientes le ayudaron a vestirse y arreglarse, el príncipe salió de su habitación, siendo retenido al instante por un grupo de soldados que le comentaron tenían órdenes de escoltarlo hasta el salón, pues desde el "incidente" —como así había nombrado al cruel y despiadado acto de separar a los dos fieles amantes— se le tiene prohibido siquiera pasar por el pasillo que da la habitación del intérprete. Al llegar frente a la puerta de aquel gigantesco salón, ésta se le fue abierta inmediatamente por otro par de guardias, lo primero que pudo visualizar fue a los hombres que le fueron a dar los buenos días con anterioridad, estaban sentados al final de la larga mesa del salón.
Se acercó al asiento en el extremo de la mesa y el consejero Kang se encargó de alejar la silla, permitiendo que el príncipe pudiera tomar asiento y se acomodara, una vez sentado el príncipe Yunho, los demás hombres tomaron asiento, éste les dedicó una mirada de nerviosismo y confusión a los caballeros restantes sobre la mesa, el general Song fue el primero en hablar.
—El plan para derrocar al rey Seonghwa es el siguiente. —Dice el general, e inmediatamente es interrumpido por el grito de advertencia del príncipe.
— ¡General Song! ¿Qué cree que hace? —grita el príncipe Yunho asustado, pues en la sala aún permanecían algunos guardias.
—No se altere su alteza, los hombres aquí presentes son de mi absoluta confianza. —Aclara el general. —Están de acuerdo con derrocar al rey Seonghwa, así que no debe preocuparse. —Dice. El príncipe asiente un poco más calmado y el general continúa hablando. —Usted tendrá que casarse forzosamente con el rey Seonghwa, para así obtener el derecho a la corona. —Explica.
—Eso lo entiendo. Entiendo lo que debo hacer, más quiero saber cuánto tiempo tardará usted y su ejército en mantener controlados a los soldados que aún le son fieles al rey Seonghwa, ¿Cómo harán para que la corte noble se ponga de su lado? —cuestiona el príncipe, dejando que la paranoia domine su cuerpo. Comprendiendo el miedo del ángel cantor, Oh... su Wooyoung... ¿Cómo estará en esos momentos? El sólo hecho de pensar lo mal que lo debe estar pasando le sofoca el corazón, la voz del consejero Kang interrumpe su pensamiento.
—Su alteza, se tiene planeado tomar posesión del salón de armas y la captura de los funcionarios de la corte noble, una semana después de su compromiso con él rey Seonghwa. Una vez se le tenga capturado, el anuncio se hará públicamente desde el palacio. —Explica el consejero Kang.
— ¡¿Una semana?! —grita exaltado el príncipe. — ¡Eso es muy poco tiempo! ¡¿Acaso quieren acabar con el reino tan rápido?! —pregunta el príncipe aterrado ante la idea, de todo el caos que esa fecha tan pronta para derrocar al rey podría traer. — ¡Es una decisión demasiado desesperada! —exclama, exponiendo su punto de vista.
—Si su gracia me permite la palabra. —Dice el Lord Kim. —Príncipe Yunho, situaciones desesperadas ameritan decisiones desesperadas. No podemos esperar más tiempo. ¿Cuánto tiempo cree que tarden en crearse revueltas por saqueos y robos, debido a la falta de alimento en las calles del pueblo? —cuestiona el Lord Kim. —Esta boda acabará con los escasos bienes y riquezas que se dirigen recelosamente hacia el pueblo, desde que inició el reinado del rey Seonghwa. —Añade.
El príncipe boquea, sin responder a la pregunta del Lord Kim, guarda silencio y asiente. —Comprendo. ¿Qué sucederá con aquellos que se nieguen a derrocar al rey? —cuestiona.
—Hemos estado haciendo algunas cuentas y tenemos a los involucrados suficientes, como para reprimir toda muestra de lealtad hacia el rey Seonghwa. —Dice el consejero Kang.
—En caso de presentarse resistencia por parte de algún noble, serán encarcelados, o en su defecto, ejecutados. —Añade fríamente el general Song.
El comentario del general le causa un escalofrío al príncipe Yunho, más menea su cabeza levemente y asiente de nueva cuenta. —Entiendo cuál es mi deber. —Dice con pesar. —Y cumpliré con ello caballeros, tienen mi palabra de honor. —Decreta el príncipe, dirigiendo su mirada llena de preocupación al general Song, quien entiende lo que está a punto de solicitarle. —General Song. —Le nombra el príncipe, el nombrado se tensa en su asiento, asintiendo.
—Príncipe Yunho... —Le nombra en respuesta el general, dando a entender que tiene su total atención.
—Jure... —Exclama el príncipe, sintiendo cómo un nudo empieza a formarse en su garganta. —Jure por su vida misma de ser necesario, que hará hasta lo imposible por proteger la vida del intérprete Wooyoung. —Pide el príncipe Yunho, sintiendo sus ojos escocer. —Él es lo único que amo... no puedo perderlo. —Manifiesta el príncipe. —Por él es que estoy dejando que me ordenen a voluntad, cómo sí de un simple peón en un tablero de ajedrez se tratase. Así que ese es mi deseo, sólo eso pido, no más. —Concluye.
—Príncipe Yunho, juro que haré hasta lo imposible por salvaguardar la vida del intérprete Wooyoung, tiene usted mi palabra de honor. —Proclama el general.
El príncipe Yunho sonríe satisfecho, con cuidado limpia las lágrimas que casi brotaron de sus ojos y les sonríe con confianza a los hombres, se pone de pie y los hombres imitan su acción inmediatamente, el príncipe Yunho se dispone a salir y dirigirse a la verdadera sala donde se llevaría a cabo los arreglos para la boda, el general Song se dispone a abrirle la puerta al príncipe más la voz del Lord Kim los detiene.
— ¡Esperen, caballeros y su alteza! —exclama Lord Kim. Los hombres se detienen y le observan, esperando por sus palabras, el hombre suspira pesadamente y suelta su pregunta. — ¿Qué será del rey después de su captura? —cuestiona tenso, pues pese a haber elabora el plan con anticipo, ese punto jamás se tocó en las reuniones anteriores. El general Song respondió.
—Será ejecutado públicamente. —Responde sin más el general Song, con la típica frialdad que tanto lo caracteriza, el Lord Kim asiente estupefacto.
—No... —Musita el príncipe Yunho, apenas siendo audible para los caballeros restantes. —No será ejecutado. —Niega el príncipe, mientras mantiene su semblante cabizbajo. —Yo mismo le cortaré la cabeza. —Declara con tono serio el príncipe, subiendo de golpe su cabeza y clavando su mirada en el general Song, quien le mira atónito, sumamente descolocado ante las palabras del príncipe, sin embargo, su semblante se endurece y asiente firmemente, sosteniéndole la oscura mirada al príncipe Yunho.
—Así será... su majestad. —Dice el general, sonriendo hacia el príncipe, este último le mira sorprendido, más asiente y sale del salón.»
— ¡Príncipe Yunho!
Era la voz del general Song.
— ¡Príncipe Yunho! ¡Despierte, por favor! ¡Príncipe Yunho! —volvió a gritar desesperadamente la voz del general Song.
Confuso y aturdido ante los repentinos golpes en su puerta y la voz del general Song gritando, el príncipe se puso de pie rápidamente, logrando percibir cómo es que también intentaban abrir el seguro de su habitación, no tuvo la decencia de tomar su bata siquiera, pues el tono desesperado del general lo alarmó por completo y salió disparado hacia la puerta, con rapidez tomó el pomo de esta, quitó el seguro y la cantidad de personas que vio lo asustó.
Al segundo de ser abierta la puerta, el general Song habló a la carrilla.
— ¡Príncipe Yunho, el rey Seonghwa no se encuentra en su habitación, una mucama afirma haberlo visto dirigirse a la habitación del intérprete Wooyoung, ya he enviado a un grupo de hombres hacía allá! —exclama horrorizado el general Song.
Rey Seonghwa. Habitación. Wooyoung.
El mundo entero del príncipe Yunho colapsó.
El sol se apagó.
Las estrellas se cayeron.
Los océanos se secaron.
Las flores se marchitaron.
Toda la vida murió dentro del mundo del príncipe, y así como la rapidez con la que cae una gota de agua o se impacta un rayo en el tronco viejo de un árbol, el príncipe Yunho salió corriendo hacia la habitación del ángel cantor, ignorando el llamado del general Song y los guardias que le perseguían presurosos haciendo resonar sus pesadas armaduras rojas sobre el helado frío de mármol que sus pies descalzos tocaban por segundos.
No podía ser posible...
No su ángel, él no... no podía...
Una vez fuera del salón donde se realizaban los últimos arreglos a su vestido de bodas, el rey caminaba firme por los anchos pasillos del palacio, siéndole indiferentes todas las reverencias que iban dirigidas a su persona conforme iba pasando; podía escuchar cómo los sirvientes se movían presurosos de un lado a otro y eso le fascinaba, le hacía recordar a los tiempos de guerra en los que el reino de Wonderland fue sometido cuando él le arrebató la corona a su difunto padre, ¡Oh, cómo extrañaba aquella época! Todo el mundo se ponía de rodillas en cuanto le veía y agachaba la cabeza con solo posar su vista en él, y que si bien, nada ha cambiado, comienza a parecerle repetitivo.
Mientras sigue recorriendo los pasillos varios guardias se van formando tras el rey, resguardándolo, y al poco tiempo ya tenía medio pelotón de hombres tras su persona. Al llegar a los pasillos que daban al ala prohibida del castillo el monarca se detuvo, los guardias se detuvieron enseguida, pues frente a ellos estaba la gran catedral misteriosa a la que ningún hombre más que el poseedor de la corona tiene acceso, sin recibir orden alguna los hombres abren las enormes puertas, dejando así el camino libre para el monarca, quien caminó hacia el oscuro pasillo que se abría paso frente a él, segundos después la puerta se cerró y el rey suspiró.
Conforme iba avanzando la oscuridad poco a poco comenzaba a desaparecer, pues desde el techo comenzaban a vislumbrarse tenues rayos de luz de vibrantes y variados colores, producto de los majestuosos vitrales con mil y un garabatos dibujados en ellos, el lugar era fieramente dominado por el abismal silencio que se veía únicamente interrumpido por el resonar de sus finos tacones sobre el helado suelo de mármol negro; una vez llegó al lugar al que se dirigía, subió su cabeza y admiró el lúgubre, pero imponente altar frente a sus pupilas oscuras.
El monarca ladea la cabeza y entrecierra los ojos, sintiéndose aletargado, cierra sus ojos por completo y suspira entrecortado, su olfato se ve exquisitamente mancillado por las distintas esencias que gobiernan el lugar, vuelve a abrir sus ojos y pestañea un par de veces, de forma parsimoniosa camina hacia el altar y se arrodilla sobre el reclinatorio de oro y terciopelo rojo, juntando sus manos sube su mirada y admira la estatua de piedra caliza que yace en medio del altar; un hombre mayor vestido con las ropas lujosas y vistosas, sobre sus manos una rosa y una espada que se alzaba amenazante a los cielos, cómo sí el hombre retara a dios mismo, y por último, sobre su cabeza con cabellos rizados está cincelada una corona dorada que él mismo portaba en esos momentos, con una sonrisa amarga el rey Seonghwa habla.
—Padre, ha pasado un tiempo desde que vine a verte. —Sonríe. — ¿Y sabes? ¡Traigo buenas nuevas! ¡Tu rosa de mil espinas se casa! ¿No estás contento por mí? —pregunta esperando una respuesta que su retorcida pensaba recibiría, más evidentemente eso no sucedió, ante el rotundo silencio que hubo, el monarca frunció su ceño. — ¿No responderás? —cuestiona, comenzando a desesperarse, después de unos segundos en los que la odisea de sus pensamientos pareció calmarse y unir puntos disueltos en su cabeza, se puso de pie y exclamó sarcástico. — ¡Pero claro, que despistado que soy! ¡Cómo esto es algo que me hace feliz, jamás te sentirás contento por ello! ¡Ya que tu único propósito era hacerme sentir como la mierda misma! ¡Hahaha! —enuncia riendo desquiciadamente y llevando sus manos a su cabeza al tirar de sus negruzcos cabellos, comenzando a oír esas voces en su cabeza, aquellos jadeos y maldiciones del hombre cincelado en caliza frente a él.
