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El restaurante

—Por favor que no se dé cuenta, por favor, por favor.

No paraba de suplicar entre dientes mientras me ponía mi uniforme. Me até lo más rápido que pude el delantal a mi cintura y suspiré. Todo apuntaba a que no se había dado cuenta. Sería un día perfecto.

— ¡Yamileth!

Pegué un brinco ante la chillona voz de mi jefa. Trágame tierra y escúpeme en China.

— ¿Sí?

Mi voz había sido un murmullo mientras me giraba para enfrentarla. Estaba muerta. Ella iba a matarme ahí mismo.

— ¿De nuevo tarde? —Cruzó sus brazos a la altura de sus pechos y me encogí ante la furia que reflejaba su mirada—. Es la tercera vez esta semana, ¿qué es lo que está pasando?

—Lo siento. Mi abuela ha estado enferma y mi hermano se fue de la casa. No hemos podido contactar...

—Tus problemas familiares aquí no importan—me interrumpió con crueldad—. Te descontaré esto de tu quincena.

Quise oponerme. Necesitábamos ahora más que nunca ese dinero, pero temía que si le contestaba ella me quitaría la paga de la semana.

—Sí, señora.

Apreté los dientes con fuerza. Maldita bruja. Si tan solo no necesitara el trabajo con tanta desesperación y pudiera darme el lujo de renunciar y buscar un trabajo más decente. Si tan solo...

Alcé la mirada al techo intentando contener las lágrimas que querían abrirse paso. No podía permitirme llorar en el trabajo. La mayoría de mis propinas dependían de mi buen ánimo, de mi amabilidad y mi sonrisa.

Rogué al cielo algo de ayuda.

Tomé mi block de notas y una pluma para después guardarlas en uno de los bolsillos delanteros de mi delantal.

Me detuve a un lado de Cassie. Hoy le había tocado estar en la caja registradora. Agradecí al cielo no ser yo la que tuviera que estar ahí, era el lugar en donde nunca recibía propinas y hoy más que otros días la necesitaba con urgencia.

—Llegó Jhon—canturreo ella con una pequeña sonrisa—. ¿Crees que pida lo de siempre o logrará sorprendernos?

Reí levemente mientras negaba divertida con la cabeza. Me permití admirar a Jhon Miller quien se paseaba entre las mesas del local buscando un buen lugar donde sentarse. Él era un cliente regular del restaurante y siempre solía pedir lo mismo. Bistec bañado en gravy con champiñones y puré de patatas. Además, era un famoso empresario de la localidad y no podía evitar haberme enamorado de él. Cassie siempre me hacía el favor de que yo fuera siempre quién le tomara la orden, aunque él no parecía notarlo. No había día en que no rogara al cielo porque al fin me notara.

Me alisé la falda y me acomodé mejor mi cabello. Maldición. Justo hoy tenía que despertarme con el cabello lleno de freeze. No importaba, una sonrisa siempre era más impresionante. Al menos eso era lo que decía mi abuela.

***

—Tía, no tenías que hacerlo—intenté sonar amable, pero luchaba por no atravesar la línea telefónica y estrangularla—. Después de la última cita a ciegas que me organizaste, te pedí. No. Te supliqué que no lo volvieras a hacer—pegué mi cabeza en el respaldo del asiento y suspiré con pesadez—. No tengo tiempo para estar conociendo a chicas.

—Tommy—puse los ojos en blanco ante su melosa voz—, es la sobrina de una amiga, es una admiradora tuya y después de haber pasado la tarde con ella, pude notar que sería demasiado compatible contigo.

El conductor detuvo el auto frente al restaurante donde sería mi calvario y gemí internamente. Trágame tierra y escúpeme en Asgard. Salí del auto y me acomodé el saco con una mano.

—Sabes que solo hago esto por ti, pero prométeme que es la última vez que haces esto. Hablo en serio.

Me detuve antes de entrar al restaurante para terminar la llamada con mi tía.

—Cariño, es hora de que superes a esa cantante de country.

—Esa no es la razón por la que no salo con otras chicas—me rasqué la nuca sintiéndome incomodo ante la mención de Taylor—. Últimamente he tenido mucho trabajo, además, se acerca el estreno de Avengers y...

—Excusas—me interrumpió—. Eres un hombre joven, deja de exigirte demasiado y vive la vida.

—Por exigirme demasiado es que estoy ahora donde estoy—me pasé una mano por el rostro con desesperación—. Una cosa más tía, deja de sobornar a Luke para que te haga espacio en mi agenda con estas ridículas citas. No me obligues a demandarlo.

—Tú ganas, Tommy, esta es la última.

—Gracias.

—Disfruta la comida.

Ella colgó y suspiré con pesadez. Me guardé el celular en el pantalón y cerré los ojos un momento. Tú puedes Tom, me dije a mí mismo. Entré al local y el delicioso aroma de la comida me envolvió y me abrió el apetito que había perdido. El estómago se me revolvió haciéndome perder el hambre de nuevo al encontrarme con una chica de cabellera rubia igual a la de mi aclamada ex. Con el pulgar y el índice me tallé los ojos suplicando al cielo que me diera paciencia.

Me acerqué a la mesa y me senté con rapidez evitando saludar a la chica de beso. Además, entre más rápido pasara la comida, más rápido podría irme de ahí.

—Lamento el retraso.

Me disculpe mientras me acomodaba en mi asiento frente a ella.

— ¡No me lo creo! ¡Tom Hiddleston!

Oh por favor, grítalo más fuerte. Creo que en Alaska no pudieron escucharte bien.

