Capítulo 8 - Parte II
—Te noto algo preocupado—Dijo aquel chico de cabellos castaño rojizo.
— ¡Y lo estoy! Por eso te llamo, porque necesito tu ayuda.
—Sabes que soy tu hermano, Atticus. Puedes contar conmigo para lo que sea—Se sentó frente al computador nuevamente.
Atticus: ¡Lo sé, Ethan!... por eso te llamo, porque tú eres la única persona en la cual puedo confiar.
— ¿Qué paso con Matt?
Atticus: Es una larga historia que luego te la contaré, pero por el momento obviémosla.
Ethan: De acuerdo. ¿Qué tengo que hacer?
— ¿Recuerdas las historias que la abuela nos contaba?¿Sobre objetos raros, animales y cosas por el estilo?
Ethan: Lo recuerdo, papá siempre dijo que estaba algo loca.
—Pues no creo que tanto.
Ethan: ¿Qué quieres decir? —Hasta el momento él se había recostado en la suave y cómoda silla de cuero negro. Cuando escucho a su hermano decir esas palabras se irguió de repente.
Atticus: Creo que puede caber la posibilidad de que la historia que ella nos contaba sobre el Cetro de Cronos es verdadera.
—E leído en todos los libros y dicen que se destruyo.
Atticus: Pero si la abuela decía la verdad eso es mentira y se como probarlo—mojo sus labios con su lengua—. Quiero que entres a la guarida de mamá y papá y busques en sus libros.
— ¿Qué? —Se logro escuchar con claridad desde el otro lado del teléfono.
Ethan: Sabes que… —volteo para ver si la puerta de su habitación estaba cerrada y luego volvió a la conversación—. Sabes que tenemos prohibido entrar ahí.
— ¡Lo sé! Pero yo estoy aquí y tú sigues allá… por favor hermano, ayúdame.
Ethan: —Suspira—. De acuerdo, pero solo lo puedo hacer el viernes.
Atticus: ¿¡Viernes!? ¡Faltan tres días para eso! —Se quejo.
— ¡Lo lamento! Ese día es en el que mamá y papá salen de vacaciones y es el momento en el que yo puedo entrar.
Atticus: ¡Bien!...
Ethan: Te llamaré cuando consiga algo.
—De acuerdo.
—Adiós.
Atticus: Adiós—Colgó el teléfono.
El sol del medio día era abrasador. Todos se habían marchado a las duchas para luego así por disfrutar de su comida.
Belén y Jennifer se desviaron del grupo y tomaron otro camino, iban a entrenar.
Se sentaron la hierba, bajo la sombra de un gran árbol a esperar a que Lucía apareciera. Tenían una gran vista del camino que les conducía a la cabaña de las Moiras. Ahora que se lo ponían a pensar, nunca habían ido a verla. Eso era porque no tenían mucho tiempo y además que debía de ser como una cabaña cualquiera. Pero luego dejaron este tema de lado y Jennifer le confesó a Belén la charla que habían tenido ella y el chico rubio. Le dijo que él no aceptaba que ella recibiera la ayuda de Lucía, pero que aunque ella le había dicho que no la aceptaría, rompió con su promesa y decidió aceptarla y entrenar a escondidas.
Definitivamente las palabras de Lucía la habían tocado. Por ningún motivo quería perder a aquel chico al que la hacía sentir en lo alto del cielo. Estaba decidida a llevar sus poderes al máximo para evitar que el muera en la arena. Y si era necesario, estaba dispuesta a dar la vida por él.
Al oír aquellas palabras, Belén quedo sorprendida. No podía creer que su amiga se rebajara tanto y pensara en hacer aquello. Definitivamente, no le agrada aquel joven y hace tiempo que quería decírselo y hoy fue ese día. Aunque Jennifer no estuvo de acuerdo con lo que decía su amiga, Belén estaba convencida de que él no era un chico para nada bueno.
Las espadas se entrecruzaron y se podían ver las chispas volar. Hope y Annabeth estaban peleando nuevamente, pero esta vez era por diversión. Clarisse las estaba observando desde la enorme tribuna de piedra con su bandeja de comida llena.
