8. Colores
Butters había estado ya dos veces en el hospital en una sola semana, y ninguna por razones que le gustaran. Entró a la habitación donde estaba su amiga, viendo hacia la pared con seriedad. Ahí dentro estaban Bebe y Wendy hablando, acomodando las flores que alguien había dejado por ahí. También estaba su hermana, y Kyle, quien dejó de hablarle a la castaña cuando el rubio entró. El pelirrojo se alejó, sonriéndole, y se despidió con voz baja de todos, saliendo al lado de Butters. El chico, ahora único en el lugar, termino de entrar, un poco incomodo. Ninguna dijo nada.
Dovah volteó a ver a Butters. A pesar de que claramente se veía más tranquila -Por que aparentemente estaba alterada-, su expresión permaneció neutral.
–¿No los atacó?– murmuró la chica castaña.
Butters se mojo los labios con la lengua antes de hablar. –N-no. Cuando llegue a la casa e-estabas así. ¿Sa-Sabes qué pasó?–.
La contraria negó con la cabeza. Wendy tomó la palabra, haciendo que Butters se frustrase un poco. Realmente prefería hablar con su amiga, no con la pelinegra. –Dovah ya habló con los policías; la persona estaba cubierta totalmente, y era un hombre mayor. Intento combatirlo pero no logro mucho–.
–Me noqueó con una barra–.
No hubo más explicaciones.
————
Kyle llegó con Dovah con el simple hecho de buscar información de su atacante. Tenía lo que necesitaba. Sabía como era la apariencia de ese hombre, y que buscaba.
Salió a paso rápido del hospital, apretando con fuerza la mochila que tenía en la mano. La puerta automática del hospital se abrió para darle paso. Iba a ponerse a correr, cuando algo lo detuvo... o alguien.
–Hum. Vaya. Hola, Judio– dijo una voz bien conocida para el pelirrojo.
Kyle se encontró en el suelo tras chocar con Cartman, pero el más grande ni siquiera se movió. El chico se levantó sin dudarlo, e intentó pasar al lado, sin tiempo para eso, pero el más grande puso el brazo, deteniendo su salida.
–Quítate, Cartman. No tengo tiempo para ti ahora mismo– advirtió en voz baja, intentando contener su enojo.
–Ay, vamos, maricón. Puedes aguantar un rato de frustración– se burlo, viendo al más bajo a los ojos con una sonrisa de diversión y malicia.
El pelirrojo juró ver sus ojos brillar de amarillo nuevamente. –Déjame, pasar–.
–tranquilo, solo quería preguntarte donde está la loca– se encogió de hombros, recogiendo sus brazos.
El chico solo rodó sus ojos, y atravesando al lado de su rival, dijo en voz baja y tono de enojo casi contenido: –Ve y pregunta, Gordo de mierda–.
Kyle salió casi dando zancadas, con los ojos de Eric en su espalda, quien aún mantenía una sonrisa burlona en la cara. Tardó un rato en llegar a su casa caminando, pero finalmente lo hizo. Entró sin cuidado alguno, encontrándose con Ike hablando con Firkle y Filmore. Llegó a las escaleras, pero se detuvo, confundido. Los menores lo voltearon a ver.
–¿que quieres, conformista?– preguntó El Niño gótico con mala cara.
Kyle frunció el ceño, y le preguntó con desagrado. –¿No tienes tú a tus propios amigos? Ya Sabes, los emos–.
Ike se mordió el labio, haciendo cara de "uh, la regó". Filmore, por otro lado, tosió y se fue a buscar comida.
–Okey, primero que nada-– comenzó a defenderse el más joven, pero Kyle solo negó con la cabeza.
–No hagan un desastre. Ike, me avisas cuando llegue mamá–.
