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Capítulo 125: Jugar con fuego.

— ¡Tenías que despertarme!

— Pero si lo intenté...

— ¡Excusas!

Como se esperaba, Abigail llegó tarde a clases por quedarse dormida, no alcanzó a ir a desayunar y además fue severamente regañada por su maestro por llegar atrasada a su clase.

— ¡¿He hecho tanto por ti y aun así no puedes hacer algo tan simple como despertarme?!

— ¡Pero si te desperté y tú fuiste quien me dijo que-...!

— ¡Cállate! —gritó, dándole una cachetada.

—...—Beatriz se tocó la mejilla, sorprendida de que Abigail la hubiera golpeado.

— ¡Esto no es nada en comparación a lo que viví todos esos años para protegerte! —le reclamó, muy molesta, apuntándola con su dedo índice— A la próxima asegúrate de despertarme —exigió.

Ella sólo pudo bajar la cabeza y aceptar.

Era verdad, Abigail había hecho mucho para protegerla, algo como despertarla era lo mínimo que podía hacer por ella. Pero, entonces, ¿Por qué ahora le dolía tanto...?

— No hables así de Aylin o lo lamentaras.

‹Me pregunto cómo será ser su amiga...› pensó, buscando algo de hielo para su mejilla.

Todos esos chicos eran tan cercanos a Aylin y, por sobre todo, parecían confiar tanto en ella que no pudo evitar preguntarse cómo sería ser su amiga.

¿Qué era lo que hacía Aylin para que sus amigos la quisieran tanto...?

Aunque se lo estuvo preguntando un largo rato simplemente no tenía idea, después de todo ella no la conocía...

‹Me gustaría ser su amiga› fue el pensamiento que se asomó en su mente.

Suspiró, notando su hilo de pensamientos. Realmente... realmente ella estaba pensando mucho en Aylin este último tiempo...

De todas formas, no es como si ese deseo se fuera a hacer realidad, su mente sólo estaba divagando mientras revisaba sus notas de la clase de hoy.

Al día siguiente, todo fue normal. Lo único diferente fue que esa mañana se aseguró de que Abigail se levantara temprano, pero aun así no fueron juntas a desayunar.

— Tengo que ver si hoy mi amor ha venido a clases —declaró Abigail, adelantándose.

Beatriz suspiró, un tanto cansada de que su hermana se refiriera a Valentino Berardi como "su amor" ‹Él no te quiere, deja de insistir› pensó, un tanto fastidiada.

Estaba segura que Valentino de hecho estaba algo asustado de ella, al fin y al cabo Abigail podía dar mucho miedo cuando se enamoraba y, claro, él ya tenía novia.

Pero como así como sabía eso, también sabía que ella era terrible y se le tenía que pasar solo. No importaba que le dijeran, ella iba a insistir.

‹Sólo esperemos que no sobrepase los limites...›

— Beatriz —le dijo la señora Genesis con una sonrisa nerviosa, abordándola en el pasillo cuando terminó de desayunar— ¿Podrías por favor darle esto a Sasha? —pidió, entregándole unos papeles.

—...—dudó, después de todo sólo faltaban veinte minutos para su primera clase.

— Por favor, tengo una emergencia —le pidió, con una expresión de perrito abandonado— Sólo te tomara diez minutos a lo más —aseguró.

Al ver que la señora Genesis en serio parecía angustiada aceptó, un poco nerviosa— ¿Dónde está Sasha?

— Debería estar en la biblioteca a estas horas —le informó, comenzando a caminar con obvia prisa— ¡Muchas gracias! —exclamó, dándose la vuelta y haciéndole un gesto de corazón con las manos antes de irse.

Genesis no era lo que ella se esperaba de una mujer de su edad, o de una bibliotecaria en sí, pero al menos era una persona divertida.

Sin molestarse en revisar los papeles que Genesis le dio, Beatriz se dirigió a la biblioteca, queriendo terminar rápido con esto para irse a clases. A estas horas en este lugar no había nadie, así que fue un camino tranquilo, y un tanto oscuro, con la luz de la biblioteca filtrándose debajo de la puerta como única fuente de luz artificial.

Todo era normal hasta que Beatriz, quien estaba a punto de abrir la puerta de la biblioteca, escuchó un grito.

— ¡¿Cómo pudiste hacerme esto, Aylin?!

— ¿Hacer qué?

— No te hagas la tonta, ¡Sé del trato que hiciste con mi abuelo! —a pesar de que no podía verla por la puerta, pudo notar que la dueña de la voz estaba muy molesta.

— Ah, ese trato...

— ¡¿Ni siquiera lo vas a negar?!

— ¿Acaso quieres que te mienta...? Es verdad.

Quería abrir la puerta para ver que ocurría, pero si lo hacia la iban a descubrir...

Un sonido que sonó como una cachetada resonó en aquel lugar— ¡Te odio! ¡Te odio, Aylin!

Beatriz se alejó de la puerta, notando pasos que se acercaban, y entonces la gran puerta de madera de la biblioteca se abrió, dejando ver a una chica de cabello rojo, largo y ondulado salir de la biblioteca, casi corriendo.

Por un momento, sus miradas se cruzaron, y un escalofrío recorrió su espalda al ver que Sasha Forrest la había visto en la puerta.

Sin embargo, su atención pronto cambió de dirección hacia la otra persona dentro de la biblioteca.

— Sasha tiene la mano pesada...—rió Aylin, un poco adolorida por la cachetada que esta le había dado. Su mejilla se veía roja— ¿Ah? —pero entonces, ella la notó.

—...—tragó duro— ¿Estas bien...?

La mirada de Aylin se suavizó un poco al ver que Beatriz era quien estaba ahí— Si, no te preocupes —sonrió.

— ¿Por qué no evitaste que te golpeara...?

La había visto en los entrenamientos, algo como el golpe de una chica que ni siquiera practicaba artes marciales no debería ser problema. Evitarlo, bloquearlo, esquivarlo, pudo hacerlo, pero aun así no lo hizo.

— Ah...—Aylin desvió la mirada— Porque me lo merecía.

Antes de darse cuenta que estaba haciendo, Beatriz se vio a sí misma tocando la mejilla de Aylin, quien le estaba dando una mirada de confusión total.

— ¿Te duele? —le preguntó, y Aylin, aun confundida, asintió.

No estaba pensando en ese momento, su cuerpo sólo se movió por su propia cuenta, tomándola de la mano y llevándola al baño que estaba cerca de la biblioteca para tratar ese golpe.

— Esto debería ayudar —habló, colocándole el pañuelo que acababa de mojar con el agua del grifo en su mejilla.

Aylin claramente no se esperaba esto, pero aun así sonrió.

— Que amable eres, Beatriz. Aunque tú no estás acompañando a la pobre chica de rojo que fue engañada por el lobo, estas asistiendo al malvado lobo —comentó.

— Yo... no creo que seas mala...

Hace unos minutos, ella parecía realmente triste. Si ella fuera mala, no estaría triste por lo ocurrido.

— Ni siquiera sabes lo que yo le hice a Sasha, ¿Cómo puedes estar tan segura de ello...? —cuestionó Aylin, sin borrar su sonrisa.

—...

Aylin tenía razón, no tenía idea que es lo que ella le había hecho a Sasha, y en realidad ni siquiera la conocía. Apenas habían hablado un par de veces, ¿Cómo podía decir que ella no era mala...?

Cosas como gustos, historia de vida, pasatiempos y demás, no sabía nada de ella más que algunas cosas que todos sabían. Por esto, tampoco entendía que algunas personas insistieran en despreciarla cuando ella era de las mejores alumnas de la escuela y no sólo eso, también era amiga de hijos de muy gente poderosa.

‹ ¿Por qué estoy haciendo esto...? ›

No sólo eso, por hacer esto estaba segura que ya iba tarde a clase y aunque corriera no podría llegar a tiempo.

Aylin rió al ver que Beatriz se quedó en silencio, sin saber que responder, así que se secó la mejilla con un papel que tenía en el bolsillo, tomó su mochila y sacó un pequeño estuche, del cual sacó un lápiz corrector con el que comenzó a cubrirse la marca.

— ¿Por qué estas ocultándola? —se atrevió a preguntar.

Aylin sonrió, sin dejar su tarea ni de mirar al espejo— ¿Quieres ver como empieza la tercera guerra mundial?

Que pregunta tan rara— No...

— Yo tampoco —declaró, terminando de cubrirse la marca. Si ella misma no la hubiera visto minutos antes no pensaría que en serio alguna vez tuvo una marca de cachetada ahí.

— ¿Por qué dices que eres mala? —le preguntó, viendo que pronto se iban a separar.

— ¿No has escuchado los rumores? —cuestionó, encogiendo los hombros y levantando las manos en un gesto exagerado— Siempre me meto en problemas, no sigo las reglas, hago lo que me da la gana y siempre termino hiriendo a los demás sin querer.

— Eso no te hace mala...—la volvía un desastre, pero no una mala persona.

Aylin la miró de reojo, y sonrió al escuchar su respuesta— Ten cuidado, Beatriz, estas jugando con fuego y no quieres quemarte, ¿Verdad? —preguntó con cierta burla.

No la conocía, la acababa de escuchar admitir que era una mala persona, la había visto pelear con una de sus amigas de manera bastante fuerte y decía cosas muy raras. Aun así...

— A mí siempre me ha gustado jugar con fuego.

Aun así, a pesar de todo esto, quería conocerla más.

La sonrisa de Aylin aumentó ante estas palabras— Entonces tomare tu palabra —dijo, tomando un mechón de su cabello y besándolo.

Sin saberlo, estas palabras para Beatriz serian su salvación y, a su vez, su mayor perdición. 

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