DIECINUEVE.
Salió del baño envuelto con tan solo una toalla alrededor de la cintura, entró al guardarropas dispuesto a vestirse con lo que ya tenía seleccionado desde hace un día.
—Ever since the day you went away (Someone tell me how) —canturreó, moviéndose de un lado a otro— How much more do I gotta drink for the pain (Whatcha gon’ do now?) —se miró al espejo de cuerpo entero, gesticulando y peinándose— You did things to me that I just can’t forget (Now all I think about) —estaba feliz— Are the nights we were tangled up in your bed.
Y su sonrisa se desvaneció en el momento en que volteó completamente vestido y arreglado encontrando a Sonja junto a Joonhyung en el umbral de la puerta de su habitación. Ambos cómplices se miraron y carcajearon haciendo sentir a JungKook un tanto avergonzado.
—A ver, canta de nuevo —se burló la chica de pelo cobrizo.
—No, no, así no es, noona —acotó el menor— es así —comenzó a tararear la misma canción mientras se contoneaba sin ritmo. Estallando los dos en risas de nuevo.
—¡Largo! —vociferó el mayor abalanzándose hacia ellos, gritaron aún carcajeándose y corrieron lejos, la puerta se cerró y JungKook se recostó de la madera riendo.
No podía creer que se hayan burlado de él, de lo tonto que se veía emocionado por una simple salida y le gustaba sentirse así, pero no es una simple salida, era mucho más que eso. No solo era una cita, sino que sería la revelación de muchas cosas. O tal vez no. Dudaba mucho de eso. Dudaba de si mismo. Estaba nervioso, nervioso porque saldría con la chica que le gustaba. Se sentía como colegiala.
Terminó de colocarse su sobretodo color negro, encima del suéter de lana color blanco, ya tenía todo listo a punto de salir. Pero el llamado de su madre desde el despacho lo hizo desviarse del camino.
—Quiero que veamos los detalles de tu fiesta.
—No que tenías todo bajo control —tomó asiento frente a ella, su madre lo miró con reproche.
—No todos los días se cumple veinticinco años, mi amor —respondió con dulzura— solo quería que corrobores sobre los invitados que me has dado en la lista, hay muchos que no conozco.
—Amigos de la universidad, los que conocí en alguna salida, amigos de amigos —masculló, revisando la lista muy por encima.
—Colocaste a Maelie y a Seo YangMi, no sabía que eran cercanos —murmuró, llevando la taza de té a sus labios. Era mejor decirle la verdad.
—Maelie me cae muy bien, nos hemos acercado un poco —mintió— y da la casualidad que YangMi es amiga de ella y también amiga íntima de Min Yoongi.
—Siento que no te conozco, hijo, es para mí una sorpresa saber que tus amigos son Min Yoongi hijo del ministro Min Jaehyun y Park JiMin hijo de Jeon Hyori, la CEO de Samsung.
—No es extraño, omma, solo nos movemos en el mismo círculo social, nos conocimos y nos caímos bien, se formó una bonita amistad.
—Bien, de todos modos, las invitaciones ya fueron enviadas hace dos semanas. Solo quería corroborar.
Le sonrió, devolviendo la lista al escritorio, se levantó acomodando su ropa bajo la atenta mirada de su madre.
—¿Saldrás? —su hijo asintió— estás saliendo mucho últimamente. Sé que no has dormido aquí varias noches —hubo un silencio sutil e incómodo— ¿JungKook?
Volvió a sonreír rodeando la mesa para acercarse a su madre.
—Me estoy quedando en lo de Jin hyung —YooSun conocía al chico como un amigo cercano de su hijo— y tranquila, solo salgo a divertirme, omma. Soy joven.
—Ojala pronto traigas una novia —bromeó.
—Tal vez en poco lo haré —dijo, dejando sorprendida a su madre.
Tal vez si todo salía bien esa noche.
Habían llegado al complejo de cines teniendo las entradas para una película de comedia romántica, compraron un balde familiar de palomitas de maíz dulces con dos vasos de gaseosa, incluyendo algunas golosinas, cómo los Skittles, que para casualidades era el dulce favorito de ambos. Había que agregarle, que habían coincidido —de nuevo— en el color monocromático de sus prendas, así que cualquiera podría confundirlos con una de esas parejas que comparten outfits.