Sin decir otra palabra, e ignorando los reclamos del chico gótico, Kyle subió con bastante velocidad a encerrarse a su habitación. Una vez dentro, puso seguro, se aventó a la silla frente al escritorio, se acomodó, y sacó un cuaderno de notas de uno de sus cajones mientras prendía la computadora. Una pluma color verde obscuro estaba al lado del mouse de su máquina, la cual utilizó para anotar todo lo que necesitaba y recordaba que su amiga le había dicho sobre su atacante. Una vez termino, arrancó la hoja. Aún era temprano. Once cuarenta y tres de la mañana. Afuera se veía blanco por la nieve, y estaba seguro que nadie lo molestaría mientras hacía su investigación. Se levantó para sacar una pizarra de corcho de detrás de su escritorio, donde pegó la nota. Si iba a hacer de héroe, necesitaba empezar a tomar notas, y la primera, seria del maldito que se atrevió a hacer daño a alguno de sus amigos... o amigas, en el caso actual. La pizarra estaba vacía, así que lo único que tuvo que hacer fue tomar una tachuela, las cuales estaban en un organizador de materiales encima del escritorio. Era un escritorio amplio.
Escondió de nuevo la pizarra, y se levantó. Agradecía los años en que su madre lo había forzado a estudiar y practicar para la escuela. Gracias a eso, había podido memorizarse en el camino todo lo que Dovah le había dicho. Ahora que lo pensaba... se le hacía bastante conocido. Tomo la computadora y empezó a investigar todo lo que pudo sobre personas con esa apariencia. Pero no sabía quien podría ser. Suspiró. Sería un largo día.
————
Tweek llevaba todo el día trabajando, desesperado. Sus padres no le estaban ayudando. Años así.
Quería mucho a sus padres, pero no iba a negarlo; era lo que le seguían a idiotas e hijos de puta.
Muchas personas piensan cosas así cuando están enojadas por algo, pero este no era el caso. Tweek lo sabía. Sus padres habían hecho que tuviese una gran obsesión con lo que el decía era café; la realidad es que no era el café, y aunque el rubio negase todo, él lo sabía. Sabía perfectamente que el ingrediente especial del café que hacían sus padres eran metanfetaminas. Metanfetaminas que el iba diariamente a recoger. Entonces, si. Sus padres eran unos idiotas que lo ponían día a día en peligro por unas estúpidas drogas a las cuales el se había vuelto adicto, claramente gracias también a sus padres.
Así había sido desde siempre. Sin embargo, desde hacía unos cuantos años tenia a alguien que le alegraba la vida; Craig Tucker.
Su relación no era perfecta. Habían cortado hacía un tiempo por una estúpida pelea. De hecho, ambos estuvieron por su lado por un gran tiempo. El de pelo negro había incluso salido con un chico que actualmente era uno de sus mejores amigos, y el mismo había salido con Rebecca Cotswolds. Al final, volvieron. Había sido tan tonto que aún bromeaban con eso hoy en día.
Aunque no vinieron para escuchar el monólogo de la vida de Tweek, así que nos volvemos al grano.
Craig Tucker. El pelinegro problemático y nerd de la escuela. -No me lo pueden negar, es totalmente un nerd-. Oh. Si. Justamente se encontraba entrando a la cafeteria. Tweek sabía que era el sin siquiera voltear a ver, por que de casualidad, Clyde, Jimmy y Token venían con él. ¿Y como sabía que eran ellos?
Clyde entró gritando.
–¡Por supuesto que se cuando es el examen!–.
–Clyde, no necesitas gritar– dijo el chico moreno, con tono bajo, incómodo ante las miradas de rareza que les dirigía la gente. –Solo preguntaba–.
–Pues no era necesario. Es obvio que lo se–.
–Y bien– interrumpió el chico con expresión estoica. –¿Cuando es?–.
Un silencio se formó en la bolita de amigos.
–Okey. Quizás no se la fecha del examen—.
Jimmy rio, y un gran golpe -Que Craig se dio en la cara, aka Facepalm- se escuchó en el establecimiento.
–Agh- ¡Dios mío, chicos! ¡V-van a asustar a todos!– se quejó Tweek, entregando al cliente frente a él su pedido.
—Lo siento, cariño. No es mi culpa que este idiota se nos pegue–.
–¿a quien le dices idiota?– preguntó Clyde con honesta duda.
Craig simplemente se dio otro "facepalm", dejándose la cara roja en el acto, y sacándole una sonrisa divertida y boba a su novio, el rubio.
–Hey, Tweek.– dijo Jimmy, acercándose a donde estaba el chico. –¿crees poder salir hoy en la tarde?–.
