Capítulo 15
Adele le dio vueltas a la taza de cerveza que tenía entre sus manos con una sonrisa de lado a lado. Una pequeña ojeada la llevó a percatarse de que posiblemente toda la tripulación estuviese ahí en ese momento. Contagiada por sus ánimos, se decidió a darle un sorbo al líquido.
Terminó por sacar la lengua debido al fuerte sabor.
—Nos alegra que nos acompañes, Adele —sinceró Edward, sentándose a su lado sobre las cajas—. Siempre pensé que a alguien de la alta clase le parecerían ruidosas nuestras fiestas.
—Oh, y me lo parecían. —Adele soltó una risita por lo bajo, colocando el jarro a su lado. Giró su rostro para dedicarle una sonrisa a su amigo y prosiguió—. Pero creo que ya me he acostumbrado a ellas.
Aquello era la pura verdad. Las primeras veces que se armaba una fiesta en la cubierta, ella las sufría mucho. No estaba acostumbrada a tantos desiveles, ni a las risas tan altas, ni a los cantos tan entonados y disparejos. Con el tiempo fue haciéndose a la idea e, incluso, llegando a disfrutarlo.
—Me alegra escuchar eso —confesó el médico, colocando una mano sobre el hombro de la fémina—. Significa que te estás acoplando.
—¿Tú de verdad lo crees? —inquirió la castaña, con los ojos brillantes y esperanzadores.
—Por supuesto que sí. Todos aquí te queremos —aseguró Edward, haciéndole una panorámica con su mano de toda la tripulación—. Y no solo por ser la mujer del capitán.
Por unos instantes Adele disfrutó inmensamente escuchar la primera oración. Ella también adoraba a todos esos malditos y rufianes piratas que, con el pasar de las semanas, le demostraron que son más familia que muchas familias de sangre. Había aprendido a ver lo mejor en cada uno de ellos. Se aprendió sus nombres, sus manías, sus fortalezas y debilidades, por ejemplo; Nicolás era muy inteligente, pero en el combate armado un desastre; Edward podía pelear, pero se le daba mejor el tiro con arco; Yassop no parecía tener puntos débiles, pero en el fondo guardaba cierto arrepentimiento para con su hijo; Benn era un enigma, uno que a ella le gustaba desifrar.
Entonces escuchó la segunda parte y sintió que se le sonrojaba hasta el cabello.
—¿La mu-mujer del capitán? —tartamudeó tonta, llevándose ambas manos a las mejillas para tratar de controlar su temperatura corporal.
—¿Era algo que no querías que se supiese? —preguntó preocupado Edward, pensando haber metido la pata. Le preocupaba llevar a Adele a sentirse incomoda.
—No, para nada —negó rápidamente ella, con la boca y la cabeza. Colocó sus manos sobre su regazo y miró al suelo—. No es algo de lo que avergonzarse. Es solo que me sorprendió oírlo.
—Acostúmbrate —bromeó el rubio, acomodándose los lentes. Luego la miró y esbozó una inmensa sonrisa sincera—. Aunque bueno, has sabido adentrarte tanto en la tripulación que dudo que alguien te llame así.
Adele abrió sus ojos de par en par y divisó en silencio cómo el médico se ponía en pie y caminaba con su jarra alzada con dirección al centro del círculo. Se quedó dándole vueltas a las últimas palabras del chico y, mientras tomaba un sorbo de la amarga cerveza, caviló sobre lo que realmente quería.
De nuevo la idea de la llegada a Inglaterra se le hacía más pesada.
De la nada, un brazo rodeó sus hombros y, el sentir el peso de un cuerpo sobre el suyo la hizo dar un respingo en el lugar que casi desencadenó que soltara la taza. Iba a rechistar cuando la respiración de Shanks contra su cuello hizo estragos en su estómago, acompañada de su traviesa risa. Él se encontraba abrazándola de espaldas.
—¿Qué haces aquí sentada? —inquirió el pelirrojo, empleando un tono indignación.
Ella iba a contestar, pero una voz se lo impidió.
—Eso, señorita Adele —añadió uno de los piratas, alzando sus brazos en forma de reproche—. ¿Qué haces ahí?
La joven pestañeó consecutivas veces sin entender a qué se referían.
