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033.ɢʟᴀᴅɪᴏʟᴏ ᴘᴀʀᴛᴇ 1

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ɢʟᴀᴅɪᴏʟᴏ ᴘᴀʀᴛᴇ 1

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━━━1 de Diciembre

FUE DIFÍCIL MANTENERME SERENA LOS SIGUIENTES DÍAS.

Aún más extraño, fueron los sueños que comenzaron a aparecer luego de mi visión.

Esos de la Grecia Antigua, donde yo misma estaba en el cuerpo de la persona que estaba viviendo esos eventos. Pero estos se sentían muy diferentes a los que había tenido de Dafne y Cassandra, estos se sentían...nostálgicos.

Entré en la cámara de guerra, el único allí presente era mi padre.

—Bienvenida, hija mía.

—Padre —murmuré inclinándome ante él. Tomé la jarra de vino y preparé los vasos para la reunión—. ¿Vendrán los arcontes?

—No, seremos solo nosotros dos y el extranjero. No quiero tener que aguantar sus consejos estúpidos y quejosos.

Me reí por la frustración que mostraba.

—Son tus consejeros, para eso están.

—Te tengo a tí, y haces mejor trabajo que ellos —respondió haciendo un gesto con la mano sin importancia.

Lo miré por el rabillo del ojo.

—¿Puedo preguntar qué quiere este extrajero?

—Dice que la amenaza persa está cerca. —Fruncí el ceño, sabía que en Naxos había habido una revuelta contra ellos, pero no sabía que estaban cerca de las polis griegas.

—Comprendo.

La puerta de la cámara se abrió y el extranjero ingresó, su capa roja ondeaba detrás suyo. Llevaba consigo una tablilla de bronce bastante grande.

—Majestad, es un honor estar ante su presencia —dijo ignorándome por completo—. Mi información puede ser de gran valor para Esparta en estos tiempos turbulentos.

Mi padre lo miró sin expresión, pero yo, acostumbrada a discernir entre la verdad y la mentira, este hombre no me generaba confianza.

—Bienvenido, dime a qué has venido —dijo directamente.

—¿La princesa estará presente? —preguntó mirándome por el rabillo del ojo con escepticismo.

—Asiste a mis reuniones desde los ocho años de edad, no confió en una mente más astuta que la suya.

—Pero...

—Habla, extranjero —ordenó mi padre, su voz resonando en la sala.

Él asintió a regañadientes, y dejó la tablilla en la mesa frente a nosotros. Era una lámina en relieve de bronce con todas las tierras del mundo, los nombres de todos los pueblos y ciudades, las islas y los ríos.

—Alteza, no debe extrañarse por mi empeño en esta visita. Pues así me lo exige la situación pública del estado, siendo para nosotros, los jonios, la mayor deshonra el vernos esclavos, y peor, el de ustedes por permitirlo.

Entrecerré los ojos. ¿Este hombre pretendía conseguir nuestra ayuda, insultándonos?

—Le pido a los lacedemonios que nos saquen de esta esclavitud, después de todo, no hay otros que puedan reconocernos en su misma sangre. Comparo hoy ante usted, majestad, primero que nadie en toda Grecia porque no puede ser más fácil esta campaña, pues los enemigos son solo bárbaros sin valor, y ustedes, en la guerra, son la tropa más brava del mundo.

Tenía que darle crédito al hombre. El talento de la palabra para endulzar los oídos de aquellos que quería convencer no era uno que muchos hombres de batalla poseyeran.

Miré por la ventana, notando que el dios Apolo ya estaba escondiendo el sol. Habíamos estado escuchando toda la tarde el discurso del extranjero.

—Amigo milesio, te prometo que pensaré en ello —respondió mi padre poniéndose de pie—. Después de tres días, vuelve por mi respuesta.

No le dio más tiempo, ambos salimos de la sala. 

Tres días más tarde, cuando la siguiente reunión se llevó a cabo. Mi padre se inclinó sobre la tablilla y señaló una de las ciudades.

—¿A qué distancia queda Susa de mi corte?

—Tres meses de viaje desde la costa —respondió con rapidez.

