La Gala
Me miré ante el espejo y no pude evitar sentir un enorme pesar por los fríos y vacíos ojos azules que me devolvían la mirada.
Le di un vistazo a mi reflejo de forma lenta imaginando lo que otros al verme debieran pensar de mí.
El vestido negro ceñido al cuerpo caía en una elegante cascada, los aretes de diamantes parecían lágrimas de un ángel, el cabello recogido en un elegante moño para hacer destacar mi cuello adornado con el magnífico regalo de mi padre.
Una gargantilla de diamantes.
Acaricié el maldito regalo mientras los recuerdos me envolvían.
Hoy sería el día.
Le confesaría a mi padre que no quiero ser abogada y que mi verdadero sueño es viajar a Paris para estudiar pintura.
Se me encoge el estómago, de los nervios, con solo pensar el cómo podría tomarse tal noticia. He preparado el nombre de una universidad, será la única mentira que le diga. No creo que se tomé bien el que estudiaré pintura en las calles aprendiendo de los grandes artistas.
Abrí mi joyero intentando buscar algún collar para la gala, pero no podía decidirme por alguno.
Llamaron a la puerta, pero no aparté la mirada de mi pequeña caja.
—Pase.
Escuché la puerta abrirse y giré el rostro para ver quien había entrado. Sonreí ampliamente al darme cuenta de que era mi padre. Él ya estaba más que listo para la gala, se veía sumamente elegante con su traje Armani hecho a la medida.
Mi padre me devolvió la sonrisa mientras se adentraba a mi alcoba.
—Estás preciosa, cariño.
—Gracias, papá.
Él se sentó en la cama mientras me escrutaba con su mirada por un largo. Podía ver ese orgullo paternal en su mirada. Probablemente recordaba cómo había sido de niña y me comparaba con la mujer que era ahora. Me sentía bien saber que él estaba orgulloso de mí y... algo me impulso a que ese era el momento para decirle mi sueño.
—Te has vuelto una mujer hermosa—me ruboricé por sus palabras—. Tú madre y yo estamos orgullosos de la mujer en la que te has convertido y... en la que serás— ¿seré? —. Creí que nunca llegaría este día.
Los ojos de mi padre se empañaron por las lágrimas que amenazaban con salir.
—Papá—reí—, no puedo tener cinco años para siempre.
—No, sé que no—su mirada se volvió melancólica y me partió el corazón—. Pero hoy es un día muy especial.
—Lo sé, y no voy a defraudarte.
—Sé que no lo harás, Stefhany—papá metió la mano en la parte interna de su traje y la sacó mostrando una caja alargada de terciopelo negro. Abrió el estuche frente a mí—. Un pequeño regalo...
—Papá.
Jadeé al ver la hermosa gargantilla de diamantes.
—del Barón Williams.
Fruncí el ceño ante la mención del Barón. ¿Por qué rayos me estaba él regalando una gargantilla?
— ¿Del-del Barón? ¿Por qué?
Mi padre dio un hondo suspiro lleno de pesar y mi corazón comenzó a acelerarse lleno de preocupación.
Nunca había visto a mi padre así, solo cuando había un problema realmente grande que no había una segunda opción. Me senté a su lado en la cama y tomé sus manos para darle el valor que necesitara para hablar.
— ¿Recuerdas, cuando eras niña, que pasamos por un problema económico bastante... grande? —asentí con la cabeza. ¿Cómo olvidar ese tiempo? Casi metían a mi padre a la cárcel por no poder pagarle al banco, pero milagrosamente el dinero volvió a aparecer—. El Barón Williams se ofreció a ayudarme cuando la empresa entró en bancarrota... con una sola condición—fruncí el ceño al enterarme de esto por primera vez—. Cuando cumplieras 21 debías casarte con él.
— ¿Qué?
Me levanté de golpe aun sin poder creer lo que había dicho mi padre.
¡Era ridículo! ¡El varón tiene veinte años más que yo!
Mi padre comenzó a dar mil explicaciones mientras, yo, aun intentaba procesar todo lo que estaba pasando.
Sacudí la cabeza para apartar aquellos terribles recuerdos de mi mente.
Me pasé con delicadeza un pañuelo sobre mis mejillas y los ojos para limpiar las lágrimas que habían escapado, pero sin arruinar mi maquillaje.
