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Capítulo 6!

Taehyung se despertó a la luz tenue del fuego con la nariz insoportablemente fría y todo lo demás insoportablemente caliente.

Desorientado, parpadeó varias veces asimilando el ambiente desconocido, antes que las ascuas encendidas en la chimenea y las paredes rosadas trajeran claridad.

Estaba acostado boca arriba en el nido de mantas que había arreglado antes de caer dormido, y cubierto por una manta grande y caliente que olía de maravilla.

Hundió la nariz helada en el tejido e inspiró profundo, tratando de ubicar el olor una mezcla de bergamota y flor de tabaco.

Volvió la cabeza.

Jungkook.

La conmoción estalló, luego el pánico.

Jungkook estaba dormido al lado de él.

Bueno, no exactamente al lado.

Más bien, contra él.

Pero se sentía como si estuviera todo a su alrededor.

Estaba de lado, la cabeza apoyada sobre un brazo doblado, el otro brazo rodeándolo y la mano agarrada con firmeza a su costado. El rubio inspiró bruscamente al darse cuenta cuán cerca estaba su brazo de ciertas partes que no debían ser tocadas.

No es que hubiera muchas partes de Kim dispuestas a un pequeño manoseo, pero ese no era el punto.

Su brazo no era el único problema. Estaba apretado contra el doncel por completo, pecho, brazos, piernas y otras partes también. No podía decidir si debería estar horrorizado o completamente excitado.

¿Ambas cosas?

Lo mejor era no explorar la cuestión muy a fondo.

Se volvió hacia Jeon, tratando de evitar el movimiento o el sonido innecesario, incapaz de ignorar la sensación de su brazo rozando sobre su abdomen en una caricia constante mientras giraba debajo de éste. Cuando quedó de cara a él, dejó escapar un aliento largo y cuidadoso, y consideró su próximo movimiento.

A fin de cuentas, no era que todos los días se despertaba en los brazos de... bueno, debajo del brazo de un caballero.

Jungkook ya no tenía mucho de caballero, ¿no?

Mientras estaba despierto, era todo ángulos y tensión, los músculos de su mandíbula estaban tensos como un arco, como si estuviera en un estado de contención perpetua. Pero ahora, durante el sueño, en el resplandor del fuego, era...

Hermoso.

Los ángulos aún estaban allí, afilados y perfectos, como si un maestro escultor hubiera intervenido en su creación, en la inclinación de su barbilla, en su nariz larga y recta, en la curva perfecta de las cejas y en esas pestañas increíblemente largas y tupidas, al igual que cuando era un niño, una caricia negra como el carbón contra sus mejillas.

Y sus labios. En ese momento no apretados en una línea firme y sombría, más bien una línea bella y voluptuosa. Una vez fueron tan rápidos para sonreír, pero se habían vuelto peligrosos y tentadores de una forma que nunca antes lo habían sido en su niñez. Taehyung trazó la punta de su labio superior con la mirada, preguntándose cuántas mujeres o donceles le habrían besado.

Preguntándose cómo se sentiría su boca, suave o firme, ligera u oscura.

Exhaló, la tentación haciendo el aliento largo y pesado.

Deseaba tocarlo.

Se quedó inmóvil ante el pensamiento, la idea tan extraña y aun así tan auténtica.

No debería querer tocarlo. Era una bestia. Frío, grosero, egoísta y absolutamente nada parecido al niño que una vez conoció. Como el marido que Kim había imaginado. Sus pensamientos fluctuaron de regreso a horas antes esa noche para imaginar a su simple, aburrido y viejo marido.

No. Jeon Jungkook no era ni de lejos como ese hombre.

Tal vez esa era la razón por la que quería tocarlo.

Su mirada se demoró en la boca. Tal vez no allí, en sus tentadores y aterradores labios. Tal vez quería tocarle el cabello, oscuro y rizado, de la forma en que siempre había sido, pero falto de su juvenil rebeldía. Sus rizos guardaban compostura ahora, incluso cuando le rozaban las orejas y caían contra su frente, aun mientras se recobraban de un día de viaje, nieve y gorras.

Ellos tenían mejor criterio que rebelarse.

Sí. Quería tocar su pelo.

El cabello del hombre con el que se casaría.

Su mano se movió por propia voluntad, en dirección a esos rizos oscuros.