Maelie estaba muy bonita, así que no se sorprendía por las miradas de algunos masculinos sobre ella, no se preocupaba porque a su lado quedaba claro que no venía sola. Por primera vez, escuchó su risa, era graciosa y un tanto contagiosa, al comer las palomitas lo hacía de a uno o dos y no de a puñados cómo él; movía su nariz de vez en cuando para mover los lentes a su lugar, tenía unas gafas de armazón rosa que la hacían ver muy tierna. Y la vio llorar, llorar porque el idiota del protagonista le decía a su compañera protagonista que no importaba lo que pudiera pasar, la amaría igual, hasta que pasaba algo gracioso que los hizo reír.
Si, no había visto más de la mitad de la película, pero no era algo tan interesante como para saber que la pareja principal intenta transitar su relación alrededor de momentos hilarantes. Solo que su atención se desviaba cada que ella hacía algo, por más ínfimo que fuere y no solo por el hecho de querer descubrir nuevas cosas, sino porque el momento que lo ponía nervioso se acercaba y no sabía cómo hacer para que todo fluyera normalmente. Sin embargo, una vez más se sorprendía de lo fácil que era hablar con ella, de lo fácil que era coincidir a la hora de elegir algo, o tal vez, él cedía un poco, solo un poco.
—Las palomitas saladas son muy buenas.
—Las dulces también.
—Si, no lo discuto —sorbió lo que quedaba de gaseosa y tiró el vaso descartable a la basura. Estaban saliendo del complejo— pero las saladas las prefiero hacer en casa, en el cine tienes que pedir siempre las dulces.
—A mi no me gusta tanto el picante —confesó ella, dejando boquiabierto al otro.
—Sabes que toda comida coreana pica hasta el alma.
—Mi madre me preparaba comida especial y yo me lo preparo aquí.
—Eso me recuerda, la sopa para la resaca que me preparaste la otra vez, le faltó picante.
—Si tenía —puso los ojos en blanco.
—Muy poco —ella bufó— A mí me gusta hasta arder, ardiendo hasta cuando vas al baño.
Se carcajeo viendo la mueca de desagrado en ella.
—Eres un sucio.
—Así te gustó —sonrió, mirando al frente y agregó juguetón— ya te puedes casar.
—No gracias.
Eso lo sorprendió un poco haciendo que se detuviera y ella un poco después.
—¿No quieres casarte? —ella negó— ¿Y si conoces al amor de tu vida? —se encogió de hombros— pero si sabes que es el indicado, o sea, sabes que se entregaría a ti y que será el abuelo de tus nietos.
Maelie lo miró con intenciones de reírse, parecía demasiado serio ante un tema que a ella le era trivial.
—Yo no creo muy necesario el casamiento, Kook, no necesito decirle a una persona a través de un papel que lo amo o que el poder de un sacerdote lo avale. Si yo sé que vamos a estar toda la vida juntos, eso me basta y me sobra.
¿Podía uno enamorarse más? Él creía que si.
Caminaron en silencio un rato. Maelie chilló llamando la atención de JungKook, sin explicarle lo jaló de la mano hasta la esquina de un enorme parque donde parecía funcionar una feria ambulante, habían puestos con juegos de azar y destreza, otros de alimentos y golosinas, otros con regalos y peluches. Pero a ella lo que más le llamó la atención fue un puesto donde servían hotteok, su emoción era tanta que pidieron dos cada uno con un vaso de chocolate caliente. Tomaron asiento en una de las mesas cerca de otro puesto de comidas.
Verla con sus mejillas llenas y feliz de comer le daba ternura. Y pensó que era el momento indicado para entregarle un pequeño obsequio que había traído de París. Rebuscó dentro del bolsillo interior de su abrigo y lo depositó encima de la mesa delante de ella. Maelie masticó lentamente observando la pequeña cajita color rosa viejo sin entender. Él la instó a abrirlo y luego de limpiar un poco sus manos, lo hizo, encontrando una hermosa pulsera de plata que constaba de dos partes donde la que parecían cadenas traía un pequeño dije.
—Lo compré cuando estábamos de viaje, yo tengo uno igual —levantó la manga de su abrigo mostrándole la pulsera alrededor de su muñeca.
