Prólogo
Disclamer: Como ya sabéis ^^ ni los personajes, ni parte de la trama, ni los lugares me pertenecen a mí, sino a la prolífica imaginación de la gran Rumiko Takahashi que este año ha querido bendecirnos permitiendo que se hiciera un remake maravilloso de este anime que tanto adoramos *__* ¡Feliz Navidad Rumiko sensei!
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Nota de la Autora: Aquí vengo para compartiros una nueva historia Rankane (por supuesto) con sabor navideño e invernal ^^ inspirándome en el tema escogido para esta noche tan especial. ¡Gracias a las maravillosas administradoras de la página "Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma" por su #Dinamica_Invernal #Calendario_de_Adviento! Espero que os guste. ¡Gracias por estar ahí, una navidad más!
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24 de Diciembre: Abrazo.
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Un Gesto
—Una tarde fría cualquiera de enero—
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Un peculiar olor llegó hasta su nariz.
Asomó la cabeza por encima del hombro donde la tenía apoyada y aspiró despacio, con los ojos adormecidos por la calma y el calor que la rodeaban. Era difícil distinguir los matices atrapados en ese olor; eran muchos y demasiado fugaces como para identificarlos. Una paleta de aromas mezclados que se iban uniendo los unos a los otros, como los pañuelos de colores en el bolsillo de un mago, creando una sinfonía irreal, conocida y desconocida, agradable y fastidiosa.
¿Qué será ese olor?
El sopor que ahogaba su cabeza hizo que la chica frunciera las cejas con suavidad y ocultara de nuevo el rostro, regresando a la calidez y al silencio. Sonrió sin que nadie la viera, refugiando esa sonrisa en la tela lisa y fresca de la camisa. Se movía con cuidado, aunque cada vez se permitía más de libertad, incluso algunos sonidos que salían de su garganta y en otro tiempo la habrían avergonzado.
La vergüenza ya no parecía algo tan aterrador.
Echó el cuerpo hacia delante, acurrucándose, deshaciendo el ovillo de sus brazos atorados entre su cuerpo y aquel que la sostenía. El otro reaccionó al movimiento, cada vez con más naturalidad y menos torpeza, abriendo un hueco entre ellos para que los brazos se estiraran, rasgaran el aire pesado, pero los cuerpos siguieran juntos. Akane se deslizó sobre él, como de pequeña lo había hecho sobre el tobogán de su parque preferido, y su cabeza se acopló de lado, sobre algo fuerte y palpitante. Se detuvo a escuchar y se permitió abrir los ojos, vio las finas líneas sobre la biga de madera que tenía delante, pero nada más. Se concentró en los latidos porque eran lo mejor.
Al principio, potentes y rápidos, pero después se iban calmando hasta convertirse en un ritmo sosegado y constante. Ahora eran así. Le gustaba, pero la emocionaba más cuando se aceleraba. A veces podía lograr que eso ocurriera después de un rato, si acertaba con el gesto adecuado.
Se sentía reconfortada hasta ese punto bobalicón en el que sonreía sin razón. ¿Estaba sonriendo ahora? Las sonrisas se confundían en la oscuridad. Su pecho estaba pletórico, aunque no lo admitiría y aún ansiaba más que eso. Al mismo tiempo, era consciente de la ruta que seguía el brazo que la estrechaba, cruzando su cuerpo, hasta los dedos agarrados al borde de su cintura. Sabía que estaba ahí, aunque no lo viera. Levantó la mano e hizo que revoloteara en ese espacio negro un segundo, subiendo el camino invisible hasta el hombro. Posó la mano en él, palpando la fuerza del músculo, y bajó hasta el codo con lentitud y siguió hasta la muñeca, encontró la piel y sus dedos la rozaron a conciencia.
Activó el resorte que buscaba, pues el otro cuerpo se tensó un instante. El corazón que oía en su oreja hizo una contramarcha, se detuvo y reanudó su latir más fuerte, más deprisa. El cuerpo se tambaleó un poco, Akane cerró su mano en torno a la muñeca y entonces, el otro se relajó con un hondo suspiro. Cedió bajo ella, relajándose del todo, haciendo crujir la madera de la pared cuando el peso se apoyó sobre ella.
Cerró sus ojos y pensó en el día que había tenido. No había sido de los peores de la semana, pero tampoco había sido agradable. Se había topado con esos dos idiotas que la molestaban en el instituto, sus miradas insistentes y esa sonrisa malévola que aparecía allá donde mirara. Durante el receso para la comida se los había encontrado, otra vez, en el patio y se había torcido la muñeca izquierda al librarse de ellos.
Par de tontos pensó, arrugando la frente.
Hizo fuerza con la punta de sus dedos sobre la otra piel, no demasiada, solo un poco, con cada uno de sus dedos mientras recordaba las caras de esos dos pesados. La inundó la misma mezcla de emociones negativas que sentía cada vez que se tropezaba con ellos: furia, ansiedad, aburrimiento, inquietud, estuvo a punto de tensarse cuando todas ellas invadieron su cuerpo, pero no llegó a pasar. Ese olor, en su nariz, la calmó. El silencio, el calor, la respiración que balanceaba su cuerpo como si fuera un bebé la calmó al instante.
Bueno, se dijo, disfrutando de la mano que ceñía su espalda, que la sujetaba sin que ella tuviera que mantenerse erguida. Ya se cansarán.
No quiero pensar en eso ahora.
Los latidos se apaciguaban de nuevo, entonando su habitual melodía se paz.
Sin embargo, su mente seguía en marcha, repasando todo lo que había ocurrido después y, por supuesto, recordó la clase de gimnasia. Mientras practicaba los saltos con voltereta, se había distraído debido a la torcedura de su muñeca y acabó aterrizando sobre su trasero. El dolor fue espantoso, pero mucho peor fueron las carcajadas de algunos de sus compañeros de clase.
No había nada que Akane detestara más que hacer el ridículo y que otros se rieran de ella.
Al final, se había arrastrado de vuelta a casa con el ánimo por los suelos, sintiéndose patosa y herida en su orgullo (además de en la muñeca y en su trasero), temiéndose tener por delante una tarde de frustración y crítica hacia sí misma. Así habría sido semanas atrás. Por suerte, ahora contaba con el consuelo que tantas veces necesitó en el pasado y no sabía dónde buscar.
Teniendo esto en mente, Akane respiró hondo. Soltó la muñeca que reposaba en su cintura y alargó el brazo para rodear el torso en el que se apoyaba. Contó en su mente tres segundos en los que apretó con todas sus fuerzas y se deleitó con la sensación de ser abrazada, de ser contenida y cuidada. Sabía que ese era el principio del fin, ella solía ponerlo en marcha no porque quisiera que el momento acabara, sino porque no podía resistirse a ese ratito de libertad para abrazar cuán fuerte quisiera. Se estiraba, apretujando hasta que los brazos le temblaban y exhalaba el aire de sus pulmones, complacida.
Entonces, volvía a contener el aliento.
Una mano, que no era suya, se movió en aquella oscuridad amiga, subiendo por su espalda hasta rozar de manera vacilante su pelo. Las yemas de esos dedos tocaban las puntas como si fueran hojas a punto de caer de su rama, y de un modo similar o quizás aún más cuidadoso, se estiraban hasta su nuca.
Entonces, Akane sentía el estremecimiento más potente en su cuerpo, un terremoto ardiente bajo su piel y cerraba los párpados con fuerza, llenándose de esa sensación. Los dedos se movían, dibujando algo que ella no lograba descifrar y se alejaban de vuelta a los hombros con la vergüenza y el temor de un animalillo salvaje que se tropieza con un humano cuando menos lo espera.
Esos dedos huían de su piel, pero disfrutaban de la acaricia. Ella lo sabía y era suficiente.
Tras eso, él resopló con un ligero ronquido al fondo de sus pulmones. Se desperezó en las sombras y Akane estiró la cabeza hacia el lugar donde imaginaba la de él, evocaba su mirada y deseaba que estas se encontraran, porque aquel era el momento en el cual podría transmitirle sus verdaderos sentimientos solo con mirarle. Pero no vio nada. Solo sintió el calor de su aliento sobre los pelillos de su frente justo antes de echar hacia atrás su cuerpo.
La luz que entró al interior cuando él abrió una rendija fue tan fulminante como un rayo láser que golpeó sus pupilas.
—Grr —gruñó, frotándose los ojos.
—Perdón —susurró él, aún envuelto por el hechizo de aquel lugar, de otro modo no se disculparía por algo así—. Tus ojos tienen que acostumbrarse.
—Lo sé —respondió. Se movió sobre sus rodillas, acercándose a la luz y parpadeó, aguzando el oído—. No oigo a nadie.
—Es buen momento para salir —Abrió un poco más y frente a ellos quedó un trozo del pasillo. Asomó la cabeza para echar un vistazo y regresó para mirarla, ahora Akane sí podía ver sus ojos—. Vamos.
Él salió antes, de un salto, y permaneció de pie, alerta, mientras ella le seguía. Fuera, el aire estaba más frío, la luz era más intensa que al entrar y el pasillo del segundo piso de su casa parecía más ancho y extenso. No había ventanas allí pero seguro que el viento seguía soplando, las luces de la tarde se estarían apagando y los copos de nieve volverían a caer una noche más sobre Nerima.
Mientras Akane se estiraba para despertar los músculos, el chico cerró la puerta del armario donde habían estado escondidos y se rascó la cabeza. Su expresión estaba tranquila, pero había un rubor en sus pómulos que no podía disimular.
—¿Aún te duele? —preguntó después—. La muñeca, digo —Señaló su mano herida y ella negó con la cabeza.
—Apenas lo noto —Abrió y cerró la mano con fuerza y aunque hubo un leve estallido de dolor en la base de ésta, disimuló. Aquello no era nada comparado con el regusto amargo de la humillación. Entrecerró los ojos, vigilándole—. Tú no serías uno de los que se rio de mí en clase de gimnasia, ¿verdad?
—¡¿Yo?! —exclamó, echando su pecho hacia atrás con exagerada sorpresa—. ¡¿Qué dices?!
—Ranma...
—¡Que no, que yo no! —Desvió la mirada y calló con brusquedad. Akane no entendía por qué insistía en tratar de engañarla. Hacía ya un tiempo que convivían juntos, ¿acaso no sabía que le conocía bien? Y cuando su prometido alzaba la voz y exageraba tanto sus movimientos como lo estaba haciendo en ese momento, quería decir que mentía.
—No lo puedo creer.
—¡Oye, que yo no...! —Pero era demasiado tarde, ella apretó los labios, disgustada y él se desinfló—. ¡Ni que fuera culpa mía lo torpe que eres!
—¡¿Torpe, yo?!
—¡No es culpa mía que lo seas!
Akane, sintiendo el hormigueo de la ira en su sangre, cogió aire para dejarle bien claro a ese tonto que ella no era ninguna torpe, pero algo se lo impidió. Oyeron pasos que se acercaban a ellos y los dos cruzaron una mirada de alarma. Por suerte, pasaron de largo y se alejaron.
Ambos suspiraron por un segundo.
—Es mejor que no nos vean aquí —dijo él.
Bajaron las escaleras al trote y una vez en el piso inferior, casi llegaron a sentirse a salvo por unos cuantos segundos. Akane alcanzó a ver el inicio de una sonrisa en la comisura de los labios del chico cuando de repente la puerta principal de la casa se abrió y la voz de Soun Tendo resonó entre las paredes del dojo.
Ranma retrocedió con cara de disgusto, pero la chica se colocó a su lado.
—Tranquilo —le susurró—. Te cubriré.
—No lo olvides.
—No —Se animó a sonreírle, a pesar de todo—. Un trato es un trato.
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¡Feliz Nochebuena, Ranmaniaticas y Ranmaniaticos!
Esta es una historia que pensé hace mucho tiempo, que empecé a escribir hace mucho tiempo también, jeje, y que había dejado en pausa hasta ahora. Cuando vi que el tema del Calendario para hoy era Abrazo me acordé de Un Gesto porque está muy relacionado con su trama. Es un fanfic más largo, de varios capítulos, no un Oneshot como los anteriores. Por lo pronto aquí tenéis el prólogo y seguramente esta noche, antes de la cena, os comparta el primer capítulo. Espero que os guste ^^
Aún me quedan algunos oneshots de temas anteriores y los seguiré publicando en los próximos días, supongo que lo alternaré con este fic.
Os deseo una feliz Nochebuena y una grandiosa Navidad, gracias por todo vuestro apoyo a lo largo de estos años.
¡Besotes para todos y todas!
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