Mientras más voces vienen a sus oídos más alto ríe, intentando callarlas, pero falla al recordar cómo las ásperas manos del hombre tocaban su cintura, cómo su aliento se estrellaba en su nuca y cómo es que la mirada oscura del hombre le miraba con asco y rencor después de haber derramado en él hasta la más mínima gota de su "odio" y "desprecio", incordiado por la abrumadora ola de sensaciones y sentimientos que cayeron sobre él cómo una cascada, grita desesperado.
— ¡Basta! —exclama su majestad.
Las voces en su cabeza cesaron.
Con la respiración acelerada y completamente quieto, eleva su mirada, dándose cuenta de que ahora se hallaba frente a aquella gran estatua, subió su mirada, topándose con los ojos de su padre, intentó ahogar un grito más no lo logró y casi desgarra su garganta ante lo abrupto de la acción, con el pensamiento totalmente nublado por el odio estampa sus manos en la piedra caliza y la empuja con todas sus fuerzas, gritando por el esfuerzo requerido, lentamente la estatua comienza a inclinarse y descender, siendo observada en cámara lenta por las pupilas dilatadas de su majestad.
Una vez que la piedra impactó en el suelo causando un estruendo que resonó por toda su cabeza, haciendo eco en los pasillos de su mente que terminaban en la puerta de su cordura, el rey se dedicó a observar sin expresión alguna los restos destrozados de la estatua, sonrió, sacudió su polizón y caminó encima de los pedazos, cuando sus tacones pisaron las restos de la rosa cincelada, frunció su ceño y con odio los aplastó, sintiéndose un poco extraño, cómo si la sensación de estar libre le acariciara todo el cuerpo, sin embargo, aquel deseo estaba lejos de cumplirse, pues las cadenas que le ataban al tumultuoso pasado antes de convertirse en rey, no podrían ser destruidas ni siquiera con una nueva guerra, el mejor médico de los cuatro reinos, o algo tan simple y complicado a la vez, cómo lo es el sentimiento del amor.
Una vez frente a la pared detrás del altar el rey presionó un ladrillo de la enorme construcción, mismo que se retrajo al mismo tiempo que frente a su oscura mirada se iba formando el pasadizo que lleva al lugar más recóndito de todo el castillo, y del cual sólo tenían conocimiento los herederos a la corona. El rey siguió caminando por uno oscuros y tenebrosos pasillos, encontrándose a su paso con los esqueletos llenos de telarañas que seguramente eran de la época en la que el reino de Mist intentó apoderarse de la corona durante el reinado de su bisabuelo, vaya que ese lugar era muy viejo, teniendo no décadas, sino siglos de antigüedad.
Ya frente a la oscura y carcomida puerta de madera que yace frente a sus ojos, tal y cómo la recordaba haber visto en sus quinces, la empuja con delicadeza, ocasionando que el polvo y las telarañas que la recubren se avivaran en una gran nube de polvo que le hizo toser y lagrimear un poco, una vez dentro del lugar alzó su cabeza y observó la enormidad de la denominada biblioteca de la corona real de Wonderland, que a diferencia de la que está a la vista dentro del palacio, donde se pueden encontrar diarios históricos, enciclopedias, cuentos, relatos y leyendas, en ésta biblioteca se encuentran escritos tesoros medicinales de los cuatro reinos, no solo en libros, pues en cada uno de los estantes están mil y un esencias, plantas, hongos, y brebajes desconocidos con propiedades inimaginables.
Su majestad inhala y los cientos de esencias que se cuelan en su olfato lo marean y lo llenan de una inexplicable y satisfactoria sensación de éxtasis, sin duda alguna extrañaba ese sentimiento de sentirse invadido de afuera hacia dentro, sin la necesidad de tener que suplicar clemencia, de sentir una barba rasposa sobre su cuello y unas callosas manos que le abofeteaban en busca de silenciar sus desgarradores gritos de auxilio. Agitó su cabeza antes de volver a dejarse llevar por aquellos hórridos sentimientos y se dirigió a dónde recordaba aquella enorme enciclopedia con cientos y cientos de recetas para curar enfermedades, así, como para ocasionarlas.
Al encontrar el libro sobre un pedestal de piedra se acercó a el y tomó las gruesas pastas dándoles la vuelta con dificultad, hasta que éstas se abrieron y se dejaron caer sobre el pedestal levantando una nube de polvo que hizo estornudar a su majestad, agitó sus manos en el aire para hacer desaparecer el polvo y habiéndose dispersado un poco, bajó su mirada a las polvorientas y amarillentas páginas del libro, hablando para sí mismo comenzó a tratar de recordar la página que buscaba.
—Veamos, querido padre. —Dijo su majestad, rompiendo con el silencio en la biblioteca y remarcando amargamente el "querido". — ¿Cuál era la página que me mostraste aquella vez? —se cuestiona así mismo el rey, recordando cómo su padre lo llevó hasta ese lugar cuando recién cumplió los quince años, y le mostró la biblioteca que algún día heredaría junto con la corona, no sin antes confesarle el crimen que planeaba cometer en contra de su progenitora, la reina de Wonderland.
«—Sé que no dirás nada, porque al igual que yo, la odias. —Comentó el hombre, acariciando la mejilla de su hijo, ocasionando que el joven comenzara a temblar y sudar frío. —Así que no tiene caso que te lo oculte. —Dice su padre. —Voy a asesinarla, la asesinaré y tú me ayudarás. —Ordenó el rey.
— ¿C-Cómo haré eso? —cuestiona el joven e ingenuo Seonghwa con ojos cristalizados. — ¿Y sí me descubren? ¡Me rehúso a convertirme en tu títere! —grita, más inmediatamente una bofetada por parte del rey lo calla.
— ¡No me alces la voz! —vocifera el rey, mirándolo con desprecio, Seonghwa baja la mirada y el silencio prevalece. Sin embargo, este se ve interrumpido por la desganada carcajada del rey. —Además... —Dice, tomando al chico por las mejillas y haciéndole levantar la mirada, juntando ambos rostros. —Tú me perteneces desde el día en que naciste. —Declara, observando el terror en el rostro de su hijo.»
Su mente recuerda con fervor cómo las advertencias cesaron, pinceladas de asco se pintaron sobre su cuerpo, las voces se transformaron en sonidos obscenos que salían de su boca sin control alguno, su cuerpos se sintió atrapado entre una bruma de humedad y oscuridad, impidiéndole pensar con claridad, el rápido cosquilleo que inundó su cuerpo desapareció con la misma velocidad con la que llegó, culminando una de sus tantas torturas, que con el tiempo, se fueron convierto en el juego de cartas que usaría para llegar a la corona antes del tiempo establecido.
Agita su cabeza y comienza a girar página tras página, leyendo por encima la valiosa información que en ellos estaba escrita, buscando y buscando, también, recordando la forma tan miserable en la que su madre murió, por ingesta de comida envenenada, misma, que él se encargó de envenenar cuando en uno de los tantos desayunos reales que solían llevarle a la habitación desde que se supo que la reina esperaba un segundo hijo, vertió una sustancia azulada que revolvió en la sopa y le tendió sonriente en charola de plata a la reina que lucía exhausta, pues tal y cómo indicaban los médicos, ese embarazo sería mucho más riesgoso que el que tuvo con el —en aquel entonces— príncipe Seonghwa.
El rey Seonghwa siguió dándole vueltas a las páginas, comenzando a desesperarse por no encontrar aquella página, por lo que comenzó a hojear más rápido las páginas, deteniéndose en seco cuando reconoció aquella flor que sus ojos vieron hace veintitrés años, de gran altura y bastas flores en el largo y grueso racimo, todas y cada una de ellas de un vibrante azul intenso, con cinco pétalos ovalados por flor.
Delphinium azul.
Al contemplarla por segunda vez en su vida, el rostro de su majestad se iluminó con una gran sonrisa, rápidamente guio su mirada las letras escritas a mano y comenzó a leer las instrucciones, "Brebaje de espuela de caballero para envenenar" leyó por título su majestad, causándole un escalofrío. Comenzó a leer con prisa las instrucciones y conforme iban apareciendo objetos y otros ingredientes fue por ellos, yendo de acá para allá por cada rincón de la biblioteca, preparando los cuencos, tazones e ingredientes necesarios para elaborar la sustancia, y una vez mezclados todos los ingredientes a excepción de la flor, fue por ella y la encontró sobre uno de los tantos estantes, salvaguardadas dentro de un frasco de vidrio sobre el cual había echado raíces.
Con cuidado su majestad arrancó un par de pétalos de la vistosa y tóxica flor, no sin antes leer en voz alta el penúltimo paso.
—Sí desea una muerte rápida, agregue una flor entera de acónito azul junto a sus raíces al brebaje. En cambio, si desea una muerte lenta y agonizante, agregue ocho pétalos triturados de la flor. —Recitó, y se quedó pensando en cuál de las dos opciones le parecía más tentadora. —Matarte rápida o lentamente... Jung Wooyoung. —Espetó con asco el rey. — ¡Por supuesto que disfrutaré de mirarte agonizar dolorosamente en el suelo, maldito infeliz! —gritó el rey colocando más pétalos de la cuenta en un cuenco vacío, triturándolos y vertiéndolos inmediatamente en el resto del líquido, comenzado a mezclarlos hasta obtener un líquido azulado cómo indican las instrucciones.
Después de unos minutos en los que el rey mezcló con furia las sustancias, el hermoso y llamativo color azul se había formado en el tazón, causándole una enorme fascinación y dicha, ¡Todo estaba yendo cómo él quería! Con delicadeza sacó la daga de plata de entre sus ropas y la admiró de nueva cuenta, tal pulcra y afilada que podía ver el reflejo de sus oscuros ojos sobre la hoja de la cuchilla. Rozando sus dedos por ella hasta hacer desaparecer el reflejo de su mirada, el rey baja la daga y la sumerge en el líquido azul, observando como la hoja de la cuchilla es cubierta en su totalidad por la brillante y azulada sustancia, unos segundos después el color azul comienza a desvanecerse conforme la sustancia va secándose, volviendo a dejar a la vista ese afilado resplandor de la fiera plata con la que está hecha la daga, una vez se secó el líquido, el rey espetó con todo su odio al aire, que sería testigo del juramento sin mencionar, que su majestad había declarado en contra del intérprete.
—Siéntete dichoso, Jung Wooyoung. Morirás de la misma forma en la que una reina lo hace. —Exclamó con severidad el rey, dejando todas las cosas tal y cómo estaban, pues justo en ese instante estaba dispuesto a terminar con la vida del ángel cantor de una maldita vez por todas.
El mundo de sus sueños era mucho más hermoso y feliz que la realidad, Wooyoung lo sabía muy, pero muy bien, pues era en estos dónde únicamente podía verse feliz al lado del príncipe Yunho, viviendo un cuento de hadas donde se casaban, tenían unos hermosos hijos y vivían felices por el resto de la eternidad. ¡Oh, pero cuán ingenuo y puro, era aquel pensamiento! Desafortunadamente, el cuento era muy diferente para Wooyoung, lamentable, triste y sumamente desdichado, un cuento en el que no sólo su vida y felicidad estaban en juego, sino la de los reinos enteros.
Entre dormido y despierto, el intérprete vagaba entre lo más recóndito de su joven memoria, divagando entre los recuerdos de su vida antes de llegar al castillo, cuando aún era un niño huérfano que escapó de ese orfanato debido a los maltratos de los cuidadores, y que terminó mendigando por algunas migajas de pan en la plaza central del pueblo, o en el mejor de los casos, cantando animadamente sobre la fuente de la plaza, llamado así la atención de alguno que otro transeúnte que le mirándole con pena y misericordia, se apiadaban de él lanzándole alguna moneda, obteniendo así, la mínima cantidad para comprar algo del pan añejo de la primera panadería que sus descalzos pies pudieran encontrar primero.
No fue hasta su noveno año de vida que la suerte pareció sonreírle a la cara, pues en una de todas sus humildes presentaciones, logró llamar la atención del recién coronado rey de Wonderland, el rey Seonghwa de apenas veintiséis años de edad, quien se acercó a él gentilmente y le elogió por su hermosa voz, Wooyoung solo supo agradecerle al caballero de un gran porte intimidante, el hombre le sonrió tiernamente y le extendió la mano, pronunciando unas palabras que lo dejaron sumamente sorprendido.
