LXV
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880— 𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Se cubrió el rostro con suma frustración para no mostrarse así delante de Frizzy, pero el lenguaje de su cuerpo la seguía delatando. Quería recomponerse en un segundo, lamentablemente eso era imposible. Aquellas semanas habían sido las más horribles, tristes y dolorosas en el mundo, y el periodo de tiempo que ahora estaba viviendo hacía de todo peor.
Intentó respirar, y a la hora del exhalar un suspiro parecido a un sollozo salió de su garganta, haciendo que se enoje incluso más con ella misma.
Ya eran dos personas a las que les había contado todo, y talvez a Frizzy le había contado más cosas porque en la oficina del príncipe se enteró de un par de cosas que antes no sabía, como que eso de esconder todo documento, lo habían hecho también con su madre. De la próxima demanda, y protección a personas cercanas del pueblo.
Lauren era muy joven aun, ser mayor de edad no implicaba que ya sea una persona adulta propiamente, Frizzy igual. Como alguien de su edad podía haber pasado por algo así y haberlo ocultado por más de diez largos años.
Era una niña, no se lo merecía, ningún niño en el mundo, en cualquier siglo que se haya vivido se lo podría merecer ¿Por qué le pasó a ella? Merecía justicia, tenía que tenerla. Pero siempre había sido más fácil huir del pasado que enfrentarlo.
Huir da protección a pesar del miedo, enfrentarlo es ponerse en frente de la maldad misma, de un trauma y del dolor. Y era difícil, claro que sí, porque al fin y al cabo, era solo una muchacha.
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Lauren hizo un esfuerzo por regular su respiración para que nada parecido a un sollozo salga de su cuerpo, estaba frustrada, enojada con ella misma. Sentía que todo era más de lo que podía soportar
Entonces Frizzy decidió hablar, después de haber tomado las suficientes fuerzas para hacerlo, ya que lo que le habían contado la dejó completamente muda durante un buen tiempo.
—No está mal que llores—dijo la morena en una voz muy baja—Yo también estoy llorando, y bueno, no pasa nada. Todos lloramos, es humano— hablo con una voz un poco más temblorosa.—Puedes quitar las manos de tu rostro si quieres. — intentó asomar su cabeza por varios lados a ver si encontraba la mirada de Lauren a través de los dedos de la misma
Lauren negó levemente sin intenciones de ser descortés. Frizzy decidió entender aquello, prefiriendo que ambas puedan calmarse y así Lauren pueda bajar un poco la guardia en aquel muro que siempre ponía al rededor de ella, que no dejaba a nadie pasar, al menos no cuando las cosas estaban tan sensibles en esos momentos.
—Expresar como nos sentimos, no debe ser algo que te de frustración— siguió explicando Frizzy— Sé que tú en general, eres alguien difícil de entender, y que estás semanas han sido muy duras para ti, y que seguro sientes que ya has llorado mucho. Pero no está mal, porque cuando algo duele, pues lloramos. Lo que te ha pasado no es nada que pueda ser pasado como una anécdota o algo así, y ahora que todo ha explotado y esta a punto de hacerlo peor, es imposible que sigas siendo una roca.—explicó comprensivamente—Vamos, han sido 10 años, probablemente los peores de tu vida donde te has tenido que aguantar todo, y no llorar por no darle el gusto a esas viejas apestosas horrorosas. Pero si las cosas que están pasando, en realidad no son casualidad y tal vez voluntad divina, solo déjalo salir.
Hubo silencio varios segundos, Lauren no quitó las manos de su rostro aún.
—Es que me siento tan mal—confesó de repente. Sintiendo que Frizzy empezó a acariciar su espalda de forma consoladora durante poco tiempo para no molestar a Lauren con el contacto.— Odio tener que sentirme así, tener que llorar, me frustra. Las proyecciones de mi infancia, me hacen sentir que ya lloré tanto y tanto, que no quiero, no quiero hacerlo más. Sé que por llorar no soy débil, pero mostrar mi dolor a otros me hace sentir vulnerable, egoísta.
