
🦋𝟏𝟖🦋
—No olvidemos que Jeno también está en busca de poner fin a todo esto —recordó Yoongi, con un tono más cauteloso—. No podemos subestimarlo. Aunque parece que está en conflicto con su hermano, también es un peligro.
La noche cubría Seúl con su oscura quietud, mientras el coche avanzaba lentamente por las calles desiertas. El sonido del tráfico y el zumbido monótono del motor creaban una sinfonía constante que acompañaba una conversación cargada de urgencia. Dentro del vehículo, el aire estaba lleno de una incertidumbre palpable, y las voces de los ocupantes apenas se escuchaban sobre el murmullo lejano de la ciudad.
Jungkook permaneció en silencio por un rato que se sintió eterno, su mirada fija en la carretera que se extendía ante ellos, iluminada por las luces parpadeantes de los semáforos y los faros. Finalmente, tomó aire profundamente, como si necesitara reunir cada fragmento de valor para confesar lo que lo atormentaba.
—No, no estoy bien —dijo en voz baja, su tono cargado de una vulnerabilidad que rara vez dejaba ver—. Es más difícil de controlar de lo que pensé. Necesito estar en un lugar seguro antes de que... —su voz se quebró, incapaz de terminar la frase, dejando en el aire la gravedad de lo que temía.
Eunwoo asintió, sus manos tensándose sobre el volante, entendiendo sin necesidad de más explicaciones. Aceleró un poco, la preocupación por Jungkook pulsando en cada uno de sus movimientos, decidido a llevarlo a casa lo antes posible.
El coche se deslizaba por las calles, más vacías de lo habitual. Cada vuelta y cada semáforo pasaban en un parpadeo, la ciudad desierta parecía conspirar con la urgencia del momento. El silencio entre ellos era tenso, solo roto por el zumbido del motor y el chirrido ocasional de los neumáticos sobre el pavimento húmedo.
Eunwoo miró a Jungkook a través del retrovisor. La luz intermitente de las farolas iluminaba su rostro, mostrando la palidez de su piel y la firmeza con la que apretaba los labios, como si intentara mantener una compostura que se desvanecía lentamente.
—Vamos a resolver esto, Jungkook —dijo Eunwoo, su tono firme pero lleno de una preocupación sincera, tratando de infundir confianza en la atmósfera cargada de desasosiego.
Jungkook asintió levemente, sus ojos todavía brillaban con un rastro de miedo y una determinación sombría. Sabía que si no bebía sangre pronto, no solo su bienestar estaría en peligro, sino también el de todos aquellos que lo rodeaban. La idea de perder el control lo aterraba.
El coche se detuvo finalmente frente a la casa de Jungkook, el chirrido de los frenos rompiendo el silencio de la noche. Los demás observaban desde el interior del vehículo, sus rostros iluminados por las luces pasajeras, mientras Jungkook salía del coche con un andar tambaleante, cada paso un esfuerzo visible.
Un hombre, que pasaba por allí, al ver a Jungkook, se detuvo alarmado, su expresión reflejando una mezcla de curiosidad y preocupación.
—¿Joven, está todo bien? —preguntó con un tono cargado de genuina preocupación, sus cejas fruncidas mientras observaba a Jungkook.
Jungkook, luchando por mantenerse en pie, se llevó una mano al cuello del hombre. Sus ojos, brillantes con una necesidad feroz, no ocultaban la desesperación que lo consumía, cada latido de su corazón resonando en sus oídos como un tambor.
—Tengo mucha hambre... —murmuró con voz rota, disculpándose por la urgencia de su necesidad—. Lo siento mucho, pero necesito alimentarme.
El hombre, asustado, intentó retroceder, su rostro descompuesto por el miedo, pero Jungkook lo sujetó con una fuerza sorprendente. La tensión aumentaba con cada segundo que pasaba, mientras Eunwoo, Jaemin y Yoongi gritaban desde el coche, intentando detener lo inevitable.
—¡Jungkook, detente! ¡No puedes hacer esto! —gritó Eunwoo, su voz cargada de desesperación, cada palabra una súplica urgente.
Jaemin y Yoongi corrieron hacia ellos, sus rostros pálidos reflejaban el pánico que sentían.
—¡Jungkook, escucha! ¡Tienes que detenerte ahora mismo! —dijo Jaemin, tratando de imponer autoridad, su voz temblaba ligeramente bajo la presión del momento.
—¡Por favor, Jungkook! ¡Déjalo! —suplicó Yoongi, su voz cargada de una angustia profunda que resonaba en el silencio entre sus palabras.
