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Capítulo 35

Taehyung no era un aprovechado, pero usó la buena amistad que tenía con el guardia del club, para entrar sin formarse en la enorme hilera de personas que esperaba poder ingresar.

Eran las once de la noche y aunque quedó de ver a Jungkook afuera del bar, decidió visitar el local y a sus amigos también; llevaba varias semanas sin estar ahí, y para ser honesto, por varios días creyó que nunca más volvería a asistir.

Se sentó en un banco cerca de la barra, justo en la esquina y tamborileó los dedos en la madera barnizada mientras veía a Jungkook trabajar como loco.

NamJoon no estaba en el área de servicio, supuso que seguramente estaría encargándose de la música, mientras SeokJin lavaba a velocidad de la luz los vasos y tarros sucios. Ya no tenían donde servir más bebidas.

Esperó con tranquilidad a que Jungkook notara su presencia, escaneando sus movimientos. Sin querer, se encontró sonriendo como un imbécil, maravillado con la destreza que su compañero desarrolló al atender cada uno de los pedidos.

Se pasó los dedos por la barbilla, jugando con su vello facial apenas notable, sin borrar esa especie de sonrisa presuntuosa de su rostro.

Fue ahí, cuando el menor sintió una mirada insistente que lo hizo voltear a la orilla del mostrador, encontrándose con aquel chico que le observaba desafiante.

Realizó un gesto para no sonreír embelesado, su abdomen se contrajo por las características y ya no tan impertinentes, mariposas. A las malvadas se les ocurrió la brillante idea de revolotear en cuanto notaron la presencia de aquel individuo.

Normal, ellas sabían quién era el único podía avivarlas.

Jungkook no contó los segundos que le llevó transportarse hasta Taehyung, secándose las manos con su delantal, antes de colocarlas en la barra, echando su pecho hacia adelante. El castaño le miró con los párpados caídos y tuvo la osadía de aventar con el dedo índice, el rizo revoltoso que se escapó de su bandana.

La cercanía era interesante pero apropiada.

—Buenas noches, ¿en qué puedo ayudarle? —Tomó el papel del bartender educado.

—Tú podrías ayudarme en gran cantidad de cosas —Y Taehyung prefirió actuar como el cliente seductor—. Por el momento, me gustaría una cerveza, estoy esperando a alguien.

—¿Ah sí? —cuestionó, sin evitar alzar las cejas en falso asombro—. ¿Reunión de negocios?

—Algo así —dijo al erguir su espalda—. Tengo unos asuntos privados y muy personales que atender.

Jungkook hizo un esfuerzo por no salirse de su tonto personaje.

—No me gustaría estar en los pantalones de la persona con la que se va a encontrar, parece que tiene deudas que saldar —bromeó, olvidando por un rato que seguía en horario de trabajo.

—Las tengo, espero venga preparado porque no sabe lo que le espera —Se cruzó de brazos, viéndole expectante—. La noche es larga y los temas importantes son muchos.

—Me imagino —mencionó, mordiéndose con lentitud el labio inferior—. Ojalá su espera sea amena.

La temperatura aumentó.

Taehyung se removió sobre el banco y con descaro, palmeó sus propios muslos sin sacarle los ojos de encima. Jungkook entendió el propósito de la acción, ahora solo quería saltar la barra y acomodarse en su asiento favorito, frente a frente, con las piernas colgando a sus costados.

Quería mecerse sobre su regazo, besarle la boca y brincar sobre él como si su vida dependiese de ello...

—¡Jeon! ¡Dos de whiskey!

Bien, Jungkook necesitaba salir de su trance y NamJoon se había encargado de pincharle la burbuja erótica.

—¡Voy! —gritó de vuelta, dándole un breve vistazo a su compañero que apenas había vuelto y regresó de inmediato su atención a Taehyung—. Ya le traigo su cerveza, señor.

El implicado también abandonó sus sucios pensamientos.

—No me llames señor, me haces sentir viejo, cariño —Tomando las riendas de su dote actoral, quiso seguir jugando con la cordura del rizado—. Anexa un shot de lo que sea que tu prefieras, por favor.

Entonces, el ojiazul le lanzó un guiño, rompiendo la unión en sus miradas al girar su cuello para enfrascarse en el espléndido ambiente. Jungkook colocó los ojos en blanco, riendo inquieto y agarró los dos vasos limpios que SeokJin le facilitó.

La pareja del bar yacía imparable, ambos saludaron al castaño con una seña y con ese mismo método, le pidieron que esperara unos minutos en lo que terminaban sus actividades.

Taehyung no tuvo inconvenientes, siguió visualizando a la gente borracha y sobria, a los que bebían sin límites desde una botella y a los que lo hacían por medio de su vaso, a quienes bailaban y a los que cantaban a todo pulmón.

