𝐆𝐎𝐋𝐃𝐄𝐍 𝐁𝐎𝐘
for ʜᴏɢᴡᴀʀᴛs

ÁJAX ALDERIDGE

❝ i was screaming, "long live
all the magic we made
and bring on all the pretenders"
one day, we will be remembered ❞

• 25 • gryffindor • bisexual • he/him •

La historia de Ájax marca un antes y un después en la dinastía de los Alderidge, comenzando el principio del fin.

El chico nació en un ambiente repleto de lujos y colores verdes y plateados, con orgullo de sangre pura. Bajo el yugo de su padre, su familia se había mantenido siempre en el mismo molde, donde no cabía nada más que magos seleccionados en Slytherin, modales impecables y clase impoluta.

Todos los Alderidge parecían estar cortados por el mismo patrón. Encontraban comfort en lo repetitivo, en hábitos que otros considerarían repulsivos.

La primera vez que Ájax se percató de que no encajaba allí fue cuando su padre le puso en la mano un abrecartas y le dijo que disciplinara al elfo doméstico que se encargaba de las tareas, por el simple hecho de haber resbalado con una bandeja de comida y haber tirado un poco al lado de sus zapatos.

Ese tipo de pequeños episodios se volvieron comunes. Su padre trataba de moldearle como lo que era su idea de un verdadero Slytherin y le repetía que lo sería, sin ninguna duda.

A día de hoy, Ájax considera que su padre probablemente no era el más inteligente si no se percató de que él no estaba hecho para encajar en esos rasgos.

Por supuesto, su niñez hasta los siete años pasó con él teniendo miles de lujos, pero nunca encontrando su lugar en la mansión que habitaban su madre, su padre y él.

Era como si no hubiera espacio para él, para expresarse. A pesar de ser hijo único y ser mimado, se sentía solo y condicionado.

Como consecuencia de tantos años autoengañándose y repitiéndose que quedaría en la casa adecuada, su primer año en Hogwarts probó que, efectivamente, el chico no portaría los colores que debería.

Como una gran burla, Ájax terminó siendo seleccionado en Gryffindor. Una casa para personas fieras y valientes, que defendían sus ideales y se levantaban contra lo injusto.

Cada vez que se miraba a un espejo durante ese primer año, sentía que su reflejo se burlaba de él y le recordaba que cuando llegara a casa las cosas iban a ponerse más que tensas.

Destrozaría el legado de su familia y aquello era lo último que Harold Alderidge permitiría.

No les escribió ni una sola carta, retrasando la tragedia todo lo que pudo, hasta que se presentaron las vacaciones y Ájax fue obligado a mostrar su uniforme de Quidditch.

La marca de la mano de su padre quedó grabada en su mejilla por semanas y el niño que había sido la esperanza de una dinastía había terminado siendo relegado a poco más que un fantasma.

Él lo dejó pasar, pero su progenitor no lo hizo. El hombre se sintió tan traicionado que se negó a admitir que de él había salido un mago de Gryffindor.

Y, de hecho, no se equivocaba en dudar.

Esa noche el hombre se volvió loco. Destrozó la ropa de colores rojos y dorados, hablando de deshonra, y luego rebuscó entre las cosas de su madre a golpe de acusaciones.

-¡No puede ser un Alderidge! ¡No es mío!

Las cartas que encontró fueron la confirmación de que su madre, la ilustre señorita Tatiana Alderidge, se había acostado con nada menos que un muggle con el que se enviaba cartas aún después de casi diez años.

Ájax recuerda poco de esa noche. Recuerda los gritos y los chillidos que cortaban los largos pasillos y recuerda a su madre agarrándole en silencio una vez que su padre sentenció que jamás dirían nada sobre aquello, por el bien del apellido.

El niño jamás volvió a recibir una palabra o un gesto amoroso por parte del hombre que le había criado.

Padre era un término demasiado generoso ya.

Los siguientes años, el chico fue aprendiendo a volver a vivir sin aprobación.

El tiempo que pasaba en Hogwarts se convertía en su favorito. Podía hacer todas las travesuras que no había podido hacer en su casa, se esforzaba por tener notas decentes que mandar a su madre y hacía amigos con los que quedarse durante las vacaciones.

Fue así como el Quidditch se convirtió en su distracción favorita y como se permitió soñar un poco más lejos que simplemente ser el barón de una mansión.

Daba pasos lentos y cobardes al principio, pero luego se percató de que no tenía nada que esconder.

No era un Slytherin como se esperaba de él, pero tenía la audacia y el descaro de haber decidido que aquello le importaba una mierda.

No estaba en sus manos que su familia le quisiera, al fin y al cabo.

Tras sus años en Hogwarts, Ájax pasaría a la historia de la escuela como uno de los mayores bromistas que pisaron esos suelos, además de prefecto. Aún hoy se habla de la vez que colgó los calzoncillos de alguien de Slytherin en lo más alto de la torre de Astronomía.

Después de su salida de la escuela, Ájax llegó a dedicarse unos años a jugar al Quidditch profesionalmente. Lejos de un oficio respetable, el chico lo pasaba de maravilla en su posición de cazador.

Claro que los buenos tiempos se acaban y el estallido fuerte de la guerra hizo que Ájax encontrara vacío el escuchar su nombre en los estadios de la Liga. Parecía tan absurdo al lado de la gran amenaza que tenían sobre ellos.

La decisión fue imprudente y poco pensada, pero cuando el puesto de instructor de vuelo quedó libre y se le fue ofrecido, no pudo negarse.

Hoy en día su misión es simple: hacer que los muchachos tengan la oportunidad más grande de escapar de cualquier peligro montados en su escoba.

Intenta realmente hacer que la mayor cantidad de chiquillos sobrevivan y no se desvíen de lo que él considera que es el camino correcto, lejos de los mortífagos y de Lord Voldemort.

Los chicos le brindan un propósito, muy necesario para alguien que perdió totalmente su identidad tiempo atrás, y él les brinda toda la guía y el apoyo que puede. Es un trato justo, según lo que opina el hombre.

Respecto a su personalidad, lo más destacable es que es un hombre impulsivo, pero también leal y protector hasta el extremo.

Tiene un instinto que le hace propenso a querer arreglar lo que se encuentra roto, por eso muchas veces se ve a sí mismo tomándose demasiado tiempo en alumnos que encuentran el vuelo difícil o que sienten miedo ante ello.

Siempre tiene un ojo puesto en los problemas que puedan tener los estudiantes, especialmente los de su propia Casa. No es muy bueno ocultando su favoritismo, lo que le ha causado un par de quejas de sus alumnos de Slytherin o Ravenclaw.

Aún así, es un hombre agradable y bromista, que trata de quitar hierro al asunto de la guerra, pero siempre mirando por encima de su hombro para evitar ser demasiado ingenuo o descuidado.

➥ Su gata naranja y blanca, Henrietta, suele pasearse por la sala común de Gryffindor como si fuera su casa. A la hora de dormir, encuentra la cama con el alumno más despierto y se tumba en ella. Ha probado ser un remedio maravilloso para dormir.

➥ Por las noches se le puede encontrar volando por las torres de Hogwarts y echando un vistazo al cielo nocturno. Es un hábito que tomó desde pequeño cuando miraba a solas las estrellas en su balcón.

➥ Hace las veces de árbitro en los partidos de Quidditch. No puede contar con los dedos de las manos cuántas veces no ha podido esquivar una bola y ha tenido que ir a la enfermería. Gajes del oficio.

➥ A veces se le olvida que es profesor y se le encuentra charlando de cotilleos con los alumnos. Lo pasa mal cuando tiene que regañarlos.

➥ Respecto al amor, no está nada cerrado a ello, pero este simplemente no parece querer tocar su puerta. Aún así, no siente urgencia por ello. Ha tenido algunas aventuras por acá y allá, pero solo un par de veces ha llegado a algo serio.

➥ Su Patronus es un oso. Un animal fiero que haría lo que fuera por proteger.

( s-scema )