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Día 6: Hanahaki

—Mierda...

El ardor en su garganta y la opresión en el pecho le hicieron más difícil respirar, pero esto era lo que menos le preocupaba a Denji, pues comparado a los pétalos y las flores manchadas con su sangre al fondo del inodoro cualquier otra molestia parecía una nimiedad.

De un escarlata brillante, hermoso y letal eran pintadas las bellas flores que salían desde el fondo del pecho de Denji. El chico tenía una resistencia innata al dolor que fue cuestión de tiempo para acostumbrarse al dolor de sentir algo desgarrarse dentro de vez en vez que las flores crecían dentro de él, o quizás también era su mente y su más profundo deseo, lo que de alguna forma le hacía olvidar el dolor.

Azul. Intenso, solemne e inefable, eso lo único que pensaba con ese color, porque si había una razón que hacía a Denji amar ese tono era saber que inevitablemente su pensamiento le llevaban a esos ojos que añoraba. Los ojos de Aki Hayakawa.

Era la profundidad de esos zarcos los que le estaban jodiendo la existencia.

Resultaba contradictorio encontrar alivio para el punzante dolor en su corazón justo pensar en la persona que era la causa de sus males. Y es que para más mal que bien, Denji estaba enamorado y su amor no era correspondido.

¿Cómo era posible que algo que decían era hermoso estuviera acabando con él? Estaba enfermo de amor y no había solución.

Denji no era estúpido, sabía cuál era el único remedio para su mal al saber no sería correspondido, sin embargo, la respuesta seguiría siendo la misma. No.

Él jamás se convertiría en una marioneta sin sentimientos ni corazón.

Para Denji, crecer sin amor y con una percepción tan jodida de la vida, enamorarse de alguien parecía una mera fantasía que nunca cumpliría.

Quizás en un capricho de la vida o una ironía nada divertida, su encuentro con Aki Hayakawa le dió un cambio a su vida y una bofetada a todas sus creencias.

Contrario a lo que resultó su primera impresión agresiva y grosera del chico de la coleta, Aki mostró preocupación, interés y un cariño genuino que fue derrumbando aquellas murallas que mantenían a Denji renuente a creer y confiar en él. ¿Y cómo no iba a ser así? Poco a poco conoció el pasado que tanto atormentaba a Hayakawa y como la pérdida había endurecido su corazón, mas no se lo había arrancado.

Para Denji, Aki era la persona más valiente y fuerte que admiraba en silencio y que seguiría por convicción y no por conveniencia. Quería llegar a ser tan bueno y fuerte como él.

No obstante, el cariño, la protección y los gestos inocentes y sinceros con los que Aki le trató más que ablandar su corazón, terminaron por cautivarlo.

Tal vez fue su necesidad de cariño o su inexperiencia las que le hicieron a Denji bajar la guardia hasta el punto de no retorno, pero ¿quién podría culparlo por sentir amor por primera vez?

Fue entender sus sentimientos lo que hizo de la vida de Denji algo más complicado y enmarañado, ya que una vez más la realidad le pateaba las pelotas. Ninguno de los dos tenía vidas simples ni comunes y corrientes. Estaba casi jurado que sus vidas no serían largas y que su única garantía como "Devilhunters" era que la muerte les llegaría temprano y de la manera más miserable.

Y ese era el problema, Denji se negaba a la idea de ser testigo de la muerte de Aki sin hacer nada para detenerlo y dejarlo partir para siempre.

Claro que la confrontación no tardó en esperar y fue Denji quien exigió a Hayakawa dejar su lucha y alejarse para estar a salvo.

Para sobrevivir.

—Sigue tu vida y déjame terminar la mía. —Fue la rotunda después que dió el azabache antes de marcharse sin darle tiempo a Denji para confesar la verdadera razón de su temor.

La confesión quedó atorada en la garganta de Denji, asfixiándolo y convirtiéndose en la semilla que lo llevaría hasta sus últimos días.

¿Qué clase de petición estúpida y egoísta era esa? ¿Qué no le importaba a Aki el dolor que podía causar en quienes lo querían o es que acaso le daba lo mismo? ¿Acaso él no le importaba ni un poco para abandonarlo a la primera oportunidad?

Mil y un pensamientos atormentaron la mente de Denji desde entonces hasta que la repuesta fue clara y dolorosa. Aki no lo amaba como él lo hacía y nunca lo haría, por eso lo dejaría solo.

Aki también lo abandonaría y Denji volvería a estar solo como siempre estuvo.

¡No! Denji no quería una vida vacía. No quería aquel vacío de nuevo y tampoco quería que la vida del Hayakawa se extinguiera.

Empero, el silencio y la renuencia por parte de Aki para afrontar a Denji o cuando menos tranquilizarlo terminó por confirmarle al rubio su desinterés por él, lo que fue más doloroso que mil puñaladas y el empujón que necesitaba para marcar distancia entre el azabache y él. Sin saber que de haberlo aclarado, escucharía de los propios labios del Hayakawa que lo que deseaba más que nada en el mundo era que viviera una vida larga y feliz, aun si tenía que sacrificarse por hacerlo realidad.

Muy contrario a las palabras de confort y las frases motivacionales, el tiempo se volvió una clase de tormento que volvió la vida del rubio más insufrible de lo que una vez lo fue.

Sus ojos ya no brillaban y estaban enmarcados por unas obscuras ojeras que le hacían lucir más lúgubre. Su característica sonrisa había desaparecido y en su lugar sólo fina mueca de tristeza disfrazada de indiferencia.

El crecimiento de las flores fue rápido y abundante, que fue cuestión de días para que sus pulmones se llenarán de capullos listos para florecer y matarlo en cualquier momento.

Ante el mundo exterior, Denji seguía siendo el gran y temido Chainsawman, aunque por dentro sólo quedaban las ruinas del Denji que alguna vez fue.

De su enfermedad sólo supo Kishibe, quien casi lo llevó a rastras al médico, pero fue la oposición y la voluntad con la que se opuso al mayor los que le hicieron respetar la última voluntad de un moribundo. Después de todo, no quería ser la razón por la que el alma de Denji estuviera en pena, para eso ya estaba Hayakawa.

Día a día, la vida de Denji fue apagándose en una lenta agonía, pero fue ese dolor el que irónicamente le hacía sentir vivo. Era mejor morir con el dulce recuerdo de haber amado que vivir con el vacío de no haber sentido nada.

Agotado y con la respiración entrecortada, Denji se fue a la cama y se aferró una almohada con fuerza contra su pecho al sentir el sabor metálico y la suavidad de los pétalos subir por su garganta.

Con la mirada fija en el cielo nocturno teñido de un hermoso azul, Denji sonrió con nostalgia y se dejó vencer por el velo de la muerte. Nada más importaba, le bastaba con saber que Aki sería entonces su primer y único amor en la vida.

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