Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 44

Últimamente, los días de Jungkook eran un desastre.

El escritorio de su casa estaba lleno de cuadernos con notas adhesivas, plumones destapados y hojas esparcidas por doquier; al teclado de su laptop le urgía una buena limpieza y tenía que cambiar el foco fundido de su lámpara.

Y todo eso, era la consecuencia de su próximo gran objetivo.

Luego de asegurar que su trabajo seguiría siendo estable, de confirmar que podría seguir generando el dinero necesario para subsistir gracias al tremendo éxito del bar, por fin se dio a la tarea de concentrarse plenamente en su ingreso a la universidad de Columbia.

Consiguió un par de libros específicamente diseñados para prepararse y aprobar el examen de admisión, aquel que evaluaría sus capacidades de comprensión lectora, matemáticas y escritura.

Su rutina se tornó precisa: por las mañanas repasaba unas cuantas horas, las tardes eran ocupadas en labores domesticas alternadas con descansos bien merecidos, y por las noches se iba a trabajar con un costal de buena actitud.

Simple, pero efectivo.

Y la mejor parte del caos, era que no estaba solo.

Taehyung siempre estaba ahí. Y aunque él no era partidario de la monotonía, se fue adaptando a los hábitos que Jungkook creó al estudiar.

Comprendió el cambio e incluso llevó consigo varias mudas de ropa, porque era considerado y sabía que el menor necesitaba estar en su espacio; no podía estarse transportando con todos sus útiles de una vivienda a otra.

Sin novedad, se la pasaba desde el amanecer hasta el anochecer con él.

—¿Entonces cuando presentas la prueba? —Preguntó, mientras buscaba en su mochila la ropa que usaría ese día.

—El lunes —Jungkook se hallaba en su silla, subrayando las ideas más importantes de una lectura—. Tengo que dar mi cien por ciento, no puedo fallar.

Taehyung sonrió de medio lado, sacando una camiseta gris con estampado y una sudadera de cierre en el mismo tono.

—Ya, pues si llevas casi tres semanas como sedentario en tu escritorio, dudo mucho que no te acepten —masculló, pacífico.

—No es solo eso —Soltó su resaltador fosforescente y suspiró—. Existen las becas.

—Lo sé, no soy tan idiota.

El rizado entornó los ojos y giró sobre el asiento. Le miró condescendiente.

—No lo digo por eso —farfulló, antes de morder su labio—. Me refiero a que, si puedo obtener una académica, sería lo mejor del universo.

—¿Y no te crees capaz de hacerlo? —Alzó la playera e inclinó la cabeza, haciendo una mueca de rechazo—. Yo sé que puedes, solo no te pongas nervioso.

El bufido que emanó el menor, fue bastante claro.

No era así de fácil.

—¿No ponerme nervioso? —espetó indignado y enumeró con los dedos—: Tae, llevo más de veinte días revisando libros, haciendo apuntes y resolviendo ejercicios, hay temas que me cuestan trabajo y son horas para entenderlos. No es solo pensar en que soy capaz, es demostrarlo.

Esta vez, fue imposible que no le observara al escuchar el tono amohinado que usó al expresarse.

Vislumbró la desesperación y el miedo en sus ojos cetrinos.

La realidad, era que él no dejaba de preocuparse por el bienestar de Jungkook; llevaba días sin descansar como era debido, dormía pocas horas, no comía bien y las enormes ojeras opacaban el esplendor de sus iris.

Lo escuchaba hablar entre sueños, ni en ese momento las preocupaciones cedían, siempre mencionaba algo de "no ser aceptado nunca", removiéndose como renacuajo y revolviendo las mantas.

Su alimentación cayó en lo deficiente, ya no existía el tiempo de cocinar como antes y se mantenía a base de comida rápida, una que otra fruta y litro tras litro de agua.

Taehyung a veces se sentía mal por ello, su mejor ayuda en ese aspecto era pedir a domicilio hamburguesas, pizza, hot-dogs o cualquier otro tipo de alimento grasoso y nada benéfico a la salud; su pelea eterna con la gastronomía no le permitía siquiera intentar encender nuevamente una parrilla de la estufa.

Eso sí, presumía de apoyarle en el aseo del apartamento, nunca había trastes sucios en la tarja, el polvo era removido constantemente de los muebles y los sillones eran aspirados casi diario.