Un hombre terminó su café, dejó uno o dos billetes en la mesa, y se retiró. Craig lo observó por el rabillo del ojo, con seriedad. Se le hacía extrañamente conocido.
–P-Para las cuatro habré terminado m-mis- AGH- tareas– respondió intentando contener los espasmos que le daban. –¿P-Por que?–.
–A Dovah la atacaron ayer en su casa. Pensábamos darle una vuelta y- y- y-–.
–¡Y después pasar por algo de comer!– terminó Clyde la oración que Jimmy había comenzado, desesperado. –Lo siento, Jimmy–.
–No te pre-preo- pre- pre- no importa– cambió la frase al final, para evitarse el drama del tartamudeo.
–Oh, entonces- AGH- estaré para las cuatro. ¿L-les parece también pasar a estudiar?–.
–Dios, Tweek– habló Token tras un rato en silencio. –Créeme que también me importa, pero el examen es hasta el viernes. Puedes no preocuparte por eso–.
–Oh dios- lo siento, es solo que- es mucha presión-– dijo Tweek. –Esperen–. Salió de donde estaba para ir a tomar una orden mientras sus amigos se sentaban en una mesa. No habían ordenado nada, y no lo harían. El rubio agradecía que ninguno de sus padres estuviese ahí, por que los sacarían del establecimiento.
Craig no podía sacarse de la cabeza los ojos de aquel señor que salió de la cafeteria. ¿Por qué se le hacía tan conocido? Estaba seguro que jamás lo había visto. Sin embargo no podía sacarse de la cabeza la idea de que sabía quien era. Tras unos minutos, Tweek volvió con ellos.
–Por cierto, ¿que día es el examen?–.
Tres chicos tuvieron que evitar que Craig se lanzase a ahorcar a Clyde.
–Joder, Craig, tranquilo. Si tampoco sabes, le preguntaré a Bebe más tarde–.
————
Bebe Stevens era una de las chicas más populares, mas lindas y conocidas en todo South Park. Más deseada, romántica, con gran sentido de la moda, y bastante dinero gracias a sus padres. Clyde Donovan era su novio. No era el mas guapo -aunque el juraba que lo era-. De hecho, por mucho que le costase admitirlo, estaba con el por conveniencia. ¿La persona que a ella le gusta? Jamás lo sabrían. Butters Stotch.
Bueno, en South Park las ironías no terminan nunca, ¿no es verdad?
El dulce chico había entrado a su corazón hacía bastante tiempo. Pero con todo y todo, aún siendo a veces la increíble perra que era, no tenía el corazón para cortar con Clyde. No después de dos años de relación y aún menos con lo bueno que el chico era con ella. El no lo merecía. Sabía que tarde o temprano tenía que hacerlo, pero ella quería evitar pensar en ello.
Wendy y la hermana de Butters, Mariam, se quedaron con el Rubio y la castaña, por que los chicos irían en la tarde, el joven no quería irse aún, y realmente no había mucho que hacer.
Salió en silencio de la habitación, y luego del hospital, acomodando su perfecto cabello dorado y ondulado, que caía como cascada por su hombro derecho, atado en una cola. Sacó su celular para revisarlo mientras caminaba por la calle hacia cualquier otra parte. Solo ocupaba pensar. No tenía mensajes. Ni uno solo. Algo sorprendente en realidad. Guardo el aparato, y se llevo el pulgar a la boca, mordiéndose la uña del dedo con nerviosismo. En realidad, hacía eso más de lo que estaría orgullosa de admitir. Podía sentir el esmalte seco raspándose y cayendo en su boca. Quizá pareciese una loca, pero realmente le agradaba el sabor. Suspiró.
–Estoy totalmente loca– murmuró para sí.
Alejó su mano de su cara, intentando no parecer más dañada mental de lo que ya estaba. Siguió caminando, ahora entrado en el centro de la ciudad.
Entonces escuchó algo. Se acercó al lugar de precedencia de aquel extraño ruido, en silencio y con cuidado; un callejón. Sabía que Kyle querría enterarse de lo que estaba ahí en el momento en el que un hombre y una mujer intercambiaron paquetes. Esto era algo importante, y no había tiempo que perder.
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