Capítulo 1: As tears go by
Capítulo 1: As tears go by
❝Es el atarceder del día
Me siento y observo a los niños jugar
Rostros sonrientes que puedo ver, oh pero no para mí
Me siento y observo mientras las lágrimas caen❞
As Tears Go By, The Rolling Stones.
Familiares de distintos puntos de Inglaterra habían ido hasta Liverpool para la ocasión. El cielo estaba gris y la lluvia cesaba de a ratos, el clásico clima de Merseyside. Rose había pasado la noche en la casa de su tío Jim, y era donde pasaría los próximos días. O semanas. Tal vez meses, su destino era incierto ahora. Llevaba un pañuelo atado cuidadosamente por debajo de su barbilla y unas gafas oscuras, a pesar de que no había sol. Se las quitó luego de un rato y volvió a leer la inscripción en aquel pedazo de roca que había intentado ignorar varias veces sin éxito.
«Jane "Jin" McCartney
Amada esposa y madre.
(Noviembre 5, 1910 – Abril 23, 1965)»
Claro que la parte de «esposa» se limitaba a cuando el padre de Rose aún vivía, es decir, hasta hace unos diez años, los cuales se cumplirían en Junio. Ahora ella había quedado sin padre y sin madre, y sin hermanos, ya que nunca había tenido ninguno. Era la princesita de la casa cuando era pequeña, pero ahora el destino había acabado con todo su reino.
Todos mantenían la cabeza baja mientras el sacerdote recitaba las palabras, palabras que para Rose no significaban nada, porque en realidad no eran para su madre, eran las mismas palabras que se les decía a todos. Y ella creía que su madre merecía algo realmente especial, pero no podía proveérselo ahora, porque el nudo en su garganta no le permitiría emitir sonido alguno. Su tío Jim la abrazó y le dedicó una pequeña sonrisa, ella hizo lo mismo, ambos incapaces de demostrar lo devastados que estaban por dentro. Él estaba junto a su esposa Angie, con quien se había casado hacía unos meses. Jim tenía sesenta y tres años, mientras que Angela tenía tan solo treinta y seis. Si bien la diferencia de edades podía resultar algo escandalosa, nadie habría de oponerse, ya que Jim merecía ser feliz luego de haber llorado tantos años por la pérdida de su esposa, Mary. Y ahora se encontraba en el funeral de una de sus hermanas. Rose lo observaba por el rabillo del ojo, e hizo esto por unos minutos, pero tuvo que apartar la vista cuando comenzó a pensar en lo deprimido que debía estar, al igual que ella. En vez de eso, dirigió su mirada a la pequeña Ruth, de tan sólo cinco años. Ruth era hija del matrimonio anterior de Angie con un hombre llamado Eddie, pero Jim la había adoptado legalmente. Tenía cabello castaño y corto y una sonrisa adorable. En aquel instante no podía dejar de pisar sus propios zapatos, debido al aburrimiento. A Rose le causó ternura, y empatía, ya que a ella también le resultaba eterno el discurso del sacerdote. Rose apartó la vista de la pequeña y notó a las aves en su nido, en un árbol detrás del sacerdote. Simultáneamente oía como las gotas habían comenzado a caer nuevamente sobre su sombrilla, y bajó la vista, de la rama del árbol hasta la tumba de su padre, que se encontraba junto a la tierra removida de la nueva tumba de su madre. La miró por un segundo para luego volver la vista al árbol. Intentó mantener la frente en alto y tragar saliva, pero sentía como si le faltase el aire. Arrojó su sombrilla, se abrió camino entre las personas y caminó rápidamente hacia alguna parte del cementerio que estuviese más apartada de la ceremonia. Caminó muy rápido, casi trotando, por lo que tropezó y cayó de rodillas al suelo. No pudo contenerse más y rompió en llanto. Se quitó el pañuelo de la cabeza y los guantes y los arrojó lo más lejos que pudo. Se inclinó y se aferró fuertemente al húmedo césped, mientras sus lágrimas brotaban de sus mejillas, mezclándose con la lluvia. En un momento determinado sintió que se había dejado de mojar, pero la lluvia aún no cesaba. Elevó la vista para encontrarse con una sombrilla sobre su cabeza, y a su primo Paul sosteniéndola.
