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❛Controversy❜
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La mano de Tyanna se deslizó suavemente sobre el arco que había sido hecho especialmente para ella por Dimitri, quien había muerto hace ya unos meses. Sus dedos acariciaban las curvas del arco con melancolía, recordando los momentos compartidos con él. Las iniciales de ambos, ahora grabadas en el arco, parecían cobrar un significado aún más profundo en la ausencia de Dimitri.
Tyanna siempre había sido una princesa conocida por su destreza en la batalla y su habilidad en la defensa. Desde muy joven, había sido entrenada por Corlys. El patriarca de familia había visto en Tyanna la necesidad de aprender a protegerse de las futuras amenazas.
Dimitri, con su talento y habilidad artesanal, había creado el arco como un regalo para Tyanna, una muestra de su amor y cuidado por ella. Pero ahora, con su prematura partida, el arco se había convertido en un tesoro aún más preciado, una conexión unica con el hombre que había significado tanto en su vida. Con tristeza, Tyanna envolvió nuevamente el arco en su caja protectora y la cerró con suavidad.
El duelo por la pérdida de Dimitri fue un proceso doloroso y complejo para Tyanna. Su corazón estaba lleno de recuerdos y preguntas sin respuesta que aún permanecían, pero con el tiempo se le fue un poco más fácil de sobrellevar su perdida.
Después de unos momentos, Tyanna salió de sus aposentos y se dirigió al patio interior principal de la Fortaleza Roja. Allí, numerosos estandartes de diferentes casas se encontraron reunidos, creando un escenario colorido. Se apoyó contra la pared y observó a Rhaenyra, quien se encontraba situada en unos escalones para tener una mejor vista de los presentes. Tyanna también diviso a Rhaenys a lo lejos, observando la escena con curiosidad.
En ese momento, presentaron a Ser Desmond Carron como el próximo candidato. El caballero avanzó hacia el centro del patio mientras los presentes le observaban. Tyanna, mostrando poco interés en el discurso de Ser Desmond, se acercó a Rhaenyra por detrás y le susurró al oído:
—Debería agradecer su leal servicio, princesa, —murmuró Tyanna, inclinándose lo suficiente como para que Rhaenyra pudiera sentir su respiración en el cuello. La piel de la joven heredera se erizó por la cercanía, pero mantuvo su compostura.
Rhaenyra asintió levemente y, una vez que Ser Desmond terminó su discurso, dirigió sus palabras hacia él. —Gracias por su leal servicio a la corona, Ser Desmond, — dijo con voz firme. Y Tyanna reprimió una sonrisa a la automática obediencia de la joven.
Luego, llegó el turno de Ser Rymun Mallister, quien describió su casa y sus habilidades en campeonatos. Sin embargo, tanto Rhaenyra como Tyanna mostraron poco interés en los candidatos, considerándolos poco impresionantes.
Cansada de escuchar sobre la captura de furtivos, Tyanna rompió el silencio y preguntó en voz alta a los presentes. — ¿Alguno de ustedes tiene experiencia real en combate?
Rhaenyra completó su pregunta añadiendo: —Más allá de capturar furtivos.
Un momento de silencio siguió a su pregunta, hasta que un joven apuesto llamado Ser Criston Cole dio un paso al frente. Tyanna fue la primera en darle la bienvenida, capturando la atención del caballero mientras avanzaba hacia el centro del patio: —Bienvenido, Ser Criston.
Rhaenyra, apoyada en la barandilla, se inclinó hacia adelante y preguntó con interés —¿Ha combatido en las Tierras de la Tormenta?
El caballero asintió con gravedad y comenzó a narrar sus experiencias en batalla, cautivando la atención de ambas princesas. Satisfechas con sus respuestas, Tyanna y Rhaenyra intercambiaron una mirada aprobatoria, seguras de su veredicto.
—Elegimos a Ser Criston Cole, —anunció Rhaenyra con voz decidida, bajándose de la tarima. Sin embargo, Otto, claramente en desacuerdo con la elección, no dudó en oponerse.
—No es discutible, Ser Criston Cole será el nuevo miembro de la Guardia Real, — afirmó Tyanna con firmeza, poniendo fin a los argumentos de Otto.
Ambas princesas caminaron por el pasillo, alejándose de la vista de Otto, y compartieron una sonrisa de satisfacción al haber logrado su objetivo. Sin embargo, sin saberlo, se daría cuenta más tarde de que esta decisión tendría consecuencias inesperadas.