—Disculpa, ¿estás usando ese banco?

Una voz masculina le llamó y Taehyung arrugó el entrecejo casi al instante. Eran un par de jóvenes muchachos, se veían unos años menor a él, cuando menos debían tener la mayoría de edad para estar ahí dentro.

—¿Qué banco?

—Este de aquí —Uno de ellos señaló el mueble individual vacío a su lado.

El muchacho tenía el cabello platinado y su acompañante lucía unos destellos morados que se intensificaban con las luces del establecimiento.

Por su lado, él estaba ensimismado en su análisis por el entorno y nunca notó que el chico que estaba sentado a su costado, se marchó.

—No, no lo estoy usando —respondió, tratando de sonar cortés.

—¡Gracias! —canturreó alegre, antes de plantar su trasero en el banco—. Estaba por morir, he bailado toda la noche y necesitaba un descanso.

—Ya veo.

—¡Si! Es mi primera vez aquí, he oído hablar tanto de este sitio y ahora que por fin cumplí los dieciocho, lo primero que hice fue venir —explicó con energía, abanicándose el rostro con la mano—. ¿Tú vienes seguido?

Lo que menos quería Taehyung era conversar esa madrugada, pero tampoco planeaba ser grosero con el jovencito emocionado.

—No mucho, solo de vez en cuando —anunció, torciendo la boca—. ¿Entonces nunca habían venido?

—Yo no, pero él si —farfulló, presentando a su amigo—. Vino a una noche temática, espectacular.

—Fantástico.

—Además, me dijo que los Bengalas siempre son garantía de un buen show —El tono que usó fue de admiración pura—. Son lindísimos, no parecen reales.

El ojiazul no se opuso a tal oración.

—Así es, parecen tallados a mano —murmuró, haciendo la referencia en general.

—¡Exactamente! Lástima que no se pueden relacionar con los clientes —chilló frustrado, con un mohín marcado.

—¿Qué quieres decir con eso? —Taehyung pronosticó a dónde se dirigía la conversación.

—Mi amigo me dijo que nadie podía invitarlos a salir, ellos no tienen permiso de liarse con nosotros los consumidores —Desanimado, miró a su acompañante—. ¿No es así?

—En efecto —masculló el aludido con seriedad, recargando su codo sobre el hombro del individuo parlachín—. A menos que seas su mejor postor en las subastas y tampoco es algo romántico, las reglas son claras.

Tal vez, Taehyung no se iba a aburrir en lo que esperaba por su cerveza.

—He oído algo de eso —espetó y señaló a los tres empleados—. ¿Quién de ellos es su tipo?

—NamJoon —No hubo necesidad de volver a preguntar, el que estaba de pie fue el primero en confesarse—. Es divino, pero es prohibido.

—¿Lo es? —Reprimió su risa traicionera—. ¿Por qué lo dices?

El involucrado suspiró abatido, apuntando con su cabeza discretamente a SeokJin.

—Sale con ese guapote de ahí —bufó—. Ellos son novios.

—Oh, eso es triste —Fingió como todo buen intérprete del medio artístico—. ¿Y a ti? ¿También te gusta lo indebido?

La interrogante fue para el chico que estaba sentado y la respuesta que consiguió, de algún modo, ya se la esperaba:

—A mi me gusta Jungkook —replicó en un suspiro—. Lo acabo de conocer y creo que ya me enamoré.

Lo supo, el mayor supo que era imposible no escuchar el nombre del ojiverde en alguno de esos dos. Aunque, para ser sincero, está vez no le enojó tanto el atrevimiento, al final no estaban cruzando la raya, solo estaban idolatrando la obvia belleza de los trabajadores.

—Él también es precioso —No se contuvo a seguir el hilo—. Para mí, es el más lindo de los tres.

—¿Verdad? —El de cabello plateado se sintió en confianza—. ¿Qué se sentirá tocar su cabello? ¿A qué olerá?

La mueca de Taehyung fue extraña, estaba combatiéndose en un duelo por no demostrar el gesto socarrón que quería dibujarse en su cara.

—Debe ser un aroma exquisito y su cabello quizá sea como tener algodón entre los dedos, se ve suave —habló, con la verdad escondida—. Increíble.

—¡Me imagino! —exclamó, ruborizado—. Es inalcanzable.

—Ciertamente, lo es —respondió y realizó un ademán cuando vio que las esmeraldas se enfocaron en su dirección—. Viene hacia acá.

—¡Carajo!

Efectivamente, Jungkook se acercaba a ellos, trayendo consigo la cerveza junto al destapador en una mano y un caballito de tequila en la contraria.

Su admirador secreto hiperventiló y Taehyung al fin sonrió con naturalidad.

