Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

↬ 12 ↫

—¿A dónde vas? —me preguntó Jimin segundos antes de que yo saliera por la puerta hecha añicos de nuestra guarida.

—A ver a Jin —le respondí con una sonrisa—. Me invitó a su apartamento, le ayudaré a pintarlo. 

—Vaya, ¿así que decidió perdonarte por lo del robo?

—No se lo dije... todavía —respondí cabizbajo.

—¿A qué juegas, Taehyung? —mi amigo se cruzó de brazos—. ¿Crees que esto de que tengan citas será eterno?, ¿Piensas que no le importará descubrir que estuviste involucrado en el asalto a su joyería?

—No, yo... Sé que escucharlo será terrible para él. Para los dos —me corregí—. Pero no puedo adelantarme a las consecuencias sin antes haber-

—¿Haber intentado enamorarlo? —me interrumpió—. ¿Cuánto tiempo tardarás en hacerlo?, ¿Cuántas citas tuvieron ya en todo el mes pasado?, ¿Siete, ocho?  

—Ocho, uhm, ésta es la número nueve. No lo sé. Vamos despacio, ¿comprendes? —de repente la intervención de Jimin comenzaba a hacer estragos con mi entusiasmo inicial—. Sólo quiero que ambos podamos conocernos. Y que al momento de decírselo el impacto no sea tan grande. Tiene que saber que no lo hicimos para perjudicarlo exclusivamente a él, no fue nada personal, seguíamos órdenes.

Jimin resopló incrédulo y puso los ojos en blanco.

—Claro, suena perfectamente convincente. 

Me quedé mirándolo en silencio, sin saber qué responder.

—Déjalo en paz —habló Jungkook, asomando desde atrás de Jimin—. Encontró a su Llama Gemela, tiene derecho a sentirse feliz.

—Nunca dije que no pudiera sentirse feliz —se defendió Jimin—. Pero está retrasando lo inevitable, y el golpe será demasiado duro.

—Deja que él averigüe qué tan duro será. La situación ya no te incumbe, ahora es asunto de Taehyung y de su novio.

"Novio" Seokjin y yo jamás mencionamos nada respecto a eso.

—Vete. Te está esperando —me dijo Kook, haciendo un gesto con su mentón.

—Recuerda que tienes familia —escupió Jimin, de mala gana—. Todavía —recalcó.

Luego, volteó y se perdió en el interior. Jungkook negó con la cabeza y me lanzó una mirada brillante mientras agitaba su mano a modo de despedida.

Salí del lugar sintiendo el corazón encogido y un enorme peso en la espalda.

🔥🔥🔥

Iba sentado en el bus, en uno de los asientos del final rumbo al apartamento de Seokjin.

Me quedé viendo por la ventana mientras pensaba en las palabras de Jimin. Pudo haber sido duro, pero tenía razón. 

Llevaba semanas viviendo en una burbuja de fantasía que reventaría tan pronto yo abriera la boca sobre el día del robo. Seokjin probablemente me odiaría.

Tras un mes de habernos conocido, entendimos que nos llevábamos bien y que pese a ser diferentes teníamos cosas en común. Él comenzó a llamarme Tae o Taehyungie, solíamos hablar mucho, compartir abrazos y caminar tomados de las manos.

Eso no era amor precisamente.

Puede que yo siguiera siendo el único interesado en una relación. Seokjin no me consideraba su novio. ¿Qué éramos?, ¿Llamas Gemelas que tenían citas infinitamente?... ¿Qué tal si yo era el único con deseos de volver a reunirnos?

Mi móvil comenzó a sonar. Lo tomé de mi bolsillo y abrí los ojos con sorpresa cuando vi que se trataba de él.

—¿Hola? —respondí con duda. Jin no solía llamarme.

Taehyung, ¿Estás en camino?

—Sí. En el bus —contesté.

Estupendo —oí que suspiraba con calma—. Lo siento. Sentí preocupación y me dije que tenía que llamarte. 

¿Sintió mis emociones?