Los intentos desesperados de detener a Jungkook se mezclaban con el aire tenso, pero él, atrapado en su necesidad insaciable, no escuchaba. Sus sentidos estaban completamente enfocados en el hombre frente a él, y su fuerza, alimentada por un hambre desesperada, parecía no tener límites.
El hombre, ahora en un estado de pánico absoluto, trataba de empujar a Jungkook, pero su fuerza era en vano. Los gritos y la confusión aumentaban mientras los otros trataban de separarlos.
Jungkook continuaba inmóvil, sus movimientos convulsivos apenas perceptibles, absorto en su necesidad de sangre. La desesperación lo envolvía, un torbellino de hambre que nublaba su juicio. Aunque sentía culpa, la urgencia de beber era tan intensa que apenas podía pensar en otra cosa.
A medida que el hombre seguía forcejeando y los intentos de Eunwoo, Jaemin y Yoongi de razonar con él se volvían frenéticos, Jungkook se detuvo brevemente. Miró a los vampiros presentes con una mezcla de tristeza y determinación.
—No... No pienso detenerme —dijo con voz temblorosa pero firme—. No puedo detenerme ahora. Necesito esto, necesito... beber hasta la última gota.
El horror en las caras de Eunwoo, Jaemin y Yoongi era palpable mientras escuchaban las palabras de Jungkook. Cada uno de ellos, atrapado en una mezcla de miedo y consternación, contemplaba una realidad que superaba sus peores pesadillas. El ansia de Jungkook, que inicialmente habían interpretado como una simple molestia, ahora se desplegaba con una intensidad que los superaba por completo.
La sangre ya no era solo un elemento físico sino un símbolo de una crisis mucho más profunda y oscura. La desesperación en los ojos de Jungkook, su incapacidad para detenerse, se había convertido en una revelación aterradora. El descubrimiento de que Jungkook no solo no podía detenerse, sino que no tenía intención de hacerlo, había intensificado la gravedad de la situación de una manera que los había dejado paralizados. Todos estaban ahora frente a una crisis que desbordaba cualquier expectativa y desdibujaba las líneas entre lo que habían conocido y lo que aún estaba por descubrir.
—¡Jungkook, para! —gritaba uno de los chicos, su voz quebrada por la mezcla de rabia y miedo.
Jungkook, atrapado en la confusión, miraba a su alrededor sin poder hacer mucho más que observar. Su expresión era una mezcla de horror y culpa, como si estuviera atrapado en una pesadilla que no podía controlar. La sangre en sus labios y el hombre herido a sus pies eran un cruel recordatorio de la realidad que enfrentaba, un reflejo de su propia lucha interna.
—¿¡Jungkook!? —preguntó Jimin, su voz cargada de urgencia y preocupación, resonando en la quietud tensa de la noche.
—¿J-jimin? —respondió Jungkook, el reconocimiento y el alivio mezclándose con el pánico en su voz. Su mirada, vacilante y vulnerable, se encontró con la de Jimin, buscando desesperadamente un ancla en el caos.
El rostro de Jungkook, pálido y angustiado, estaba marcado por venas prominentes bajo los ojos y un tono rojo inconfundible que contrastaba con su habitual apariencia. Sus colmillos, apenas visibles, estaban a la vista, y Jimin no necesitaba más pruebas para confirmar lo que ya temía. La realidad de que Jungkook no era simplemente un humano se hacía innegable ante sus ojos.
El corazón de Jimin latía con fuerza, como si intentara escapar de su pecho. Avanzó hacia el grupo, tratando de hacerse oír sobre el clamor de voces y la tensión que impregnaba el aire. Su presencia pronto atrajo la atención de los chicos, quienes lo miraron con una mezcla de sorpresa y sospecha.
—Jungkook, déjalo —dijo Jimin, su tono suave pero firme, intentando llegar a Jungkook a través del manto de desesperación que lo envolvía.
Pero Jungkook no respondía a sus palabras. Su mirada permanecía perdida, atrapada en un hambre insaciable que lo cegaba a todo lo demás. La desesperación en su rostro era evidente, y cada segundo que pasaba se hacía más claro que las palabras no bastarían.
—¡Jungkook, detente! —gritó Jimin, su voz cargada de frustración y miedo.
Sin pensarlo dos veces, Jimin levantó la mano y le dio a Jungkook una bofetada sonora. El impacto resonó y, por un momento, todo se detuvo. Jungkook parpadeó, sorprendido, llevándose una mano a la mejilla enrojecida. La bofetada parecía haber roto el hechizo de la desesperación, como Jin había hecho también anteriormente.
—¡Despierta! ¡Esto no eres tú! —exclamó Jimin, su voz temblando de emoción.