«— ¿Te gustaría venir conmigo al palacio, pequeño?
Los pequeños ojitos de Wooyoung brillaron en felicidad, y dejándose llevar por su inocencia asintió efusivamente, pues, de todos modos, no tenía otro lugar al cuál regresar. Con algo de duda, toma la mano que el rey le extendió y se pega a su brazo, buscando protección. Los guardias que acompañaban al rey comenzaron a desplazarse y le ayudaron a subirse a la carroza, donde una vez estuvieron sentados ambos, el rey Seonghwa le preguntó por su nombre.
— ¿Cómo te llamas? —cuestiona serio el rey, cruzando sus piernas y posicionando su codo sobre su rodilla más elevada, recargando su puño contra su mejilla, observando ferozmente al pequeño niño de ojitos brillosos y mejillas regordetas.
— W-Wooyoung, se-señor. —Dijo entrecortado el pequeño, elevando su infantil rostro a la dura mirada del rey que le hizo respingar cuando observó la dureza de aquellos ojos oscuros.
— ¡Awwww, cosita bella! —exclamó enternecido el rey Seonghwa. —Me llamo Seonghwa y soy tu rey. —Se presentó, extendiendo su mano al infante, quien la tomó tembloroso y mirándolo con esos ojitos cristalizados, el rey le sonrió ampliamente, dejando ver su blanca dentadura.
El iluso y pequeño Wooyoung de nueve años, creía que la lamentable vida que tenía mejoraría, y así fue, pues al llegar al palacio recibió baños calientes en tinas con espuma y burbujas, ropa de la más fina y cara, comidas y postres deliciosos, juguetes y regalos por doquier, más todo eso se desvaneció cuando comenzaron sus entrenamientos en el canto.
Insultos, regaños y golpes.
Nada era diferente de cómo lo era en aquel viejo y despreciable orfanato, prácticamente vivía aquella horrible vida, pero desde una jaula dorada a la cual él mismo se había metido y que sin saberlo, sería su condena ocasionada por su ingenuidad. Meses pasaron y el rey dejó de ser tan severo ante la aparente mejoría de las habilidades del infante, el rey mismo se encargó de felicitarlo por aquel avance en una de las presentaciones que el niño realizaba para él en la sala del trono.
— ¡Maravilloso, espléndido, magnífico! —dice el rey entre aplausos, observando cómo el infante se acerca a la silla del trono y le reverencia. —Has mejorado bastante Wooyoung, tienes mis felicitaciones. —Dice su majestad.
—Gracias a su majestad, todo esto por el entrenamiento que usted mismo me ha dado. —Agradece el pequeño, mirándole con sus hermosos ojitos brillosos. Cuando se hubo enderezado, miró al rey con ojos suplicantes, el rey le miró con una ceja alzada.
—Dilo. —Ordenó el rey. —Di lo que quieres decir, anda. —Le dijo.
— S-Su majestad... ¿Puedo quedarme aquí, con usted? —cuestionó en tono tímido el pequeño Wooyoung. El rey le mira con ambas cejas alzadas, más asiente y le da una pequeña sonrisa al niño, a quien rápidamente se le iluminaron los ojitos y se acercó a los pies del rey, postrándose a la derecha del rey, observándole con admiración.
— ¿No crees que te aburrirás aquí? —cuestiona el rey e inmediatamente el infante niega, el rey hace una mueca de desacuerdo. —Eso dices ahora, pero verás que con el pasar de los minutos te aburrirás y comenzarás a ser una molestia. —Comenta. — ¡Guardias! —llamó a los hombres y en menos de un segundo ya tenía al confiable general Song y su primogénito, el subgeneral Song Mingi, joven y decidido, la viva imagen de su adorado padre cuando joven, esperando por sus órdenes. —Pídanle a una mucama que traiga consigo algunas cosas para dibujar, de la habitación del pequeño. —Ordenó el rey Seonghwa, y al instante el subgeneral acompañado de otros tres hombres se encaminó a cumplir la solicitud del rey.
Algunos minutos después el pequeño Wooyoung ya se encontraba coloreando un pequeño escenario en el que había un enorme lago y algunos peces en él, su majestad admiraba con tranquilidad las pequeñas manitas del niño recogerse de un lado a otro sobre el trozo de papel y la dificultosa pesadez con la que intercambiaba el color, sonrió para sí mismo al admirar la pureza que exudaba el pequeño, misma que fue borrada al instante cuando el azote de la puerta interrumpió aquel apacible momento.
— ¡Majestad! —exclamó furiosa la voz del consejero Hwang, consejero del anterior rey, y por desgracia, el ahora consejero del rey Seonghwa. — ¡¿Cómo se atreve a enviar tal mensaje al reino de Horizon?! ¡Ha dejado aterrada a la familia real! —gritó colérico el hombre, haciendo que su grito resonara por todo el salón, espantando a Wooyoung que inmediatamente fue a esconderse bajo los pies del rey Seonghwa, quien miró sorprendido al pequeño y después cambió su expresión a una más dura en dirección al consejero.
— ¡Silencio! —ordenó de golpe el rey poniéndose de pie. — ¿Cómo te atreves a levantarme la voz, a mí que soy tu rey? —cuestionó con voz dura y una densa mirada amenazante, el hombre casi chilla del terror y traga duro, endureciendo su semblante.
—Su majestad, esa no fue la manera correcta— dijo el consejero Hwang, más su voz fue cortada por otro grito del rey.
— ¡Te he dicho que te callaras! —grito aún más fuerte, comenzado a perder la paciencia, Wooyoung quien ya se había movido de su lugar ahora se encontraba del lado derecho de la silla del trono, observando temeroso la escena. —Lo diré sólo una vez, así que escúchalo bien, cualquier reino, persona o entidad que se oponga a mi reinado sufrirá las consecuencias, no me importa las relaciones que el anterior rey haya tenido con ese reino, ahora el rey soy yo, y por lo tanto decido que hacer y cómo hacerlo. ¿Fuí claro? —cuestionó el rey en dirección al consejero Hwang, a quien pareció no haberle agradado la respuesta del rey.
— ¡Me niego rotundamente a aceptar sus palabras! ¡Todas sus acciones están deshonrando las virtudes de su majestad el rey Park! —exclama el hombre, firmando su carta de suicidio.
El rey Seonghwa le miró furioso, cómo una fiera a punto de saltar sobre su presa. El consejero sintió el peso de aquella mirada y desvió la vista, posicionándola sobre el pequeño niño que yacía casi escondido detrás del trono dorado.
—Oh, ¿Pero ¿qué ven mis ojos? ¡Tal parece que las costumbres de su majestad no se han perdido del todo! —exclama el consejero Hwang en una carcajada.
La paciencia del rey se esfumó.
— ¡Es suficiente! —vociferó el rey Seonghwa, acercándose al consejero Hwang y tomándolo por sus ropas. — ¡No voy a tolerar ninguna falta de respeto hacia mi persona con semejantes insinuaciones! —exclama. — ¡Qué todo el mundo preste atención a lo que estoy por decir! —grita en una orden el rey, ganándose la atención de todos los guardias. —Yo no soy y jamás seré cómo ese despreciable trozo de mierda que era el anterior rey, podré ser mucho más despiadado que él en cuanto a cuestiones de guerra se trata, pero aún conservo esa delgada línea de moralidad que caracteriza a un monarca. —Proclama, dejando un silencio asfixiante en el salón.
Con parsimonia se da la vuelta y vuelve a su asiento, aún de pie, ordena. — ¡Guardias! ¡Llévenselo y ejecútenlo! ¡Pues considero su ofensa cómo un acto de traición en contra de mi persona! —exclama el rey, siendo obedecido al instante por los guardias, mientras se sienta y observa cómo el antiguo consejero es arrastrado entre forcejeos fuera del salón.
Una vez el silenció volvió a reinar el monarca dirigió su mirada al pequeño que se encontraba temblando aferrado al costado del trono, con el semblante duro se dirigió a él. —Wooyoung, mírame. —Le ordenó, y la cabecita que se mantenía agachada subió de golpe, dejando ver en su linda carita los restos de lágrimas que salieron ante el temor que le ocasionó la situación.
— M-majestad... —Murmuró apenas el pequeño, aferrándose a la pierna derecha del rey.
—Escucha. —Le dice el rey. — ¿Viste lo que pasó? —cuestiona y al instante Wooyoung asiente, aun temblando. —Sí tú, alguna vez llegas a traicionarme, lastimarme, o hacer algo que no me guste, eso—apunta a la puerta— Te va a pasar. Así que procura no disgustarme, ¿De acuerdo? —cuestiona el rey Seonghwa de nueva cuenta, esta vez regalándole una cálida sonrisa que le erizó la piel, Wooyoung asiente efusivamente, temeroso del hombre frente al que se hallaba postrado. —No te oigo. —Tarareó el rey, inclinando su cabeza.
— ¡Sí su majestad! —chilló Wooyoung asustado, sacándole una carcajada al rey, quien le propició una caricia en la cabeza.
Momentos cómo ese duraron poco para la fortuna del intérprete, pues al cumplir los quince años el rey comenzó a distanciarse de él con acciones silenciosas, cómo dejándolo sólo al momento de la cena, evitando reunirse con él en la hora del té, u ordenando a los guardias prohibirle el acceso a la sala del trono, todas esas acciones siendo fielmente cumplidas, debido a la recelosa forma en la que el rey admiraba la naciente belleza del ángel cantor, temiendo que aquel halo de pureza e inocencia superara su magno atractivo y divinidad.
Aquel repentino alejamiento desconcertó en su totalidad al ángel cantor, quien pasó noches sin dormir tratando de adivinar las posibles razones de aquello, no podrían ser sus modales sobre la mesa, pues la educación que le dieron desde que llegó no fue en vano, él había aprendido en su mayoría las reglas básicas de etiqueta, tampoco podría ser su habilidad en el canto, pues no ha cometido error alguno al cantar desde hace meses, además, los halagos del rey siguen siendo sinceros y estando presentes desde las últimas actuaciones que realizó para él, así que ahorrando valor y sacando fuerzas de váyase a saber dónde, llegó una mañana al salón del trono azotando la puerta e ignorando el llamado de los guardias que de un solo jalón ya lo tenían casi afuera del lugar.
— ¡Su majestad! ¡Solicito hablar con usted! ¡Por favor! —pedía el quinceañero entre forcejeos, pues los guardias estaban más que dispuestos a ejecutar la orden que recibieron tiempo atrás.
El rey que se encontraba hablando de algún asunto importante con su nuevo consejero, desvió la mirada del hombre y frunció su ceño en dirección al intérprete, alzó la mano en señal de que le liberaran y los guardias obedecieron al instante. — ¿Qué deseas, Wooyoung? No tengo tiempo para lidiar con alguno de tus berrinches. —Exclamó el rey con un tono de hastía.
Wooyoung se quedó en silencio, arrepintiéndose de la decisión tan precipitada que había tomado segundos atrás. Sin embargo, aún con la adrenalina recorriendo cada parte de su cuerpo, tomó el suficiente valor y habló. —Deseo saber el porqué de su aparente rechazo hacia mi persona. —Responde firme, tratando de no demostrar su nerviosismo y sucumbir ante él.
El rey soltó una carcajada.
— ¿Rechazo dices? —cuestiona burlón, dirigiéndose al intérprete lentamente, y cuando se encontró frente a él, le miró hacia abajo y espetó. —Solo te estoy tratando acorde al lugar que mereces, chico. —Dice el rey, mirando como la mirada de Wooyoung comienza a cristalizarse, pues muy dentro de él, algo se ha roto, más la furia domina su mente y el fuego de su interior sale disparado cual llamarada de forma estruendosa, alterando el semblante de superioridad que el rey poseía.
— ¡Mi lugar está al lado suyo, al costado del trono, como su ángel cantor! —exclama el quinceañero.
Una bofetada ladeó el rostro del intérprete.
Sintiendo el ardor picar en toda su roja mejilla, eleva la mirada topándose con los fieros y disgustados ojos negros del rey, observándolo con desprecio, las lágrimas caían precipitadamente de sus ojos hasta bajar por sus mejillas, rodar hasta su mentón y caer al alfombrado suelo.
