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Capítulo 2 - Parte II


Matt y Atticus corrían a toda velocidad. Sabían que cada segundo que pasaba era un segundo menos en la vida de sus amigos.

La inmensidad de los pasillos los estaba dejando atónitos. Nunca les habían parecido tan grandes. Sin duda la desesperación podía jugarle en contra a veces.

—¿Por qué hoy?

Sus pasos eran coordinados, como si los hubiesen ensayado previamente.

—Saben que hoy es el día —replicó Matt en tono serio—. Hoy más que nunca tendríamos que haber estado preparados.

Odiaba cuando las cosas escapaban a su conocimiento; a la solidez, a la aprehensión de sus manos.

Los monstruos habían atacado constantemente a los chicos desde que alcanzaron la pubertad, pero el día de hoy era diferente, especial. Hoy tendrían que haber mantenido la guarda alta por cualquier cosa. No podían llegar a la Academia sin ellos a su lado.

Llegaron al salón donde supuestamente deberían haber estado y, sin embargo, sus pupitres estaban vacíos.

—¿Dónde demonios están? —Se lamentó Atticus.

Los minutos corrieron con rapidez. Cuando menos lo pensaron ya habían pasado siete minutos y aún no los encontraban.

Salieron al campo de entrenamiento. Vacío.

Llegaron donde las piscinas. Vacío.

Atticus pateó el suelo con estrépito.

—¡Maldición!

—Tal vez estén en los vestidores.

—¿Qué diablos harían en los vestidores?

—¡Yo que sé! Están enojados. Cualquier lugar es mejor que un aburrido salón de clases.

En otras circunstancias Atticus se habría escandalizado por los dichos de su amigo. ¿Acaso llamó "aburridos" a los salones de clases? El mismo chico que a pesar de estar amoratado por un entrenamiento intenso, no haber dormido por más de dos horas luego de estudiar los libros del mundo antiguo para obtener el título de guardián maestro, asistía a la escuela mortal porque esa era "su responsabilidad" y ahora la llamaba aburrida.

¿En dónde había estado hace siete años atrás?

Sin previo aviso un choque eléctrico les recorrió el cuerpo. Una energía magnética los impulsó hacia adelante.

El aire parecía haberse electrificado.

—Zues... —Susurró Matt.

Los dioses no tenían permitido intervenir en absolutamente nada que tuviera que ver con sus hijos guerreros; incluso si estos estaban al borde de la muerte. No obstante, ninguna regla decía que no podían ayudar a los guardianes.

Cuando las cosas se salían de control, intervenían para que sus hijos no murieran y la profecía no se viera alterada.

—Están cerca.

Conforme se acercaban la electricidad hormigueaba en sus dedos; tiraba de sus pechos hacia adelante como un guía.

La velocidad de Matt menguó y Atticus tomó la ventaja. La prioridad para Matt en aquellos cortos segundos fue darle las gracias a Zeus por haberlos ayudado. Siempre estaría agradecido con los dioses.

Atticus abrió la puerta del armario y la escena que había estado reprimiendo en su mente salió a la luz. Las ganas de vomitar lo invadieron y se vio forzado a hacer de tripas corazón y, junto con Matt, sacaron para afuera los cuerpos de Logan y Josh.

La adormidera había surtido efecto en ellos y ahora estaban sumidos en un profundo sueño.

La luz que atravesaba los ventanales les dio un panorama más nítido de lo que aquellos demonios del sueño estaban haciendo.

Millones. Toneladas de gusanos reptaban por debajo de su ahora grisácea piel. Varios de aquellos demonios se encontraban apelotonados en diferentes áreas de sus cuerpos, simulando las heridas que deberían de estar padeciendo en sus sueños.

El resto se escurría como si nadaran en una piscina y se apelmazaban entre sí.

El aspecto de ambos jóvenes era desagradable y repulsivo. De solo imaginar que un millón de parásitos estuvieron arrastrándose dentro de ellos hace un par de minutos atrás les causó escalofríos.

Debido al grado de gravedad que sus cuerpos presentaban, sabían que no tenían mucho tiempo antes de que el mayor de los parásitos se enredara alrededor de sus corazones y los comprimiera hasta matarlos.

—¡Rápido! Quítale la camisa. —Ordenó Matt. Estaba ansioso, nervioso, y sin embargo su voz se oyó calma.

Hizo a un lado todas las dudas y los miedos y se concentró en hacer su tarea.

Atticus no perdió el tiempo y se dispuso a hacer lo que su amigo le ordenó. Se arrodilló junto a Logan y comenzó a subirle la remera azulada que traía puesta. La tarea se le hizo algo difícil debido a que sus manos temblaban por el nerviosismos que traía encima.

