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Capítulo 40

—¿Por qué la gente no tiene la aplicación de su banco en el celular?

—Ahí vas...

—Quiero decir, se ahorrarían esta horrible fila —Observó la hilera de gente formada—. Es mucho más simple ver cuanto dinero tienes ahí.

—Los cajeros automáticos no sirven sólo para consultar el saldo, muchos vienen a retirar —Jungkook recargó su espalda en el muro, esperando por su turno.

—Ya lo sé —graznó y volteó los ojos—, pero te apuesto que de las quince personas que tenemos adelante, al menos cinco solo vienen a ver cuanto dinero tienen y eso se solucionaría con checarlo en el móvil.

Impaciencia.

Esa era una de las palabras que definía a Taehyung.

Se habían movido hacia el banco más cercano, precisamente porque el rizado no contaba con la aplicación para revisar el dinero depositado por su madre en la tarjeta, y al llegar se encontraron con una basta cantidad de gente formada, aguardando para entrar a los cubículos donde los cajeros estaban en funcionamiento.

Taehyung sentía que ya había transcurrido una eternidad, odiaba tener que estar de pie, avanzando poco a poco y escuchando los chismes de quienes estaban adelante y atrás de ellos; se enteró de varias cosas que le hicieron perder la fe en la humanidad.

—¿Cuánto llevamos aquí? —preguntó, y la punta de su pie comenzó a pegar con el suelo reiteradas veces.

Notó que el menor miró el reloj en su muñeca y suspiró.

—Cinco minutos más de los que te dije hace un rato.

—Entonces... ¿diez?

Jungkook afirmó y gesticuló una leve sonrisa.

—Diez largos y fastidiosos minutos —Se mofó y alargó su brazo con la palma extendida—. Ven.

Taehyung se vio en la obligación de sostener su mano y dejarse ir hacia él, no opuso resistencia cuando fue jalado y al instante, su propio agarre se ciñó en la cintura ajena.

—¿Ahora qué? —Le dio un apretón a la divina curva que envolvió con su tacto.

—¿Qué vamos a hacer saliendo de aquí? —Acarició suavemente el cabello en su nuca—. ¿Quieres ir a comer?

—¿A comer... te? —preguntó, juguetón.

Jungkook puso los ojos en blanco y declinó la oferta, esta vez sus caricias se centraron en el pómulo definido de Taehyung, repasando con la yema de su pulgar la suave y tersa zona.

—No, bobo —susurró, y le miró sugerente—. ¿Sushi?

—¿Otra cosa que te apetezca? —El castaño hizo una mueca al estar medianamente de acuerdo.

Le gustaba el sushi, pero prefería mil veces una buena pizza de pepperoni o en su caso, una orden de alitas picantes.

—En realidad no, pero si tu quieres...

—Sushiroll será.

Se encontró complaciendo las demandas de su bonito bartender.

Lo que nunca creyó hacer por nadie.

—¿Querrás que te acompañe a tu próxima cita con la psicóloga? —Jungkook le cuestionó, sonriendo con plenitud.

Que paz sentían.

—Sí —dijo Taehyung conciso y picoteó los labios de un suave tono rosa que el otro poseía.

Uno de los muchos besos rápidos que se daban, tintados de cariño, de afecto y de cientos de emociones que ninguno había experimentado antes.

Porque les era caótico. Era como vivir en una montaña rusa que nunca se detenía, sin descanso, con subidas y bajadas, mareados por la forma de la vía, de vez en cuando yendo hacia la cúspide y luego descendiendo en picada. Extraordinario y totalmente desconocido.

Ignoraron por completo que aún estaban en la cola del banco, como últimamente ocurría, todo lo demás desaparecía cuando estaban juntos. O al menos fueron pocos minutos los que omitieron el entorno, porque la señora que estaba atrás de ellos, les recordó que tenían que caminar cuando los turnos fueron avanzando.

Conversaron, bromearon y se besaron en cada punto donde les tocó parar, Taehyung dejó de estresarse por la espera pero si le recordó a Jungkook que en cuanto llegara a su casa, le instalaría la aplicación e irían a activar su cuenta.