—Hola de nuevo —remontó, estrellando la botella cerrada en la barra—. Aquí está su cerveza.

—Que amable —contestó, cautivador—. ¿Cuánto es?

—Seis dólares contando el shot —El menor anunció, mientras quitaba el tapón metálico.

El ojiazul sacó su billetera en busca del efectivo pactado, y en el asiento contiguo, el par de amigos miraba la escena con precisión, sintiendo una rara pesadez en la atmósfera.

—Gracias por el buen servicio —Galante, sujetó su cerveza y la levantó delante del bartender—. Salud.

—Salud —siseó Jungkook.

Se miraron fijamente al beberse sus respectivos tragos, Taehyung no se pudo terminar el contenido pero le había bajado una buena cantidad. En cambio, Jungkook se tomó todo el líquido de su vasito, sintiéndolo quemar mientras pasaba a su estómago. Olvidó el limón.

—¿Desea algo más? —inquirió, al recuperar su actitud servicial.

Taehyung desertó, remojándose los labios.

—Estoy bien, gracias.

Pero Jungkook no se movió; optó por elevar solo una de sus comisuras y aprisionó la punta de su lengua con los caninos.

—¿Y mi propina?

—¿Tú qué? —pestañeó veloz.

—Mi propina —recalcó, subiendo y bajando las cejas—. Debería darme propina.

Los ojos de Taehyung se entrecerraron y cuando vio que Jungkook escondió las manos de manera inocente, detrás de su espalda, lo comprendió.

—Oh, claro.

Los dos nuevos asistentes del club, se quedaron absortos al ver que la mano de Taehyung, formó un extraordinario collar con venas marcadas sobre la piel del codiciado bartender.

Peor aún, sus quijadas cayeron cuando el recién conocido, jaló a Jungkook con brutalidad hacia él y le besó fieramente, mezclando su saliva y enredando sus lenguas en una sensual danza. Sus labios se deslizaron con facilidad y un sonidito indecoroso se escapó en medio de aquel ardiente espectáculo.

No duró mucho, solo fue una cata.

Las marcas originadas por el agarre, se hicieron notar tan pronto como el rizado fue soltado. Ambos abrieron los ojos y se observaron, exhalando las bocanadas de aire que quedaron guardadas.

—Me avisa si gusta algo más —aclaró, retrocediendo con su vaso de shot, sin parar de sonreír.

—Gracias.

Taehyung le miró regresar a su puesto y se limpió la parte izquierda de la boca con el dorso de su mano mientras sonreía atiborrado de satisfacción.

Al recordar que tenía a ciertos chicos a un lado, se fijó en sus caras desconcertadas y sorprendidas; el dúo yacía estupefacto, con los ojos abiertos como un plato extendido y la boca desencajada sin creer lo que habían contemplado.

—¿Olvidé mencionar que lo conocía? —farfulló jovial, poniéndose de pie con su botella a medio tomar—. Al parecer tengo buena relación con él.

A continuación, se empinó lo que sobraba de la cerveza y dejó el envase sin una sola gota sobre el área pública. Iría a ver a Jimin, el rubio comúnmente estaba en su oficina, así que no hizo más que rodear a los nuevos y golpeó con suavidad la espalda del que había reconocido tener un gusto por Jungkook.

—Y por cierto, no mentí cuando dije que su cabello olía delicioso —Le murmuró, dándole un apretón amistoso en el brazo—. ¡Nos vemos luego!

Taehyung desapareció, tarareando la canción de fondo y se perdió en el pasillo que ligaba al cubículo de Jimin.

Se veía venir una gran noche.

[...]

A Jungkook se le fue el aire cuando Taehyung le mostró el pequeño presente que tenía para él.

Le tendió la mano para sostener el singular regalo que le había entregado en la sala de su apartamento, al parecer, no pudo esperar a ver su reacción y solo aguantó a cruzar el vano para enseñarle lo que había comprado al salir de su trabajo.

Jungkook repasó con las yemas de sus dedos aquel suave forro de peluche con reflejos brillantes que cubría perfectamente el objeto metálico.

Aquellos dos aros unidos entre sí por una cadena del mismo material, el elemento óptimo para mantener juntas sus muñecas y que lo privaría de la movilidad.

Unas esposas.

Unas esposas con recubrimiento de felpa llamativo en color celeste, que Taehyung compró en una sex shop del centro comercial.

—¿De verdad gastaste en esto? —El menor seguía tanteando la agradable textura.

—Es una inversión —discutió, entornando los ojos—. La chica que me atendió me dijo que tendría muchas horas de diversión.

Jungkook plisó la frente, sonriendo con burla.

—¿Horas de diversión? Vaya manera de vender un producto —dijo, rodando uno de los grilletes en su dedo índice.