No le preocupaban las consecuencias que podría llegar a tener si Logan moría, lo único que le importaba era salvarle la vida.

La tarea se le hizo más sencilla a Matt, aunque sus manos no dejaban de sudar. Tomó la camisa por los bordes y de un tirón los botones estallaron del ojal. Volaron por el lugar hasta darle a Atticus en el rostro.

Cuando por fin logró dejar su torso al descubierto, sintió como el pecho se le hundía y el desayuno de esa mañana comenzaba a reptar por su esófago. Atticus se encontraba en las mismas circunstancias, solo que casi había dejado escapar un grito al ver la inmensa cantidad de gusanos aglomerados en el abdomen de Logan. Varios montículos se distribuían en determinados sitios, proporcionándole al joven una idea de la gravedad del problema que debería de estar sufriendo su amigo en sueños.

Josh parecía estar igual... o peor. Su respiración era irregular y acelerada. Un silbido tortuoso escapaba de sus labios grisáceos. Entonces, Matt hundió la mano en la espalda de Josh y descubrió con espanto el bulto viviente de parásitos moviéndose por entre los pulmones.

Estaba muriendo por asfixia en sus sueños.

—¡Se están muriendo, Matt! — Era la primera vez en su vida como guardián que Atticus se sentía aterrado. Nunca antes había estado tan cerca de perder a Logan y a Josh. Sus miedos siempre habían estado enfocados a su oficio, a sus incertidumbres como guardián en general. ¿Serviría para esto? ¿Era lo que quería en la vida? ¿Podría sobrevivir a su primer enfrentamiento con un monstruo?

Lo hizo. Superó cada uno de los obstáculos. Se sentía orgulloso de sí mismo. El miedo nunca lo paralizó... Hasta hoy.

—¡Hay que conservar la calma, ¿sí?!

Matt solía ser siempre una persona tranquila hasta en los momentos de mayor estrés. Aquello le permitía pensar con claridad pero en esta oportunidad estaba a punto de estrangular a su amigo si no dejaba de ponerlo nervioso.

Se cubrió el rostro con las manos y comenzó a respirar profundo. Su cuerpo estaba llenándose de demasiado oxígeno y si no hacía algo rápido podría hiperventilarse.

Cuando su mente se hubo aclarado buscó en el bolsillo del pantalón el cuchillo retráctil que siempre llevaba consigo en caso de emergencia.

—Muy bien, de acuerdo... —remojó sus labios con la lengua y ni así dejó de sentirlos resecos—. El Oniro mayor se asienta en la base del cráneo y luego —sigue con el cuchillo el cuerpo palpitante de un enorme gusano que rodea el cuello de Josh, baja por su clavícula y encuentra cobijo en su pecho— crece hasta alojarse en el corazón.

—Dime algo que no sepa.

—¡Basta! ¡Concéntrate!...

El castaño de sus ojos quedó fijo en el pectoral izquierdo de Josh. Apenas y parpadeó. Con un movimiento rápido, apuñala el bulto onírico. El cuerpo regordete del gusano se desintegró en una especie de polvo nebuloso y, con el paso de los segundos, el resto de los óniros mueren.

El sudor le cubrió la frente a Atticus y una gota rodó por el costado de su sien. El saber lo que podría llegar a sucederle a Logan si no actuaba con eficiencia, con pulso quirúrgico, le estaba nublando la vista. Levantó la mano por encima del hombro, sus ojos intentando enfocar el cuerpo del óneiro, sus músculos atendiendo a la orden de su cerebro de no perforar demasiado profundo.

Contó hasta tres y enterró el cuchillo en el pecho desnudo de Logan. El regordete cuerpo rosado del gusano se retorció hasta la muerte.

El pánico dentro de Atticus disminuyó cuando el color volvió a asomar en la piel de su amigo. Aun así estaba asustado por el corte sangrante en su pecho.

—Todo va a estar bien, Att. —Le alentó Matt. Éste sacó de su mochila un pequeño botiquín. Extrajo gasas, cinta y un poco de néctar. Embebeció las gasas con el líquido ambarino y se las pasó a Atticus.

Atticus colocó las gasas sobre la herida abierta y la aseguró con cinta. Matt hizo lo mismo con Josh y solo entonces, cuando comprobaron que sus amigos seguían con vida, soltaron un largo y profundo suspiro contenido.

Gracias al néctar la herida cicatrizaría en cuestión de minutos. Sin embargo, Atticus no estaba del todo tranquilo. Logan había sido atacado en una parte muy sensible de su cuerpo, y si esta presentaba secuelas todo acabaría para él.