—No, no lo eres.—dijo Frizzy con bastante pena
Hubo silencio otra vez.
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— La verdad, no tengo idea de como servir de consuelo.—confesó la morena con un suspiro triste— Pero sabes, mi mamá dice que lo mejor para aliviar penas y dolores de corazón, es contar las cosas bonitas que han pasado en nuestras vidas. Así que, en este día tan estresante y tan feo de asimilar, porque mejor cambiamos de planes totalmente y en vez de quedarnos tan tristes, me cuentas y tu misma recuerdas las cosas bonitas de tu vida. Así puedes canalizar tu pena y dejándola salir de una manera inversa e inusual que me acabo de inventar, pero puede funcionar. Claro, solo si quieres hacerlo.—brindó una sonrisa
Poco a poco y ante los ruegos internos de la morena que empezaron a dar fruto, la muchacha quitó las manos de su rostro estirando sus ojos para abajo en el camino con aún bastante frustración obviamente.
Las manos de Lauren siempre estaban heladas, y era obvio también que andaban algo temblorosas por todo. A pesar de eso, tomó un respiro y sacudió ambas manos haciendo que un gran coro de los huesos de sus dedos suenen en sincronía. Causándole un pequeño estremecimiento a su compañera de habitación.
Una vez más un corto silencio de anticipación se hizo presente. Y algo en la apagada, deprimida y dolida de Lauren cambio al menos un poco.
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—De pequeña, mi padre intentó enseñarme a tocar el violín, porque él sabía hacerlo, ya que en su vida en Londres en algunas fiestas de las tabernas, y sus alegres músicas el iba a tocar con sus amigos.—dijo la muchacha, mirando las manos en su regazo para recordar las cosas. Mientras Frizzy era quien ahora la escuchaba con interés—y me enseñó bien, solo que mis dotes musicales a los 7 años no eran tan buenos. Así que él pretendía que mis piezas inventadas eran lo mejor que había oído en su vida, cuando probablemente le estaba rompiendo los tímpanos.
Frizzy tuvo una suave risa.— Tu papá era un hombre muy dulce—sonrió.
—Buen actor también—agregó Lauren, haciendo que Frizzy ría de nuevo—Él también me enseñó a bailar, lo pisé innumerables veces, y todas me dijo que no pasaba nada, que no dolía. Una vez también le desarmé un reloj porque como lo veía trabajar en eso, quería saber cómo funcionaba, juraba que estaría molesto conmigo y me disculpé, pero riéndose el me dijo que no pasaba nada, que podíamos rearmarlo juntos, pronto olvidé como se hacía, pero entendí como funcionan los relojes por dentro.
Frizzy quedó hipnotizada imaginándose lo que le contaban.
Sinceramente el ambiente a pesar de estar acompañado de una nostalgia y pena, estaba mucho mejor que antes.
—¿Y tu mamá? ¿Cómo era?—preguntó
Lauren miró al techo un segundo, algo sensible.
— Trabajaba tejiendo suéteres y ropa de lana, así que cuando sus amigas pedían suéteres para sus hijas de mi edad, yo era su modelo. Me quedaba parada horas con los brazos extendidos a los costados para que me tome medidas. También me tejía cosas, y quiso enseñarme, solo que aún era pequeña y quería esperar a que crezca. Estaba "harta"—hizo comillas con los dedos para recalcar el sarcasmo en la última palabra— de las bromas de mi papá que le gustaba asustarla cuando estaba desprevenida.
Frizzy asintió con una sonrisa que no se borraba.
—¿Qué es lo más gracioso que te acuerdas cuando estabas con ellos?
Lauren pensó unos segundos.
