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Part 15

THE QUEEN OF NEW ORLEANS

CAPITULO 9 - PARTE 1

Capítulo 9: Mine

-----KLAUS-----

Caroline llora del placer, me dice que me necesita dentro. Beso el interior de sus muslos para volver a sus labios que me esperan húmedos y entreabiertos. Me besa con fuerza, y no puedo evitar sonreír contra sus labios. Caroline está aquí, conmigo, en casa.

Su cuerpo se retuerce contra el mío, frotando sus caderas contra mi pelvis, haciendo que mi erección crezca aún más. Quito mi ropa en un rápido movimiento y ella besa mi pecho cuando lo hago; me encanta cuando me besa y pasa sus manos por mi cuerpo…La abrazo con fuerza cuando la penetro, ella araña mi espalda mientras suelta un gemido.

En un giro rápido Caroline está encima de mí con sus pechos balanceándose en cada movimiento de caderas. Mueve la cadera hacia atrás y delante de una forma tan tortuosa que crea una deliciosa fricción entre nosotros, tanta que oigo como sus huesos chocan contra los míos. Gime cuando beso su garganta y aprieto sus caderas con fuerza.

Aprieto a Caroline tan fuerte de la cadera que mis nudillos comienzan a volverse blancos, sé que no le duele, pero aun así dejo de hacer tanta presión. Ella sube y baja en movimientos circulares que me hacen enloquecer, sus pechos rozan mi cuerpo cada vez que lo hace. Me sorprendo cuando me agarra del pelo con algo de fuerza y me atrae hacia ella para besarme, invadiendo con su lengua mi boca.

Cada vez que ella baja yo muevo las caderas hacia arriba y eso la hace gemir entre mis labios, y eso es algo que me encanta. La sensación es tan abrumadora que Caroline tiene los ojos cerrados, disfrutando cada segundo perdida en el placer, gimiendo cada vez más fuerte.

Caroline mueve sus caderas con más rapidez, golpeando los huesos de mi pelvis con los suyos, frotándose contra mí cada vez que puede. Ella gime cada vez más fuerte clavando sus uñas en mi espalda. Gira sus caderas mientras se contrae alrededor mío, haciéndome gemir a mí también cuando sus paredes se contraen en su interior.

Las sacudidas eléctricas me hacen agarrarme a ella con fuerza, moviéndome al unísono con ella, sintiendo que en cualquier momento la cama va a ceder bajo nosotros. Nuestros gemidos se entremezclan en el aire. Gimo de placer con tanta fuerza que, cuando llego al orgasmo, me dejo caer hacia detrás, agarrando las sábanas entre mis dedos. 

Caroline se deja caer sobre mi pecho depositando pequeños besos en mi cuello y sonríe cuando me mira. Es tan perfecta, una diosa entre simples mortales. Me encantaría pintarla a todas horas, plasmar cada movimiento, cada gesto…

-Klaus…

Susurra en mi cuello dándome pequeños besos, pasando la lengua por mi mandíbula. Me mira con los ojos brillantes mientras se muerde los labios, dando golpes en mi muslo con su cadera. Ella quiere más.

-Vas a acabar conmigo-Ella suelta una risa cuando la coloco debajo, llenándola de besos. 

Capítulo 9.2: Forever young
-----KOL-----

La risa de Caroline llega a mis oídos. Hace horas que llegaron, al principio Caroline sólo lloraba, y no podía parar de imaginarme su pecho subiendo y bajando en cada sollozo, sus mejillas rojas…Mi hermano le está contando historias antiguas, sus grandes viajes a París, el carnaval de Venecia, le habla incluso de retiros espirituales en Japón. Todas esas cosas que yo me perdí por estar años endagado, y aunque se lo pueda perdonar a Nik, el tiempo no va a regresar.

Suspiro al abrir a puerta del armario, la sudadera que le presté a Caroline sigue aquí, incluso lleva su olor. Me la pongo encima de la camiseta, embriagándome con su olor y meto mi ipod en el bolsillo. The Killers golpea en mis oídos y el viento me acaricia cuando abro la puerta principal.

Son las dos de la madrugada y Nueva Orleans aún no duerme. Las calles están tan iluminadas que parece que está amaneciendo, en Nueva Orleans pocas veces amanece. Algunas mujeres ligeras de ropas que se mueven entre las esquinas y las sombras se contonean cuando paso al lado de ellas. Una incluso desliza sus manos por mi vientre mientras mueve su lengua en un gesto obsceno sobre sus labios. Le sonrío débilmente y sigo mis pasos hasta llegar al cementerio San Luis.