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Tyanna se encontraba paseando por los serenos jardines reales, disfrutando de la belleza de las flores y el aroma embriagador que llenaba el aire. Mientras caminaba entre los senderos cuidadosamente diseñados, su mente se perdía en pensamientos sobre el destino del reino y su propio papel en él.
En ese momento, Haeran apareció a paso ligero, con una expresión seria en su rostro. Se acercó a Tyanna con cautela, como si llevara noticias de gran importancia.
—Tyanna, tengo algo urgente que comunicarte, — dijo Haeran, tratando de mantener la calma.
Tyanna se detuvo en seco y se volvió hacia Haeran, percibiendo la gravedad de la situación. —Háblame, Haeran. ¿Qué ha sucedido?
Seriedad no era algo que comúnmente se viera en su protector y verlo de tal manera le hacía temer a la respuesta que recibiría.
Haeran tomó aliento antes de responder. —He recibido información de una fuente confiable. Parece que se está gestando una conspiración en las sombras. Algunos nobles y vasallos descontentos están tramando una rebelión contra el rey Viserys I.
Los ojos de Tyanna se abrieron de par en par mientras asimilaba la noticia. La traición y la sedición eran amenazas que no podrían tomarse a la ligera. Pero, al mismo tiempo, también surgía una chispa de oportunidad en su interior. Tyanna se detuvo un momento, considerando la información que Haeran le había proporcionado sobre la conspiración contra el rey.
A medida que su mente procesó las posibilidades, una idea comenzó a formarse en su interior. ¿Y si en lugar de enfrentarse a los rebeldes, pudiera utilizar su descontento como una oportunidad para crear su propio reino?
Miró a Haeran con determinación en los ojos. —Haeran, debemos asegurarnos de que Viserys no sea destronado, pero también debemos considerar cómo esta reunión puede beneficiarnos. Podríamos aliarnos con ellos y trabajar juntos para establecer nuestro propio reino independiente. Eso buscan ellos, ¿cierto? Un nuevo reino, un nuevo líder, démosles eso.
Haeran frunció el ceño, sorprendido por la propuesta. —Tyanna, ¿estás sugiriendo que nos separemos de los Targaryen?
Tyanna asintió, —No podemos quedarnos atados a la corona si queremos alcanzar más allá. Si logramos aliarnos con los rebeldes y trabajar juntos, podríamos construir un reino que refleje nuestros ideales y aspiraciones.
Haeran reflexionó sobre las palabras de Tyanna, contemplando los riesgos y beneficios de esta nueva dirección. Después de un momento, finalmente asintió lentamente. —Hice un juramento y pienso cumplirlo, soy leal a ti. Estoy dispuesto a seguir adelante y ayudarte en este plan.
La sonrisa de Tyanna se ensanchó. —Gracias, Haeran. Ahora, necesitaremos reunir a los rebeldes y presentarles nuestra propuesta. Debemos convencerlos de que unidos podemos lograr algo más grande que derrocar a Viserys.
—Trabajaré en ello.
Tyanna se dirigió hacia sus aposentos. Mientras caminaba, se dio cuenta de que mantenerse al margen sería crucial. No podía arriesgarse a que sus verdaderas intenciones fueran descubiertas antes de tiempo.
Una vez en sus aposentos, Tyanna se sentó en su escritorio. Sabía que debía proceder con cautela y esperar el momento adecuado para revelar sus planes. Mientras tanto, confiaría en Haeran para obtener la información necesaria y establecer contactos con los rebeldes.
La idea de crear su propio reino llenaba a Tyanna de emoción y anticipación, pero también había una parte de ella que se preguntaba qué implicaría para su relación con Rhaenyra. Aunque siempre habían sido amigas, Tyanna comenzaba a notar sentimientos surgiendo poco correctos hacia su compañera. Desde que ambas perdieron personas fundamentales en sus vidas, se habían hecho aún más cercanas, apoyándose mutuamente en su sufrimiento. De tan solo pensar en que Rhaenyra la pudiera considerar una traidora le causaba un mal sabor de boca.
Tyanna se encontró sumergida en las páginas de su libro cuando la puerta de su recámara se abrió de golpe, y Rhaenyra irrumpió en la habitación con una expresión de furia en su rostro. El guardia que la acompañaba se adelantó para hablar, pero Tyanna lo despidió con un gesto de la mano, deseando estar a solas con Rhaenyra en ese momento.
El pecho de Rhaenyra subía y bajaba rápidamente, mostrando su enojo. Tyanna se levantó rápidamente de su asiento, enfocándose por completo en ella. —¿Qué sucede, Rhaenyra? — preguntó con voz calmada pero llena de curiosidad.
Rhaenyra tomó una respiración profunda antes de hablar. —Daemon ha robado el huevo de dragón, el que estaba destinado para Baelon —dijo con indignación, dejando escapar un suspiro pesado. Tyanna sintió cómo su corazón se apretaba al escuchar las palabras. Sabía lo importante que era ese huevo para la familia y el gran significado que conllevaba.
Sin embargo, antes de que Tyanna pudiera decir algo, Rhaenyra habló con determinación. —Iremos a Rocadragón. No podemos permitir que Daemon se salga con la suya.
La mirada de Tyanna se encontró con la de Rhaenyra, y en ese instante supo que no podía negarse. —Recuperaremos el huevo.
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Ambas chicas se pusieron manos a la obra, preparándose para el viaje a Rocadragón. Se vistieron con sus vestidos negros, apropiados para cabalgar en el lomo de los dragones.
Tyanna y Rhaenyra se encontraron en la fosa de dragones, rodeadas de la imponente presencia de las criaturas legendarias que eran los dragones. Tyanna extendió su mano hacia Skycleles, el dragón se inclinó ligeramente hacia ella, permitiendo que lo acariciara con suavidad.
—Skycleles, — murmuró Tyanna su voz llena de afecto. El dragón emitió un sonido grave, un rugido suave que demostró su aprecio hacia su jinete. La conexión entre ellos era profunda y única, como si pudieran comunicarse sin necesidad de palabras.
Rhaenyra, a su lado, sonrió al ver la relación especial entre Tyanna y su dragón admirándola a lo lejos. La heredera al trono siempre la había admirado, siempre aspiro a ser como ella, pero ahora que su madurez se había desarrollado no aspiraba a ser ella, deseaba ser su igual, ser su acompañante en esta vida y en las próximas.
Al percatarse que había estado observando demasiado giro su mirada, negando levemente la cabeza al percibir sus pensamientos. Ella también extendió la mano hacia Sirax, un magnífico dragón de escamas doradas.
Sin perder más tiempo, ambas chicas se montaron en sus dragones, asegurándose de estar bien sujetas a las sillas de montar. Skycleles extendió sus alas con fuerza y se elevó en el aire, seguido de cerca por Sirax. Los dragones comenzaron a volar juntos, lado a lado.
El viento soplaba fuerte en sus rostros mientras avanzaban a gran velocidad. Tyanna se sintió en su elemento, disfrutando de la sensación de libertad y empoderamiento que solo el vuelo de un dragón podría proporcionar. Skycleles se mueve con agilidad y destreza, aprovechando al máximo su tamaño y habilidades. Era, como si resultara una sola entidad en el cielo, una pareja perfectamente complementaria. No existía Skycleles sin Tyanna y Tyanna no existía sin Skycleles. Uno sufría, el otro sufría, uno era feliz, el otro lo era, si alguno moriría, el otro también lo haría.
Rhaenyra, a su lado, también se deleitaba en la emoción de volar. Su cabello platinado se agitaba detrás de ella mientras Sirax cortaba el aire con elegancia. Ambas chicas se miraban ocasionalmente, compartiendo sonrisas de complicidad.
A medida que ascendían hacia las alturas, las nubes parecían rozar sus rostros y el sol brillaba con intensidad. Pronto, las imponentes torres de Rocadragón emergieron en el horizonte, una fortaleza majestuosa que se alzaba contra el cielo. Tyanna giró su cabeza para mirar a Rhaenyra y ambas compartiendo un entendimiento silencioso.
Ambas princesas aterrizaron en el puente de piedra, captando la atención de todos los presentes en el lugar. El grupo de capas doradas y el grupo del desembarco del rey, que habían partido antes que ellas, se detuvieron en sus pasos al ver su llegada. Incluso Caraxes estaba presente, observando la escena con ojos penetrantes.
Skycleles, al notar el ambiente tenso, soltó un ligero rugido en advertencia, dejando claro que no toleraría ninguna amenaza hacia su jinete. Su presencia imponente y el poder que emanaba eran evidentes, y aquellos que se encontraban en el puente se apartaron ligeramente, respetando la voluntad del dragón.
Tyanna y Rhaenyra, descendieron de sus monturas con gracia. El viento soplaba suavemente, haciendo ondear sus cabellos mientras se enfrentaban al grupo reunido frente a ellas. Sus miradas eran firmes. Los hombres de las capas doradas y los miembros del desembarco del rey observaban a las princesas con atención.
