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BIENVENIDOS A PARADIS

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HACE TRES AÑOS,
cuando las cosas
cambiaron.

Mi cabello se movió gracias al viento que generó el barco al caer a la dura arena. Esta era la segunda flota que llegaba a Paradis, la primera ya fue desmantelada hace dos horas.

──Todos los de Marley... ¡¡Hola!! ─Hange gritó mientras se acercaba a la roca. ──. ¡Y bienvenidos a la isla Paradis!

──La van a matar. ─murmuré al verla tan confiada.

──Yo soy Hange. ─se presentó. ──. Vengo a recibir a nuestros invitados del otro lado del mar. Acompáñenme. Disfrutemos de un buen té.

──Oi, camina. ─le ordené al Marleyano de rehén que Levi le apuntaba con su cuchilla.

Después de darme una mirada de asco dio unos pasos adelante.

──Ya nos hicimos amigos de uno de sus compañeros. ─abrazó al chico haciendo que temblará. ──. ¡¿Verdad, Nicolo?!

Levi aprisionó su arma para que siguiera su trabajo.

──¡Heichō! ¡Olvídese de mí y dispare a estos demonios! ─gritó lo que no era.

──¿Pero qué estás diciendo, Nicolo? ─cuestiono Hange abrazando más al chico al escuchar otra cosa.

──Ni siquiera tengo ganas de asociarme con tu drama barato. ─dije soltando un suspiro negando seguir el juego de Hange. ──. Y ahora este no va a seguirte el juego tampoco.

──¡Escúchenme, demonios! ─su capitán nos apuntó directamente. ──. ¡Marley no va a escuchar a los de sangre sucia! ¡Jamás compartiremos sus copas de orines de cerdo!

──Ah- ¿De verdad crees que está bien decir ese tipo de insultos? ─preguntó Hange. ──. ¿No has visto al titán que tienes detrás? ─estos miraron a Eren transformado. ──. De todas formas me pregunto, ¿cómo van a escapar de aquí?

──¡No nos doblegaremos ante los titanes! ─dijo sin dejar de apuntarnos. ──. ¡Esta es la respuesta de Marley!

Hange, pronto se escondió en mi espalda y sin perder oportunidad, abrazó mi torso con fuerza mientras yo recargaba mi arma para acabar con ellos. El sonido de un disparo se presentó y para sorpresa nuestra, no fui yo la que disparó al hombre.

Había sido uno de los suyos.

──¿Qué haces, Yelena? ─para pronto, las armas apuntaban al soldado.

──Suelta el arma. ─ordenó el soldado apuntando al otro.

──Haz lo que dice. ─habló otro tipo detrás de él.

──¿Qu-? ─tenía un arma en su cabeza así que a los minutos las armas fueron tiradas fuera del barco.

──Agradecemos la bienvenida, Hange-san. ─el soldado quitó su gorra para dejar ver a una rubia. ──. Aceptamos ese té.

Hange miró sobre mi hombro a la chica sin dejar de abrazar mi torso. Estábamos sorprendidos de su acción, no lo íbamos a negar.

──Quería conocerte, Eren. ─dijo mirando al titán.

A los segundos, su mirada termino por recorrer mi persona hasta llegar a mis ojos.

──Mi nombre es Yelena, es un gusto conocerla... Liberty-san.

Me sorprendí de que conociera mi nombre. Algo no me daba buena espina.


































Cruce mis brazos mirando de reojo a Hange entusiasmada mientras observaba más de cerca las armas que los Marleyanos traían consigo.

──Conque así se puede disparar varias veces. ─murmuró mirando de cerca el arma.

──Deja de jugar, conociéndote terminarás con un tiro. ─le quité el arma, no quería que hiciera una estupidez.

──Esas armas son el equipo básico de los soldados. ─informó Yelena bebiendo de su té. ──. Cada división tiene aproximadamente 20,000 soldados. Hay 50. Suman un total de un millón aproximadamente.

Mi cuerpo se congeló al igual que el de mi esposo y sentí a Hange temblar un poco. Era una gran cifra y con muchas armas más avanzadas que las nuestras.

