
𝟎𝟗
❛Do you get a deja vu?❜
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Dolor.
Esa era la palabra perfecta para describir cómo se sentía Tyanna en ese momento. Un dolor inmenso e implacable que la recorría por completo. Su cuerpo sudaba como si el mañana no existiera, y cada fibra de su ser rogaba por un alivio que parecía negarse a llegar. Fue imposible contener el grito que escapó de sus labios cuando el dolor desgarrador volvió a golpearla, envolviéndola en una tormenta de sufrimiento que venía y iba en olas.
Mientras tanto, afuera de la habitación, un desesperado Asger caminaba de un lado a otro, incapaz de permanecer quieto ante los gritos de dolor de Tyanna. Samwell, por su parte, se mantenía despierto, incapaz de conciliar el sueño mientras los lamentos de la pelinegra resonaban desde el interior de la habitación. De vez en cuando, el niño cabeceaba, luchando por mantenerse despierto.
—La paciencia es una virtud, —le recordó Samwell a su hermano mayor, evocando las palabras que le había dicho años atrás. Pero su comentario solo recibió silencio como respuesta. —Por eso Tyanna es mi favorita, —agregó, —siempre me toma en consideración y nunca me ignora.
Tyanna se encontraba en la cama de parto, el sudor perlado de su frente siendo secado por una sirvienta cuyo nombre no podía recordar, mientras otra ola de dolor la invadía. Se aferraba a las sábanas con puños apretados, gruñía mientras luchaba por contener el impulso de empujar, temiendo lo que estaba por venir. Cuando cayó exhausta nuevamente en la cama y giró la cabeza hacia el lado derecho de su lecho vacío, vio la figura de la antigua reina Aemma. Lágrimas resbalaron por sus mejillas mientras los ecos de los gritos de la reina resonaban en su mente.
—No puedo... —jadeó sin aliento, sintiéndose abrumada. No podía hacerlo sola, y por primera vez, comprendió el miedo que había sentido la reina. Estar sola en esa cama era aterrador.
—Pero puede, mi señora, —intervino el maestre desde su posición en el otro lado de la cama, alentándola. —Y debe hacerlo. Las parteras y yo haremos todo lo posible para asegurarnos de que tanto usted como el bebé sobrevivan, pero...
Tyanna interrumpió, su risa sin aliento. —Pero si tengo que hacerlo, necesito saber... ¿me mataría?
—Nunca permitiría que eso sucediera, —dijo una voz nueva. Tyanna giró la cabeza para ver a Asger cruzar la puerta de la recámara, seguido por una comadrona nerviosa. Su sola presencia la reconfortó instantáneamente.
Arrodillándose a su lado, Asger tomó su mano, presionando un beso en sus nudillos mientras miraba sus ojos doloridos. Gimiendo, Tyanna clavó los talones en la cama mientras luchaba contra el impulso de empujar, sintiendo que las olas de dolor se intensificaban cada vez más.
—Si deben elegir entre ella y el bebé, —dijo Asger, mirando al maestre, —entonces harán todo lo que esté a su alcance para asegurarse de que mi esposa viva, ¿entiende?
—Asger, —suplicó Tyanna.
—Haremos lo que podamos, —dijo en voz baja la partera al pie de la cama.
—Harán algo mejor que eso —respondió Asger, con severidad en su voz mientras sostenía la mirada del maestre. —¿Lo tienen claro?
—Sí, mi señor, —el maestre inclinó la cabeza, palideciendo bajo la mirada del Blackwood. Sabía que no tenía otra opción más que cumplir.
El parto avanzaba y Asger nunca se apartó del lado de Tyanna. Con el paso del tiempo, Tyanna comenzó a temer que el bebé nunca llegara, que estaría condenado a permanecer dentro de ella para siempre, a morir y pudrirse. Solo el pensamiento la hizo delirar, desprendiéndose de la realidad mientras rogaba que sacaran al bebé. Sus gritos cayeron en oídos sordos mientras las parteras se turnaban junto a ella: entre sus piernas, secándole el sudor y las lágrimas, mientras susurraban palabras de consuelo. Pero no hubo consuelo para ella, ni siquiera la presencia de Asger cuando una vez más tomó su mano y la animó a empujar.
Nunca antes había estado tan cerca de la muerte como en ese momento, pero justo en ese instante podía sentir su cuerpo ceder y le aterraba no tener una muerte digna.
—Por favor, —jadeó, incapaz de resistir más. El dolor la consumía, devorándola poco a poco.
Asger se sentía impotente, incapaz de aliviar su sufrimiento. Solo podía presenciar cómo retenía el dolor y lo liberaba cuando no podía soportarlo más. Odiaba verla tan asustada y perdida. Todo lo que quería era que todo terminara.