Tras unos veinte minutos más, los siguientes en entrar fueron ellos. El rizado se posicionó frente al cajero e introdujo su tarjeta en la ranura mientras Taehyung miraba la pantalla de la máquina, leyendo sin interés todos los pasos a realizar para la consulta de saldo.

—¿De verdad tu pin es la fecha de tu cumpleaños? —Atinó a reír, al verle teclear los dígitos.

—Así no se me olvida, cállate —Se defendió, seleccionando la opción correcta en la pantalla—. Deja de husmear en mi clave.

—Voy a husmear en otra parte.

Taehyung siempre era ordinario.

Tanto, que no le causó recato golpear desde abajo el trasero de Jungkook, haciendo rebotar graciosamente una de sus nalgas y se burló de ello cuando el implicado se giró alarmado, preguntándose si alguien había visto semejante atrevimiento.

Agradecía la privacidad que los cajeros tenían al estar separados en diferentes cubículos, de no ser así, hubiesen existido varios testigos de la vergonzosa acción.

—No hagas eso —murmuró, regañándole hasta con la mirada.

—¿No lo hago más? —Curvó la ceja y cuestionó despreocupado.

Jungkook lo razonó y cambió solo un poco la condicionante.

—No en público —Al menos hizo el buen intento de fruncir el ceño.

Terminó creando un gesto terriblemente chistoso.

—Apúrate, hay fila.

—Eso intento, aleja tus manos de mi por cinco minutos.

—Tú aleja tu cuerpo de mis manos, incitador.

—Te odio —Le pegó justo en el centro de la frente con tres dedos.

Taehyung se quejó, brotando otra risilla todavía más alta, al momento en que Jungkook se volteó de nuevo, bramando una maldición al ver su operación cancelada por el tiempo largo de espera.

Repitió el proceso, siguió los pasos con su tarjeta y el castaño le dejó realizar su tarea, mientras él se dedicaba a realizar caras estúpidas a las cámaras de seguridad que habían en las esquinas. Los policías o quien monitoreara la vigilancia, podrían burlarse de él y eso no le importaba.

—Tae...

Jungkook se quedó inmóvil en su lugar y respiró hondo por la nariz. Tomó a Taehyung por sorpresa, éste hacía bizcos y sacaba la lengua para complementar su mueca en dirección al pequeño lente que se encargaba de registrar lo sucedido en el reducido espacio.

—Taehyung —insistió, cuando su primer llamado no fue atendido.

El nombrado continuó con su disparatada actividad, familiarizado con diferentes ademanes y guiños torpes.

—¿Qué pasa? —replicó, haciendo su última seña antes de girar a ver la espalda ancha del rizado.

—Mi... ¿Mi cuenta de banco está rota?

—¿Qué? —escupió y casi se carcajea de la interrogante sin sentido—. ¿De qué hablas?

Los párpados de Jungkook seguían sin bajar, observando atentamente el ticket que imprimió luego de su consulta.

—No sé qué pasó.

—¿Qué hay de malo? —Avanzó hasta quedar a su lado y le pidió el pedazo de papel.

—Es gracioso —Se rio con nerviosismo, mostrándole los datos impresos que la máquina le arrojó—. Creo que si está descompuesto.

Taehyung leyó para conocer el trasfondo de la turbulencia y la reacción repleta de impresión fue instantánea.

—Por satanás... —Se talló los ojos y confirmó que su lectura era certera—. ¿Qué carajo?

—Llamaré a los de atención a cliente y pediré una explicación.

—No, es que...

—Es imposible, es un error del banco y tienen que encontrar la solución.

Pero el mayor no pensaba lo mismo, así que sin importar que ya llevaran unos cuantos minutos extra de lo normal, le quitó el trozo de plástico y lo metió por tercera vez, introduciendo los datos tan rápido como su índice le permitió apretar los botones en la pantalla rectangular.

Simplemente era algo insólito y lo tenía que ver con sus propios ojos, pues Jungkook seguía pasmado, registrando en su mente cada dígito presionado.

Hasta que el saldo actual de su tarjeta, volvió a aparecer.

—Imposible —Se atragantó con su propia saliva, parpadeando azorado—, joder, esos son demasiados ceros.

