020.ᴄʟᴀᴠᴇʟ ʙʟᴀɴᴄᴏ
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ᴄʟᴀᴠᴇʟ ʙʟᴀɴᴄᴏ
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HAY ALGO INFINITAMENTE DECEPCIONANTE EN QUE TANTAS PERSONAS TE OCULTEN ALGO QUE TE CORRESPONDE SABER.
Anteros había soltado todos los gatos de la bolsa y ahora me quedaba a mí hacerles frente. Pestañeé tratando de eliminar las lágrimas que comenzaban a empañarme los ojos.
Intenté enfocar la vista en cualquier cosa insignificante para no tener que verlo a la cara. Las cortinas, los cuadros, el jarrón con claveles blancos que adornaban la mesita de café.
Pero podía sentir su mirada sobre mí, impasible, tranquilo, más como un león aburrido de que su presa no se mueva.
—¿Por qué me lo has contado?
No se confundan, lo agradecía mucho, pero no entendía qué ganaba él contándome todo eso. Y además, me hubiera gustado que no fuera él precisamente el que me lo contara.
El dios frunció el ceño, como si no pudiera creer que le preguntara eso.
—Soy el dios del amor correspondido, el vengador de aquellos que sufren por amor —dijo poniéndose de pie y se sirvió una copa de vino—. Tienes un corazón puro, querida sobrina, proteger corazones como el tuyo es mi trabajo.
—Te lo agradezco —murmuré en voz baja—, pero…Afrodita y mi padre…
—Estoy cansado de sus tonterías, ninguno de los dos se toma esto en serio —masculló entre dientes con un tono realmente enojado—. ¡Están jugando con tu corazón y no lo consiento!
Quise sonreír, pero me sentía tan entumecida emocionalmente que lo único que podía sentir era…nada.
Bueno, no. En realidad, lo que sentía era decepción.
Decepcionada de Afrodita, de Eros, de Michael y de Apolo. Y vaya a saber de cuántos más sabían lo que las Moiras habían preparado para mí y no se dignaron a decirme nada.
Mi mente estaba llena de preguntas sin respuestas, nada tenía sentido.
Podía quizá intentar comprender lo que había hecho Afrodita, no es como si no supiera de lo que eran capaces los dioses, y siempre había sabido que ella era una diosa muy egoísta cuando quería serlo. Pensar en que ella había planeado mi nacimiento para asegurarse de que su entretenimiento se diera era…no tenía palabras para describirlo.
Y lo que nos había hecho a Michael y a mí…
Cerré los ojos conteniendo las lágrimas. Ese imbécil me había escondido algo importante también. ¡¿Cómo pudo mirarme a los ojos y no decirme que éramos almas gemelas?! ¡¿Cómo pudo ocultarme lo que Afrodita me había hecho?!
¡Y papá! ¡¿Cómo pudo meterse en el juego de la diosa?!
«¿Afrodita realmente te mintió?» la voz de mi conciencia, asquerosa mierda que siempre se burlaba no perdía oportunidad nunca. «Ella intentó decirte que le preguntaras a Apolo sobre esa profecía, ella no te escondió nada».
—Y cuando acabes tu misión y vuelvas triunfante a restregarle en la cara a Apolo tu victoria —dijo divertida—, pídele que te revele esa bonita profecía que tanto lo tiene enojado. ¡Es tan romántico! No había tenido tanto entretenimiento en siglos, ustedes semidioses me están dando un mundo de posibilidades.
—¿Hay otra profecía? —pregunté sin entenderla.
—¡Claro que la hay! —exclamó—. Una que tiene unos…tres mil años y que te involucra, a tí y a tu amor destinado.
—No sé que me da más miedo, si que mi vida amorosa está predestinada por una profecía tan vieja o que usted esté tan interesada en eso —comenté.
Ella soltó una risita.
—Entiendo que te puedas sentir…extraña con todo lo que te digo. Pero todo lo que sea una buena historia de amor con mucho drama y pasión es de mi interés; y no había tenido una historia así desde París y Helena.
—Sí, su amor fue tan épico que provocaron una guerra de diez años y millones de muertes.
—Detalles —dijo moviendo la mano para quitarle importancia—. Lo tuyo no lastimará a nadie…bueno, quizá a tu alma gemela si eliges la decisión que espero que tomes, pero esos son efectos colaterales.
Fruncí el ceño. Afrodita hacía difícil que no me sintiera molesta con ella. No me gustaba nada que me tuviera como juguete de su casita de ensueños.
—¿Mi alma gemela?
—Tienes que entender, Darlene —dijo con seriedad—. que el amor tiene un inmenso poder sobrecogedor, capaz de salvar hasta a las almas más llenas de odio, pero también es una fuerza capaz de destruirte. Y tú, particularmente, tienes un destino en cada mano y dependerá de tu elección final a quién le arrancarás el corazón: tu alma gemela o el amor de tu existencia.
El recuerdo de aquella conversación hacía casi un año antes se filtró como una ola en mi mente. Ella había intentado decirmelo, pero había sido tan misteriosa a respecto y en realidad, ella veía todo esto como un juego.
Y lo que más me molestaba era que ella me había dicho que tenía una opción, que podía elegir, pero al mismo tiempo me había quitado esa decisión cuando me quitó mi vínculo de alma gemela.
Afrodita nunca tuvo la intención de dejarme tomar la decisión que, supuestamente me había prometido, era solo mía.
Y Apolo…
—Antes de que sigamos, me gustaría que me respondas una pregunta. —Él me miró, esperando a que siguiera hablando—. Afrodita me dijo que te preguntara por una antigua profecía que tenía que ver con mi futuro romántico o algo así.
Fue apenas un movimiento pequeño, casi imperceptible, pero pude ver como Apolo se tensó. Sus ojos tenían ese tinte afilado y que hacía poner nervioso a todo el que mirara.
—¿Eso dijo?
—Sí —respondí incómoda. Su mirada era intensa, y había tantas emociones en él que me era difícil concentrarme para entender cuál era la predominante—. Dijo que era una profecía que te enojaba bastante.
—No es algo de lo que tengas que preocuparte todavía —respondió después de haber estado unos segundos pensativo—. Pregúntame en un año o dos.
“Pregúntame en un año o dos”. Esa siempre había sido su respuesta cuando intentaba averiguar sobre el tema.
En ese momento yo aún no confiaba en él y probablemente si me lo hubiera dicho habría salido corriendo lo más lejos posible y le hubiera pedido a Eros una perimetral.
Pero ahora, las cosas eran distintas y aún así eligió seguir sin decirme nada.
Mi corazón latía con fuerza, y un nudo se formó en mi estómago, apretándose cada vez más con cada latido.
¿Cuánto de todo lo que dijo era real?
—Me importa demasiado porque por una vez en toda mi existencia, quiero hacer las cosas bien, no para mí, sino por tí —susurró, y cada palabra se aferró con fuerza a mi corazoncito de pollo.
¿Cuán real eran esos sentimientos que me dijo sentir?
Frente a mí, en la mesita de noche al lado de mi cama, había una maceta con tulipanes rojos.
Me acerqué despacio, sin poder creer lo que veía y mis ojos se llenaron de lágrimas.
Tomé la pequeña noticia adherida con las manos temblorosas.
Por si aún te quedan dudas.
Te amo, pequeño engendro.
¿Cuán real fue cada momento?
—La verdad es que cuando le ofrecí esa alternativa a mi padre, estaba siendo egoísta, no porque realmente me importara que Morfeo descubra algo importante para la guerra, sino porque realmente quería verte cada noche. No quiero que pienses que te utilizo de alguna manera, estos momentos a solas contigo son mi única felicidad.
¿Cuán real era lo que él de verdad creía que sentía? Yo no había imaginado nada, esos sentimientos estaban ahí, pero, ¿eran reales o era lo que él se había obligado a sentir?
—Lo que quiero decir es que si pienso que eres lo mejor de mi vida, entonces mereces solo lo mejor, y eso incluye la mejor versión de mí mismo, al menos todo lo que puedo intentar siendo un ser que no está acostumbrado a cambiar.
—Los dioses rara vez cambian —murmuré comprendiendo.
—Sí, pero cuando lo hacen, es para siempre —respondió en igual tono, mirándome con devoción.
«No te quiere, solo cree que te quiere porque es lo que se supone que debe ser».
Una repentina oleada de náuseas me invadió, haciendo que mi estómago se retorciera con desagrado. Quería volver a casa, meterme bajo las mantas y llorar hasta olvidar todo esto. Quería que mi madre me dijera que solo era un mal sueño y que todo estaría bien por la mañana.
No podía ser falso, no podía serlo cuando estar con él era mi mayor felicidad.
Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras luchaba por contener los sollozos que amenazaban con escapar de mi garganta. La realidad era abrumadora, y la decepción que sentía en ese momento parecía infinita.
—Gracias por salvarme.
—¿Lo sabes?
—No estaba tan segura, era una sensación solamente —respondí—, pero acabas de confirmarlo.
Me miró con una profunda tristeza que trató, en vano, de ocultar.
—No me agradezcas. No podía dejarte morir.
—Aún así…
—Rompí una de las leyes divinas para traerte de nuevo —dijo acariciando mi mano con el pulgar—, mi padre está furioso; pero valió la pena.