—Bueno, es un juguete sexual, tiene sentido.

—Un juguete que nunca he usado.

Taehyung cerró el trecho que existía entre sus torsos y las esposas trastabillaron en la palma de Jungkook.

—¿Quieres que te las ponga? —Le preguntó, porque antes que nada, era necesario saber si deseaba usarlas—. Tú dime.

Jungkook imaginó los diferentes escenarios con dicho juguete, probablemente le gustaría experimentar nuevas sensaciones.

—Sí —Sonrojado hasta las orejas, se mordió los labios al aceptar—. Pónmelas.

Un calor alterno se encendió en Taehyung al escuchar que Jungkook accedió a usarlas, desde que las vio al pasar por la tienda, supo que debía llevárselas. Se las quitó sin consideración y las guardó en el bolsillo trasero de sus vaqueros, el menor suspiró al ser tomado de la cintura con tenacidad y por inercia sostuvo a Taehyung del rostro con ambas manos.

Se besaron con ímpetu, con las emociones brotando de lo más recóndito, dándole acceso a sus lenguas para entrometerse en las cavidades ajenas, explorando el dulce paraíso en la boca de otra persona.

Taehyung sintió la sonrisa de Jungkook, habían comenzado a caminar hacia atrás, con los ojos cerrados y sin despegarse el uno del otro; las manos curiosas de ambos palpaban por encima de la ropa, y sus respiraciones se fueron acelerando de forma crónica.

En su andar a ciegas, chocaron contra varias cosas que se atravesaron en su camino, incluso tiraron un libro al estrellarse con el borde de la estantería.

No cesaron los besos vulgares y obscenos, Jungkook acabó con la espalda pegada a la puerta de su habitación, buscando por puro instinto el picaporte de la misma.

Abrió como pudo, aferrándose al cuello y espalda del mayor, tironeando de su camiseta con exaspero, queriendo deshacerse de ella a como diera lugar.

No le costó sacarla del juego, Taehyung le ayudó a retirarla e hizo lo mismo con la suya, ambos quedaron con el pecho desnudo y con líneas de vello erizado perdiéndose en el inicio de sus pantalones que ya eran terriblemente incómodos.

—Chúpamela —gruñó Taehyung, apretándolo de la quijada.

—Sí.

—Quítate los pantalones y ponte de rodillas, ya.

La orden fue dada y Jungkook obedeció, sacándose con rapidez la prenda de mezclilla y el calzado, quedando solo en unas bonitas bragas de encaje rosa palo. Tomó la posición establecida, recargando su peso sobre las rodillas y alzó la cara, notando que el otro tenía la mirada adherida a sus piernas.

A Taehyung se le antojó clavarle los dientes en los muslos pálidos, marcarlo hasta que los cardenales surgieran, hasta que su tez se tornara violácea y rojiza, quería que los luciera cuando usara uno de sus shorts cortos.

—Pon las manos detrás de tu espalda —Lanzó la siguiente indicación.

Jungkook vio su vida pasar frente a sus ojos por un segundo. Una torrente descarga de adrenalina le carcomió, una emoción diferente se desarrolló en él.

—¿Vas a...?

Su pregunta se quedó a medias, al ver que Taehyung sacó de sus jeans las esposas que había traído consigo y asumió su primoroso destino cuando sonaron al ser abiertas por el pequeño juego de llaves que venía colgando de la cadena.

Con su actitud mandona pero estupidamente acertada, Taehyung se colocó en cuclillas detrás suyo, lo sujetó con fuerza de los antebrazos y le encarceló ambas muñecas con los aros envueltos. El rizado rodó un poco las manos, solo para verificar que no estuvieran tan apretadas y por fortuna, se amoldó perfectamente al metal.

—¿No te lastiman? —Aun así, le preguntó.

—No, están bien así —El entusiasmo en su voz era indudable—. Se sienten... cómodas, están bien.

Taehyung aprobó y luego de besarle la mejilla caliente, se levantó del piso, admirando la obra de arte que permanecía reposando sobre el tapete de la habitación.

—Vas a tomarme con tu boca —escupió imperativo—. Lo harás como sabes hacerlo, porque eres un buen chico, ¿no es así?

—Sí, Tae —Tragó grueso—, lo soy.

—Perfecto, precioso —La sonrisa que bosquejó, fue perversa.

Se paró a un metro del joven que permanecía hincado y pilló como esas dos piezas de jade, apreciaron su entrepierna.

La boca de Jungkook se hizo agua, al ver que el castaño se abrió el cierre del pantalón y solo se bajó lo necesario de su ropa interior para sacarse la polla dura y goteante, ésta pegó contra su abdomen, se veía roja e hinchada, ocupaba aquello que le fue negado por la mañana.