──Ese es el ejército terrestre. ─aclaró. ──. También tienen tres flotas de 21 barcos y están desarrollando armas nuevas incluyendo unas áereas.

──¿Aéreas? ─preguntó Hange sin entender.

Por suerte, sin que ellos lo notaran le di un golpecito en su pie para que me mirara a los ojos. No teníamos que demostrar miedo o esto se iba al carajo. Ella pareció captar el mensaje. Levi también pareció entenderlo.

──Resumiendo, son armas móviles que aparecen por el cielo. ─habló el otro soldado.

──¡¿Por el cielo?! ─gritó Hange asustada.

Suspiré cerrando mis ojos. Lo primero que le digo y es lo primero que hace.

──Oi. ─le llamó Levi, pero esta estaba absorta.

Hasta que la tomé del hombro y la senté con un poco de fuerza. Alcé mi mirada al sentir unos ojos puestos sobre mí, era la chica alta que no dejaba de verme.

──Si Marley tiene tanto poder, ¿por qué lleva casi dos años mínimo sin atacarnos? ─cuestiono la castaña.

──Hay dos motivos principales. ─mencionó la rubia dejando de ver mis ojos. ──. Uno de ellos son los titanes puros que enviaron a la isla. Incluso con armas tan desarrolladas sigue siendo difícil atracar en la isla.

Que irónico.

──Originalmente están para mantener a los eldianos encerrados y se convirtieron en una de las defensas de Eldia. ─aclaró.

──Bien, eso es gracioso. ─murmuró mi esposo.

Desde hace tiempo consideramos a los titanes lo menos peligroso del mundo. Con tanta experiencia, no es complicado acabar con ellos. Además, acabamos con todos los que había en la isla.

──Pero pronto amanecerá y los titanes se activarán. ─comentó. ──. Si podemos beber tranquilamente fuera de las murallas me imagino que mataron a todos los titanes de la isla. ¿Me equivoco?

Nos miró, pero su mirada cayó en mi.

──¿Y si fuera así? ─preguntó Levi con brusquedad. ──. ¿Avisarás a Marley?

──No. Espléndido. ─se quedó asombrada al no creer que ya no hay titanes puros. ──. Mejor de lo que esperaba.

──Dijiste que había dos motivos, ¿no? ─pregunté fríamente. ──. ¿Cual es el otro?

──Marley está en guerra con varias de nuestras naciones aliadas. ─aclaró. ──. No tienen tiempo para la Isla Paradis.

Aquello me alegraba un poco. No iba a mentir.

──Todos ustedes fueron la razón de que la guerra estallara. Vencieron a los guerreros de los que se enorgullecen. ─informó. ──. Les arrebataron armas como el titán colosal y el hembra. Marley tiene muchos enemigos. Varios de ellos se aliaron para iniciar una guerra.

──En ese caso ustedes deben de ser de algún país al que arruinó Marley. ─formuló Hange. ──. ¿Una especie de espías infiltrados? ─ninguno dijo nada. ──. ¿Acerté? Tenían que tener sus razones para oponerse a Marley.

Me limité a verla de reojo al igual que mi esposo.

──Dudo que nos puedan considerar espías. ─susurró la rubia. ──. Marley nos robó el hogar y nos forzó a servir como soldados. No podíamos hacer nada. Estábamos perdiendo el deseo de enfrentarnos a Marley.

Su compañero desvío la mirada mientras que ella relataba su historia.

──Hasta que él nos lideró. ─continuo. ──. Un titán que Marley y el mundo entero temían y le llamaban demonio. Pero para mí se veía completamente diferente. ─pude ver un brillo surcar sus ojos. ──. Era un dios.

Para mí era algo estúpido que una persona considerara a otro como un dios. Al sin de cuanta es un simple humano que morirá tarde o temprano.

──Nos dio esperanza en nuestra impotencia. ─soltó con leve toque de respeto y admiración. ──. Disparamos a nuestro superior por orden de Zeke Jaeger. Somos voluntarios anti-marleyanos. Nuestro objetivo es la liberación de todos los eldianos.

