El elevador
Suspiré con pesadez y me pasé el antebrazo por mi frente para quitar un par de gotas de sudor que resbalaban por ella. Habitación 105 limpia. Finalmente había acabado de limpiar las habitaciones que me correspondían y...Miré mi reloj con una enorme sonrisa. Tan solo 45 minutos más y daría por acabado mi turno.
Tomé el carrito de limpieza y bajé por el elevador. Después de pulsar el botón para ir a la planta baja, las puertas se cierran y el elevador comienza a bajar chirreando. No puedo evitar hacer una mueca ante el molesto ruido. Hace dos semanas que el elevador está teniendo problemas y aun no lo arreglan. Elevé al cielo una plegaria para no ser yo la que se quede atascada en el elevador el día que se descomponga por completo.
Acomodé todos mis utensilios en su lugar y me fui a mi casillero para tomar unas galletas que guardaba cuando tenía hambre. Mientras mordisqueaba una galleta saqué mi celular y reviso los mensajes. Tengo uno de mi mejor amiga y sin dudarlo lo abro.
"¿Viste algún famoso hoy?"
No puedo evitar poner los ojos en blanco. Mi mejor amiga creía que por trabajar en un hotel vería famosos todos los días como si paseara por Los Ángeles o Nueva York.
"Oh sí. Hoy me besé con Shawn Mendes, Chris Hemsworth dijo que dejaría a su esposa por mí y Fifth Harmony me ha invitado a su próxima gira para que abra todos sus conciertos".
Mandé el mensaje bañado en sarcasmo.
"¿En serio? ¿Y mi tía Beyonce puede ir con ustedes?"
"Lo siento, solo había espacio para mí".
"Eres cruel, te odio".
"Eso dices porque envidias mi trabajo".
"El día que te cruces con un famoso no te voy a creer. Ni aun que te cases con él."
Reí a carcajadas por aquella ocurrencia de mi mejor amiga.
— ¡Gishell! —me sobresalte al escuchar el grito del gerente del hotel.
Guardé lo más rápido que pude mi celular y me levante de mi lugar en el momento justo en el que él entraba.
— ¿Sí, señor?
—En la habitación 213 pidieron unas bebidas.
— ¿Dónde está Ana?
—La madre de Ana enfermo y se tuvo que ir antes. Ahora, muévete si quieres salir a tiempo.
Él se dio media vuelta y gruñí. A veces el gerente podía ser un idiota. Suspiré y salí de la sección de casilleros. En el pasillo ya me esperaba el carrito lleno de hielo y bebidas. Tomé el carrito y volví por donde había venido hace tan pocos minutos. Pulsé el botón del elevador y las puertas se abrieron, entré seleccionando el botón del piso al que iría y antes de que estas se cerraran otra persona entró conmigo. Era un hombre.
El carrito había quedado en medio de ambos. Lo miré de reojo, pero no podía ver su rostro debido a que la capucha de su chamarra no dejaba que le viera la cara. Traía los audífonos puestos, escuchaba música. Lo miré de arriba abajo y pude notar que venía de correr. Era un huésped, pero yo no lo había visto en todo el día. O tal vez sí, pero por la capucha no podía reconocerlo.
Me removí algo de nervios al estar sola en el elevador con un hombre, a pesar de que el carrito estaba entre nosotros, no podía evitar sentirme algo inquieta.
La infernal maquina hizo de nuevo un ruido. Crujió. Se quejó. Las luces parpadearon un poco. El elevador se detuvo de golpe y ambos nos tambaleamos.
No.
Puede.
Ser.
Que el cielo me ayude. Pulsé el botón de ayuda para que alguien viniera a auxiliarnos en el elevador.
¡Esto no puede estar pasándome a mí! Estaba a tan solo un par de minutos y me había quedado atrapada en el elevador. ¡Sola! ¡Con un hombre! ¿Y si era un violador? ¿Y si me mataba? Vamos, Gishell, cálmate. Respira. Bien.
El aire acondicionado se apagó. ¡Perfecto! ¿Qué más? ¿Una invasión de zombis? Bueno, eso parece un poco exagerado, pero, ¿qué más podría salir mal?
El calor estaba aumentando poco a poco y aquel hombre se vio obligado a bajarse la capucha. Me atreví a mirarlo y mi corazón se detuvo por un segundo para después comenzar a latir a toda máquina.
Trágame.
Tierra.
¡Tom Hiddleston!
¡Oh por todos los cielos! Estaba atrapada en un elevador con nada más y nada menos que ¡Tom Hiddleston! Sentí que mis piernas temblaron cuál vil gelatina ante la presencia de tan magnifico hombre. En ese instante no me importó durar una eternidad atrapada en ese elevador con ese maravilloso hombre. Podía morir ahí, ahora y yo sería feliz.
Por favor, Gishell, actúa normal. Eres una empleada para él.
Me obligué a apartar la mirada, pero aun así lo miraba de reojo. Tom no apartaba la vista de su celular y hacía muecas tan graciosas que hacían que esa boca se viera tan antójale. Saqué mi celular solo para fingir que estaba preocupada porque nos sacaran de ahí, aunque ya hubiera decidido comenzar una nueva vida al lado de Tom en el elevador del hotel.
—No hay señal.
Su voz. Su sensual acento británico. Mi cuerpo entero se estremeció. Si él se veía bastante varonil su voz solo lo hacía lucir aún más y dándole ese aire sexy que parecía perseguirlo.
Concéntrate Gishell.
Con el aire acondicionado descompuesto la temperatura no tardó en subir. Aunque en parte el calor que yo sentía podía ser provocado por el hombre a mi lado y no por la falta de aire fresco. Tom se despojó de su chamarra quejando solo en una camisa de tirantes revelando sus bien formados y trabajados brazos y aquella suave y blanca piel cubierta por una ligera película de sudor. Maldición, sí que estaba caliente y no el elevador.
Me daba un poco de aire con ayuda de mi mano. Miré el carrito y recordé los refrescos. Probablemente eso ayuda a hidratarnos un poco y a quitarnos en calor.
Tomé de la hielera dos refrescos y coloqué uno frente al guapísimo inglés.
— ¿Gusta?
—Muchas gracias, ¿señorita?
—Gishell.
—Un gusto Gishell, soy Tom.
—Lo sé—él me miró con una sonrisa y yo me sonrojé—, digo por sus películas y... eso.
Carraspeé y me obligué a apartar mi vista de él. Abrí mi refresco y le di un trago. El tiempo pasaba y aun no venían a nuestro rescate. Por un lado no me preocupaba, estaba pasando tiempo con Tom Hiddleston.
— ¿Te gusta Sia?
—Me encanta.
Tom sacó su celular de su pantalón y desconectó sus audífonos. Al instante se escuchó Cheap Thrills en todo el elevador. Tom me tomó de la mano y ambos comenzamos a bailar y brincar.
De la nada, las puertas del elevador se abrieron y ambos nos sobresaltamos sintiéndonos un poco avergonzados al ser descubiertos. Tom agarró sus cosas y salió de ahí.
El mejor día en mi trabajo y nadie me iba a creer. A menos...
Corrí lo más rápido que pude para alcanzarlo.
— ¡Tom!
Él se detuvo y me sonrió. Saqué mi celular y élentendió lo que quería. Nos acomodamos para tomarnos juntos una selfie. Tal vez jamás lo volviera a ver,pero al menos había pasado unos minutos con él en el elevador.
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