Aportaba en lo que podía, pero sentía que no era suficiente. Jungkook se veía cansado y terriblemente estresado.

—Vale, no te enojes —murmuró y botó la prenda que no le convenció—. Pero yo me refiero a que estás haciendo el mayor esfuerzo por obtener un lugar, no necesitas un milagro que te salve, ve la montaña de cosas que tienes ahí, ¿tú piensas que no servirá de nada?

Jungkook inspiró, visualizando la torre de libros cerrados que revisó con anterioridad.

—No es eso —musitó y luego se frotó un ojo con el dorso de la mano—. Es solo que no puedo evitar pensar en qué va a pasar si no lo logro, es como... sonará extremista, pero es como si me convirtiera en un fracaso.

El ceño del mayor se frunció, pero su semblante fue complementado al dibujar una sonrisilla perspicaz.

—¿Un fracaso por no ser admitido a la primera? —Incrédulo, se fue aproximando hacia él—. ¿Qué tiene de malo entrar hasta el tercer o cuarto intento?

—No hay nada de malo, por dios —Su pierna brincaba repetidamente y de forma involuntaria—. Pero es cuestión mía, no sé. A esto vine a Nueva York y no obtenerlo sería un golpe duro a mi autoestima.

En eso, Taehyung tenía que darle un porcentaje de razón.

Después de todo, el chico solo se mudó por cumplir ese propósito, hizo el sacrificio y se alejó de su ciudad natal por la aspiración de terminar una carrera profesional.

—Lo sé, pero vamos, el mundo no se acaba y las oportunidades siguen ahí —comentó, posando la mano en su hombro—. Pero yo estoy seguro de que no será necesario... lo vas a obtener.

—¿Y qué va a pasar si no? —Levantó la cara, clavando su mirar en los orbes añiles.

—En todo caso... —Se chupó los labios. El cosquilleo en su barriga hizo acto de presencia—. Bueno, nos encargaremos de prender en llamas esa institución que no valora a las personas inteligentes, competentes... y encantadoras.

Jungkook pestañeó lento cuando algo se sacudió en su pecho, sus latidos se acentuaron y el calor le colmó las mejillas.

Cualquier día le daba un infarto.

El silencio con el que se observaban era reconfortante, se convertían en los creadores de un sosiego mutuo para sus inquietudes.

El rizado no encontró la manera de contestar certero, así que sencillamente dejó que sus acciones hablaran por sí solas.

Estiró su mano, sujetando el cuello de la camiseta ajena y jaló hacia abajo, instando a que Taehyung se agachara y generó que sus bocas se encontraran en la senda.

Taehyung se tuvo que apoyar sobre el escritorio para no vencerse. Una mano de Jungkook le tentó las clavículas, barriendo sus yemas sobre el hueso expuesto.

Se besaron por instinto, por la comodidad que representaba hacerlo, por la confianza que les nacía al consumar sus pláticas así.

Por la insistencia que tenía Taehyung de conocer el sabor del bálsamo que Jungkook había escogido ese día, por la demencia que asediaba a Jungkook al sentir a Taehyung sonreír contra sus labios y el cómo los mordía cual manzana madura.

Se besaron lento, delicado e incontenible.

Porque solamente de esa forma, podían transmitirse todo lo que no se atrevían a decir en voz alta.

Ante la fatal ausencia de oxígeno en sus pulmones, tuvieron que separarse con un chasquido y el ojiazul se incorporó al enderezarse, sonriendo astuto e inmutable. Ambos tuvieron que tomarse unos segundos, moderando sus respiraciones.

—¿Por qué no te tomas el resto del día, Kook? —canturreó, dando media vuelta y regresó a retomar su elección de ropa—. Vamos a ver una película, te invitaría a salir por ahí, pero se ve de lejos que va a llover y no quiero mojarme.

El nombrado liberó un suspiro y no respondió a la sugestión; una cuestión fue maquinándose en su cabecilla alborotada.

Arrastró la silla hacia atrás para tener libre movimiento, se alzó y avanzó hasta su propia cama, tomando lugar a la orilla de ella.

—Oye —vaciló, cepillando los dedos por el edredón violeta—. ¿Puedo preguntarte una cosa?

Taehyung dejó incluso lo que estaba haciendo y le contempló dudoso. Ya no sabía que podía resultar de sus inesperados cuestionarios.

—¿Qué sucede? —murmuró no tan confiado y entrecerró los ojos.