—Una vez, la vecina de la casa de al lado se fue de viaje, y nos pidió que por favor cuidaramos a su gato durante las dos semanas de su ausencia. Mi mamá accedió porque adoraba a los gatos. El gato se llamaba Knightley, era de raza persa y ya estaba viejito, por lo cual era muy arisco. Pero se encariñó con mi mamá y conmigo, a quien sí lo odiaba sin razón era a mi papá, donde sea que lo viera, quería arañarlo. Y mi papá siempre quería ganarse su cariño, pero todo resultaba en arañazos incluso le hablaba, directamente preguntándole al gato por que no lo quería y que él sí lo hacía—mencionó con un leve suspiro—tal vez ahora que lo digo no tiene ni chiste. Pero a los 10 años me daba mucha gracia ver a mi papá tratando de ganarse el cariño de un gato.
—No me imagino a tu papá diciéndole a un gato "Quiéreme por favor"—se carcajeo Frizzy durante un tiempo.
Frizzy se calmó y pensó en su siguiente pregunta.
—Y, cuando ya estabas aquí ¿Cómo era el señor Vladimir Gees?
—Siempre fue bueno conmigo, como un abuelo, o un papá. Su sabiduría me sirvió de consuelo durante mucho a pesar de que nunca supo nada. Me gustaba escuchar todas sus aventuras de joven, la historias de su vida, de su esposa. Cuando adolescente yo, ambos teníamos competencias de quien se sabía más palabras y su significado según el Gran Diccionario. Nunca gané—confesó negando con una pizca de gracia.
Hubo una pausa.
—Tenía un asistente—dijo Lauren nuevamente—Gerard Minsky, tal vez lo has visto.
Frizzy pensó unos segundos—¿Es un señor algo mayor? ¿Bajito, gordinflón y con unos bigotes que parecen de señor Italiano?
Lauren asintió
—Sí, sí lo he visto, se me hacía toda una ternura la verdad—dijo Frizzy con una sonrisa, lista para escuchar a Lauren, mientras se acomodaba mejor en la cama tiernamente.
—El también es una gran persona, quien se queda con la biblioteca desde ahora, y sinceramente no hay nadie mejor que él. Es muy alegre, y es capaz de irradiar esa alegría con cualquiera. Le gustan mucho las rosquillas de la panadería—dijo— Siempre hacía una especie de baile de la felicidad cuando comía una.
—Los dos eran muy amigos ¿no?— preguntó la morena.
Lauren asintió.
—Aún recuerdo que ese primer día que te vi, Vladimir Gees te regaló tu libro de Moby Dick, debió ser muy emotivo.—dijo Frizzy
—Me había regalado más antes.
—¿Ah sí?
—Sí
— ¿Y dónde están?
—Los quemaron—confesó Lauren, siendo así Frizzy la primera persona a la que se lo contó.
Frizzy se llevó una mano a la boca, porque sentía que tocar el nuevo tema fue su culpa, y porque obviamente entendió quienes habían hecho eso en contra de su compañera.
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—Lo siento, lo siento. Todo estaba bonito y lo arruine, de verdad. Ay, que tonta soy—se disculpó repetidas veces.
Lauren negó suavemente.
—No pasa nada, creo que para este punto, ya no pierdo nada si te lo cuento—hablo con serenidad—Había un muchacho llamado Alex Douglas.—dijo mirando a Frizzy para ver si lo conocía,
La morena negó sin idea alguna.
—Tuve varios incidentes con él, ya que al parecer estaba atraído o enamorado de mi, solo que de una manera en la que era totalmente ofensiva. El día de este incidente, tuve una pelea con él, que se tornó corporal en cierto punto.—dijo, haciendo que Frizzy se asuste un poco—Me defendí, claro, pero en casa eso era considerado atroz, así que quemaron mis libros como castigo.
Frizzy tuvo una expresión de indignación y de disgusto.—Que asco, pero al final ¿Que pasó con él? ¿Volvió a molestar?
—Sus padres estaban hartos de su comportamiento. Lo mandaron a Irlanda, y ya no sé mas.