—Siento haber llegado tarde, no era mi intención —se disculpó él, extendiéndole su mano para que se pusiera de pie.
—No te preocupes, no te perdiste de mucho —bromeó Rose tomando su mano y poniéndose de pie, intentando recomponerse.
—Lamento mucho lo de la tía Jin, Rose —dijo Paul con todo su pesar.
—No importa ya —dijo ella, intentando parecer tranquila al respecto— es algo inevitable. La muerte, quiero decir. "De las cenizas venimos, y a ellas volveremos", o al menos eso dijo el sacerdote. ¿Puedes creer que digan eso en un funeral? —dijo ella soltando una risilla, contemplando el suelo. Paul la tomó de la barbilla delicadamente y la hizo enfrentar su mirada. Fue así como todo intento por mantener la calma se vio frustrado ya que volvió a romper en llanto. Antes al césped, ahora era a Paul a quien estaba aferrada. Él la abrazó con ternura, comprendiendo su dolor, sabiendo lo que era perder a una madre.
—No quiero volver allí, Paul —sollozó ella sobre su pecho.
—No tienes que hacerlo. Podríamos ir a caminar un poco ¿te gustaría? —le sugirió y ella asintió.
Paul le extendió el pañuelo que guardaba en su chaqueta para que se secara las lágrimas, y le prometió regresar en un minuto. Fue hasta donde estaba la multitud y le susurró algo a su a padre y a Angie y volvió hasta a ella, esta vez con Ruth en sus brazos, con la intención de llevarla lo más lejos posible de la oscuridad de un velatorio. No tenía por qué saber en qué consistía la muerte, y esperaban que no lo averigüe, al menos no a tan temprana edad, como les había ocurrido a ellos dos.
Había un parque a unas cuantas calles de donde estaba el cementerio, y allí llevaron a Ruth. Si bien Paul había venido en su Aston Martin desde Londres, prefirieron caminar, llevando a la pequeña de la mano. Cada vez que un charco de agua se interponía, los dos la elevaban en el aire para que no lo pise, mientras ella reía. Y hablando de charcos de agua, en el parque había muchos, y todos los juegos estaban húmedos por la lluvia, pero eso a Ruth no le importó ya que cuando apenas pusieron un pie en el lugar, ella corrió a jugar con los otros niños. Paul se quitó su sobretodo y lo extendió sobre una banca. Rose le agradeció y los dos tomaron asiento y se pusieron al día con los asuntos del otro, mientras se aseguraban de Ruth no se aleje demasiado.
—Lamento no haber podido venir a visitar a todos en este último tiempo —se disculpó Paul— el trabajo es una amante demandante.
—Descuida, es Liverpool. Nada interesante ocurre aquí desde que los Fab se fueron a recorrer el mundo —dijo ella, sonriendo. —Por cierto, espero que la única "amante" que tengas sea tu trabajo, porque te recuerdo, querido primo, que estás comprometido —bromeó.
—Sí, lo recuerdo perfectamente —dijo riendo— te prometo que es la única amante que tengo por el momento.
—"Por el momento" no suena muy prometedor —acusó ella— por cierto ¿cómo van las cosas con Jane? —preguntó sonriéndole, con ese tono inquisidor de cuando te preguntan por la persona que te gusta.
—Las cosas van muy bien, estupendamente —dijo Paul mirando al suelo avergonzado, sin poder evitar sonreír— Jane es la chica más maravillosa que conocí en mi vida, es decir, Dios... —suspiró— estoy tan enamorado —rio.
—Sí, se nota —sonrió ella. —Jane parece ser muy agradable. Deberías traerla más seguido —reprochó.
—Eso quisiera pero nuestras agendas están muy ocupadas. Además, las fans, están por todas partes ¿sabes?
—Ah, la Beatlemanía —dijo Rose.
—"Ah, la Beatlemanía" —repitió Paul con el mismo tono, sonriendo. —Pero no me quejo. Es divertido —declaró encogiéndose de hombros. — ¿Y qué me dices de ti?
