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• 7: Mall •

— ¿Vas a salir, nene?

Wooyoung observó de reojo su reloj, exhalando y rodando los ojos al darse cuenta de la hora. Mierda. Eran las tres y cuarenta minutos de la tarde. Se colocó sus gafas oscuras, mientras encendía un cigarrillo, aunque se detuvo cuando estuvo a punto de llevárselo a los labios porque la puerta se había abierto y ahora su criado se mostraba ante sus ojos.

Lo recorrió de pies a cabeza, conteniendo una discreta sonrisa.

El menor lucía una camiseta de colores, unos shorts algo gastados y unas sandalias negras; el cabello le caía sobre su frente y el tono lechoso de su piel ahora resaltaba mucho más que antes. Wooyoung se mordió el labio mientras se preguntaba cómo luciría esa piel con las marcas de sus dientes. Notó cómo San desviaba la mirada e intentaba mantener sus manos quietas mientras sonreía muy avergonzado. Solo le faltaba el bolso y era una chica.

— Lo siento, Wooyoung…

— ¿Por qué? ¿Te vas a echar para atrás? – el tono divertido de su voz volvió a hacerse presente.

— No tengo más ropa en mi armario, no he traído mucha cuando vine a quedarme.

En realidad, San volvía a desear que la tierra se lo tragase de nuevo. Su ropa era muy vergonzosa comparada a la camisa a cuadros oscura, los pantalones rasgados y la casaca de cuero marrón de Wooyoung. Sí, su ropa era demasiado infantil y estaba muy gastada para terminar de hundirlo; seguramente Jung Wooyoung no querría ni caminar a la esquina con alguien como él, porque le iba a avergonzar mucho, ¿debería solo decirle que no podía ir? Sintió cómo su corazón se aceleró cuando elevó la mirada y se encontró con el rostro de Wooyoung, teniendo esa media sonrisa de nuevo en su rostro.

— Para mí, estás precioso – la voz de Wooyoung sonó como un seguro susurro, mientras elevaba una ceja sin quitarle la mirada de encima - Siempre.

Wooyoung observó cómo el menor enrojecía de nuevo y se quedaba tieso, ¿acaso no podía reaccionar de otra manera? ¿Era estúpido o tonto? ¿Estaba enfermo todo el tiempo? Soltó una carcajada y se movió hacia su auto deportivo, abriendo la puerta, mientras le señalaba el asiento a su criado quien tras asentir muchas veces y morderse el labio inferior, se sentó de golpe sobre el asiento. Luego de que él también ingresó al vehículo, se inclinó repentinamente sobre el asiento del menor hasta que su rostro quedó demasiado cerca del suyo, logrando casi sentir su respiración. Notó cómo San se sobresaltaba y abría sus ojos como platos y Wooyoung no pudo evitar deslizar la lengua sobre sus labios y esbozar su típica media sonrisa, instalando su mano sobre el lado lateral del asiento.

— El cinturón de seguridad – indicó con entretenimiento, mordiéndose el labio inferior.

San asintió tres veces con la cabeza, colocando una nerviosa sonrisa en su rostro mientras el otro tomaba el cinturón con su mano izquierda y lo cruzaba sobre su cuerpo.

— Sí, muchas gracias y lo siento.

Wooyoung elevó ambas cejas y frunció sus labios en algo parecido a una sonrisa.

— No lo sientas tanto, nene.

Y después de algunos segundos, colocó su deportivo en marcha.

•••

— ¡Que quiero uno igual a éste, joder! No quiero que me lo arreglen ni nada de esas idioteces, ¿acaso crees que tengo tiempo para esperar que lo arreglen, preciosa?

Wooyoung exhaló violentamente y soltó el celular sobre la mesa de ventas, mientras la vendedora se hacía para atrás y abría la boca como rana esperando una mosca. A la mierda con todo, ¿tan difícil era comprenderlo? Solo quería que le mostrasen todos los celulares y la estúpida empezaba a decirle que podía encontrar quien le solucione el asunto.

— Si se sigue alterando, llamaremos a seguridad.

— ¿En serio? – preguntó con sarcasmo, enviándole una mirada asesina - Jódete, mi amor,
¿quieres?

Se volvió hacia el resto de gente que lo observaba de forma extraña y después de empujarlos y colarse entre ellos, se detuvo al encontrar lo que andaba buscando. San se encontraba admirando una enorme televisión que mostraba videos musicales. Contuvo la respiración cuando lo sintió detrás de él y se volteó rápidamente, frunciendo el ceño.

— ¿Puedo preguntar qué sucedió…? ¿Elegiste alguno nuevo?

— Son una mierda.

Wooyoung empezó a caminar hacia las escaleras mecánicas, arreglándose las gafas mientras tomaba a su criado por el brazo y prácticamente lo arrastraba consigo.

— ¿A dónde irás? – cuestionó el menor, casi tropezando sobre las escaleras.

— Iremos, porque tú vendrás conmigo, nene.