—Me matarán...

—¡Logan sobrevivirá!

Los ojos de Atticus se concentraron en su amigo. Su respiración era normal, su piel rozagante, su semblante distendido. Estaba bien.

Estaría bien.

Ω

Su boca se abrió de golpe y dejó ingresar una gran bocanada de aire fresco. Hacía un par de minutos atrás creía que moriría por asfixia y ahora estaba respirando con normalidad.

El primer instinto de Josh fue llevarse la mano al pecho, encontrando una venda por encima del latir de su corazón.

—Buenos días dormilón

Los ojos de Josh se desviaron en la dirección del sonido. El corazón pareció detenérsele de alegría al ver el rostro de Matt a su lado.

—¿Matt?... ¡Matt! —Se sentó de golpe y abrazó a su amigo como si fuese lo único que tuviese para aferrarse en el mundo—. ¡Estás vivo!

— ¡Claro que lo estoy!

—Creí que estabas muerto. —Le confesó viéndolo a los ojos.

—Eso jamás.

Oyeron un jadeo. Los ojos de Logan se encontraban bien abiertos. Sus manos comenzaron a recorrer su cuerpo en busca de alguna de las heridas sangrantes, sorprendiéndose al no encontrar ni rastro de ellas. Finalmente se fue de lleno a su pecho, sintiendo el latido de su corazón bombeando sangre por todo su cuerpo.

— ¡Logan! — Gritó jovial Josh.

— ¿Josh? —No podía creer que estuviera vivo. Sus ojos se desviaron hacia la persona que se encontraba a su lado: Matt. Y si él estaba vivo Atticus también—. No puede ser... ¡Están vivos! —Gritó de alegría al verlos a todos allí.

— ¿Pues qué creías? No se van a liberar tan fácil de nosotros. —Bromeó Atticus.

— ¿Pero cómo es que...?

— Fueron Óniros —respondió Matt—. Demonios del sueño que se alimentan de las pesadillas de los individuos a los cuales invaden. Los hacen sufrir hasta la muerte, tanto real como imaginariamente. Comprimen el corazón de sus víctimas hasta que éste deja de latir.

— Yo jamás me di cuenta de nada. —Confesó Josh.

—Es porque utilizan una planta narcótica. —Aportó Atticus—. Para los humanos no es tan peligrosa como lo es para un semidiós. Con tan solo olerla caes sumido en un profundo sueño.

—Ahora que lo dices recuerdo haber olido un perfume dulce. Era sumamente desagradable.

—Pues en lo que a mí concierne —habló Logan—, esta ha sido una experiencia que no pienso volver a repetir. Creía que nunca nos habían hecho daño pero ya veo que me equivoqué.

—Continuamente están siendo atacados por criaturas malignas. Ustedes son hijos de Zeus y Poseidón, raros en su linaje y por consiguiente, valiosos. Es por eso que nos tienen a nosotros para protegerlos de cosas como estas.

—Los Óniros no son nada comparados con las bestias que han intentado acabar con ustedes antes —agregó Atticus—. Nosotros siempre hemos estado ahí para evitar que los mataran... —agachó la cabeza, avergonzado por fallar en esta ocasión—. Lamentamos no haber estado ahí para protegerlos.

Josh tuerce una sonrisa. Su mano viaja al hombro de su amigo y le aprieta con firmeza. El gesto toma a Atticus con la guardia baja; un sentimiento de esperanza se alberga en su pecho.

— En ese caso creo que les debemos mucho. Pero, sobre todo, una disculpa por lo mal que nos hemos portado con ustedes.

—Josh tiene razón. Han corrido mucho peligro por culpa nuestra. Nunca pensamos que tendrían una vida tan complicada.

—¿Protegernos y encima llevar una vida de estudiantes? Eso no debe ser sencillo de mantener.

Las mejillas de Matt adquieren el color de su remera. Que los dioses lo alagaran por su trabajo era una cosa, pero que sus amigos lo hicieran era extraño y conmovedor al mismo tiempo. No sabía qué decir o cómo reaccionar.

Clavó la vista en el suelo y con su zapato dibujó un círculo en la baldosa.

—Nuestro deber ha sido protegerlos siempre —siente como las lágrimas afloran a sus ojos pero se rehúsa a derramarlas—. Nos cortarían la cabeza si dejáramos que murieran y...

Atticus comprendió de inmediato por dónde venía el discurso de Matt. Se acercó a éste y lo rodeó por los hombros.

—Sé que parece que nuestra amistad fue una creación forzada, y en parte lo fue. Ser sus amigos, convivir con ustedes hacía más fácil nuestro trabajo. Pero la realidad es que nunca fingimos.