—Jungkook —susurró cuando la punta de sus dedos tocaron las hebras de seda, antes de que pudiera pensarlo mejor.

Los ojos del marqués se abrieron de golpe, como si hubiera estado esperando que hablara y se movió como un rayo, capturándole la muñeca con una mano fuerte como el acero.

Kim jadeó ante el movimiento.

—Perdóname... No era mi intención... —Tironeó de la mano una vez, dos veces y él se la soltó.

Jungkook devolvió el brazo a donde había estado tan inadecuadamente cruzado por su abdomen, y el movimiento le recordó cada lugar donde estos lo tocaban, su pierna presionada distraídamente contra la del rubio, su mirada un mosaico de color que escondía tan bien sus pensamientos.

Tragó saliva, vaciló y luego dijo la única cosa que se le ocurrió decir.

—Estás en mi cama.

Él no respondió.

Taehyung continuó.

—No se... — buscaba la palabra.

—¿Hace? —El sueño le había puesto la voz ronca y suave, y el joven no pudo detener el temblor de excitación que la recorrió con la palabra.

Taehyung asintió una vez con la cabeza.

Jungkook retiró su brazo muy, muy lentamente y el doncel ignoró la punzada de pena que estalló con la pérdida del peso.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Estaba durmiendo.

—Quiero decir, ¿por qué estás en mi cama?

—No es tu cama, Kim. Es mía.

Se hizo silencio y un temblor de nerviosismo se deslizó por la espalda de Taehyung. ¿Por qué había dicho eso? No parecía en absoluto apropiado discutir de su cama en detalle. Ni de la de él, para el caso.

Jungkook rodó sobre su espalda, desdoblando el largo brazo que había estado debajo de su mejilla y se desperezó larga y lujuriosamente antes de volverle la espalda.

Taehyung trató de dormir.

Realmente lo intentó.

Respiró profundo, estudiando el modo en que los hombros de Jeon se curvaban, tensando el lino de su camisa. Kim Taehyung estaba en una cama. Con un hombre. Un hombre que, aunque pronto sería su esposo, aun no tenía el título. La situación debería haber sido devastadoramente escandalosa. Perversamente excitante. Y sin embargo, sin importar lo que su madre pensaría cuando se enterara de ello, la situación no parecía en absoluto escandalosa.

Lo cual, en verdad, era un poco decepcionante. Al parecer, incluso cuando estaba cara a cara con la perspectiva de una aventura amorosa, no podía hacerlo bien.

No importa lo escandaloso que fuera su futuro esposo, Taehyung no era la clase de doncel que lo compelía al escándalo. Todo eso había sido dejado en claro.
Incluso ahora, solos en una mansión abandonada, no era lo suficiente para captar la atención de un hombre.

Exhaló de manera audible y el marqués volvió la cabeza hacia él, dándole una vista de la curva perfecta de su oído.

Nunca había observado las orejas de nadie antes.

—¿Qué pasa? —dijo él, la voz baja y ronca.

—¿Ehh? —preguntó Taehyung.

Jungkook volvió a rodar sobre su espalda, empujando la manta y dejando al descubierto uno de los brazos del pelirrubio al aire frío de la habitación. Cuando respondió, lo hizo hacia el techo.

—Conozco bastante sobre mujeres y donceles para saber que los suspiros nunca son solo suspiros. Indican una de dos cosas. Ese suspiro en particular representa tu descontento.

—No me sorprende que reconozcas el sonido. —Taehyung no pudo resistir la tentación—. ¿Qué indica el otro?

Él lo inmovilizó con su hermosa mirada oscura.

—Placer.

El calor ardió en sus mejillas.

Supuso que Jungkook también reconocería eso con facilidad.

—Ah.

El joven marqués volvió su atención hacia el techo.

—¿Te importaría decirme qué es, exactamente, lo que te ha entristecido?

Taehyung negó con la cabeza.

—Nada.

—¿Estás incómodo?

—No. —Las mantas debajo del joven proveían un generoso relleno contra el suelo.

—¿Tienes miedo?

Taehyung consideró la pregunta.

—No. ¿Debería?

Jungkook le echó una mirada.

—No lastimo a los donceles.

—¿Estableces el límite en secuestrarles y zurrarles?

—¿Estás herido?

—No.

Jungkook le dio la espalda de nuevo en medio de la conversación, y Kim la observó durante un largo rato antes que, ya fuera por agotamiento o exasperación, barboteara:

—Es solo que cuando un doncel es secuestrado y obligado a casarse, espera un poco más de emoción. Eso es.