—Ven a cantar con nosotros —añadió Yassop, invitandola con un gesto de mano. Estaba borracho perdido y le costaba mantenerse en pie, a eso añadir la imborrable sonrisa que adornaba su rostro.
—¡Eso es! ¡Ven! —exclamó un tercero.
Y seguido del último, el ambiente comenzó a animarla cada vez más a ponerse en pie y adentrarse en aquel círculo.
Shanks la ayudó a levantarse con su mano y, luego de esto, la guió hasta el medio, dónde todos la esperaban para comenzar a cantar y seguir bailando. Las risas no faltaron esa noche.
Esa fue la segunda vez que Adele fue capaz de cantar en voz alta sin avergonzarse de sus notas mal entonadas.
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Ambos caminaban por el oscuro pasillo tratando de no hacer ruido. Se habían escabullido de la fiesta solo porque Adele había manifestado sueño. No querían llamar la atención, sabían que si ese era el caso les tocaban otras dos horas más de sentencia y, para ser sinceros, a la chica le dolían los pies de tanto bailar y él solo quería estar con ella.
Shanks la guiaba, tomándola de la mano. Cuando alguno de los miembros de la tripulación pasaba por ahí, ellos se escondían en algún rincón o habitación y esperaban a que se fuera, él solía hacerle un gesto con uno de sus dedos sobre sus labios para que mantuviera el silencio. Las miradas y sonrisas cómplices no faltaron.
Luego de veinte largos minutos de travesía, al fin estaban en la habitación. Ella fue la primera en pasar y, acto seguido, Shanks cerró la puerta. Dejándolos completamente solos. Afortunadamente ahí casi no se escuchaban los gritos y entonados cantos de los piratas.
—¿Te quedas? —preguntó la castaña, sentándose sobre la esquina del colchón para quitarse sus zapatos.
—Por supuesto que sí. Pensaba que era obvio —respondió Shanks, yendo hacia el lado contrario con el objetivo de hacer lo mismo.
Desde hacía tres días dormían juntos. Ya no existía la necesidad de que ella lo hiciera sola, habían roto el hielo. Si bien era cierto que hasta el momento no habían llegado más lejos que solo besos y, quizás, algunos toques muy superficiales por parte de Shanks, ambos disfrutaban mucho compartiendo todo el tiempo que pudieran juntos.
Quizás porque sabían que el final de aquel cuento se aproximaba cada vez más.
Adele repasó en su cabeza las palabras de Edward y concluyó que ella también quería a la tripulación. Recordó sus momentos con el capitán, todas las veces que ella había intentado seguir con las clases pero él la ignoraba y comenzaba a besarla, o a hablar de cosas sin sentido. Entonces una espada atrevesó su corazón y una ola de valentía la obligó a al fin dar ese gran paso que estaba buscando desde hacía días.
—Shanks... —llamó de la nada, encogiéndose de hombros. Llevó ambas manos a su pecho y, pese a que el pelirrojo se volteó a verla, ella no fue capaz de hacerlo—. ¿Cuánto falta para llegar a Inglaterra?
Aquella cuestión hizo a Shanks frincir el ceño durante un instante. Luego su expresión se tornó completamente seria. Descalso caminó hasta darle la vuelta a la cama y quedar frente a la chica. Se agachó y buscó su mirada, desgraciadamente ella lo esquivaba.
A la luz de la única vela que estaba encendida en aquella habitación, justo en la mesa de al lado de la cama, la mirada de la protagonista desprendió un atisbo de melancolía.
—Adele, tenemos que hablar de eso —dijo, marcando el inicio de lo que probablemente no sería una agradable conversación. Inclinó su rostro y trató nuevamente de encontrar los orbes de la joven, estar un poco más bajo que ella supuestamente debía darle ventaja en el asunto, pero la aludida mantenía sus ojos clavados en su regazo—. Nuestro viaje está a punto de terminar. Hemos dado una vuelta inmensa, pero ya estamos más cerca de Inglaterra de lo que crees. Estás a punto de regresar a casa, porque esa es tu casa, ¿verdad?
—¿Por qué tú tienes que ser tú y yo tengo que ser yo? —soltó de repente, entre suspiros de agonía. Se mordió la lengua y acto seguido escondió su rostro entre sus manos.