—Nunca los consideramos nuestros protegidos. Ustedes son y siempre serán nuestros amigos. Y no hay nada de falso u orquestado en eso.

Josh inclinó la cabeza y sorbió por la nariz.

—Si me haces llorar —masculló— juro que te mato.

El pasillo se vio inundado de carcajadas. Los cuatro se abrazaron cual si fueran un equipo de football a punto de entrar a la cancha. Sin duda de una casi tragedia lograron reforzar el vínculo que los unía. Las asperezas se limaron y volvieron a ser lo mismo que solían ser: el mejor cuarteto de amigos de la secundaria West Olympic.

Finalmente se separaron. Matt se enjuagó las pocas lágrimas que derramó.

—Bien, es hora de irnos. —Tomó su mochila del suelo y se la colocó en los hombros.

—Creí que terminaríamos el horario... —Josh miró a los presentes con el ceño fruncido.

—Después de esto olvídate de la escuela —convino Atticus y Logan le estrechó el puño—. Vayamos por un helado, quiero brindar por un año escolar frustrado.

—Cierra el pico —gruñó Matt—. Vayamos por Sarah y Lucía y larguémonos de aquí.

—¿Qué tienen que ver ellas? —indagó Logan.

Atticus largó una carcajada forzada.

¡Spoiler! Lucía es una de ustedes —Atticus terminó su declaración con una amplia sonrisa que le iluminó la mirada, sin embargo, sus amigos no toman sus palabras con igual gracia.

—¡Oh, genial! —Se quejó Josh, cruzando los brazos en el pecho—. Más sorpresas.





Sarah volvió corriendo al salón de clases. En sus manos cargaba con un algodón embebecido en litros de alcohol.

Arrimó la esponjosa nube blanca a la nariz de Lucía y comenzó a moverla en círculos para que el aroma penetrara por sus fosas nasales.

—Por favor, despierta.

En su interior Sarah intuía que lo ocurrido no había sido normal. Se suponía que en ningún momento Lucía debía desmayarse. Las visiones no ocasionaban desmayos... O al menos eso creía.

El ruido de varias zapatillas rechinando por las escaleras le llamó la atención. Su mirada se clavó justo en la puerta de entrada.

Deslizó la mano en el interior de su mochila y se aferró al mango de Estigia; un cuchillo tan letal que podría acabar con la vida de un monstruo si se le atinaba a su punto débil.

Bendecido por la muerte, Estigia resultaba un arma mortífera para cualquiera que no lo empuñara.

Los cuchillos eran su pasión. Siempre llevaba varios por las dudas. Nunca salía de casa sin llevar al menos dos de ellos.

La adrenalina comenzó a recorrer su menudo cuerpo. El tiempo se volvió mucho más lento ante sus ojos y cuando menos lo pensó los chicos aparecieron por el pasillo.

Un suspiro de alivio escapó de su boca y de inmediato soltó a Estigia. Le alegraba ver que habían salvado la vida de Logan y Josh.

—¡Sarah! —Gritó Matt tan pronto entró en el salón. El resto lo siguió de cerca.

—¿Qué sucedió? —Preguntó Atticus, arrodillándose junto a Lucía. Tocó su frente para ver si tenía fiebre y a continuación comprobó sus signos vitales.

— ¡No lo sé!

—¿Se suponía que esto debía de pasar?

— ¡Claro que no, Matt!

—¿Ella está bien? —Indagó Logan con cierta preocupación en su tono de voz.

De improviso, Lucía se echó a toser por el fuertísimo olor a alcohol que respiraba. Estaba quemándole la garganta y ya no lo soportaba.

—¡Lucía! —Sarah pegó un grito de alegría y se abalanzó sobre su amiga para abrazarla. Lucía le correspondió el abrazo. Sus movimientos eran lentos y robóticos. Estaba mareada y confundida.

—Tuve un sueño muy raro. Estaba en un bosque y luego escuché... —Su mirada se desvía al grupo de chicos que la observaban con detenimiento. Sus mejillas se enrojecieron de vergüenza —. ¿Por qué me miran así?

Atticus chasquea la lengua y agita la muñeca en el aire.

—Nada importante.

—¿Puedes caminar? —Le interrogó su amiga.

Lucía asintió y tan pronto como se puso de pie las piernas le fallaron. Cayó sentada sobre la mesa del pupitre. Sus ojos veían con horror y conmoción los cuerpos dormidos de sus compañeros y profesor.

—¿Pero qué...?

—¡Lucía, escúchame! —Sarah la tomó por el rostro y la obligó a que la viera directamente a los ojos. No a los chicos, no a los dormidos estudiantes. Solo a ella—. Confiamos la una en la otra ¿Cierto? Pues ahora te pido que confíes en mí cuando te digo que todo estará bien.

—¿Pero ellos...? Ellos no... —Se le escapó un jadeo sollozado. Su pecho subía y bajaba presa del pánico.

—Prometo que te lo explicaré todo pero ahora tenemos que irnos.

—¿A dónde? Yo no quiero ir a ningún lado. ¡Quiero que me expliques ahora!

—¡Y lo haré, lo juro! Pero este no es el mejor lugar. Vamos a tu casa y te lo explico con calma.

Estaba enojada. Los ojos le picaban producto de las lágrimas que se rehusaban a salir.

Fue allí, en medio de todo, que reparó en lo calmado que se encontraban los demás. Como si no les afectara el que todos en el salón estuvieran sumidos en un profundo sueño.

Se quedó de piedra.

—¿Ustedes lo saben? ¿Saben lo que está pasando? —Los miró fijamente, aturdida—. ¿Es una maldita broma de fin de curso? Porque no da ninguna gracia.

Nadie responde. Esquivan la responsabilidad de hablar con miradas evasivas.

—¡Respóndanme! —exigió en un sollozó.

Matt abrió la boca para intentar calmar las aguas, cuando lo oyeron. Un gruñido arrancado desde lo más hondo del pecho, reverbera en las paredes del pasillo.

El rostro de Lucía se volvió pálido como el papel. Josh y Logan compartieron una mirada cómplice; sus corazones latiendo a flor de piel.

—Epiales —farfulló Josh.

—¿Qué dijiste? —Atticus le miró con los ojos bien abiertos.

—Ese monstruo. El que nos atacó —respondió Josh—. Se llamaba Epiales.

—¿Cómo que los atacó un monstruo? —dijo Lucía. Su mente se había prendido fuego.

Atticus miró a Matt y éste traía la misma cara de preocupación que él. De inmediato metieron la mano en sus mochilas y extrajeron un pesado bastón de metal y cuero. Lucía pudo distinguir una pequeña figura de delfín en uno de los extremos del bastón de Atticus. Entonces, el bastón dejó de ser bastón y se transformó en una espada con tan solo agitarlo.

Lucía ahogó un grito al tiempo que Logan y Josh contuvieron la emoción.

—Okay, supongo que Epiales es mala señal —convino Sarah, sacando a relucir sus cuchillos.

—¡¿De dónde sacaste eso?! —chilló Lucía.

¡Shhh! —le regañó Sarah—. Siempre los llevo conmigo.

—Por aquí —habló Matt. Se movió rápido por entre las filas de pupitres hasta abrir la ventana. El aire le agitó el cabello.

Dejaron que sus protegidos fueran primero.

Lucía oyó nuevamente el gruñido, incluso por encima de su propia respiración.

Monstruos. Espadas, cuchillos. Alumnos y profesores durmiendo en horario de clase. Gruñidos como de un león arañando los pasillos... ¿Qué estaba pasando?

Comenzaba a creer que lo que sucedió en el baño de su casa no fue una migraña. Ni que su sueño fuera un sueño...

—El oniro de las pesadillos —oyó decir a Matt.

—Creí que ya lo habían matado —repuso Sarah, saliendo por la ventana.

— Matamos a sus secuaces. El tipo es un dios, no puedes matarlo con una simple puñalada.

—¿Entonces?

—¿Entonces? ¡Corremos! —gritó Atticus con obviedad.

Salieron disparados directo al estacionamiento. Sarah corría como un caballo de carreras, arrastrando a Lucía consigo. Sabía que su amiga tenía un millón de dudas, podía verlo en lo conmocionado de su rostro. Pero era incapaz de hablar; de pronunciar palabra alguna. Solo corría porque Sarah la traía agarrada de la mano.

El estacionamiento apareció a unos pocos metros de distancia. Matt desactivó la alarma de su auto y ésta reaccionó con un sonoro bip. Las luces parpadearon en la multitud y supieron hacia dónde correr.

La pared del edificio a sus espaldas estalló con estruendo. Escombros volaron por todas partes y las bocinas de los autos comenzaron a sonar.

Una masa amorfa rodó por el suelo cubierta de polvo y escombros. Le crecieron dos piernas semejantes a las de un águila y dos brazos en forma de tentáculos. No tenía rostro, solo una enorme boca en cuyo interior albergaba una colección de afilados dientes blancos.

— ¡¿Esa cosa es Epiales?! — gritó Sarah, asqueada y horrorizada.

— No. Es una marioneta — respondió Matt, sosteniendo su arma en ristre— . Y quiere darnos caza.

Los guardianes se enzarzaron en una pelea con el monstruo amorfo creado por el dios de las pesadillas. El restallido de los tentáculos azotando el aire los ensordece, mas no se dejaban amedrentar. Cada quien tenía su propio estilo de pelea y juntos se complementaban a la perfección.

Lucía no tenía aliento con el que gritar. Veía a sus amigos luchar contra un enorme y desagradable hombre obeso. Una de sus piernas lucía extraña como si su piel fuera la de una gallina. Traía los dedos pegados en una de sus manos y su boca, diablos, su boca parecía la de un tiburón.

Estiró el brazo y se agarró de lo primero que encontró. Logan le miró con el ceño fruncido, sintiendo como su agarre le comprimía el brazo hasta magullar el hueso.

—¿Qué te pasa?

—¿Qué no estás viendo? —jadeó y sollozó al mismo tiempo—. Ese hombre... No es un hombre.

—¿De qué estás hablando?

Logan vio al frente y solo vio a un hombre obeso pelear contra sus amigos con una agilidad y habilidad digna de las películas de Bruce Lee. Parecía una gacela moviéndose, esquivando las estocadas y lanzando manotazos en todas direcciones.

Y allí fue cuando lo notó.

Cuanto más tiempo pasaba viendo a aquel hombre, cuando más aguzara la vista, más podía notar una especie de velo agitándose frente a sus ojos. Era algo muy sutil, casi que imperceptible; si te descuidabas desaparecía.

Se movía como una bandera impulsada por el viento en lo alto del mástil. Y en cada onda, cual si fuera una impresión lenticular, pudo distinguir algo extraño en aquel hombre. No sabía qué pero todo su ser se agitó inquieto.

Aquella cosa agitó su mano/tentáculo y golpeó a Atticus en las costillas. El chico cayó de espaldas abrazándose el abdomen. Sarah se agachó, justo cuando el monstruo-marioneta intentó golpearla a ella también. Al instante, sintió el tentáculo haciéndole viento sobre su cabello ondeado.

Matt se abalanzó para acuchillar a la bestia. Aquella cosa se giró de pronto, con la boca abierta y sus dientes disparejos alrededor de todo el perímetro. Uno de sus tentáculos se enroscó alrededor de la cintura de Matt. Apretó con fuerza y lo arrojó al piso con brusquedad.

El monstruo-marioneta soltó un alarido y corrió enloquecido hacia los semidioses.

—¡Corran! —Apremió a decir Sarah pero ellos ya habían empezado a correr mucho antes.

Atravesaron el estacionamiento. Sus pies golpeando fuerte el pavimento.

Escucharon un estruendoso ruido a hierros retorcidos y vidrio que estallaba en mil pedazos. La alarma de un auto murió ahogada y el resto siguió sonando conforme alguien golpeaba los vehículos.

Aquel hombre amorfo que los perseguía se movía en zig-zag. Hacía un ruido espantoso con la garganta, como si hiciera gárgaras con su propia saliva.

No querían darse vuelta y descubrir cuán cerca lo tenían de ellos. Solo sabían que les pisaba los talones, y eso era suficiente para impulsarlos a correr más rápido.

Una mano-tentáculo se cierne sobre la boca de Lucía y se arrastra hasta acariciarle la oreja, degustando el aroma que desprende su piel sudorosa.

El grito murió en su pecho. No podía gritar o hablar. Estaba muda. El miedo y la desesperación a flor de piel.

Una sombra voló por encima de sus cabezas y la silueta de aquel hombre aterrizó frente a ellos. Les miró y les rugió en la cara. Se abalanzó encima de ellos y habría estado a punto de engullirlos de no ser porque Sarah lo derribó de una patada. Ambos rodaron por el suelo. El monstruo-marioneta se dio de lleno contra el chasis de un auto, mientras Sarah salió airosa de la revolcada. Levantó los cuchillos y le ordenó a los jóvenes que corrieran.

Matt y Atticus aparecen corriendo por encima de una camioneta y se unen a la batalla, tomando por sorpresa al monstruo.

Logan, Josh y Lucía se esconden tras un auto y contemplan la batalla desde lejos.

El ruido de las alarmas le embotan la cabeza a Josh y le producen jaqueca. Aprieta los párpados y se presiona la sien. Las luces de los autos parpadean a ambos lados del camino, provocando que el cuerpo de Josh zumbe en sintonía. Se recarga contra el chasis y automáticamente los vellos del brazo se le erizan. Una energía chispeante vibra en torno al vehículo y crepita bajo la piel de Josh.

El pánico lo invadió y la alarma del auto contiguo murió.