—Que se quede así y que nunca vuelva por Dios. Me duele creer que vivimos en una sociedad con gente así.—dijo Frizzy con molestia.
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En esos momentos, y lo que hace unos minutos Lauren no quería contarle a Frizzy, sobre su espalda, empezó a querer salir de ella. Ya que, en ese transcurso le había contado más que a cualquiera, y una idea que se veía bloqueada para ella hace tan poco, ahora no parecía tan incoherente después de todo.
—Sabes—dijo Lauren de repente, llamando la atención de la morena que se había estado quejando en voz alta del asco que le daba saber de ese muchacho—Ese día no solo quemaron mis libros, también me—quedándose muda de repente, por lo que solo señalo su espalda varias veces.
Frizzy entendió indignándose incluso más. Y le entraron otra vez unas ganas de llorar.
—Pero—dijo con la voz ahogada, empezando a hacer signos para preguntar con qué.
—La parte de la hebilla de una correa.
Todo se ensombreció de nuevo, lamentablemente. Imaginarse el hecho de que alguien haya vivido ese tipo de tortura, transmitía una sensación horrible por la espina dorsal, y si solo imaginarlo dolía, haberlo vivido, sentido debía ser mil veces peor.
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—No, cuanto lo lamento. Fue mi culpa hablar de esto yo— dijo Frizzy pero se vio interrumpida.
—No fue tu culpa, al final quería contártelo de todas maneras.
Eso ayudó a que las cosas vuelvan a tranquilizarse, pero obviamente se notaba la impotencia y rabia que se tenía con el tema.
Frizzy se levantó de la cama de repente, caminó por la habitación y se detuvo delante de una pared, para luego llamar a Lauren a su costado con señas.
La muchacha algo desorientada por aquel repentino actuar, igual accedió a aquello.
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—Anda golpea la pared, para descargar las malas vibras—dijo Frizzy.
Lauren la miro dudosa, ya que por la hora de la noche podían despertar a alguien.
—Anda, yo también lo voy a hacer, que importa si se enteran al lado.—dijo con gracia.—Necesito golpear algo. Osea siempre no a la violencia pero esta es una pared—bromeó.
Con un suspiro, Lauren accedió. La muchacha a su costado contó hasta tres, y con la mano izquierda, su mano fuerte descargó un golpe en contra de la pared. Y Frizzy lo hizo igual.
La dureza de la pared obviamente dolió, pero paso completamente a un segundo plano debido a que la descarga de las emociones que fueron implicadas en aquel desahogo eran mucho más potentes.
Ambas después sobaron sus nudillos adoloridos, mientras Frizzy no podía evitar pensar que seguro habían despertado a un par de personas con el sonido, causándole algo de gracia.
Pasaron segundos en los que el dolor de sus nudillos logró pasar.
Frizzy aún frotando la zona se dirigió a su amiga.
—¿Te sientes mejor?—pregunto con dulzura y una risa.
—Un poquito
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Tener una amistad con alguien tan noble, y que siempre hayan existido momentos en los que su conexión se hacía más fuerte, hizo que Lauren se sienta mejor, en solo minutos, solo horas.
Todo estaría mejor, tal vez era difícil ahora, pero lo estaría. No estaba sola, ya no.
Frizzy se acercó a darle un cálido abrazo a su querida amiga, dejando de lado que obviamente no sería de lo más cómodo para la misma. Pero para su sorpresa, Lauren la dejó hacerlo, con un gran avance, ya que el usual encoger y tensión de su cuerpo, casi no estaban presentes.
—Vas a estar bien Lauren—Susurró Frizzy con un aliento de esperanza.
Y ante lo que fue un momento milagroso seguramente, o un momento de esos únicos que solo se veían una vez en situaciones sumamente especiales, Lauren subió los brazos, y a penas rozando su tacto los colocó en la espalda de su amiga, siendo aquello lo más cercano a corresponder un toque que en diez años había tenido.
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