—Puedo ver la cabeza, —anunció una partera en voz alta sobre las súplicas de Tyanna. —Ya casi, ¡solo unos pocos empujones más, princesa!
—¿La has escuchado? Pronto terminará —sonrió Asger, apartando con ternura el cabello de su rostro húmedo.
Parecía tan feliz, tan esperanzado, y todo lo que Tyanna podía reunir era un doloroso resentimiento mientras daba otro empujón agotador. En ese momento, contempló que era el precio que debía pagar por las insolencias que había cometido. Era un castigo de los dioses, designado completamente para ella.
Hubo muchos más empujones por venir a medida que avanzaba la noche, y fue solo cuando el sol comenzaba a salir una vez más que finalmente se escucharon los primeros llantos del bebé. Tyanna sintió un alivio inmenso cuando el último empujón dio sus frutos, y un grito de alegría escapó de sus labios. No pudo evitar sonreír al escuchar el llanto de su recién nacida.
—Princesa, ha tenido una sana y hermosa niña, —anunció el maestre. Asger sonrió emocionado, besando la sien de Tyanna, y una sensación de inmensa alegría la invadió. Finalmente, todo había terminado.
Asger se levantó de su lado y se dirigió a la partera que sostenía a la niña. Con delicadeza, tomó a su hija en sus manos y la observó con ternura. Luego se acercó a Tyanna, quien se incorporó con muestras de dolor, usando la energía que le quedaba para ver a su niña.
La bebé fue entregada a Tyanna, quien la recibió con los brazos abiertos, mirándola atentamente, sabiendo que todo aquel dolor y sufrimiento había valido la pena. Ese momento sanaría todas sus cicatrices.
—Daenerys, —susurró Tyanna para Asger. —Será llamada Daenerys.
—Daenerys será, —concordó Asger, admirando la escena frente a él. Nada igualaría el amor de una madre por sus hijos.
Ese era él inició de la historia de la princesa Daenerys Targaryen Blackwood la cual iniciaba con el sol.
˚₊· ͟͟͞͞➳❥
La noticia sobre la recién nacida primogénita de Tyanna Targaryen recorrió todo Poniente llegando hasta los oídos de sus mayores enemigos, pero ninguno fue capaz de arrancarle aquella alegría. El rey, en cuanto supo del nacimiento de la pequeña, no dudó en viajar a Raventree Hall con un solo propósito: Volver acompañado de Tyanna.
Asger organizó la bienvenida del rey, asegurándose de que su estadía fuera placentera. Tyanna, quien quería recibir al rey apropiadamente, se vio restringida por Asger, quien afirmaba que debía descansar después de los dolorosos acontecimientos de traer una vida al mundo. Tyanna terminó accediendo, demasiado cansada para discutir con el atento hombre.
A la hora de despertar, fue recibida por su pequeña, quien fue posada en sus brazos. Los cuales inmediatamente comenzaron a mecerla mientras tarareaba una suave canción en Alto Valyrio. No pasó mucho tiempo antes de que fuera anunciada la llegada del rey, y Tyanna sonrió desde su cama cuando lo vio entrar, la cual desapareció al ver su estado.
—No me des esa mirada, —dijo externamente el rey una vez sentado junto a su cama, la pelinegra claramente podía notar lo difícil que le era la simple tarea de mantenerse en pie.
—No debió viajar, majestad, —negó con la cabeza. Debía ser honesta consigo misma y admitir que le dolía verlo de aquella forma. —No en esta condición.
—Estoy bien —aseguró con el intento de una sonrisa que resultó en una mueca. —Tengo que demostrarle a mi reino que no tienen a alguien débil como rey.
La princesa miró a la pequeña que cargaba cuando se removió en sus brazos. Aquellas pequeñas acciones hacían que los ojos de la nueva madre brillaran al tener la seguridad de que su niña, desde el primer momento, fue fuerte mientras ella dormía plácidamente bajo el tacto de su madre.
—¿Me permites? —preguntó el rey señalando a la pequeña, a lo cual Tyanna asintió, entregándole a su hija con cuidado siendo bien recibida en los brazos del rey, quien la miró con nostalgia y cierta ¿tristeza?
—Aún recuerdo cuando Aenys, tu padre, me contó sobre su pequeña —relata el rey con una pequeña sonrisa al recordar aquellos momentos tan atesorados con su hermano—. Jamás olvidaré lo feliz que estuvo mi hermano en aquel momento —admite mirando a Tyanna esta vez—. Fuiste su razón de ser, Tyanna. Te amaba como a nadie y eso jamás te atrevas a dudar.
Tyanna asiente tomando la mano del rey, dándole un leve apretón. Una parte de ella le decía que seguía allá afuera, en alguna parte. Que Aenys Targaryen seguía vivo y debía ayudarlo, rescatarlo, pero no era más que un engaño de su mente, pues él había desaparecido cuando era nada más que una niña. Él había muerto y nunca más regresaría.
—Quiero crear un fuerte imperio —revela el rey sus aspiraciones. Tyanna no estaba segura de por qué se lo mencionaba o a dónde quería llegar, pero se dedicó a observarlo en silencio dejándolo terminar—. Pero yo ya no tengo la fuerza necesaria, la vida se me está yendo de las manos y me temo que no me queda demasiado tiempo.
—Usted estará bien.
El rey negó, entregándole de nuevo a la pequeña, quien comenzaba a removerse en sus brazos. —Te necesito, Tyanna. Te necesito a mi lado.
—¿A qué se refiere?
—Vuelve conmigo al Desembarco del Rey —suplica él —. Vuelve y vuélvete mi mano, mi consejera. Tyanna, con tu apoyo puedo fortalecer a mis fuerzas y serías una gran guía en el consejo.
—¿Los miembros del consejo están de acuerdo? No es mentira para nadie que hubo un tiempo en que me quisieron hundir —no mentía en parte, Tyanna tenía razón; era el consejo quien casi descubre lo que ella estaba haciendo, pero hasta este punto todo se había mantenido como falsas mentiras.
—Soy el rey y ellos mis soberanos harán lo que yo disponga.
—Entonces sería todo un honor ser su mano, majestad.
No tenía idea de lo que estaba haciendo; sabía que en cuanto llegara su decisión a los oídos de sus aliados estarían molestos, pues lo verían como una traición, pero ella creía que desde adentro del consejo podría desviar aquellas sospechas hacia ella. Nadie podría catalogarla nunca más y mantendría su reputación limpia, además de minimizar los riesgos de que su gente fuera descubierta. Cuando llegara el momento, revelaría todo al rey, pero aún no estaba lista.
˚₊· ͟͟͞͞➳❥
Sintió el espacio libre de la cama junto a ella hundirse y un brazo no tardó en abrazarla. Asger, sobre el hombro de Tyanna, miraba a su hija dormir plácidamente frente a ellos.
—Debemos conversar —dijo finalmente, después de reunir el coraje para romper la pequeña burbuja que habían construido durante ese tiempo.
—El rey ha venido para llevarte con él, ¿verdad o mentira?
La frase la tomó desprevenida. Sintió una fuerte opresión contra su pecho mientras un nudo en la garganta se formaba. Dimitri.
Y de pronto volvió al pasado.
—Tyanna, debemos irnos de aquí —insistió su guardia, tratando de sacar a Tyanna de su estupor. Pero no respondía. De repente se zafó de su agarre y con pasos temblorosos se acercó a la cama. Se arrodilló junto a la cama, sus ojos llenos de lágrimas mientras miraba la cabeza de su amado decapitada. Sus manos temblaban mientras la acariciaba suavemente, como si esperara que Dimitri despertara de su sueño.
De repente, un grito salió de lo más profundo de su ser, una mezcla de dolor y rabia. —¡Todo era real! —gritó, como si quisiera que el mundo entero lo supiera. —¡Todo nuestro amor, todo lo que planeamos juntos, nunca fue una mentira!
Tyanna se incorporó asustada de la cama, su respiración acelerada siendo capaz de escuchar su propio corazón retumbar contra sus oídos. Desesperadamente, recorrió la habitación con la mirada, observando sus alrededores y exhaló cuando se dio cuenta de dónde se encontraba.
Se sobresaltó cuando sintió unas manos tocando suavemente sus hombros, pero se tranquilizó cuando fue envuelta por unos brazos familiares.
—Tranquila, todo está bien —dijo Asger, dejándola recargarse en su pecho sin añadir más palabras.
—Dimitri, —comenzó Tyanna después de recuperar el aliento, mirando hacia la nada. —Aún me atormenta su muerte. He llegado a creer que jamás conseguiré paz hasta que encuentre al responsable.
—Encontraremos al responsable, juntos —respondió Asger, transmitiendo seguridad con su voz.
Al dirigir la mirada a la pequeña que seguía durmiendo como si el mañana no existiera, Tyanna supo que jamás podría perdonarse a sí misma por haberle mentido a Asger. Él la había aceptado desde el primer momento, y ahora su vida no era más que una vil mentira. Solo anhelaba poder revelarle todo.
—El rey me ha nombrado su mano —confesó, acariciando la mano de Asger, sintiéndolo tensarse detrás de ella después de que esas palabras escaparan de sus labios.