— ¿Yo qué?
— ¿No hay ningún pretendiente en tu puerta? —preguntó, como lo hacían los mayores.
— ¿Pretendiente? —Rio— no, no lo creo. No por el momento.
—"Por el momento" no suena muy prometedor —acusó como lo había hecho ella anteriormente.
—Eso espero. ¿Acaso quieres que me quede soltera toda la vida? —bromeó.
—Dudo que eso pase. Eres bonita, lista y graciosa. El mundo está a tu pies —la halagó.
—No lo dices en serio —dijo Rose, dándole un pequeño golpe en el hombro, en forma de juego.
—Por supuesto que lo digo en serio. El amor, querida mía, tocará a tu puerta algún día, no serás una solterona. ¿Sabes quién decían que sería una solterona? Mi madre —dijo él, en un tono melancólico. —Pero... encontró a mi padre, y fueron felices hasta que, bueno, ya sabes lo que ocurrió...
Sin decir más, Paul dirigió su mirada al frente, donde veía a los niños jugar.
—La tía Mary era una gran mujer —dijo Rose, tomando su mano. Paul la observó.
—Sí, lo era —dijo dedicándole una pequeña sonrisa y sujetando su mano— al igual que la tía Jin. Era una mujer increíble.
Paul intentó seguir hablando, a pesar del nudo que se le había formado en su garganta.
—Cuando... cuando mamá murió... fue de gran ayuda para mi padre, Mike y para mí. Nos ayudó tanto, ustedes dos nos ayudaron tanto. Y siempre fue tan buena conmigo... era como una segunda madre para mí. La amaba —dijo con su voz quebrándose— y la voy a extrañar mucho.
Rose no pudo soportarlo más y comenzó a llorar nuevamente. Paul la atrajo hasta él y la abrazó fuertemente, no pudiendo contener sus propias lágrimas. Rose había perdido a su padre y a su madre. Paul había perdido a su primera madre, y ahora, a la segunda. Por unos minutos, no se dijeron palabras, simplemente estaban aferrados el uno al otro, y sólo se oían sus sollozos. No mucho después apareció la pequeña Ruth McCartney.
— ¿Qué sucede, Rose? ¿Paul? ¿Por qué lloran? ¿Están tristes? —indagó intentando ver sus rostros, pero ellos se los cubrían. Se secaron las lágrimas e intentaron recomponerse, para que Ruth no los vea afligidos.
—No estamos llorando, amor —respondió Paul, esbozando una pequeña sonrisa. —Estábamos riendo.
— ¿Riendo? Ustedes ríen muy raro —dijo ella con una mueca, disconforme.
—Es que estábamos riendo mucho, y cuando la gente ríe mucho, suda por los ojos —explicó Paul.
—Ah, ¿y por qué reían? —preguntó, creyendo en lo que decía su hermanastro.
—Porque soy mago, y a la prima Rose le gustó mucho el truco que le mostré ¿no es así, Rose? —preguntó y ella asintió.
— ¿Me puedes mostrar el truco, Paul? Por favor, yo no lo vi —suplicó la niña.
Rose observó a Paul, indicándole que debía acabar con lo que había empezado. Sorpresivamente, Paul hizo unos "pases mágicos" y sacó una moneda de detrás de la oreja de Ruth. Ella lo observó atónita, al igual que Rose. Le entregó la moneda a Ruth y le prometió comprarle dulces luego. Él observó a Rose, triunfante.
—Tal parece que James Paul McCartney está siempre lleno de sorpresas —se jactó, acomodando los puños de su camisa con cuidado. Luego sentó a la pequeña en su rodilla y la admiró por unos segundos.
— ¿No es una lindura? —le preguntó a Rose. —Papá dice que es la alegría de la casa.
—Sí, lo es —afirmó Rose, quien pasaba mucho tiempo con los McCartneys.
—Cuando papá me anunció lo del casamiento, colgué el teléfono, fui hasta el auto y vine lo más rápido que pude —comentó. —Mientras manejaba, pensaba mucho en eso, no estaba muy seguro de la idea porque ¡apenas conocía a esta mujer! Pero, de todas maneras, es la vida de mi padre ¿no es así? Tendría que aceptarlo igual. Hasta que llegué a la casa y conocí a Angie y a esta hermosa pequeñita —dijo observando a Ruth— y comprendí la decisión de mi padre. No recordaba la última vez que lo había visto tan feliz.
—Es cierto, el tío Jim es muy feliz junto a Angie y a Ruth. Me alegra mucho por él —sonrió Rose.
—Oh, me comentó por teléfono que te estás quedando en su casa —dijo Paul mientras le quitaba un mechón de cabello a Ruth de la cara.
—Sí, es verdad. Tal vez me quede más tiempo... es que, no sé qué hacer. Ya no tengo un hogar—explicó ella, triste.
—Eso no es cierto. Sabes que siempre puedes contar con nosotros —la consoló.
Y hablando de que Paul siempre estaba lleno de sorpresas...
— ¿Sabes qué? Creo que tendrías que mudarte conmigo —sugirió súbitamente.
— ¿Disculpa? —preguntó Rose, sorprendida. — ¿Mudarme contigo?
—Sí ¿qué tiene de malo? Mira —comenzó a decir— hasta hace poco estábamos viviendo con los padres de Jane, pero ahora he comprado una casa en Cavendish Avenue. Te encantará. Es muy bonita y espaciosa.
— ¿Quieres que viva contigo y con Jane? —pregunté, aún sin comprender.
—Bueno... en realidad seríamos Jane, John, Cyn, el pequeño Julian, George, Ringo, Mo y yo —contó, y casi no le alcanzaban los dedos. — ¡Oh! Y mi querida Martha. Y tú, si es que así lo deseas —agregó.
— ¿Diez personas? ¿Diez personas en una sola casa? Eso no suena a una casa, suena a una mansión —corrigió.
—Martha no es en realidad una persona pero... sí, diez. Te dije que era espaciosa, y mucho, y no quería que se sienta "vacía"... por lo que invité a los chicos a vivir conmigo. Además es muy práctico porque el estudio está a sólo unas calles.
—Paul, me halagas pero...
— ¿Pero? No hay "peros", jovencita. Eres mi primita y quiero ayudarte. No tienes que pagar renta y te puedes quedar el tiempo que quieras. No vas a encontrar una oferta mejor —la incentivó.
—Pero... ¿a Jane no le va a molestar?
—Para nada —respondió— Jane ama a los chicos y a las chicas que habitan esa casa. Son todos muy amigables, estoy seguro de que te agradaran también. No sólo te ofrezco techo y alimento, sino amigos. ¿No soy acaso el mejor primo que has tenido?
—Bueno, está Ronnie...
—Ronnie que se pudra. Yo soy el mejor primo que existe —proclamó modestamente. Luego su tono fue más serio. —Rose, tú no sólo eres mi prima, también eres mi amiga. Eres como una hermana para mí, y sé que estás pasando por momentos difíciles, y es por eso que quiero ayudarte como tú y la tía Jin me ayudaron a mí. No quiero dejarte sola. Por favor, ven a vivir con nosotros, no te arrepentirás —le rogó. Ni siquiera Rose podía resistirse a las súplicas de su primo.
Suspiró.
—Bueno, creo que podríamos intentarlo —sonrió y Paul igual.
—Vamos Ruthie —demandó Paul depositando a la niña en el suelo y tomándola de la mano— hay que ir a casa a ayudar a empacar a nuestra prima.
— ¿Ahora? —preguntó Rose, poniéndose de pie rápidamente.
—Sí, ahora mismo —respondió él. Rose tomó el abrigo de Paul de la banca y aceleró el paso para alcanzarlos, porque al parecer tenían mucha prisa.
Esa misma noche Paul llamó a los chicos y les comunicó la noticia de que habría una nueva huésped en la residencia de St. John's Wood. Luego de cenar, bebieron té y como lo habían prometido, él y Ruth ayudaron a Rose a empacar. La pequeña Ruth le ayudaba a doblar la ropa y aguardarla, mientras que Paul no era de mucha ayuda. Tomaba cada una de sus pertenencias y hacía un comentario.