El más pequeño atinó a reír cuando se percató de la cavilación contraria.

—No es nada malo, tranquilo —reafirmó, sin quebrar el contacto visual—. Solo... ¿Alguna vez pensaste en estudiar la universidad?

Vaya.

Eso sí que era algo nuevo.

Nunca habían conversado acerca de ese tema y no por el derecho a la intimidad propia, más bien se trataba del rumbo disfuncional y variable que tomaban sus conversaciones.

Jamás llegaron a tal punto, no era de vital importancia aquel asunto.

No obstante, Taehyung se encontró arqueando una ceja y mirándolo con ingenuidad.

—¿Lo estás diciendo en serio? —interpeló, colocando sus brazos en jarra.

—Pues... sí —Jungkook se aclaró la voz—, en realidad sé que terminaste el bachillerato, pero nunca mencionaste si tuviste en mente alguna profesión.

—Dime algo —La punta de su pie pegó con reincidencia en la loseta—. ¿Me veo como un chico que soporte estar sentado tantas horas en un pupitre y que tenga la capacidad de prestar atención una hora completa a un mismo tema?

La respuesta era inequívoca.

—Si te digo la verdad, ¿no te ofendes? —Se previno.

—Sé lo que vas a decir, tarado —dedujo con precisión. Ambos se rieron cortamente—. Como sea... para serte sincero, al principio creí que si sería capaz de obtener un título y toda esa mierda, pero al salir del instituto me di cuenta de que la escuela y yo no éramos compatibles en ningún aspecto.

Jungkook pestañeó una tanda limitada de veces y ansío conocer el trasfondo de la historia.

Además, reconoció en sus adentros lo mucho que adoraba cuando Taehyung se convertía en un libro abierto, cuando lo dejaba hojear sin contradicciones las páginas de su vida.

—Entiendo. ¿Siquiera lo intentaste?

—No, nunca tuve claro a que me quería dedicar toda la vida y la verdad no deseé encadenarme a cualquier cosa que al final terminara odiando.

En definitiva, tuvo otro punto a su favor.

—Muy sensato de tu parte —comentó, palmeando en secuencia por encima de la colcha—. Bien, siguiente pregunta.

—Dijiste que solo sería una —cortó sagaz.

—Por si no lo notaste, ya van tres que respondes —resumió, triunfal—. ¿Otra?

Taehyung asumió su combate perdido al torcer los labios y enseguida se acomodó sobre la cama, tomando justo el sitio que fue golpeado por la mano extendida del rizado.

Travieso, le picó las costillas con empeño, haciéndole retorcer cual gusanito y reír cantarín.

—Tú ganas —concedió sin remedio—. ¿Qué más?

—Gracias —Se reacomodó después del ataque en su torso y cogió una buena cantidad de aire—. Tae, ¿qué te apasiona?

Posterior a la consulta, el mayor se halló mudando sus expresiones faciales y la notable diversión se fue borrando de su semblante.

—¿Apasionarme? —Rodó las letras conjuntas en su lengua—. Como... ¿alguna ambición o algo parecido?

—Ajá —asintió y aflojó los músculos—, debe haber algo que te emocione, que quieras aprender o que cuando menos llame tu atención en cuanto al desarrollo laboral.

Taehyung respiró hondo y tragó despacio.

Estaba seguro de que absolutamente nadie se había interesado por saber ese dato de él, rememoró a través de un maratón de pensamientos y no encontró registro de responder tal cosa en el pasado.

Era la primera vez, que alguien quería explorar esa gruta sin descubrir.

Y se sentía bien.

—Bueno, si lo pones así... —Encogió las rodillas, subiendo los pies a la cama y acabó por sentarse al estilo indio—. Desde que inicié a trabajar en el bar, me percaté de que tengo una afición por la mixología.

Los hoyuelos surgieron en las mejillas del ojiverde.

—Así que te va la coctelería...

—Más o menos —Sereno, subió y bajó los hombros—. He investigado tanto... me envuelve el hecho de tomar un curso.

—¿Y por qué no? —La idea era fenomenal. Planeó incentivarlo—. Si es lo que te gusta, deberías intentarlo.

—Podría, pero de igual forma no serviría de mucho —reveló, al evaluar la posibilidad—. Jimin es muy conservador, le van los tragos simples y estoy bien con eso. Al menos permitió implementar una que otra preparación ahora que regresamos.