—Adele... —Shanks apartó con su mano ambas de la cara de la protagonista y, luego, uzando uno de sus dedos, la obligó a alzar el mentón hasta que sus miradas chocaron—. Pídemelo. Pídemelo y te juro que no te dejaré ir.
—No puedo hacer eso. Mi familia debe pensar que estoy muerta, no puedo ni siquiera imaginar lo devastados que están. A pesar de que mis hermanos sean bastante molestos y quieran hacerse los insensibles, sé que me aman, así como yo los amo a ellos, ni hablar de madre y padre. Tengo un deber que cumplir en Inglaterra, un papel que no puedo abandonar, uno que me perseguiría eternamente. Y... y...
—Adele —cortó el pelirrojo, dibujando una sonrisa de lado—. No me interesa nada de eso. Quiero saber cómo te sientes y qué es lo que quieres hacer.
La mencionada abrió sus orbes de par en par impresionada por la convicción de Shanks, a veces ella quería ser como él.
Desde el comienzo de su travesía se habían enfrentado juntos a bastantes desafíos y retos. La había salvado tanto que ya no podía llevar la cuenta, fue un soporte y una certeza, una certeza de que todo estaría bien mientras él estuviera. Le brindó confianza en sí misma y le dio cosas que nadie jamás se había molestado en darle. Shanks la protegió y la enseñó a protegerse. Solía burlarse de ella, pero eso no era problema porque a Adele le encantaba su sonrisa. Estaban esos comentarios que a veces no entendía, pero quería llegar a entender.
Estaba enamorada.
Pero su travesía no solo trajo el amor a su vida. Había conocido grandes amigos como lo eran Benn y Yassop quienes, a escondidas, trataban de hacer más amena su estadía en el barco. Luego estaba Nicolás, con quien parecía entenderse mejor que con nadie, ambos tenían estudios bastante parecidos y los temas de conversación eran tan diversos como exuberantes. Edward, su confidente y el primero con el que forjó un lazo. La tripulación, quienes la aceptaron tal y como era. Las aventuras.
—Yo... —comenzó, decidida. Se erguió sobre el colchón y recuperó su postura derecha, siempre mirando a su receptor—. Amo este día a día. Amo el océano. Amo descubrir diferentes paisajes. Amo a todos los chicos, desde Benn hasta Edward. Pero sobre todo... —Hizo una pequeña charla y esbozó una diminuta sonrisa triste. Una traviesa lágrima surcó su mejilla—. Pero sobre todo te amo a tí, Shanks.
El pelirrojo no esperó a nada. Estampó sus labios contra los de Adele en respuesta a su declaración. Un beso tan necesitado como apasionado.
Ella correspondió de la mejor manera que había aprendido en esos días. Intentó seguirle el ritmo como siempre, pero él parecía estar en otro nivel. Apoyó sus manos en el pecho del hombre y se sujetó de su camisa mientras sentía como Shanks la rodeaban de la cintura para obligarla a ponerse en pie.
Un beso se transformó en dos y dos en tres, pero esta vez, a diferencia de las demás, no fue más que eso porque Shanks se detuvo.
El pirata, incapaz de contenerse más, le dio riendas sueltas a su imaginación y deseos. Comenzó a depositar ligeros y rápidos besos en el labio inferior de Adele, luego en su barbilla, seguido de su cuello, trazando un camino hasta llegar a su clavícula.
Aquello obligó a la joven a tirar su cabeza hacia atrás por puro instinto y aferrarse aún más a la camisa del varón porque sus pies parecían perder fuerza. Sentía que se desfallecía ahí mismo por todas las electrizantes, cálidas y desconocidas sensaciones que la azotaban.
Shanks no se detuvo pese a que le hubiera gustado tener el autocontrol suficiente para hacerlo. Su mano exploró la espalda de Adele y, mientras él continuaba su recorrido de traviesos y pecaminosos besos por todo el hombro desnudo de la dama, sus dedos juguetearon con el lazo que abrochaba el corsé de su vestido.