Jungkook comenzó a darse la vuelta de manera enloquecedoramente lenta para quedar de frente a él, el aire se espesó entre los dos, y Taehyung inmediatamente fue consciente de sus posiciones, a escasos centímetros de distancia, sobre una cama caliente en una habitación pequeña, en una casa vacía, bajo la misma manta que era su gabán. Y se dio cuenta que tal vez no debería haber insinuado que la noche era aburrida.

Porque no era del todo cierto que estuviera preparado para que se volviera más emocionante.

—No quise decir... —Él se apresuró a corregirse.

—Oh, creo que hiciste un excelente trabajo de significado. —Las palabras fueron bajas y oscuras y de repente Taehyung no estaba tan seguro de que no tuviera miedo, después de todo—. ¿No soy lo bastante excitante para ti?

—No eres tú... —Taehyung fue rápido para responder—. El conjunto... —hizo un gesto con la mano, levantando el gabán mientras cambiaba de opinión sobre el final—. No importa.

Su mirada estaba sobre el doncel atenta e inmóvil, y aunque él no se había movido, parecía como que se hubiera vuelto más grande y amenazante. Como si hubiera aspirado una gran cantidad de aire de la habitación.

—¿Cómo puedo hacer esta noche más satisfactoria para ti?

La suave pregunta envió una vibración de emoción a través de Taehyung, el modo en que la palabra satisfactoria rodó lánguida por su lengua le aceleró el corazón y le hizo dar un vuelco en el estómago.

Parecía que la noche se estaba volviendo muy excitante muy deprisa.

Y todo se estaba moviendo demasiado rápido para el gusto del pelirrubio.

—No hay necesidad —dijo en un tono alarmantemente alto—. Está bien.

—¿Bien? —La palabra rodó perezosa por su lengua.

—Muy emocionante. —Tae asintió con la cabeza, llevando una mano a su boca para fingir un bostezo—. De hecho, tan emocionante que me encuentro inaguantablemente exhausto. —ahora fue el doncel quien se movió para darle la espalda—. Creo que te desearé buenas noches.

—Yo no lo creo —dijo Jungkook, las palabras suaves tan sonoras como un disparo en el diminuto espacio entre ellos.

Y entonces lo tocó.

Le agarró la muñeca, refrenando su movimiento, dándole vuelta para quedar de cara a él, para encontrar su mirada decidida.

—Odiaría que esta noche te deje tan... insatisfecho.

Insatisfecho.

La palabra se desplegó en lo profundo de su estómago y Taehyung respiró hondo, tratando de calmar sus turbulentas emociones.

No funcionó.

Jungkook se movió entonces, retiró con suavidad la mano de su muñeca y la reacomodó sobre su cadera, en ese instante toda su percepción se centró en ese lugar, debajo de sus pantalones holgados, camisa y capa, donde estaba seguro podía sentir el calor abrasador de su mano maciza. No apretó, no hizo nada para acercarlo, nada para moverlo de una u otra manera. Taehyung sabía que podía apartarse, sabía que debería apartarse y sin embargo...

No quería.

En lugar de ello, se quedó suspendido allí, al borde de algo nuevo, diferente y del todo excitante.

Lo miró a los ojos, oscuros a la luz del fuego, y le rogó en silencio que hiciera algo.

Pero Jungkook no lo hizo. En cambio, dijo:

—Haz tu jugada, Kim.

Su boca cayó abierta por las palabras de él, por el modo en que le dio poder sobre el momento, y el hermoso doncel se dio cuenta que era la primera vez en toda su vida que un hombre le había dado realmente la oportunidad de tomar una decisión por sí mismo.

Irónico, ¿no?, que fuese este hombre. Este hombre que le había quitado toda elección en el lapso de pocas horas.

Pero ahora allí estaba, la libertad de la que le había hablado. La aventura que había prometido. El poder era embriagador.

Irresistible.

Peligroso.

Pero a Taehyung no le importó, porque fue ese poder perverso y maravilloso el que le impulsó a decir.

—Bésame.

Jungkook ya se estaba moviendo, sus labios atrapando las palabras.

Busan, julio de 1815.