—¿Te irás? —preguntó él con cierta incertidumbre y nerviosismo, habiéndose acostumbrado a su presencia y a tenerla a su lado. Quizás no lo amaba de la forma que él hubiese querido, pero siempre había estado ahí y eso bastaba para él.
—No, claro que no —La pelinegra negó, incorporándose y volteándose para verlo, acariciando sus mejillas antes de inhalar. —Quiero que vengas conmigo, con nosotras. Por los dioses, Asger, ellos saben que no sería capaz de dejarte atrás.
—Estaré contigo hasta el final de la línea, Tyanna.
˚₊· ͟͟͞͞➳❥
Volver a la Fortaleza Roja era como regresar al lugar que alguna vez llamó hogar cuando su padre estaba vivo. A lo largo de los años, se atrevió a considerar a ciertas personas su hogar y perdió a cada una de ellas: su madre, su padre, Aemma y Dimitri. Había vivido en tantos lugares y no encajaba en ninguno. Pertenecía a tantos linajes y ninguno le resultaba verdaderamente familiar. Era agotador, pero finalmente, con su hija, sentía que encajaba. Al verla, sabía que si le era leal a alguien, era únicamente a ella.
Tyanna temía el amor incondicional que sentía por Daenerys. Jamás pensó que podría amar a alguien de esa manera, y le aterraba la idea de perderla. Era un temor que nunca había experimentado. Muchos le habían hablado sobre cómo era ser madre, tratando de prepararla, pero nadie puede prepararte realmente para ser madre; es una elección que cada madre hace por sí misma.
En ese momento, Tyanna se dio cuenta de que sería capaz de quemar los Siete Reinos antes de imaginar que algo le sucediera a su hija. Daenerys siempre tendría una protectora mientras ella estuviera viva, alguien que siempre velaría por ella.
Asger cargaba a la pequeña, quien estaba despierta y observaba su entorno con curiosidad. Sus mejillas estaban levemente sonrosadas debido a su reciente despertar. La niña tenía cabello platinado, una tez blanca y ojos índigo como su madre, lo cual fue suficiente para alimentar los rumores en la corte.
—¿Cómo puede tener cabello platinado? —se preguntaban los lores en la corte.
Tyanna continuó su camino por la Fortaleza, sin prestar atención a las miradas curiosas que se posaban sobre ella. Se dirigía hacia el jardín, donde tenía entendido que se encontraban Rhaenyra y Laenor. Sus manos sudaban levemente y su pecho se agitaba al recordar la última vez que se vieron; ella no era madre entonces, pero ahora lo era.
Laenor, al escuchar los pasos acercarse, volteó con curiosidad y una sonrisa se formó rápidamente en su rostro al hacer contacto visual con Tyanna. Se acercó rápidamente y la envolvió en un abrazo, dándole vueltas en brazos.
Tyanna besó su mejilla cuando la dejó en el suelo, y luego se separaron. Miró sobre su hombro a Rhaenyra, quien se acercaba tímidamente. Tyanna le sonrió levemente, contenta de volver a verla, ya que su presencia le traía paz.
—Acérquense, quisiera que conocieran a mi hija —invitó Tyanna.
Los guió hacia Asger, quien sostenía a la pequeña en brazos. Laenor sonrió al acariciar delicadamente el rostro de la niña. —¿Puedo? —Preguntó hacia Asger, quien asintió entregándola. Laenor empezó a hablar con la pequeña como si esta le entendiera, mientras Rhaenyra observaba con ilusión. Sin embargo, su sonrisa se desvaneció un poco al ver las manos entrelazadas de Asger y Tyanna; un nudo amargo se formó en su garganta.
Detestaba aquel sentimiento. Odiaba ver a Tyanna con alguien más. Quería gritar de desesperación; ella la amaba y aún así no podía estar junto a ella. Su mayor anhelo era formar una familia junto a Tyanna; eso sería la felicidad que Rhaenyra buscaba. Tyanna.
Los pensamientos de Rhaenyra cesaron cuando hizo contacto visual con Tyanna, quien le regaló una sonrisa honesta. Era extraordinario cómo una sonrisa suya podía calmar los fuertes latidos de su corazón.
Bienvenida a casa, Tyanna.
˚₊· ͟͟͞͞➳❥
¡Y con esto termina el acto uno! Estoy muy agradecida con cada persona que se ha tomado el tiempo de leer esta historia, muchas gracias por los votos y comentarios en serio, estoy muy agradecida por el apoyo. Próximamente, estaré publicando el acto dos, así que permanezcan atentos.
—Con amor, Val.
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