El Barón había preparado esta gala solo para preparar mi mano.
Apreté los labios con fuerza. Cielos, la sola idean aún me da demasiado asco.
Mi sueño de ir a Paris y pintar se había esfumado solo así como así y no había nada que yo pudiera hacer.
¡No!
Hay algo que yo puedo hacer. Escaparme a Paris. Me largaré a Paris por mi cuenta y no dejaré que nadie me encuentre, pero necesito largarme de aquí ahora.
Salí del baño tan rápido que no me fijé que alguien más estaba pasando cerca de ahí y choqué con esa persona.
— ¡Ten cuidado, estúpida mortal!
Mi estómago se encogió ante el exquisito acento del hombre. Sí, sus palabras no habían sido las más elegantes, pero incluso el peor insulto del mundo se oía sensual en la boca de ese hombre.
—Disculpe.
Me atreví a alzar la mirada y mi corazón se detuvo al darme cuenta de que el espécimen frente a mí no era de este planeta. Al menos eso parecía. Era demasiado guapo y un aura casi... divina le rodeaba. Era como si un dios griego hubiera descendido del mismo Olimpo.
El hombre terminó de enderezar su traje y se dignó a mirarme. Unos ojos verdes como esmeraldas me miraron haciendo que mi alma y cuerpo ardieran. Admiré con detenimiento a tan maravilloso espécimen masculino y... maldición, las piernas me estaban temblando.
Su cabello negro y largo, algo poco común en nuestra elite, pero... no le quitaba elegancia y tampoco parecía desaliñado. El cabello largo le iba a la perfección dándole un aire sensual y elegante. Vestía un traje que se amoldaba perfectamente con su delgada y alta figura. Pecho ancho, caderas estrechas, piernas largas y torneadas. Me mordí el labio al imaginármelo por un momento sin ropa.
Maldición.
Tuve que apretar los muslos y tragué saliva cuando vi que él notó la reacción de mi cuerpo. Ahora era él quien estaba escrutando mi cuerpo de arriba abajo deteniéndose más en ciertas partes de mi cuerpo, como mi pronunciado escote en v que me llegaba hasta el estómago. Era un vestido sexy y algo atrevido, pero bajo esa verde y ardiente mirada yo me sentí desnuda.
Él me tomó del mentón y me atrajo hacia él, pero aun con los tacones no era tan alta como él y se tuvo que inclinar un poco.
— ¿Cómo te llamas, mortal?
Su cálido aliento me rosó las mejillas y mis piernas quisieron flaquear. Aquel hombre era tan imponente que te hacía querer ponerte de rodillas.
—Stefhany.
—Stefhany—él murmuró mi nombre como si lo estuviera saboreando y provocó que una onda de calor me recorriera el cuerpo. Se pasó la lengua por los labios y solté un jadeo involuntario. Él me regaló una sonrisa lobuna que hizo estremecer mi bajo vientre—. Eres exquisita—se acercó tanto a mí y se inclinó de manera que su aliento me calentaba el cuello. Cerré los ojos mientras disfrutaba de su lengua acariciando aquella zona de mi cuerpo—. Eres mía.
No sé qué había en él, en su esencia, en sus palabras, que me hacía estremecer y caer rendida a sus pies. Parecía casi hipnótico lo que él provocaba en mí.
Me aferré a su saco al sentir que mis piernas casi cedían ante el deseo que sentía por el sensual hombre ante mí.
—Sí—suspiré de placer—, soy tuya.
Le sentí sonreír sobre mi piel a la vez que él me olía y sus manos se deslizaban por las curvas de mis caderas. Aumentando la temperatura de mi cuerpo y haciéndome arder desde lo más profundo de mí ser. Él, y solo él, despertaba un instinto muy primitivo en mí.
Su boca estaba ascendiendo por mi cuello y sabía que buscaba mis labios. En ese momento sentí que mi cerebro se escapaba de la neblina en la cual se había metido y todas las alarmas de mi cuerpo comenzaron a sonar.
¡Me estaba manoseando con un extraño!
— ¡No!
Me aparté de golpe con el pecho subiendo y bajando apresuradamente por mi agitada respiración.
Aquel hombre no pareció ofenderse, sino que tomó aquello como un reto que le encantó. Él me sonrió de forma juguetona y jugó con un bastón que tenía en su mano.
— ¿No?