—Lo que dije —Optimista, se paró a un costado del cajero y se precipitó a querer presionar la "x" que cancelaba la operación.

—Aguarda —Con un golpecito, frenó su mano inquieta—, esto no está descompuesto.

—Lo está.

—Que no, ahí dice la cantidad.

—No hay forma de que tenga ese dinero en mi cuenta, Tae —parloteó, tratando nuevamente de revocar el informe digital.

—¿Cuánto tenías?

Jungkook lucía lo triple de confundido, así que sacó su tarjeta de la ranura y la guardó en su billetera.

—Como sesenta mil... mezclado con lo que tenía ahorrado desde antes y con lo juntado de mis sueldos.

—Entonces tú madre... —murmuró, pero no logró finalizar la oración porque le interrumpió.

—No, le llamaré también, ni siquiera tenía esa cantidad para ella, ¿cómo me la dio a mi?

La perplejidad arrancó en ambos, fueron víctimas de la confusión y se observaron sin alcanzar a descifrar la incógnita. Tuvieron que abandonar el lugar por la presión ejercida, habían parado el flujo de personas que necesitaban usar el dispositivo bancario.

Al estar fuera, retomaron la comparación entre los dos tickets.

—Llámale a tu madre, antes de que hagas cualquier movimiento con los del banco —sugirió Taehyung, con la boca torcida hacia un lado—. Pregúntale cuanto te envió.

Sin embargo, Jungkook no dijo nada. Se mantuvo estático, con la visión clavada en un bolardo de la banqueta, no pestañeaba y parecía sumido en sus pensamientos, buscando una respuesta lógica a lo que había en su cuenta.

—Hey, Kook —El mayor se avecinó hasta él y le chasqueó los dedos en la cara—. Te estoy hablando.

El aludido agitó su cabeza y regresó de su viaje astral.

—¿Qué decías?

—Que le llames a tu mamá, anda —repitió la recomendación—. Hazlo.

—Voy, ya voy —Aturdido, se apuró a sacar su móvil y lo desbloqueó.

En los contactos, presionó el que llevaba aquel símbolo de un corazón  a un lado de la palabra "Mamá", y esperó cinco timbrazos hasta que la llamada fue enviada al buzón de voz.

Rumió alterado y volvió a marcarle, bajo la vista atenta de Taehyung, quien también parecía visiblemente inquieto, y otra vez, sus uñas eran las que sufrían las consecuencias porque no dejaba de morderlas con insistencia. Jodida manía.

Segundo intento y no obtuvo contestación en la línea, le volvió a saltar la voz pregrabada.

—Maldita sea —siseó cansado.

—Hasta que te conteste.

—Ya sé, no me lo repitas —bufó con fastidio, a causa de su revoltijo emocional.

Y Taehyung quiso reclamar la forma tan ruda de contestar, pero ya no agregó nada porque Jungkook volvió a colocarse el teléfono en la oreja, tras el tercer intento de comunicarse con Jihyun.

—¿Bueno?

Al fin reconoció la dulce voz de su madre, tan tranquila y amorosa.

—¿¡Por qué hay tanto dinero en mi cuenta!? —Quizá el saludo de Jungkook no fue el esperado por nadie.

—Oh, hola hijo, ¿cómo estás? ¡Me alegro que estés bien! Yo también lo estoy —La mujer usó el sarcasmo e hizo que el rizado entornara los ojos.

—Mamá, es en serio —refutó, inspirando con impaciencia—. Necesito una explicación.

La risita de Jihyun le provocó un aumento a su estrés.

—Creí que tú primer palabra sería un "gracias", pero a juzgar por tu sorpresa y tu tono, creo que lo que menos sentiste fue felicidad —dijo con simpleza, y escuchó a su hijo resoplar.

Jungkook tenía ganas de llorar ante la enorme duda.

—Ya, no estoy jugando, solo quiero que me digas por qué me enviaste tanto dinero —habló en voz baja, no quería que algún extraño le escuchara.

—Porque quiero que comiences a estudiar en el siguiente ciclo escolar —Le contestó, empleando el usual tono afectuoso—. Con eso puedes pagar a la perfección el inicio de tu carrera, amor.

—Es que no comprendo —titubeó, rascándose la cabeza y sin darse cuenta, desacomodó su bandana—. Nosotros no teníamos este dinero, ni aunque papá trabajara día y noche...

Eso era verdad. Por algo había migrado de su ciudad natal, había dejado a su familia con tal de encontrar la manera de cumplir la meta de volverse un profesionista, de asistir a una de las mejores casas de estudio en Nueva York.

No quería que sus padres trabajaran solamente para suministrarle la vida académica, ellos tenían el derecho a disfrutar de su matrimonio y jamás deseó sentirse un peso molesto. Y aunque ellos le mencionaron hasta el cansancio que jamás representaría una carga en sus vidas, su decisión y su sentido de independencia le hizo partir de su hogar para formar su propia vida en otro país.

Ahora, ella le había hecho una transferencia por cien mil dólares y la cuenta a su nombre iba a reventar con el dinero contenido.

—Inscríbete, aplica el examen y estoy segura de que vas a quedar —La señora Jeon decretó—: Tienes el dinero suficiente para cubrir los dos primeros años, solo es una ayuda porque sé que tú quieres hacerlo por ti mismo, es un empujón. Sigue trabajando, nosotros te vamos a seguir apoyando y en caso de que el dinero se te agote y no tengas como seguir con tus estudios, nosotros nos encargaremos.

—Mamá, ese no era el trato —rechistó y suspiró alargado—. Te dije que quería hacer esto por mí, ustedes no tienen porque gastar tanto.

—También es nuestra responsabilidad, mi amor, entiéndelo —murmuró apacible—. Ya te dije que solo es para que por fin puedas iniciar, lo demás ya será cuestión de como te esfuerces.

Jungkook cerró los ojos un momento, procesando la información.

Las cuotas en la universidad de Columbia eran elevadas, había hecho un aproximado anual y apenas iba a juntar lo necesario para pagar el primer año de su carrera de arquitectura.

Ahora, tenía los vellos de punta y no podía dejar a un lado el hecho de que le estaban otorgando la oportunidad de comenzar a estudiar en cuanto quisiera. La jugada era clara pero él no la entendió.

Ella le entregó solo una parte para que él no sintiera la culpa de recibir el pago completo de lo que costaría su profesión, era un incentivo, porque de ser posible, él seguiría trabajando para concluir su estadía en la universidad y obtener el título que le abriría las puertas de la jodida gloria. Lo que no sabía, era que Jihyun podía invertir aún más en su educación, en caso de que Jungkook no lograra juntar lo de los últimos años, ella le pagaría lo restante sin ningún inconveniente.

Eso no se lo dijo, porque estaba segura de que su hijo no aceptaría, así que al hablar con su esposo un par de días atrás, llegaron al acuerdo de solo entregarle una parte, lo que necesitaba invertir para obtener su lugar en dicha institución.

Así, sería más fácil que aceptara. Continuaría trabajando, ahorrando y podría entrar al fin, a su próxima casa donde formaría su futuro como arquitecto.

—¿De dónde sacaron el dinero? ¿Se ganaron la lotería?

—Eso hubiera sido excelente, pero no tenemos tanta suerte, tu padre nunca le da al premio gordo —respingó—: ¿Recuerdas la casa que tú abuelo nos dejó en su testamento?

Jungkook asintió aunque sabía que ella no podía verlo.

—Sí.

—La visitamos hace unas semanas y nos dimos cuenta de que alguien había pasado una hoja con datos de contacto por debajo de la puerta —argumentó, detalladamente—, tenía escrito un nombre, su número y decía "me interesa comprarla" en letras mayúsculas y subrayadas.

Las facciones tensas del menor se relajaron y sus orbes se abrieron un poco más del normal.

—¿Alguien te compró la casa de los sustos?

La referencia fue captada y su madre emitió una risa limpia. Le decían así, porque la vivienda parecía un vil montaje para una película de terror, estaba desolada, en mal estado y sí, ahí espantaban. Jungkook recordaba haber visto duendes brincando en los rincones cuando era más pequeño y seguía habitada por el abuelo Jeon.

—Aunque no lo creas, era un hombre de unos cincuenta años, lo llamamos y le dimos los informes necesarios. La quiso, nos pagó al contado y todo por la vía legal. —comunicó, festiva—. Dijo que la quería remodelar, que era un regalo para sus hijos.

—Por Dios —Sin remedio, se encontró sonriendo amplio—. Nunca me regalen una casa embrujada, por favor.

—Oh, le diré a tu papá que no quieres tu próximo regalo de cumpleaños —bromeó ella, y las risas resonaron en ambas bocinas.

Madre e hijo se extrañaban mucho.

—No sé cómo agradecerles —farfulló, recargando la mitad de su cuerpo en la pared más cercana—: En verdad, a los dos...

—Considera comprar un boleto de avión y venir a visitarnos, eso podría ser un buen "gracias" —musitó con melancolía—. Las video llamadas no son suficientes, necesito apapachar a mi bebé.

—Lo haré en cuanto pueda, te lo prometo.

—Aquí te esperamos, cielo.

A Jungkook se le formó un nudo en la garganta.

—Te amo, muchas gracias, te llamo luego, ¿sí?

—Éxito, avísame cualquier cosa y... recuerda no tener a ese muchachito sin ropa vagando en tu departamento.

—¡Mamá! —contrapuso, cohibido.

Ese recuerdo lo iba a perseguir toda la vida.

—Nos vemos, te amo chiquitín —Jihyun cortó la llamada, luego de lanzarle un besito tronado.

Con eso, Jungkook se quitó el teléfono de la oreja e inhaló profundo al finalizar con su conversación a larga distancia. Se frotó la mejilla y vislumbró su entorno, topándose con un Taehyung sentado en la acera, mientras degustaba una bolsa de papas crujientes en hojuela.

No se entrometió en su charla y le dio su espacio, tomándose un rato en ir a conseguir algo para comer mientras veía los autos pasar.

—Tae —vaciló y lo hizo levantar la cara al mirarle—. ¿Quieres que vayamos a comer ya?

—¿Solucionaste todo? —inquirió, chupándose el labio para retirar la sal que dejó la fritura.

—Sí, fue ella —relató y recibió la botana ofrecida—. ¿Vamos a comer y en el camino te cuento?

El mayor aceptó y se paró, acomodó su cabello y también hizo lo mismo con la pañoleta atada a los rizos de Jungkook, pues seguía chueca desde que se la movió.

—Vamos, quiero un buen rollo con salmón.

—¿No prefieres una rebanada de pizza con extra queso y orilla rellena?

Claro que lo prefería. Hasta la pregunta era ofensiva.

—No, vamos por tu sushi —recitó en contra a su pensar.

Podía más su necesidad de satisfacer a Jungkook.

De consentirlo...

[...]

La mesa que les asignaron estaba a un lado de los grandes ventanales que permitían la panorámica imagen de Manhattan en movimiento. Habían dos vasos de naranjada llenos, un servilletero y condimentos con los que acompañarían los alimentos que estaban siendo preparados en la cocina.

No obstante, Jungkook y Taehyung tenían una pelea delante de todos los comensales.

—¡Ahora!

Una lucha entre pulgares, a ciencia cierta.

Tenían las manos derechas enganchadas, movían el dedo gordito de un lado a otro, intentando presionar el de su oponente con la finalidad de obtener la victoria.

—¡No levantes la mano de la mesa! Eso es trampa —rezongó el menor.

—Nadie la está levantando —Taehyung se excusó, haciendo hasta lo imposible por vencerlo—. ¡Con una mierda!

La palabrota resonó en el establecimiento y un padre de familia que comía en un lugar cercano al de ellos, les dedicó una mirada molesta. Su pequeña hija de cinco años no tenía que aprender groserías.

Jungkook lo notó y no hizo más que enfocarse en ser el ganador de la batalla sin pronunciar cosas malsonantes.

—¡Uno, dos, tres! —divulgó con triunfo, cuando tuvo el dedo del castaño bajo el suyo.

—¡No! —chilló derrotado, al no poder sacarlo de la presión ejercida.

—Jeon Jungkook gana, señoras y señores —alegó con algarabía y juntó sus manos para sacudirlas por encima de su cabeza.

El instinto competitivo de Taehyung salió a relucir y se mostró un tanto molesto con su fracaso.

—Me distraje, de nuevo.

—No, ya te vencí cinco veces al hilo, soy el mejor en esto —dijo, y tomó un gran sorbo de su bebida mineralizada.

—Jódete —bramó, socarrón—. Yo soy mejor con los dedos, tú deberías saberlo.

Jungkook tosió en réplica, escupiendo sobre la mesa un poco del líquido que no alcanzó a pasar, cuando escuchó la mención sinvergüenza.

—Idiota —farfulló, al recuperar el aliento—. Podrá ser cierto... sin embargo, yo gané.

—Ya veremos quién gana más al final del día —Imitó el hecho de beber un trago de su naranjada en vaso—. ¿Nos quedaremos en tu casa?

—Sí, tengo que lavar mi ropa cuando lleguemos —Formó un mohín en resignación—. Tengo una torre estilo rapunzel en la silla de mi habitación.

—No te pienso ayudar.

—No te pedí ayuda.

—Bien, porque yo llegaré a tirarme en el sofá luego de asaltar tu refrigerador —Elevó una sola ceja y se relamió los labios—. Estoy seguro de haber visto cerveza ahí.

Jungkook se estiró a tomar una servilleta, con la que limpió el desastre que ocasionó.

—Tengo unas cuantas latas.

Y sí, en la nevera habían doce cervezas apenas compradas. Él no era fanático de tomar en días laborales, las tenía ahí guardadas por sí se ofrecían en un fin de semana, aunque era de conocimiento general que no era de su agrado excederse con los niveles de alcohol en su sistema.

O tal vez, solo las había echado al carrito del supermercado porque sabía que a cierta persona, siempre se le antojaba una cuando veía sus series y películas, tumbado en el sillón de la sala.

Lo consideraba hospitalidad.

—Entonces... ¿aplicarás el examen para entrar a Columbia? —Taehyung rememoró lo conversado mientras andaban hacia el restaurante de sushi.

—Sí, primero buscaré algunas guías de estudio, me prepararé... y haré mi primer intento —susurró, sin tomar el aire pertinente—. Tengo miedo.

—¿Miedo? ¿A qué? ¿A triunfar y ser el siguiente ganador del premio Pritzker?

Jungkook plisó la unión entre sus cejas y pestañeó azorado.

—¿Tu qué sabes de eso?

Taehyung le entregó una simpática sonrisa.

—¿Me crees un desinteresado? —Se recargó de golpe en el respaldo de su silla y cruzó los brazos—. Investigué un poco.

—No creí que-...

—Ese premio es el galardón más importante que se da en la arquitectura, condecora a los profesionistas del ramo que tengan un logro significativo en sus obras —articuló con seguridad—, y sé que algún día, tu lo obtendrás.

Eso era suficiente para su pequeño y blando corazón.

Como que, pensar en Taehyung leyendo y buscando información acerca de sus metas, gastando minutos valiosos en el día para entender una parte de lo que anhelaba cumplir en unos años, lo puso en un estado emocional crítico.

Asumió su sed por tener un romance sano y bonito.

Con él. Con nadie más, que con él.

—De verdad te informaste... —murmuró, sonriendo con los labios casi temblorosos.

No halló que más decir y Taehyung supo que había afectado ligeramente su juicio.

—Lo hice, más tarde te enseñaré un documental que vi acerca de las mejores construcciones en el mundo, quizá tú ya lo hayas visto pero me gustó y necesito la opinión de un experto.

Iba a gritar, Jungkook iba a gritar de la puta emoción y felicidad.

¿Dónde estaba el Taehyung que conoció en su primer día de trabajo?

—Lo que tú quieras —Fue lo que logró decir.

Con la llegada de los platos con el sushi recién hecho, se olvidaron de las palabras por un rato y comieron en silencio, cómodamente, con ayuda de los palillos chinos.

Taehyung se apoderó de la salsa de soya de Jungkook y no hubo ningún inconveniente con eso.

Masticaban sin prisa, saboreando el arroz y los ingredientes bien combinados. Se miraban con dulzura, se compartían de sus raciones y se sonreían cuando terminaban de triturar con sus muelas.

