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¿Podía la situación ponerse peor? La respuesta era sí.

Llegamos a un desagradable lugar. Se trataba de una casa en ruinas.
Estaba construida en madera. Había tablas rotas en el suelo y se percibía un asqueroso hedor a humedad. El techo goteaba. Había escasa iluminación, el ambiente era lúgubre. Noté enseguida que la condición de aquel sitio era no sólo deplorable sino también deprimente. ¿Cómo diantres habían conseguido vestirse con trajes tan finos estos dos, viviendo en una locación como esta?

Luego, lo pensé. La respuesta llegó a mi mente enseguida: Robando.

Miré el lugar sintiéndome incómodo. Tal vez podía rogar porque ningún insecto se colara en mi traje, estando maniatado sería difícil quitármelo por mí mismo y yo odiaba los insectos.

Taehyung iba a mi lado, enseñándome por donde pisar para sortear los enormes agujeros en el suelo que llevaban a quien sabe donde. Pensé que si una de mis piernas acababa allí sería imposible recuperarla.

Atravesamos la penumbra y algunas cortinas rasgadas hasta llegar a lo que parecía ser el único pedazo de construcción habitable.
Dos velas se consumían en una mesa vieja y pequeña. Había una escalera modesta que llevaba a un piso superior, nada seguro desde mi punto de vista, y el sujeto violento subió para arrojar el maletín, el bolso y para quitarse el abrigo del traje.

El conductor se sentó en un rincón donde estaba un viejo colchón. Lo vi rebuscar a su derecha y tomar una botella de agua de lo que parecía ser una bolsa de tela sucia.
Taehyung se apartó de mí para acercarse a encender una pequeña fogata en el brasero que parecía ser el lugar donde cocinaban. De pronto me sentí cien años en el pasado.

Finalmente había un poco más de luz. La casa deteriorada ni siquiera tenía ventanas sanas, y todas se encontraban lejos del pequeño rincón en el que estábamos los cuatro. Apenas podía percibir la luz exterior.

—Puedes sentarte aquí —me indicó Taehyung, ofreciéndome un asiento plástico que parecía de juguete.

—No, gracias —me rehusé. Todavía podía conservar algo de dignidad.

Él se encogió de hombros y tomó el lugar.
El sujeto violento bajó la escalera y se sentó frente al fuego. El silencio pesado estaba cargado de tensión.

—Tenemos que eliminarlo —decretó el conductor. Había pensado que el sujeto violento era, efectivamente, el violento. Después de escuchar eso cambié de parecer.

—No. No los dejaré —replicó Taehyung.
Tenía que reconocerlo, sonaba determinado a salvarme y eso era bueno para mí.

—No es necesario eliminarlo de manera total. Lo que Kook quiere decir, es que tenemos que eliminarlo de esta situación.

—Eso —asintió el tal Kook.

—Recuerda que lo que vayas a hacerle a él, tendrá efecto en mí —advirtió Taehyung.
Por supuesto, las llamas gemelas compartían una unión física. Si llegaban a envenenarme, Taehyung sufriría los síntomas junto conmigo.

—Carajo. Ésa es la peor parte —protestó el sujeto violento—. Pues lo siento mucho, ambos tendrán que soportarlo.

Miré a Taehyung con ojos suplicantes. Él intentaba calmarme, llevaba haciendo eso desde que estábamos en la joyería. Me acercó a su lado y volví a experimentar calidez y seguridad. Era ridículo sentir eso por un simple toque, pero realmente estaba sucediendo.

—Lo que sea que le des, asegúrate de que no me olvide.

—Seguro, recordar será bueno —levanté la voz, ofendido—. Ustedes acaban de arruinar mi vida. Quedaré marcado para siempre como el empleado que fue asaltado y secuestrado por tres gusanos de alcantarilla que se llevaron hasta la última joya. La tienda se irá a la quiebra y mi reputación quedará por los suelos —escupí con ira—. No hay nada que desee más en este momento que recordar. Recordar sus asquerosos y detestables rostros y hacer de éste día el inicio de una cacería. Porque cuando regrese aquí la próxima vez, yo mismo les dispararé y haré estallar sus cráneos por el aire uno por uno.

Los tres me miraron con asombro.
Mi rostro estaba tenso y mis músculos entumecidos, pero no titubeé. Había sido una amenaza demasiado clara, producto de mi furia acumulada.

Taehyung puso una de sus manos en las mías, todavía anudadas en mi espalda.
Su calor intentaba reconfortarme, sus ojos azules me gritaron que no era bueno expresar ni guardar tanto odio.
Aparté mi mirada de la suya. No iba a cambiar de parecer.

—Perdón, Seokjin —pronunció con culpa—. Perdón por asaltar tu tienda y por llevarnos todo. Perdón por ponerte en esta horrible situación.

—¿Crees que tu miserable disculpa soluciona algo? —musité entre dientes—. La única forma de remediar esta fechoría, es que devuelvan todo.

Taehyung lucía afligido, lo supe a pesar de que no estaba mirándolo directamente. Sentí el conflicto interno que comenzaba a gestarse en sus pensamientos.

—¿No podía tocarte una llama gemela menos quejica? —preguntó el sujeto violento, antes de ponerse de pie—. Pobrecito. Pobre Seokjin, víctima de un asalto. Déjame ver, primero, lo torturamos para que nos enseñara las joyas. Luego, lo golpeamos hasta dejarlo inconsciente. Le rompimos dos dientes, sí, recuerdo haber visto cómo su boca sangraba. ¿Qué más le hicimos?....

—Arruinarle la vida —rió Kook, desde su colchón.

—Correcto. Le arruinamos completamente la vida —puso expresión desahuciada y se llevó una mano al pecho, fingiendo horror.

—Ustedes son patéticos —les dije.

—No. No, amigo. Tú eres el patético, preocupándote por tu estúpida reputación y por un centenar de joyas que no te pertenecen —el sujeto violento se acercó a mi rostro de forma desafiante—. La única razón por la que estás intacto, es por Taehyung. De otra forma me habría encantado dispararte.

Me hervía la sangre. Mientras mis ojos se quedaban en los suyos, juré que cobraría venganza. No podía permitir que estos tres delincuentes siguieran haciendo daño a más personas inocentes y trabajadoras, el fantasma del temor acechaba a mi familia desde la muerte de mi hermana. El lugar para ellos era una celda, una máquina de tortura, o enterrados bajo metros de tierra, de vuelta con los gusanos.

Todo mi enojo se disipó en cuanto Taehyung apartó a su compañero empujándolo por el pecho. Utilizó sus dos brazos pero aún así no fue un gesto demasiado fuerte.

—No le hables así —ordenó con voz sombría. Noté entonces que sus ojos lucían llorosos, quizás mi odio era el motivo de eso.

Sí, estaba sintiendo demasiado odio por acabar maniatado allí, por saber que sujetos como éstos podían robar con total impunidad y luego continuar con su vida normal después de llevar a la ruina a personas inocentes que luchaban por ganarse la vida de forma honesta. Los odiaba a ellos dos, y aunque sabía que mi conexión con Taehyung era algo fuera de éste mundo, sentí que lo odiaba también.

Ciertamente no experimenté nada similar a la culpa. Yo no era culpable, lo eran ellos. No sentí deseos de quedarme con Taehyung, ni admiración por su persona o ganas de abalanzarme a él. Yo quería salir huyendo, encontrar una comisaría y pasar los siguientes meses entrenando para después cargar un arma y acabar con ellos de una vez por todas.

Las llamas gemelas siempre eran relaciones complejas. Los casos mediáticos más escandalosos se daban entre celebridades y personas comunes; entre diplomáticos y personas trabajando en la prostitución... o entre ladrones y sus víctimas.
Muchas veces, la tan aclamada complementariedad tenía origen en diferencias demasiado marcadas, y lógicamente eso acarreaba problemas. Cómo olvidar cuando la princesa de Suecia renunció a su compromiso cuando descubrió a su llama gemela. El hombre era un revolucionario en contra de la monarquía y el reinado de su familia, creo que al final ella renunció a sus títulos para poder vivir con él.
Escandalosa y embarazosa situación. Yo no iba a pasar por algo así.

Mi odio hacia Taehyung estaba perfectamente justificado, y aunque le dije que la única forma de solucionar las cosas era devolviendo todo lo robado, él y sus amigos no parecían dispuestos a hacerlo.

Lo único que estábamos sembrando era una brecha creada por desigualdad, apatía y odio. 

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