Ese fue el momento en que el hombre cometió su error. Mi padre no aceptaría su propuesta. Los persas estaban demasiado lejos como para suponer una amenaza, tres meses de marcha del ejército hacia el interior de Asia era una barbaridad que ningún rey tomaría en cuenta.

—Pues yo te mando, amigo milesio, que antes de ponerse el sol, estés ya fuera de Esparta —dijo interrumpiéndolo con brusquedad cuando se estaba por explicar mejor—. No es mi proyecto este que me propones para emprender a mis lacedemonios, queriéndolos apartar de las costas a un viaje tan largo.

Comprendí su preocupación. Argos podía aprovechar la ausencia de nuestros ejércitos para atacarnos. Pero el extranjero no parecía querer darse por vencido, y tomando un ramo de olivo, pidió refugio en nuestro hogar por más días.

—Le pido, mi rey, que los dioses me amparen y me permitan hablar con usted a solas —dijo mirándome.

Mi padre se rió con desprecio y negó con la cabeza.

—Ya te lo dije, nunca asisto a ninguna reunión sin ella. Cualquier cosa que desees decirme, puedes hablar sin detenerte, pero mi hija se queda.

Entonces el hombre comenzó a intentar sobornar a mi padre, primero con diez talentos si consentía su gracia, pero entre más se negaba, más aumentaba el precio hasta llegar a ofrecerle cincuenta talentos. 

Negué indignada.

—Padre —interrumpí, el hombre me miró con desprecio, pero no me importó—, si no abandonas la presencia de este forastero, logrará al cabo su cometido. No permitas que te corrompa.

El rey meditó mis palabras en silencio, y el hombre parecía atónito de que siquiera estuviera considerandolo.

—Su majestad, no puede escuchar...

—Mi hija es joven, pero sabia, su orientación es bien recibida —lo cortó en sequedad—. Retírate de mi Esparta, ahora mismo.

Luego de esa noche, vinieron más y más, como un tsunami arrasando todo y dejándome cada vez más confundida. Y aunque no podía entender nada que me indicara quién había sido exactamente, cada vez que me despertaba, no podía evitar recordar el final de mi visión.

«Vuelve con tu escudo o sobre él» dijo mi consciencia. 

No...no era ese monstruo horrible que reflejaba todas mis inseguridades. Era otra cosa...era...

«Eres una guerrera, eres la reina. Eres de la sangre espartana, de la sangre de Ares. No lo dejes ganar. Lucha y mátalo».

Cerré los ojos con fuerza, tratando de bloquear los recuerdos, pero eran cadenas invisibles que me ataban al pasado. Sentí la humedad de mis lágrimas mezclándose con la sangre en mi mejilla, una manifestación física de la tortura emocional que estaba experimentando.

Un recuerdo de antaño cargado de furia y asco me recorrió por completo. No había lugar para el miedo ni el dolor, ya habría tiempo para eso después, ahora...ahora...debía dejar que la piel de mi vida pasada me invadiera. 

Por más que fuera ahora quién era, seguía siendo una niña. Ella tenía la verdadera experiencia de una guerrera con las manos manchadas de sangre que no sentía piedad por su enemigo.

Me preguntaba constantemente quién era, y el hecho de que había sufrido demasiado al parecer. Y más aún, el papel que Klaus tenía en todo eso.

Pero la verdad era, que aunque quisiera poder sentarme a meditar en ellos, no podía, porque había un maníaco psicópata preparando una masacre para arrasar con todo el Santuario y no tenía idea de cuándo sería.

La tensión entre Alessandra, Klaus y yo era palpable.

Intenté fingir que no había pasado nada, que no había escuchado nada y que solo estaba molesta porque ella me había gritado por dejarme en evidencia al pelear contra Klaus, pero me daba cuenta que ella comenzaba a entender que algo más pasaba.

Con Klaus...bueno, Alessandra no nos dejaba nunca solos, o siempre estaba con él o conmigo. Y siempre acababa en idas y venidas de contestaciones venenosas y provocaciones que luego ella cortaba repentinamente.

Entre más días pasaban, más crecía el evidente odio entre ambos.

Pero no podía dejar de tener esa horrible sensación de horror mezclada con asco y deseos de venganza que me poseía cada vez que lo tenía enfrente.

Era como una señal de alarma, una enorme y muy ruidosa señal de alarma que me gritaba desde lo más profundo de mi ser que nunca bajara la guardia y que no volviera a subestimarlo. Que me recordaba lo peligroso que podía ser, e incluso, que me alertaba lo que aún no había visto.

Lo vigilaba constantemente, no sabía qué planeaba, pero quería estar atenta si algo en él delataba lo que estaba planeando.

Decidí que no podía esperar más. La tensión en el aire se volvía insoportable, y cada día que pasaba, la oscura sombra de la traición amenazaba con consumirnos a todos. Necesitaba ayuda.

—Necesitamos un plan, algo que nos dé la ventaja. No sé cuándo atacarán, pero no podemos quedarnos de brazos cruzados. ¿Qué tanto pueden tardar? 

—No lo sé, Dari, muchos se han pasado al bando de Cronos —respondió Quirón frunciendo el ceño al otro lado de mi espejo—. Puedo enviar a la cabaña de Ares.

—Claro, eso...será excelente —dije dudando. Estaba escondida entre los árboles. Eran las dos de la mañana, así que esperaba que todos estuvieran dormidos—. Clarisse y los demás serán una ayuda estupenda.

La verdad lo dudaba. No porque no fueran un buen activo ante una feroz pelea, sino porque no me parecía buena idea exponer a los de Ares al poder de Klaus.

Es decir, imaginense lo que sería tener a toda la cabaña cinco como tu enemigo en la pelea. No, sería una masacre peor que si ellos no colaboraran. Pero Quirón confiaba en que Clarisse sabría manejarlos.

Las ramas se movían suavemente por el viento de invierno, mi cuerpo temblaba por el frío, y tenía las manos heladas.

—Reuniré a la cabaña de Ares a primera hora y se pondrán en marcha. Clarisse se pondrá en contacto contigo cuando hayan llegado.

—Gracias, Quirón. 

Con un asentimiento, Quirón se retiró de la visión en el espejo, dejándome sola en la oscuridad. Respiré profundo y regresé sigilosamente entre los árboles hacia mi tienda.

Cada paso resonaba en la quietud de la noche, el crujir de las hojas bajo mis pies y el aire helado colándose bajo mi ropa me ponía tan nerviosa, no podía confiar nada ni en nadie aquí. 

Levanté la mirada hacia la luna. 

Artemisa.

Fruncí el ceño, pensando en si habría una posibilidad de que las cazadoras estuvieran cerca y si era conveniente pedir su ayuda. Aunque también me generaba temor que ellas acabaran bajo el poder de Klaus, me figuraban un poco más de seguridad, Artemisa estaba mucho más en sintonía con ellas, seguro que sabría protegerlas.

«Klaus jode todo, tengo que deshacerme de él o nos perjudicará todo».

Y cómo si lo hubiera llamado, me detuve abruptamente al verlo de pie a unos metros frente a mí.

Sus ojos, oscuros como la noche, reflejaban un brillo sutil de malicia. La tensión en el aire aumentó instantáneamente, y ya sabía que esto podía acabar mal otra vez para uno de los dos, lo más probable que fuera mal para mí.

Mis músculos se tensaron mientras sentía su mirada sobre mí. Cada fibra de mi ser gritaba que me alejara o que al menos buscara alguna de mis cuchillas. 

El recuerdo de mi visión me helaba los huesos, no saber exactamente qué conexión tenía él con mi vida pasada...

¿Qué me había hecho para sentir tanto odio y terror al mismo tiempo?

Tragué saliva y mantuve mi mirada firme.

—¿Qué quieres?

Él sonrió con suficiencia,  sin apartar sus ojos de los míos. No dijo nada, se giró simplemente y se alejó.

Lo seguí con la mirada, sin saber qué mierda había pasado.

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Esa noche tuve un sueño de semidios.

Estaba de pie en una habitación oscura, apenas iluminada por la luz tenue de una lámpara de aceite. Klaus estaba frente a mí, absorto en una conversación a través de un mensaje Iris con Luke.

Era difícil no percibir a Cronos en él. En la oscuridad reinante, sus ojos dorados eran todo lo que se veía con clara nitidez. 