La temperatura comenzó a subir de tal modo que las molestas ropas estorbaban y, convenido de esto, el capitán pirata comenzó a deshacer aquel nudo del infierno, muriéndose de ganas por llegar aún más lejos. Desafortunadamente la temblorosa y temerosa Adele recuperó sus cinco sentidos y se apartó ligeramente.
—Esto... Esto no está bien —murmuró como pudo, le fallaba la voz.
Shanks colocó su frente contra la de la joven y respiró profundo para calmar sus impulsos, si ella no quería no pensaba obligarla.
—¿Confías en mí? —inquirió, tomando uno de los extremos del lazo del corsé. Espero pacientemente la respuesta.
La chica no sabía qué estaban haciendo, de lo que sí estaba consciente es que seguramente aquello estaría muy mal. Había una pequeña voz en su interior que le gritaba que se detuviera ahí mismo, pero ella decidió ignorarla porque, muy a su pesar, sí confiaba en él. Terminó asintiendo tímida.
Shanks esbozó una sonrisa complacido. Deshizo lentamente y sin cambiar de posición el lazo del corsé y, hasta que el vestido de Adele no cayó al piso por completo, no separó su frente de la de ella.
Estaba avergonzada, esa era una verdad que no podía ocultar aunque quisiera, pero él no la dejó pensar mucho en el asunto puesto a que volvió a besar sus labios con la misma pasión que la había caracterizado hacía dos minutos. Sus pechos chocaron contra el de Shanks. Por puro instinto abrazó el cuello del chico y se puso de puntillas.
Shanks desplazó su mano por la cadera de la joven y la ciñó a su cintura, acariciando con su dedo pulgar la tersa piel de Adele. Más, quería tocarla aún más y eso haría. Todavía besándola la ayudó a acomodarse sobre la cama.
Ella quedó sentada con él encima, pero podía respirar claramente porque Shanks no permitía que el peso de su cuerpo cayera sobre el de Adele.
Entonces él pelirrojo tomó uno de los pechos de Adele y comenzó a moverlo lentamente para que las sensaciones no la abrumaran de repente. Cuando agarró un poco de confianza intensificó su velocidad y jugueteó con su botón rosa.
A la chica se le escapó un gemido, que provocó que el beso se cortara de repente.
—¿Qu-que me está pasando? —susurró, tratando de no dejar salir aquella vergonzosos sonidos que rogaban escapar de sus labios.
Shanks no contestó, en cambio esbozó una sonrisa de medio lado y, solo para que ella no se sintiera sola, comenzó a desabrochar los botones de su camisa. Le costó un poco debido a la carencia de su otro mano, pero eventualmente encontró la forma de hacerlo. Lo tomó por sorpresa que, ya con la prenda abierta, Adele se armara de valor para desplazar su mano hasta el extremo de su brazo ausente.
—Ya te dije que no lo perdí por ninguna mujer —soltó con sorna él, colocando su mano sobre la de Adele.
—Lo siento. —Adele intentó separar su menso pesando que aquello había llegado a incomodar al pirata, pero Shanks no la dejó apartarse.
—Entiende que tocarme está bien, así como yo lo haré contigo.
La chica abrió ligeramente su boca en forma de pregunta.
Shanks separó su mano de la de Adele y se acercó aún más a la joven. Dirigió su rostro hacia la oreja de la chica y dejó que su respiración entrecortada marcara una nueva melodía. Intentó que toda la atención de Adele se desplazara hacia allí mientras él descendía su mano hasta colarla dentro de los pantalonsillos de la joven. Justo en el momento en que sus dedos comenzaron a hacer estragos en su intimidad, él comenzó a jugar con la oreja de la chica.
Adele abrió sus ojos de par en par y tuvo que aferrarse a las sábanas. Si bien antes el cosquilleo que Shanks le causaba manteniéndose en silencio cerca de su oído, de forma misteriosa, seguía vigente mientras ahora chupaba y succionaba su lóbulo, aquella sensación había sido completamente eclipsada por lo que le provocaba ahí abajo.
Adele puso los ojos en blanco y nuevamente lanzó su cabeza hacia atrás. No supo por qué, pero alzó su espalda provocando un pequeño puente. Aquello le dolía en ocasiones, pero no quería que se detuviera.
Contento con la reacción, Shanks se desquitó con el pecho de Adele, agachó su cabeza y apresó con su boca el botón rosa con el que no había jugado previamente. Mientras sus dedos trazaban un baiben a lo largo de la intimidad de Adele para separar sus labios y, de vez en cuando sugetaban con fuerza su clítoris con el objetivo de estremecerla, él se encargaba de exitarla lo suficiente devorando sin compasión sus pezones, uno detrás del otro, en pequeños turnos.
Adele sintió sus ojos cristalizarse y se preguntó qué clase de hechizo sería ese. Entre sus pies sentía un horrible calor que se transmitía a cada rincón de su cuerpo, sin contar con que su intimidad comenzaba a palpitar deseando algo que ella no sabía de qué se trataba.
Shanks palpó suficiente fluido y concluyó que Adele estaba tan mojada para dar el siguiente paso. Así que, separó sus dedos viscosos buscando mejor movilidad, subió su rostro para encontrar el de la chica y, cuando adentró el primero de sus dedos por la apertura vaginal, estampó sus labios contra los de la joven, buscando acallar lo que probablemente sería un alarido.
Adele ni siquiera fue capaz de concentrase en el beso o en cualquier otra cosa. Apretó con fuerza los extremos de la camisa abierta de Shanks y sintió las lágrimas recorrer sus mejillas cuando él comenzó a mover de arriba hacia abajo su extremidad. Las cosas empeoraron al sentirlo introducir un segundo y aumentar un poco más su ritmo. Tuvo que chocar su cabeza contra el pecho del chico y morderse el labio con fuerza para no dejar escapar un grito. Ahí se mantuvo, tratando de contener los agudos gemidos que amenazaban con escapárcele mientras se acostumbraba a tener dentro esos dedos.
Shanks se dirigió a la punta de la cama y, usando sus dientes por un lado y su mano por el otro, le bajó la ropa interior a Adele. Dejándola completamente desnuda ante él. La escena lo volvió loco y levantó aún más a su amiguito que gritaba que ya era el momento de dejarlo salir.
Adele cerró sus piernas por puro instinto, pero su fluido bañaba gran parte de su entrepierna y dejaba brillante la piel cerca. Llevó ambas manos hechas puños a sus ojos, intentando ocultarlos. Tenía la boca abierta, trataba respirar por ahí mientras su acelerado corazón marcaba un ritmo tan alto que parecía que se saldría de su desnudo pecho. Sus largos cabellos sueltos estaban exparcidos a lo ancho y largo del colchón.
Shanks se bajó el pantalón por completo, dejando al descubierto su miembro erecto, el cual ya estaba soltando el líquido de pre eyaculación, era tanto el deseo que tenía para saciar con el cuerpo de la chica que no le hizo falta que ella lo tocara.
Adele sintió como Shanks se incorporaba sobre ella nuevamente y comenzaba a frotar algo duro contra sus muslos. Bajó su cara para ver de qué se trataba y luego miró a su amante para apuntar a su entrepierna.
—¿Qué es eso? ¿Y por qué es tan grande?
Shanks alzó sus cejas de forma divertida y con su mano, acomodó los pies de Adele. Primero el derecho, luego el izquierdo, en una posición que le facilitara el trabajo. Por último se aferró a uno de sus muslos y comenzó a introducir su miembro dentro de la cavidad vaginal de la joven. No fue lento, pero tampoco rápido.
Adele se quedó muda. Clavó sus uñas en la espalda de Shanks por todo el dolor que estaba experimentando y casi muerde su hombro, afortunadamente se conformó con colocar su barbilla sobre este. Los pies le temblaron y sintió la necesidad de cerrarlos.
—Joder, Adele, no hagas eso —murmuró con voz ronca Shanks, sujetándole la cabeza a la chica para ayudarla a mantenerse en esa posición. Sus dedos se enredaron en el cabello, lo cual hubiera sido bonito, pero recordando lo viscosos que estaban eran otro asunto, de algún modo, exitante.
—¿El qué? —preguntó como pudo la aludida.
—Me cierras ahí adentro y me pones muy difícil contenerme —gruñó al sentir su apretado miembro por las paredes vaginales que la joven inconscientemente había contraído—. Me estás matando.
—Shanks... —lloriqueó, apretando su agarre en su espalda, sin ser consciente de que comenzaba a sacarle sangre pero que eso, lejos de dolerle, solo lo exitaba aún más—. Me duele. ¿Qué está pasando?
El pelirrojo ignoró la cuestión de la joven y comenzó a moverse, sabiendo que ese era el momento. Mientras más postelgara el asunto más sufrirían ambos. Sus estocadas, primero lentas y pausadas, fueron tomando un ritmo más veloz..
Adele se dejó caer sobre el colchón y agradeció inmensamente que Shanks la besara. Pronto sus manos fueron apresadas sobre su cabeza por la única y autoritaria mano que tenía el varón.
Si para ella era suficiente tortura la penetración tan placentera como dolorosa, los besos que Shanks comenzó a depositar en su cuello mientras mantenía el ritmo la tenían al borde de la locura. Arqueó la espalda. No sabía muy bien que hacer con sus pies, así que los contrajo sobre las sábanas. Cerró sus ojos fuertemente y sintió más que nada el absurdo cosquilleo en su estómago, distinto a los anteriores, este era caliente y amenazaba cada rincón de su cuerpo.
Ella no diría que se acostumbró, porque cada estocada se sentía igual que la primera, pero poco a poco la penetración dejó de tener el mismo impacto sorpresa.
Por un momento sintió que él se detenía y, cuando fue a abrir los ojos para descubrir la razón, Shanks se encontraba apresando su cintura para obligarla a sentarse sobre él y sus piez cruzados. La ayudó a acomodarse y, sin exigirle que hiciera nada —al menos esa noche— la ayudó a marcar el ritmo, lo marcó por ella. Llevó su mano al trasero de la chica y lo movía cómo quería para que las estocadas, que habían dejado de ser lujuriosas y desesperadas, se volvieran más bien un baile placentero.
Adele enredó sus dedos en el rojo cabello de Shanks y juntó su frente contra la de él, inclinando su cuello. Entonces se besaron otra vez, quizás por vigésimo segunda vez esa noche.
Que su boca estuviera ocupada no evitaba que de vez en cuando Adele tuviera que dejar escapar un suspiro o gemido que ya no podía contener.
Sabiendo que estaba a punto de correrse y que ella ya lo había hecho, Shanks apartó a Adele rápidamente. La calgó desde las nalgas y quedó con las rodillas apoyadas a los lados de los pies de Shanks sobre la cama, con ambas manos sobre sus hombros y todo su líquido goteando hasta caer en los pies del hombre, porque ella había llegado al orgasmo, igual que él.
Shanks dejó un escapar gruñido mientras expulsaba el semen que terminó exparcido en el estómago de Adele.
Había sido mejor de lo que esperaba y hubiera querido hacer varias rondas más, pero ver cómo la chica temblaba tanto que terminó por caer sobre el colchón lo hizo cambiar de parecer.
Recogió su pantalón del piso y, con una parte limpia, le quitó todo el líquido a la joven y a él. Luego volvió a lanzar la prenda al suelo. La ayudó a incorporarse recta en la cama, con la cabeza sobre las almohadas y la abrazó, entrelazando sus pies. Quedaron cara a cara.
—Solo para que quede claro, Adele —susurró, apretándola contra sí mismo. Quería aferrarse a ese menudo cuerpo, porque nunca jamás en su vida el sexo había sido nada parecido—. Yo también te amo.
La aludida salió de su estado de shock y con sus manos capturó el rostro de Shanks. Le dedicó una sutil sonrisa y besó brevemente las comisuras de sus labios.
Y a la luz de aquella única vela que poco a poco se consumía, esa sonrisa fue el paisaje más hermoso que Shanks jamás pudo presenciar, y eso que conocía todo el mundo.
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Palabras del autor:
Lemon bonito porque en esta historia somos cerdos decentes, no puercos.
Que sepan que me costó mazo escribir un lemon sin palabras vulgares, téngalo en cuanta a la hora de quejarse :'v
Uyuyui, Adele no parece querer irse a Inglaterra. Que pasará?
Si te está gustando la historia vota y comenta para que llegue a más personas ~(˘▽˘~)(~˘▽˘)~
Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿
~Sora.
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