Querido J:
Es la miseria más absoluta aquí, caluroso como el Hades incluso ahora, a altas horas de la noche. Estoy seguro que soy el único despierto, pero quién puede dormir en el peor verano de Busan. Si estuvieras aquí, estoy seguro estaríamos haciendo travesuras en el lago.
Lo confieso, me gustaría dar un paseo... pero supongo que eso es algo que los jóvenes donceles no deberían hacer, ¿verdad?

Con gusto: T

Seúl, julio de 1815.

Querido T:
Tonterías. Si yo estuviera allí, estaría haciendo travesuras. Tú estarías enumerándome todas las formas en que pronto seríamos atrapados y regañados duramente por nuestras trasgresiones.
No estoy del todo seguro de lo que los jóvenes donceles deberían o no deberían hacer, pero tus secretos están a salvo conmigo, incluso si tu instructora no lo aprueba. Especialmente eso.

J...

Debería decirse que Kim Taehyung tenía un secreto.

No era un secreto grandísimo, nada que abatiría al Parlamento o destronaría al Rey, nada que pudiera destruir a su familia o a la de alguien más, pero era un secreto más bien devastadoramente personal, uno que trataba con mucho empeño de olvidar siempre que podía.

No debería ser una sorpresa ya que, hasta esta noche, Taehyung había llevado una vida modelo absolutamente decorosa. Su infancia de buena conducta había madurado en una vida adulta que era modelo de comportamiento para sus jóvenes hermanos, y del modo exacto en que se esperaba que se comportasen los jóvenes de buena crianza.

Por consiguiente la vergonzosa verdad era que, a pesar de que había sido cortejado por un puñado de hombres, e incluso había estado comprometido con uno de los hombres más poderosos de Corea, quien pareció no tener ningún problema en absoluto en mostrar pasión cuando le tocaba, Kim Taehyung nunca había sido besado.

Hasta ahora.

En realidad era ridículo. Él lo sabía.

Era 1831, por el amor de Dios.

Las jóvenes estaban humedeciendo sus enaguas y dejando al descubierto su piel y sabía, teniendo cuatro hermanos, que de vez en cuando no había nada de malo en un roce casto de labios de un pretendiente ávido.
Pero esto nunca había ocurrido antes y no se sentía casto para nada.

Se sentía completamente perverso, y en absoluto como la clase de beso que uno recibía de un futuro esposo.

Se sentía como algo sobre lo que uno nunca discutiría con un futuro esposo.

Jungkook se apartó apenas, lo suficiente como para susurrar en sus labios.

—Deja de pensar.

¿Cómo lo sabía?

No tenía importancia. Lo que importaba era que sería grosero ignorar su petición.

Así que se abandonó a ello, esta sensación nueva y extraña de ser besado, sus labios a la vez duros y suaves, el sonido de la áspera respiración contra su mejilla. Las yemas de los dedos le acariciaron de manera delicada, suave como un susurro, a lo largo del cuello, inclinándole la barbilla para mejorar el acceso a su boca.

—Mucho mejor.

Taehyung jadeó cuando Jungkook volvió a alinear sus labios a los de él y le despojó del pensamiento con una simple, sorprendente, perversa y maravillosa caricia.

¿Eso era su lengua?

Era la gloria acariciándole a lo largo de la unión de sus labios cerrados, persuadiéndole a abrirlos y entonces parecía que lo estaba devorando, y que Kim estaba más que dispuesto a permitirlo. Jungkook trazó un lento camino de fuego todo a lo largo de su labio inferior, y Taehyung se preguntaba si era posible que alguien se volviera loco de placer.

Seguramente no todos los hombres besaban así, si no las mujeres o donceles no harían nada.

Jungkook se retiró.

—Estás pensando de nuevo.

Sí, estaba. Pensaba que él era magnífico.

—No puedo evitarlo. —El doncel negó con la cabeza, tratando de agarrarlo.

—Entonces no lo estoy haciendo correctamente.

Oh, Dios. Si él le besaba más correctamente, su cordura se vería amenazada.

Quizás ya lo estaba. A Taehyung, de hecho y honestamente no le importaba. Mientras Jungkook continuara.

Las manos de Taehyung se movieron por voluntad propia, se levantaron y se metieron en el cabello de él, acercándolo más, hasta que sus labios estaban sobre los propios de nuevo y esta vez se dejó ir.