Alzó una ceja mientras me retaba.
—No, no te conozco.
Alzó bastó y con este me acarició la mejilla.
—Soy Loki—el bastón se deslizó por mi cuello lentamente y siguió bajando, pero a pesar de lo erótico que era todo esto me reí de su nombre—. ¿Qué?
— ¿Cómo el dios nórdico?
—Sí.
Se inclinó y rosó mis labios, pero lo aparté suavemente.
—Loki, no te conozco.
—No necesitas conocerme—dejó el bastón entre mis dos pechos y trague conocerme— yo te conozco y con eso basta, dulce Stefhany.
Algo dentro de mí me gritaba que corriera ahora antes de que fuera demasiado tarde, pero otra parte de mí quería caer ante los dulces encantados de Loki.
—Yo... no...
—Piensas demasiado—me acarició entre los pechos con la fría gema del bastón y casi podía escuchar mi corazón—. Es hora de que dejes de pensar.
La joya del bastón dio un destello azulado y... sentí que todo se volvía negro.
Parpadeé varias veces sintiendo como la conciencia venía a mí poco a poco. Fruncí el ceño al encontrarme con un hombre que se abrochaba la bragueta del pantalón. Él me sonrió mientras se acomodaba su larga cabellera negra y me estremecí.
Recuerdos borrosos de lo que había pasado venían a mi mente, una voz en mi interior que... no era la mía ordenándome cosas a la cual no podía resistirme. Momentos en los que mi cuerpo no se sintió mío. Yo solo había sido una espectadora mientras alguien más usaba mi cuerpo, pero me había quedado con los recuerdes de ese alguien. Recuerdos que no me pertenecían y me hacían sentir cosas que no sabía si asquearme o sentirme orgullosa.
—Gracias por todo, Stefhany.
Sentía como si apenas estuviera despertando y ni siquiera podía recordar quien era el hombre que ahora estaba ahí frente a mí.
Antes de que si quiera poder decir algo él salió y yo me quedé ahí.
Mi cerebro era un rompecabezas desperdigado por el suelo y me sentía desesperada intentando juntar las piezas de lo que había pasado.
¿Qué había pasado?
Me había arreglado la ropa lo más pude aun con el cerebro un poco revuelto y con la mayoría de las piezas juntas. Aun no entendía bien que había pasado, pero al menos podía recordar lo que había pasado unas horas antes de perderme en esa neblina azul.
Salí del baño sintiendo como las piernas aun me temblaban, pero necesitaba ayuda. Me sostenía de la pared del recinto y vi que una mujer pasó corriendo totalmente horrorizada.
— ¡Llamen a la policía! —La mujer lloraba desesperada y el rímel le corría por las mejillas—. ¡Ayúdenos por favor!
Mi corazón comenzó a golpetear con fuerza contra mi pecho y, aunque el miedo quiso tomarme presa en sus garras, luché por seguir avanzando.
Mi instinto de supervivencia me gritaba por que saliera corriendo, pero algo dentro de mí tiraba y tiraba hasta el salón principal.
Conforme me iba acercando al lugar donde sería el evento los gritos fueron incrementando y me detuve de golpe en la escalera en el justo momento en que veía al hombre, aquel hombre que había estado conmigo en el baño, clavaba un objeto en el ojo del...
Cubrí mi boca sintiendo como la acidez de mi estómago subía por mi garganta provocándome arcadas. Las lágrimas quemaron mis al darme cuenta de que el Barón Williams estaba muerto.
No le tenía afecto al hombre, pero... ¿quién era el hombre al cual me había rendido hace unos momentos en el baño? Mi cerebro era una maraña de pensamientos. Me sentía asqueada de lo que había pasado, pero a la vez algo, no sabía que, me atraía a ese hombre del cual no podía recordar su nombre.
Parpadeé varias veces al darme cuenta que el hombre había cambiado de ropa como por arte de magia... ¿qué estaba pasando? ¿Me estaré volviendo loca?
Me dejé caer en las escaleras sintiendo que las lágrimas resbalaban por mis mejillas y...
¡Clic!
Loki. Su nombre era Loki.
Mi cerebro comenzó a procesar lo que había pasado, pero era demasiado tarde para cualquier decisión que hubiera querido tomar.
Loki había sido arrestado. El hombre que ,de manera un tanto siniestra, me había liberado.
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