Regresó con él, acariciándose y esparció con su pulgar el presemen que escapó de la hendidura. Siseó ante su propio tacto.

—Abre, rápido.

Jungkook cumplió con la solicitud, la lujuria se había apoderado de su racionalidad, todo lo estaba haciendo guiado por el deseo. Sacó la lengua y esperó con la poca paciencia que tenía, a que Taehyung le entregara lo que merecía.

—Eres un ambicioso —bramó—. Te estás muriendo por tragarla.

No obtuvo contestación, solo un asentimiento leve de cabeza.

—Al carajo, si eso quieres, eso tendrás.

Taehyung no tuvo compasión cuando le invadió de filo la boca. Le metió la polla hasta la mitad, sin titubeos, sin mayor alboroto. El mentón de Jungkook chocó con la tela del pantalón abierto, rozó con su piel y gimoteó complacido al tener unos dedos encajados en su cabeza, afianzándose a sus tirabuzones enredados.

El mayor sintió el calor abrazarle, la humedad rodear su pesada longitud, estaba pisando tierras sagradas y su perdición estaba de rodillas, tomándolo sin rechistar.

Jungkook luchó contra la arcada que le asaltó y pronto ahuecó las mejillas, cerrando los ojos cuando Taehyung salió por completo y se volvió a empujar en él, violentando sus delicados y hinchados labios. Emitió un gemido agudo que se disipó en vibraciones sobre el pene que entraba y salía de su cavidad con frecuencia, era sucio y feroz, su mente estaba dando vueltas y se sintió mareado.

Su erección dolía como los mil demonios y no podía atenderla, la delgada tela de su ropa interior lo estaba ahogando, olvidó que tenía las manos atrancadas y tiró hacia adelante, en busca de liberarse. Todo eso solo lo hacía más excitante, pues Taehyung lo estaba usando para su placer y eso le ponía en formas alucinantes.

Al principio las estocadas fueron lentas y poco profundas, aguardando a que se adaptara un poco a la situación antes de ser sometido sin piedad alguna.

—¿Esto querías, no? —refunfuñó en un jadeo, impulsándose con frenesí—. Estás tan duro, te calienta tenerla en tu boca.

El efecto que tenía sobre Jungkook, solo con su forma tan obscena de hablar, no era normal. Las lágrimas se desprendían por sí solas, bajaban por su cara teñida de rojo, su nariz se encontraba repetidamente con la pelvis de Taehyung y su barbilla tenía saliva derramándose indecentemente.

Gemía, claro que lo hacía, con cada penetración reafirmaba que dar sexo oral era una de sus actividades favoritas y mejor aún si su melena marrón era jalada casi con crueldad.

La velocidad era precisa, ahogándose con el miembro erecto que lo invadía poderosamente hasta la garganta, su lengua encargándose de repasar las venas que sobresalían. Chupó, lamió y tragó cada centímetro de esa polla que lo tenía sollozando.

Extasiado, Taehyung echó su cabeza hacia atrás, veía estrellas, estaba en la gloria por el maravilloso placer que le propinó el estar sumergido entre esos labios malogrados.

—Joder —gimoteó, sin detener su balanceo de caderas—. Abre los putos ojos Jungkook, quiero que me mires.

El mencionado lagrimeó y con su visión borrosa, anheló focalizar a su verdugo. Yacía inmerso en un mar de deliciosas sensaciones, con las piernas un poco abiertas para mantener el equilibrio, tan hundido, su pene ya estaba arrojando el líquido preseminal sin siquiera haberse tocado, sus bragas estorbaban y su pecho se mostraba del mismo tono que su cuello y rostro.

Parecía que iba a estallar.

—Eso es, que obediente, buen chico —Intentó sonreír pero le fue imposible.

Acorde a su propósito, hizo contacto visual con el chico que le estaba comiendo la polla, era formidable como lograba controlar los espasmos que le ocasionaba al rozar el glande con su campanilla, Jungkook era un experto en eso y lo tenía a su merced.

Con las manos atadas, la cabellera revuelta, los lloriqueos enmudecidos y los labios rotos. Lo miró, lo acechó y lo contempló, le embistió con brutalidad, sus nudillos se pusieron blancos por la fuerza con la que aprisionó sus rizos y lo sintió gemir.

No lo previno, no le avisó, simplemente le atragantó, presionando su cabeza en contra de su entrepierna y Jungkook puso los ojos en blanco cuando tomó hasta la base de su erección.

Taehyung contrajo el estómago y forzadamente, solo la punta permaneció adentro de aquel espacio que lo succionaba con maestría.

Eyaculó, reviviendo en un gemido gutural y derramando toda su esencia en el angelical ojiverde que gustoso se encargó de tragar el semen que barboteó en abrumadoras tiras, con el cuerpo tembloroso y las rodillas doloridas.

