Las piernas flaquean con derribarme. Con delatarme.
Pero no dejaré que nada me derribe.
Le regalo una sonrisa nerviosa.
Trago saliva.
-Bueno, que yo recuerde no era una plática muy amena, por así decirlo abuelita.
Mientes.
Siento la garganta seca.
-Belén, no tienes del por qué ponerte nerviosa. -deja en claro tratando de tranquilizarme-. Recuerda que yo ya pasé por esa etapa, por cierto, verdad que es muy guapo.
Me mira cautelosa, como si mi permiso dependiera de mi respuesta.
No sé qué responder le, admito que, sí, es muy guapo, atractivo y un tanto odioso el condenado.
Mis extremidades se retuercen en mi interior.
-Es un tanto guapo, nada del otro mundo abuelita, no exageres por dios.-exclamo restandole importancia a su pregunta, mientras internamente muero de unos feos nervios.
-De acuerdo, si eso dices, tienes permiso de ir y no me llegues tarde. -me regala una sonrisa cálida y le doy un abrazo eufórico por la emoción, mientras planto un sonoro beso en su mejilla-. Y una cosa más Belén, tú y él mucha chito pueden platicar aquí afuera en los escalones de la casa nada de ir se a otro lugar. -dice en un tono de advertencia.
Le doy un asentamiento de cabeza.
-Por supuesto que si abuelita, lo tendré en cuenta. -espeto. Doy media vuelta y me voy.
Salgo al patio de enfrente, miro hacia la casa de mis vecinos solo para cerciorarme si realmente sigue Raúl en el corredor. Pero caigo en cuenta de que él ya no está en ahí, aguardo unos segundos recargada en la pared del baño, hasta que alguien sale de la casa.
Sonrió de alegría cuando escucho su voz.
Doy un paso adelanté y salgo de la oscuridad, para posarme en la claridad de la luz.
Lo detallo desde mi lugar. Él ahora se encuentra recostado en el corredor con la espalda recta recargada a la pared y sus brazos cruzados mirando a la nada, escuchando música de fondo. Haciéndolo lucir de una forma inexplicable.
Trago saliva y tallo mis temblorosas manos.
Levanto una de mis manos y comienzo agitar levemente haciendo le pequeñas señas en el proceso, pasan alrededor de casi dos minutos cuando veo que Raúl no reacciona antes mis señales, me canso y decido cambiar la técnica, empiezo agitar un poco más fuerte la mano mientras le chiflo.
Voy por el tercer o cuarto chiflido cuando finalmente la música cesa y Raúl voltea en ese instante hacia donde estoy, le hago una seña para que sepa que ya estoy libre de mis tareas, él lo único que hace es hacer un asentamiento de cabeza para después hacerme una seña con su mano diciendo que lo espere -creo yo-mientras se levanta de su lugar y se adentra a la casa de su tía.
En mi lugar, lo espero unos cuantos segundos, antes de avanzar hacia el portón improvisado de mi casa, no pasan ni cincuenta minutos cuando a lo lejos escucho como le dice Amaya a su hijo que no tarde demasiado, y al poco rato escucho el sonido de una puerta cerrarse.
Llego al dizque portón y al salir de este; lo veo ahí parado tapándose un poco con el árbol de limón.
Lo veo tan imponente.
Tan peligroso.
Tan misterioso.
Tan arrogante.
Y al mismo tiempo tan seguro de sí mismo.
Mis pensamientos terminan por abrumarme, la realidad me golpea, y vuelo asentir, los nervios traicioneros de hace tan solo, unos segundos atrás.
Bajo los siete escalones uno por uno, haciendo de nuestro encuentro el más placentero de todos. Levanto la mirada y me pierdo en esos enigmáticos ojos oscuros que no quitan su atención de mí.
Sus iris me hacen sentir algo sonrojada y pequeña.
Me detengo en el último escalón y él avanza hacia mí con una sonrisa puesta en sus labios, sin perder el contacto con nuestras miradas.
-Buenas noches, Belén. -su voz me descoloca por completo, haciendo que mi corazón golpete un poco más de lo normal.
¿Acaso no se da cuenta de que su voz nubla mis sentidos?
Trago saliva y enmudezco mis labios.
-Igualmente para ti Raúl. -le respondo con una sonrisa ladina.
Él me sonríe también.
Me siento en el penúltimo escalón dejando mis pies en el último, provocando que estos queden un tanto alzados por mi pequeñez. Invito a Raúl a que tome asiento y lo hace en seguida respetando mi espacio personal.
Luego de esa fugas y escasa conversión, entramos en un silencio incómodo. Ni él ni yo decíamos algo, es como si las palabras se hubiesen ido y cado uno estuviese en su propio mundo.
Pongo una mano en mi mejilla recargando mi peso en mi pierna derecha, mientras observo más allá de la densa noche que se muestra ante mis ojos junto a esas bellas estrellas que hoy están demasiado brillante que días anteriores.
Suelto un suspiro.