—Se delató sola —dijo riendo—, nada más hizo falta mencionar al idiota solar y soltó todo. Claramente nunca tuvo intenciones de ser de nuestro bando.

—Eso era claro, Lessa tenía razón sobre ella —respondió Cronos.

Mi corazón latía con fuerza mientras intentaba captar cada palabra, cada gesto, buscando alguna pista que pudiera salvarnos.

«Mierda».

—Puedo matarla —dijo Klaus con un tono casi ansioso que rayaba en la locura—, sólo me tomará unos minutos, puedo...

—No.

—Pero...

—He dicho que no —espetó con rudeza. Cronos parecía de verdad frustrado con él—. Me importa poco la obsesión que tienes con ella, no vas a matarla.

—Mi señor, mantenerla con vida es contraproducente. Alessandra no se equivocó, sus dones emocionales la convierten en un peligro para mi control sobre el ejército si aprende a controlarlo.

Entrecerró los ojos. No podía creer que en serio Alessandra me hubiera engañado, yo había sentido sus emociones, su honestidad y arrepentimiento era sincera cuando hablaba de vengarse de Cronos. 

No entendía nada.

—Darlene es un problema, ojalá hubiera muerto la primera vez que Luke la atacó, definitivamente Apolo no hubiera ido por ella al Inframundo. —Cronos hablaba con una frialdad que helaba mi sangre—. Pero Lessa también tiene razón, si la matamos ahora, Zeus será incapaz de controlar la ira de Apolo y eso solo nos perjudicará.

No pude evitar sonreír. No me gustaba la idea de Apolo desatando su ira sobre inocentes, pero no podía negar que tener el amor de un dios capaz de destruir todo por mí, tenía cierto encanto. Cierto...poder que no me había percatado antes.

—Si no podemos matarla, entonces lo que queda es destruir el Santuario antes de que sean un verdadero estorbo. De todos modos, tengo en mi poder a los que nos pueden servir, no necesitamos a los demás.

Mis pies se movieron silenciosamente hacia ellos, tratando de acercarme sin ser detectada. Quería escuchar más, entender el alcance de su plan, pero mi presencia parecía pasar desapercibida.

Cronos asintió.

—Lo que sea necesario.

—En dos días, atacaré el Santuario. Estaré listo para desatar el caos —susurró Klaus, su tono grave resonando en la penumbra.

Desperté de golpe, la respiración agitada. El sudor cubría mi frente, y la realidad de mi pesadilla se aferraba a mí como una sombra persistente.

Me levanté de mi cama, la luz tenue de la lámpara parpadeante al ritmo de mi agitación interna. Mis manos temblaban, pero me vestí tan rápido como pude y salí corriendo de la tienda.

Supe que estábamos en problemas cuando Héctor me dijo que Klaus se había marchado repentinamente y Lessa había recibido una llamada urgente de Luke —Cronos—, sobre tener que viajar de regreso a Nueva York ese mismo día.

—¿Por qué estás tan alterada? —cuestionó Julián cuando me vieron deambular por la cabaña agarrandome el cabello con frustración.

—Ven, toma un té, cariño —dijo Calia mirándome con preocupación.

—¡No quiero té! —grité enojada conmigo misma—. Creo que la cagué.

—¿De qué hablas?

Me giré hacia ellos, avergonzada.

—Creo que Klaus ya sabe que soy una espía.

—No veo el problema —dijo Bruno cebando un mate—, tarde o temprano iba a pasar y ustedes dos estaban en un tira y afloja bastante tenso.

—Va a atacar el campamento.

Los tres me miraron por primera vez con evidente alarma.

—¿Qué quieres decir? —cuestionó Julián.

—Klaus atacará el Santuario en dos días. Tenemos que actuar rápido. 

¿Empiezan a adivinar quién fue Dari en su vida pasada?

Voy a aclarar que si bien estoy tratando de buscar la información más precisa de la realidad, en el caso de la vida pasada de Klaus si me estoy basando en ficción, y concretamente, en un intento de crossover. No le den tanta importancia a él, sino a quienes fueron Dari y Michael. Aunque quizá no la ubiquen tanto a ella o quizá sí, pero lo más probable es que les suene más por él.

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