"¿Y esta blusa?"
"Me gusta esta falda, es linda. No para mí, pero tú me entiendes"
"Aunque debes admitir que las piernas se me verían increíbles con esta"
"¿Este vestido es nuevo? Nunca te lo había visto"
"Ah, esta es una linda foto"
"¿Debería anudar tus lazos para cabello para que no se enreden?"
"Estos zapatos se te ven lindos, deberías usarlos más seguidos"
"Y ¿esta cosa te maquilla los ojos o la boca?"
"Los ojos, definitivamente los ojos, ¡porque sabe horrible!"
"Te gustan mucho las perlas ¿no es así? A Jane también le gustan, dice que son clásicas"
"Creo que le regalaré estos anillos a Ringo cuando se enoje conmigo"
"¿No tienes un sándwich por aquí? Para cuando se enoje George"
"Este perfume huele muy bien"
"¿Y esto te alarga las pestañas? Bueno, supongo que hay gente que lo necesita..."
"Esta falda es muy corta... recuérdame que busque la regla luego, no te dejaré salir con eso"
"No creo haber escuchado estos álbumes... ¿me los prestas luego?"
"Dios, tienes muchos libros"
"Demasiados"
"¿Cuándo se acaban?"
"Ah, de hecho yo leí este. ¿Ya lo terminaste? ¿Supiste que el hombre muere al final?"
"No te pongas agresiva ¡pensé que ya lo habías terminado!"
"Estos zapatos se ven cómodos. Yo uso más tacón que esto todos los días"
"¿Debería separar los pendientes antes de guardarlos?"
"Ups, ya los guardé de todos modos"
"¿También debía separar los calcetines?"
"Ups, ya los guardé también. Junto con los pendientes, así que cuidado cuando te los pongas ¿sí?"
"¿Les resulta incómodo usar esto a las mujeres?"
—Me resulta incómodo que andes curioseando en mis cosas —dijo Rose quitándole el sostén de las manos. —Gracias, Paul, pero creo que yo puedo desde aquí.
—Si tú dices... mejor iré a acostar a Ruthie. Mañana nos iremos temprano, porque tengo que estar en Abbey Road para las siete. Que descanses, prima —se despidió él, dándole un beso en la frente.
Cuando Paul se fue, Rose acabó de empacar todo. Se sintió cansada, se cambió y se acostó, pero no para dormir, porque no pudo. Estaba nerviosa pensando en cómo sería convivir con los Beatles y sus parejas, a quienes había visto pocas veces en persona. Pero sí le agradaba el hecho de irse de Liverpool, a nadie que sea de Liverpool le agradaba vivir allí. Londres parecía un buen lugar para comenzar a armar su vida de nuevo, lentamente. Esto sería un nuevo comienzo, o eso pensó. Lamentablemente, nuestros problemas nos persiguen a donde vayamos.
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¡Hola amores! ¿Cómo están?
Espero que les haya gustado el primer capítulo. Esta novela me emociona mucho porque hace mucho tiempo quería escribir algo relacionado a la canción de The Night Before debido a que la AMO profundamente. Es una de esas canciones que me da escalofríos (de los buenos) cada vez que la escucho, no sé por qué, pero me encanta.
Realmente no sé cuándo voy a poder subir el segundo... tampoco sé si voy a poder subirla semanalmente. Es posible que acorte los capítulos de esta novela y de She's a Woman y que actualice más esporádicamente, porque de ser diferente, no creo que pueda escribir las dos. ¡Es muy difícil escribir dos novelas a la vez! No entiendo cómo lo pueden hacer ustedes las que escriben, realmente las admiro, jaja.
NOTA: Es posible que confunda los narradores, porque She's a Woman es en 1ra persona, y ésta en 3ra. Mis disculpas por ello, si ven que me confundí, por favor avísenme.
En fin... díganme qué les pareció. Gracias por su apoyo, las quiero.
Con cariño,
Ella ♥
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