Jungkook, ahora más consciente, miró a Jimin con ojos llenos de confusión y dolor. La realidad de lo que estaba ocurriendo comenzaba a asentarse, y el horror de sus acciones lo golpeó con fuerza. Miró al hombre herido a sus pies y luego a sus amigos, sintiendo el peso de su propia culpa.
—Jimin... —susurró Jungkook, su voz quebrada por el remordimiento, sus palabras apenas audibles.
Jimin lo miró con firmeza, aunque sus ojos reflejaban una mezcla de compasión y determinación. El resplandor tenue de las farolas iluminaba sus rostros, acentuando la seriedad de la situación. Se acercó más, asegurándose de que Jungkook pudiera ver la seriedad en su mirada.
—Levántate, Jungkook. Vamos a entrar. Tienes muchas cosas que explicarme —ordenó Jimin, su tono autoritario dejando claro que no aceptaría una negativa.
Jungkook asintió débilmente, dejando que Jimin lo guiara hacia la entrada de su casa. Cada paso que daban resonaba en la quietud de la noche, los ecos de sus pisadas amplificando la tensión. Eunwoo, Jaemin y Yoongi se acercaron rápidamente para ayudar al hombre herido, mientras vigilaban atentamente a Jungkook, listos para intervenir si era necesario.
La casa parecía aún más intimidante al estar tan cerca. La fachada oscura y las ventanas vacías daban la impresión de estar observándolos, juzgando cada movimiento. Jimin empujó la puerta, y ambos entraron, dejando atrás el caos de la calle. El interior estaba en penumbra, con solo una tenue luz filtrándose desde una lámpara en la esquina de la sala, proyectando sombras largas y fantasmales en las paredes.
—Siéntate, Jungkook —ordenó Jimin, señalando un sillón cercano. Su voz era firme, sin margen para la duda.
Jungkook se dejó caer en el asiento, su cuerpo temblando ligeramente por la mezcla de emociones y el desgaste físico. El cuero crujió bajo su peso, y el silencio que siguió fue pesado y cargado de expectativas. Jimin se paró frente a él, cruzándose de brazos, su postura firme y decidida, como un juez esperando el veredicto.
—Ahora, habla. ¿Qué demonios está pasando? —demandó Jimin, su voz firme, dejando claro que no iba a aceptar evasivas.
Jungkook, aún temblando, levantó la mirada hacia Jimin, sabiendo que no había escapatoria. Respiró hondo, tratando de encontrar las palabras adecuadas para explicar lo inexplicable. Cada palabra que pronunciaba parecía un esfuerzo hercúleo, una lucha contra la vergüenza y el miedo.
—Lo siento tanto, Jimin... —comenzó Jungkook, su voz aún temblorosa—. Hay tantas cosas que no sabes. Tantas cosas que he tenido que ocultar.
Jimin lo observó atentamente, su expresión dura pero justa, sus ojos brillando con una intensidad que no permitía mentiras.
—No más secretos. Quiero la verdad, toda la verdad.
Jungkook tomó otra respiración profunda, preparándose para revelar todo lo que había mantenido oculto. Sabía que esta conversación sería difícil, pero también entendía que era el primer paso necesario para encontrar una solución.
—Esa... esa necesidad que viste. Es algo que he estado luchando por controlar. Pero esta noche... esta noche fue más fuerte que nunca... ni siquiera entiendo el motivo, pues lo tenía bajo control hasta hace unos días —confesó Jungkook, sus ojos llenos de angustia—. No quería hacer daño, pero el hambre... el hambre era demasiado.
Jimin asintió, su rostro reflejando la comprensión y la empatía que sentía, aunque su postura seguía siendo firme.
—Lo que sea que esté pasando necesito entenderlo.
Jungkook tragó saliva, sabiendo que no había vuelta atrás.
—Soy... un vampiro, Jimin. Y el hambre que siento... es por sangre. Esta noche, no pude controlarlo. No quería que lo descubrieras así, se suponía que debía contarte.
La revelación cayó como una piedra en el agua, creando ondas de shock que recorrieron a Jimin. Pero él no se movió, su determinación inquebrantable. Las sombras en la habitación parecían cobrar vida, moviéndose con una inquietud que reflejaba el estado emocional de ambos. Él ya lo sabía, pero escucharlo de Jungkook era distinto.
—Está bien, Jungkook. Ahora lo sé. Y no vamos a dejar que esto te consuma. Pero vamos a necesitar un plan, y tú vas a guiarme. ¿Entendido? —dijo Jimin, su tono autoritario sin dejar lugar a dudas.
Eunwoo, Jaemin y Yoongi se acercaron con cautela, sus pasos resonando suavemente en la penumbra de la casa. La preocupación en sus rostros era evidente, pero también había una calma medida, un reflejo de la situación controlada afuera. Eunwoo fue el primero en hablar, su voz baja y tranquilizadora.