Nosotros tres nos quedamos en completo silencio cuando dijo el nombre del bastardo que era el culpable de la muerte de toda la Legión en aquel día.

Ahora entendía porque conocía mi nombre.

El hombre de barba había decretado tres condiciones para la salvación de Eldia. Según Yelena, él tiene un plan que resolverá los problemas de los eldianos, pero para llevarlo a cabo se necesitaría de dos cosas.

Al titán fundador y a un titán con sangre real. Según con eso salvará al mundo con algo llamado retumbar.

Aparte de que decretó que el tiempo que le queda, será aceptado en la Isla Paradis. Va a reunirse con su medio hermano, Eren Jaeger. Y con eso, comenzarán por ofrecernos la última tecnología en armamento y seremos intermediarios de las naciones amigas existentes.

Ah, y que le diera permiso de llamarme por mi nombrelo cual negué.

Pero, no sabía siquiera si el retumbar era posible. La última palabra la tiene el general de las tres divisiones, Zackly.

──Okasan. ─resopló Kuchel llegando a la cocina.

Salí de mis pensamientos para girar mi cabeza y ver su rostro.

──¿Qué sucede, enana? ─pregunté terminando de cortar las verduras.

──Kenny no me regresa la daga que papá me dio. ─refunfuño cruzando sus brazos.

──Ah, ¿si? ─alcé una ceja. ──. ¿Y porqué no se la quitas? Según me ha dicho tu padre, no lo dejas en paz hasta que te enseñe a defenderte.

──Traidor. ─escuché su pequeño murmullo pensando que era un secreto entre los dos. ──. He intentado todo lo que papá me enseñó.

──¿Y qué pasó? ─pregunté un poco divertida mientras agregaba las verduras en la olla mezclando para que se integren con la salsa de tomate.

──¡Qué él siempre evade mis técnicas! ─espetó furiosa. ──. No es justo.

Sin poder evitarlo, me solté a reír.

──Mamá, no te rías. ─frunció su ceño.

──Lo siento, cariño. ─flexione mis piernas para quedar a su altura. ──. Has intentado hablar con tu hermano y no ir directamente a los golpes.

──No. ─desvío su mirada.

──¿Y porqué no lo intentas? ─pasé su cabello por detrás de su oreja. ──. Deja tu orgullo que nadie va a verte.

──No me doblegaré ante él.

──No lo necesitas, eres tan enana que parece que lo haces. ─comentó una voz en el marco de la puerta.

Era Kenny que jugaba entre sus manos la daga de su hermana mientras recargaba su peso en la puerta apoyando una de sus piernas.

──Tú... ─Kuchel apretó sus puños al verlo. ──. Mamá dile algo.

──¿Qué es lo que siempre les digo? ─pregunté mirando a los azabaches.

──"Trata de encontrar una solución por ti mismo" ─citó la pequeña.

──No siempre la violencia trae la solución.

──Pero si tu eres más violenta que papá. ─me señaló con desapruebo. ──. Siempre lo amenazas con que dormirá en el sillón cuando le pedimos algo que tú no nos quieres comprar.

──Eso no aplica conmigo porque así lo decido yo. ─aclaré cruzando mis brazos.

──No es justo. ─susurró.

──Para mi lo es. ─sentencie regresando a cocinar. ──. Y ahora me dirás, ¿por qué le quitaste la daga a tu hermana? ─pregunté sin mirarlo.

──Ella escondió la mía. ─se encogió de hombros. ──. Si ella no me la da, no le doy la suya. Fácil.

──Kuchel, ¿en dónde está la daga de tu hermano? ─cuestione pasando el pollo a la olla con la salsa de tomate.

──No sé de qué hablan.

──Kuchel, sabes que no me gusta repetir las cosas. ─demande seriamente. ──. Así que regresale la daga a tu hermano. Tú padre te regalo una a ti y yo se la regale a tu hermano. Prácticamente es lo mismo.

──Tsk. ─chasqueó sacando la daga debajo de su vestido, en un pequeño short. ──. Aquí está. ─se la lanzó y sin que Kenny la mirara, la atrapó con su mano izquierda.

──Mis palabras siempre son sinceras, hermana. ─le regresó su daga.

──Cuando venga papá le diré que no limpiaste tu cuarto, que lo hizo mamá. ─acusó mirando burlonamente a su hermano.

──Tú le dices eso y yo le digo que tú fuiste quien le tiró su té negro por accidente. ─sonrió de medio lado.

──¿No te atreverías? ─preguntó con miedo. ──. Acaso no me quieres, oniisan.

──Ojo por ojo, imoto. ─dijo cruzando sus brazos. ──. Recuerda que se todo sobre ti como tu lo sabes sobre mi.

──Bien, dejen de pelear y pongan la mesa. ─ordené notando que el arroz y el pan ya estaban hechos. ──. Su padre no debe tardar.

──Bien. ─susurró la enana.

A diferencia de Kenny, ella era más baja que él. Su hermano con casi tres años ya llegaba hasta mis muslos mientras que ella me llegaba hasta las rodillas.

Al parecer heredará la estatura de su padre.

De reojo observe a Kenny colocar los platos y a Kuchel los cubiertos. Cuando no pelean tiene una buena sincronización. Era increíble que a unos meses de su cumpleaños número tres, ya piensan y actúan como niños de casi doce años. Eran muy ágiles y silenciosos, su fuerza no era la de un niño ordinario.

Era increíble conocer las habilidades de un Ackerman de sangre pura.

Regresé mi mirada a la comida, el curry de pollo con verduras estaba casi listo. Probé un poco de la salsa procurando no olvidar ningún condimento y como era de esperarse, no le faltaba. Sonreí al ver que estaba listo.

Justo la puerta fue abierta.

──Llegó. ─Kuchel fue la primera en salir. ──. ¡Okaeri, otosan!

Salí de la cocina observando a la enana recibir con una patada a su padre, o eso iba hacer, si Levi no lo hubiera detenido.

──Casi lo conseguía. ─susurró resignada.

──No estás ni cerca. ─delató Kenny en el marco de la puerta de la cocina.

──Tú-

──Suficiente. ─los detuve antes de que pelearan. ──. Vaya a lavarse las manos que la comida está hecha.

Ninguno me desobedeció y fueron directo al baño donde yacía el lavabo.

──¿Día largo? ─pregunté caminando hacia él.

──Ya no. ─dijo mirándome.

Sonreí un poco para acortar el espacio y depositar un beso en sus labios. Me separé para ayudarle a quitarse la gabardina.

──¿Cómo estuvo la reunión? ─pregunté dejando el abrigo en el perchero. ──. ¿Zackly lo aprobó?

──Al parecer eso del retumbar si puede ser posible con el titán fundador y uno con sangre real. ─comentó tomando asiento en su lugar después de lavarse las manos.

──¿Qué lo confirma? ─pregunté sirviendo su té. ──. Nadie lo sabe con certeza, ¿o si?

──Tal parece que Eren tenía escondido gran información.

──¿Eren? ─de cierta forma no me sorprendía. ──. ¿Por qué no me sorprende?

──Él había hecho una hipótesis. Dijo que cuando tocó al titán que era la ex-esposa de su padre, quien tenía sangre real, los titanes lo obedecieron y acabaron con ella.

──Entonces si es cierto. ─susurré sirviendo la comida en los platos. ──. Me pregunto, ¿desde cuando tenía escondida aquello?

──Cuando casi parias en la reunión por su grito. ─contestó bebiendo de su té.

──¿Tanto tiempo? ─cuestioné al recordar ese día. ──. Parece que es bueno escondiendo secretos.

──Deberías de aprender de él, otosan. ─habló Kuchel llegando a la cocina. ──. Le dijiste a okasan que me enseñaste a defenderme, eso había sido un secreto. ─acusó intentando subir a la silla hasta que Kenny la subió.

──Hablamos de tu madre. ─la miró. ──. Nada se le escapa.

Bebí de mi agua escondiendo una sonrisa de superioridad.

──¿Y la tía Mikasa? ─preguntó Kenny en su lugar. ──. ¿No la invitaste a comer, padre?

──¿Para que la quieres aquí? ─se apresuró a decir su hermana. ──. Así estamos bien. Me como su porción.

A diferencia de Kenny, a Kuchel no me agradaba mucho Mikasa. Igual que a su padre.

──A este pasó estarás gorda y enana. ─mencionó Kenny comenzando a comer.

──Otosan, Kenny no limpio su cuarto, lo hizo mamá. ─acusó mirando al azabache.

Levi miró a su hijo severamente.

──Tú, pequeña enana. ─murmuró mirando a Kuchel. ──. Padre, ¿te acuerdas cuando no encontraste tus yerbas de té negro? Kuchel las tiró por estar practicando con la daga, lo cual prohibiste por ese mismo motivo.

──¡Kenny! ─resopló Kuchel.

Levi ahora miraba a su hija con seriedad.

──Ai shiteru, otou-chan. ─dijo Kuchel sonriendo dulcemente. Te quiero, papá.

Sabía que su padre la quería más que nada y por ello decía aquello.

──Ambos limpiarán la casa por dos semanas completas. ─sentenció sin caer en su truco. ──. Y si me entero que no lo hicieron, les irá peor.

Ninguno replicó, sabían que si lo hacían sería peor las cosas.

──Tsk. ─chasqueó Kenny. ──. Vaya mierda.

Casi me atragantaba con mi comida cuando lo escuché hablar.

──¡Kenny Ackerman! ¡¿Qué es ese vocabulario?! ─los tres se sobresaltaron al escuchar mi voz enojada. ──. Yo en ningún momento te he enseñado malas palabras.

Kenny miraba a su padre pidiendo ayuda.

──Y no veas a tú padre que no te va ayudar, jovencito. ─dicté frunciendo mi ceño.

──Qué estupidez. ─soltó y eso si lo aprendió de mi.

──Y tú, ¿no le vas a decir algo? ─le pregunté a Levi quien mejor siguió comiendo.

──Es normal. ─dijo sin más. ──. Tarde o temprano iba a decirlo.

Abrí mis labios lista para gritarle, pero la cerré. Había peores formas para castigarlo.

──No va a ver té negro por una semana. ─declaré.

──¿Qué? ─Kuchel y él eran los afectados. ──. Papá, discúlpate con mamá. No puede quitarnos el té negro. ¡Nos va a matar! ─dramatizo.

──Ni con disculpas regresa el té negro. ─aclaré mirando a la azabache. ──. Ya he dicho algo y así se queda.

──Vaya mierda. ─soltó por lo bajo.

──Kuchel que sea la última vez que dices eso. ─decretó Levi severamente. ──. No porque tu hermano lo diga significa que tú también puedes hacerlo, ¿entiendes?

──Pero-

──Dije que si entiendes.

──Sí, otosan. ─se resigno siguiendo con su comida.

Suspiré aliviada al ver que por fin la comida pasaba con tranquilidad. A excepción de algunos golpes que recibían con la cuchara cuando no querían comer la verdura.

──Pero mamá, no me gusta la zanahoria. ─acusó Kuchel sobando su mano.

──No se trata de que te guste o no, se trata de que te ayuda a estar sana. Además, tu abuela me la daba y gracias a ello crecí. ─aclaré.

──Obasan es una mentirosa. He comido esto por años y no he crecido. ─acusó mientras Levi le acercaba su plata para que le diera lo que no se va a comer.

──Ya te quiero ver cuando tengas hijos y no se quieran comer la comida. ─suspiré dando un golpe en la mano de ambos.

──Sobre mi cadáver. ─decretó Levi severamente.

──¿Hijos? ─cuestiono Kuchel. ──. ¿Cómo se hacen los bebés, otosan?

Levi casi se atraganta con el té al escuchar la pregunta de su pequeña. Escondí mi risa en la servilleta fingiendo limpiar mis labios.

──No sé, pregúntaselo a tu madre. ─me miró de reojo.

──Ne, okasan, ¿cómo se hacen los bebés?

──No recuerdo muy bien, pero creo recordar que una cigüeña venía. ─balbuceé ocultando mi nerviosismo, se me olvidaba que los niños eran inocentes.

──Oh, ¿y cómo le hacen para que la cigüeña traiga a los bebés?

──Bueno, pues... ─balbuceé mirando a Levi para que me ayudara, pero él desvió la mirada. ──. Cuando dos personas que se aman mucho y se dan un beso con mucho amor, la cigüeña los compensa con un bebe. ─fue lo único que pude decir.

Para ocultar mis nervios de que preguntara más cosas, bebí un poco de agua. Juraba que sentía mis mejillas calientes.

──Entonces papá te dio un beso muy fuerte para que la cigüeña nos trajera, ¿cierto, mamá? ─preguntó Kuchel tiernamente.

Casi me atragantaba con el agua, tuve que toser un poco para no morir. Levi no hallaba donde esconderse, solo ocultaba su rostro bebiendo de su té.

──Si, bueno, tú papá es muy bueno dando besos. ─sentí su mirada al saber que no me refería a los besos.

Kenny dejó de lado su cuchara al entender que no eran besos, él no parecía tan inocente.

──Kuchel, comé o quemó tus dagas. ─amenazó Levi para evitar más preguntas.

La azabache sin decir nada, continuó con su comida. Sonreí para mis adentros, amaba a mi familia.

Y no lo cambiaría por nada.





























Y desde aquel día.

La Isla Paradis comenzó a avanzar en tecnología y en la gastronomía. Tanto que Sasha flechó el corazón de Nicolo.

Se comenzó a construir el puerto para usar los barcos donde los marleyanos navegaban, para poder ir a otras naciones. Al principio los soldados se negaban a trabajar y ayudarnos, pero al paso del tiempo comprendieron que no éramos tan demonios como se pensaba.

──Liberty-san. ─giré al escuchar mi nombre. ──. Le traje esto. ─extendió su mano dejando ver una piedra.

──¿Una piedra? ─la tomé viendo que tenía una envoltura. ──. Eh, ¿gracias?

Yelena soltó una risa.

──No es una piedra. ─negó. ──. Esto es chocolate. Uno de los más deliciosos del mundo. ─tomó mi mano para quitar la envoltura al chocolate dejando ver una pelotita puntiaguda color café. ──. Esto es lo que se come.

Lo miré con desconfianza. No parecía muy apetitoso.

──Adelante, pruébelo. ─pidió brindando una leve sonrisa.

Lo olfateé notando que el olor no era desagradable, más bien era dulce. Lo lleve a mis labios para lamerlo. Ni siquiera sabía cómo se comía. Yelena río nuevamente así que supuse que se mordía.

Di una leve mordida notando que dentro había una textura más extraña, pero no me queje cuando el chocolate llegó a mis papilas gustativas.

──Delicioso. ─murmuré sintiendo un brillo en mis ojos.

──Sí, delicioso. ─susurró ella pasando su mirada por mi cuerpo mordiendo su labio. ──. Con todo el respeto que merece, Liberty-san, pero usted es la mujer más hermosa que he visto. ─en sus ojos notaba un brillo lascivo. ──. Su altura es perfecta con su perfecta figura.

Miré hacía arriba conectando mis ojos con los de ella. Ni siquiera me había percatado que se había acercado a mi.

──¿Nunca le interesó las mujeres? ─preguntó en susurro.

En mis pensamientos se reflejó la imagen de cierta mujer, aquella que se presentó mucho antes de conocer a mi esposo.

──No es tu asunto. ─dije soltando un suspiró. ──. Además, estoy felizmente casada.

──No me considero celosa. ─sentía como acercaba su rostro más al mío.

Antes de que me besara, le hice tragar lo que quedó del chocolate. Me di media vuelta alejándome de ella.

──Lo siento, pero amo a mi esposo. ─dije antes de desaparecer de su vista.

Ahora tenía que lidiar con la rubia obsesionada conmigo.

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