Al poco rato escucho como Raúl se aclara la garganta, rompiendo así el incómodo momento:
-Hermosa noche, no crees. -comenta Raúl, captando mi atención hacia él.
Lo observo atenta y quedo algo sorprendida al ver que en sus ojos hay un extraño brillo en ellos, mientras su vista está centrada en las resplandecientes estrellas que decoran el cielo nocturno.
La atmosfera y todo nuestro alrededor se torna un tanto diferente, así como el ambiente se siente menos pesado.
Centro mi atención en el cielo nocturno, admirando el cielo estrellado que esta noche es mi acompañante y testigo de lo que está ocurriendo a mi alrededor junto con el chico que está a mi lado.
Expulso lenta y calmadamente el aire que tenía retenido en mis pulmones y hablo:
-Sí, es muy hermosa. -le doy la razón-. Pero también creo y opino que es más que eso... -comento con una sonrisa en los labios y retiro la vista del cielo, para después posar la mirada en el chico, el cual justo ahora me está observando-. Sobre todo esta noche, el cielo se encuentra más estrellado y la luna muy brillante que de costumbre, y eso, solo la hace parecer perfecta.
Me sonríe y en su retina puedo ver un deje de fascinación.
Acaso lo he dejado sorprendido.
Será posible.
Me pierdo entre los hilos de mis pensamientos, cuando estos se ven interrumpidos.
-¡Wow! Qué bellas palabras Belén, tienes razón es más que hermosa. -concuerda conmigo y posa de nuevo sus iris en el cielo nocturno. Aquel que observa como si fuera un niño pequeño el cual le han dado el mejor regalo de su vida.
Eso capta mi curiosidad.
Me veo tentada averiguarlo.
-Amm... Raúl puedo preguntarte algo. -él despega su vista del oscuro cielo para mirarme.
-Por supuesto Belén ¿cuál es tu pregunta?
Le regalo una sonrisa ladina llena de malicia mientras bato mis largas y espesas pestañas.
Mierda, Belén, deja de hacer eso, el chico pensará que le estás coqueteando.
Suelto un suspiro.
-Nunca dije que sería solo una pregunta. -le dejo en claro.
Ahora es él quién me regala una sonrisa maliciosa, más maliciosa que la mía, lo puedo ver en sus ojos, hay cierto destello en ellos.
Mis extremidades tiemblan.
-Bueno, no hay problema, tengo toda la noche para responderte. -dijo al tiempo en el que me regalaba una sonrisa seductora, al mismo tiempo que sus ojos se achicaban.
Dios se ve tan lindo.
Solté una risita que no pude detener.
Su casi ronca voz me ha hechizado.
Y más la forma en la que dijo eso último, hizo que mi corazón diera un vuelco. Pero todo rastro de emoción la contuve.
No quiero que descubra que empieza tener cierto poder en mí.
En cambio solo le di un asentamiento de cabeza.
-De acuerdo... mi pregunta es... -dejo el misterio en el aire, suelto un suspiro y prosigo- ¿Por qué observas las estrellas con gran anhelo, con gran... admiración?
Suelto al fin la pregunta que me embargaba la mente desde hace ya un rato.
Calló y aguardo en espera de su respuesta.
Respuesta que no tarda demasiado en llegar.
-Las miro con gran ilusión porque en donde vivo, muy poco se ven las estrellas... -suelta un suspiro un tanto melancólico-... Esto se debe a la neblina que prevalece casi siempre junto con los edificios tan grandes que rodean la ciudad, es un tanto imposible admirarlas, así que déjame decirte una cosa Belén, eres afortunada detener la dicha de mirar al cielo y saber que ellas y la luna están ahí para ti cada que las necesites. -dijo Raúl con su semblante indescifrable.
Sus palabras me dejaron anonada. Tenían algo que provocaban revoluciones dentro mi.
Era una sensación extraña y sinceramente no me agradaba del todo.
Tenía miedo.
Enmudezco mis labios y hablo:
-Debo admitir que me has dejado sorprendida, pero tienes demasiada razón en tus palabras, Raúl y sinceramente es una tristeza que no puedas disfrutar de noches como estas. -dije con voz calmada.
Alzando mis brazos y mostrándole la enigmática noche, así mismo tratando de trasmitirle paz, paz que no sabía ni de donde carajos la había sacado.
Al parecer funciono, porque cuando termino de hablar, él me observa con ese semblante tan lleno de misterio, pese a estar serio, me sonríe, y se los juro por todos los dioses es la mejor sonrisa que he obtenido en el día por parte de él.
Estar con él en este momento y ver su tan hipnótica sonrisa es como estar en otra dimensión, en otro lugar, donde el tiempo y el espacio no trascurrían jamás.
-Sinceramente no están triste, no del todo, al menos hoy tengo la dicha presenciar una vista espectacular. -dijo con un deje fascinación y determinación-. Como también tengo la fortuna de poder admirarla, al lado de una chica tan bella como tú, Belén.
Ese último comentario me hace sonrojar al punto de calentar mis frías mejillas.
-¿Sabes, Raúl? Una de mis cosas favoritas en la vida es admirar lo que sucede cuando cae a noche, me gusta admirar los pequeños detalles que captan mis ojos.
-¿Puedes contarme algún detalle en específico? -pregunta él con gran interés, sus ojos lobunos me demuestran eso.
O quizás solo lo aparentan.
Alejo esos pensamientos de mi cabeza y me concentro en el aquí y ahora.
-Por ejemplo; los satélites, si prestas atención en el día no saben, eso es obvio, pero cuando cae la noche y miras atento el cielo... -le explicó mientras froto mis brazos que están un tanto helados, acusa del frío que ya comenzó a caer- ... Puedes ver un pequeño objeto moverse lentamente entre las estrellas hasta que se pierde y deja de verse ante nuestros ojos.
Se acerca poco a poco a mí, tentando el espacio entre nosotros, analizando mi reacción, pero al ver que no hago ademán de alejarlo o decir algo, posa su mano en mi mentón y me hace mirarlo directo a los ojos, esos que ahora se ven más intensos que antes -bajan la vista a mis labios y puedo jurar que se relamió sus labios- veo el deseo en sus iris. Su colonia me embarga los sentidos y cierro los ojos por acto de reflejo.
Puedo sentir mi pulso a mil y sé muy bien que me estoy me tiendo en terreno peligroso, pero aun así quiero probar, aunque sea una pisca de adrenalina.
Raúl sonríe con suspicacia y habla como solo es sabe hacerlo, con esa voz tan grave que tiene.
Mi cuerpo en automático se pone rígido.
-En mis catorce años de vida, nunca nadie me había dado una explicación tan sorprende, como tú lo acabas de hacer... justo en este momento Belén. -musita muy cerca de mi oreja. Su cálido aliento me hace estremecer.
Siento la garganta seca.
Las palabras se han esfumado.
Tengo la mente en blanco.
-Much... muchas gracias Raúl. Me halagan tus palabras. -musito nerviosa y tomo una pequeña distancia lejos de él y sus lobunos ojos.
-Vale, no hay de que linda... -dice encogiéndose de hombro y regalando me una sonrisa pícara.
Dejo pasar su comentario.
Suelto un leve suspiro, acompañado de una exhalación.
-Otra cosa qué también es sorprenden te... es el mar, dios, están azul, es como ver el propio reflejo del cielo, sus olas a pesar de ser feroces y agresivas trasmiten una paz infinita-digo al tiempo en el que me imagino estando en el mar-. Aquí entrenos, nunca he conocido el mar.
Eso último hace que Raúl frunza el sueño y me mire como su tuviera tres cabezas en vez de una.
- ¿Cómo es posible que nunca has conocido el mar? -me cuestiona incrédulo y con sorpresa.
-Verás... -comienzo a narrar le mi triste historia con lujo de detalles, mientras él hace gestos y asentamientos de cabeza, así es cómo surge la plática de temas y anécdotas de cada uno, entre risas y chiste del otro, sin darnos cuenta cuando le pregunté a Raúl a qué horas eran, él solo me dijo son la una de la madrugada, me sorprendí mucho porque la noche y las horas habían transcurrido muy rápido y el tiempo con él había sido muy escaso.
Ahora ambos nos encontramos viendo un punto en específico donde hace unas horas acaba de aullar un coyote, hasta que paso un auto a gran velocidad, al tiempo que llevaba todo el volumen que pudieran soportar las bocinas de ese pequeño auto.
Seguro es un borracho, dios quiera que no se le cruce un cristiano en el camino.
-Santa madre, va a quedar sordo o se va a quedar sin bocinas... -exclamó mientras muevo la cabeza un lado a otro.
-Deja tú de eso, cuando veamos ya escuchamos las sirenas. -dice Raúl mirando el lugar donde acaba de pasar el auto-. Por cierto, que hizo el animal de hace un rato.
Pregunta mirando a los lados, como si estuviera en alerta esperando el momento perfecto para atacar o salir huyendo.
Lo cierto es que los coyotes por lo regular siempre andan en manada y muy poco se acercan a las casas, esto se debe a que la mayoría de los habitantes incluyéndome tenemos perros. Aunque mi abuelita dice que esos animales andan por ahí, solo que no los vemos y que son muy precavidos.
-No tienes del porqué preocuparte, seguro ya se fue, aparte para mí que se alejó mucho de la manada y ahora está perdido...
Raúl me mira impactado, atónito, no creyendo lo que acabo de decir.
A pasar de no trasmitir miedo, puedo verlo reflejado en sus ojos.
NOTA DE AUTORA: solo diré que en alguna parte me partí de risa y no se porque carajos, o quizás si, quizás un recuerdo, aaahh no se crean mis amores. Solo
¿Se sorprendieron con eso que dijo la abuelita de Belén?
¿Se les hace extraño Raúl o misterioso como dice aquí mis corales óseas se Belén?
¿Alguien ha ido alguna vez a un pueblo o aun rancho y haya sentido lo mismo que Raúl sintió por ese animal?
Los espero en el siguiente capitulo
Se despide de ustedes su fiel primavera.
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