𝟏𝟑.
❝*¹². ˢᵉᵃᵐᵒˢ ᵃᵐⁱᵍᵒˢ
𝐌𝐚𝐥𝐥𝐨𝐫𝐜𝐚, 𝑬𝒔𝒑𝒂𝒏̃𝒂
𝟑𝟎/𝟎𝟗/𝟐𝟐
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AÍDA
Después de comer tuvimos un pequeño descanso. Por la tarde los chicos entrenaron, así que los grabe y no hubo más que contar.
Esta mañana me levanté temprano: siendo hoy el único día que tenía libre aquí, quería aprovecharlo. Eran las nueve y media, acababa de salir de la ducha y estaba decidiendo que ponerme.
—¿Estas mallas? —pregunté en voz alta a mí misma.
No tenía la menor idea de lo que me iba a poner.
Mientras pensaba llamaron a la puerta. Fruncí el ceño. No esperaba a nadie.
Me encaminé hacia ella, la abrí y asomé la cabeza: era Pablo.
Dios, este hombre debe de estar en todos lados. Iba vestido con una chaqueta, esas que llevan los juagadores de soccer en las peliculas americanas, y unos vaqueros algo anchos. He de admitir que su estilo me gustaba.
—¿Qué te ocurre ahora? —pregunté.
Él sin responder entró sin permiso. Al estar dentro cerró la puerta. Lo miré con incredulidad.
—¡¿Qué coño haces, Gavira?! —estaba en toalla, literalmente desnuda.
Él me miró de arriba a bajo, dándose cuenta de mi situación. Sonrió de lado.
—¿Puedes dejar de ser un puto pervertido e irte? —le pregunté con molestia.
—Vengo para proponerte algo. —me comentó.
—Pues escupe rápido y márchate. —le pedí.
—Pasa el día conmigo.
¿Qué?
—¿Qué? —repetí mi pensamiento en alto con confusión.
—Que pases el día conmigo. —repitió.
—Sí, me he enterado. Pero no entiendo porqué piensas que quiero pasar mi único día libre aquí, contigo.
Él se encogió de hombros.
—Sé que no te caigo bien —aseguró. Tenía razón—, pero quiero hacerte ver que realmente no soy tan desagradable como piensas.
Lo pensé. Qué surrealista.
—Me estás diciendo que quieres que yo cambie mi opinión sobre ti.
Asintió.
—Seamos amigos. Para quitar malos rollos. Tenemos que trabajar juntos.
"Aún así, puede sorprenderte. No vas a saber lo que quiere de ti hasta que indagues."
Las palabras de Ali vinieron a mi mente. Tengo que admitir que me daba curiosidad lo que ella decía, tal vez tenía razón. Si indago un poco no creo que pase nada.
—Está bien —acepté—, te daré la oportunidad.
Él sonrió abiertamente.
—Perfecto.
—Ahora sal, y cuando ya esté lista, llamaré a tu puerta.
—¿Todavía no has elegido tu ropa? —preguntó, cruzandose de brazos.
—No, todavía no. Por eso mismo te digo que me dejes terminar.
—Yo te ayudo. —dijo, y acto seguido se adentró a la habitación.
—No hace falta. —aseguré, siguiéndole.
—Venga, qué más te da.
—Me da que ahora mismo me estás viendo en toalla y es incómodo.
—Eso da igual, no te estoy mirando. —dijo y empezó a hurgar en el armario.
Poco después sacó la ropa: unos vaqueros holgados azules y una chaqueta igual que la suya.
—Y por de bajo de la chaqueta te pones esta camiseta. —dijo, levantando una camiseta blanca.
—Voy a ir súper parecida a ti.
—Ese es el motivo.
—Dios —me quejé —. Mira de igual, no hay tiempo que perder. —dije levantándome y cogiendo la ropa. Después me dirigí hacia el baño y empecé a cambiarme.
Tras terminar de arreglarme el pelo, salí. Pablo estaba sentado en la cama matrimonial viendo el móvil.
—Ya está. —le avisé. Él miró hacia arriba y sonrió.
—Estás preciosa.
—Gracias —murmuré—. Bueno, vamos antes de que sea más tarde. —dije cogiendo mi bolso.
—Vamos. —dijo, levantándose. Aunque no era muy alto, yo era más baja que él. Me sacaba unos diez centímetros.
Salimos del hotel y ahí caí en que no sabía qué íbamos hacer.
—¿Qué tienes planeado hacer? —le pregunté mirándolo.
—Pensé en pasear, comer, y ya en la tarde, volver.
Asentí.
—¿Hacia dónde vamos?
—Por ahí, me atrae.
Sonreí y asentí.
Nos adentramos a lo que parecía ser el centro de la Isla, con una arquitectura muy bonita y floral. Me encantó una escultura, y con el cielo azul despejado de fondo y las flores que la rodeaban, quedaba de retrato.
—Espera un momento. —le pedí a Pablo y él me hizo caso.
—¿Qué pasa? —preguntó, curioso.
—Necesito sacarle una foto a esto. —dije señalando a la escultura. Después saqué mi mini cámara, que tenía una calidad muy buena.
Apunté hacia la escultura y sentí como Pablo se puso detrás mía, casi apoyando su cabeza en mi hombro, haciendo que sienta su respiración en mi mejilla. Estaba viendo cómo fotografiaba la escultura.
Por algún motivo me puse nerviosa y los pelos de mi nuca se me pusieron de punta. Tal vez por las cosquillas que me causaba su respiración. Le di al botón y saqué varias fotos.
—Listo. —dije y me dispuse a verlas para ver qué tal habían quedado.
—A ver. —dijo, poniéndose a mi lado.
Fui pasándolas. Saqué en total cinco.
—Te han quedado increíbles.
Lo miré, su rostro estaba muy cerca del mío. Lo miré a los ojos y me fijé, por primera vez, que los tenía muy bonitos.
—Gracias.
Seguimos con nuestro paseo, viendo tiendas y sacándole fotos a más cosas.
—Tengo hambre. ¿Tú no? —le pregunté.
Estábamos en un lago lleno de patos. Habíamos comprado una barra de pan y se la habíamos echado. Estos se la comieron con ansias.
—La verdad es que sí, ver a estos patos tragar me ha dado envidia.
Reí.
—Bueno, pues vamos a comer.
Paseamos por más calles hasta que encontramos un restaurante de comida italiana.
—Se ve apetecible. —opinó Pablo.
—Sí. —le día razón.
Sin pensarlo más, entramos y nos sentamos en una mesa. Yo pedí pasta y él una Provoleta que me dió a probar y la verdad es que estaba riquísima.
Después de comer y charlar, dimos un último paseo. Ya casi siendo las seis de la tarde decidimos volver.
Me lo había pasado genialmente bien. Creo que Pablo es más de lo que se da a ser.
Espero que os guste:) Lo más probable es que hoy haya otro capítulo, me he levantado con ganas de escribir AJAJAJAJ.
Atte: Ari la anónima ᕕ( ᐛ )ᕗ
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