Una mano firme se apoya sobre su hombro y la sensación eléctrica desaparece tan pronto como llegó. Miró a Logan, la preocupación en cada poro de su piel.

—¿Estás bien?

Josh asintió no muy convencido.

A pesar del ruido logró escuchar la respiración sollozada de Lucía. Estaba pegada contra la carrocería, deseando poder ser absorbida por ésta; de escapar de la pesadilla en la que se encontraba. Estaba terriblemente asustada.

—¿Tú estás bien?

Lucía no emitió una sola palabra, tan solo meneó la cabeza y sollozó una especie de no en respuesta. Si para ellos todo esto resultaba nuevo y escalofriante, para ella, alguien que no conocía la verdad, debía de ser aterrador.

—Debemos hacer algo —murmuró Logan, quien observaba la batalla por encima del capó.

Josh coincidió con Logan. Miró alrededor, sus dedos retorciendo inconscientemente su remera de capitán, hasta que algo en su interior le dijo qué hacer. Salió corriendo hasta donde su auto. El motor arrancó silencioso. Dio marcha atrás, sus movimientos rápidos sobre el volante. Enderezó el auto; sus amigos y el hombre-no-hombre en su trayectoria. Pisó el acelerador a fondo, los neumáticos echando humo mientras chirriaban con estridencia.

—¡APÁRTENSE! —gritó Matt y saltó a un lado del camino.

Sarah y Atticus lograron escapar por los pelos. El auto de Josh embistió al monstruo-marioneta y lo dio de lleno contra uno de los árboles que daban sombra a los pies del estacionamiento. Se escuchó un chasquido. El sonido de una sandía al partirse. Ante los ojos de Josh aquel hombre se inclinó con la boca bien abierta; un sonido irreal escapando de su garganta. Sus manos golpearon el capó con violencia. La carrocería se abolló más de lo que un humano promedio podría causar con sus puños.

El pánico se esparció por el cuerpo de Josh como gasolina en llamas.

Sarah saltó desde una rama empuñando un cuchillo. El brillo de la hoja cegó a Josh. Cerró los ojos un instante y al abrirlos, un líquido oscuro llovió por todas partes. Pero antes de caer sobre el auto, se convirtió en cenizas.

Sarah aterrizó sobre el capó; las cenizas se esparcieron por su espalda hasta unirse con el viento. Una figurilla de madera con apariencia humanoide restalló a su lado al caer.

Josh descendió del auto justo cuando Matt y Atticus se acercaban trotando.

—Oye, eso estuvo mortal —le festejó Atticus a su amigo—. ¿No te gustaría trabajar con nosotros?

Josh le fulminó con la mirada.

—Me deben un auto nuevo... Y una camisa.

—Quizás la próxima.

Matt tomó la figurilla de madera y la partió en dos. Al instante se convirtió en resina.

—¿Qué era esa cosa? —preguntó Logan, acercándose con ojos impasibles.

—Era una marioneta. Los Óniros del sueño las usan para crear monstruos o replicar personas en la vida real.

—Y habría un montón de cosas más para contarles pero ya debemos irnos. —apremió Atticus—. Podrían haber más marionetas por ahí.

Se apresuraron a subir al auto de Matt. Sarah contempló a Lucía con preocupación. Estaba en estado de shock. Solo se movía porque todo mundo lo hacía, pero de estar consciente, estaría gritando y exigiendo respuestas. Entonces, cuando agarraron la avenida principal, Lucía habló.

—¿Por qué ellos no vieron lo mismo que yo? —murmuró tan bajo que su voz apenas se hizo audible en la cabina.

Matt miró a la joven por el espejo retrovisor; su ceño fruncido lo decía todo: no entendía a qué se refería, pero Sarah sí. Suspiró profundo y clavó los ojos en su amiga.

—De acuerdo. No es así como me habría gustado decirte las cosas pero... No eres humana, eres más que eso. Eres mitad diosa.

Lucía ladeó la cabeza. Ya no podía estar más sorprendida. Después de todo lo ocurrido estaba curada de espanto. Eso, o su mente ya estaba tan dañada que podrían decirle que era mitad perro y le parecería la cosa más normal del mundo.

—Ustedes tres son sumamente especiales como el resto de los semidioses guerreros —explicó—. Básicamente son como un faro en el mar de los monstruos. Su aroma atrae a todo tipo de bestias, lo que me recuerda... —sacó de su mochila un pequeño frasco de perfume y se los esparció por todo el cuerpo.

La cabina se llenó de un refrescante y cítrico aroma tan intenso que debieron abrir las ventanas para no morir asfixiados.

—¡¿Qué te pasa?! —espetó Josh.