—Oh... —dije, quedándome perplejo. Puse una mano en mi pecho—. Uhm, perdona.

¡No, no! Todo está bien —respondió él—. Estoy esperando tu llegada.

Eso se sintió como una caricia a mi alma.

—Te veré en un momento.

—Nos vemos en un momento —sonreí.

🔥🔥🔥

Toqué el timbre con impaciencia. Apenas bajé del bus corrí con todas mis fuerzas para llegar lo más pronto posible. 

Tenía tantas ganas de volver a verlo.

Jin abrió enseguida.
—Hola, bienvenido —sonrió, y se hizo a un lado para dejarme entrar.

Entré y me quedé a mitad de la puerta porque salté a sus brazos. Todo en mi cuerpo eran sensaciones ligeras y adoración por su aroma a chocolate, por la sensación de frío inicial y por su capacidad para devolverme la calma. 

Un mes podía ser muy poco para algunas personas y podía ser una eternidad para otras. Comprendí que tras un mes de haber conocido a Seokjin, ya sentía cariño por él. Cariño auténtico.

Sentí sus brazos en mi espalda baja.
—¿Qué sucedió? —preguntó con sus labios sobre mi coronilla.

—Nada.

—No sirve de nada mentirle a tu llama gemela, Taehyung. Pude sentirlo.

—Creí que venir no era buena idea —confesé en un murmullo.

—¿Me dirás por qué?

—No —me aparté lo suficiente como para mirarlo—. Lo importante es que ya estoy aquí, ¿cierto?

—Cierto —aceptó—. ¿Hablaremos sobre eso más tarde?

—Más tarde quizás.

—De acuerdo —Jin volvió a acercarme a su cuerpo y nos quedamos abrazados un poco más.

Pudimos haber hablado sobre lo increíble que era entender que nuestra primera comunicación emocional a larga distancia fuese por aquel sentimiento que creció en mi cuerpo y logró alcanzarlo a él. Pudimos encarar el problema allí mismo, pero no lo hicimos.

El plan era usar prendas viejas y prepararnos para tomar las brochas y rodillos. Comenzaríamos por la cocina, los muebles ya se encontraban cubiertos para que no se marcharan con salpicaduras. También había papel de diario sobre la alfombra.

Seokjin pareció dejar todo eso para después cuando intenté hacerme a un lado y no me lo permitió.

Con duda, busqué su mirada.

Él usó el dorso de su mano para acariciarme una mejilla, sus ojos cafés me observaban con atención. Tragué saliva. Sentí un poco de vergüenza y a la vez emoción. Jin no solía mirarme como lo estaba haciendo en aquel momento. El frío de su tacto cosquilleó en mi pecho.

—Gracias por venir, Tae —sonrió amablemente. 

Creí que iba a derretirme allí mismo. 

Presioné los labios y desvié la mirada hacia abajo, conteniendo una sonrisa.

—Tienes las mejillas rojas —observó él, tratando de molestarme. No podía culparlo, cuando él se ponía tímido yo le hacía lo mismo.

Eramos adultos, pero mostrarnos avergonzados frente al otro era, valga la redundancia, vergonzoso. Seokjin solía esquivarme si sus orejas se ponían coloradas, y yo estaba esquivándolo mientras él intentaba tomarme por el mentón.

—Aww, pero qué tierno —dijo juntando los labios.

Le di un empujón suave en el pecho usando mi cabeza, así no podía verme.

Cuando escuché su risa retumbando en su caja torácica me llené de júbilo. Reía de una forma tan... Seokjin. Su risa era única, justo como él.  

Me pregunté si realmente sería capaz de odiarme cuando supiera toda la verdad.

—Vas a decirme lo que te preocupa o no dejaré que te marches —advirtió volviendo a tomarme entre sus brazos.

Me rendí.
—Está bien, tú ganas.

—Como siempre debe ser —se burló. Dejó un beso casto en mi frente y luego se apartó—. Empecemos a trabajar, eso debería levantar tu ánimo —una de sus manos me guió hacia el centro de la cocina.

En poco tiempo estuvimos mezclando la pintura y dividiéndola en los diferentes contenedores planos para llenarlos con los colores gris melange y un blanco inmaculado. 

Yo tomé un rodillo mediano, Jin usó el más grande. 

Treinta minutos más tarde, teníamos dos paredes casi completas.

Aunque él era más alto, tuvo que usar un pequeño banco de madera para llegar al techo. Lo vi estirar un brazo y seguir una línea uniforme y pareja. 

—¿Ya habías hecho esto?

—¿Pintar? —preguntó poniéndose en puntas para tocar el borde superior—. No, en realidad no.

—¿Por qué?

—Ya sabes, falta de tiempo, falta de ganas, de materiales... Es más fácil pagar para que lo haga otra persona —contestó.

—Es más caro.

—Sí, pero entregas el dinero y luego lo olvidas. Para cuando te das cuenta, el trabajo está hecho —insistió. 

Bajó y dejó el rodillo a un costado. Lo vi parpadear y mover la nariz.

—El olor a pintura es un poco fuerte —dijo mientras iba a abrir la ventana del pasillo—. ¿Qué hay de ti?, ¿Ya habías hecho esto antes?

Después de un mes, aprendí que Jin solía llevar cualquier conversación usando "Qué hay de ti". Su interés era verdadero, pero también lo usaba cuando quería desviar la atención hacia otro lado, algo así como la psicología inversa.

—Trabajé como ayudante cuando estaba en secundaria. Eran las tareas típicas que nos asignaban los educadores los fines de semana. Nos enviaban con instituciones afiliadas y nos ponían bajo el mando de los trabajadores. Una vez me tocó ayudar al pastelero, luego al cartero, al pintor y después a un sujeto que trabajaba en sistemas de seguridad —respondí.

—Bastante variado.

—Sí. Pero creo que lo hacían para librarse de nosotros por algunas horas.

Jin me sonrió como si estuviese contrariado.

—No digas eso. Tengo entendido que ese tipo de programas tienen la finalidad de ayudarles a conseguir empleo.

—Esa era la teoría. En la práctica las cosas eran diferentes.

—¿Sí? —volvió a cargar las bandejas con pintura de color.

—No soy experto en números, pero puedo asegurarte que dos de cada diez chicos conseguía empleo por ese bendito programa. El resto simplemente perdíamos nuestro tiempo.

—Bueno, al menos aprendiste muchas cosas —trató de ser positivo—. Seguramente algo te interesó más.

Me encogí en mi sitio.

—La parte informática y lo vinculado a seguridad —contesté.

—¿Lo ves? —Jin estaba dándome la espalda. Me miró por encima de su hombro e hizo un gesto para que yo también volviera a cargar el rodillo con pintura—. Ahora me queda verificar qué tanto aprendiste de pastelería —bromeó.

Preferí no responder. Me puse del lado contrario para comenzar a pintar.

—Perdona si te incomodé —dijo él después de unos segundos. Probablemente percibió mis emociones.

—No importa. 

Seokjin continuó pintando.
—Sé que sí te importa.

—Sólo déjalo estar. Ahora deberíamos enfocarnos en que la segunda capa sea perfecta. Por fin estás quitándole el color de consultorio médico a este lugar —cambié de tema—, ¿Quién eligió ese tono verde bambú tan insípido? Apuesto que lo hizo tu novia.

—No es mi novia —replicó—. Y sí, fue Millia.

—¿Millia?, ¿Así se llamaba? —seguíamos de espaldas al otro, sumamente concentrados en nuestra tarea.

—Que yo sepa ése sigue siendo su nombre.

—Bien, tú entiendes a lo que me refiero —sonreí—. ¿Cómo era ella?

—¿Además de objetivamente atractiva?

—Sí.

—¿Por qué tanto interés?

—¿No te gusta hablar sobre tus ex?, ¿Tienes muchos? —insistí.

—No es el tema que más me agrade.

—¿Por qué?, son personas que compartieron algo de tu vida. ¿Qué tiene de malo?

—Supongo que puede verse así, sí...

—Sí. ¿Y bien?

—¿Qué hay de ti?, ¿Tienes muchos ex?

—Ajá, estás cambiando de foco, Jinnie —lo regañé. Sin poder evitarlo volteé a verlo, él seguía pintando como si nada.

—¿Qué tiene de malo? —imitó mi pregunta anterior.

—Pareces alguien que salió con muchas personas pero siempre en relaciones formales. Creo que eres de los hombres aferrados al compromiso.

—No te equivocas —admitió—. Tú pareces ser menos... severo al respecto.

—Sí, me gusta coger en orgías ocasionalmente.

A Jin se le resbaló el rodillo.

Al darse cuenta de su torpeza, se apresuró a recogerlo y luego carraspeó.

—Comprendo.

Contuve una risa.
—Es broma, tonto.

Él me miró con duda.

—Este cuerpo no es para cualquiera —me señalé a mí mismo con orgullo—, ¿crees que podría meterme a una orgía?

—¿Sí? —preguntó, no muy convencido.

—No, Jinnie. No —le aseguré—. Es decir, sí, he salido con personas antes. Y obviamente tuve sexo con algunos. Pero nunca he estado en una orgía. Aunque tal vez esté dispuesto alguna vez.

—Qué información tan... Interesante.

—No te asustes. No te forzaré a ir a una si no quieres.

—Desde luego que no —se negó rotundamente—. No entiendo la poligamia. 

—Es divertido. Las personas se dan amor las unas a las otras —alcé mi mirada y vi que Jin volvía a inspeccionarme con duda. Solté una carcajada—. Nunca estuve en una relación así, eso es simplemente lo que he oído —expliqué.

Él sacudió la cabeza y después retomó su trabajo.

—Leí en foros rusos que es una experiencia inigualable, sobre todo en la parte sexual. Una de las orgías más grandes del mundo fue en Japón, pero supe que querían romper el récord en Las Vegas —le conté—. Ya sabes lo que dicen, lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas —repasé los rincones de la pared con cuidado—. Incluso escuché que les pagaban a las personas para que asistan. ¿Te imaginas? sexo con quinientas personas en un mar de gente desnuda lleno de desconocidos.

Podía sentir su inquietud aumentar. Era tan simple escandalizarlo, me encantaba hacerlo.

—Parece que te diviertes —señaló después de un momento.

—Oh, sí. Pintar me gusta mucho —mentí.

Jin me lanzó una mirada frívola. Probablemente porque ya sabía mis verdaderos pensamientos.

—No seas tan serio. Podemos hablar sobre sexo y sobre muchos temas que se consideran tabúes. ¿Te gusta masturbarte?

—Considero poco agradable tener esta clase de conversación si uno de los dos no se siente a gusto.

—También podemos cambiar de tema. ¿Crees en la vida después de la muerte?, ¿Crees que Dios existe?, ¿Estás a favor del gobierno actual?

—No. No. Y sí, dependiendo de diversos factores —contestó.

Me quedé esperando que profundizara alguna de sus respuestas. Como no lo hizo, decidí continuar yo.

—Me gusta mucho masturbarme. Además creo que es bueno reconocer que el cuerpo humano tiene muchos puntos sensibles que a veces son ignorados.

—Taehyung...

—Y también creo que Dios existe —continué—. Bueno, quizás no Dios en sí, sino algún ser o entidad superior.

—¿Siempre hablas tanto?

—¿Es un problema para ti?

—No. Sin embargo estás ignorando deliberadamente mis palabras.

—¿Cuáles palabras? Contestaste con "No", "No" y "Depende" —me quejé—. Estoy seguro de que tienes más palabras que sólo esas tres.

Él me miró con sorpresa.
—¿Estás molesto?

Involuntariamente me crucé de brazos. Fue respuesta suficiente, aunque ni siquiera lo pensé.

—Actúas como un chiquillo inmaduro —dijo con tono de superioridad.

Eso rebalsó mi paciencia. Utilicé el rodillo con pintura que tenía en la mano derecha y lo agité en su dirección. Las gotas de color gris no tardaron en llegar a él. Sentí especial satisfacción al ver que una de sus mejillas se manchaba.

Seokjin parpadeó rápido dos veces. Entonces, cargó su rodillo y luego imitó mi acción manchándome con pintura blanca, la cual aterrizó cerca de mis labios. Me apresuré a limpiarme y el sabor asqueroso me obligó a escupir.

—¿Quién es el inmaduro ahora? —lo reté. Volví a agitar mi brazo y lo manché de nuevo. Esta vez sonreí tras ver que le ensucié la nariz.

Jin decidió desquitarse también. De repente empezamos a pelear tirándonos pintura como si fuéramos niños en el jardín de infantes.

Transformamos la cocina en un campo de batalla. Usé la mesa como trinchera, y me escabullí riendo cuando vi que se me acercaba dispuesto a derrotarme. 

Llevé la pelea al siguiente nivel cuando sumergí mis manos en el bote de pintura y decidí usarlas como armas. Me preparé para recibirlo cuando se agachó y levantó la manta vieja que cubría la mesa para evitar que se manchara. Yo puse mis manos, Seokjin venía equipado con dos brochas llenas de pintura blanca. Creo que al final no ensuciamos la parte superior de su preciada mesa, pero sí la inferior.

Tenía pintura en el cabello, en el cuello, las manos, los brazos y el pecho de toda mi ropa. Mi mentón también estaba cubierto de pintura blanca. Salí gateando en cuatro y sentí que él tiraba de mis piernas decidido a acabar conmigo. Entre carcajadas animadas, me defendí como pude y le manché la nariz, la boca y también las mejillas. Jin quiso defenderse, pero yo no sería una presa fácil, peleé con todas mis fuerzas. 

—¡Bien! ¡Ya basta! ¡Tregua! —gritó de repente.

Dejé de luchar en cuanto noté que él se detenía a recobrar el aliento. Yo estaba contra el suelo cubierto de periódico, con sus brazos a los lados de mi cuello mientras él se sostenía con sus palmas.

Jin ladeó la cabeza y se limpió una parte del rostro con el hombro de su camisa, sin dejar de sonreír. Sus dientes blancos relucían.

Estaba cerca, tan cerca de mí. Un pensamiento intrépido cruzó mi mente y mi pecho, y me dije que tenía que hacerlo.

Enganché mis brazos a su cuello y me impulsé lo suficiente hasta tocar sus labios con los míos. Le robé nuestro primer beso. 

Robar. ¿Jin me condenaría también por eso?

Ante el sentimiento de duda, me aparté. Cuando quise intentarlo, me di cuenta de que no podía percibir ninguna de sus emociones porque yo ya estaba saturado de las mías. Confusión, miedo, incertidumbre. ¿Me odiaba?, ¿Se molestaría?, ¿Hice lo correcto?

Sus ojos penetrantes me observaban fijamente.

Tragué saliva.
—Lo sien-

Jin se inclinó sobre mí para volver a besarme. Y esta vez me dio un verdadero beso, sentí sus labios moverse ansiosos en los míos. Aunque me sorprendió al inicio, cerré los ojos y me entregué por completo al océano de sensaciones que me sumergían en la profundidad de su esencia. 

Seokjin sí me quería. Seokjin sí quería estar conmigo.

No nos importó el olor potente a pintura, ni que los dos estuviésemos manchados con la misma. Recibí su boca con entusiasmo y volví a subir mis brazos a su cuello. Mi llama gemela, la mitad de mi alma estaba aceptándome. Mi pecho sentía su latir, nuestra distancia se volvía efímera, ¿era tal vez porque en aquella posición nuestros corazones estaban frente a frente? parecían reclamar por esa unión, por la cercanía del otro. 

Su beso me trajo paz y regocijo. Como un rompecabezas armado, me sentí completo. Más vivo y feliz que nunca. 

Y esta vez, Seokjin se sentía tan feliz como yo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro