
chapter one. happiness or a slushie on your face
Cuando desperté solo pensaba en una cosa: quería volver a dormir. Pero no pasaría, así que me levanté sin ganas y fui hacia mi baño.
Cepille mis dientes, me amarre el pelo en una media coleta, me puse el desodorante y me cambié por mi ropa para la escuela. Tenía suerte, no importaba que me pusiera, la chaqueta roja del equipo de fútbol lo cubriría, así que me puse unos jeans sencillos, y una camisa de mi equipo de fútbol favorito debajo.
Termine mi maquillaje justo a tiempo antes de que mi mamá entrara para despertarme.
—Oh, ya estás despierta. Perfecto, no puedes llegar tarde en tu primer día.
—Tranquila mamá, no pasará.
—¿Terminaste tu ensayo de "My summer vacations" de la clase de español?
—Lo hice, ya está en mi mochila.
—Esa es mi niña.–Beso mi cabeza y yo reí suavemente.–El desayuno está abajo, al igual que tú lunch.
—Gracias. ¿Está papá? Quiero despedirme de él antes de irme a la escuela.
—Está en el garage.
—¿Para que esta en el garage? No me digas que lo volviste a poner en time out.
—No... no, cariño, no es eso.
—¿Entonces?
—Tu solo... baja a desayunar y luego vas a verlo al garage, ¿okay?
—Bueno.–Rodé mis ojos y ella salió de la habitación. No entendía porque no podía decirme lo que papá estaba haciendo en el garage. Por lo general el hacia ahí sus trabajos, era como su cueva de hombre, debía ser difícil con mamá, Pinky y yo. Pinky es nuestro chihuahua que terminó también siendo mujer, cosa que nos dimos cuenta hasta después de la adopción. El necesitaba su espacio, mamá y yo lo comprendíamos, pero Pinky amaba a papá, por lo que, por lo general estaba metida en el garage.
La mayoría de veces.
[...]
Termine de desayunar, dejé los platos en el lavavajillas y salí hacia el garage solo para encontrarme a papá, mamá y Pinky junto a un auto, un dodge Avenger color blanco perla.
—¿Qué es esto? ¿Compraron un auto? Pensé que les gustaba su viejo auto.
—No es para nosotros cariño.–Mire a papá sin entender, hasta que me extendió unas llaves que tenían un llavero de una pelota rosa de fútbol.
—No... ¿es una broma, cierto?
—Para nada.–Me lance a abrazarlos con felicidad y asombro.
—¡Es precioso! Gracias.
—Tu papá lo pintó y se aseguró de que funcionara.
—Gracias papi.
—Cualquier cosa para que mi princesa no tenga que ir más en ese autobús escolar.–Me dijo y yo le di un beso en la mejilla. Pinky ladró, exigiendo atención, así que alargue mi mano para acariciarla con aprecio.
—Los amo, en serio.
[...]
Estacione mi auto lo más cerca de la entrada posible. Mis amigas se acercaron al notarme.
—Mierda, Arianna... ¿y este auto?–Me preguntó Vallery.
—Es mío.–Todas empezaron a mirarlo con asombro y yo salí de el.–¿Les gusta?
—Amiga, te tengo envidia de la buena en este momento.–Confesó Cassie. Reí.
Mis amigas del fútbol eran buenas, de hecho, eran más amables de lo que la gente pensaba, pero algunas veces me cansaba. Era cansado pensar en las competencias de futbol, en las nacionales, en tener que entrenar tanto tiempo y además impresionarlas. Sentía una presión de ser perfecta cada que estaba a su lado, y era agotador en todos los sentidos.
No había duda, yo no sobreviviría ni un día con las porristas, porque si no podía soportar lo que venía con ser capitana del equipo de fútbol, probablemente moriría si tuviera el rol de Quinn Fabray con las porristas.
—Adivina.–Molly me saco de mis pensamientos.
—¿Qué?
—Puckerman me preguntó sobre ti anoche.
—Alto... ¿Noah Puckerman? ¿El imbecil ese preguntó por mi?–ella me miró mal.
—No es un imbecil, es lindo.–Le puse la llave a mi auto antes de que todas empezáramos a caminar hacia la escuela.
—¿Y que? ¿Te preguntó sobre mi mientras tenía su lengua en tu boca?–Ella me dio un golpe en el brazo.
—Asco.
—¡No lo negaste!
—¡Bueno si! Pero me preguntó por ti.
—Molly, tú solo no entiendes que... el no es mi tipo.
—Por favor, Puckerman es el tipo de todas.–Las demás chicas negaron.–¿No lo es?
—Lo siento Molly, pero solo a ti te gusta Puckerman. Lo cual quiere decir que tienes unos gustos muy cuestionables.–Ella se sonrojó y las otras chicas rieron.–Tengo que irme, hay clase de español con el señor Schuester a primera hora.
—¿Por qué te hicieron el horario así? No estás con ninguna de nosotras.–Me encogí de hombros ante las palabras de Daniela, pero si, yo había pedido este horario, quería conocer a otra gente, no tener que fingir ser popular y perfecta, al menos por unos minutos.
—Las veo en el descanso, ¿okay?–Ellas asintieron y yo me fui a mi clase.
[...]
Era un nuevo día, caminaba por los pasillos para ir a mi siguiente clase mientras escuchaba una canción en mi ipod hasta que note algo, una hoja color celeste en el pizarron de anuncios de la escuela. Me acerqué para ver que decía.
"New directions" Glee club. Era para una audición para el club glee. Sonreí para mi misma y tomé la pluma. Me gustaba cantar, era buena incluso, al menos según lo que yo creía.
Escuché un par de silbidos. Suspire y mire atrás, encontrándome con Puckerman, Finn Hudson y los demás tontos del equipo de fútbol de la escuela.
—¿Necesitan algo?
—No me digas que vas a entrar al grupo de glee, eso es un suicidio, muñeca.
—A, no me vuelvas a llamar "muñeca", Puckerman. Y B, no te incumbe lo que hago o dejo de hacer.
—...Eres molesta. Pero no te preocupes, de esas me gustan.
—Lo que esperaba, yay.–Dije con sarcasmo, pero el rió, no notándolo.
—Lo sé. Pero toma mi consejo. No querrás que te aventemos una soda a tu linda cara, ¿o si?–Acaricio su rostro.
Era una clase de costumbre que tenían, a casi todos los inadaptados les lanzaban una soda o slushie a la cara, era congelante, y probablemente, si no cerrabas los ojos, podría dañar tu vista por un buen tiempo.
—...No.
—Entonces, no cometas estupideces.–Los chicos se alejaron, pero Finn se quedo atrás.
—¿Qué? ¿Tu también me amanezaras con tirarme una soda encima si me uno al club glee?
—No realmente, solo... olvídalo.–El se alejó.
Lo mire con duda, pero después me giré hacia la pizarra.
No quería que me aventaran un slushie a la cara, pero quería entrar en el grupo, quería poder ser yo misma, estar con gente diferente, que fuera distinta a lo que estaba acostumbrada.
—Compermiso.–La voz de una chica me hizo sobresaltar. Rodé los ojos al ver quien era, pero igual me moví. Berry escribió su nombre en la hoja de inscripción, dejó una estrella y luego me miró.–¿Sabes que esto no tiene nada que ver con el fútbol, correr, y el sudor, cierto?
—Lo sé, gracias.
—¿Entonces por qué estás aquí?
—Curiosidad.
—La curiosidad no te hará entrar al club glee.
—Y tú arrogancia tampoco, Berry.–Ella sonrió de lado, obviamente frustrada.
—Tal vez, pero yo creo que si. Entonces, te espero en nuestra primera función.–Ella estaba por irse, pero llegó un chico con una soda y se la tiro en la cara. Yo me moví para que no me llegara. Tape mi boca con la mano, intentando no reír. Ella se lo merecía. Se limpió los ojos y se alejó hacia el baño.
Cuando se fue me quedé mirando la hoja. ¿Valía la pena? ¿Valía la pena recibir un slushie en el rostro todos los días con tal de poder cantar y ser feliz?
No.
[...]
Iba saliendo de la práctica de fútbol cuando me encontré con el profesor Schuester.
—Oh, hola señorita Moore.
—Profesor Schuester... ¿cómo le fue en las audiciones?
—Bien, bien. Todos son muy talentosos. ¿No te... interesa ser parte del club, o si?
—No, yo... digo, si, pero yo... no soy tan buena.
—¿Estás segura? Yo creo que podrías serlo. Te he visto en el campo, al menos coordinación si tienes.
—La tengo, pero... no lo sé, no es lo... mío.–Murmure. El se detuvo a la mitad del pasillo.
—Canta.
—¿Disculpe?
—Canta.
—No hay música.
—Eso no importa.–Mire hacia los lados, esperando que nadie estuviera ahí y respire profundamente.
—I hopped off the plane at LAX. With a dream and my cardigan. Welcome to the land of fame excess. Am I gonna fit in?. Jumped in the cab, here I am for the first time. Look to my right, and I see the Hollywood sign. This is all so crazy. Everybody seems so famous...–Cante. El me miró con una sonrisa.
—Eso estuvo muy bien...–Sonreí de vuelta.
—Gracias.
—¿Estás segura de que no quieres unirte al club glee?–Lo pensé por un segundo, pero vi detrás de él, a la pizarra donde aún estaba el rastro de la soda que le habían lanzado a Rachel en la mañana. El miró hacia atrás también.
—Yo no...
—Está bien, lo entiendo. Es diferente para ustedes. Pero, si deseas unirte en algún momento. Las puertas están abiertas para ti.
—Gracias señor Schuester.
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