Jungkook estuvo de acuerdo con lo antedicho

En teoría, cualquiera que fuese cliente frecuente del rubio, tenía que conformarse con cerveza helada y bebidas poco rebuscadas. Los vasos adornados con una rodaja de cítrico y alcohol hasta cierto nivel acompañado de jugo, refresco o agua mineral, eran la esencia del club.

—Podrías tomarlo, no pierdes nada... —Insistió—. Y tal vez después, en un futuro, tú podrías abrir tu propio bar.

Vertiginosamente, el castaño descartó la insinuación.

—No, eso no es opción para mí, no podría hacerlo —Elevó una ceja y movió el índice de lado a lado—. Uno, soy demasiado irresponsable para ser un joven emprendedor, sé que haría una pésima inversión dónde me robarían el patrimonio, y dos, no me gustaría ser competencia de Jimin, sería como morder la mano que tanto tiempo me dio de comer.

Jungkook reconoció el gran valor que el otro le daba a la amistad, sus relaciones afectivas eran duraderas en ese ámbito y su lealtad era espléndida.

—Eso es bastante considerado —manifestó, antes de verle. No había dejado de sonreír con afecto—. ¿Y qué tal ser socios?

—¿Socios?

—Ajá —habló suave, feliz de poder colaborar con la lluvia de recomendaciones—, ambos implementarían todavía más cosas, harían crecer el negocio, mayor capital, ambas ideas fusionadas. Solo es una sugerencia, dos cabezas siempre piensan mejor que una.

Taehyung se mordió la mejilla interna. Calló un momento y observó la ventana abierta de la habitación, sin realizar movimientos.

Lo meditó... No sonaba mal.

—Pues soñar no cuesta nada —dijo en un resoplido y negó, pasando la lengua por sus dientes.

Inalcanzable.

—Dímelo a mí.

El par se sonrió cariñosamente y sin permitir que la charla se extendiera, Taehyung se levantó, estirando sus brazos y tronando los huesos de su espalda.

El menor le miró embelesado.

Dios, ¿por qué era tan apuesto?

—Te espero en la sala —avisó, andando hacia la salida—. Yo escojo la película

—¿Qué? —parpadeó veloz al reaccionar—. ¡Tú la elegiste la última vez!

—¿Y? Aquí no se practica la democracia —Con una risita burlona, abandonó la habitación y azotó la puerta—. ¡Viva la dictadura!

Maldito tirano opresor.

—¡¿Ah sí?! —Jungkook trató de hacerse oír a través de las paredes—. ¡Pues olvídate de que el gobernante supremo tome posesión de mi cuerpo!

A situaciones desesperadas, medidas desesperadas.

Esperó un par de segundos a que la puerta se volviese a abrir, pero eso no sucedió. Quedó boquiabierto, estuvo a punto de indignarse y de mentalizarse para cumplir con su amenaza... hasta que su celular sonó en el buró.

Escuchó el peculiar tono de notificación y supo quién era el remitente. Alcanzó el aparato, encendió la pantalla y recabó el mensaje emergente:

<Para: Kook.>

"Vete a la mierda."

"Ahí te dejo el catálogo en la pantalla."

"Estaré haciendo palomitas."

Jungkook no reprimió su carcajada y al mismo tiempo, movió los dedos sobre el teclado:

<Para: Tae.>

"Buena decisión, guapo."

"Palomitas naturales, por favor."

Y en la cocina, Taehyung gruñó al leer el jodido texto.

A él le gustaban las de mantequilla extra, así que inevitablemente tendría que meter al horno de microondas dos paquetes diferentes.

[...]

El lunes llegó más rápido de lo que Jungkook hubiese querido.

El tiempo se fue volando, llevándose consigo la tranquilidad y trayendo los nervios que le revolvían el estómago.

Se despertó a las seis con quince de la mañana y habían llegado del trabajo a las dos y media, la maldita inquietud le suprimió la facultad de dormir como una persona normal. Al no poder conciliar nuevamente el sueño, prefirió levantarse a tomar un baño con agua caliente, se lavó los dientes y se vistió con la camisa de botones que compró para ese día, un pantalón sin roturas y sus botines menos desgatados.

Taehyung se levantó a eso de las ocho y treinta, gracias a que el ruido de la aspiradora le martilló los tímpanos.

Después de un buen reclamo sobre la hora imperdonable y un regaño acerca del poco descanso que el rizado tuvo esa noche, le ayudó a terminar con la limpieza, sin parar sus bostezos.

Media hora más tarde, Jungkook preparó los emparedados de jamón y queso, con lechuga, mayonesa y tomate para el desayuno. En tanto el mayor, se encargó de exprimir una cantidad abundante de naranjas y obtuvo el jugo natural que le prometió hacer esa mañana.

Ambos yacían en el comedor, el menor apenas y mordisqueó la orilla del pan.

—No tengo hambre —murmuró, alejando el plato—. Solo me tomaré el jugo.

—No te vas a levantar de esta mesa hasta que te comas todo ese sándwich —Sentenció y plisó la unión de sus cejas.

—¿Ahora se te metió el espíritu de mi madre? —bufó y puso los ojos en blanco—. Jihyun, sal de ese cuerpo pecador.

Aquello no le causó risa a Taehyung, simplemente lo miró severo.

—Estoy hablando en serio —espetó y bebió un trago de su vaso que ya estaba a la mitad—. Necesitas energía, no puedes irte con el estómago vacío.

Los labios de Jungkook se fruncieron en un puchero, cual niño castigado.

—Es que de verdad no tengo hambre —Quitó la rebanada superior de pan y sacó una rodaja de tomate del interior—. Me duele el estómago.

El castaño le vio comer la porción del vegetal a la fuerza.

—Te duele porque estás cagándote de nervios —dijo y se estiró para tomar una servilleta—. Necesitas relajarte, te lo he dicho. Si te presentas así, puede ser contraproducente.

—¡Es que no puedo! —lloriqueó a secas, recargando los codos en el borde de la mesa y se cubrió la cara con sus manos—. Voy a vomitar, te juro que a mitad de la prueba vomito la hoja.

—Kook.

—Si te llaman y te dicen que me desmayé, por favor entra por mí —Agachó la cabeza y recargó la frente en la mesa.

—Hey...

—Ten los números de emergencia a la mano, uno nunca sabe —murmuró y con su puño, pegó en la superficie barnizada al pronunciar—: Voy-a-morir.

El otro tuvo que pestañear. Uno de sus codos también se apoyó en la mesa y reposó la mejilla en su propia palma, bostezando por milésima vez.

—Le pedí el auto a Jimin —acertó a expresar y tomó la mitad restante de su almuerzo—. Te voy a llevar y te espero afuera.

—Te dije que no era necesario —musitó, levantando un poco el rostro—. Podemos ir en transporte, no está nada lejos.

—Eso ya lo sé —No pasó el bocado para hablar, le daba igual—. Pero también lo pensé desde mi comodidad, así te espero sentado, con el clima encendido y una buena playlist.

Jungkook se acomodó el cabello al regresar a su postura previa.

—¿No vas a ligarte a las porristas? —Enarcó la ceja derecha.

—Oh, claro —Masticó y sostuvo el sarcasmo—. Con eso de que las chicas me fascinan...

—Aquella vez estabas muy animado platicando con tres —Le refrescó la mente—. ¿Ya se te olvidó?

—Tú lo dijiste, platicando.

—Una te dio su número.

—¿Y le llamé? —No podía estar más despreocupado—. No, ¿verdad?

—Pues no, pero por algo te lo dio.

Taehyung esbozó una sonrisa mordaz, su entretenimiento se basó en ver celoso a Jungkook por nada.

—¿Quieres oírlo, cierto? —Despegó su cuerpo del respaldo y se inclinó ligeramente hacia adelante—. Te mueres porque lo diga.

El ojiverde se miró las uñas, su esmalte era rojo.

—No sé de qué hablas —mintió. Supo esconder muy bien su expectativa.

—¿No? —Fanfarrón, se empinó hasta la última gota del zumo de naranja y colocó el vaso encima del plato vacío—. Yo creo que sí sabes, solo no quieres admitir que te encanta escucharlo cada que puedes.

Era obvio, sabía con exactitud a lo que se refería y lo que deseaba obtener como contestación a la acusación retórica.

—Estás confundido —murmuró, lidiando con sus comisuras traicioneras.

—Lo estoy —pronunció jovial y se puso de pie, cargando con los trastes que ensució—. ¿Pero sabes algo, malcriado?

—¿Qué cosa? —Fingió estar atento a su desayuno.

Pellizcó un trozo con todos los ingredientes en conjunto y lo trituró con las muelas.

—No puede haber reclamos de aquel entonces —expulsó sin recato, encaminándose a la cocina—. Pero al día de hoy, no existe nadie más que tú, Jungkook.

Carajo.

El color se le subió hasta las orejas y le sudaron las palmas.

Jungkook en serio tenía un dilema con el modo tan crudo que tenía Taehyung al soltar ese tipo de cosas. Le gustaba, joder, pero también le debilitaba, hacía que las piernas le temblaran.

No alcanzó a responderle, el mayor se internó en la cocina y se dedicó a lavar la loza, dejándolo con taquicardia y sonriendo como un vil estúpido.

Como recompensa a las palabras bonitas, se terminó el almuerzo. Y esperó no devolver el estómago en el camino.

[...]

Un portazo en seco, se transformó en el despertador que Taehyung necesitó para abrir los ojos de golpe y saltar sobre el asiento del piloto.

Batió las pestañas atónito, había perdido la noción del tiempo.

Madre mía, ¿qué hora era?

El susto le llevó a sintetizar en diez segundos, sus últimas tres horas de vida.

Había llevado a Jungkook hasta la entrada de la universidad, el pobre se iba comiendo las uñas mientras veía su destino final cada vez más cerca.

Al arribar, solo se paró un momento para no detener la circulación de autos, le deseó alegremente todo el éxito del mundo y le besó una sarta de veces, antes de permitirle descender del vehículo.

Seguido de eso, buscó en su celular la florería más cercana y condujo hasta ahí, gastando unos veinte minutos en conseguir un obsequio para el futuro universitario.

Luego volvió a Columbia y aparcó en uno de los cajones de estacionamiento para visitantes. Apagó el motor, reclinó el asiento y se colocó los auriculares con el fin de hacer amena la espera, gracias a la música.

No supo en qué momento los párpados le pesaron y tampoco estaba consciente de cuántos minutos llevaba despierto.

Observó hacia el lugar del copiloto que ya se encontraba ocupado.

Jungkook se subió sin anunciar su llegada y no lucía como el chico seguro de sí mismo que siempre era. Estaba cabizbajo, se quitaba la piel muerta de los labios con los dedos y no emitía sonido alguno.

Su energía positiva parecía estar en decadencia.

—Hey —Taehyung le saludó, con cautela—. ¿Cómo te fue?

—No lo sé —susurró, con la vista sellada a la guantera.

—¿No lo sabes? —Se rascó la barbilla.

Recién conectó con el planeta luego de su accidentado despertar.

—No... —Espetó con sencillez y no movió ni un dedo.

Jungkook estaba ido, casi atemorizado.

—¿Qué pasó?

—Es... creo que lo arruiné —siseó con pesar.

Taehyung largó un suspiro, llevando su mano al muslo ajeno y le dio un instante de reflexión, antes de presionar sus dedos con delicadeza.

Jungkook giró para mirarle, se veía mortificado.

—¿Quieres decirme que sucedió? —Dulcificó su tono.

—Es que ni yo lo sé —refutó al encogerse en el asiento y pasó saliva con dificultad—. Quiero decir, cuando leí la primera pregunta... me quedé en blanco, como si no supiera nada... la releí tres veces para poder captar lo que decía, no sé que ocurrió.

Se lo advirtió.

Le había dicho hasta el cansancio que debía tranquilizarse o ciertamente, iba a ocurrir algo como eso.

Pero no era el momento para reproches.

—Los nervios te bloquearon —manifestó, sobándole la pierna con calma—. ¿Fue todo el rato?

—Estuve así por quince minutos —Se estaba aguantando las ganas de romper en llanto—. Después me puse a contestar las preguntas fáciles y dejé las que se me complicaron al final.

—¿Respondiste todo?

—Sí, pero ni siquiera recuerdo lo que venía —Se refregó los ojos con ambas manos—. Mi cerebro se atrofió.

Taehyung evocó la vez que tuvo que presentar un examen de química, su salvación para no repetir la materia el año siguiente. Se mató estudiando una semana entera, pidiendo apuntes e incluso se perdió una de las mejores fiestas de todo el ciclo escolar por buscar una buena nota.

Al final, sus desvelos se fueron al drenaje y los nervios de no perder la asignatura le jugaron una mala pasada.

Reprobó al contestar dos terceras partes del examen en forma errónea.

