2 años más tarde.

Nos encontrábamos Matías y yo rumbo a adoptar. Quería adoptar una mascota. Había buenas nuevas de todos:

Daniela quiso mudarse con sus hijos y su esposo, a Miami, empezó a trabajar en lo que amaba. Eliana paró de tener hijos, y cuidaba de Nathan su pequeño inteligente, interesado por el arte y la música, mientras que cuidaba también de Isabella, que creció convirtiéndose en una niña muy buena, tras haberla criado en sus primeros meses de vida, asunto que no fue nada fácil, me empezó a llamar mamá, esa fue su primera palabra. Los nervios tras esa primera palabra, llenaron mi interior de dudas, criarla y que me llamará en mamá, convirtió todo en un gran problema, porque yo no era su mamá, era su madrina, por eso... le pedí a Eliana que se encargara de su hija, le confesé lo que pensaba del tema de crianza.

Matías me había comentado, que quería formalizar su relación conmigo, decía que estaba seguro que yo era el amor de su vida. Pero, todavía no venía la propuesta, que era lo más importante. Hoy cenaríamos para celebrar cinco años juntos, para nosotros era muy importante.

Las chicas vinieron a ayudarme a arreglarme. Annelisa, corría detrás de Pablo, su primer bebé, un pequeñín bastante travieso, que se metía en problemas cada poco rato. Tras graduarme empecé a trabajar en una empresa que solicitaba, mis servicios como interina, estaba en urgencias y atendía el área de Ginecología-obstetricia, junto a la doctora Meredith, excelente trabajo junto a ella.

Mis piernas se hacían gelatina, cuando me miré al espejo. Y pensar que hace años no creía en mi, en mi poder, en mi sueño, en mi carrera sobretodo. Sin duda había quedado preciosa. Me encantaba estar reluciente, glamurosa. Escuché el timbre, y era él, con su traje más brillante que nunca. Fuimos en su auto, escuchando una canción de los Beatles, grupo que nos encantaba.

Llegamos a una playa apartada de todo, la luz de la luna iluminaba el océano, las olas revoloteaban en la arena, a lo lejos se observaba una manta con un picnic, un camino de rosas y algunas velas alrededor.

­-Cariño, espero te guste esta cena, más que ninguna otra.-Masculló entre dientes. Le dediqué una sonrisa, él me guiñó un ojo.

Caminamos por el camino de rosas, nos sentamos en la arena. Abrió una botella de vino y sirvió una copa para cada uno, brindamos y bebimos un poco de estas, comimos fresas, bananas, kiwi y de todo un poco de lo que tenía para la cena especial.

-Génesis, te conocí hace cinco años, tú has cambiado mi vida desde aquel tropiezo en Cars Prins. Agradezco cada minuto vivido a tu lado. Eres una mujer agradable, fuerte, inspiradora, además de ser una buena novia, me has demostrado ser una gran amiga, trabajadora y... te encantan los bebés... Por lo tanto... –Explica Matías. Deposito toda mi atención en él, no entiendo porque está tan romántico justo ahora, no es porque no me guste, pues me encanta el romanticismo. Pero él hace algo que no esperaba, lo quería, lo soñaba, él se arrodillo, mostrando una cajita de terciopelo.

-Que te pregunto, señorita Rodriguez, me haría el honor, de ser mi prometida, es decir: ¿Quieres casarte conmigo?-Susurró con dulzura, abrió la caja, sacó un anillo brillante y resplandeciente.

-Sí, mi amor, si quiero, amarte y todo contigo por lo que reste de vida.-Respondí emocionada y me colocó el anillo. Me abalancé hacia él, tumbándolo, cayendo en la arena, uniéndonos en un solo amor, algunos truenos empezaron a caer por el cielo, y la lluvia se aproximó atrás de nosotros, nos besamos así, rápidamente nos metimos en su auto, fuimos a mi casa, allí comenzamos fundiéndonos de besos, por cada parte de nuestros cuerpos, pero yo paré y no me arrepentía de lo que cometía.

-Cielo, yo te amo, pero no quiero hacer esto antes del matrimonio- Anuncié y le besé los labios una vez más. El al parecer entendió, y nos recostamos juntos. Buscó una película, preparó palomitas