Annabeth se movía rápido. Podías ver a su espada moverse de derecha a izquierda, pero Hope no se quedaba atrás, esquivaba todos los golpes y aun así entablaban una conversación.
Annabeth: ¿¡Por qué no me dices de una vez que paso entre tú y Justin!? —Exigió.
Hope: ¡No te incumbe! —Le respondió.
Clarisse: ¡Anda Hope! Estas entre amigas, nadie le dirá nada a nadie.
Annabeth levanta su espada y la baja con violencia encontrándose con la espada de Hope. Ambas estaban haciendo fuerza y se quedaron varios minutos así. Con cada minuto, Hope pensaba si en contarles la verdad o no. A esas alturas ya era más que obvio lo que había sucedido entre ambos pero nadie sabía la historia.
Hope hace presión hacia arriba y Annabeth sale disparada un par de pasos hacia atrás. Hope también retrocede y se pasa su mano por su cabello para quitárselo de la cara. Tenía mucho calor y estaba sudando al igual que su amiga.
Hope: ¡Bien! —Dijo agitada—. Como ya saben a medida que se iba acercando la hora de venir aquí, mi padre y yo nos tuvimos que mudar. El problema era que no tenía suficiente dinero como para hacer un viaje directo a Nueva York y por eso no quedamos dos años en Ohio.
Allí fue donde conocí a Zack pero esa es otra historia.
Clarisse pego un salto. ¿Había escuchado bien? Si, lo había hecho y dijo que allí conoció a Zack. Él también había volado de Tennessee a Ohio.
Hope: Antes de Año Nuevo, mi padre consiguió una bono lo suficientemente grande como para pagar mi viaje a Nueva York… y allí fue dónde sucedió. Lo conocí en el verano del dos mil diez. Pasamos tiempo juntos y bueno… nos hicimos novios. Todo iba de maravilla hasta que él pensó que salía con otros chicos ya que íbamos a escuelas separadas y nos veíamos solo los fines de semana pero había algunos en los que no podíamos vernos porque necesitaba encontrar un momento para entrenar.
Annabeth: ¿Sabías que él era uno de nosotros?
Hope: Al principio no. Lo descubrí con el pasar del tiempo y admito que eso me agrado. Al principio no supe bien de que dios era hijo pero luego descubrí que era el hijo de Hera, por sus celos y por eso termine con él—dio un gran suspiro—. Me tenia cansada, hablándome siempre de la infidelidad que le tenía hasta que un día le dije que estaba harta de su actitud celosa, que lo odiaba, que era un inútil,… todo un montón de cosas que luego me arrepentí de haberle dicho. No puedo quitar de mi mente el día en que le dije eso. Todavía recuerdo su rostro y como esos ojos almendrados se iban humedeciendo—Hizo una pausa— Fue lo peor que me paso en la vida.
Annabeth: ¿Haberlo insultado?
Hope: Terminar con él.
El juego de atrapar la bandera había terminado. El ganador había sido el equipo rojo. Este ya llevaba doce juegos ganados mientras que el equipo azul llevaba solo once. Una diferencia mínima.
Por suerte nadie estaba cansado. El entrenar duro todos los días y fortalecer su actitud física los estaba ayudando bastante.
Josh se había dirigido junto con Logan a la cabaña de éste para descansar un rato pero allí se encontraban Atticus (tendido en su cama) y Matt leyendo un libro. Se podía ver que ya había leído unos cuantos y todavía le faltaba por leer un montón.
Ambos sabían que sus amigos estaban peleados entre sí ya que hasta un tonto se daría cuenta eso.
Logan: ¿Qué sucede? —Pregunto.
Ninguno de los dos se miró y Atticus fue el que contesto.
Atticus: Pregúntaselo a él—Dijo mirando el techo de la cabaña.
Matt: ¿A mí? —Contesto—. Tú eres el infantil creyendo que existen cosas ficticias.
Atticus: ¿¡Ficticias!? —Explotó y se sentó de un brinco en la cama—. ¡Esas cosas son reales!
Continuaron peleándose mientras que Logan y Josh no entendían que estaba sucediendo. No le dieron mucha importancia ya que siempre se peleaban por cosas tontas y esta parecía ser una de ellas. Les llamaba la atención que estuviesen juntos siento que estaban peleados, pero la cabaña de Logan era la más refrescante de todas. No tenía paredes salvo en su habitación y en el baño. De resto, estaba rodeado por un barandal de madera. El aire entraba y salía libremente.
Josh: Iré a ducharme—Dijo este.
Logan: Esta bien. Luego iré yo también, me siento pegajoso—Admitió.
Las duchas quedaban cerca del bosque. Pero primero Josh, decidió pasar por su cabaña para juntar ropa limpia.
Antes de colocar su mano en la perilla de la puerta, escucho la voz de una persona. Una joven que estaba detrás de él. Cuando se volteo para ver quién era, mostró un poco de asombro y confusión a la vez.
Las duchas quedaban cerca del bosque. Pero primero Josh, decidió pasar por su cabaña para juntar ropa limpia.
Antes de colocar su mano en la perilla de la puerta, escucho la voz de una persona. Una joven que estaba detrás de él. Cuando se volteo para ver quién era, mostró un poco de asombro y confusión a la vez.
Josh: ¿Lucía? —Dijo—. ¿Qué haces aquí? —Pregunto.
Lucía: Hola —Dijo —Lamento molestarte.
Josh: Solo iba a tomar una ducha. ¿Qué quieres?
Sus palabras fueron lo peor. Lucía sintió una punzada en el corazón, el escuchar esas palabras fueron horrendas… pero lo peor es que su cerebro analizo todo tipo de posibilidad que se había presentado en su tono de voz: eran palabras frías, vacías, sin sentimientos, definitivamente a él no le interesaba el por qué del que ella estuviese ahí.
Lucía: Se que suena algo tonto pero… Matt me comento que tú tienes algunos problemas con utilizar tus poderes—vio como las cejas de Josh se arquearon—. Y bueno… no sé si tú lo sepas pero yo estoy aquí para ayudarlos a todos a mejorar sus habilidades y la verdad que estudie acerca del poder del rayo y es bastante interesante lo que…
Josh: No —Gritó—. Gracias por querer tratar de ayudarme pero verdaderamente no me interesa. No necesito tu ayuda y sinceramente no creo que la necesite nunca. Soy el hijo de Zeus, el más grande. Puedo encargarme de todo por mí mismo. Además, se supone que tú tendrías que habernos ayudado hace tiempo y no lo hiciste. Nunca necesite tu ayuda.
Lucía poso su mirada en los ojos color verde oscuro debido a la oscuridad. Sus miradas se conectaron por un segundo. Josh solo estaba allí mirándola con desprecio, o simplemente eso era lo que Lucía pensaba. Su mente podía estar haciéndola creer cualquier cosa a esa altura. Sea lo que sea él no le dio importa, se dio media vuelta y entro a su cabaña sin antes decir.
Josh: Largo.
El corazón le dolía por el desprecio de aquellas palabras de Josh. Las lagrimas no demoraron en aparecer y por más que quisiera no podía detenerlas.
Tal vez ella se había equivocado, tal vez Josh si era como lo había pensado; Egoísta, soberbio, pensaba solo en sí mismo y que era mejor que nada. Pero jamás lo quiso admitir porque intentaba buscar una solución a esa visión tan desagradable de él.
Nunca se había sentido de esa manera por él. Estaba sufriendo.
Por su mente apareció una pregunta, ¿Fue una tonta por hablarlo amado tanto? A esas alturas ella consideraba que sí.
El enorme cronometro, rectángulo color negro marcaba con sus números rojos el cero.
Sobre la línea blanca, el converse negro de una joven se posicionó. Apenas su pie traspasó la gruesa línea, el cronometro echó a correr.
Doce blancos, solo doce flechas, un solo arco y la precisión debía de ser fundamental.
Hope corría velozmente frente a los blancos. Tenía apenas una fracción de segundo para tomar una flecha de su carcaj, colocarla en el arco, visualizar el objetivo y disparar. Todo esto, debía de hacerlo doce veces y en el menor tiempo posible.
A simple vista, esto es totalmente difícil para un ser humano. Y es verdad. Ni el mejor tirador del mundo podría lograr lo que esta joven hace, pero claro… ella no es humana.
Apenas su pie traspaso la segunda línea blanca, el cronometro se detuvo.
Se acomoda el cabello hacia atrás con su mano y da un gran suspiro antes de voltearse a ver el tiempo. Contuvo el aliento cuando volteó.
Un joven, de cabellos castaño claro y ojos grises, tenía su hombro pegado al borde recto del cronometro.
—Cuarenta y cinco segundos —Dijo—. Nada mal.
El rostro de Hope pasó de estar sorprendido a apretar sus labios en una sonrisa. Levantó su ceja derecha y apoyo su mano izquierda en su cadera.
Hope: Creí que te había dicho que no quería saber nada de ti.
Zack despega su hombro del borde y comienza a caminar hasta Hope con su cabeza gacha y asintiendo con ella mientras tenía una mano metida en el bolsillo de su pantalón.
Apenas llega a donde está la joven, levanta su cabeza y Hope puede ver como aquellos ojos color gris resplandecían como centellas bajo la luz de la luna.
Zack: Solo quise venir a disculparme.
Hope: No se si quiera aceptar.
Zack: Se que no estuve bien.
Hope: ¿Hablas en serio? ¡Me dejaste bien en claro que me comporto como una cualquiera!
Zack: ¡No! Jamás fue esa mi intención. El día en que te vi salir de la cabaña de Alex fue porque iba a ir a hablar con Clarisse… nunca fue mi intención espiarte.
Hope: Pues parecías mi novio.
Zack baja su mirada. Traga saliva y Hope puede ver como la nuez de su cuello baja y subía. Él había sido su amigo por un largo tiempo y sabía que cuando sucedía eso era porque quería decir algo y no se atrevía.
Hope: ¿Zack? ¿Qué pasa?
Él se tomo su tiempo para contestar, pero cuando lo hizo… Hope no comprendió que sucedía.
Zack: Cuando te vi salir de la cabaña de Alex dije… <<No por dios, no otra vez como paso en Nueva York>>.
Hope frunció el ceño.
Zack: Cuando mi padre consiguió dinero para ir a N.Y. Estaba feliz porque sabría que te volvería a ver… pero me desilusioné un poco. Tú estaba con otra persona.
Hope: Yo estaba de novia con Justin en ese entonces.
Zack: Así es… y ahí fue cuando me pregunte, << ¿Por qué te deje ir? ¿Por qué no te detuve antes de que te subieras al avión y te fueras de mi lado?>> ¿Y ahora? Ahora pienso que puedo hablar contigo con libertad porque sé que no sucederá nada… pero él destino quiso poner una batalla en medio que puede ser el final para nosotros. Puede que yo en esa batalla te pierda… y no estoy dispuesto a dejarte ir.
El silencio invadió por un momento el espacio. No se escuchaba ni el sonido de los pájaros nocturnos en las copas de los pinos.
Él la contemplo tan cerca, levantando despacio su cabeza con su dedo apoyado en su mentón.
Lentamente quitó su mano y con la otra alejaba los cabellos dulcemente perfumados de la joven que hacían sombra a aquellas dos pequeñas piedras preciosas color marrón que conformaban sus ojos y no las dejaba brillar. Él la mira, cada vez más cerca. Ambos comienzan a mirarse cada vez más cerca y las pupilas comienzan a agrandarse.
Ambos pueden sentir un aire pesado que va y viene mientras choca sus rostros. Un aire dulce que al mezclarse forma un nuevo sabor.
Los parpados de la joven se van cerrando lentamente imaginando sentir el roce suave y tibio de los labios de él.
Despacio, sin prisa, así se movió él. Quería disfrutar aquel momento tan añorado que había soñado siempre.
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