—Jungkook, Jimin, el hombre está bien. Lo hemos curado lo mejor que pudimos. Eunwoo lo va a llevar a su casa ahora —dijo, sus ojos moviéndose entre Jungkook y Jimin, asegurándose de que ambos entendieran la gravedad de lo ocurrido pero también ofreciendo un respiro de alivio.
Jimin asintió, agradecido por la rápida intervención de los demás. Eunwoo se acercó un paso más, extendiendo una mano en señal de presentación.
—Hola, soy Eunwoo... ya nos habíamos visto antes, Jimin —dijo, su voz serena pero firme—. Nos hemos ocupado del hombre. Estará bien.
Jaemin y Yoongi se presentaron a su vez, sus expresiones reflejando la seriedad de la situación.
—Soy Jaemin, y este es Yoongi. Estamos aquí para ayudar a Jungkook —explicó Jaemin, con una mirada de solidaridad y compromiso.
Yoongi asintió, ofreciendo una sonrisa ligera, aunque tensa.
—Nos aseguraremos de que todo esté bajo control.
Jimin los observó, agradecido por su apoyo pero consciente de la gravedad de la situación. Sabía que necesitarían toda la ayuda posible para manejar lo que estaba por venir.
—Les agradezco por confiar en mí y por sobre todas las cosas, por cuidar de Jungkook —dijo Jimin, su tono cargado de sinceridad.
Cuando Jimin miró a Yoongi, frunció el ceño, tratando de conectar los puntos en su mente. De repente, una ola de reconocimiento lo golpeó, dejándolo atónito.
—Un momento... —murmuró Jimin, entreabriendo los labios mientras la sorpresa se apoderaba de su rostro—. ¿Es usted director Min?
La incredulidad en su voz era palpable, como si no pudiera creer lo que estaba viendo. Yoongi soltó una risa suave, que rompió un poco la tensión en la sala. Disfrutó del asombro de Jimin, sus ojos brillando con un toque de humor a pesar de la seriedad de la situación.
—Sí... solo, no andes por ahí diciendo que soy un vampiro, mancharía mi reputación y aparte a ti te tacharian de loco —respondió Yoongi, su tono tranquilo pero con una chispa de diversión en su mirada, la seriedad que había visto en algún momento de él era simplemente una fachada, pues detrás de toda esa elegancia y seriedad mencionada, había un hombre más relajado.
Jimin parpadeó, aún tratando de procesar la revelación. Era difícil imaginar que el director Min, fuese también un vampiro. Pero ahora, entendía como es que se sabía cada historia del ballet, todo empezaba a tener sentido.
—Mis labios están totalmente sellados, Min —dijo Jimin finalmente, recuperando la compostura, su voz firme pero con un toque de respeto renovado.
Eunwoo, con una última mirada a Jungkook, se volvió hacia la puerta.
—Voy a llevar al hombre a su casa. Nos veremos más tarde, a pesar de todo, tienes tu compromiso mañana de tu exposición de arte y ya llevamos las pinturas al señor Choi, la búsqueda podrá esperar un día, luego continuaremos diciendo que te tomaras una pausa debido a "problemas de salud" si así lo prefieres.
—Por supuesto, Eunwoo, tu encárgate de todo eso sin problemas.
Eunwoo asintió, su expresión serena mientras se giraba para ayudar al hombre herido a salir de la casa. Jungkook lo observó atentamente, notando la manera en que Eunwoo, con cada paso cuidadoso, aseguraba que el hombre no sufriera más de lo necesario. El cierre de la puerta detrás de ellos dejó en la sala un silencio que se sintió como un alivio, un respiro que todos necesitaban tras la tensión acumulada, finalmente todos se habían ido y quedaban ellos dos.
—¿Crees que es fácil para mí descubrir que el chico con el que estoy empezando a salir resulta ser un vampiro? —Su voz temblaba ligeramente, como si las emociones se atropellaran dentro de él, buscando salida—. ¡Claro que no lo es! —exclamó, con una mezcla de frustración y miedo que lo hizo apretar los puños—. Estoy tan asustado como tú, o quizá más —continuó, su tono volviéndose más suave, casi vulnerable—. No sé cómo debería actuar o qué decirte... Ni siquiera siento que te conozco del todo, como si siempre hubiera una parte de ti escondida, un misterio que no me has dejado descubrir. ¿Hay algo que no quieres contarme aún? —Su voz se volvió un susurro cargado de súplica—. Es el momento de que me digas toda la verdad, Jungkook. Yo te revelé toda mi historia, cada detalle, para que pudieras hacer tus pinturas... Ahora te toca a ti ser honesto conmigo.
—Es cierto, Jimin —comenzó Jungkook, su voz baja pero firme, como si cada palabra necesitara ser cuidadosamente medida—. No he sido completamente honesto contigo desde que nos conocimos. Serán sólo unos pocos meses, pero al verte a los ojos, siento como si te conociera desde hace mucho tiempo... como si te hubiera vuelto a encontrar después de un largo viaje. —Sus palabras eran pausadas, como si buscara la manera de transmitir la profundidad de sus sentimientos sin abrumar—. Por ese sentimiento, y por todo lo que has hecho por mí, te contaré todo lo que quieras saber. —Había una sinceridad desnuda en su voz, una promesa que, aunque no pudiera deshacer el pasado, podía empezar a construir un futuro basado en la verdad.
Jimin lo miró con una mezcla de duda y esperanza, sus ojos reflejando la confusión y el anhelo que lo invadían.
—De acuerdo, quizás podrías empezar diciéndome... ¿De dónde vienes realmente? ¿Cuál es tu verdadera edad? —Hizo una pausa, como si temiera lo que estaba a punto de preguntar—. ¿Eres tú ese "animal" del que todos hablan? —Su voz se quebró ligeramente, reflejando la avalancha de emociones que lo estaba consumiendo—. Lo siento si te abruma, pero tengo tantas preguntas...
—Entiendo —respondió Jungkook con un tono suave, queriendo tranquilizarlo—. Iremos por partes. Si quieres saber mi edad... nací en 1821, así que tengo 203 años. —Una leve sonrisa triste apareció en sus labios, como si ese dato no fuera más que un número sin significado real—. Pero en términos simples, te di la edad que tenía cuando fui transformado, la edad que tendré por toda la eternidad. Y no, ese animal no soy yo. —Su voz se volvió más seria, más introspectiva—. Eso es algo mucho más complejo de explicar.
—Entonces, ¿hace cuántos años eres vampiro? —La pregunta salió en un susurro, como si temiera la respuesta.
—Exactamente 178 años —respondió Jungkook, dejando que el peso de sus palabras cayera entre ellos antes de continuar—. Todo comenzó en 1846, pero la verdadera pesadilla llegó en 1869. Fui secuestrado por un grupo de científicos corruptos después de que evitara que raptaran a una niña. Me inyectaron un virus derivado del ADN de murciélagos vampiro antes de llevarme al laboratorio. Decían que querían crear humanos más fuertes, pero sus experimentos eran egoístas y crueles. Desde el momento en que ese líquido entró en mi cuerpo, todo cambió para mal.
Jimin lo observó, sus ojos fijos en los de Jungkook, tratando de captar cada matiz en su voz sin interrumpirlo.
—Cuando desperté, me sentía diferente... —continuó Jungkook, su voz ahora un poco más distante, como si estuviera reviviendo aquellos momentos—. El virus me dio habilidades especiales que aún conservo, aunque no las uso a menudo. Podía ver en la oscuridad, desarrollar un sistema de radar como los murciélagos, y mi olfato mejoró increíblemente, permitiéndome rastrear sangre. Mi metabolismo se adaptó para convertir la sangre en energía vital, y dejé de necesitar comida. —Hizo una pausa, tomando aire antes de proseguir—. Pero el virus también tenía riesgos fatales. Había otros como yo allí, personas que no lograron adaptarse y sufrieron mutaciones horribles. Es algo que ni siquiera puedo describir... ver a esas personas sufrir, transformarse en algo que ya no era humano, fue una tortura mental.
Jungkook hizo una pausa, como si las palabras que seguían fueran demasiado pesadas para decirlas de una vez. Los recuerdos parecían resurgir, trayendo consigo el peso de años de dolor y culpa.
—Durante mi tiempo en cautiverio, conocí a Yoongi. Él llevaba 60 años allí...
—¿El director Min fue prisionero contigo? —preguntó Jimin, la sorpresa evidente en su voz.
—Sí. Yoongi era un ciudadano común en lo que hoy es Daegu. Viajó a Busan con su hermano por trabajo, pero al año fueron capturados. —Jungkook cerró los ojos por un momento, reviviendo el dolor que Yoongi había compartido con él—. Me contó cómo su hermano fue uno de los que no sobrevivieron al experimento.
—¿Qué ocurre cuando el virus... falla y una persona no logra adaptarse? —La pregunta de Jimin era casi un murmullo, como si temiera escuchar la respuesta.
—Se convierten en vampiros, sí, pero el cuerpo no se regenera como debería —continuó Jungkook, su voz ahora cargada de una angustia palpable—. Son muertos en vida, incapaces de sanar, y sus cuerpos se deterioran. Eran diferentes, más débiles y sufrían terriblemente, pero conservaban sus sentimientos, les solian llamar freaks... —Su voz se quebró ligeramente al recordar—. Los escuchaba suplicar por sus vidas, pedir que los mataran para acabar con su sufrimiento. Ahora parece que el impacto del virus es tan fuerte que dejan de ser sensibles, se convierten en monstruos.
—¿Ahora? —preguntó Jimin, sintiendo cómo un escalofrío recorría su espalda.
—Sí, es lo que estaba investigando con los demás. Parece que aquellos que hacían estos experimentos siguen haciéndolos hoy en día, y esos monstruos son los que están asesinando personas por las noches. Para entenderlo, necesito volver atrás...
Jimin asintió en silencio, sintiendo que cada palabra de Jungkook lo llevaba más cerca de una verdad que apenas comenzaba a comprender.
—De acuerdo... —murmuró, preparándose para lo que venía.
—Yoongi intentó escapar muchas veces, pero siempre fracasó. Nos daban una pequeña porción de sangre al mes, apenas lo suficiente para mantenernos vivos. Alucinaba con mis padres, en mis sueños estaba con ellos o en mi casa dibujando, pero despertaba en el frío suelo del laboratorio, sintiéndome impotente. Yoongi y yo decidimos que uno de nosotros tomaría la ración del otro para recuperar fuerzas y escapar. Finalmente, lo logramos. Destruimos el laboratorio, prendimos fuego a todas las pruebas y cuerpos. Al salir, el sol nos molestó, pero no nos quemó. —Hizo una pausa, recordando la sorpresa y el alivio que sintieron entonces—. Pensábamos que nos pasaría lo mismo que a los vampiros que no soportan el sol, pero no fue así. Corrí a buscar a mis padres, pero cuando llegué, supe que habían muerto un año antes. Otra familia vivía en lo que yo consideraba mi hogar... estaba sin nada. Esa pérdida me consumió. Me convertí en un asesino despiadado, incapaz de controlar mi sed de sangre. —Jungkook bajó la mirada, su voz apenas un susurro cargado de culpa—. Arrasé con pueblos enteros...
Jungkook miró a Jimin, tratando de encontrar algún atisbo de comprensión en sus ojos. El silencio entre ellos era pesado, casi palpable, y en ese breve instante, todo lo que Jungkook había vivido parecía resumirse en la mirada de Jimin.
—Entiendo que pienses lo peor de mí, Jimin —comenzó, con la voz baja, cargada de una tristeza que solo alguien que ha vivido siglos puede comprender—. Muchas de las personas que maté no eran buenas... pero algunas sí lo eran. —Sus palabras eran un susurro cargado de culpa—. Con el tiempo, me alejé de los humanos porque no quería cargar con el peso de más vidas en mis manos. Me refugié en la sangre animal, sobreviviendo como pude, pero con los años, la soledad comenzó a consumir mi alma. —Hizo una pausa, la angustia visible en sus ojos—. No tenía otra opción, si no había muerto por el virus, moriría de soledad. Así que, después de mucho tiempo, decidí reintegrarme a la sociedad, gracias a Jin, quien me ofreció su ayuda cuando más lo necesitaba.
Jungkook hizo una pausa, su mirada perdida en algún punto lejano, como si estuviera reviviendo esos recuerdos dolorosos.
—Fue entonces cuando conocí al Mayor Park. Era un líder militar fuerte, valiente... y se convirtió en alguien muy cercano a mí. —Jungkook suspiró, su voz temblorosa al recordar esos momentos—. Durante una guerra, lo perdí. Lo vi caer en el campo de batalla, su cuerpo gravemente herido. Intenté salvarlo, pero no pude. En sus últimos momentos, me pidió que encontrara una mariposa de alas azules. —Su voz se quebró, y un destello de dolor cruzó por su rostro—. Después de su muerte, la furia que había estado conteniendo durante años estalló, y maté a todos los soldados que se interpusieron en mi camino. Llevé su cuerpo a la base, exigiendo un entierro digno para él, como si eso pudiera compensar la culpa que sentía por no haberlo salvado.
Jimin, sintiendo una mezcla de emociones, asintió lentamente, dándole a Jungkook la fuerza para continuar. Había algo en las palabras de Jungkook que resonaba profundamente en él, una conexión que no podía ignorar.
—Después de la guerra, me sumergí en un estado autodestructivo. Todo lo que había logrado avanzar, lo retrocedí y aún peor. —Jungkook bajó la mirada, avergonzado por la oscuridad que lo había consumido—. Jin intentó ayudarme, pero no quería escuchar. Estaba demasiado perdido en mi dolor, en mi culpa. Hasta que un día me enfrentó en un callejón, y me obligó a enfrentar la realidad. Sus palabras y sus golpes me hicieron entrar en razón. —Su voz se suavizó, como si las lágrimas quisieran asomar pero él las mantuviera a raya—. Lloré, confesando cuánto deseaba que la pesadilla terminara. Esto no fue hace mucho, tal vez en los noventa. Perder al Mayor fue un dolor que me persiguió durante décadas. —Jungkook hizo una pausa, tragando con dificultad—. Incluso pensé en acabar con todo, en poner fin a mi vida, pero no lo hice. Y luego... luego te conocí a ti, años después, en Seúl. Con tu comprensión y tu madurez, encontré un nuevo propósito, una nueva esperanza. Finalmente entendí lo que significaba la promesa de encontrar la mariposa de alas azules para el Mayor Park.
Jungkook terminó de hablar, sus palabras flotando en el aire entre ellos. Sus ojos no dejaban de buscar los de Jimin, esperando su reacción, temiendo lo que podría ver en ellos. Jimin, por su parte, sintió una oleada de emociones arrasarlo, como si las piezas de un rompecabezas largamente olvidado finalmente encajaran en su mente.
—Gracias por confiar en mí y contarme todo esto —dijo Jimin, con la voz llena de una comprensión tranquila—. Sé que no puedo decir que lo que hiciste estuvo bien... heriste a personas, y eso no es fácil de cargar. —Su voz se volvió suave, pero firme—. Pero también entiendo que si hubieras vivido tu vida como una persona normal, nada de esto habría pasado. Ser un vampiro no es algo que hayas elegido... —Jimin hizo una pausa, sus palabras flotando entre ellos antes de finalmente confesar lo que llevaba tiempo guardando—. Yo también tengo algo que decirte.
Jungkook lo miró con una mezcla de curiosidad y preocupación, su corazón latiendo más rápido de lo que hubiera esperado.
—¿Qué es, Jimin?
—He estado teniendo sueños —Jimin tomó una respiración profunda, como si necesitara reunir el valor para continuar—. Sueños sobre un soldado en una guerra, alguien llamado Mayor Park. Siempre pensé que eran solo sueños extraños, pero ahora, escuchándote, todo tiene sentido.
Jungkook frunció el ceño, tratando de comprender lo que Jimin estaba diciendo, el corazón en un puño mientras las palabras de Jimin parecían resonar con algo profundo dentro de él.
—En esos sueños, soy ese soldado, el Mayor Park. Recuerdo haberte visto en el campo de batalla, tratando de salvarme. Me pedías que siguiera luchando, y yo te pedía que encontraras la mariposa de alas azules por mí. —Jimin hizo una pausa, su voz se volvió más suave, como si las palabras fueran demasiado personales para pronunciarlas en voz alta—. Además, el viaje a Busan me reveló muchas cosas. Al principio, no sabía que eras la persona que veía en mis sueños. Mi abuelo me contó que mi abuela tenía algo especial, algo mágico... era una bruja. No de esas que lanzan hechizos brillantes, pero sí hacía pociones, podía mover cosas y lanzar conjuros. Según mi abuelo, a través de nuestros sueños podemos ver nuestras vidas pasadas, y parece que alguien de otra vida ha vuelto a la mía. —Hizo una pausa, observando cómo la sorpresa se reflejaba en el rostro de Jungkook—. No todos tienen la suerte de recordar sus vidas pasadas, y mucho menos de heredar la brujería. Ni siquiera mi mamá la tiene, pero parece que yo heredé algo de ella. Las brujas tienen dones para recordar vidas pasadas o conectar con almas que aún deambulan en este mundo.
Las palabras de Jimin calaron profundamente en Jungkook, quien apenas podía procesar lo que estaba escuchando. La idea de que Jimin pudiera ser la reencarnación de su querido compañero, el Mayor Park, era algo que jamás habría imaginado, y sin embargo, todo comenzaba a tener sentido.
—Jimin... ¿Estás hablando en serio? —preguntó Jungkook, su voz apenas un susurro, como si temiera romper la magia del momento—. Admito que en el laboratorio escuché rumores sobre brujos, pero nunca entendí de qué hablaban... en ese entonces todo era una pesadilla y ni siquiera quería oírlos. Los brujos son raros, uno en un millón, hasta donde sé.
Jimin asintió lentamente, sus ojos no apartándose de los de Jungkook.
—Sí, Jungkook. No me convierte en un brujo como en las historias, pero parece que tengo una visión que otros no tienen. —Jimin hizo una pausa, su voz bajando un poco—. Pero más allá de eso, siempre he sentido una conexión contigo que no puedo explicar. Y ahora, con lo que has contado, entiendo por qué.