—¿Por qué esa cosa huele como a mi perfume? —El aroma se asentó en la lengua de Lucía. Tosió, las partículas de perfume haciendo cosquillas en su garganta.

—Porque es el perfume que usan.

—¡Mi colonia no huele así! —contraatacó Josh.

—Porque los químicos de tu colonia ocultan el aroma, pero no el efecto. Al igual que tu desodorante.

Josh se aferró al asiento del conductor y se inclinó hacia adelante; sus respiración rozando el cuello de Matt.

—¿Hurgaste en mi baño también?

—No hizo falta. Tu madre se encargó por nosotros.

—¡Fantástico! —habló con sarcasmo y se desplomó en su asiento, cruzándose de brazos.

—¿Por qué? —cuestionó Logan.

Sarah guardó de regreso el frasco en la mochila.

—Por ser semidioses desprenden un aroma que resulta irresistible para los monstruos. Usando este perfume es como si se volvieran invisibles.

No lo entendía. Si el perfume los mantenía ocultos, ¿Cómo los encontraron? Y en el caso de que los óneiros no fuesen monstruos, ¿por qué reforzar la dosis?

Mientras más pensaba más temía por culpa de sus pensamientos. El saber que los rastreaban, que los espiaban a todas horas del día buscando el momento preciso para atacar, le erizó la piel. ¿Cuántas cosas así habían ocurrido a lo largo de los años? ¿Cómo sus amigos podían seguir cuerdos luego de todo esto?

—No has respondido a mi pregunta —habló Lucía en tono tajante—. ¿Por qué ellos no vieron lo mismo que yo?

Matt dobló a la izquierda. El señalero haciendo un tac tac tac insoportable. Atticus sacó la cabeza por la ventanilla y se aseguró de que nadie sospechoso los estuviera siguiendo.

—Es complicado de explicar.

—Entonces dilo de una vez.

Sarah tragó duro. Lucía nunca se había referido a ella de esa forma tan fría y cortante. Su semblante impertérrito no le permitía saber si estaba furiosa, o inquieta, o con ganas de asesinarla.

Sarah buscó apoyo en Matt y Atticus pero estos tenían la vista puesta en el tránsito.

—Sí, bueno... —empezó sin saber cómo expresarse—. Ya les dije que eran especiales. Son mucho más poderosos que un semidiós normal y menos vigorosos que un dios. Básicamente fueron creados para la guerra.

Josh soltó un bufido. El viento despeinando su cabello.

—Eso provoca que su cuerpo libere un aroma particular. —Prosiguió Sarah haciendo caso omiso de Josh. Lucía tenía la vista clavada en ella y eso la hacía sentir nerviosa—. Por eso, para protegerlos, los dioses decidieron "desactivar" momentáneamente sus poderes. Siguen siendo semidioses, sí, pero su aroma es menos concentrado, por ello lo del perfume. Aunque... los efectos adversos de la desactivación son que no pueden ver a través del velo.

—¿El velo? —Logan se enderezó en su asiento. Le interesaba por donde venía la conversación.

—El velo es lo que mantiene oculto el mundo divino del mortal. Nosotros —se señaló a sí misma y a Matt y Atticus— sí podemos ver a través de él. Ustedes todavía no. Al menos hasta que vuelvan a activar sus poderes. —Miró a Lucía—. Tú activaste una parte de tus habilidades, por eso pudiste ver parcialmente la verdadera forma de aquella marioneta.

Luego de la explicación nadie emitió una sola palabra dentro del auto. El ruido del tránsito era lo único que oían. Josh lucía ligeramente irritado, Logan algo consternado y Lucía con una terrible calma en el rostro.

Salieron de la ciudad, las carreteras vacías desplegándose por varios kilómetros.

—¿A dónde vamos? —cuestionó Logan. Sus ojos azul-verdoso viendo alrededor, intranquilos.

—Los llevaremos a un lugar seguro —replicó Matt—. Tranquilos. Podrán despedirse de sus padres.

Lucía tenía el codo apoyado en la ventanilla. Su mano sosteniendo el peso de su cabeza por la barbilla. Apartó la vista del paisaje, su mente conectándose con la realidad. Y clavó la vista en Sarah.

—¿Despedirnos?... ¿Por qué?

Sarah se lamentó por dentro. Así no era como se suponía que debían darse las cosas. Tenía un plan, un discurso prefabricado con el cual le explicaría todo con lujo de detalles. Ahora todo se había vuelto una maraña de cosas sueltas y sin sentido que no se conectaban con nada.

Sarah hizo una mueca y Lucía agachó la cabeza. Se restregó la frente, cansada y frustrada. Necesitaba una ducha con urgencia. 

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