Fingí una sonrisa mientras desabrochaba el botón de mi saco.

—Veo que tú sabes mi nombre, pero yo aun desconozco el tuyo.

—Me llamo Debby Anderson.

Ella estiró su mano y yo la estreché con amabilidad. Debby comenzó a hablar y a hablar y nunca se detuvo. La miré por un largo tiempo sin saber cómo era que podía hablar tanto sin detenerse a respirar un momento. Me inquietaba un poco que ella hablara y hablar sin necesidad de hacer una gran pausa o que se notaba que paraba a tomar aire. ¿Cómo rayos lo hacía? No tenía idea de lo que me estaba hablando. Solo captaba algunas cosas de su conversación, pero lo único que hacía era asentir con la cabeza fingiendo interés.

Deseé que llegara la camarera solo para que me diera un maldito descanso de Debby. Por desgracia se estaban tardando demasiado en tomar nuestra orden. Miré el reloj de manera distraída y suspiré con pesadez. Habían pasado veinte minutos y lo único que quería hacer era largarme de ahí. No tenía ganas de comer. Así que si la camarera llegaba no tenía idea de lo que iba a pedir. Odiaría desperdiciar una buena comida.

La mesera apareció por milagro.

—Buenas tardes, ¿puedo tomar su orden?

Debby se había puesto a ver todo el menú y a comentar cada platillo que había y las calorías que contenía. La mesera y yo esperamos. Mientras Debby se decidía me tomé el tiempo para observar a la camarera. Mis ojos cayeron en el gafete que tenía su nombre.

"Yamileth"

Un bonito nombre para una chica tan bonita.

En ese instante una extraña idea vino a mi mente. Sí, tal vez podía funcionar.

— ¿Amor? —Yamileth y Debby me miraron confundidas mientras yo miraba a esta primera con horror—. Te juro que no es lo que estás pensando.

Intenté sonar alarmado, pero ellas no paraban de verme como si yo hubiera perdido la cabeza. No importaba, era ahora o nunca. Necesitaba quitarme a Debby de encima. Me levanté con rapidez y tomé las manos de Yamileth.

—Yo...

La pobre no entendía que pasaba, pero rogaba porque ella me siguiera la corriente.

—No, cariño. No digas nada. Te lo explicaré todo—miré a Debby quien no paraba de pasar su mirada entre Yamileth y yo—. Lamento esta confusión. Vámonos, amor.

Tomé a la mesera por la muñeca y tiré de ella con firmeza, pero asegurándome de no lastimarla para llevarla conmigo. La pobre chica estaba en shock y no entendía aun que era lo que estaba pasando. Estaba por llegar a la puerta cuando Debby gritó mi nombre. Maldición. No, no. ¡Vete!

Apresuré el paso con Yamileth, pero ella se dio cuenta de lo que estaba pasando y comenzó a frenarme.

—Suélteme—dijo cuando salimos del restaurante—. ¿Qué cree que está haciendo? ¡Yo ni siquiera lo conozco!

—Por favor, solo espere.

— ¡Tengo que volver a mi trabajo!

Continué tirando de ella hasta estar lo suficientemente retirados de la entrada del restaurante.

— ¡Tom!

Maldición. Esta noche no se va a dar por vencida. Con rapidez rodeé con mi brazo la cintura de Yamileth pegándola a mi cuerpo y con mi otra mano la sujete por la nuca acercando su rostro al mío. Besé a Yamileth. Pude sentir que ella se había quedado de nuevo impresionada. Claro, ¿a quién no le impresionaría que un extraño la besara a mitad de la calle?

Yamileth intentó poner resistencia a mi beso, pero la sujete con firmeza impidiéndole que se aparatara. La besé con suavidad y sentí como poco a poco ella dejó de oponerse. Se quedó quieta y se permitió disfrutar del beso que le estaba dando. Para ser sinceros, también disfruté de aquel beso. Hace mucho tiempo que no había besado a una chica que no fuera mi co-estrella.

Los labios de esta chica eran suaves y dulces. Te invitaban a probar cada vez más y más haciéndote adicto aquel sabor. Enterré mis dedos en su sedoso cabello impidiéndole que se alejara de mí.

El mejor beso que había recibido era de una total extraña.

Había escuchado a Debby que se había alejado furiosa y solo entonces solté con suavidad a Yamileth. Los labios de esta estaban rojos e hinchados y solo me dieron ganas de volver a tomarla entre mis brazos y hacer más profundo ese beso.

Ambos nos mirábamos a los ojos y lo que pude ver en aquella mirada hizo que mi corazón se estremeciera. Yamileth era hermosa y podía ver algo en su mirada que era demasiado especial. Quería conocerla.

Ella parpadeo un par de veces saliendo de su estupor y de la nada su mano se estampó contra mi mejilla con una furia arrolladora. Me había dado una cachetada.

Llevé mi mano a mi mejilla y la acaricié al sentir el terrible escozor en mi piel. Como dolía.

— ¿Qué te pasa? —gruñí.

— ¿Qué me pasa a mí? ¿Qué diablos te pasa a ti?

Su pecho subía y bajaba con rapidez por lo agitada de su respiración.

—Lo siento, yo...

—No vuelvas a tocarme.

Me fulminó con la mirada y se alejó dando media vuelta entrando hecha una furia en el restaurante. Cielos. No había visto nada tan sexy en mi vida.

Una enorme sonrisa se dibujó en mis labios al recordar la escena de hace unos minutos. Acababa de encontrar mi nuevo restaurante favorito y no dejaría de venir. Hasta que ella fuera mía.

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