Eso, hasta que el apodo del mayor resonó en los tímpanos de ambos.

—¡Hola Taehyung!

El implicado alzó el rostro y vio de frente a un muchacho, que se acercaba a él con euforia, dando pasos largos con el propósito de acortar más rápido la distancia.

—Lo que faltaba —habló con la boca llena y dejó caer sus palillos en la mesa.

—¿Qué?

Entonces, Jungkook giró su cuello, focalizando al ser que caminaba hacia ellos.

Un chico bajito, de complexión delgada y lindo a simple a vista. De ojos color ámbar y cabello dorado, era un rubio bien cuidado pero no natural. Usaba unos anteojos de armazón metálico, bastante moderno para ser los de uso diario, tenía pecas salpicadas en las mejillas y su atuendo se basaba en unos pantaloncillos de chándal junto a una hoodie a juego.

Era un auténtico muchacho de revista.

—Que genial encontrarte aquí —Saludó al mayor, cuando se detuvo a un costado de la mesa—. ¿Disfrutando tu día de descanso?

—Algo así —correspondió, con un semblante alejado de la comodidad—. ¿Tú lugar no es mandando gente en la tienda y supervisando que no hagan cosas indebidas?

—Así es, pero decidí cambiar mi día libre también —Posicionó su mano en el respaldar del asiento, dónde el ojiazul estaba—. No es divertido trabajar si no te veo por la concesión.

Mal.

—Ya te lo he dicho, yo solo estoy ahí para trabajar, no busco relacionarme con nadie —resopló, rogando que no insistiera y se largara lo más pronto posible.

—Y yo ya te he dicho que cuando me aceptes una salida, cambiarás de opinión.

Y aunque al rizado no le correspondía abrir la boca, no pudo contenerse al reparar un guiño coqueto lanzado por el extraño que adivinó, era el supervisor del negocio donde trabajaba Taehyung.

Lo habían invocado, malditamente lo habían hecho con su pelea anterior.

El desgraciado lucía tan seguro de sí, de su belleza, a pesar de que su actitud era cuestionable. Ignoró de tajo al acompañante del empleado por el que tenía una obsesión.

—Eh, ¿necesitas algo? —El ojiverde hizo su aportación.

Nada de cuidado, se acobardó al tratar de imponer su presencia.

—¿Uhm? —Le observó con apatía y luego transformó sus labios a una sonrisa turbia y falsa—. Oh, disculpa, no te había visto, ¿tú quién eres?

Entonces, también le sonrió a la fuerza.

—Me llamo Jungkook, mucho gusto —Se presentó, con el mismo tono hipócrita.

El intruso extendió su mano para concretar un debido saludo.

—Mi nombre es Noah, un placer —Tensó el agarre—. No te había notado, como solo vi a Taehyung...

—Me imagino, pero heme aquí, estamos comiendo y de verdad estaría encantado de que nos dejaras terminar de almorzar —Le apagó la intención de continuar diciendo tonterías.

Le había salido del alma. No lo retuvo.

—Tal vez puedo hacerles compañía, ya saben, también planeo pedir algo aquí —instó y sus ojos destilaron rabia a través del cristal en sus lentes—. Esto no es una cita, ¿o sí?

El veneno expulsado en su frase final, le colmó la paciencia a Taehyung.

—Lo es, es una cita y la estás interrumpiendo —expresó de mala gana, y se colocó de pie, empujando la silla hacia atrás—. No quiero ser grosero, pero aprovecharé que no estamos en horario de trabajo, para decirte que me tienen harto tus acosos, no tengo porque soportarte, no es mi culpa que no conozcas la definición del "no me gustas".

El muchacho no parecía asustado ni ofendido, solo se mordió la punta del índice.

—Yo no te acoso, no te confundas, simplemente quiero conocerte y que me conozcas.

—No tengo ni la más mínima intención de conocerte, estoy saliendo con Jungkook y merece respeto —gruñó airado, sacando unos billetes doblados que dejó tirados en la mesa—. Vámonos.

—No te enojes —musitó Noah, tratando de tomarlo por el brazo.

Taehyung evitó el roce y retrocedió un paso, esperando a que el ojiverde se levantara.