Daemon, con una sonrisa en el rostro, observó a Tyanna y Rhaenyra acercarse. Los guardias presentes abrieron paso para permitirles el acceso al puente de piedra. Otto, la Mano del Rey, con cautela se acercó a ellas exigiendo respuestas.
—¿Qué hacen aquí, princesas? — preguntó Otto, esperando una explicación a su inesperada aparición.
Tyanna respondió sin titubear. —Estamos aquí para evitar una masacre.
—Ser Criston, por favor, ponga a salvo a las princesas —Otto ordena.
Tyanna avanzo hacia adelante mientras advertía, —Skycleles, tiende a tener un mal temperamento, no lo recomiendo —Rhaenyra no muy detrás de ella, la seguía sonriendo ante sus palabras.
Ahora, sin nadie intermedio, ambas pudieron avanzar y Tyanna decidió quedarse al margen de la conversación entre Rhaenyra y Daemon.
—Quiero lo mismo para mi hijo, —Daemon continúa.
La declaración de Daemon tomó por sorpresa a Tyanna, quien no pudo evitar sentir un ligero estremecimiento en su interior. Aunque siempre había mantenido su guardia en alto y había reprimido cualquier sentimiento romántico por alguien, además de Dimitri, no pudo ignorar la creciente atención que recibió de Daemon en ese momento.
—¿Tendrás un hijo? —preguntó Tyanna, su voz ligeramente temblorosa, revelando una pequeña grieta en su fachada de indiferencia. La mirada de Daemon se centró en ella de inmediato, capturada por la intensidad en los ojos de Tyanna.
—Algún día, — respondió Daemon con una mirada enigmática, desviando la mirada hacia una mujer que se encontraba a pocos pasos detrás de él. Tyanna la reconoció de inmediato, era a la que muchos llamaban la ramera de Daemon, quien la miro de arriba abajo antes de retirarse.
La presencia de esa mujer causo una mezcla de emociones en Tyanna quien jamás confesaría en voz alta que se vio intimidada por la cercanía con el príncipe canalla. El enfrentamiento en el puente de piedra se intensificó cuando Rhaenyra habló, —Estoy aquí mismo, tío. Soy el blanco de tu ira. La razón por la que te desheredaron. Si desear ser el heredero, tendrás que matarme.
Tyanna, sin vacilar, dio unos pasos adelante, posicionándose frente a Rhaenyra y mirando a Daemon. El ambiente estaba cargado de tensión, y cada palabra y movimiento tenían el potencial de desencadenar un conflicto aún mayor. Rhaenyra, tomó la mano de Tyanna, entrelazando sus dedos en un gesto de unidad.
Los ojos de Tyanna se encontraron con los de Daemon, y en ese instante, una mezcla de emociones inconfesables y conflictivas se reflejó en su mirada. Sentía una lealtad inquebrantable con Rhaenyra, pero también estaba la atracción latente hacia Daemon que continuaba desafiando sus convicciones.
Daemon tomó con delicadeza el collar que pendía del cuello de Tyanna, sus dedos rozando su piel de manera casi imperceptible. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Tyanna mientras sus ojos se conectaban con los de Daemon.
Sin embargo, antes de que Tyanna pudiera procesar completamente sus pensamientos y emociones, Daemon soltó el collar y se dio la vuelta, desapareciendo en la distancia. En un último acto sorpresivo, arrojó el huevo de dragón, que Tyanna atrapó instintivamente, sin apartar la mirada de su figura, desvaneciéndose.
Tyanna extendió su mano hacia Rhaenyra, entregándole el huevo. Rhaenyra lo recibió con gratitud y asintió, expresando su agradecimiento silencioso. Una vez que el huevo estuvo en manos de Rhaenyra, ambas princesas volvieron a subir a los lomos de sus dragones, preparadas para partir hacia el Desembarco del Rey. Los vientos susurraban a su alrededor mientras sus poderosas bestias aladas se elevaban en el cielo, dejando atrás la isla de Rocadragón.
En ese último momento, antes de alejarse por completo, Tyanna volvió su mirada hacia Daemon, quien las observaba desde la distancia. Sus ojos una vez más se encontraron. Había algo inexplicable entre ellos, una conexión que trascendía las palabras y desafiaba todas las normas.
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¡Vuelvo de nuevo con actualización finalmente! Primero que nada quiero agradecerles por el apoyo que me han brindado. Recuerden seguir comentando, ya que me inspira y me motiva mucho más.
Si tienen alguna teoría o alguna idea para el futuro, déjenmela a saber.
Con amor, val.
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