— ¿A dónde…?

— A otro lugar.

— ¿A otra tienda de celulares?

Curvó una ceja mientras salía del local electrónico y se movía hacia la derecha, soltando al menor y dándole una breve mirada repleta de seriedad.

— No, nene, nos vamos a un club que está a unos cuantos metros, beberemos hasta explotar y luego compraremos droga para la semana, vas a ver cómo te relajas.

Esperó las risas de San, pero nunca llegaron; el menor había abierto los labios en sorpresa y sus ojos se habían dilatado en desesperación. Estaba muy asustado.

— Lo siento, pero yo no tengo permiso de hacer eso, además mi madre me ha dicho que no me meta en ese tipo de cosas y que…

San estuvo al borde de continuar, pero fue detenido por la brusca mano de Wooyoung, la cual lo tomó de la barbilla y lo volvió hacia él, obligándolo a que lo mire. Sintió cómo cada uno de sus huesos se estremecía y su corazón se detenía de un solo golpe.

— ¿Qué sucede…? – se atrevió a mirarlo a los ojos, aunque los desvió de inmediato.

La mirada de Wooyoung era realmente seria y alterada. Se había quitado las gafas oscuras y ahora lo miraba sin interrupciones; sus ojos negros y fríos clavados en él.

— En serio, San, ¿por qué te crees cada mierda que te digo? Solo estaba bromeando, nene, era una maldita broma.

Las facciones del menor se suavizaron de inmediato y sintió que el alivio volvía a él, aunque no logró evitar que el calor volviese a concentrarse en su rostro con mucha fuerza.

— Lo siento, solo que tú lo dices con un tono de mucha seriedad y eso me confunde…

Wooyoung exhaló y continuó caminando, colocándose las gafas oscuras de nuevo. Definitivamente, el criadito estaba enfermo o tenía algunas neuronas sin usar, ¿cómo podía tragarse cada cosa que decía y luego colocarse rojo? Tuvo ganas de decirle lo patético y malditamente ridículo que le resultaba, pero solo colocó una mueca parecida a una sonrisa en su rostro y giró hacia la derecha. Al menos, tendría alguien de quién reírse durante esas vacaciones y ese alguien había resultado alguien con un buen trasero y un buen cuerpo que tiraría hasta el cansancio para después largarse con las rubias estadounidenses que le gustaban. Y además, el criadito era bueno para la salud, porque le jodía de risa el rostro de estúpido que colocaba cuando él le ayudaba en algo o la forma en la que temblaba de nervios al sentirlo cerca. ¿Por qué se ponía de esa manera? Se mordió el labio mientras notaba cómo el menor seguía cada uno de sus pasos.

— Solo iremos a ver unos aparatos que necesito para mi auto y luego regresamos.

— Sí, está bien, como tú digas.

Contuvo una carcajada, ¿así eres de sumiso siempre? ¿Entonces por qué diablos se hacía el difícil con él? Bueno, el asunto había cambiado cuando él le había dicho que “quería volver a empezar”, pues se lo había tragado y de verdad creía que Wooyoung tenía algún interés en acercarse a él muy diferente al de solo para tirárselo, ¡qué putada!

— Una foto conmigo y te regalo un helado, es para el comercial del producto, ¿qué dices, amiga?

Wooyoung estuvo al borde de alcanzar la puerta del local, pero se volvió de reojo al sentir que el otro se detenía. Frunció el ceño de inmediato. Unos cuantos idiotas necesitados de dinero estaban vestidos con trajes ridiculísimos y tenían muchas botellas de helados en una mesa enorme mientras una extraña música sonaba de fondo. Le dio una rápida mirada a San, que se encontraba sonriendo hacia los ridículos del yogurt. Uno de ellos adelantó un paso, mientras otro lo seguía con una cámara fotográfica.

— Oh, lo siento, eres un chico. Por un momento te confundí con una chica…– soltó, agitando su cabello alborotado - ¿Qué dices? ¿Una foto por un yogurt?

Los ojos de Wooyoung se abrieron de golpe cuando observó cómo el menor asentía y caminaba hacia el tío de las fotos, tomándose una y recibiendo una maldita botella a cambio. Sí, aparte de estar enfermo, era estúpido; muy estúpido. Cuando llegó hacia su lado, tenía todo el rostro enrojecido e intentaba abrir la botella de diferentes formas.

— Lo siento, era un yogurt...

Wooyoung se le quedó mirando cuando logró abrir la botella y la llevó hacia sus labios, bebiendo un tanto de ella y separándose con la nariz y la boca repleta de crema.

— Me gustas – lanzó de golpe.

El cuerpo de San se quedó tieso, descendió la mirada y soltó una risa avergonzada, como esperando a que Wooyoung le desmienta lo antes dicho. Pero no sucedió.

— ¿Por qué te ríes, nene? - El silencio cayó de nuevo. - Me gustas, San. Y mucho.

•••
1536 palabras.

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