—Mañana voy a presentar mi renuncia —Afirmó, ante el chico que solo rodó los ojos sin borrar su sonrisa irónica.

—Como gustes.

Luego de la escena que unos cuantos clientes vieron en silencio, el mayor entrelazó su mano con la del bartender y con la frente en alto, salieron del restaurante. El panorama no pintaba nada bien, ya que Taehyung parecía echar lumbre hasta por las orejas, no le había gustado que le arruinaran su hora de comida y mucho menos que trataran de intrigar en su contra.

Por su lado, Jungkook se detuvo cuando estuvieron a punto de cruzar la calle. Tenía sentimientos encontrados, ninguno había confirmado estar saliendo oficialmente hasta ese momento, y aunque quizá la aclaración, solo había sido para que el desagradable supervisor lo dejara de molestar, le removió la quietud.

Más tarde le preguntaría si lo había dicho en serio.

—Oye, dejé mi sudadera en la silla —Se aprisionó el labio con su dentadura blanca y exhaló.

Falso. No había llevado prendas extra.

—Voy por ella —El castaño le dijo con rigor, sin encontrar la mentira.

—No, no hace falta, yo voy —Se opuso y le colocó la mano en el pecho.

Antes de regresar al interior del Sushiroll, Jungkook le besó la mejilla, como un recordatorio de que no tardaría mucho.

Se dio media vuelta y al cruzar el umbral por tercera ocasión, escaneó el perímetro con rapidez, dando con su objetivo en un dos por tres. Lo vio descansando en un banco de la barra, revisando su celular y al parecer a la espera de recibir su pedido.

Enderezó la espalda, sacó un poco el pecho y estiró su playera antes de avanzar hasta él, sin saber exactamente que estaba haciendo.

Como quiera, tomó asiento a su lado y le tocó el hombro dos veces para que se percatara de su increíble aparición. Noah le observó con desprecio al darse cuenta de quién se trataba y al abrir la boca para decir alguna idiotez, Jungkook no le dio la oportunidad de pronunciar vocablo.

—Como consejo que no me pediste pero que aún así te voy a dar —susurró, barriendo sus pestañas con delicadeza—, no deberías lucir tan necesitado por la atención de tu crush.

—¿Eso crees? —Le contestó, retirándose los lentes con calma—. Tu no deberías estar tan confiado de tener a Taehyung. Se nota que es de los que solo buscan diversión, esto de las citas es patético.

—Ah, claro, por eso se le pasa mimándome y llenándome de besos cada que puede, ¿no? —contraatacó, relajando los hombros.

Noah explotó en una risa embustera.

—Parte del teatro, no te emociones. Solo deja que consiga lo que quiere de ti y cuando se aburra, yo seré quién lo entretenga un rato.

Los hoyuelos en las mejillas de Jungkook se hicieron presentes y una sonrisa resplandeció. No le molestaba, solo estaba ahí para esclarecer unos cuantos puntos.

—Ignorante —musitó, dándole un golpecito en la espalda que mostraba sus condolencias—: No te preocupes por ello, lo voy a mantener muy ocupado.

—Descuida, ya lo veremos —Soltó burlón, maquillando la cólera que le provocaron sus palabras.

El menor cumplió con su misión, y sin romper el contacto visual saturado de amargura, se dispuso a volver con Taehyung, no sin antes plantar su última semilla.

—Y un detalle curioso, así como ves a Taehyung... —murmuró, haciendo énfasis en el sobrenombre mientras abandonaba su incómodo banco—. Me ha dejado con las piernas temblando y cojeando por días, yo creo que si quisiera solo obtener sexo de mí, ya me habría botado —Le guiñó el ojo derecho y levantó dos dedos en símbolo de amor y paz—: No te quito más el tiempo, llegando a casa me espera una linda noche de arrumacos y besos en la frente, bonita tarde.

Noah no demostró el coraje y disgusto que le invadió, por puro orgullo. Solo gruñó bajito y detestó en sus adentros al joven de ojos verdes.

Y afuera del restaurante, Jungkook fue recibido con un brazo alrededor de su cintura y un choque de labios intenso. No tuvo que dar explicaciones acerca de la sudadera inexistente.

[........]

Jungkook celoso 😍

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