Me muevo entre los grandes ángeles marmolados de expresión pétrea, hasta sentarme en una tumba con un pequeño altar lleno de flores de colores. En Nueva Orleans las tumbas son demasiado coloridas. Paso los dedos por el epitafio de color negro y sonrío al ver la inscripción ‘’Fui lo que eres, serás lo que soy’. No puedo evitar sonreír. Nunca volveré a estar en una tumba.

Me relajo y apago el ipod, concentrándome en el cielo estrellado. Es entonces cuando el olor a rosas y cera de velas me sobresalta ligeramente. No estoy solo. Me levanto con cautela y empiezo a seguir el rastro. Una vocecita cantarina recita frases en latín. Sé de quién es esa voz.

Davina está sentada frente a un pequeño altar improvisado con una manta, rosas y velas. Sus rizos se mueven con la brisa y la nariz la tiene algo roja del frío, sus labios se mueven con gracia, como si acariciase cada palabra.

-¿No te han enseñado que espiar a la gente es de mala educación?

-La verdad es que no tuve tiempo de que me enseñaran todas esas cosas-Le digo apoyándome en el muro que hay justo enfrente de ella-¿Qué haces por aquí bruja?

-Me llamo Davina, no bruja. Suelo venir aquí todas las noches, me gusta la tranquilidad del lugar, pero voy a tener que cambiarme, porque sin duda eres el vampiro más ruidoso que conozco. Tus pasos se oían a kilómetros ¿sabes? Para ser un vampiro no eres nada sigiloso…

-¿Seguro?-En un rápido y sigiloso movimiento me coloco justo detrás de ella con los colmillos a dos centímetros de su cuello. Ella da un pequeño salto ante la sorpresa.

-Vampiro arrogante-Se gira un poco y da un golpe en mi frente con su dedo índice. Pronto un hormigueo se apodera de mi cuerpo haciéndome cosquillas.

-Deberías utilizar tu poder para algo más que unas simples cosquillas-Ella levanta las cejas retándome. No sé de lo que es capaz, pero desde luego, su pequeña demostración en casa de Nik, ha dejado ver parte de su gran potencial. 

Ella sonríe y en un momento el cosquilleo para. Recoge sus cosas y esparce las rosas por el suelo. Pasa por mi lado con las manos llenas y se despide con un pequeño movimiento de cabeza. Su pelo acaricia mi cara al pasar por mi lado y su perfume afrutado me envuelve, estoy tan embrujado por su olor que no me doy cuenta de que desaparece del cementerio.

Me acuesto en el mismo sitio donde Davina había improvisado su pequeño altar. Cruzo los brazos sobre mi cabeza y me apoyo en ellos cerrando los ojos. Caroline aparece frente a mí con un pequeño vestido azul y unos tacones de infarto; justo como la primera vez que salimos juntos. Me está sonriendo mientras se muerde uno de sus dedos, entonces ella me besa, y cuando lo hace el roce de sus labios me hace enloquecer, como hace unas horas. Nunca he experimentado algo tan cálido como los labios de Caroline…

Algo que se rompe a lo lejos me despierta. Un quejido y unas risas me sobresaltan. Corro por las sombras hasta donde provienen las voces y me encuentro a tres hombres rodeando un cuerpo pequeño.

-¿Qué has hecho? ¿Te has vuelto loco? Mira lo que le has hecho a esa preciosidad de cara-El hombre que parece de todo menos preocupado, le da un pequeño codazo de complicidad al otro.

-Es una pena que no hables pequeña, pero tranquila…cuando te quite esa ropa que llevas y te tire sobre la cama, vas a gemir mientras pides más.

El hombre levanta el cuerpo del suelo y lo zarandea un poco, es entonces cuando reconozco esa cara ensangrentada y llena de cristales: Davina. De un salto les arrebato a Davina de las manos dejándola lejos. Los hombres me miran con la ceja levantada.

-Eso no son modales.

Camino hacia ellos que tienen las sonrisas descolocadas. En un movimiento le arranco el corazón a los dos primeros, al último, al que ha dicho que va a hacerla gemir le arranco la lengua y le ordeno que se vaya. Ese estúpido ni siquiera merece la muerte. 

Cuando miro hacia donde he dejado a Davina ya no está. Tampoco va a ser difícil encontrarla, el olor a la sangre que proviene desde el callejón se hace notorio. Está en una esquina quitándose algunos cristales de su brazo.
-¿Qué ha pasado?-Le pregunto acercándome a ella.

-Nada…lo de siempre, hombres babosos que como no tienen lo que quieren recurren a golpear con una botella de cristal-Me acerco a ella y la cojo en brazos, pesa muy poco. La dejo caer lentamente sobre unos barriles y la observo detenidamente ¿qué clase de enfermos golpean a una niña con una botella?

-No te muevas-Le ordeno quitando algunos cristales de su hombro.

-Estoy bien, puedo cuidarme sola-Me dice quitando mi mano de su hombro y acto seguido la vuelvo a colocar haciendo algo de presión.

-Sí, estás perfectamente- Le digo irónicamente mientras la sigo sujetando. Me acerco a su cara para quitar algunos cristales cerca de sus ojos.- Deberías andarte con más cuidado-Le digo dejando que mis colmillos abran la piel de mis muñecas para pasar la sangre por sus heridas, haciéndolas cicatrizar al momento-Les podías haber mandado al infierno ¿Se te olvidó la varita en casa?-Suspira y me da una pequeña patada en la rodilla ante el comentario.

-Se nota que eres un Mikaelson…tan arrogante y prepotente…supongo que será cosa de los genes-Me dice mientras mira como sus heridas cierran-No puedo usar magia, está prohibida. 

-Te llevo a comer algo-Le digo y ella asiente bajándose del barril de un salto. Pasa por mi lado y empieza a caminar.

-Más te vale llevarme a un buen sitio.

-Eres una mal agradecida bruja. Te salvo la vida y encima exiges…¿No te han enseñado, que se tienen que dar las gracias?-Le pregunto utilizando sus mismas palabras y ella sonríe.

Entramos en un pequeño bar restaurante veinticuatro horas. Es el típico bar colorido donde sirven cenas y desayunos para los madrugadores, e incluso trenes de media noche* para los más resacados. Davina se sienta en la mesa más alejada y voy tras ella. Davina contempla la carta y me fijo en sus diminutas manos. Es una muñeca de porcelana llena de vida. Me pregunto cuantos años tendrá.

-Tengo veintiuno. 

-¿Me lees la mente? Eso es de mala educación –Me exalto un poco, no quiero que nadie entre en mi cabeza.- Tendría que haber pensado algo muy pervertido, al menos me divertiría viendo cómo te sonrojas.

-No te he leído nada. Creo que has visto mucho crepúsculo Kol Mikaelson-Por primera vez dice mi nombre y aparta la visa del menú para mirarme- Tus gestos te han delatado…Hombres-Lo último lo dice en un suspiro mientras cierra la carta.

-Oh, me olvidaba. Eres una experta en hombres, tanto que no sabes cómo escapar de tres babosos-Ella me reta con la mirada y yo me inclino un poco sobre la mesa. ¿Son años humanos o de bruja?-Ella abre los ojos indignada. Decirle algo así a una bruja y firmar tu sentencia de muerte

-Reales-Me sorprendo bastante, nunca he visto tanto poder en una bruja de apenas veinte años. –Te preguntaría tu edad, pero para un original la edad es otro sinónimo de respeto y poder-Sonrío ante lo que dice y le pido a la camarera nuestros menús-¿Te gusta ella no?

-¿Quién? ¿La camarera?-Le pregunto mientras me fijo en la exuberante camarera.

No, Caroline-Cuando dice su nombre todo mi cuerpo se estremece. Necesito que vuelva a rozar sus labios con los míos-Cuando ella despertó tu hermano parecía que iba a morir, incluso le temblaban las rodillas. Pero tú, tú que estabas más conmocionado que él no dudaste en arrancarla de sus brazos y derramar lágrimas cuando abrió los ojos.

-No digas tonterías-Le digo algo molesto mientras dejo que la camarera nos coloque los platos entre nosotros. 
Davina se come sus tortitas con sirope en silencio, hace algunos círculos con el tenedor sobre las tortita hasta que termina de comérselas. Se limpia la boca con una servilleta y termina relamiéndose los labios para luego levantarse.

-Te acompaño a casa

-No hace falta

-Bueno, si te atacan de nuevo…

-Mierda-Exclama mirando a unos vampiros-Escóndeme.

Miro a todos lados y no veo donde pueda esconderla. La empujo con cuidado hasta la columna de ladrillos que tenemos a dos metros y le doy la vuelta, haciendo que apoye su pecho contra la columna. Le aparto el pelo y acaricio su cuello. Los vampiros me miran justo en el momento en que mis colmillos brillan. Entierro mi cabeza en el cuello de Davina y, agarrándola de la cintura, rozo los colmillos contra la piel de su cuello. Ella gime de sorpresa y sigo en esa postura hasta que los vampiros se van.

-Veo que te gusta meterte en problemas-Ella se da la vuelta quedando atrapada entre la pared y mis brazos-Deberías tener cuidado…Vamos te acompaño a tu casa.

Me separo de Davina y ella sonríe suavemente. Camino a su lado hasta que volvemos a estar entre la multitud. Ella se mueve entre las calles como si las conociese mejor que nadie esquivando a la gente. Cierro los ojos por un momento y cuando los abro Davina ya no está. Justo como en el cementerio.
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*Tren de medianoche: Plato típico de Louisiana que consiste en unos waffles con alitas de pollo. Un plato entre el desayuno y la comida

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