Se dejó ir, mientras Jungkook tomaba aire por la nariz y movía su cabeza tranquilamente de arriba hacia abajo, chupando con calma para alargar el orgasmo del contrario.

—Maldición, eres tan bueno —halagó cuando se fue recuperando, y liberó la mata de rulos, alejándose con una zancada trémula.

Jungkook tosió al sentir el vacío, su mentón estaba atestado del líquido bucal que desbordó junto a los restos de la corrida que lo subyugó, sus cachetes se veían húmedos y tuvo que sentarse sobre sus tobillos para no desfallecer por la reciente actividad.

—Superaste... superaste mis expectativas... —habló con la voz dañada y su garganta dolió al pronunciar—: Eso fue increíble.

—Hiciste un excelente trabajo —expuso, limpiando el sudor de su frente.

—Me duelen las rodillas —susurró, mirando a Taehyung aproximarse.

—Que lástima —masculló, antes de volver a sostenerlo del cabello—. Porque ahora voy a comerte y te voy a follar, ¿podrás aguantar eso?

Y el más joven no lo pensó ni una milésima de segundo. Su cara se iluminó y su calentura aumentó.

—Hazlo, por favor, lo necesito —rogó con impaciencia, relamiendo su labio superior—. Por favor, Taehyung...

Eso dejó complacido a su depredador, así bondadosamente, le ayudó a ponerse de pie, alzándolo del piso y lo llevó a la cama, haciendo que se colocara en su anterior posición, cerca de la orilla.

Le separó los muslos, incitando a que sus rodillas trabajaran como anclas nuevamente, y con cuidado, le empujó de los hombros hacia adelante, sosteniéndole con fuerza por el abdomen para evitar que cayera de bruces contra el colchón.

Al no tener habilitadas sus manos, Taehyung fue considerado al dejarlo con el culo al aire y con una mejilla descansando sobre la almohada más suave que había ahí. Jungkook arqueó la espalda para mantener su postura, se sentía tan expuesto, no le importó nada más que entregarse.

Cerró los ojos al sentir el roce sobre su piel al bajarle la hermosa braga que portaba, estaba húmeda por la parte delantera y se enrolló al recorrer sus muslos. Un gimoteo delicado fue emitido, su polla dejó de sentir la opresión y se estremeció cuando aquella pieza de encaje descansó en la parte baja de sus muslos.

Taehyung no se la quitó por completo, solo se la retiró lo suficiente para darse acceso.

Sus piernas temblaron y su labio inferior se hizo preso de sus dientes; el ojiazul hizo aquello de escupir entre sus nalgas, tomando ambas y apartándolas entre sí. Dejó a la vista su pequeño y necesitado agujero.

—El lubricante —farfulló, sin dejar de amasarle el trasero.

—En el buró.

Jungkook aprovechó la ausencia de Taehyung para respirar, escuchó su cajón ser abierto y cerrado segundos después, a sabiendas de que el otro había encontrado lo que buscaba, pues siempre lo guardaba ahí para tenerlo a la mano.

—No necesitaremos esto, ¿o sí? —inquirió, aventándole un preservativo que aterrizó justo enfrente de su nariz.

—No... yo te quiero sentir así —informó, meneando el culo al reacomodarse.

Cualquiera que estuviera en esa posición, ya se habría caído sobre su estómago por el cansancio, pero Jungkook ni siquiera se esforzaba por mantener el trasero levantado, estaba excitado a tope y eso hacía todo mucho más fácil para ambos, estaba concentrado en disfrutar.

Nuevamente, sus mejillas traseras fueron atrapadas y separadas, de una forma casi desgarradora que le provocó soltar un gritito y entreabrir la boca. Gimió con potencia al sentir un lametón, la lengua de Taehyung rodeó su entrada, encajando suavemente los dientes en sus bordes y raspando el pliegue con su vello facial.

—Por favor... —pidió, con su voz pendiendo de la cuerda floja.

Trató de sujetarlo por la cabellera, intentó alcanzar las hebras a pesar de tener las manos juntas. Y cuando estuvo a punto de tomarlo, su muslo derecho fue estrellado, dejándole la quemazón de una sólida palmada en su tez lechosa. Desistió, permitiendo que jugara cuanto quisiera con su orificio estrecho, tanteando y derramando saliva por fuera, Taehyung estaba entretenido en acabar con la tolerancia de su compañero.

Así, azotó otra vez su palma, pero en la pierna contraria, haciéndolo gruñir y después jadear.

Justo cuando le estampó esa zona por tercera vez, dejando una mancha colorada con la silueta de sus dedos, insertó de lleno su lengua en el agujero de Jungkook, robándole la voluntad que tenía por permanecer bajo el margen de lo silencioso.