¡Había bajado al Inframundo por mi alma! ¡No podía ser una maldita mentira!
«Quizá solo está cansado de estar solo, de que siempre sus aventuras le salgan mal y tú eres su única oportunidad».
No, él…
«Apolo quería matarte de la peor manera posible con tal de vengarse de Eros, y solo se detuvo cuando supo quién eras. Si Afrodita no le hubiera contado, probablemente ya te habría matado hace tiempo».
Los sollozos salieron de lo más profundo de mi ser, mis lágrimas caían sin control mientras luchaba por procesar toda la información que había recibido.
Anteros se acercó y me abrazó con ternura, tratando de consolarme en medio de mi confusión y dolor. Sus palabras eran suaves como una caricia en medio de la tormenta.
—Darlene, entiendo que esto sea abrumador para tí. Lo último que quería es hacerte daño.
Negué, entre sollozos intentando decirle que no lo culpaba. No era él quién me había mentido, no era él quién me había dañado.
Pero sentía un nudo en la garganta que me estaba impidiendo hasta respirar. La sensación de opresión en el pecho se intensificaba con cada segundo que pasaba. Cada inhalación se volvía más difícil, como si el aire se negara a entrar en mis pulmones.
El corazón me latía como loco, un tambor frenético que retumbaba en mis oídos, y el zumbido en mi cabeza se convertía en un estruendo ensordecedor. Mis manos temblaban, y mis dedos se entrelazaron instintivamente en mi cabello, como si pudiera arrancar la angustia de mi interior. Las lágrimas seguían fluyendo sin control, como un río desbordado que amenazaba con arrastrarme.
Tenía la vista borrosa, y sentía como si estuviera atrapada en una neblina densa, como si el mundo a mi alrededor se volviera borroso e irreal.
El sudor frío perlaba mi frente, y un escalofrío recorrió mi espalda, como si una sombra gélida me hubiera envuelto. El miedo se apoderaba de mí, una sensación abrumadora de desesperación y vulnerabilidad.
Quería gritar, quería huir, quería que alguien me dijera que todo iba a estar bien, pero las palabras se atascaban en la garganta.
Me puse de pie, pero me temblaban tanto las piernas que me tropecé. Las manos de Anteros me sujetaron, su voz me sonaba como zumbidos, no era capaz de comprender qué estaba diciendo.
Alcancé a vislumbrar la puerta de la sala abriéndose bruscamente y varios pasos acercándose a nosotros. Había voces que discutían y dos manos me apartaron de Anteros.
Sentí los brazos de alguien rodeándome con fuerza, un abrazo que me envolvió como un refugio seguro en medio de la tormenta.
Al principio, mi cuerpo resistió, tenso y tembloroso. Pero conforme los brazos me apretaban con cariño, comencé a relajarme lentamente. La voz de quien me abrazaba susurraba palabras de consuelo en mi oído, palabras que apenas podía comprender, pero que me llegaban como un bálsamo reconfortante.
Mis sollozos se fueron apaciguando, y las lágrimas dejaron de fluir de manera descontrolada. La opresión en mi pecho comenzó a ceder, y mi respiración se volvió más regular. Me aferré al abrazo con gratitud, sintiendo cómo poco a poco el torbellino de emociones que me había arrastrado comenzaba a disiparse.
La voz suave seguía murmurando palabras de apoyo, y poco a poco, el dolor y la confusión que me habían abrumado comenzaron a desvanecerse. El abrazo me dio un tipo de seguridad que solo había sentido con mi papá. Solo podía ser él.
Me aferré a su ropa, sollozando como si fuera una niña pequeña, y aunque quería apartarlo y gritarle por haber sido parte de todo esto, en ese momento solo quería que me siguiera abrazando y fingir que no había pasado nada.
Mis párpados pesaban como bolsas de papas, como si un enorme cansancio se apoderara de mí. Mi cuerpo, tenso durante tanto tiempo, comenzó a relajarse poco a poco, como si las preocupaciones se disolvieran en el aire.
La voz de mi padre seguía llegándome, pero ahora era un sonido distante, como el murmullo de las olas en la orilla de un mar tranquilo. Mis pensamientos se volvieron borrosos, como si estuvieran cubiertos por una neblina suave.
El cansancio se volvió abrumador, como si todo lo que había pasado me hubiera agotado hasta lo más profundo de mi ser. Cerré los ojos lentamente, permitiendo que la oscuridad me envolviera.
Ya sé, capítulo super corto, pero se vienen cosas muy intensas y necesitaba establecer el por qué Darlene va a reaccionar de tal manera más adelante con cada uno de los involucrados.
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