Jungkook se quedó en silencio, procesando todo lo que Jimin acababa de revelar. La idea de que Jimin pudiera ser la reencarnación de su querido compañero, el Mayor Park, lo llenaba de una mezcla de asombro y alivio. Más allá de todo, se daba cuenta de que lo que sentía por Jimin iba más allá de las reencarnaciones, más allá del destino... era algo profundo, algo que su corazón le decía que debía seguir.
—Eso explica por qué siempre he sentido que había algo especial en ti —dijo Jungkook finalmente, con una nueva claridad en su voz—. Es como si el destino nos hubiera reunido de nuevo... pero quiero que quede claro, Jimin. Yo empecé a sentir algo por ti desde el momento en que te vi. Tal vez no tenga una explicación lógica, más allá de que somos dos almas unidas por algo más grande... y suena irónico que lo diga, porque soy el último en creer en el destino. Me cuesta pensar que hay algo escrito que decide por nosotros; creo firmemente que cada uno construye su futuro con las decisiones que toma. Pero si existe algo a lo que llamamos "destino", entonces puedo decir con seguridad que tú eres el mío, Park Jimin.
Jimin sonrió suavemente, sintiendo una paz interior que no había experimentado antes.
—Y yo estoy aquí para ti, Jungkook. No importa lo que enfrentemos, lo haremos juntos.
Sus respiraciones, casi al unísono, creaban una especie de armonía en el ambiente, como si ambos estuvieran conectados en un nivel más profundo.
Jungkook se inclinó lentamente hacia Jimin, cada movimiento impregnado de una delicadeza que reflejaba lo importante que era ese momento. Los ojos de Jimin se entrecerraron, su corazón latiendo con fuerza en su pecho, sintiendo cómo la distancia entre ellos se iba acortando. Sus labios se rozaron apenas, y ese contacto ligero les provocó un escalofrío que recorrió sus espinas dorsales, llenándolos de anticipación.
Finalmente, sus labios se encontraron en un beso suave, lleno de significado. El contacto fue eléctrico, como si en ese instante todo lo que habían vivido se desvaneciera, dejando solo ese momento entre ellos. Sus labios se movieron lentamente, con una ternura infinita, explorando, conociéndose, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ellos.
Jungkook cerró los ojos, dejándose llevar por la sensación de paz y amor que Jimin le transmitía. Ese beso no era solo una expresión de amor, sino una promesa silenciosa de que enfrentarían el futuro juntos, sin importar lo que viniera. Sentía la calidez de Jimin, el apoyo incondicional que siempre le había dado, y con eso, una fuerza renovada comenzó a crecer dentro de él.
Jimin, por su parte, sintió cómo todo encajaba. Los sueños, los recuerdos, las emociones intensas, todo parecía tener sentido ahora. El beso era una mezcla de emociones: alivio, amor, esperanza. Era como si, en ese instante, todo el dolor y la incertidumbre del pasado se desvanecieran, dejando solo una sensación de paz y completitud, pero miedo.
El tiempo parecía desaparecer, dejando solo la esencia de lo que compartían. Cada susurro de sus corazones, cada latido, era un recordatorio de la fuerza y la determinación que los unía. En la suavidad de ese beso, encontraron la fortaleza para enfrentar cualquier cosa, sabiendo que juntos, podían con todo.
Cuando finalmente se separaron, lo hicieron con lentitud, sus frentes se tocaron mientras mantenían los ojos cerrados, saboreando el momento. Sus respiraciones seguían un ritmo lento y sincronizado, sus corazones latiendo al unísono.
—Jimin... —susurró Jungkook, su voz llena de emoción—. Gracias por estar aquí conmigo. Prometo que haré todo lo posible para protegerte y estar a tu lado.
Jimin abrió los ojos y se encontró con la mirada sincera de Jungkook.
—Yo también, Jungkook. Estamos en esto juntos, siempre... quiero verte bien para mañana. ¿Es la exposición, no es así?
—Sí, es mañana —respondió Jungkook con una sonrisa—. No veo la hora de que todos te vean en las pinturas.
Jimin se acercó hacia Jungkook y acaricio sus cabellos negros con delicadeza, sonrió cuando sintió las frías manos del vampiro en su cintura, las mismas se sentían como dos fríos hielos. Sus labios se unieron nuevamente y fue entonces cuando sintieron aquella característica felicidad recorrer sus cuerpos.
Jimin era cálido, vivo y Jungkook era frío pues eso era, un muerto en vida; su cuerpo estaba vivo pero su corazón no.
Y ambos creaban aquella mezcla que, a pesar de ser opuestos, el frío y el calor lograban equilibrarse y convertirse en uno.
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