—¡Ah, jódeme! —sollozó con la intromisión, arqueando todavía más su espalda y separando las piernas lo más que su ropa interior a medio bajar le permitió.

Taehyung atendió la súplica, abriendo la boca y penetrándolo con la lengua mojada, devorándole el culo con hambre e hincando las yemas en sus nalgas; se dedicaría a darle un orgasmo digno, se merecía todo el placer del universo y él sería el encargado de brindárselo.

Hoy... y tal vez siempre.

—¡Tae! —chilló en un volumen elevado, aferrado a tomar el flequillo de quien le estaba comiendo así de bien—. Más, joder, m-más...

No parecía querer detenerse, Jungkook tenía los ojos llorosos y sus pomposos labios eran vilmente apresados por sus colmillos, sin duda sus vecinos se quejarían por la mañana, a causa de los ruidos de dudosa procedencia.

Poco le importaba eso a Taehyung, pues lo único que quería era escucharlo gemir su nombre, que invocara al mismo lucifer para encontrar el alivio, que llorara como siempre lo hacía cada que lo follaba y que se convenciera de que solo él era capaz de encender esa pasión desenfrenada.

El tirón en la entrepierna de Jungkook fue inevitable, su saliva ya empapaba la funda de su cojín, anteriormente Taehyung ya le había entregado el delirio en un beso negro, pero en esta ocasión, todo estaba siendo más sórdido y grotesco.

Podía escuchar los sonidos lascivos, estaba flotando en otra galaxia y lo único que lo mantenía con vida era los apretones que recibía en distintas áreas de su cuerpo. Su glande escurría, no iba a aguantar más si el ojiazul no se detenía, quería que lo embistiera, que lo partiera en dos de ser posible y así lo recordaría a cada paso que diera.

Taehyung se apartó un momento, limpiándose la boca con el antebrazo y tomó el lubricante para verterlo en tres de sus dedos. Jungkook se apretó a su alrededor cuando le coló uno solo, pues eso fue suficiente para que gimiera impúdicamente, para que calmara un poco toda esa exigencia que su ser demandaba saciar.

—Sí, j-justo así... —Tartamudeó—. O-otro, vamos...

—Es que no puedo contigo, solamente mi polla te puede mantener contento —recriminó y le metió de golpe un dedo más.

Ahora tenía dos incrustados hasta los nudillos en el orificio del menor, los sacaba y los metía, los retorcía para abrirlo lo mejor posible, en busca de que pudiese recibir su segunda erección de la madrugada.

Jungkook era un caos de gemidos, un desastre en toda la extensión de la palabra, quería zafarse de las esposas, quería tocarse y correrse, no iba a aguantar más.

—¿Escuchaste hablar alguna vez del sexo de reconciliación? —instruyó el mayor, añadiendo el tercer y ultimo dedo a su interior—. De esto se trata.

—¡Ah! Ya no puedo, y-ya no... —lloriqueó.

Los rizos de Jungkook estaban mojados por el sudor, se pegaban a su frente y ya le costaba trabajo respirar, se sentía extremadamente abierto, sus piernas se convertirían en sus enemigas si no lograba mantenerse firme, no quería decaer, estaba poniendo todo de su parte para no errar ante sus ganas de ser llenado.

Su polla se sacudió, su próstata fue rozada por la punta del dedo corazón, haciéndolo entrar en un bucle del que ya no logró salir; sus tripas se removieron, su corazón latió rigorosamente y sus ojos se apretaron a punto de alcanzar el apogeo.

Y la mejor parte, fue cuando los dígitos que tenía abusando de él, fueron reemplazados con tosquedad por lo que tanto había esperado. La dura polla del castaño por fin se abrió paso en sus entrañas con ayuda del lubricante, se enterró hasta el fondo y ambos gimieron de forma inmoral por el placer mutuo.

Jungkook se corrió con la primera estocada, no soportó un segundo más y se vino con coraje, titubeando el nombre del ojiazul. El pecho se le llenó de semen, y ahí, su cadera fue sujetada con aspereza, balanceándose hacia adelante gracias a que las embestidas dominantes no cesaron. Al contrario de ello, incrementaron su presteza, martillándole hasta el fondo.

Obviamente, Taehyung notó que su ex colega estaba cabalgando en la cima, pues su postura se aflojó y casi se desplomó debilitado encima de sus sábanas. Sin embargo, él fue más rápido al sujetarlo para que no desistiera y pudiese recuperarse pronto.

La tela rugosa de sus pantalones chocaba contra los muslos separados, no le dio tiempo de terminar de desvestirse y se lo folló así, con la hebilla de su cinturón chocando repentinamente sobre su epidermis, estrellando sus bolas en el apetitoso trasero y sumergiéndose totalmente en su ya profanado orificio.