—Te equivocas. —Objeta. —Tú no tienes, y jamás tendrás un lugar a mi lado, mucho menos cerca del trono. —Dice el rey con severidad, causando un escalofrío en Wooyoung, quien comienza a temblar bajo su mirada, agachando la cabeza cada vez más; a su majestad parece no gustarle aquello y disgustado le ordena mirarle a los ojos. —Wooyoung, mírame. —El chico no respondió. —Tu rey te ordena que lo veas Wooyoung, mírame a los ojos, ahora. —Ordena con voz más profunda, perdiendo así la paciencia y ante la negativa del intérprete, lo toma de las mejillas fuertemente, apretándolas y sacándole un quejido de dolor. — ¡Mírame cuando te estoy hablando! —el joven solloza más alto, mirando con horror al hombre que agresivamente lo toma y lo acerca a su rostro. —Tú únicamente existirás cuando yo quiera que cantes, mientras tanto, no estarás vivo, no serás nadie, no harás nada, y no conocerás a nadie, a no ser que yo así lo permita. ¿Fui claro? —cuestiona el rey, aun sujetándolo, Wooyoung asiente repetidas veces, al rey no le gusta su respuesta, por lo que le ordena a voz de grito que le responda. — ¡¿Fui claro, Wooyoung?! —exclama el rey, elevando su rostro, ocasionando que Wooyoung tuviera que ponerse de puntas sobre sus pies para no sentirse ahorcado.
— ¡Sí!¡ Sí! ¡Sí! ¡Lo fue! ¡Fue usted muy claro! —chilla con desespero el aterrado chico, quien solloza y tiembla bajo el cruel toque del rey.
Satisfecho, el rey lo suelta, y sin siquiera darle alguna orden o decirle palabra, el chico sale corriendo del salón del trono, sintiéndose destrozado y agraviado, todo el cariño que sentía por el rey se vio destruido con tan solo unas cuantas palabras del mismo hombre, que Wooyoung no tenía cabeza para pensar siquiera en el después, no le quedaba de otra más que arrepentirse y sollozar sobre las mantas de seda y lino que cubrían su cama.»
Los párpados de Wooyoung no soportaban el peso del sueño, así que dejó de evitar que estos se cerraran y solo se permitió arropar por el silencio de la noche, acunándolo con todo y sus mil emociones a flor de piel, deseando que su anhelo evite el martirio y se convierta en milagro.
Con la furia de mil volcanes las emociones chocan unas con otras dentro de su pecho.
De gélidos gritos huecos son el resonar de sus tacones sobre el mármol helado.
Y de un hermoso rojizo oscuro será cubierto el pecho del intérprete.
El rey Seonghwa camina de nueva cuenta por esos estrechos y polvorientos pasillos que llevan a la biblioteca de la corona de Wonderland, empuña con firmeza la daga de plata cubierta del veneno, sin pensar en nada más y nada menos que abrirle el pecho al ángel cantor, ignorando la destrozada estatua de su padre, atraviesa la puerta escondida tras el altar y retoma su camino por los pasillos de coloridos vitrales, que ahora se ven tenuemente iluminados por una luz blanquecina, pues ya había anochecido.
¡Oh, pero que suerte la suya!
El rey se sonrió a sí mismo y antes de llegar a las enormes puertas se detuvo, guardó la daga entre las ropas de su polizón y se acercó a ellas, abriéndolas sigilosamente, pues temía que fuera descubierto al salir, y para su sorpresa, del pelotón entero que lo encaminó mientras aún era de día, no había ningún hombre, extrañado por eso abrió las puertas y salió disparado cual rayo hacia la habitación del intérprete. Sin embargo, al estar cruzando el medio del extenso pasillo recordó que la llave la poseía el general Song, más recordó que dentro de la biblioteca él guardaba una copia de todas las llaves de las habitaciones del castillo, con el mismo sigilo que antes se dirigió ahí.
Una vez dentro, buscó en el lugar donde recordaba haberlas guardado y cuando tuvo entre sus manos aquel gigantesco llavero con cientos y cientos de llaves, busco la de la habitación del intérprete, pasando de una en una, hasta que sus ojos se toparon con una de color dorado, finamente decorada con pequeñas joyas en la parte de donde se sostiene y con una punta rectangular que tenía tallada ente ella líneas simétricas; el rey la observo con detenimiento durante unos segundos y cuando termino de analizarla, la sacó del llavero y las escondió entre sus ropas, dispuesto a continuar con la tarea de elaborar su regalo de bodas.
Salió con sigilo de la enorme biblioteca y se aseguró de que no hubiera nadie deambulando por los enormes pasillos, caminó pegado a las paredes en busca de no ser observado, dobló un par de pasillos a sus costados y siguió hasta llegar al inicio del ala norte donde sabía perfectamente que se encuentra el dormitorio del intérprete Wooyoung. Al intentar dar la vuelta por un pasillo a su derecha, logra escuchar como el resonar de unas armaduras anunciaba el paso de un escuadrón de vigilancia, con rapidez se da la vuelta y se esconde tras la pared, evitando así que los hombres le vieran, suspira cuando los oye alejarse, más el comentario de uno de ellos le llama la atención.
— ¿Creen que el golpe de estado vaya a funcionar? —cuestiona un chico rubio y pecoso.
— ¡Baja la voz idiota! —le regaña otro guardia de cabellos rojos, dándole un ligero golpe en la cabeza. — ¡Por supuesto que ha de funcionar! ¡No debes siquiera dudarlo! —le dice. —Más importante aún, ¿Alguno de ustedes vio salir a su majestad del ala prohibida? Que yo recuerde, ningún otro pelotón dio informes de haberle visto salir. —Menciona el guardia pelirrojo.
—Tienes razón Chris. —Dice otro guardia pelinegro. —Nadie lo ha visto salir, pero por lo que escuché ya se encuentra en su habitación reposando. —Comenta el hombre.
—Changbin, ¿Cómo es eso posible, si nadie le vio salir? —cuestiona Chris, comenzando a tener un mal presentimiento.
—No lo sé, el escuadrón de Kihyun me dijo que el cazador les ordenó despejar el área y que fueran a realizar su patrullaje en otro lado. —Dice Changbin.
— ¡¿Qué?! ¡Ese idiota no tiene voz ni voto en este lugar! ¿Por qué carajos lo obedecieron? —cuestiona Chris.
—Porque la última vez que alguien lo desobedeció trayendo éste órdenes directas del rey, acabaron colgados. —Responde el rubio pecoso mirando al suelo.
—Felix... —Le nombra Chris. — ¿Tu hermana fue...? —se corta al intentar acabar con la pregunta, pues sabe que el recuerdo de la chica es doloroso para el hombre.
—Así es. Ella fue mandada a la horca por desobedecer a esa escoria. —Dice el rubio. —Es por injusticias como la de mi hermana, que deseo que el golpe de estado funcione, porque de lo contrario... seguirán existiendo las muertes de víctimas inocentes. —Expresa el guardia, dejando que el silencio gobierne durante unos segundos. —Bien, hay que movernos, algo anda mal y no podemos quedarnos de brazos cruzados, hay que reportarle esta confusión al generalísimo Song y averiguar en dónde se encuentra el rey. —Ordena Felix, continuando con la dirección a la que se dirigían.
El rey suspira y retoma su destino, más el nuevo chirrido apresurado de otras armaduras llegando de la dirección en la que iba lo hacen regresar de golpe y volverse a esconder detrás de la misma pared, comenzando a desesperarse, pues su misión de ocultarse estaba volviéndose más difícil conforme avanzaba, resignado, se detiene a escuchar la conversación de los guardias.
— ¡Felix! —grita uno de los comandantes de pelotón. — ¡El rey Seonghwa no está en su habitación! —informa el comandante de cabellos marrones.
— ¡Kihyun! —grita el comandante Felix, acercándose. — ¿Qué sucede? —cuestionó el rubio.
— ¡Un soldado de uno de mis escuadrones afirma que él y su escuadrón entraron en la habitación y no encontraron a nadie! —exclama el comandante Kihyun, haciendo que las sospechas del rubio prácticamente se confirmaran.
—Escapó sin que lo viéramos y está intentando esconderse. —Afirma el comandante Felix.
— ¡Hay que informar inmediatamente de esto al generalísimo Song! ¡El intérprete Jung Wooyoung corre peligro! —ordena el comandante Kihyun, tomando el pasillo que daba hacia el ala norte donde reside el chico.
— ¡Comandante Kihyun, espere! —grita el comandante Felix. —Se precisa la llave de la puerta del dormitorio del intérprete Wooyoung, la cual está bajo el dominio del generalísimo, aunque el rey llegue, no podrá entrar, la cerradura de la habitación del intérprete no puede abrirse fácilmente, es imposible abrirla sin una llave. —Dice. — ¡Necesitamos que el generalísimo presencie al rey intentando entrar a la habitación del intérprete!
No muy convencido, el comandante Kihyun acepta las palabras de su compañero y lo sigue en dirección al cuartel donde se halla el despacho del general. El rey Seonghwa maldijo internamente al descubrir que varios de sus comandantes estaban implicados en la traición que suponía se estaba armando en contra suya, y le sorprendió aún más saber que el general Song estaba implicado en ella. ¡Cuánto disfrutará mandarlos a decapitar a todos y cada uno de ellos! A excepción del general Song, a él lo encerraría y lo convertiría en su esclavo de guerra, al igual que su difunto padre lo fue para el anterior rey.
Hundido en ese pensamiento el rey no se dio cuenta cuando al separarse de la pared, movió levemente la mesa que estaba a su lado, ocasionando que uno de los enormes jarrones de esta cayera al suelo, llamando la atención del pelotón de hombres, su majestad salió disparado hacia el pasillo y gracias a la penumbra de los oscuros pasillos su rostro no pudo ser observado por ninguno de los caballeros, lamentablemente, el brillo de su corona no pasó desapercibido por el comandante Kihyun.
— ¡Alto ahí! ¡Identifícate! —ordenó el comandante Felix, más el rey no se detuvo y comenzó a correr más rápido.
— ¡Tras él! ¡Podría ser un guardia informante del rey! ¡Acabo de ver el resplandor de su armadura! —exclama el comandante Kihyun.
El rey Seonghwa corrió mientras sentía cómo se le estaban por salir los tacones, daba una y otra vuelta por casi cualquier pasillo que se le cruzara, ante la vista de los hombres aquello aparentaba ser la búsqueda de poder perderse entre el laberinto de pasillos, sin embargo, aquellos movimientos no fueron en vano y cuando el rey encontró el pasillo con el cuadro de su abuelo, sonrió victorioso. A continuación, se posó frente al cuadro y con rapidez levantó el lienzo sobre el que se encontraba retratado el hombre, para después tomar el marco del cuadro, agarrar impulso y subir al cuarto secreto que había detrás de la pintura.
Detrás del lienzo pudo observar con dificultad como es que los guardias pasaban de largo velozmente, sonrió y esperó un par de minutos hasta que las pisadas dejaron de oírse, suspiró y se dio la vuelta, tratando de vislumbrar algún porta vela que pudiera utilizar, rebuscó un poco y logró encontrar uno un poco gastado, que estaba hecho de plata y tenía consigo la mitad de una vela en el, probablemente perteneciente a la época del reinado de su abuelo, siguió buscando y encontró una caja de fósforos, intentó con uno y no funcionó, con un segundo fósforo y no obtuvo fuego, no fue con el tercero que logró encender la vela y así aclarar un poco su visión.
Observó las cajas y muebles polvorientos cubiertos con mantas, el recuerdo de su pequeño yo de nueve años huyendo de su progenitor lo atacó con fiereza, voces gritando y riendo resonaron en su cabeza, manos fantasmas arañaron sus piernas, las telarañas de la habitación comenzaron a cubrirlo y sintió que el aire le faltaba, rápidamente tomó el porta velas y salió de la habitación secreta.
Un chillido ahogado llegó a sus oídos.
Al girarse de repente observó a la mucama que bautizó cómo Karla observarlo con temor, el rey la miró y ella dio un respingo, la canasta con ropas que sostenían sus manos cayó al suelo y el rey la siguió con la mirada, al levantar el rostro miró directamente a los ojos de la chica, la cual parecía el querer comenzar a llorar, pues titubeaba como un pequeño cordero con frío, el rey le sonrió y se llevó el dedo índice de su mano libre a los labios, en voz baja hizo el sonido que indica silencio y le dio una advertencia.