Y le devolvió el beso, deleitándose en el sonido profundo y ronco que surgió de la parte posterior de la garganta contraria, el sonido que se movió en espiral directamente al centro del doncel y le dijo, sin palabras, que a pesar de su falta de experiencia, había hecho algo bien. Las manos de Jungkook se movieron entonces hacia arriba, más arriba, hasta que Kim creyó que podría morir si él no lo tocaba allí, y se deslizaron perversamente dentro de la tela rasgada de la camisa, la tela que Jeon había desgarrado para salvarse del problema de seducirlo.

No es que pareciera como si hubiera tenido algún problema en absoluto.

Taehyung bajó una mano por su brazo acariciándolo, hasta que estaba apretando su mano a la de él, más fuerte, más firme, suspirando su nombre en la boca.

El marqués se apartó ante el sonido, arrojando hacia atrás su gabán para dejarlos al descubierto a la luz del fuego menguante, apartando a un lado la tela, desnudándolo ante su mirada, volvió su mano al doncel, acariciando, animando hasta que Taehyung se arqueó hacia él.

—¿Te gusta esto? —Kim oyó la respuesta en la pregunta. Jungkook sabía que Taehyung nunca en su vida había sentido nada tan poderoso. Tan tentador.

—No debería. —Su mano volvió a la del pelinegro, sosteniéndolo allí, contra sí mismo.

—Pero te gusta. —Jeon presionó un beso en la piel suave de la base del cuello mientras sus dedos expertos encontraban el sitio que estaba ansiando su toque. Taehyung jadeó su nombre. Él le raspó el suave lóbulo de una oreja con los dientes hasta que el pelirrubio se estremeció en sus brazos—. Háblame.

—Es increíble —dijo, no queriendo arruinar el momento, no queriendo que Jungkook se detuviera.

—Sigue hablando —susurró, retirando la tela, desnudando su pecho en la fría habitación en busca de los pezones del doncel.

Jungkook clavó la mirada entonces, observando la punta  arrugarse por el aire, por su mirada, o por ambas cosas, y Taehyung se sintió de pronto horriblemente avergonzado, odiando sus imperfecciones, deseando estar en cualquier lugar excepto allí, con él, con este espécimen perfecto de hombre.

Se movió para agarrar el gabán, temeroso de que lo viera. De que lo juzgara. De que cambiara de idea.

Jungkook fue más rápido, le agarró las muñecas con sus manos y detuvo el movimiento.

—No —gruñó, acentuando la palabra—. Nunca te escondas de mí.

—No puedo evitarlo. No quiero... no deberías mirar.

—Si crees que voy a evitar mirarte, estás loco. —Jeon cambió de posición, tirando el gabán hacia atrás fuera de su alcance, haciendo un trabajo rápido en su camisa destrozada separando los bordes rasgados.

Lo miró entonces, durante largo rato, hasta que Taehyung no pudo soportar mirarlo más, por temor a que pudiera rechazarlo. Porque era al rechazo a lo que Kim estaba más acostumbrado cuando se trataba de los hombres. Rechazo, negación y desinterés. Y no creía que pudiera soportar esas cosas ahora. De él. Esta noche.

Cerró los ojos con fuerza y respiró profundo, preparándose para que Jungkook se apartara ante su fealdad. Sus imperfecciones. Estaba seguro que él se apartaría.

Cuando los labios de Jungkook se apoyaron sobre los de él, pensó que podría llorar.

Y luego estaba apoderándose de su boca con un largo beso, acariciando profundamente hasta que todo pensamiento de vergüenza fue ahuyentado por el deseo. Solo cuando Taehyung estaba aferrándose a las solapas de su abrigo, Jungkook lo liberó de la devastadora caricia.

Un dedo perverso rodeó su pezón de manera perezosa, como si tuvieran todo el tiempo del mundo, y Kim observaba el movimiento, apenas visible bajo el resplandor naranja intenso del fuego moribundo. El placer se juntó allí, en la punta arrugada y tensa y en otros escandalosos lugares, ante la sensación.

—Te gusta esto —preguntó, bajo y oscuro. El doncel se mordió el labio y asintió con la cabeza—. Dime.

—Sí... sí, es espléndido. — Taehyung sabía que sonaba simple y poco sofisticado, pero no podía evitar el asombro en su voz.

Los dedos contrarios no se detuvieron.

—Todo esto debería sentirse espléndido. Dime si no, y rectificaré la situación.

Le besó el cuello, recorriendo con sus dientes la piel suave de allí.

Miró hacia arriba.

—¿Se siente espléndido?

—Sí.

El pelinegro lo recompensó presionando besos por su cuello, chupando la delicada piel de su hombro, lamiendo la sima de su clavícula antes de rodear la punta dura y excitada al máximo de sus pezones, mordiendo y acariciando, evitando todo el tiempo el lugar donde Taehyung más lo deseaba.

Voy a corromperte —le prometió a su piel, una mano bajó a su vientre, sintiendo la forma en que los músculos allí se tensaron y se estremecieron con el contacto—. Voy a pasarte de la luz a la oscuridad, del bien al mal. Voy a arruinarte. —A Taehyung no le importaba. Era de él. En este momento, él era su dueño, con su toque—. ¿Y sabes cómo se sentirá?

Taehyung dijo suspirando la palabra esta vez:

—Espléndido.

Más que eso.

Más que lo nunca había imaginado.

Jungkook lo miró a los ojos, y sin despegar la mirada metió un pezón dentro de su boca caliente, atormentando la carne con la lengua y los dientes, antes de darle lujuriosos tirones que lo tuvieron gimiendo su nombre y hundiendo los dedos en sus cabellos.

—Jungkook... —susurró, temeroso de que pudiera romper el hechizo de placer. Kim cerró los ojos.

El nombrado levantó la cabeza y el rubio lo odió por detenerse.

—Mírame. —Las palabras fueron una demanda. Cuando él encontró su mirada una vez más, su mano se deslizó por debajo de la tela amontonada de su camisa, los dedos rozaron contra su masculinidad y Taehyung cerró de golpe los muslo. Posiblemente no podía, no allí...

Jungkook devolvió su atención a su pecho, besando y chupando hasta que sus inhibiciones se perdieron y sus muslos se separaron, permitiéndole deslizar la mano entre ellos, descansando suavemente contra la cálida piel del doncel pero sin moverse, una tentación perversa y maravillosa.

Taehyung volvió a ponerse tenso, pero esta vez no le negó el acceso.

—Te prometo que esto te gustará. Confía en mí.

Kim soltó una risa temblorosa cuando sus dedos se movieron, separándole ampliamente los muslos, ganando acceso a su eje.

—Le dijo el león al cordero.

Jungkook lamió la piel suave de su pezón antes de cambiar al otro, prodigando la misma atención allí, mientras Taehyung se retorcía debajo de él y suspiraba su nombre. Sus dedos fueron perversos al separar su ropa interior para acariciar suave y lentamente hasta que encontró erecto y duro lo que buscaba.

El marqués levantó la cabeza, encontrando su mirada mientras deslizaba poco a poco su mano al rededor de la erección, enviando un rayo de inesperado placer a través del joven.

Presionó un beso en la piel de su pecho, repitiendo el movimiento con la mano antes de susurrar: —Ya estás duro por mí. Gloriosamente duro.

Fue imposible contener su vergüenza.

—Lo siento.

Lo besó larga y lentamente, deslizando la lengua bien adentro de su boca mientras su mano copiaba la acción por debajo, antes de retroceder apoyó la frente contra la de Taehyung y dijo.

—Eso significa que me deseas. Significa que, incluso después de todos estos años, después de todo lo que he hecho, después de todo lo que soy, puedo hacer que me desees.

Más tarde Taehyung reflexionaría sobre las palabras, desearía haberle dicho algo pero no podía, no cuando deslizaba su mano en el lugar correcto, mientras le susurraba al oído.

—Voy a explorarte para descubrir tu calor y tu suavidad, cada pedacito de tu decadencia. —Jungkook lo acarició, sintiendo la forma en que latía en torno a su mano, amando el modo en que mecía las caderas contra él mientras su dedo índice acariciaba en un círculo cerrado el tenso nudo de placer que había descubierto y que ya escurría presemen—. Me haces agua la boca.

Los ojos de Taehyung se abrieron de par en par ante las palabras, él no le dio tiempo a considerarlas cuando volvió a mover la mano, le levantó las caderas y le bajó el ancho pantalón por las piernas hasta que estuvo completamente desnudo y Jungkook entre sus piernas, separándolas poco a poco, diciendo las cosas más perversas mientras sus manos se deslizaban a lo largo de estas. Se acercó caminando de rodillas mientras las separaba, besando de manera larga, suave y lujuriosa la delicada piel de la parte interna de los muslos.

—De hecho... —Hizo una pausa, haciendo girar la lengua en un círculo lento y abrumador—. No creo que pueda pasar otro instante... —Lo besó una vez más sobre el muslo opuesto—. Sin... —Un poco más alto, más cerca del dolor—. Saborearte.

Y luego su boca estaba sobre la erección de Taehyung, su lengua lo acariciaba con lametazos largos y lentos, rodeando de manera insoportable el lugar donde ese placer se reunía, se tensaba y rogaba su liberación. Kim gritó, enderezándose antes de que él levantara la cabeza y presionara una mano grande sobre su vientre suave.

—Recuéstate, déjame saborearte. Déjame mostrarte lo bueno que puede ser. Mira. Dime lo que te gusta. Lo que necesitas.

Y Taehyung lo hizo, Dios lo ayudara. Mientras Jungkook lamía y chupaba con su perfecta lengua y sus labios malvados, el doncel murmuró su aliento, aprendiendo lo que quería incluso cuando no estaba seguro del resultado final.

Más, Jungkook...

Sus manos se deslizaron por los rizos negros, sosteniéndolo, guiando sus movimientos.

Jungkook, otra vez...

Sus piernas se abrieron de par en par, deseando y actuando caprichosamente.

Allí, Jungkook...

Jungkook...

Él era su palabra. No existía nada más allá de este momento.

Y luego sus dedos se unieron a su lengua y pensó que podría morir mientras Jeon lo masturbaba con más fuerza, frotaba de manera más deliberada, dándole todo lo que Taehyung no sabía pedir. Sus ojos se abrieron de golpe, su nombre en un susurro.

Él movió sus labios más rápido, haciendo círculos con la lengua en el lugar donde Taehyung lo necesitaba, y se movía con toda inhibición desaparecida, perdido en el placer naciente y casi en la cúspide deseando nada más que saber qué había más allá.

—Por favor, no te detengas —susurró.

Jungkook no lo hizo.

Con su nombre en los labios, Kim se lanzó sobre el borde, meciéndose, apretándose contra él, mendigando por más de esa lasciva boca, hasta que perdió la conciencia de todo, excepto del placer atrevido y brillante que su amigo de infancia le daba.

Mientras Taehyung flotaba de regreso de su clímax, Jungkook presionaba besos largos y delicados en el interior de sus muslos hasta que el joven suspiró su nombre y extendió la mano por sus rizos negros, queriendo nada más que yacer junto a él durante una hora, un día, toda la vida.

Jungkook se quedó quieto ante su toque y los dedos se filtraron por su cabello y permanecieron así durante un largo rato. Estaba relajado con el placer, todo su mundo en la sensación de sus rizos sedosos en sus manos, en el roce del marqués sobre la piel suave de sus muslos.

Jungkook.

Permaneció en silencio, esperando que el pelinegro hablara. Esperando que él dijera lo que Taehyung estaba pensando, que la experiencia había sido verdaderamente asombrosa y que si esta noche fuera una muestra, entonces su matrimonio sería mucho más de lo que Kim jamás había imaginado que pudiera ser.

Todo estaría bien. Tenía que estarlo. Experiencias como estas no ocurrían todos los días.

Él finalmente se movió, y Taehyung sintió la desgana en el movimiento mientras lo rodeaba con el gabán, encerrándolo en el aroma y el calor de él, antes de alejarse y ponerse de pie con un simple y fluido movimiento, levantar su levita de lana de donde la había dejado cuidadosamente doblada horas atrás esa noche.

Se la puso, rápido como un rayo.

—Estás bien y verdaderamente arruinado ahora —dijo, las palabras frías.

Taehyung se sentó, agarrando con fuerza su gabán contra sí mientras él abría la puerta y se volvía hacia el rubio, sus anchos hombros desvaneciéndose en la negrura más allá.

—Nuestro matrimonio ya no está en duda.

Entonces se marchó, cerrando la puerta con firmeza detrás de él, acentuando las palabras, dejando a Taehyung sentado en un charco de tela con los ojos clavados en la puerta, seguro de que él volvería, de que había oído mal, que había confundido el sentido de sus palabras.

Que todo estaría bien.

Después de largos minutos se puso las ropas, sus dedos temblaron al sentir la tela desgarrada. Regresó a su cama de paja, negándose a permitir que las lágrimas se derramaran.

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