—¡Ah, sí, joder! —jadeó el rizado, meciéndose sin control al ritmo de las estocadas—. Al fin...

—Tan impaciente, disponible para ser... para ser jodido a mi gusto —balbuceó, embistiéndolo con agresividad—. Todo para mí.

—Para ti, ¡oh!

Jungkook ya se había ganado un lugar en el infierno por todos los pecados que estaba cometiendo.

Y Taehyung sería su acompañante.

—Toda esa mierda que dije, olvídala —exclamó entre dientes, arremetiendo con rigurosa intensidad en contra de su culo—. Tú eres mío, Jungkook, eres mío... de nadie más.

—¿Ahora sí quieres exclusi- ¡Mierda! —Claro que Taehyung no permitiría que repitiera la estupidez que dijo hace unos meses, no iba a dejar que se burlara.

Lo penetró al grado de quitarle el habla.

—¿Decías? —graznó, eufórico—. Solo di que eres mío, dilo.

El menor apenas y podía vacilar sílabas, no conseguía producir otro sonido que no fuesen gemidos.

—¡No, mi, ay~! —gimoteó, cuando los rizos en la parte posterior de su cabeza fueron aprensados.

—¿De quién eres? —demandó, sin detener los movimientos bruscos de su cadera.

—¡Tuyo, soy tuyo! —chilló, con la sombra del placer siguiéndolo—. L-lo he sido desde que te vi...

Con la declaración, Taehyung le soltó de los cabellos y le entregó todo lo que tenía.

Fuera de lo físico, le entregó aquella parte que prometió nunca conceder porque aseguraba que nadie la merecía, le dio el poder de destruirlo cuando quisiera y como quisiera, le dio la accesibilidad de ahondar en su vida y de conocer su pasado, de formar parte de su presente y quién sabe si de su futuro.

Taehyung le dio la llave de su corazón.

Sin saber que Jungkook la iba a atesorar como el regalo más hermoso del mundo entero.

—Lo eres —El castaño rugió, atravesándolo y abusando de su punto débil con frecuencia.

Le tomó con energía, le folló con las pupilas dilatadas, con las uñas incrustadas en su cintura, le incitó hasta las lágrimas por la sobreestimulación, y cuando todo eso fue demasiado, detonó en su interior, llenándole de su corrida hasta que desbordó por su abertura.

Jungkook se sacudió, dichosamente había eyaculado él también por segunda ocasión, sin saber cómo lo había logrado sin frotarse, estaba asombrado por aquella hazaña, nunca se había sentido así usado, abochornado y arruinado.

Taehyung salió de él y en ese momento, cayó sobre el lecho manchado de su esencia, aspirando profundamente porque creía que iba a morir si no se tomaba el tiempo de regular su pulso. Gimió tenue al sentir el semen de su amante saliendo de su agujero, sus bragas habían dejado una marca lineal en sus piernas, pues le cortaron la circulación por ratos y él ni siquiera lo notó.

Con la poca fuerza que le restaba, Taehyung se encargó de abrir las esposas, soltando finalmente las muñecas dañadas del menor. Aunque tenían el forro, su impaciencia hizo que se lastimara ligeramente con el metal.

—Gracias, gracias —aclamó, desvaneciendo los brazos a sus costados—. Guárdalas, me gustaron mucho, podemos usarlas mañana.

La risa jocosa pero breve de Taehyung le taladró las orejas.

—Quiero ver que al menos soportes caminar, después hablaremos de volverte a joder —musitó en un respiro, terminando de sacarse los jeans.

—No me subestimes —Con los ojos cerrados, alcanzó a sentir el hundimiento del colchón a su lado.

—No lo hago, soy realista —canturreó egocéntrico y se recostó.

—Realista y aburrido —Aún estaba boca abajo y no haría ni el más mínimo intento por moverse—. Necesito un masaje.

—Vamos a ducharnos, a cambiar las sábanas y a dormir un rato —dijo Taehyung, sin saber cuando fue que inició a repartir caricias en la espalda desnuda ajena.

Jungkook ronroneó.

—No quiero, estoy muy cansado.

—No recuerdo haberte preguntado —avisó, aterrizando una ultima vez su mano sobre la nalga izquierda de Jungkook—. Iré a preparar el baño, ya regreso.

—Deja mi culo en paz —jadeó—. Ve, me avisas.

Taehyung se incorporó, tallándose el rostro para ajustar sus sentidos y se tomó un lapso para nivelarse y arrastrarse hasta la puerta de la habitación. Jungkook abrió un solo ojo para mirarle, observó su trasero desnudo y su espalda bronceada antes de escabullirse por la puerta.

Sonrió.

Era todo suyo. 

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