—Shhh... Tú no me has visto, y de ser así, será la última vez que tus bonitos ojos lo hagan. ¿Entendiste? —susurró el rey. La mucama asintió lentamente, el miedo inundaba su ser y no pudo hacer nada más que observar cómo el rey impartía camino a váyase a saber dónde.
La cabeza de la mucama maquinaba rápidamente en las posibles razones por las que el rey estaría a tan altas horas de la noche deambulando por un pasillo, y más raro aún, cerca del ala norte dónde está el dormitorio del intérprete Woo—
Oh no, no podía estar pasando.
El pánico le recorrió la columna vertebral con el mismo estruendo que un fuego artificial, y su cuerpo se movió al igual de rápido que el sonido de estos al salir disparados por el aire, se agachó para recoger la canasta y corrió en dirección al cuartel, en búsqueda de hacerle saber al primer guardia que viera o de ser el posible al mismísimo general Song de lo que sus ojos acaban de presenciar.
El rey creyéndose por obedecido mantuvo el paso firme hacia la habitación del intérprete, siendo guiado por la penumbra de los oscuros y largos pasillos, el único sonido que llegaba a sus oídos era el de sus tacones haciendo eco en el suelo de mármol, la titilante y amarillenta luz de la vela alumbraba débilmente las lujosas paredes del castillo, causándole un peculiar sentimiento de tranquilidad y soledad, nunca antes se había fijado en la basta paz que inundaba el enorme castillo cuando no había cientos de hombres armados y sirvientes moviéndose de un lado a otro.
Sintiéndose aletargado, guía sus orbes oscuros hacia las enormes ventanas de los pasillos, abrazando con ellos la infinidad del oscuro manto estelar que se traza a lo largo del cielo, por un segundo se detiene y admira embelesado las salpicaduras de plata resplandecientes que se levantan sobre sus pupilas, luchando contras las flamas anaranjadas de la vela que sostienen sus manos crueles, sus pupilas se dilatan, el aire le llena los pulmones y un escalofrío le atraviesa toda la columna vertebral. Agita su cabeza levemente para alejarse de aquel ensimismamiento y frunce su ceño, retomando veloz el paso hacia el destino final del intérprete.
Chispas de rencor alumbran sus pisadas.
Lágrimas de recuerdos dolorosos ahogan su llanto.
Canciones de amor se entonan sobre sus oídos.
Su blanca dentadura rechina al compás de su apretada mandíbula.
Los músculos se le tensan hasta arder en las llamas de su ira.
Con el alma ardiendo en la hoguera de su sentir dobla hacia su izquierda y ahí las ve, las enormes puertas doradas que refugian al ser humano que más odia en todo el mundo. Con el corazón despotricado dentro de su pecho, se detiene frente a las puertas, las observa de arriba a abajo y saca pausadamente la llave de la habitación, siente cómo se le llena el estómago de mariposas, mismas que son asesinadas por el fuego interior que le impulsa a encajar la llave dentro de la cerradura, con un ligero temblor en la mano, le da la vuelta a la llave, sintiendo cómo el "clic" de la puerta, se le graba en cada hueso de su sistema, resonando en cada uno de ellos y haciéndole eco en cada parte de su cabeza, un suspiro entrecortado es la señal que su cuerpo emite como premisa de lo que está por venir.
Las profundidades del océano se agitaron.
Los rayos de luna se desvanecieron.
Las estrellas se escondieron temerosas.
Los lobos aullaron desconsolados.
Lamentos desgarradores resonaron altos.
El rey entró a la habitación del intérprete.
Como si de una advertencia que le indicara el abandono del despiadado crimen que estaba dispuesto a cometer, una ráfaga de aire le sopló directamente en la cara, despeinando sus negruzcos cabellos y casi acabando con la efímera vida de la vela en sus manos; con suma delicadeza dio un paso hacia el frente y antes de que pudiera admirar el panorama se giró para cerrar velozmente la puerta, respirando agitadamente, miró sus manos que aún sostenían el pomo de la puerta y éstas temblaban violentamente, con fiereza apretó sus manos y enderezó su postura. Se giró y encaró a la criatura durmiente que yacía apacible frente a él.
Respirando pausadamente, su pecho subiendo y bajando, sus finas y negruzcas pestañas reposando inmóviles, su respingada nariz alzándose ligera, sus labios rosados entreabiertos y, por último, sus hermosos y vistosos lunares adornando eternamente su lindo rostro, todo aquello siendo iluminado por los sutiles rayos de luna que entraban discretamente por la ventana cerrada al costado de la cama del intérprete.
El rey Seonghwa quiso gritar.
—Ni siquiera porque he venido a matarte, puedes dejar de echarme en cara la razón por la cual el príncipe Yunho te ama. —Espeta duramente al aire, mirando fijamente al chico que dormía tranquilamente sus dulces sueños, ajeno a la peligrosa presencia que le acechaba fiera.
Con pesadez observa los alrededores de la habitación, todo es oscuridad, ¿Morir dulcemente en la penumbra de la oscuridad o en la ardiente llama de una muerte despiadada? Evidentemente la segunda opción sonó mejor dentro de la retorcida mente del rey por lo que se dirigió a uno de los estantes del lugar y rebuscó con el mayor silencio posible velas y portavelas, encontrando una docena de éstas escondida bajo un montón de cajas de ropa que seguramente él le habría regalado al chico. Una vez fueron colocadas todas las velas en su respectivo portavelas el monarca se encargó de distribuirlas por toda la habitación, cuando hubo terminado de encender la última, una ligera luz entre amarillenta y anaranjada llenaba alegremente de vida la habitación, contrario al bizarro y oscuro propósito que el rey estableció para ellas.
La mirada del rey se posó sobre el cuerpo del intérprete, que yacía boca arriba hacia el techo, con la piel de gallina, el fuego de su ira quemándole la piel y con los ojos cristalizados se acercó a la cama, lentamente fue recargando sus rodillas sobre el borde la misma, dejó caer su pesó y fue subiendo cautelosamente de no aplastar el cuerpo bajo él, cuando se encontró sobre el vientre del intérprete, decidió entonar cómo despedida, la melodía favorita de ambos.
—Lo siento, mariposa, voy a cortar tus alas... —Cantó, con delicadeza acercó sus manos a su pecho y sacó la daga envenenada. —Voy a cortar tus alas. —Siguió cantando. —El cuchillo dentro de mi corazón. —Entonó ásperamente mientras alzaba la cuchilla y la apretaba con furia. — ¡Ahora sólo él me pertenece! —grita desde lo profundo de su ser, desgarrándose la garganta y expulsando así, toda la ira que le llenaba el cuerpo, como una explosión que acabó por ocasionar que el bello durmiente despertara de su desdichado sueño para observar la furiosa y descolocada mirada del hombre al que alguna vez admiró, enterrándole una fría cuchilla de metal en el costado izquierdo de su vientre.
El grito desgarrador de Wooyoung pudo llegar hasta los oídos del príncipe Yunho, quien, al escuchar el grito de su amante, se le fue imposible no detenerse de golpe y percibir cómo cada centímetro de su piel se erizaba, acompañado de una ráfaga de electricidad en toda su columna.
Un escalofrío, fue lo que le causó aquel grito.
Mismo escalofrío que lo llevó de golpe al cielo y lo dejó caer violentamente al infierno cuando reaccionó y retomó su carrera hasta la habitación del príncipe, sin importarle en lo más mínimo la turba de soldados armados y sirvientes que fueron tras él al momento de hacérsele saber la presunta desaparición de su majestad.
Al llegar a la puerta la golpeó violentamente y clamó por el nombre de su amado.
— ¡Wooyoung! ¡Vida mía! ¡Ábreme la puerta! ¡Te lo imploro! ¡¿Wooyoung?! ¡¿Wooyoung, qué está pasando?! —gritaba histérico el príncipe Yunho, mientras jalaba fuertemente el pomo de la puerta, en un vano intento de abrirla.
El forcejeo entre el rey el intérprete era admirable, ninguno de los dos se dejaba vencer por el otro, no fue hasta que el ángel cantor logró levantarse con rapidez y fuerza, que logró quitarse al rey de encima al golpear su frente, aturdiéndolo y haciéndole caer de la cama, Wooyoung miró con horror la daga enterrada en su vientre y la sangre que manchaba sus ropas al igual que las sábanas, respirando agitadamente tomó la cuchilla con sus dos manos y la sacó lentamente, gritando de dolor ante la agonizante sensación, malamente, al sacarse la cuchilla y arrojarla, no se percató que ésta cayó cerca del rey, quien al verla la tomo rápidamente y se dispuso a atacar de nuevo.
Wooyoung se arrastró cómo pudo por la cama en búsqueda de llegar a la puerta, sin embargo, cuando quiso seguir avanzando llegó al borde de esta y cayó al suelo chillando de dolor, segundos después el cuerpo del rey cayó sobre él, enterrándole la daga por segunda vez, haciendo que el chico gritara asustado el nombre de su amado.
— ¡Y-Yunho! ¡Ayúdame! —exclamó con dificultad el asustado intérprete.
— ¡Ya voy, vida mía! ¡Estaré contigo en unos momentos! ¡No tengas miedo! —gritó desesperado el príncipe Yunho. — ¡General Song, la maldita llave! —le gritó furioso al hombre que ya se encontraba a unos pasos suyos.
— ¡Aquí está! —gritó el general Song, acto seguido se la arrojó al príncipe, que cómo pudo la atrapó y metió directamente en la cerradura en sólo un movimiento.
Al girar el pomo y abrir la puerta, el mundo entero se detuvo, todo pasó muy rápido.
Al reconocer la figura del rey aplastando el cuerpo de su amado no tuvo que siquiera procesar lo que estaba a punto de hacer, su cuerpo actuó por sí solo, y lo único que llegó a su mente décimas de segundo después fue el cuerpo del rey tumbado un par de metros de distancia de su corona, junto a varias de sus muelas ensangrentadas y regadas por el suelo, cuando su mente reaccionó de nueva cuenta se dejó caer al costado del intérprete, arrastrándose hasta él y tomándolo con suma delicadeza, centrándose en sus oscuros ojos cristalizados e ignorando todo el caos que surgió al entrar el general Song y sus hombres a la habitación.
— ¡Wooyoung! ¡Vida mía! ¡Respóndeme! ¡No me dejes! ¡Por favor no te vayas! —sollozaba desgarradoramente el príncipe Yunho. — ¡Un médico! ¡Traigan a un médico! —ordenó, y acto seguido varios sirvientes se alejaron corriendo para cumplir su petición; una mano cálida en la mejilla del príncipe le cortó la respiración.
— Y-Yunho. —Musitó débilmente el intérprete.
— ¡Wooyoung, amor mío! ¡No me dejes por favor, te lo imploro! ¡No me dejes! —pedía entre llantos y gritos el príncipe Yunho, mientras apretaba la mano del intérprete contra su mejilla, dejando que sus lágrimas cayeran descuidadamente en el rostro del ángel cantor.
— P-Por favor, n-no seas tan severo con Seonghwa... Él en el fondo no es m-malo, sólo está m-muy lastimado. —Pide Wooyoung mientras mira con tristeza al príncipe Yunho. —Cuida del reino p-por ambos, ¿Sí? Te amo, nunca lo... olvides. —Dichas sus últimas palabras, un suspiro salió de los labios del intérprete y con ello, la firmeza con la que su mano estaba elevada cayó.
El grito del príncipe Yunho desgarró los oídos de todos los presentes.
El alma del príncipe Yunho abandonó su cuerpo y sólo dejó al dolor y sufrimiento en su cuerpo. Su ángel, su amor, su vida, su todo, acababa de morir en sus brazos, no podía pensar en ninguna otra cosa que no fuera la mirada de su amado al decirle lo mucho que lo amaba, su último aliento y cómo este se desvaneció entre sus brazos.
No se percató siquiera de cómo los guardias reales atraparon al rey y lo esposaron, ni cómo es que los guardias que aún le eran fieles al rey Seonghwa comenzaron a alzar sus armas y pelear, ni mucho menos cómo es que la sirvienta de ojos bonitos, junto a más sirvientes y un boticario se acercaban a él y al cuerpo de su amado, mirándose con pena entre ellos, pues ya era demasiado tarde.
Las manos del príncipe recorrieron con una dolorosa majestuosidad los párpados cerrados del intérprete, bajando por su respingada nariz, siguiendo por sus labios y acabando en su mentón, sin ganas pasó las yemas de sus dedos por el cuello de su ángel, y fue ahí que una corriente eléctrica le recorrió el cuerpo, fue leve, pero pudo sentirlo.