Desgraciadamente, Jungkook estaba pasando por algo muy similar y sabía lo horrible que se sentía.

—¿Cuándo te dan resultados? —Subió las caricias livianas a su rostro.

—En tres semanas, debo revisar el portal de internet —Inspiró, ablandándose con el toque—. Tanto esfuerzo para nada.

Le llegó la impotencia, el no poder hacer nada para solucionar el problema.

Por un instante, anheló ser el dueño de una varita mágica que pudiera cambiar las respuestas incorrectas en la prueba, así le aseguraría un lugar como estudiante y no habría caras largas.

Le pesaba verlo así de abatido.

—Oye, no te atormentes, ya no podemos hacer nada —Había que ser franco aunque costara—. Solo queda esperar los resultados.

Jungkook esnifó y únicamente afirmó en serie.

Lo hecho, hecho estaba.

—Ya lo hablamos, precioso —Taehyung trató de nuevo—. Es el primer intento y no pasa nada si no obtienes el mejor resultado, puedes seguir tratando, ¿sí?

—Eso creo —exhaló, realizando un amago de sonrisa—. Gracias.

—Vamos, te llevaré por golosinas y luego dormiremos toda la tarde, le llamaré a Jimin y pediré el día por ambos —Le informó el plan. Haría cualquier cosa por animarlo—. Hoy no tenemos tanta gente, no creo que tengamos problema.

—Bien, sí...

No iba a rechistar, haría el intento de no hundirse en la miseria.

Se dispuso a abrocharse el cinturón de seguridad, al mismo tiempo en el que Taehyung se encargaba de meter la llave para encender el motor.

Sin embargo, al buscar el toma hebilla en el costado de su asiento, un destello de matiz rojizo le orilló al desconcierto y tuvo que asomarse a la parte trasera del auto, por el espacio existente entre ambos sillones delanteros.

Intentó actuar imparcial, sonar modesto.

—Tae, ¿qué es eso?

El nombrado le vio por el rabillo del ojo y solo así recordó el bonito presente que esperaba arriba de la vestidura de piel.

Se olvidó por completo del bendito regalo, hasta hace un par de horas estaba seguro de que el chico saldría campante, irradiando gozo y gritando a los cuatro vientos lo bien que le había ido. Con tal imagen mental, se planteó entregarle el detalle, seguido de una calurosa felicitación.

Y aunque nada se suscitó como era esperado, Jungkook seguía siendo el dueño de la preciosa docena de rosas rojas que compró en la florería.

—¿Eso? —Observó el ramo por el espejo retrovisor y las esquinas de su boca se extendieron tenuemente—. Son flores, ¿no las conocías?

Jungkook volcó los ojos y le dio un empujón por el brazo. Su cabeza seguía metida entre el par de asientos.

—Tonto —recriminó y coló su mano para tocar los pétalos de una—. No estaban ahí cuando veníamos hacia acá.

—La verdad no recuerdo —Pisó el acelerador, empezando la ruta para salir a la avenida—. Parece que traen una nota, chécala y así podremos saber el destinatario.

La emoción provocó que el rizado hinchara el pecho y tomó el conjunto de flores por el tallo cuidadosamente. No tenía miedo de llevarse una decepción, conocía perfectamente las tretas de Taehyung y en caso de ser la víctima, le exigiría una disculpa de rodillas.

Sí, de esas que llevaban una lengua de por medio y todo.

Colocó las rosas en sus piernas al acomodarse y quitó el pedazo de hoja decorada con un margen rosado, permanecía doblada justo por la mitad. La abrió, encontrándose con una caligrafía legible:

"Estas las escogí, porque el color es similar al que toman tus mejillas cuando algo te avergüenza. Espero te gusten tanto como tú me gustas a mí."

-Taehyung.

Jungkook leyó aproximadamente cinco veces, las cinco líneas escritas en el trozo de papel.

Su garganta se cerró, volvió a leer lo plasmado en tinta negra y se paralizó, con un derrumbe de sentimientos alterados colapsando en el punto más sensible de su ser.

Vio a Taehyung conducir tranquilo, con una sonrisa plena, la mirada al frente y la concentración en el trayecto.

—Ponte el cinturón, por favor.

No hacía falta que dijera más.

Esta vez, Jungkook no retuvo la pequeña lágrima que corrió cuesta abajo por su mejilla, al sentirse la persona más suertuda de la galaxia.

Le era imposible no quererlo. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro