
02| 𝐌𝐢𝐬𝐬𝐢𝐧𝐠
❦𝐃𝐞𝐬𝐚𝐩𝐚𝐫𝐞𝐜𝐢𝐝𝐨❦
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Ya eran las siete de la mañana y Naoko seguía en la cama, sumida en un sueño profundo y placentero. En su mente, los recuerdos de la noche anterior con aquel chico se entremezclaban con el mundo onírico, formando una mezcla cálida y reconfortante que la mantenía abrazada a las sábanas. Sin embargo, ese momento se rompió bruscamente cuando el despertador irrumpió con su irritante sonido.
Con un gruñido, Naoko se dio la vuelta, intentando aferrarse a los últimos vestigios de su sueño. Pero no había escapatoria. Con resignación, se levantó a regañadientes y comenzó su rutina matutina: desayunar mientras revisaba mensajes sin responder, ducharse bajo el agua tibia para despejarse, vestirse con ropa cómoda y profesional, y salir rumbo a su trabajo.
Con el bolso al hombro, cruzó la puerta de su apartamento como un rayo. El tiempo apremiaba, y Naoko apenas llegó a tiempo a la oficina. Saludó a sus compañeros con un gesto rápido mientras se dirigía a su despacho, un espacio minimalista pero acogedor, decorado con muestras de sus propios diseños. Al llegar, encendió la televisión, como hacía cada mañana. Las noticias eran una parte esencial de su rutina; le gustaba estar al tanto del mundo mientras comenzaba a trabajar.
Tomó su libreta y lápices, dejando que su mente vagara libre mientras esbozaba ideas: faldas con cortes asimétricos, vestidos etéreos, camisas estructuradas con detalles únicos. Pero su concentración se rompió de golpe al escuchar un nombre que la hizo congelarse.
Con el corazón latiéndole en los oídos, alzó la mirada hacia la pantalla. Allí, en las noticias, apareció el rostro del chico que no había dejado de rondar sus pensamientos desde ayer. Su expresión se endureció mientras las palabras del presentador resonaban en la habitación.
"Desaparecido"
No podía ser. Una sensación de incredulidad y vacío se apoderó de ella. ¿Cómo era posible? Ayer habían hablado, compartido risas, momentos. Todo parecía normal. ¿Por qué ahora él...?
—¡Naoko~!— canturreó una voz conocida, sacándola de su estupor. Era Barbie, su mejor amiga y modelo, que entró al despacho con su característico desparpajo. Sin embargo, su tono alegre se apagó al ver la expresión de Naoko y el modo en que esta miraba fijamente la televisión.— ¿Qué miras? Oh… Otra persona desaparecida, ¿eh? Han habido muchas últimamente. Oye... —la rubia la observó con curiosidad, frunciendo el ceño.— ¿Lo conoces?
Naoko tragó saliva, incapaz de apartar los ojos de la pantalla.— Él... Él era...— con un leve temblor, levantó la mano y señaló la imagen en la televisión.
Barbie la siguió, mirando el rostro familiar del chico. Por un momento, se quedó en silencio, procesando.— No… No me digas… ¿Es el chico en el que estabas pensando ayer?
—¿Qué comes que adivinas?— murmuró Naoko sin apartar la mirada.
—¡Entonces es verdad! Joder, vaya mierda.— dijo la americana, llevándose las manos a la boca. Pero rápidamente recuperó su tono burlón.— Así que, al final, sí pensabas en un chico, ¿eh?
—No estoy de humor, Barbie. Vete.— espetó Naoko con frialdad, sin dejar de mirar la pantalla.
—Sí, señora.— hizo un saludo militar, pero antes de salir, se giró hacia ella una vez más.— Oye, no te preocupes. Seguro que lo encontrarán.
Naoko se quedó sola, con las palabras de Haruka resonando en su cabeza. "Lo encontrarán." Quería creerlo. Necesitaba creerlo. Pero una sensación de impotencia se aferraba a su pecho. Habían quedado para tomar un café. Ayer. Ella aún esperaba con ansias ese momento.
Incapaz de concentrarse en sus diseños, decidió salir del edificio. Caminó sin rumbo fijo por las bulliciosas calles del centro de Shibuya, con la esperanza de despejarse. Sin embargo, parecía que el destino tenía otros planes para ella. Cada esquina, cada poste de luz, estaba cubierto con carteles de "Chico desaparecido". Aunque sabía que habían desaparecido más personas, esos carteles parecían perseguirla, con ese rostro familiar mirándola desde el papel.
El peso de la incertidumbre crecía con cada paso, y Naoko se detuvo frente a una cafetería. Entró en busca de refugio, pero mientras esperaba su café, no pudo evitar que una pregunta se repitiera en su mente:
¿Por qué él?
[•••]
Después de recoger su pedido —un café macchiato—, Naoko salió de la cafetería, dejando atrás el bullicio y el aroma a café recién hecho. Había tenido suficiente de las noticias por el momento y prefería enfocarse en regresar a su trabajo. El aire frío de la calle le acarició el rostro, renovando su energía.
Al llegar al edificio donde trabajaba, notó algo extraño incluso antes de cruzar las puertas. La atmósfera estaba inusualmente silenciosa, como si el tiempo se hubiera detenido. Empujó la puerta de vidrio, esperando encontrar el habitual murmullo de conversaciones, el tecleo frenético y el sonido de pasos apresurados. Pero no había nada.
—¿Qué demonios?— murmuró, su voz resonando en el vacío. El lugar estaba desierto.
Avanzó unos pasos, observando cada rincón con extrañeza.— Se supone que deberían estar trabajando. ¿Dónde está todo el mundo?— se preguntó, sintiendo cómo un escalofrío le recorría la espalda.
De repente, un sonido de pasos apresurados rompió el silencio. Una voz familiar llamó su nombre.
—¡Nao! ¡Nao!— era Barbie, su compañera de trabajo. La rubia corría hacia ella, visiblemente alterada, con el cabello recogido de manera apresurada y los ojos abiertos de par en par.
—¿Barbie? ¿Qué está pasando? ¿Dónde están todos?— preguntó Naoko, aliviada de no estar completamente sola pero preocupada por la situación.
—¡No lo sé! Salí del baño y... no había nadie. Todo está vacío. Es como si... se hubieran desvanecido.— Barbie se detuvo frente a ella, jadeando.
—¿Cómo que se desvanecieron? Eso no tiene sentido.— la morena entrecerró los ojos, tratando de procesar lo que escuchaba.— Es imposible que todo el personal haya desaparecido sin dejar rastro. ¿Una emergencia? ¿Una evacuación? Pero, ¿por qué nadie nos avisó?
Barbie negó con la cabeza.— No hay ninguna alarma. Nada.
Ambas intercambiaron una mirada tensa, un entendimiento silencioso pasando entre ellas. Sin decir más, salieron apresuradamente del edificio. La escena que las recibió en la calle fue aún más desconcertante. Las avenidas, normalmente llenas de vida, estaban completamente vacías. No había autos, ni transeúntes, ni siquiera el sonido habitual de la ciudad. Solo un silencio opresivo.
—Esto tiene que ser una broma...— murmuró Barbie, mirando a su alrededor con incredulidad.
Naoko negó lentamente, frotándose las sienes como si intentara sacudir un mal sueño.— No es posible. No puede estar todo el mundo desaparecido...— su voz sonaba firme, pero la incertidumbre comenzaba a filtrarse.
—Es como si el mundo entero hubiera... desaparecido.— Barbie tragó saliva, su rostro pálido. Luego añadió con nerviosismo:— Debe ser un sueño. Sí, eso es. Estoy soñando, ¿verdad? Esto no puede ser real.
Naoko la miró, escéptica.— ¿Entonces por qué estamos soñando lo mismo?— la lógica de sus palabras cayó como un martillo. Si realmente era un sueño, no tenía sentido que ambas lo compartieran.
Barbie se quedó en silencio, cruzada de brazos y con la mirada perdida. Sabía que su amiga tenía razón. Si esto no era un sueño, entonces algo mucho más extraño estaba ocurriendo.
Naoko inspiró profundamente y rompió el silencio.— No creo que estemos soñando. Tenemos que averiguar si hay alguien más ahí afuera. Si hay sobrevivientes. No podemos quedarnos de brazos cruzados.
Barbie asintió, aunque su expresión aún reflejaba incredulidad.— Está bien. Pero... ¿y si no hay nadie más? ¿Qué hacemos entonces?
—No lo sé.— Naoko apretó los labios, mirando el horizonte vacío.— Pero algo está claro: esto no es normal. Y no pienso quedarme aquí esperando respuestas.
Ambas comenzaron a caminar, con la determinación de quienes saben que su realidad ha cambiado para siempre.
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