El corazón de Wooyoung aún latía.
Con la ilusión pintando su sentir, colocó sus dedos sobre el cuello de su amado, logrando percibir el pequeño, pero aun así existente latido de su corazón, rápidamente se dirigió al boticario que estaba por retirarse.
— ¡Está vivo, mi ángel sigue vivo! ¡Su pulso es débil, pero sigue con vida! —gritó el príncipe en dirección al hombre, que al escucharle se dio la vuelta inmediatamente y ya le tenía encima quitándole el cuerpo del intérprete para examinarlo.
— ¡Es cierto, está vivo! ¡Preparen una cama, necesito espacio, agua caliente y trapos limpios! ¡El intérprete Wooyoung sigue vivo! —gritó el hombre fuertemente, haciendo que hasta los guardias que estaban a punto de sacar al rey de la habitación se detuvieran por segundos.
El rey Seonghwa, aún aturdido, observó por última vez el cuerpo del intérprete, siendo este levantado por el príncipe Yunho, su visión se volvió borrosa y sólo pudo observar cómo es que el príncipe corría con el cuerpo del chico en brazos.
Esa noche el reino entero de Wonderland no pudo conciliar el sueño en lo absoluto, pues posterior a lo sucedido dentro del castillo, esa misma noche se les avisó a los miembros involucrados dentro del plan para el golpe de estado, que ese mismo se llevaría a cabo a la voz de ya, sin importar que fuera de madrugada, pues no haber ocurrido lo acontecido dentro del castillo, nada estaría siendo tan caótico cómo ahora. Afortunadamente para el general Song y su ejército, no fue difícil someter a aquellos que se resistieron, y ya para el amanecer, el reino de Wonderland estaba bajo el dominio del ejército del general Song.
Cuatro horas después de dominado el reino de Wonderland en su totalidad, el príncipe Yunho fue mandado a llamar por la corte noble y figuras importantes del reino, quienes debatieron acerca de la situación y establecieron que el reino se encontraba en un estado de emergencia insólito, es así que, de la mano con el consejero Kang Yeosang el príncipe Yunho fue coronado cómo el legítimo rey de Wonderland, otorgándole así, el derecho a entrar en la biblioteca real de la corona de Wonderland, donde dio su primera orden.
Encontrar el antídoto para la sustancia con la que fue envenenado Wooyoung.
Misma sustancia que no fue reconocida por el boticario cuando este estuvo atendiendo las puñaladas del chico, dejando desconcertados y temerosos a los presentes, sin dejar de lado al príncipe que casi colapsa en ese mismo momento, de no ser porque dos guardias alcanzaron a sostenerlo antes de que cayera al suelo.
Ahora mismo el rey Yunho se encontraba entrando a la polvorienta y ajetreada biblioteca, pues la orden implicaba la ayuda de cualquier médico, boticario o naturista del reino que pudiera identificar aquella sustancia, un hombre se acercó al rey y habló a la carrilla.
— ¡Su majestad Yunho! ¡Hemos encontrado la sustancia con la cual se envenenó al intérprete Wooyoung! —exclamó el hombre, sosteniendo con dificultad y con la ayuda de otros dos hombres un enorme libro, mismo que colocaron en la mesa más cercana. En la página que yacía abierto el libro, se encontraba una hermosa flor azul y unas instrucciones escritas con puño y letra. —Esa flor que aparece ahí es una llamada "Delphinium azul" está prácticamente extinta y la última vez que se le avistó creciendo de forma natural, fue hace quince años en las mesetas áridas de Mist, ya hemos enviado a un grupo de hombres en búsqueda de la flor para crear un antídoto. Las muestras que logramos salvar y que fueron utilizadas por el anterior rey, están siendo estudiadas para comprobar sí aún son de utilidad. —Informa el hombre.
—Gracias. —Le agradece el rey Yunho y se dispone a continuar con las tareas pendientes que se acumularon de golpe, debido a su pronto ascenso como monarca.
El rey Yunho camina de regreso con su escolta personal, misma que incluye al general Song, a quien se dirige preocupado.
—General Song. —Le nombra, y el hombre asiente rápidamente. — ¿Cuál es el estado de Wooyoung? —cuestiona, pues desde el altercado de la madrugada de ese mismo día, no ha sabido nada al respecto de él.
—Está débil pero estable, los médicos indicaron que una de las puñaladas logró herir el tejido de uno de los órganos del intérprete, está vivo de milagro. —Informó el general Song. El rey Yunho se detuvo en seco, los hombres igual.
— ¿Cuánto tiempo? —murmuró el rey Yunho. — ¿Cuánto tiempo le queda? —cuestionó con voz dura, su semblante entristecido y el llanto quemándole la garganta, aun así, se mantuvo firme al mirar directamente a los ojos del general.
El general Song tragó duro. —Tres días. —Dijo fuerte y claro. —Los médicos establecieron que, en tres días, el intérprete Wooyoung perecerá si no se le administra el antídoto. —Exclamó el hombre, captando en todo momento como los ojos del rey se cristalizaron y el dolor se pintó en ellos.
De los hermosos y redondos ojos del rey Yunho, cayeron dolorosas y ruines lágrimas de tristeza, el aire se le escapó del pecho y cada centímetro de su existencia se contrajo en agonía pura, dolor, martirio y pena eran su condena, con pesadez dirigió una de sus manos al lugar en dónde estaba su corazón, sintiéndolo, aunque despotricado, roto en millones de pedazos, suavemente negó y se encogió en su lugar, los hombres le miraban apenados, el general desvió la mirada y aclaró su garganta, a él también le dolía la situación, y si bien su dolor no era comparable con el del rey Yunho, se le era imposible no sentir un nudo en la garganta.
—Su majestad, por favor, continuemos con... —La voz del general se vio interrumpida por el lastimero murmuro del rey.
— N-No, necesito v-verlo... ¡Necesito ver a Wooyoung! —exclamó el rey Yunho, y dichas esas palabras fue corriendo en dirección a la habitación del intérprete, lugar dónde se le curaron las heridas y de momento, es atendido para intentar contrarrestar el veneno de la Delphinium azul.
Los guardias le siguieron junto al general Song, pues no serían tan crueles como para pedirle que se detuviera, ya que sabían muy bien que el intérprete tenía los días contados, y la necesidad de estar a su lado en sus últimos días estaría muy por encima de las necesidades del reino, ya habría tiempo para reconstruir ladrillo por ladrillo aquel derruido reino, por ahora, dejarían que el rey Yunho permaneciera al lado de su amado hasta que suceda lo que tenga que suceder.
Nunca los pasillos le parecieron tan largos y estrechos desde que pisó ese castillo por primera vez, el aliento se le escapaba, sus pies picaban por la prisa de llegar a esa habitación, su vista se nublaba por segundos y con furia limpiaba las lágrimas que lo ocasionaban. Al llegar frente a la puerta, ni siquiera tocó, simplemente le dio la vuelta al pomo y abrió de par en par las puertas.
Silencio.
Un grotesco y tenebroso silencio que acompañaba la agonía de su ángel cantor.
Al observar el pequeño cuerpo de su amado estar postrado en esa cama, un sollozo lastimero le desgarró la garganta, temblorosamente se acercó hasta el costado izquierdo de la cama en donde estaba recostado el intérprete y con suma delicadeza tomó su mano y besó sus nudillos.
—Amor mío, perdóname. —Sollozaba el rey Yunho. —Perdóname por no poder protegerte como te lo prometí. —Dijo el rey, llorando de rodillas al costado de la cama.
Un par de minutos transcurrieron en los que el rey Yunho sollozaba mientras tomaba la mano de su amor, todo bajo la atenta mirada de los guardias y médicos que se mantenían en silencio, orando en lo profundo de sus seres por la pronta recuperación del intérprete, cada uno incapaz de observar directamente la triste escena, y no fue hasta que una ligera tos resonó por encima del llanto del rey.
— ¿Y-Yunho? —musitó débilmente el intérprete, a la par de que batía sus pestañas levemente tratando de enfocar su visión.
— ¡Wooyoung, cariño mío! ¡Soy yo, aquí estoy! —exclamó el rey Yunho rápidamente, poniendo su mano restante sobre la mejilla del ángel cantor. — ¿Cómo te sientes? —preguntó, mientras depositaba un casto besó sobre la frente de Wooyoung.
—Cansado. —Respondió el intérprete, mientras hacía el esfuerzo de no cerrar sus ojos, con dificultad pasó su mirada por toda la presencia del rey, encontrándose con la sorpresa de ver una corona sobre su cabeza. —Le queda mejor de lo que imaginé, su majestad. —Comentó Wooyoung soltando una ligera sonrisita, mientras apuntaba ligeramente a la corona dorada, el rey Yunho sonrió con ligereza y prontamente se vio llevando una de sus manos al aro dorado.
—Ésta sucia y repugnante corona es la raíz de todos nuestros problemas. —Comenta el rey Yunho, quitándose la corona y observándola con desprecio. —Una vez que el reino se haya estabilizado, renunciaré a ella, y así podremos ser felices, lejos de todo y todos, en una tierra sin nombre donde sólo existimos tú y yo y nadie más. —Promete fielmente el rey Yunho, claramente sin saber sí aquello podrá cumplirse.
— ¿Sin nadie más? Creí que tendríamos muchos hijos. —Dice Wooyoung haciendo un ligero puchero y riendo un poco más alto, haciendo que la tos regresara, preocupando al rey Yunho.
— ¡Tendremos todos los que tú quieras! ¡Muchos! ¡Cientos, sí así lo prefieres! —exclama el rey Yunho mirándolo con adoración, mientras que acomodaba los cabellos de su despeinado flequillo dulcemente.
— ¿Todo un reino entero sólo de nuestros hijos? —cuestionó burlón, mientras hacía el ademán de querer sentarse para así poder lidiar con la repentina tos que fue incrementándose, el rey Yunho le ayudó y miró preocupado, esa extraña tos no se iba.
—Así será, amor mío, tendremos un reino entero que será poblado sólo por nuestros hijos. —Afirmó el Rey. La tos persistía y en una de esas, el intérprete comenzó a toser más fuerte, un ataque de tos le siguió y tapó su boca, el rey acariciaba su espalda con dulzura y observó las manos del ángel cantor.
Sangre.
Brillante y espesa sangre rojiza que salpicaba la pálida piel del intérprete.
El rey miró con horror el puño ensangrentado de su amado y corrió su mirada a la de él, encontrando en aquellos hermosos ojos negruzcos el temor y pánico, al mirase ambos, lágrimas comenzaron a caer de los ojos del intérprete y otras tantas amenazaron con salir de los ojos del rey. De un momento a otro la repentina tos volvió y esta vez más violenta, ocasionando que las blancas sábanas se tornaran de un rojizo intenso, y que Wooyoung tuviera que tocarse el cuello en un vano intento de detener la sangre que salía sin control por su garganta, el miedo y terror se apoderaron del rey, por lo que alarmado llamó a los médicos.
— ¡Médico! ¡Un médico! —gritó desesperado el rey Yunho, rápidamente los médicos de la habitación se acercaron y atendieron al intérprete.
Los guardias del general Song se aproximaron y apartaron al rey Yunho por la fuerza, pues los médicos necesitaban del espacio para moverse con prisa y así estabilizar de nueva cuenta al intérprete, el rey fue arrastrado a la fuerza mientras se negaba, y cuando salió de la habitación, las puertas se le fueron cerradas en la cara, los guardias le soltaron y esperaron órdenes, más el rey se quedó estático, no planeaba irse a ningún lado, el guardia Song al notar eso, habló.
—Su majestad... Sé que esto es sumamente difícil para usted, y que no hay dolor que yo haya vivido, que le haga justicia a la situación por la que usted está pasando. —Dice el general Song, acercándose al rey y poniendo una mano sobre su hombro, el rey da un respingo y le mira algo ido. —Por favor, le ruego y le imploro, termine con sus tareas como rey por ahora, y cuando anochezca, podrá quedarse con el intérprete hasta el amanecer sí así lo desea. —Pide el general Song, mirándole con súplica. Aún con la mirada perdida, el rey Yunho frunce el ceño y dirige sus ojos hacia los del general Song.
—General Song Mingi. —Le nombra, haciendo que el nombrado dé un respingo y aparte su mano al instante, sintiendo de repente la ira emanar del cuerpo del rey. — ¿Acaso me está pidiendo que me separe de mi amado y le deje morir en absoluta soledad? —cuestionó severo el rey Yunho, mirándolo furioso y dolido.
—No su majestad, no quise insinuar eso; al contrario, si por mi fuera haría hasta lo imposible para que usted no se separe del lado del intérprete Wooyoung. —Responde el general Song. —Sólo será por un par de horas, por favor, se lo suplico. —Insistió.
— ¿Por un par de horas dices? —el rey rio sin gracia. — ¡Wooyoung podría estar por dar su último respiro tras esas puertas! ¡¿Y me pides tiempo?! —cuestiona el rey Yunho en voz alta, dolido. — ¡Tiempo es lo que nos hace falta, general Song! —afirma, acercándose peligrosamente al general, los guardias alrededor se acercaron para defenderlo, más el general les ordenó apartarse permitiendo que el rey le tomara del cuello.
—Mientras más rápido termine con sus obligaciones, más rápido podrá estar con el intérprete Wooyoung. —Dice el general Song, manteniendo la calma.
—Me niego a apartarme de aquí, tendrán que arrastrarme a la fuerza, porque no pienso moverme de aquí. —Espeta el rey, mirando duramente al general, quien le regresó una mirada igual de firme.
El silencio gobernó durante unos segundos más, y cuando el general estuvo a punto de hablar, el grito de un guardia alertó a los hombres.
— ¡Su majestad, el cazador Choi está aquí! ¡Está en la sala del trono solicitando una audiencia con usted! —dice el guardia, poniéndose del lado del general Song, al observar la escena se muestra confundido y asustado, por lo que el rey suelta al general Song.
—Esa escoria... —habló para sí mismo el rey. — ¿Ha dicho para qué quería verme? —cuestionó molesto el rey, pues ese hombre era igual o peor de despreciable que Seonghwa, y el aparecer de la nada solicitando una audiencia con él no hacía más que demostrar su insolencia.
El guardia tragó duro. —Según lo que dijo, está aquí para presentarle sus respetos como el legítimo soberano de Wonderland. —Dijo el guardia.
El ojo derecho del rey tembló ligeramente, esa maldita rata... ¡¿Cómo se atrevía?! Sin duda alguna lo asesinaría por atreverse a mostrarse tan campante después de habérsela pasado siendo el perro de caza del anterior rey Seonghwa y obrando de manera injusta, con la furia nublando su mente se dirigió a la sala del trono echando fuego por todas partes, pareciera que ardía en llamas en aquellos momentos, todo sirviente que le observaba se apartaba inmediatamente, pues su aura furiosa les recordaba en gran medida al aura intimidante del rey Seonghwa.
Cuando llegó a la sala del trono pateó las puertas, ocasionando que los hombres dentro de la sala se callaran, con la respiración irregular, miró la ancha y larga espalda de ese malnacido, quien con una sonrisa en el rostro se giró lentamente y achicó aún más sus ojos en lo que aparentaba ser una cálida sonrisa.
— ¡Su majestad Yunho, tiene usted mis más sinceras congratulaciones! —exclamó el hombre mientras le reverenciaba y observaba cómo el rey se acercaba a él. —Me llena de dicha verle tan agraciado con esa majestuosa corona sobre su cabeza. —Dice el cazador, comenzando a enderezar su postura, esperando ver el rostro del rey Yunho, más al hacerlo sólo pudo observar cómo uno sus puños estaban por impactar con su rostro, y en décimas de segundos este llegó a su mejilla, tumbándole en el alfombrado suelo.
El rey Yunho pasó de él y se paró frente a la silla del trono, apretando los puños de la furia, conteniéndose, alzó su mentón, soltó un suspiro y se giró para mirar con los ojos llenos de repudio al cazador, con una dura mirada se dirigió a los guardias espetó con odio.
—Sométanlo y tráiganlo ante mí. —Ordenó el rey Yunho con fría voz, a varios de los presentes les corrió un déjà vu por la sangre, sin duda alguna la frialdad al dar las órdenes venía incluida con la corona de Wonderland, pensaron.
Los hombres obedecieron al instante y en cuestión de segundos el cazador estaba de rodillas frente el rey Yunho, quien le miraba hacia abajo aún con el mentón elevado, exudando aquel porte de omnipotencia que tanto caracteriza a un monarca, al cazador le recorrió un escalofrío por toda la columna, sin duda alguna ésta nueva imagen del principito le estaba gustando en demasía, ¡¿Pero que mierda decía?! ¡Ahora era todo un rey! Y con ese pensamiento en mente se permitió sonreírle atontado.
El rey frunció el ceño y le miró mal, con un tono autoritario, habló. —Cazador Choi San. —Le nombra, y el nombrado siente cómo de repente los pantalones le empiezan a apretar. —No me creo absolutamente ni una piza de la mierda que sale de tu boca, sé que estás aquí con otro propósito, y exijo que me digas cuál es. —Demanda el rey Yunho cruzándose de brazos y manteniendo esa dura mirada. —O de lo contrario, tendré que cortarte la cabeza aquí mismo. —Dice a la par que chasquea los dedos y un guardia se le acerca para entregarle una espada, la cual toma sin ninguna dificultad y deposita frente al rostro del cazador.
El cuerpo del cazador vibró en alerta, rápidamente se dispuso a ser escuchado. — ¡No miento su majestad! ¡Mis intenciones son sinceras, no busco otra cosa más que postrarme ante usted y servirle! —exclama el cazador Choi intentando ponerse de pie, más los guardias lo empujan hacia abajo por los hombros manteniéndolo en su lugar. El rey Yunho sigue sin creerle, impaciente, le pregunta acerca de la ferviente necesidad de convertirse en su fiel vasallo.
— ¿Cuál es la urgencia por la que te muestras tan necesitado de demostrar tu fidelidad a mi persona? —cuestiona el rey Yunho sin bajar la espada, el cazador Choi agranda los ojos y baja su cabeza, reflexionando, después de uno segundos una ligera risa escapa de sus labios ocasionado confusión en el rey, quien acerca la espada a su cuello y le hace levantar la mirada. —Responde. —Le ordenó fríamente, el cazador le mira con adoración y responde algo ido.
—El propósito de mi existencia es servirle a la corona de Wonderland. —Responde el cazador Choi con la mirada perdida en algún punto de su memoria. —A nadie más y nadie menos que el poseedor de la corona de Wonderland. —Afirma mirando al rey Yunho directamente a los ojos, quien relaja lentamente su expresión y baja la espada despacio.
El rey Yunho examina el rostro aletargado del cazador durante unos segundos, llegando a la conclusión de que hasta la basura cómo él puede llegar a mantener principios de tal magnitud, así que, queriendo comprobar su al parecer, ciega devoción a la corona opta por pedir una cuchilla más pequeña, extiende a un lado la mano que sostiene su espada y da la orden.
—Denme un arma de menor tamaño, una daga o cuchillo bastará. —Dice el rey, acto seguido varias navajas, cuchillas y dagas se le fueron extendidas al instante, su majestad paseó su mirada por cada una de ellas y cuando observó la daga que sostenía las manos enguantadas del general Song tomó una decisión. —Ésta será. —Ordenó, mirando fijamente al general Song, quien le miraba igual de serio, y cuando el rey la sostuvo entre sus manos y la admiró, el general se dirigió a él.
—Sí me permite agregar un comentario su majestad... —Solicita el general, el rey le mira y asiente, por lo que el hombre continúa. —Esa daga que sostienen sus manos, es la misma con la que el anterior rey, el ex rey Seonghwa, apuñaló dos veces al intérprete Wooyoung. —Dijo el hombre, observando cómo cada parte del cuerpo del rey Yunho se tensaba y su mirada se oscurecía, el rey se gira en dirección al cazador y exclama lacónico.
—Es perfecta. —Musita levemente, con parsimonia y elegancia se para de nueva cuenta frente al cazador, mirándole soberbio. —Sí tanto quieres servirme, tendrás que hacer una prueba que me demuestre tu lealtad. —Espeta, y a continuación le arroja la daga. —Arráncate un ojo. —Ordena. —Y así, daré por sentado que tu devoción y fidelidad son ciegamente genuinas. —Declara con altanería el rey Yunho.
El cazador Choi mira con sorpresa al rey y jadea, debido a lo estimulante que le resultaba la situación, sus manos se volvieron torpes y débiles por lo que con dificultad tomó la daga y la empuño frente a su ojo izquierdo, tragó duro y antes de clavársela miró al rey con anhelo.
—Cómo usted ordene, su majestad. —Y movió la daga velozmente para enterrarla en su ojo, más ese horrible dolor que pensó sentiría, no llegó, pues la firme mano del rey que le tomaba de la muñeca se lo impidió. —Su majestad... —Musitó sorprendido el cazador.
—Te creo. —Dijo el rey Yunho. —Acepto tu devoción, permitiré que me sirvas. —Completó. —Me sorprende que, hasta la bazofia como tú, pueda tener honor... o lo que sea que te impulse a ser tan devoto de la corona. —Comenta y el cazador sólo sonríe, el rey suspira y se masajeó la sien, mira duramente al hombre frente a él y le dice. —No creas que has escapado de la prueba. —Le dice, ganándose su atención y la de los demás hombres. —Sígueme, harás esa prueba de forma distinta. —Ordena, y acto seguido comienza a caminar hacia la zona más oscura y deprimente del castillo, siendo seguido por él hombre y los guardias que miraban desconfiados al cazador.
El cazador, quiso preguntar a qué se refería su majestad, pero prefirió callar y obedecer, sin importar qué fuera la prueba, la haría, pues estaba dispuesto a todo con tal de demostrarle su lealtad al rey Yunho; después de unos minutos de larga caminata en los que el cazador reconoció los pasillos por los que circulaban, se sorprendió al entender que se dirigían a la zona que tanto había visitado durante el reinado de Seonghwa.
Los calabozos.
Mismos dónde ahora se encontraba encerrado, encadenado y privado de su libertad el atroz exrey Park Seonghwa y donde se quedaría a pagar por cada una de las injusticias que cometió. El rey Yunho se dirigió a las enormes puertas de metal que se alzaban en las paredes de aquel oscuro pasillo, y que sólo eran iluminadas por las antorchas que colgaban de las paredes de piedra, los guardias que vigilaban la celda le reverenciaron y se colocaron a ambos lados de cada una de las puertas jalando con dificultad debido al enorme peso de éstas.
Lentamente éstas se fueron abriendo y dejaron a la vista una enorme sala en la que sólo había un camino que daba directamente a un pequeño balcón, dónde las cadenas que colgaban de las paredes mantenían inmovilizado de manos y tobillos al anterior rey, quien ni siquiera se dignó en levantar el rostro para observar quién había venido a verle, pues pensó que sería un guardia cualquiera con su desayuno frío, o fruta podrida, cualquier cosa que pudiera calmar su hambre.
El rey Yunho avanzó unos pasos y se detuvo a unos cuantos metros del prisionero, con una mirada indiferente se dirigió hacia el cazador, quien al juntar los ojos con los suyos dio un respingo y le miró expectante, el rey le hizo una seña con la cabeza para que se acercara a él y el cazador obedeció, pero fue detenido al instante cuando sintió una ligera presión en su estómago, al bajar la cabeza observó que el rey le había acercado la daga, el rostro del cazador subió y se encontró con la ahora dura mirada del monarca, quien asintió con la cabeza y desvió su mirada al prisionero.
El cazador entendió al instante.
El hombre tragó duro y tomó temblorosamente la daga sin dejar de mirar al rey, quien mantenía un semblante serio, lentamente se escondió la daga en la espalda y comenzó a caminar en dirección a Seonghwa, quien al darse cuenta de lo mucho que tardaba el guardia en traerle la comida subió el rostro, encontrándose con la dulce mirada del cazador.
—San. —Le nombró Seonghwa con asombro.
— ¡Hola! —Chilló alegremente el cazador, alzando su mano y moviéndola en forma de saludo.
—Con que aún no has muerto ¿Hmm? —cuestionó Seonghwa a la par de que alzaba una de sus cejas y le miraba desafiante. —Rápido, sácame de aquí, no aguanto más éstas sucias cadenas. —Le ordenó, moviéndose ligeramente.
—Su maje— se interrumpe rápidamente el cazador. —Hmm... creo que ya no me es posible llamarlo así. —Dice. — ¿Cómo habré de llamarlo de ahora en adelante? —se cuestiona así mismo tocando su barbilla ligeramente, se agacha frente a Seonghwa y le dice: —Mi señor, no estoy aquí para nada de eso.
— ¡¿Entonces a qué has venido si no es para sacarme de aquí?! —pregunta Seonghwa molesto.
—Estoy aquí para demostrar mi lealtad al legítimo rey de Wonderland. —Dice el cazador haciéndose a un lado y dejando ver la figura del hombre con la corona dorada, que al observar al hombre encadenado frunce el ceño.
— ¡Yunnie! —exclama Seonghwa, moviendo las cadenas frenéticamente. —Tú... maldito. —Le dice al cazador. — ¡¿De qué carajos hablas?! ¡Yo soy el legítimo rey de Wonderland! —exclama furioso.
— ¿Dónde está su corona entonces? —cuestiona el cazador ladeando la cabeza divertido, Seonghwa se tensa y le mira ofendido. — ¿Sabe? Verle así atado... dejando de lado que me excita un poco. —Se ríe apenado. —Me recuerda a la época en la que usted estaba por ascender al trono, viviendo subyugado bajo el dominio de ese despiadado hombre... Esta situación es bastante parecida, sólo que esto lo ha ocasionado usted, y no la obsesión y posesividad de su padre. —Le dice estallando en carcajadas, logrando que el rey se enfureciera aún más.
Seonghwa le mira colérico queriendo callarlo de una buena bofetada, cuando las risas del cazador se detuvieron este puso un semblante asesino que le heló la sangre al hombre encadenado, con toda su atención observó cómo el cazador dirigía una de sus manos a su espalda y ladeaba su cabeza, cómo un depredador seduciendo a su presa, Seonghwa frunció su ceño confundido y el cazador se rio.
— ¿Qué demonios intentas hacer? —cuestiono Seonghwa, alerta a cualquier repentino movimiento por parte del cazador.
—Ya lo he dicho... —Dijo volteando sus ojos. —Voy a demostrar mi lealtad al rey Yunho. —Dijo el cazador, para acto seguido sacar la daga de su espalda y alzarla sobre la atenta mirada de Seonghwa, rápidamente el horror inundó en su totalidad a los robes negruzcos, que buscando misericordia se dirigieron al rey.
— ¡Yunho! ¡Yunho! ¡Ordénale que se detenga! ¡Por favor! —gritó desesperado Seonghwa, buscando la mirada del rey, y al encontrarse con ella le sonrió esperanzado, sin embargo, el semblante del rey Yunho se endureció, su mandíbula se apretó y con una parsimonia gloriosa, giró su cabeza a un costado, desviando la vista.
—Alguna vez me dijiste, que, aunque no te amara, el sólo hecho de que te mirara te hacía feliz. —Dice el rey, aún con la mirada desviada. —Sin embargo, te quitaré esa felicidad, al igual que tú has dañado a la mía. —Responde el rey, mirándole de lado. —Cazador Choi, hágalo ahora. —Ordena, y al escuchar aquellas palabras, la oscura y podrida alma de Seonghwa se retorció de dolor.
Esas palabras lo lastimaron.
Pues el hombre que tanto amaba acababa de reconocer que aquel chico era su felicidad absoluta.
Perlas transparentes comienzan a bajar fugaces por los pómulos del aquel triste rostro que alguna vez le perteneció a un poderoso y temido rey, el hombre niega con lentitud, incapaz de creer la horrible sensación que le quema el pecho, grande es su sorpresa cuando siente cómo el hombre al que alguna vez vio cómo su mascota le toma del brazo y le mira con pena, Seonghwa forcejea y sigue intentando buscar la mirada del rey Yunho, que de momento se encontraba sobre el húmedo suelo de aquella espaciosa celda.
— ¡Yunho, mírame por favor! ¡Yunho! ¡Yunho! ¡Mírame! —sollozaba Seonghwa, mientras que el cazador luchaba por tomarle el rostro y así poder iniciar con su demostración.
El rey escuchaba como el hombre clamaba por su atención, pero no se inmutó, no se atrevió siquiera a alzar el rostro; el cazador comenzaba a desesperarse por no poder demostrarle cuanto antes su devoción al rey, por lo que molesto, tomó del cuello al hombre encadenado, le miró fijamente a los ojos durante décimas de segundos y encajó la cuchilla directamente en su ojo izquierdo.
Un alarido de dolor rebotó entre las cuatro paredes de la celda.
Alarido que fue emitido por el anterior rey y que le recorrió a través de la sangre a todos los hombres dentro de la celda, el rey Yunho sintió un escalofrío, y antes de arrepentirse y pedirle al cazador que se detuviera, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la salida de la celda, al ver esto de forma dificultosa, Seonghwa le llamó con más desesperación.
— ¡Y-Yunnie! ¡Yunnie! ¡N-No te vayas Yunnie! ¡No me dejes! —gritaba entre sollozos el rey. — ¡Te lo imploro! ¡No me abandones! ¡Yunho! —gritó Seonghwa desgarradoramente, puesto que el cazador había removido la cuchilla dentro de su cuenca ocular, causándole mucho más dolor y sufrimiento.
Entre los hórridos estruendos de agonía que emitía el anterior monarca, el rey Yunho salió indiferente de la celda, los guardias le siguieron callados y algo inquietos, pues aquella acción les hizo recordar al mismo comportamiento sádico que caracterizaba al anterior gobernante, con la cabeza revuelta y el corazón despotricado el rey Yunho se caminó entre los pasillos, siendo reverenciado por todo sirviente que se le cruzaba, el general Song, quien hasta ahora había permanecido expectante de toda la situación, se sorprendió en demasía la ver cómo es que el rey Yunho, en lugar de tomar el pasillo que daba en dirección a la habitación del intérprete Wooyoung, tomó el que daba directamente a la sala del trono.
Los guardias al verle le reverenciaron y le abrieron las puertas, para sorpresa del rey y de su escolta, el silencio y la paz reinaban en la sala, con pesadez el rey Yunho se sentó en el trono dorado y miró al general Song.
—Llame a las personas que tenga que llamar, cumpliré con la petición que me hizo. —Le dijo con seriedad, el general Son le miró sorprendido y asintió, cuando estuvo por girarse para así poder retirarse y darles seguimiento a las tareas del rey, éste mismo habló de nuevo. —General Song. —Le nombró, el hombre se detuvo de inmediato y le depositó toda su atención. —Sí Wooyoung llegase a morir mientras estoy ejerciendo mi deber cómo rey... —Plantea, haciendo que el general endureciera su semblante. —Tendrán que buscar a alguien más a quién ponerle ésta despreciable corona... Porque yo renunciaré a ella. —Dijo, mirando con seriedad al general quien le respondió firme.
—Se le acusará de desertar y será mandado a la horca. —Dijo el general Song, mirando desafiante al hombre, el rey ríe y mira con lástima al general.
—No, no me entiende general Song, renunciaré a la vida misma. —Dice el rey tranquilo. —Sí Wooyoung pereciere, mi vida no tendrá sentido alguno, por tanto, no encuentro otro motivo por el cual seguiría portando esta corona que fue la raíz de su muerte. —Explica el rey.
El general Song se sorprende ante tan dramática y precipitada decisión, sin embargo, comprende perfectamente el sentir de su majestad, por lo que suspira y se dirige frente al trono, se detiene frente a los dos escalones frente a la gran silla y se arrodilla abruptamente, con una mano golpeó el pecho de su armadura, para después alzar el rostro y dirigirle la palabra al rey.
—Seguiría siendo un honor haberle servido. —Le dice. —Encuentro válida y justa su decisión. —Responde el hombre. —Sonriendo con tristeza, el rey le regresa el mismo tipo de sonrisa lastimera y le hace una pregunta con los ojos entrecerrados.
— ¿Le gustaría ser rey, general Song? Presiento que el reino estaría más que contento con un gobernante justo, bondadoso y decidido. —Comenta el rey Yunho, mirando la sorpresa en el rostro del hombre.
—Jamás pensé en algo cómo eso su majestad. —Dice el general Song, aún arrodillado.
—Me temo, que a partir de ahora tendrá que planteárselo con más frecuencia. —Le dice el rey Yunho, queriendo reír ante el ceño fruncido en confusión del general.
—No entiendo su majestad, ¿A qué se refiere? —pregunta el general Song.
—Sí Wooyoung y yo hemos de morir, quiero que usted se convierta en rey. —Confiesa al fin el rey Yunho. —Considere estas palabras cómo mi último deseo, y si no está conforme con ello... Tómelo cómo una orden. —Pide el rey Yunho.
La mirada del general demostraba una mezcla indefinida de emociones, confusión, enojo, lástima, sorpresa, entre otros, sin embargo, lo primero que pudo procesar y que salió expulsado de su cuerpo fue una sonrisa, una sonrisa de alivio.
— ¡Gloria a las estrellas divinas! ¡Siempre supe que usted tendría un sano juicio capaz de preverlo todo! —Suspiró aliviado entre risas el general, tomó la mano del rey Yunho y depositó un beso en ella. —Sus deseos son órdenes, majestad. —Dijo el general alzando el rostro y mirándole con una extraña mezcla de alivio y dolor.
El rey Yunho le miró con tristeza y le sonrió débilmente con los ojos cristalizados, el general se puso de pie y le dio una gran reverencia, se despidió con un asentimiento de cabeza y salió del salón siendo seguido por casi la mitad de los hombres que le acompañaban con el rey; el silencio se hizo presente, el rey Yunho miró hacia el frente y las largas y anchas puertas de entrada comenzaron a verse borrosas.
Lágrimas caían por las mejillas del rey.
No sabiendo si eran de tristeza, dolor, alivio o miedo, pero el rey dejó que éstas siguieran desplazándose sinvergüenzas sobre sus mejillas hasta rodar por su mandíbula y acabar en el suelo alfombrado, y ahí, en esa sala donde vivieron todos los herederos a la corona que no hizo más que causarle un mal al mundo, el rey Yunho lloró, sus sollozos llenaron la enorme sala, causando que a los guardias se les revolvió el estómago de lástima.
Su alma lloraba en esos momentos, pues muy en el fondo anhelaba acabar con todo ese dolor y sufrimiento que representaba la vida misma, tanto para él, cómo para sus semejantes, lloró por sí mismo, por su ángel cantor, por el reino, por sus padres, por todo, sólo, lloraba desconsolado para poder sacar ese inmenso dolor que yacía dormido dentro de su pecho, y que ahora se manifestaba violentamente ante la ya muy conocida sensación de miedo que le causaba el poder perder a lo que más amaba en el mundo.
FIN.
Creo que aquí aplica el mítico: "Estoy confundido, ¿Es un final triste o un final feliz? Es un final y basta" JAKSJAJAK
Espero que les haya gustado, si les quedó alguna duda de las incógnitas que se presentaron pueden preguntarme y con gusto responderé, sin embargo, dejaré las respuestas a algunas por si alguien llegó a pensarlo o tiene dudas aún.
—Sí, el padre de Seonghwa abusaba de él, y creo que quedó muy en claro, de qué forma.
—El padre del general Song era como San a lo que Seonghwa, una mascota, al ser destronado el rey Park, el primer general Song se suicidó y Mingi ascendió a general.
—Seonghwa prácticamente mató a su hermano, sin dejar de lado que odiaba a su madre por hacer de la vista gorda de la situación con él y su padre.
—San es un hijo ilegítimo del primer general Song, que debido a su obsesión con el rey, le dio vida a ese monstruo servicial desde niño. Esto no se menciona en la historia, pero lo puse porque no me quería quedar con las ganas de decirlo. Sólo San sabe del parentesco entre él y Mingi.
—Seonghwa y San se conocen desde niños, crecieron parte de su juventud juntos y se unieron más cuando lograron destronar al rey Park.
—La forma en la que derrocaron al rey Park, fue igual de rebuscada que el golpe de estado, buscaron gente dispuesta, llenaron la sala del trono con participantes y una mañana el príncipe Seonghwa simplemente entró y le cortó la cabeza a su progenitor.
La neta, esto daba para fic, pero me dio una hueva... JAKSJAKA
Bueno, hasta aquí llegué.
Muchas gracias por leer. ♡
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