—¿Pulseras de la amistad? —ella estaba conmovida y él parecía satisfecho con esa leve sonrisita.
Se tomó el atrevimiento de colocárselo en la muñeca y fue cuando los dijes de cada uno se chocaron formando un corazón perfecto. Era obvio que quedaron sorprendidos, porque esas pulseras no eran solamente de amistad, sino de pareja.
—Me engañaron —rascó su cabeza viendo el corazón.
—Debo enseñarte francés —negó divertida, le parecía gracioso el desatino del pelinegro— eres demasiado ingenuo, Kook.
Se encogió de hombros separando sus muñecas, bebiendo un sorbo del chocolate.
—Esta bien, enséñame lo que quieras —Maelie rió, comiendo de su postre sin percatarse de la doble intención de aquellas palabras. En cambio, JungKook comió de su hotteok mirando a su alrededor, a la gente pasar, divertirse y comer, a los niños jugar o a las parejas reírse.
—Kook, dime qué te pasa.
Maelie sabía que algo le pasaba, desde hacía días parecía querer decirle algo, era como si, cada vez que él abría la boca la volvía a cerrar sin poder hablarle. JungKook supo que debía ser el momento correcto de confesarle toda la verdad.
—Tengo miedo —confesó, jugando con sus dedos, no podía mirarle a la cara— quiero confesarte algo, pero tengo miedo a tu reacción.
—No soy quien para juzgarte, JungKook.
—Lo sé —la miró, perdiéndose por unos instantes en esos ojos verdosos y encantadores— solo —suspiró, preso del pánico— ok, yo… trabajo por las noches —el rostro de la rubia seguía neutro— trabajo en un club nocturno, en aquel dónde me fuiste a buscar esa noche que estuve borracho.
—¿Dyonisus? —él asintió, apenado— claro, ahora entiendo cuando fuimos a la exposición, tus nervios.
—Si, y Min Yoongi trabaja conmigo.
Ante esa confesión, Maelie abrió los ojos en demasía.
—Tú y Yoongi se conocen.
—Es cómo mi hermano —ante la interrogativa en el rostro de Maelie, JungKook prosiguió— YangMi no lo sabe. Por eso nuestras reacciones el día de la exposición, jamás pensamos que ustedes dos serían amigas, el mundo es demasiado pequeño.
—La verdad que sí —estaba impresionada. JungKook tragó saliva dispuesto a confesarle lo demás, pero el sonido de una llamada entrante lo hizo detener, sacó su celular extrañado de recibir una llamada de su padre.
—¿Appa?... ¿qué? —se exaltó, haciendo que Maelie también lo hiciera— pero, ¿él como está?... ¿en qué hospital?... Está bien, voy para allá… no, voy en camino ahora —cortó, guardando el aparato en su abrigo y levantándose rápido.
—¿Qué pasa? Me estás asustando.
—Es Joonhyung, tuvieron que llevarlo de emergencias al hospital porque se desmayo y tiene cuarenta de fiebre —explicó rápidamente mientras caminaban a la par— Joon tiene problemas respiratorios, a veces colapsa y no sabemos porqué, de la nada puede ponerse así —su voz se quebró y su cuerpo comenzó a temblar.
Maelie viendo eso lo detuvo colocando las manos en sus hombros.
—Él va estar bien, todo va salir bien, ya lo llevaron al hospital ¿no? —asintió, despeinando su cabello en una acción meramente nerviosa— entonces lo van a solucionar, tranquilo —lo atrajo a su cuerpo y sintió los brazos de él apretarla fuerte, lo sintió temblar y sollozar en su cuello, acarició su espalda y su nuca— vamos, te acompañaré así no estás tan nervioso.
Se separaron, Maelie entrelazó su mano con la de JungKook llevándolo hasta el estacionamiento donde el auto de él se encontraba.
Llegaron en minutos al hospital, JungKook aún seguía nervioso, sin embargo, la compañía de Maelie hacia que sus niveles disminuyeran. Subieron al séptimo piso, al área de pediatría donde el niño se encontraba internado. Luego de preguntar en la mesa de ingresos fueron directo hacia donde se encontraba la habitación. Ambos jóvenes divisaron a lo lejos al señor Jeon, caminaba de un lado a otro con paso tranquilo de brazos cruzados, pero rostro preocupado.
Este se detuvo al ver llegar a su primogénito de la mano con la asistente de su esposa. Eso sería un tema que hablaría luego con JungKook.
—¿Joon? ¿cómo está? ¿qué les dijeron? —miraba con desesperó a la puerta cerrada, como si eso le permitiera ver el interior.
—Joon está bien, está estable —lo calmó— solo fue una recaída, un cuadro de gripe.
—Pero por qué el desmayo o la fiebre.
—Sabes que es normal que le dé esa temperatura.
—Pero no que se desmaye —hizo una pausa, algo le estaban escondiendo— appa, dime la verdad.
JungHyun miró por encima del hombro de su hijo a Maelie que parecía preocupada también, ambos cruzaron miradas, ella en una semi inclinación junto con una leve sonrisa lo saludó siendo correspondida.
—Hijo, no pasa nada, te he dicho que está bien, solo necesita descansar, medicina y mucho cariño —se dejo abrazar y mimar por su padre. Su preocupación no bajaba ni un poco, no hasta ver con sus propios ojos que su hermanito estuviera bien— será mejor que vayan a la cafetería, beban algo, tu madre está adentro con el médico aún y si te ve se va poner a llorar de nuevo y sabes que me cuesta calmarla. Anda, ve, Maelie llévatelo por favor.
La susodicha asintió colocándose al lado del pelinegro y fue cuando él se dio cuenta.
—Ahm, appa, Maelie y yo… solo…
JungHyun sonrió enternecido por la actitud de su hijo. Sus teorías parecían ser ciertas.
—Les ordenó que vayan, yo les avisare luego.
Asintieron, JungKook entrelazó de vuelta su mano con la de Maelie, era la única manera de estar tranquilo, que ella estuviera cerca, a su lado.
Bajaron dónde se encontraba la cafetería, estaba vacía, era casi las once de la noche y eran contados con una sola mano los que se encontraban allí. Maelie se encargó de pedir un té de manzanilla y algo dulce. De repente, lo había visto muy pálido y se preocupó de que fuera él el que enfermara.
—Toma, esto te hará bien —murmuró con dulzura sentándose a su lado, él se lo agradeció y probó un sorbo mientras se perdía en pensamientos— Kook, todo va estar bien, tu padre dijo que tu hermano está bien.
Cómo no recibió respuesta, tal vez alejarse un poco y darle espacio era lo mejor, pero la mano masculina sobre su pierna la detuvo.
—No, no te alejes —susurró, escondiendo su rostro en el cuello femenino, sintiendo una calma repentina al percibir en sus fosas nasales el aroma a durazno y fresas. Maelie sonrió, rodeándole con sus brazos, conteniéndolo e impartiéndole un poco de su calor.
—Cuando era niña enfermaba mucho, omma me decía que era porque andaba descalza y no quería hacer caso en ponerme zapatos, pues a mí me parecía más cómodo andar desnuda —sintió la sonrisa en su cuello— desnuda de los pies, así que andaba todo el tiempo limpiando mis mocos y gracias a eso, los niños me llamaban moco de pavo.
—¿Moco de pavo?
—Si, no lo sé con exactitud el porqué, pero decían que parecía uno cuando me limpiaba con las mangas de mi suéter.
Lo escucho reír bajo.
—Debiste ser la mocosa más bonita de todo Busan.
—Ni tanto, solía ser más rellenita, con las mejillas redondas e hinchadas.
—Repito, eres la más bonita —sonrió, siguiendo con sus caricias en los brazos masculinos sintiendo los de él rodearle la cintura— cuéntame más, cuéntame cosas de ti, princesa.
Maelie le contó su infancia y adolescencia, le contó lo mucho que disfrutaba nadar con su padre en el mar y que su madre los esperase con el almuerzo listo, los recuerdos que atesoraba de él, le contó que desde pequeña amaba la moda, que usaba el guardarropas de su madre calzándose los tacones muchos más grandes que ella. Le había contado su fascinación por aprender idiomas y que pronto le enseñaría algunos, que su fuerte no era cocinar, pero le salía demasiado bien.
También sobre su admiración hacia la señora YooSun, su madre y que había sido su gran sueño desde adolescente poder trabajar con ella, cómo había llegado a Seoul y cómo consiguió ese trabajo. JungKook agradeció en su interior que su madre haya visto en Maelie ese enorme potencial que tenía, porque si no la hubiera escogido, él seguiría perdido y no en paz como en ese momento.
Momento que JungHyun tuvo que romper y se quedó admirando unos minutos a escondidas.
—Ve a ver a Joon, pregunta por ti.
JungKook sonrió feliz de escuchar aquello, besó la mejilla de la chica y salió con prisa de la cafetería.
—No te sonrojes.
—Le juro que entre su hijo y yo no pasa nada, solo somos amigos.
El apuro con que ella intentó defenderse le causó mucha gracia, era una chica adorable.
—No te preocupes, me alegra que mi Kook este en buenas manos.
Maelie sonrió avergonzada, ese hombre tan amable le intimidaba un poco, sin embargo, la confianza que destilaba la hizo sentir cómoda.
Entró despacio cerrando detrás, su corazón aún se encontraba desbocado saltando en su pecho, ver a su enano recompuesto sobre esa camilla lo tranquilizó, pero no del todo al ver que llevaba una vía en su bracito y una mascarilla en su rostro. Lo cual no evitaba que el infante estuviera en silencio.
—… y luego le dije que no podíamos usar el verde porque sino se vería raro pintar un cielo verde, pero él me dijo que había que usar la imaginación y le dije que en un espacio lejano tal vez los cielos son de muchos colores.
YooSun sonreía acariciando la manito del niño, atenta a su relato. Ella también se encontraba mucho más tranquila.
—¿Por qué te quedas mirándome así? —preguntó en una vocecita baja haciendo que YooSun volteara a encontrar a su primogénito. Compartieron una mirada cómplice desviando rápidamente, los dos eran muy sensibles.
—Porque sigo sin entender como es que tú naciste bonito y yo feo.
—Cosas que no entenderemos, pero eres bueno —eso los hizo reír. JungKook se acercó sentándose en la camilla, Joonhyung extendió sus bracito hacia su hermano mayor y este accedió más que feliz para envolverlo en un cálido abrazo— ya estoy bien, no se preocupe, hyung. Usted me dijo una vez que soy valiente y fuerte, que nadie podría quitarme eso. Así que no me pueden derrotar.
Esnifó, ahogando un sollozo.
—Lo sé, enano, siempre confío en eso, te amo Joon.
—Y yo a ti.
Se detuvo frente al edificio donde vive Maelie, cuando vio a su hermanito dormirse y a su madre más tranquila decidió marcharse. Casi eran las dos de la madrugada y estaba agotado. Podía deducir que Maelie se encontraba igual y ella debía despertar muy temprano para ir a trabajar, ese día tendría doble de carga ya que YooSun faltaría para cuidar de su hijo menor.
—¿Ya estás mejor?
—Si —dejo caer la cabeza del respaldo de su asiento, sostenía la mano de la chica entre la suya— no pude terminar de contarte, quiero que sepas.
—Escucha, no voy a juzgarte —los dos se miraron— eres dueño de tus decisiones y está bien si quieres trabajar en un club nocturno, no le veo nada de malo. Mientras sea algo que no lastime a nadie y te haga feliz, lo demás no importa, es más, no debería importarte la opinión de nadie, ni siquiera la mía —hizo una pausa y prosiguió con una sonrisa sincera— yo te apoyaré siempre, Kook —él la atrajo a su pecho, cerró sus ojos disfrutando de la cercanía— para eso estoy, para eso soy tu mejor amiga.
Aquello no le gustó, no le gustó cómo sonaba. No supo que decirle más que gracias, aún confuso por ese título, ni siquiera disfrutó la caricia en su mejilla o el beso de despedida que ella le dejó, solo se quedó viendo cómo se alejaba de él, cuando lo único que quería era estar siempre con ella.
Estás serían las pulseras del MaeKook.
Debo confesar que el capítulo es muy diferente de lo que tenía en mente. Espero les haya gustado a ustedes.
No olviden comentar y votar, amo ver sus reacciones. 😊
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